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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Ya había pasado un buen rato desde que no dormía tan bien, es más, olvidé todos los problemas que regularmente tengo para dedicarme a descansar, y es que es la verdad, cuando estoy en mi amado ranchito es como si mi tierra me protegiera a tal punto que puedo dejar de lado las deudas y situaciones problema para dedicarme a respirar tranquilo y estar con mi mamá, obvio también con mis amigos, y hoy quería que fuera lo mismo que siempre cuando vengo, pero de repente el estridente sonido de una licuadora me devolvió de los brazos de Morfeo, con mi cara de pocos amigos y mi cabello revuelto me incorporé tambaleante de la cama, así, con mi rostro legañoso y mal encarado volteo a ver a mi madrecita y ella, quien ya está despierta, solo se ríe bajito.

 

 

– ¿Qué pasa? – somnoliento le pregunto.

– Creo que me debo levantar, allá afuera hay un completo desastre por el desayuno – me dice sonriente mi mamita.

– ¡Ay no! Vamos a dormir otro ratito – hago un puchero para poder volver a la cama.

– Hijo, recuerda que tus amigos están en casa y debemos ver si se les ofrece algo – ya había cerrado mis ojitos cuando los abro de inmediato ¡Olvidé que los Adanes están en mi rancho, en mi casa!

– ¡Ay no! – me cubro la boca, inconscientemente quería estar cerca de la cama para olvidar la realidad y que esos sujetos están allá afuera.

– Anda, vamos a levantarnos que van a destrozar mi cocina – me puse de pie inmediatamente, a mi mamá por lo de su enfermedad le cuesta incorporarse rápido, por lo mismo la ayudo para que pueda pisar el suelo.

– De acuerdo, pero no sé por qué debemos ser buenas personas con ellos si nos están invadiendo en manada – digo refunfuñando.

– Porque es mi deber como anfitriona y como s…– iba a decir algo más pero guardó silencio mientras sonreía.

– ¿Por qué te quedas callada? Algo tramas ¿verdad? – le pregunto y ella sigue dibujando una sonrisa en sus labios.

– Yo no tramo nada hijo, los demás no sé – me acaricia la mejilla mientras me dice aquellas palabras.

– Ay mamacita, dices cada cosa, ven, vamos a ver qué están haciendo esos tipos – con cuidado la tomo del brazo para llevarla caminando a la cocina.

 

Quito el seguro de la puerta y abrimos, llega a mis fosas nasales un olor a huevo, y debo decir que huele bastante bien, la licuadora sigue trabajando y la estufa suelta una ráfaga de fuego antes de apagarse la hornilla que pretendían encender.

 

– ¡Maldita sea! Ya es la tercera vez que intento prenderla – Adán Edilberto dice mientras aprieta el puño.

– Es porque eres un anciano inútil – Adán Alejandro se burla mientras mueve el contenido del sartén en el que cocina.

– Ándate con cuidado, no vaya a ser que este anciano te dé la paliza de tu vida – se miran con odio.

– Ya dejen de discutir y terminen sus tareas – Adán Gregorio habla mientras observa atentamente la licuadora que usó minutos antes.

– Tú mejor ni te metas, es más, no digas nada porque tú eres el que desde hace media hora está queriendo hacer un licuado y ni siquiera sabes lo que lleva – el stripper lo regaña.

– Nunca me había tocado hacer un licuado, por eso lo intento y no me estoy quejando como niño inmaduro, señor, además, el que es incapaz encender una estufa no puede ni tiene el derecho de criticar a los demás.

– ¿Me llamas inútil? ¿Eso me dijiste? – el musculoso hombre deja su tarea con la estufa y en cara al otro.

– Yo no usé ese apelativo, pero si llegó a tu mente es porque así lo crees ¿o no? – lo mira con esa autosuficiencia muy propia del abogado.

– Ya sacaste boleto – se van a pelear, se van a pelear…

 

 

– ¡Buenos días caballeros! – saluda amistosamente mi madre, como si todos se congelaran se quedan quietos, ahora mi madre y yo somos el centro de atención.

– ¡Buenos días! – saludan al mismo tiempo mientras no observan.

– Disculpen el ruido, estábamos preparando el desayuno – el abogado habla.

– Sí, eso hacíamos – comenta Edilberto.

– Y sin pelear – Alejandro menciona ganándose la mirada molesta de los otros dos – ¿Qué? – los ve preguntándoles.

– De eso me doy cuenta, y serían tan amables en decirnos qué desayunaremos, por favor – mi mamá los observa atentamente.

– Bueno, el menú mi querida sue… señora, es huevos, tortillas de maíz y licuado – Edilberto se acerca todo confianzudo y toma a mi mami por su bracito, ¿qué se ha creído?

– Vaya, veo que ya están preparados los huevos pero ¿el licuado y las tortillas? – sonríe mientras se deja guiar por el stripper.

– Con ello tuvimos un contratiempo señora, cierto sujeto no supo cómo encender la estufa.

– Y cierto sujeto no sabe cómo preparar un licuado, lleva moliendo solo leche desde hace media hora – Edilberto se excusa.

– Yo soy la mejor opción – ahora Alejandro me mira y sonríe – Yo si hice los huevos – comenta feliz.

– Lo noto, muchas gracias por el entusiasmo de los tres, pero les pediré que tomen asiento en la sala mientras Evan y yo terminamos el desayuno – me sorprendo, ¿yo qué? – Hijo, anda, ven y ayúdame por favor.

– Si mamá – digo resignado y miro a esos tres mientras niego con la cabeza, por su culpa debo cocinar hoy, torpes. Y como niños regañados los tres Adanes salen a la sala para esperar a que los llamen.

– Hijo, recuerda que los hombres con tal de quedar bien son capaces de hacer lo que sea… aunque les salga mal – quita el vaso de la licuadora mientras sonríe, creo que sí, a veces quería quedar bien con Sylvia y todo me salía mal, prefiero no recordarlo.

 

 

 

Luego del desayuno que mi madre y yo preparamos, toca la limpieza de la casa, como la gente del rancho ya sabía que yo iba a venir, la señora que le ayuda a mi progenitora se aparecerá más tarde pues sabe que me gusta ser yo quien cuide de mi mamita. Y no sé qué bicho les picó ahora a estos hombres que se pelean por hacer los quehaceres, esto es muy raro si yo pudiera evitarlos lo haría.

 

– A ver vamos a organizarnos – comienzo a decirles – Tú Edilberto sacudirás la sala, Gregorio, tu vas a barrer el patio y tu Alejandro vas a quemar las hojas secas, ¿tienen alguna duda? – los tres me miran de un modo extraño y niegan con la cabeza.

– Con que este será mi futuro, bueno, algo mandón pero vale la pena – dice el stripper.

– Querrás decir mi futuro – el deportista interviene.

– Caballeros, es triste que se hagan ilusiones con el porvenir ajeno, es más que obvio que se trata de mi futuro – el abogado menciona secamente.

– ¿De qué hablan? – les pregunto porque no entiendo.

– De nada – dicen los tres y se van a sus tareas, no sé por qué siento que estos tres algo traman, algo muy extraño traman.

 

 

Tomo el teléfono de la casa de mi mamá y me dispongo a hacer una llamada, tengo que desquitarme, esto no puede quedarse así, no puede y estoy casi seguro que ese infeliz, cretino, conchudo, mentiroso y mal amigo tiene algo que ver en todo esto que ocurre en mi casa, pero ya verás Joseph, ya verás, suena un tono y me contesta…

 

– ¡Por favor! ¡No la maten! ¡Sé que es desesperante, es ninfómana, grotesca pero no es mala! – berreando como cuando intenta convencer a las personas de que es inocente, me contesta Joseph ¿A qué diablos se refiere?

– ¿De qué estás hablando Joseph? – le pregunto con cierta molestia, ese infeliz debe andar metido en algo, durante unos instantes se queda callado.

– ¿Evan? Este… hola – sí, este anda en algo chueco, su tono de voz me lo dice, hasta acá puedo olerlo.

– ¿En qué rayos andas metido ahora? – ya de por sí quería asesinarlo por chismoso, ahora que debe andar metido en alguna cosa turbia me dan ganas de golpearlo doblemente. Volteo mi cara y ahora esos tres Adanes se están peleando de nueva cuenta, no puede ser ¡no puede ser!

– En nada, en nada – sé que miente, es más hasta puedo imaginar ver sus ojos moviéndose de un lado a otro por el nerviosismo de que sabe que sé que miente.

– Está bien, no me meteré en tus asuntos por ahora porque tengo algo que preguntarte, por eso te llamé –  haré de cuenta que le creo, debo resolver mi duda y saber con qué crueldad lo mataré, todo depende de su respuesta.

– Dime – me contesta, pude escuchar cómo tragó saliva.

– ¿Le dijiste a algún cliente o conocido o ciertos patanes dónde estaría yo vacacionando? – usé ese tonito de ‘se la verdad, solo quiero que me lo confirmes’.

– No, para nada, no le dije a nadie, lo prometo – me contesta, por raro que parezca al menos en esta respuesta que me da no puede reconocer algo de mentira, creo que dice la verdad.

– De acuerdo… – suspiro aliviado, pero todo se acaba cuando vuelvo mi cara para ver a los patanes, Adán Edilberto está tomándole una foto a la foto que mi madre tiene colgada en la pared de la sala, en ella estoy yo de cinco años en la escolta del kínder – ¡Oye tú deja esa foto! – Adán Gregorio está barriendo tan mal y tan fuerte que levanta piedras a basura pegándole a pos pollos de mi mamá – ¡Así no barras porque asustas a las gallinas! – Y con Adán Alejandro la cosa es peor, varias hojas incendiadas están entrando a mi sala, me alerto de inmediato – ¡Vas a incendiar mi casa! – Es todo, debo ponerle atención a estos tres o van a destrozar todo – Te dejo, tengo asuntos por acá que resolver, espero puedas arreglar los tuyos, adiós –  le cuelgo y voy corriendo con ellos, debo detenerlos antes de que hagan una tontería.

 

 

 

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Yo creí que estaría solo con Evan, pero ahora me entero que la competencia vino también, ese tipo con cara de palo y el otro mocoso de tenis solo estorban, en fin, yo vine con la intención de acompañar a Eva… n, de solo imaginar su cara mientras le digo así me da risa, estoy afuera de la casa, este lugar es hermoso, lleno de árboles, de pasto, plantas, aire fresco, ya veo porqué este chico ama su rancho, es precioso.

 

Estoy como adolescente, nunca me imaginé andar siguiendo a alguien hasta casi el fin del mundo, porque este ranchito no está muy cercano que digamos. Esto que actualmente vivo me hace recordar a Bárbara, todo lo que me arriesgué por ella, todo lo que hice, todo lo que enfrenté; ahora es por culpa de este tipejo enojón que dejé la ciudad y mi casa para encerrarme en una sala con un par de sujetos torpes.

 

Desde afuera puedo ver como unas personas entran y luego salen dela casa de la mamá de Evan, pero se van con unas bolsas en las manos. Soy muy curioso la verdad, por lo mismo a una señora que sale, la abordo con discreción.

 

– Buenos días – le digo y ella me mira de arriba para abajo, es normal.

– Buen día, señor – me dice sin quitarme la vista de encima.

– Oiga, una pregunta, veo que sale de la casa de mi amigo Evan, ¿está dando algo? – pregunto con simpatía, me interesa la respuesta y por lo mismo trato de ser amigable.

– Sí, siempre que viene nos trae a los vecinos algo, hoy nos regaló un kilo de arroz, uno de frijol y un cuartito de café – me dice sonriente – Ese muchacho es un ángel, siempre que puede ayuda a los demás, doña María hizo un hombre de bien, Evan aparte de ser un buen hijo es un excelente muchacho, debe ser afortunado de ser su amigo, quedan pocos como él, en fin, tengo que regresar a mi casa, buen día – me dice aquella señora y se va, me dejó sin palabras, yo sé que Evan es una buena persona, pero no imaginé que la gente lo tuviera en ese concepto, a ese chico sin gracia aparente lo envuelve un aura que lo hace distinto a las demás personas. Sonrío, me siento orgulloso de él y orgulloso de poder estar cerca de su persona.

 

 

Camino, me gusta conocer este lugar, es precioso, llego hasta unos árboles y me dispongo a observar, sin embargo me quedo en silencio, no estoy solo, alguien más está aquí, y es nada más ni nada menos  que aquel tipo con cara de palo, el serio ese. Parece estar loco porque habla solo, me iba a ir pero pude escuchar lo que se decía.

 

– Hoy le pediré que vayamos a dar una vuelta, en cuanto lo vea desocupado lo invitaré a pasear, espero acepte mi invitación, sería muy grato poder recorrer estos paisajes a su lado – el muy cretino hasta ensayaba lo que le diría, así que esas tenemos, esas tenemos, entrecierro los ojos, ya lo veremos, señor Gregorio.

 

 

 

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No pude evitarlo, le tuve que decir a mi mamá que se me antojó un pan de elote, no quise darle molestias pero no tuve remedio, eso sí, ella solo me dirá como, yo lo prepararé, ya me estoy imaginando el olor y el sabor de mi pan, se me hace agua la boca, ya quiero comerlo. Sonrío, fui a la milpa de mi vecino, esta vez ya no era como cuando niño que me los robaba, ahora si le pagué por los elotes que corté, llevo mi bolsa con suficientes piezas, quiero que quede cargado de elote.

 

Voy caminando por la vereda que lleva a mi casa, estoy pasando por el campo de futbol, el que está a un lado de la escuelita, veo los vehículos de los Adanes estacionados, son tan llamativos que los niños del rancho se acercan para verlos, puedo distinguir las figuras de Gregorio y Alejandro, están fuera de mi casa, supongo que peleando, esos hombres se la pasan discutiendo por asuntos extraños, pero bueno, yo solo pienso en mi pan de elote, lo bueno es que fui temprano a la milpa porque se ve que se soltará un aguacero de aquellos, camino sin tanta prisa, ya casi llego a mi casa.

 

De repente oigo las pisadas de un caballo, es un galope muy intenso, muy rápido, me vuelvo para atrás no vaya a ser que me atropelle un caballo, solo eso me falta.

 

– ¡Evan! – veo que a todo galope y gritando mi nombre viene Adán Edilberto en un animal que es de Vito, reconozco al equino. Me quedo observando. Estoy sin moverme, qué querrá.

– ¿Qué pasa? – pregunto en un tono muy bajo, casi para mí. El hombre detiene el animal, desde arriba me está mirando.

– Pon la bolsa en el suelo – me dice y yo lo miro.

– ¿Por qué? – apenas pude terminar de hablar, cuando con fuerza me tiró de un brazo.

– Espera qué... – no sé qué está pasando ni de dónde sacó esa fuerza, me atravesó en el caballo y comenzó a andar de nueva cuenta – ¡Bájame! ¡Espera! ¡Mis elotes! – grité pero no me hizo caso.

 

– ¡Oye tú! ¡Espera! – escuché la voz de Alejandro algo alejada.

– ¡Se lo está robando! – Gregorio gritó pero pronto dejé de escucharlos, Adán Edilberto me llevaba a toda prisa lejos de mi casa, quién sabe a dónde y en un caballo que no sabía cómo consiguió…

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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