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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Había llegado desde hacía un rato a casa de mis papás, mi hijo se iba a quedar a dormir ahí por lo cual lo fui a dejar, ya era tarde, cerca de las nueve de la noche, en cuanto llegamos, luego de saludar a su abuela, tomó su mochila y subió al cuarto que ya tenía, desde siempre él ha tenido su propia habitación en casa de mis padres. Mi madre y yo nos quedamos en la sala tomando una humeante taza de café, el clima frío ameritaba algo caliente.

 

 

– ¿Y cómo van los trámites de su divorcio? – me preguntó mamá para luego morder una galleta de mantequilla, de esas que estaban en la bandeja plateada sobre la mesa de centro.

– Bien, mi abogado está de viaje, por lo que el proceso está un poco lento, espero que en cuanto regrese todo tome el curso que debe – le respondí y tomé un sorbo de mi bebida.

– ¿En verdad estás seguro? Su matrimonio es un compromiso de muchos años, Bárbara y tú llevan gran parte de su vida juntos, ¿De verdad se separarán? – me volvió a cuestionar, es sabido por todos en la familia que mi madre adora a Bárbara, desde que la conoció y supo su historia, lejos de juzgarla se convirtió en su principal protectora.

– Sí, lo nuestro es insalvable, ella y yo lo reconocemos, juntos nos hacemos demasiado daño y a la larga el único afectado será el niño.

– Por eso mismo lo digo, Josué aún es muy joven, es un adolescente, necesita de una familia unida, de unos padres de que lo amen – se le nota la preocupación en el rostro, ella es demasiado sensible a los temas que tengan que ver con la familia.

– Más va a sufrir si ve a sus papás peleando todo el día, lo mejor es que aunque nos vea separados nos vea tranquilos, sin gritarnos o discutir.

– Ay hijo, me preocupas, no quiero que estés solo – dejó de lado los galletas para mirarme compasivamente.

– No te alarmes, estoy acostumbrado a estarlo, tal vez ese es mi castigo – mencioné mirando atentamente la reluciente bandeja que tenía enfrente.

– Quisiera que algún día me tuvieras la confianza para contarme aquello que te atormenta tanto, aquello que te cambió tan radicalmente – ella me continuaba viendo, seguramente preguntándose cómo es que este hombre alguna vez fue un chico feliz.

– A lo mejor algún día te lo cuento, por ahora no – respondí y sin mucho ánimo levanté mi taza y nuevamente tomé de ella. Sin embargo aquel silencio que se formó entre nosotros pronto se vio interrumpido por la voz juvenil de una chica, una muy conocida para ambos.

 

 

– ¡Por fin en casa! –miramos con sorpresa a la recién llegada.

– ¡Hija! – mamá se levantó y esperó a la muchacha para recibirla con un fuerte abrazo – No te esperaba tan pronto, pero me alegra que regresaras – le decía mientras la atraía a su cuerpo.

– Ya sé, me aburrí de Cuba y me dije, Renata es m omento de volver a casa – contestó y se carcajeó, como es su costumbre ciertamente, separándose miró a su alrededor – Hermanito, qué gusto verte – me lanzó un beso al aire – ¿Y papá? ¿No está?

– No, se fue a Chicago a un congreso, regresa en dos días – le comenté.

– Ay, yo creí que estaba toda la familia – haciendo un puchero tomó asiento junto a mamá.

– Pero está Josué, seguro se alegrará de ver a su tía favorita.

– ¡Ay qué bien! Obvio soy su tía favorita, me alegra que esté porque le traje una playera súper genial, estoy segura que le encantará.

– Consientes demasiado a mi hijo – le digo sonriente.

– Ay déjame, es el único sobrino que tengo así que lo malcriaré – mi hermana volteó su cara y buscó el rostro de nuestra progenitora – ¿Y no ha venido Alex? – muy casual y observando sus uñas preguntó.

– Sí, vino hace unos días, pero hasta donde sé salió de viaje – contestó.

– ¿Y sabes a dónde fue, Mercedes? – la miró con una sonrisa dibujada.

– Soy tu madre, niña igualada, y no, no sé a dónde fue, pero tengo entendido que iba a algo importante, muy relevante para él – noté rápidamente como la cara de Renata cambió.

– Ah, seguro algo tiene que ver con una chica – con cierto recelo dijo aquello.

– Tal vez – dijo mamá haciendo que mi hermana se levantara de su lugar con cierta molestia.

– Pues no sé qué loca saldría con un tipo que solo piensa en futbol y en su cochina tienda de deportes, seguro es una ciega o una loca – caminó rumbo a la escalera – Si vez a ese tonto de Adán Alejandro dile que le traje un recuerdo, si es que se digna a aparecer – no dijo más y subió, esa niña desde hace años está así por el ahijado de mis papás.

– Tu hermana no cambia, en fin, estoy algo cansada, te dejo hijo – negó con la cabeza y se acercó a mí para abrazarme – Piensa en lo que te dije, descansa – asentí, luego del acostumbrado beso, se retiró a su alcoba, ya era tarde.

 

 

 

 

Salí de la casa, antes de irme me dirigí al jardín, el amplio y bien cuidado jardín de la casa, necesitaba respirar, necesitaba pensar, mi vida, mis sueños, todo lo que ha ocurrido en mí.

 

 

 

Caminaba por los pasillos de la escuela, era una batalla que había ganado, mis papás deseaban mandarme al colegio bilingüe en el que varios de sus amigos enviaban a sus hijos a estudiar, yo simplemente quise asistir a una preparatoria de gobierno, un lugar neutral y diferente a las escuelas finas a las que siempre había ido, un lugar donde no se supiera que mi familia era rica, donde no se me reconociera como el hijo de un poderoso empresario, donde solo fuera Alan. En fin, andaba tranquilamente y me lo encontré de nueva cuenta, ese muchacho que desde hacía días había sido llevado a la prefectura por golpear con un borrador a otro compañero, éste le había llamado ‘Eva’ y por eso la agresión.

 

 

Me parecía muy simpático, a decir verdad por su carácter me cayó muy bien, es de los míos, aquellos que defienden a capa y espada su manera de ser. Me valía, me acercaría y lo saludaría, qué más podía pasar. Avancé hacia él, estaba sentado en una banca de concreto, de esas que había afuera de algunos salones. Antes de que me viera pude notar que contaba unas monedas de baja denominación, su semblante se veía preocupado, en cuanto me miró guardó su dinero en el bolsillo de su pantalón.

 

 

Hola – tomé asiento junto a él, me miró y sonrió.

– Hola – contestó moviendo su cabeza.

– Oye, eres tú al que el otro día mandaron con la prefecta Ríos ¿verdad?

– ¿Por qué? – me preguntó seriamente.

– Digo, porque fuiste muy comentado, te la volaste con eso del borrador – sonreí.

– Pues fue su culpa, si ya sabe cómo me llamo, para qué me molesta.

– Tienes razón, se lo merecía, soy Alan – le estiré mi mano.

– Sí, te conozco, yo soy Evan, Evan con una n al final, no lo olvides – me recalcó, vaya que es receloso con su nombre.

– Descuida, no quiero que me rompas una mesa banco en la cabeza, así que no lo olvidaré, Evan – me miró y soltó una sonrisa, de esas que salen cuando alguien te cae muy bien, o eso creía.

– Ya estás – asintió y nos quedamos platicando, fue de esas charlas que nunca quisieras que terminara, simpatizamos de inmediato, él no era de muchos amigos, por lo mismo no era sencillo que hablara con cualquier compañero, sin embargo aquella química que se dio entre nosotros era fantástica, fue amistad a primera vista.

 

 

Poco a poco fuimos haciéndonos más y más cercanos. Pronto me enteré que había quedado huérfano de padre desde muy niño y  que su mamá estaba enferma. La manera en la que se expresaba de su mamá daba a entender el gran amor que le tenía, sin que me lo contará supe de sus esfuerzos por ser un buen estudiante y dar los menos problemas posibles, realmente era un hijo modelo, nada que ver conmigo, él sí se esforzaba pues era de pocos recursos y sabía lo que costaba para su madre que estudiara, lo que yo me gastaba en un día era para él significaba el presupuesto de todo su mes.

 

 

Mis amigos Paty, Lore, Gustavo y Elías, cuando presenté a Evan con ellos lo recibieron muy bien, les causaba curiosidad la vida de aquel chico, sin embargo él no era tan abierto como lo era conmigo, tal vez no sentía mucha confianza con mis cuates, por lo mismo nunca lo forcé a hablar de algo que no quisiera.

 

 

– Ese muchachito se ve que es un pobretón, eh – Lore tomaba un jugo mientras hablaba.

– Ya sé, ¿Viste su uniforme? Se ve que lo tiene desde primero, todo viejo y carcomido, ¿no le dará pena andar con esos harapos? – Paty, recargada de Elías mencionó con cierto desdén.

– Ay, no sé por qué lo critican, se ve que no tiene ni en donde caerse muerto, es más, nunca lo veo comer, seguro que no le alcanza ni para comprarse una paleta en la cafe – Elías mencionó con sorna.

– A ver, a ver ¿quién soy? Oigan, tendrán un pedazo de pan para este pobre hambriento vagabundo – sumiendo el estómago a modo que se le notaran las costillas, Gustavo comenzó a temblar y hablar como tonto.

– ¡Evan! – los otros tres dijeron al unísono y soltaron fuertes carcajadas.

– No es gracioso – mencioné incómodo, no me agradaba lo que hacían.

– Ya, relájate, solo jugamos, es más, queremos que traigas a Evan a mi casa, para ver una película – Paty se levantó y me abrazó – Así sirve que pasamos un rato juntos, todos y sobre todo tú y yo – sabía a la perfección que le gustaba a Paty, me lo dijo Elías hace tiempo, pero no le correspondía, éramos amigos y con mi amiga no me gustaría salir, eso perjudicaría la estabilidad del grupo.

– No sé, hasta supongo que será en fin de semana y él me dijo que tenía un trabajo para este fin, así que no creo que vaya – era cierto, ocasionalmente Evan trabajaba, pero aparte, no me gustaba mucho mezclarlo con mis amigos, ellos eran muy pesados y seguro le harían una grosería a ese chico.

– Bueno, una vez al año que se divierta no creo que le haga daño, además, contigo si sale o al menos he notado que pasan mucho tiempo juntos – me miró fijamente, no sé si era mi imaginación  o estaba celosa.

– Son ideas tuyas, solo platicamos lo normal.

– Te creeré, tal vez.

 

 

 

 

La última vez que platiqué con él, la recuerdo perfectamente, habíamos quedado en platicar luego de clase, estábamos en el edificio de sexto semestre, casi todos se habían ido, esa tarde había llovido a cántaros, sin embargo en ese instante se podía contemplar el sol naranja poniéndose a lo lejos, la lluvia había cesado. Sentados y recargados de los barrotes del barandal, nos dedicamos a mirar el paisaje, unas cuantas gotas caían del techo rebotaban con barandilla que estaba abajo y nos mojaban los zapatos y una que otra parte del uniforme. Me di cuenta que con el paso del tiempo, la admiración y simpatía que sentía por Evan se tornó en algo más, en un cálido sentimiento que hacía sentirme bien cuando lo escuchaba o lo miraba, mi corazón latía fuerte cuando siquiera mencionaban su nombre. Teníamos gustos afines, nos caíamos, bien, era simplemente perfecto.

 

 

Me caes muy bien Evan, no sé por qué no fuimos amigos desde primero, ya nos llevamos justo ahora que casi salimos de la escuela – le dije, ya tenía pensado decirle a mi padre que apoyara a Evan para que estudiara en la misma universidad que yo, seguro que cuando le contara su historia no se negaría.

Pues es que tú eres de otra clase, digo, o sea, de los populares y yo soy más tranquilo, de los que apenas socializan – me dijo, era cierto, sin embargo entre nosotros esa barrera no existía, éramos iguales, éramos afines, éramos tal para cual.

No, eres bien buena onda, la verdad me caes muy bien – siendo atrevido, pasé mi brazo por su espalda, me encantaba tocarlo con cualquier pretexto – No creí que nos fuéramos a llevar tan bien.

Ni yo, digo, quién iba a pensar que tú y yo nos hiciéramos amigos – esa palabra, amigos, sentía que cada vez más nos quedaba chica, amigos Evan y yo era algo que simplemente no cuadraba.

La verdad no.

Hasta a tus amigos Patricia, Lorena, Gustavo y Elías, les caí bien, y mira que son algo especiales – mi semblante cambió, siempre busqué alejarlo de ellos, los conocía, no deseaba que le hicieran algo malo, no a él.

– Sí, de preferencia no salgas mucho con ellos, son medio pesados a veces – era mi manera de mantenerlo a salvo, una vez que saliéramos de la preparatoria, lo alejaría definitivamente de ellos, solo seríamos él y yo.

– ¿Te molesta que me lleve con ellos?

– No, no es eso, es solo que... bueno, no sé, es preferible que no salgas solo con ellos, para evitar que te hagan preguntas o pesadeces – le comenté, ya estaba decidido, lo protegería por el momento y luego lo mantendría a salvo definitivamente.

– Si tú lo dices está bien, aunque me caen bien, son muy simpáticos y llevaderos – inocentemente creía que a ellos les simpatizaba.

– Sí – preferí cambiar de tema – Mira, ya casi oscurece, me gustan los atardeceres, son coloridos y frescos, no hace tanto calor.

– Se ve padre, qué bueno que nos quedamos aquí, para verlo y platicar.

– Sí – así deseaba que estuviéramos, él y yo solos, teníamos un futuro esperanzador.

 

 

 

Esa noche, esa maldita noche todo cambió, por la tarde, en casa de Gustavo, mis amigos y yo habíamos estado tomando refrescos, pero luego de uno que me ofreció Paty, me dio mucho sueño, tanto que me quedé dormido, cuando desperté vi la hora en el reloj de mi muñeca, eran casi las ocho de la noche. Me espabilé y junto a mí había una nota, medio soñoliento la leí, fue aterrador lo que decía.

 

 

‘Esta noche, la reina de la graduación será Eva, primera’

 

 

Mis ojos se abrieron de inmediato, no sabía exactamente de qué se trataba pero mi instinto me decía que algo malo sería, algo muy malo le harían a Evan, los conocía, los había oído cuchichear, hablar de él, por eso me urgía que terminara la escuela, quería alejarlo de ellos, pero a esas alturas nada podía hacer, y no estaba seguro si ya había pasado o no lo que le tenían preparado. Me acomodé la ropa y no recuerdo cómo, salí de aquella casa, me urgía llegar a la preparatoria, corrí como nunca antes, debía darme prisa.

 

Arribé lo más pronto que pude, me quedé recargado en un poste afuera del salón de usos múltiples de la escuela, respiraba, me agité demasiado por tratar de llegar, sudaba mucho y mis piernas temblaban, desde afuera podía oír la voz de Paty, me aterró lo que escuchaba.

 

 

– Esta noche, por primera vez en la historia de esta escuela tendremos un reinado, ¡Esta tardeada será recordada por siempre como la primera en la que hubo una reina del baile!

– ¡Con ustedes, Eva primera! ¡La reina del baile! – ahora era Lore quien habló, mis ojos se abrieron, algo estaba mal. Lentamente avancé a la entrada.

– ¡Saluda a tus súbditos Eva, eres la atracción y la reina de la noche! – Paty volvía a hablar con burla.

 

Desde la entrada miraba la escena, Evan cubierto de lodo y maquillaje barato, llorando desconsolado, con el cabello revuelto y la vida seguramente hecha pedazos. Un chico lo levantó y ayudó a caminar, pero el otro parecía no reaccionar, no entender muy bien. Ya iba el par rumbo a la salida, y en la puerta lo vi aún mejor, Evan estaba hecho añicos, su atribulado rostro lo reflejaba.

 

– Evan – mencioné su rostro, no pude salvarlo, me odiaba pero deseaba que reaccionara, que me mirara, sin embargo aquel muchacho que lo acompañaba me habló duramente.

– ¡Ni se te ocurra! Tú y los tuyos no son buenos, nunca lo han sido, regresa con ellos y espero que algún día se arrepientan de lo que acaban de hacer – con determinación se lo llevó de ahí, esa noche lo perdí para siempre.

 

Furioso me adentré al salón, esos cuatro me esperaban, sonreían, de vanagloriaban de lo que habían hecho, todo lo planearon con tal frialdad y crueldad que se divertían con su acto.

 

– Hola querido – Paty habló.

– Hola, te perdiste lo bueno, amigo – Elías decía sonriente.

– ¡Qué divertido estuvo, Alan! – Lore cínicamente exclamaba.

– Le quedan muy bien los vestidos a esa mujercita llorona – Gustavo habló, los miré a los cuatro, seguían sonriendo, yo estaba que me llevaba el diablo.  

– Recuerden muy bien esta noche, malnacidos – le decía con desprecio.

– ¡Oye! No nos digas así – Paty intervino.

– ¡Cállate! – grité furioso – Si antes no te hice caso, ahora mucho menos, quédate con tu estúpido enamoramiento para ti, trágatelo entero – le vociferé – Y escúchenme bien, esta noche no solo le destrozaron la vida a Evan, se sentenciaron ustedes solos, les voy a hacer exactamente lo mismo que le hicieron a ese muchacho: les romperé el alma, la vida y juro que se acordarán de mi nombre el resto de sus patéticas existencias – frustrado e iracundo salí de ahí, desde ese momento, los cuatro pagarían con lágrimas su aberración.

 

 

 

 

Aquellos recuerdos me atormentaban, dicen que el primer amor es el más maravilloso que un ser humano puede experimentar, a mí me lo arrancaron antes de siquiera probarlo, me lo arrebataron junto con todos mis sueños, mis planes, junto con esa parte de mi vida llamada inocencia, la inocencia de amar a alguien por vez primera. Me volví hombre, me casé, formé una familia, un hogar, uno que ahora se despedazaba lentamente, nunca pude olvidar a Evan, mi chico de carácter fuerte, con el corazón más noble que he podido conocer, la única persona de la que me he enamorado, mi gran amor.  

 

– Evan… a pesar de los años te sigo extrañando, tanto como el primer día que dejé de verte – me recargué de un árbol del jardín, lleno de tristeza y mirando al cielo oscuro, dejé escapar aquellas lagrimas que tanto me han costado sacar, las lágrimas del primer e inolvidable amor…

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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