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Una Eva y tres patanes por Charly D

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-- Licenciado es que yo… – apenas iba a excusarse pero el tipo no la dejó hablar.

-- ¡Largo! Estás despedida, fuera de aquí – me quedé helado, me retracto, este sujeto a parte de ser un patán es peor, mucho peor que Sylvia. Solo miro atónito cómo este sujeto que tengo frente a mí despide a esta muchacha así, sin más ni más.

-- Licenciado yo le puedo explicar – ella hacía un último intento por conservar su empleo.

-- Ya déjalo, no tiene caso – me acerqué a la mujer y le puse la mano sobre el hombro – Este señor no te va a escuchar así le des las miles de explicaciones, a leguas se nota lo que es – lo miré con reprobación, este tipo de injusticias es a las que me refiero cuando digo que los asalariados somos solo un producto para muchas empresas, me imagino tomándolo de sus cabellos tan bien peinados y arrojándolo por el ventanal de su oficina dejando que un camión de seis llantas le pasara por encima.

-- ¿Cómo te atreves? – con indignación el abogado se me preguntaba.

-- Licenciado – la chica deseaba hablar, pero no la dejé.

-- Ya, no te preocupes, tengo un amigo que tiene una tienda de ropa, a veces solicita personal, voy a hablar con él, pero ya no llores, anda, este señor te despidió, eso sí, te debe liquidar conforme a la ley, y si no lo demandas, es más, yo te acompaño a demandarlo si no te paga – le dije a la chica para luego ver a ese patán, para ese instante el tipo me veía con ojos de asesinato, me daba miedo, pero como todo hombre, me lo aguantaba.

-- Con permiso – gimoteando la secretaria salió del despacho, sigo pensando que es bonito, lo único malo es monstruo que lo ocupa.

-- ¿Quién demonios se cree que es? – a grandes zancadas el señor ese se me acercó, me rebasaba por unos centímetros de altura, y de verdad daba miedo, ese rostro duro y esos ojos tan inexpresivos curiosamente expresaban furia.

-- ¡Pues yo! – no encontré algo más inteligente qué decir.

-- ¡Lárguese usted también si no quiere que lo mande a sacar! – me gritó, cerré los ojos esperando a que me partiera la engrapadora en la cabeza, pero cuando abrí un ojo miré que solo aguardaba - ¿No me escuchó? Largo de aquí, no sé por qué esa atolondrada lo dejó pasar, yo esperaba a la señorita de una agencia publicitaria, no a usted – no sé cuánto tuvo que pasar, pero mi vena en la frente comenzó a saltar, “señorita” “señorita”, esa palabra se repetía en mi cabeza, este idiota me estaba confundiendo con una mujer, esa ventajosa y miserable de Sylvia me la volvió a aplicar.

-- ¿A quién esperaba? – entredientes pregunté, estaba a punto de estallar.

-- ¿Qué le importa? Es una chica y punto – me dijo muy secamente.

-- Por favor, ¿A quién esperaba? – apreté los puños, estaba que echaba chispas.

-- A la señorita Eva Noriega – me dijo y fue suficiente.

-- ¡Con un maldito demonio! ¡Soy Evan! ¡Con una jodida N al final! ¡Evan! ¡Soy un puerco, desobligado y maldito hombre! – le grité, estaba harto, todo el tiempo es lo mismo, Eva aquí, Eva allá, Eva, Eva, Eva, ¿Es que es tan difícil aceptar que un hombre macho puede llamarse Evan?

-- ¿Evan? – el sujeto me estaba mirando con curiosidad, espero haberlo asustado o al menos reivindicado mi hombría, no soy mujer, soy hombre. Caminó rodeando su escritorio y tomó una carpeta, revisó los documentos – Aquí dice Eva Noriega – me informó.

-- ¡Aquí también! – Le mostré mi gafete – Y eso no significa que sea una señorita, ni una mujer, ni nada femenino, soy un hombre… ¡Hombre! – esa Sylvia, debe estar revolcándose de la risa en su sillón.

-- Eva – leyó mi nombre - ¿Pero es Evan? – con la seriedad que le conocí  me preguntó.

-- Sí, yo vengo de Expresiones Comerciales – le contesté un poco más calmado.

-- Pues lárguese, no quiero nada que ver con ustedes, es usted un altanero sin educación – me dijo, este contrato se había caído, y desde ya sabía que me iba a costar muy caro, demasiado diría yo.

-- A mí tampoco me interesa tener que ver algo con alguien con tanta miseria como usted – le contesté, el tipo que estaba detrás de su escritorio, de pie, infló el pecho, levantó un poco la barbilla y me miró con superioridad, estoy acostumbrado a ese tipo de miradas, yo no soy un hombre rico, de serlo no estaría como asalariado, y el sueño de tener unos papá millonarios que me encontraban después de años de buscarme sé que no es real, así que me adapto a lo que soy: Evan, con N al final, pobre y que trabaja para pagar las deudas, con esto me refiero a que muchas veces he tenido que aguantar que alguien que se cree mucho mejor que yo solo por tener más dinero, me mire por encima del hombro o se ría de mi ropa barata comprada a eses sin intereses.

-- ¿No le parece que es en este momento en el cual debe pedirme una disculpa para que no hable con su jefe y lo despidan? – secamente me preguntó, su rostro serio esperaba mi disculpa.

-- Licenciado, a ‘Expresiones Comerciales’ le vendo mi tiempo, mi esfuerzo, mis largas caminatas cuando no me dan los viáticos para taxis, le vendo horas extras, le vendo el tiempo que podría invertir yendo al cine, a comer con mis papás, a salir con mis amigos, a esa empresa le vendo mi sudor y cansancio luego de visitar clientes e intentar convencerlos de nuestro trabajo, y le vendo mi sumisión cuando sé que hice algo mal y me regañan por ello, pero mi integridad y mi dignidad, esas, esas no están en venta – le dije seriamente y es algo que creo firmemente.

-- ¿Está usted seguro de no pedirme una disculpa? – acentuó su mirada de superioridad.

-- Tan seguro como que usted no firmará el contrato que traigo, porque ahora soy yo quien se larga por no querer estar cerca de alguien como usted, un tipo arrogante, prepotente e insensible, que no sabe o no entiende que un trabajo es algo que se hace muchas veces más por ser profesional que por gusto, porque para usted la chica que acaba de echar solo es un producto que se reemplaza con otro, pero no investigó lo que ella se esforzó por hacer su trabajo, ella me dejó entrar porque yo vengo de la empresa que esperaba, de no haber sido así ella no me hubiera permitido el acceso, ello habla de la eficiencia de su empleada, pero que va a saber de eso un tipo que tiene piedras adentro del pecho, espero que su amargura no lo envenene al grado de matarse usted solo con tanto resentimiento y prejuicios que trae dentro, buenos días – con mis carpetas bajo el brazo me dispuse a salir de esa oficina tan bonita, al final de cuentas el negocio se había caído, pude todavía escuchar lo que el abogado hizo, marco un número de su teléfono y habló.

-- Necesito una llamada, quiero que me comuniques al número que te daré – ya no quise seguir oyendo, casi podía escucharlo: ‘Evan, estás despedido por inepto’ pero bueno, al menos habré entregado un contrato. Miré al escritorio de la chica que lloraba antes, ya no estaba, seguro se había marchado, ese tipo es más despreciable y patán que el otro que conocí un rato antes, son unos patanes. Salí de aquel edificio, ya nada tenía que hacer ahí.

 

 

 

 

De regreso a la oficina, dudé en si debía ir o no con el último cliente, al final de cuentas si me van a despedir, pues ya me evito el problema, así que le hice caso a Joseph y si aún tenía empleo iríamos a la cita en la noche, por hoy había tenido suficiente, anduve de regreso, pero como no me quería volver caminando decidí hacer lo que todo hombre con moneditas en la bolsa podía hacer: regresar en autobús, el cual me dejaría cinco cuadras debajo de mi trabajo, pero al menos ya no caminaría tanto.

 

 

 

Llegué con el ánimo por los suelos, ya sabía lo que me esperaba, Sylvia gritándome como loca durante una hora, solo que esta vez sí me daría cuello, pero pediría mi liquidación, de algo debía vivir en los próximos meses, aunque no creo que me den mucho, ya ni modo, entre a la oficina, y justo cuando llegaba a mi lugar mi amigo me interceptó.

 

-- Ya hablé con la conta, le dije que es poco probable que ‘Xperia’ estuviera abierto por la mañana, por esa razón aceptó cambiar la hora y tendrás que ir en la noche – me dijo a toda prisa, creo que todavía no estoy despedido – Solo que la vi bastante rara, casi me iba de su cueva cuando recibió una llamada y su cara de monja virgen por cicatrización cambió a una muy extraña, de esas que casi no pode – y entonces las esperanzas se desvanecieron, creo que sí estoy despedido, ¡Genial!

-- Qué bueno Joseph, déjame me siento por última vez en mi silla – como si en los próximos minutos me llevaran  a matar, intenté disfrutar mis últimos e íntimos momentos con mi silla, escritorio y computadora.

-- ¿Pasa algo? ¿No te alegra que al rato iremos a ‘Xperia’? ¡Anímate!, yo te acompañaré para que no andes solito de noche – él estaba emocionado, yo no sabía si alcanzaría a checar mi salida.

-- ¡La bruja! – alguien gritó y todos nos pusimos alerta, ya sabíamos de quién se trataba.

-- No creas que no te escuché, Juárez, ¡Llámale bruja a la más vieja de tu casa! – era la contadora Sylvia, ese era su apodo y aunque no le molestaba del todo, por supuesto que se vengaba cada vez que alguien la llamaba así - ¡Evan! Pasa ahora mismo a mi oficina – la miré y asentí lentamente, ya me llevó la chifosca, me imaginé a Sylvia y yo encerrados en su cueva y ella me partía la jarra de su cafetera en la cabeza para luego abofetearme por haber perdido el contrato con el abogado ese.

-- ¿Qué hiciste? – mi amigo me preguntó con preocupación.

-- Quiero hablar con Evan, no contigo pasiva, vete a dar de sentones en tu silla en lugar de quitar el tiempo – enojada le dijo la jefa.

-- ¡Qué no soy pasivo! – enojado él también le contestó y molesto se fue a sentar a su lugar.

 

Yo mientras avancé lentamente a donde debía ir, miré los cubículos, seguramente iba a ser la última vez que los mirara, esto se llama tenr un día de perros, suspiré y cuando estuve cerca de la jefa, me jaló de mi camisa y empujó dentro de su cueva.

-- ¡Muévete Noriega, no tengo todo tu tiempo! – una vez dentro, ella pude oler el café, miré su cafetera y me alejé lo más que podía, por si las dudas. Sylvia pasó luego de mí y cerro su puerta, quedando los dos encerrados, seguro me corre, seguro me corre.

-- Yo te lo puedo explicar todo – empecé a hablar con cierto temor, ya sentía los cristales de la jarra incrustados en mi mollerita.

-- Ya me lo explicaron y no quepo del disgusto – tomó asiento y me miro severamente, ese hombre cumplió su palabra, no esperaba menos de él.

-- Yo sé que no fue la manera pero es que él tuvo la culpa – le dije, retrocedí un par de pasos, digo, debía tomar mis precauciones, tiene una perforadora y una engrapadora cerca, son armas letales cuando se les usa para el mal.

-- ¡Ya lo sé! El abogado ese me dijo que mañana te recibe, que hoy tuvo un problema y que por eso no te pudo atender, es un marica, ha de pensar que no tenemos cosas qué hacer – hizo una voz infantil refunfuñona, pero lo pasé por alto para recapitular lo que acababa de escuchar.

-- ¿Mañana? ¿M recibe a mí? – no me lo podía creer, yo estaba seguro que le iba a decir todo lo que pasó y le dije.

-- ¿No oyes o solo te haces? Ya te dije que sí, el abogado te recibe mañana, así que a las once te vas para allá otra vez.

-- De acuerdo – le dije sin saber aún qué estaba ocurriendo en realidad.

-- Y también me habló el de los deportes – yo que ya me pensaba fuera de peligro.

-- Ay no – dejé escapar un alarido.

-- ¿Qué? – le dio un sorbo a su taza de café y luego me hizo esa pregunta.

-- Nada – contesté rápidamente y le sonreí.

-- Dice que tiene una duda, el muchacho este, Solís creo, así que luego del abogado te vas con el de la tienda, lo importante es que ya firmó, así que solo vas a aclarar una importante duda que le quedó, según me dijo.

-- De acuerdo.

-- Ya me dijo la pasiva esa que…– no pudo terminar de hablar porque el teléfono de su oficina sonó – Bueno – bruscamente contestó – Ay cállate, sabes que lo eres – colgó azotando el auricular – Era tu amigo que niega ser lo que es, ¡Una pasiva! – lo grito a modo que Joseph lo escuchara y este le gritó una blasfemia desde afuera – Como sea, irás al negocio ‘Xperia’ en la noche, para mañana quiero resultados, es todo, ya puedes irte – asentí y escapé de la cueva lo más rápido que pude. ¡La libre esta vez! Aunque no estoy seguro de qué me augura con ese abogado, seguramente me quiere en su territorio para acabar conmigo, pero no se lo dejaré fácil, claro que no.

 

 

 

Ya había anochecido, era bastante tarde, solo a mí se me ocurre hacerle caso a Joseph, son las diez y media de noche y yo muero de sueño, no quería ir a ese lugar y menos a trabajar, pero debía asistir, estaba sentado a la mesa de mi casa, somnoliento y cansado, mis brazos servían de almohada, estaba vestido con mis mejores ropas, de esas que ocupo para dominguear, pues mi amigo me dijo que debíamos ir bien vestidos. La puerta de mi casa comenzó a ser escandalizada, porque no eran toquidos decentes, querían tirarme la puerta. Con pereza me levanté a abrir.

 

-- ¡Vámonos, el taxi nos espera! – bostecé, asentí, regresé por mi carpeta y mis llaves y salimos, yo iba más dormido que despierto.

 

 

Luego de un trayecto que desconocí por estar dormitando, llegamos, al bajar del vehículo, del cual más tarde haríamos cuentas porque pagaríamos la mitad cada uno, nos detuvimos frente a la entrada, con letras iluminadas con neón, observaba el nombre del lugar al que debía ir: ‘Xperia, Club Mix’. Esto parecía un antro, y no sé por qué empiezo a sospechar de qué tipo, al menos por la gente que está pagando el cover.

 

-- Yo invito esta vez, ¡Qué emoción! Hacía tiempo que no venía – mi amigo se veía muy entusiasta, algo me daba mala espina.

-- ¿Sabes de qué es este lugar? – le pregunté.

-- Solo diviértete y haz tu trabajo – asentí y entramos, era un mundo de gente, apenas di unos pasos y sentí una ráfaga de calor por la cantidad de personas que ahí se encontraban.

 

Era un sitio muy extraño, no se parecía a las discotecas que conocí, aunque ahora ya no se les llama así. Caminamos entre las personas y llegamos a la barra, fue bastante complicado llegar hasta ese punto.

 

-- ¡Vamos a divertirnos! – me tuvo que gritar mi amigo porque no lo iba a escuchar debido a lo estruendoso de la música.

-- ¿Y dónde estará la persona que busco? – le cuestioné en tono elevado.

-- No sé, pregunta, yo me acerco al escenario porque el show ya va a empezar – Y dando brincos de alegría mi amigo se fue rumbo al escenario principal, el cual era una tarima circular elevada, que se podía observar desde varios ángulos del lugar.

 

Las luces comenzaron a parpadear y la gente gritaba de la emoción, al parecer el espectáculo empezaba. Yo me había hecho de un banquito que alguien había dejado libre, no deseaba estar de pie, por ello me senté, debía encontrar al dueño de este lugar. Con la luz de mi teléfono iluminé mi carpeta, fue difícil abrirla pues más de un zopenco me empujaba el brazo y me cerraban mi herramienta de trabajo.

 

-- ¡Aquí esta! – Miré el nombre y comencé a leerlo – Adán Edilberto – y como si de una maldición se tratara caí en cuenta de lo que había leído - ¿Adán? ¿Es enserio? – le reclamaba a la vida, esto debía ser una broma de muy mal gusto, ¡Otro Adán!

 

Los gritos se hicieron más fuertes, en el escenario apareció un hombre musculoso vestido de bombero, comenzaba a hacer un baile muy subido de tono, era evidente que se trataba de un stripper, tanto hombres como mujeres le gritaban, seguramente Joseph estaba entre ellos, y luego dice que no es pasivo. Desde mi sitio miraba al sujeto, poco a poco se deshacía de su uniforme al ritmo de una música bastante sexual a mi parecer, cuando se arrancó los pantalones y quedó en calzoncillos negros, las botas y su casco la gente se arremolinó más con la intención de tocarlo, el tipo se sabía atractivo y lo aprovechaba, les bailaba obscenamente, pasaba su mano sobre su pecho sudado y quizá fue mi imaginación o estaba alguien detrás de mí, pero por unos segundos pareció mirarme. ¡Qué desagradable! Debe ser uno de esos sujetos llenos de bolas que se creen la última coca del desierto.

 

Yo debía trabajar, no estar viendo a ese bailarín sexoso que seguramente era un patán con los demás. Llamé al chico de la barra para poder preguntarle, aprovechando que no estaba tan ocupado por que la gente se entretenía mirando al tipo lleno de bolas.

 

-- ¡Oye! ¿Dónde puedo encontrar al señor Adán Edilberto Murrieta? – le grité para que me escuchara.

-- ¿Quién lo busca?

-- Pues yo – era lo más lógico, si yo pregunto, yo lo busco, tanta perdición está dejando tontito a este barman.

-- ¿Y quién eres?

-- Vengo de Expresiones Comerciales, tengo una cita con el señor Adan Edilberto, me puedes decir dónde puedo encontrarlo, porque tengo que hablar con él, es urgente – le expliqué, entre más rápido saliera de ese lugar, más tiempo dormiría.

-- Pues no te puede atender en este momento, y de dónde puedes encontrarlo, pues ya lo encontraste – sonrió.

-- Ay, eres tú, qué alivio, creí que sería más difícil – suspiré aliviado.

-- No amigo, ya lo encontraste, pero no soy yo, Adán está allá, bailando – señaló al escenario, con miedo volví mi rostro, ¡Qué no sea él! ¡Qué no sea él! – Allá está el jefe y atracción principal.

-- Es el tipo lleno de bolas – no era cierto, el dueño de este lugar repleto de gente, el hombre con el que me debo entrevistar, era el stripper lleno de bolas que estaba desnudándose ahí arriba, cada empresario es diferente, pero este sí que es muy pero muy diferente, no sé qué más pueda pasar hoy, y ni como vaya a resultar este boludo, tal vez y resulta un patán… ¡Ya mejor mátenme!...

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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