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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Fue una cena bastante tensa, me pareció demasiado tedioso tener que seguir sentado en ese elegante comedor, sin embargo y por atención a mis padres lo hice. Ahora, luego de medio comer estoy en el jardín, esperando no sé qué exactamente, solo deseo estar aquí con mis pensamientos, con mis planes, ya sé dónde vive Evan, ya sé dónde vive ese tal Joseph, muchas situaciones van a cambiar de ahora en adelante, al menos deseo que cambien, haré todo lo posible porque así sea, suspiro, esta noche siento el clima un poco cálido, escucho los grillos cantar, veo los ennegrecidos arbustos, por fin te he encontrado.

 

– Evan – digo susurrando.

– Hasta que por fin lo conseguiste – me descoloco ligeramente, Bárbara estaba detrás de mí, no reparé en su presencia.

– ¿A qué te refieres? – me volteo para quedar frente a ella.

– Tu bien sabes a qué, o mejor dicho a quién – se cruza de brazos a la espera de una respuesta.

– Eres muy lista, así que no hace falta que te responda algo que ya sabes – le digo mirándola a los ojos.

– En efecto lo sé, aunque no has dado muchos detalles, lo que dijo mi suegro en la mesa fue más que suficiente para entender lo que pasa, para inferir el por qué te encuentras aquí, tan relajado, tan pensativo, tan esperanzado – mueve la cabeza como si quisiera encontrar algo en mi rostro.

– Lo he encontrado – le confieso sin rodeos, ella ladea una sonrisa.

– ¡Qué novedad! – exclama sarcásticamente mientras se me acerca.

– Me alegra tu alegría.

– En verdad estoy alegre, no sabes cuánto – su tono de voz me da a entender que está siendo sincera – Ahora me toca a mí ser sincera.

– Adelante, hable ahora futura ex señora Bernardi – le digo burlonamente.

– Hasta el buen humor te regresó querido esposo, porque mientras no haya un documento como tal, sigo y seguiré siendo tu esposa – me sonríe, la conozco, algo importante tiene que decirme.

– Habla, ¿qué tienes que decirme? – me cruzo de brazos esperando su noticia.

– La vida, con los dos ha sido muy nefasta, muy cruel, nos ha quitado tesoros, nos ha hecho llorar, caer, sufrir, pero ahora, cuando somos viejos nos da una nueva oportunidad – me dice y me da la espalda, puedo observar su fina silueta, he de reconocer que sigue siendo bella, tiene un cuerpo bien formado, es una mujer atractiva.

– Dilo ya, déjate de rodeos.

– Yo también lo encontré – seca y seriamente me contesta.

– ¿Encontraste? – por unos segundos me cuestiono, hasta que comprendo a lo que se refiere – Adán – comento en tono bajo.

– Es correcto, Adán Edilberto, el padre de Josué – vuelve a mirarme de frente – Encontré al padre de mi hijo.

– Me alegra que hayas encontrado a ese tipo, pero no se te olvide que el padre de Josué soy yo, y no pienses quitarme ese derecho, porque sea como sea, el que lo vio caminar, el que lo escucho decir sus primeras palabras, el que lo ha cuidado, protegido y mantenido soy yo, su padre – no tengo problema en que se relacione con ese hombre, pero que tenga cuidado con mi hijo, lo defenderé hasta de ella misma.

– Tú sabias la verdad desde el principio.

– Y aun así no me importó, desde el primer día que tuve a Josué en mis brazos se convirtió en mi hijo, aunque yo no lo hubiera engendrado.

– Tranquilo, pase lo que pase, hayamos encontrado a quienes encontremos, nunca dejarás de ser el padre de Josué, él no me perdonaría si yo te alejara de su lado, tú fuiste, eres y serás su padre toda la vida, te ama y te respeta como tal.

– ¿Y por qué apenas me dices lo de este hombre? – entrecierro los ojos esperando su respuesta.

– Porque no quería que lo supieras hasta que llegara el momento que considerara perfecto, por esa razón – me sonríe descaradamente.

– ¿Y este lo es?

– Por supuesto, el que encontraras a Evan me liberó.

– ¿Y qué harás? ¿Vas a intentar conquistarlo?

– Tal vez si o tal vez no – sigue sonriendo, tiene mucha seguridad en ella misma.

– A lo mejor y ese tipo ya está casado o comprometido, ten presente que ya pasaron muchos años desde que ustedes estuvieron juntos – le comento con seriedad.

– No, no lo está, al menos casado no, si tuviera un compromiso no sería tanto problema, simplemente lo desbarato y ya está.

– ¿Tan mala te has vuelto? – ahora soy yo quien sonríe.

– No, al igual que tú pienso aprovechar esta oportunidad, ver qué ocurre, nunca me lo has contado, pero pienso que de la misma forma que a ti, a mí también me arrancaron el amor antes de siquiera disfrutarlo.

– Pues buena suerte, y si tiene novia…

– Que se prepare, porque la voy a hacer talco – la conozco y sé que habla enserio, mientras mi hijo no sufra por estos desmanes me da igual lo que Bárbara haga o lo que yo pienso hacer, pero si es verdad lo que dice, lo siento por aquella chica que ande con ese tal Adán, pues Bárbara le hará la vida imposible, al grado de desaparecerla de la vida de aquel que le interesa…

 

 

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Nadie me ha dicho nada pero veo a mis papás muy raros, desde hace días los veo como enojados, mi mamá piensa mucho, mi papá también, no me gusta lo que pasa, mi abuelita me dice que no piense cosas, que todo está bien, yo sé que algo pasa, aunque no me lo quieren contar, cada vez que van a hablar mi tía Renata me saca con cualquier cosa, me lleva a comprar o a jugar la consola, pero si ellos tienen sus secreto yo también, tomo mi celular y veo la foto, aquella que mi mamá tanto cuida.

 

– Papá – aquí está muy joven, tiene un uniforme de escuela, le marco a su teléfono pero me da miedo hablarle, por eso dejo que él lo haga aunque se desespera y cuelga. Yo sé perfectamente que Alan no es mi papá real, pero lo quiero como tal, aunque desde hace mucho tiempo deseo conocerlo a él, al que sí es el real, mi papá Adán, quiero decirle que soy su hijo, sería genial tener a dos papás, ojalá algún día lo pueda conocer, pueda hablar con él, ojalá pueda contarme por qué nunca me buscó, por qué nos abandonó…

 

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Es un nuevo día, lo que pasó ayer me tiene desconcertado pero ya pasó, es momento de seguir pedaleándole porque la vida sigue. Oficialmente estoy desempleado, y como todo baquetón estoy tirado en el sillón de la casa de Joseph, total, no tengo que llegar a ningún lado así que me puedo dar este lujo. Mi vida cambió en cuestión de segundos, el hombre más perverso de la creación se apareció frente a mí, el mismo día me quedé sin trabajo y estoy más revuelto que los pensamientos de un crudo.

 

– O sea Evan, ¿en verdad no piensas pararte a hacer el desayuno? – me dice mi amigo, el cual está tirado en el piso y luego de preguntarme le da una mordida a aquella rebanada fría de pizza.

– Yo no, hoy te toca a ti, recuerda que ayer perdí mi empleo, estoy devastado, me encuentro anonadado – me acomodo en mi lugar.

– ¡Ay sí! Acuérdate que yo también soy desempleado, así que yo también estoy devastado y anono sé qué también – extiende los brazos para hacer su drama y por menso se pega en la pata del sillón - ¡Y auméntale este dolor a mi sufrimiento! Además yo gano porque estoy en trámites de divorcio, y traigo su recuerdo tatuado en mi mente…

– Y en tu brazo, solo a ti se te ocurre tatuarte esa cosa tan horrible, por cierto, no me has contado qué tanto pasó en tus vacaciones – volteo mi cabeza para verlo.

– Ay manito, si te contara, pasaron muchas cosas, solo te advierto que si ves un video extraño en redes sociales no era yo, es un photoshop, yo jamás sería locatrevi – lo miro con confusión ¿de qué me está hablando?

– ¿Te sientes bien Joseph? Creo que estás muy afectado – hago una mueca y vuelvo mi mirada al techo.

– Ay déjame, aunque… tu no me has contado cómo te fue en tu ranchito, ¿tres, cuatro valles? Siempre me confundo y termino vendiendo un valle. ¡Cuéntame! ¿Estuvieron aburridas tus vacaciones?

– Pues…– mis vacaciones, suspiro y lo recuerdo, Adán Edilberto y yo besándonos, mi primer beso, bajo aquel bebedero en medio de la lluvia, mis vacaciones se reducen a ese recuerdo, a él besándome y yo respondiendo, tal vez mal, pero respondiendo, Adán…

– ¡Méndigo Evan descarado! – vuelvo a mi presente y ahora Joseph está de pie mirándome con sorpresa.

– ¿Qué? – me hago el tonto.

– Ese suspirito y esa cara de menso me indican que algo hiciste, y algo no muy santo si he de decir – con la mano me golpea la pierna para que le haga espacio en el sillón y él pueda sentarse – Cuéntame todo, y por todo me refiero a todo, esa miradita me hace pensar cosas malas, así que si no quieres que me haga ideas de que te volviste malo más te vale contarme todo – Aplaude mientras espera, está emocionado, hasta más que yo.

– Pues, pasaron muchas cosas y creí que fuiste tú el responsable, que de hecho por eso te llamé ¿lo recuerdas?

– ¡Ah sí! Estaba en ese motel con el ruso – ¿qué?

– ¿Ves? ¿Ves? Por eso la gente dice que eres pasiva – le digo en burla.

– Yo no soy pasiva – sonríe nervioso, ahora soy yo quien empieza a pensar mal.

– Claro… bueno, el punto es que hay tres locos que fueron a mi casa, allá en mi rancho.

– ¡Eh! Esto se pone bueno, como lo de la veterinaria – sonríe pícaramente.

– Por cierto, nunca me has contado qué pasó en la veterinaria.

– Luego te digo, pero ahora háblame de esos locos.

– Bueno, el punto es que llegaron hasta allá y yo no lo esperaba.

– ¡Ay qué atrevido el abogadito ese! – aplaude emocionado otra vez y lo miro con sorpresa.

– ¿Cómo sabes que fue el abogado? – lo miro y el congela su sonrisa.

– ¿Intuición? – sonríe nervioso.

– Tú sabes algo – entrecierro los ojos y niego – En fin, pues fueron a mi casa Adán Gregorio, Adán Alejandro y Adán Edilberto – sonrío cuando digo su nombre, esto es poco común en mí, siento una emoción parecida a cuando iba a comprar con doña Tifo y me regalaba un taquito extra, bueno no así pero si me emociono.

– ¡Ay, fueron los tres! ¡Por fin! Ya me imagino a la pobre Eva y sus tres Adanes o mejor dicho, sus tres patanes – suelta una carcajada y yo solo me siento apenado.

– ¡Ya cállate!

– Bueno, bueno, cuéntame…

– Pues para no hacerte el cuento largo… pero prométeme que no te vas a reír ni hacer un comentario tonto – le advertí antes de contarle.

– Ya, ya, lo prometo, mira por esta – hace una cruz con los dedos y la besa.

– Está bien, un día, justo el que mi mamá iba a hacer pan de elote, uno de ellos fue en un caballo que consiguió quién sabe en dónde y me robó – le conté y Joseph se quedó con la boca abierta.

– Te robó de… ¿tu dinero, tu inocencia?

– A mí, menso, me subió al caballo y me robó, me llevó lejos de ahí, ni siquiera me preguntó, solo me robó – mi amigo se quedó con la boca abierta.

– Como los señores de antes, ¡Qué romántico!

– ¡Qué incomodo! Ve tu casi colgado en el lomo de un caballo a ver si te parece romántico.

– Ay ya, no te quejes tanto. Pero sigue, qué más pasó, pillo – sonríe esperando más detalles.

– Pues comenzó a llover a cántaros y nos refugiamos en un bebedero, era un pequeño techito de lámina, y de repente, ahí me besó – cerré los ojos recordándolo, eran sus labios, su cuerpo, su aliento, era él, Adán Edilberto me besaba.

– ¿Te besó?

– Sí, Adán Edilberto me besó, mi primer beso – suspiré recordándolo, desde ese día, cada vez que digo su nombre o recuerdo su cara algo se remueve en mi panza.

– Evan tú estás…– miro a mi amigo, el cual me quiere decir algo.

– ¿Yo estoy qué? – le pregunto con cierto nervio. 

– Sigue a tu corazón, porque él te indicará cómo, cuándo y con quién, no esperes tanto porque el amor difícilmente vendrá a tocarte la puerta – eso me decía y justamente tocaban la puerta – ¡Ay no! Espero que no sea la doña de los tamales, le debo desde antes de las vacaciones y si le pago ahorita no me va a alcanzar para mi playera nueva – se levanta y va a abrir la puerta – Hola.

– ¿Qué onda? ¿Está Evan? soy Adán Edilberto – volteo la cara a la puerta, mi corazón late fuerte – como no estaba en su casa y un pajarito me dijo que seguido viene a la tuya vine y toqué la puerta – dibuja esa sonrisa ladina, esa cara de patán mentecato, esos labios… esos labios…

 

 

 

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Estoy sentada frente a mi tocador arreglándome, checo cuál es el labial que me mejor me queda hoy, miro un tono, miro otro, tal vez este color carmesí me quede, me miro por el espejo, veo detrás de mí a mi hijo, Josué ve atentamente cada uno de mis movimientos, sonrío, él me imita, siempre lo he notado, mi hijo y su padre tienen mucho parecido, los ojos, las cejas, la forma de la boca, son muy similares.

 

– ¡Qué bueno que vienes, hijo! – le digo y volteo a verlo.

– ¿Por qué má? ¿Hoy no viene papá? – me pregunta y cuando lo tengo lo suficientemente cerca le acaricio la mejilla.

– No, hoy no viene, pero me alegra que vinieras porque quiero que te peines y te pongas esa playera azul que te compré hace un par de días.

– ¿Vamos a salir?

– Sí, quiero que me acompañes a ver a una persona, y por eso quiero que vayas guapísimo, ¿de acuerdo? – lo miro atentamente.

– Sí má, voy a cambiarme y nos vamos – asiente y luego se retira a su cuarto, me pongo de pie y me estrujo las manos.

– Hoy será el día, más de una década tuvo que pasar, muchos años, Adán, muchos años – me siento nerviosa, pero es el momento de la verdad, el día de los reencuentros…

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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