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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Esta espera me resulta demasiado inquietante, luego de todo lo que pasó y que pudo haberse tratado de uno de esos acontecimientos de adolescente que con el paso de los años se queda atrás, me veo necesitado de saber de él, de aquella persona que conocí y que me hizo sentir emociones que nadie más ha podido despertar en mí. Lejos estoy de conseguir superar aquella ilusión de juventud, ahora es más vívida que antes, tengo la oportunidad de poder recuperar algo de entre los escombros sentimentales que quedan de lo que alguna vez fue una relación.

 

– Disculpa la demora Alan, desde que esos muchachos se fueron ha habido un caos allá afuera, quién diría que esos dos eran más importantes de lo que pensábamos – Aurora, mi secretaria entraba con una carpeta en las manos.

– Descuida, ¿tienes lo que necesito? – me inclino hacia ella mientras sigo sentado en mi sillón detrás del escritorio.

– Claro, mira, esta es la información de José Guadalupe Cisniega, al que todos llaman Joseph – estiro la mano para poder tener aquellos documentos – Es su hoja de vida, referencias laborales, personales, comprobantes de domicilio, copias de documentos oficiales, en fin, hay un amplio y detallado resumen de él, tal como lo solicitaste – comienzo a ojearlo, te tengo en mis manos hombrecito.

– Perfecto, esto es justo lo que necesitaba, ¿te cercioraste que el domicilio que hay aquí es el que actualmente tiene? – la miré fijamente, no deseaba un solo error.

– Es el actual, personalmente me aseguré que así fuera, lo que tiene ese documento es la dirección de donde vive – ella frunce el entrecejo, lleva años conmigo y sabe qué puede ocurrir.

– Excelente, eso es todo, encárgate de las actividades que te pedí, haré unas llamadas, déjame solo – puse la carpeta en el escritorio y tomé el teléfono.

– Piensa bien lo que vas a hacer – suspiró para luego dar media vuelta y marcharse, sonreí, claro que tengo todo muy bien pensado, los años no han sido en vano, muy pronto habrá un recuento de los daños y también una reparación de los mismos. Tecleo una serie de números hasta que me contestan – Quiero a todos esos infelices frente a mí mañana en la tarde, si alguno falta sácalo de debajo de las piedras y arrástralo ante mí – ahora sí se cumplirá mi deseo, ahora sí sabrán lo que es matar en vida a alguien – Los quiero a todos, a todos – sonreí, el final estaba cerca, muy cerca.

 

Colgué el teléfono, ya con mayor tranquilidad me dediqué a seguir revisando la carpeta del amigo de Evan, ese sujeto por segunda vez me impidió acercar a ese muchacho que tanto había sufrido, no quiero hacerle daño, pero si se atreve a cruzar de nueva cuenta en mi camino lo haré pedazos, en tantos que no quedará ni la sombra de lo que alguna vez pudo haber sido, por lo mismo esperaba que no me pusiera las cosas más complicadas de lo que de por sí ya eran. Iría a buscarlo, era lo más probable que ahí estuviera él, Evan, esa persona que tengo tan presente en mi mente.

 

 

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Tiene rato que salí del juego, estoy con Renata, ella quiso acompañarme, desde su regreso ha querido estar muy cerca de mí, hasta me recuerda aquella época en la que me hice novio de Aylín, o sea, ya tiempo de aquella historia tan fea. Caminamos por el parque de la alameda, un lugar poco concurrido a esta hora, son cerca de las doce del día, ni los chavitos de la escuela se aparecen aún para andar echando pasión por acá.

 

– ¿Y no te cansa andar pateando balones por casi dos horas? – me pregunta para luego lamer su helado, como tenía calor me dijo que le invitara una nieve y me pareció bien invitarle una luego de que se quedó todo el partido de fut.

– La verdad no, me gusta, hasta se me hace poco el tiempo que ando ahí, de hecho tiene ya un rato que no venía, desde aquel partido en el que me acompaño…– Evan, sonrío como idiota, lo recuerdo, lo llevé sin decirle, me miró y me encargué de hacer todo lo posible porque me viera como un triunfador, Eva con N al final, tengo muchas ganas de ver su cara de nueva cuenta.

– ¡Vaya suspiro! ¿Te recordé a alguien o qué? – me dice mientras me ve con cierto desagrado.

– No… bueno tal vez – me rasqué la nuca, ni siquiera está y me pone nervioso, si lo tuviera enfrente me pondría igual que el día que fuimos a comer hamburguesas, así todo menso y sin saber qué decir, ni los chistes me salen bien cuando se los quiero decir.

– Pues ese tal vez suena más a sí, seguramente te recordé a alguien, ¿ha venido otra persona a tus juegos? – ahora mi al frente y sigue comiendo su helado de vainilla, las grajeas que tenía encima ya se las acabó, ahora sigue con la galleta del cono.

– Sí, hace tiempo, invité a alguien y fue a verme, fue muy divertido la verdad – sonrío, es que no puedo evtarlo, nada más me acuerdo y la panza me chilla raro.

– ¿Y es alguien especial para ti? – deja de lado su nieve y me mira otra vez.

– ¿En verdad me preguntas eso? – trato de evitar contestarle, ya sé que me parezco a un chamaco de secundaria cuando quiere con una chava y le da pena, pero es que no puedo evitarlo, siento pena porque hace tiempo que no me interesaba en alguien, estoy muy oxidado en el arte de la conquista, y más tratándose de un chavo.

– Es una pregunta que sé está de más, en la cara se te ve, esa persona es especial para ti, y no, no lo pregunto esta vez, lo aseguro – camina un par de pasos más y se aleja de mí, a veces ella se comporta raro, es como inestable, por momentos de buenas, por momentos de malas, las mujeres son muy extrañas en sus reacciones.

– ¿Y tú? ¿No tienes a alguien especial? En tus viajes seguro que rompiste más de un corazón, ¡eh, pilla! – le doy alcance para seguir platicando.

– No lo dudo, pero ese alguien especial no es de alguno de mis viajes, ese vive aquí, en esta ciudad.

– ¿Cómo? ¿O sea que es de acá? ¿Y quién es? ¿Es de nuestros amigos, conocidos o quién? – me dejó intrigado, ¿acaso lo conoceré?

– Es de mis amigos, pero creo que es muy lerdo para entender que es mi persona especial – pone los ojos en blanco y baja su helado, al suelo va a dar la poca nieve que le quedaba.

– ¡Vaya! No te creo que no te haga caso, eres tan bonita que no puedo creerlo – le digo en verdad sorprendido, Renata es del tipo que cualquier hombre se sentiría afortunado de tenerla como novia.

– ¿Crees que soy bonita? – me dirige una extraña mirada, me da ternura, como si ella necesitara que alguien se lo diga, el espejo debe repetírselo todos los días.

– Claro que sí, eres una chava hermosa, en verdad – le tomo la barbilla y le sonrío.

– Eso sí que es una revelación inesperada – noto que sus ojos se cristalizan, ¿quiere llorar?

– ¿Qué pasa? – gira su rostro a la derecha intentando que no la vea.

– Nada, me entró una basurita en los ojos – quiere llorar ¿le habré recordado algo desagradable?

– Renata, no, no llores, perdón si hice una burrada, discúlpame - ¡changos! Ya la hice llorar.

– No, no, tú no hiciste nada, no tienes la culpa, nadie es culpable de no ser correspondido – suspiró y terminó tirando el cono de galleta en el piso, uso ambas manos para limpiar sus lágrimas antes de que estas pudieran siquiera escapar.

– Perdón, sé que soy imprudente, te debí recordar algo que te hace daño.

– No, en verdad, no es tu culpa, no tienes la culpa de que mi persona favorita no deseé estar a mi lado, que no me tome en cuenta o que no sepa que deseo que me baje una estrella – me dice muy triste, me siento mal, a veces me digo ‘Adán Alejandro deberías cerrar tu chipo y no andar hablando de más’.

– No llores, quizá y ese sujeto no es el que te toca, hay miles de millones de personas en este planeta y uno debe estar esperando a encontrarte, y muy seguramente ese será el que ponga a tus pies no una estrella sino toda una constelación, ese que contará los minutos para verte, que guardará tu nombre tan celosamente para no gastarlo, que lo primero que hará cuando despierte es pensar en ti y lo último antes de dormir será desearte las buenas noches hasta donde te encuentres, tú te mereces a alguien que te dedique el mundo y no solo una parte de él, no llores Renata – me acerco y  la abrazo, no me gusta verla así.

– Gracias, gracias – siento sus palabras un poco tristes y secas, espero que esto le pase pronto porque odio verla llorar, no me gusta verla así de triste y menos por alguien que no la merece. Ahí, los dos solos continuamos abrazados, en silencio y sin comentarios, solamente cuidándola para que no llore más.

 

 

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Estamos limpiando su casa, si me quedé aquí momentáneamente lo que debo hacer es ayudar por lo menos en la limpieza y los mandados, porque debido a que le debe dinero a la de los tamales Joseph no va a salir por nada del mundo. Me doy cuenta que si yo soy cochino, este hombre me dice quítate que ahí te voy, es más marrano que un marrano. Debajo de su sillón hay tanta basura que bien podría confundirse con el depósito municipal.

 

– ¡Oye hay que ser puerco pero no tan trompudo! – le digo mientras saco seis envolturas de papitas y galletas.

– Ya, no me regañes, no he tenido tiempo de limpiar, el trabajo era muy absorbente, y cuando llegaba a la casa lo único que podía hacer era descansar en mis aposentos – se pone el brazo en la frente simulando el extremo cansancio que decía.

– No seas lengua, que a más tardar salimos a las cuatro de la oficina, pero si te la vives de fiesta en fiesta y de matrimonio en matrimonio, obvio que no te va a dar tiempo de limpiar tu chiquero – le digo mientras niego con la cabeza y saco más basura del sillón.

– ¡Señor mío! Me ha ofendido, me iré a mi cuarto porque no soporto tantas calumnias – se iba a escapar pero lo detengo del cuello de su playera.

– ¿Y te crees que soy la sirvienta que va a limpiar sola? Tú sigues barriendo y yo sacudo, pos este, conchudo – le aviento lo escoba y tomo un paño para sacudir los pocos muebles que hay en su sala.

– Ay, a veces más que mi amigo pareces mi carcelero, pero si sigues así la vida te va a castigar, vas a ver – resignado comienza a barrer su mugrero.

– Por cierto, ya debemos empezar a movernos eh, porque el trabajo apremia y las deudas no se van a pagar solas, en mi tarjeta me deben quedar unos cuantos veintes que me van a servir para mal comer en una fondita de mala muerte y ya – es cierto, me debe quedar muy poquitito.

– Ya sé, debemos buscarnos una chamba pronto – suspira mientras niega con la cabeza.

– Pues por lo pronto, hace rato me puse a buscar en la bolsa de trabajo en internet y encontré un par de ofertas, uno es como recepcionista y otro en una agencia, no sé de qué giro pero tengo experiencia, es el que más me llama la atención, decía que me comunicara con una tal Ashley Howard, pero nunca me contestó el teléfono, tendré que ir a dejar los papeles, y aprovecho para el de recepcionista también – Ni modo, hay que trabajar en lo que haya, porque conseguir está bien difícil.

– ¿Viste? ¿Viste? Eres bien díscolo, en lugar de que me digas, Joseph, ten, ve a este mientras yo voy al otro, pero no, quieres todo para ti, caes mal mijito, en serio, caes mal – niega mientras sigue barriendo.  

– No seas dramático, obvio que te iba a dar uno – le digo muy seguro.

– El de recepcionista, ¿verdad? Si menso no eres – disimulo una sonrisa, porque tiene razón, le iba a dejar el de recepcionista.

– Bueno, si quieres el otro.

– No, no, a mí no me des lo que no quieres, yo me voy de recepcionista, aparte, soy tan bello que iluminaré cualquier recepción – este amigo mío, así de loco y abusivo, así lo quiero.

– Está bien.

– Oye, y por casualidad no has sabido nada de cierto personaje que viste de traje todo el tiempo y te habla, así como ‘joven Noriega’ buena tarde – imita su tono de voz y es un descarado por eso.

– No seas irrespetuoso, majadero – le arrojo el paño lleno de polvo – Y no, no he sabido nada del señor abogado, desde que volví no lo he visto.

– Pobrecito, tan luchón que anda y si supiera que ya le comieron el mandado – silva y contonea la cadera mientras barre.

– ¿Quieres dejar de decir tonterías? Para empezar Adán Gregorio y yo solo somos amigos y para terminar nadie le ha comido el mandado a nadie porque yo no estoy con alguna persona.

– ¡Ay sí! ¡Cómo no! Si se te cae la baba y la tanga por cierto tipo lleno de bolas y encuerador profesional – abro los ojos enormemente, este es un pelado.

– ¡No digas esas cosas Joseph!

– Adán el niño, Adán abogado… ¡El encuerador! – menciona a esos tres, pero cuando hace alusión a Adán Edilberto no puedo evitar sonreír.

– ¿Viste? ¿Viste? No, si ya te perdimos, la bronca va a ser cuando los otros se enteren, vas a ver, vas a ver – estoy a punto de arrancarle la escoba y partírsela en la cabezota, pero me detengo porque tocan la puerta.

– Pero ya verás, ya verás – jalo el pasador y abro – Si dig…– no, no, no, no… me encontró, ¡Me encontró! Alan Bernardi me encontró, ¡Me encontró!

 

 

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Llego al negocio, Mat me dijo que era urgente, que alguien me buscaba y que me interesaba, manejé como loco pues me tenía intrigado, ¿de quién se trataba? Lo que más odiaba era que me sacaron de mi momento feliz al lado de aquel que me roba el sueño, increíblemente luego de tantos años, tantas camas y tantos cuerpos me fui a fijar en quien menos caso me hace y que varios conflictos morales me ha traído.

 

Camino presuroso por el pasillo, a esa hora no hay movimiento, los bailarines aún no llegan y ni siquiera los de limpieza están, se me hace largo el camino, hasta pareciera que mi ansiedad me hace pensar que es más largo que de costumbre, para calmar un poco mis nervios jugueteo con las llaves de mi moto y termino guardándolas en mi bolsillo, aprieto los labios y distingo la puerta de mi despacho, ahí es donde me citó mi amigo, me detengo unos instantes, no entiendo el por qué me siento tan inquieto. Niego con la cabeza y giro el pomo de la puerta, suspiro y entro, veo a Mat a un lado de mi escritorio.

 

– Vine tan pronto pude, y mira que me sacaste de un glorioso momento, más vale que sea por algo que vale la pena – le digo sonriendo, él me ve serio y con la mano me hace un ademán para que mire detrás de mí, giro la cabeza y no lo creo…

– Creo que sí vale la pena – tardé unos segundos en reconocer de quién se trataba. Ese rostro, esos ojos, su voz, más madura pero inconfundible a mis oídos.

– Bárbara – digo en tono bajo, no podía ser posible, estaba frente a mí, luego de tantos años de despecho y sufrimiento ahí estaba, la mujer que más amé en mi vida estaba delante de mí.

– Y no vengo sola – hasta en ese momento reparo en la presencia de un tímido y delgado muchacho que intenta esconderse detrás de ella.

– ¿Quién es? – pregunto en el tono más leve que puedo.

– Es mi hijo… bueno, no solo mío – sonríe, no comprendo bien.

– Dice que eres mi… mi papá –  llorando y presuroso, el jovencito se acerca a mí y me abraza, siento un extraño calor recorrerme el cuerpo, una sensación muy diferente a todo lo que he sentido en mi vida, nada se compara a esto que hace mi cuerpo estremecer, tal vez es aquello que algunos denominan como ‘el llamado de la sangre’…

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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