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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Notas del capitulo:

 

Se acerca el final de la segunda temporada.

 

 

– Dice que eres mi… mi papá –  llorando y presuroso, el jovencito se acerca a mí y me abraza, siento un extraño calor recorrerme el cuerpo, una sensación muy diferente a todo lo que he sentido en mi vida, nada se compara a esto que hace mi cuerpo estremecer, tal vez es aquello que algunos denominan como ‘el llamado de la sangre’.

– Mi hijo – alcanzo a decir lentamente, es algo insólito, simplemente no puedo creerlo. Yo, un hombre tan desgraciado como lo he sido ahora resulta que tengo un hijo, una persona que es carne de mi carne y sangre de mi sangre.

– El hijo que no pudiste conocer – la miro y ella está llorando, Bárbara para nada es la muchachita de la cual me enamoré como loco, ahora se trataba de una mujer hecha y derecha, después de tantos años la volvía a tener frente a mí, con un hijo mío.

– Siempre te he querido conocer, siempre – el pequeño repegaba su cara contra mi pecho.

– Josué es su nombre – me dijo y yo sin poder contenerme más lo abracé con fuerza.

– Josué… tu nombre es Josué – ese nombre es el que muchas veces le dije a Bárbara cuando fuimos novios que deseaba ponerle a nuestro primer hijo, si era varón deseaba llamarlo así.

– Nunca lo olvidé, Adán, nunca – con las manos entrelazadas mi ex novia nos miraba, reposaba mi barbilla en la cabeza de aquel muchachito, mi hijo, tan increíble de asimilar que soy papá, un sueño al que había renunciado desde hace mucho tiempo.

– ¿Tú sabías algo? – miré a mi amigo Mat.

– Apenas el día de hoy, por ello te dije que era algo importante.

– Josué – me separé un poco del chico – ¿Sabes realmente quién soy yo? – he sido un descarado desde hace mucho, pero por extraño que pareciera odiaba la idea de darle una mala imagen a aquel que decían era mi hijo.

– Sí, mamá me ha platicado de ti, tengo una foto en mi teléfono, creo que es cuando era más joven porque te ves más flaquito y desde hace mucho tiempo te llamaba, pero me daba miedo que te enojaras conmigo y por eso colgaba – sus ojitos llorosos me miraban atentamente mientras hablaba.

– Así que eras tú, pillo – esas llamadas del mudo resultaron ser de él.

– Él sabe que eres un buen hombre, que tiene su propio negocio y nada más – suspiré y me sentí un poco aliviado.

– ¿No tienes más preguntas? Quizá puedes dudar que realmente se tu hijo, si lo deseas podemos hacer un examen para corroborarlo – Bárbara se limpiaba las lágrimas que habían salido de sus ojos.

– No, por dos razones, una, siento una extraña simpatía por este muchacho, y dos, es idéntico a mí, claro que más guapo – sonreí, mi hijo, mi hijo.

– Tengo que contarte muchas cosas, todo lo que he hecho, en la escuela tengo buenas calificaciones, mis abuelitos dicen que puedo llegar a ser un buen empresario, pero mi abuelita Norma quiere que vaya a un internado para que me eduquen mejor – toda la calma se acabó en ese mismo momento, ese nombre hizo que la sonrisa que tenía se deshiciera.

 

Norma, esa mujer que tanto daño me hizo y que he despreciado desde joven, ella me separó de Bárbara, la que deseaba que fuera mi esposa, mi mujer. No sé si mi personalidad sea mala, pero en verdad desearía tanto poder vengarme de ella, de esa arpía que acabó con mis sueños, mis ilusiones, que hizo perderme los primeros pasos de mi hijo, sus primeras palabras, que me llamara papá desde hace muchos años.

– No te preocupes por eso, esa señora no te va a llevar a un internado ¿cierto, Bárbara? – la mire fijamente,

– Cierto, mi madre no decide más sobre mi vida ni por la de mi hijo.

– Yo creo que por ahora deberíamos dejar a tus padres que platicaran ¿te parece? – Mat le habló a Josué.

– Pero no van a pelear ¿verdad? – el muchacho nos miró con cierta preocupación.

– No hijo, no pelearemos.

– Es que siempre que te dejo a solas con mi papá ustedes se pelean, no quiero que con él sea igual.

– No, no será así – ella suspiró y asentí mirando a Mat.

– Vamos, acompañame a la calle.

– Cuidado con lo que ve – le advertí a mi amigo.

– Descuida, no soy tan bestia – sonrió y se llevó al muchacho.

 

Nos quedamos solos, ella y yo, estábamos mirándonos fijamente, como tratando de encontrar algo en nuestras caras que nos hicieran reconocer un poco de nuestro pasado. Ahora ella se maquilla más, su cabello es de otro color, su piel es más bronceada. Su mirada pareciera igual pero no es la misma que yo recuerdo. La mujer que tengo delante de mí no es la misma que yo conocí y supongo que debe opinar lo mismo de mí.

 

– Soy más vieja, lo sé – sonrió acomodándose un mechón de cabello.

– No, estás hermosa, soy yo el que está viejo y muy maltratado – solté una carcajada.

– Siempre adulador, así fue como me conquistaste, el chico vago de otra escuela detrás de mi – suspiró mientras daba unos pasos por mi oficina - ¡Quién diría que caería en tus manos! – negó con la cabeza.

– Era muy joven y tú tan bonita que no pude más que intentar ganarme tu corazón – me recargué de mi escritorio mientras encogía los hombros. Me resultaba tan raro tener este momento, hablar con la mujer que más amé, saber que tenemos un hijo y pensar inevitablemente en todo lo que pudo ser y no fue.

– Hemos cambiado mucho, tenemos vidas y caminos tan distintos – dijo mientras se cruzaba de brazos y me observaba.

– Lo sé, al parecer te casaste y le diste un padre a Josué – le mencioné no como reclamo sino como una observación.

– Así es, mi esposo fue quién salvo a mi hijo y lo ama como si fuera suyo.

– ¿No tuvieron más niños? – pregunté por curiosidad.

– No, con Josué fue más que suficiente, ni Alan quería más ni yo tampoco.

– Alan – mencioné recordando a aquel tipo afuera de la casa de Evan… Evan venía a mi mente.

– ¿Qué te ocurre? Te cambió el rostro de repente – movió un poco la cabeza para observarme.

– No, nada, recordé algo – el beso que nos dimos en su rancho, lo que siento cuando lo veo, lo terco que es y que tanto me gusta, un espíritu libre, Eva… N.

– Para ser nada estás muy sonriente – su semblante era serio, miraba mi cara con insistencia.

– Digamos que es nada y es mucho al mismo tiempo.

– Aunque han pasado años no olvido esa expresión de tu rostro, ese estilo de mirada y ese tipo de sonrisa, me traen muchos recuerdos, demasiados, diría yo.

– ¿Crees? – le digo mientras sonrío.

– Eres un ladino y puedo imaginar el por qué, pero créeme, lo que hayas encontrado en este lugar no es para nada competencia – fruncí el ceño, ¿de qué hablaba? – Que nada salido de un pantano puede ser tan valioso como las flores de un bello jardín.

– En eso tienes razón, es difícil encontrar algo valioso en un pantano, pero las flores más exóticas y valiosas se pueden encontrar en el monte – sonreí, creo que ya voy comprendiendo.

– ¿Sales con alguien? – me preguntó, así, sin saliva ni nada me la dejó ir.

– No, aún no – ese Evan es muy escurridizo.

– Pues suerte con ello, a ver qué pasa – se acercó y me besó en la mejilla – ¿Al menos puedo saber cómo se llama? – sonrió con autosuficiencia.

– Claro, dejémoslo en Eva – ya me lo imagino, escuchando que le digo así y queriéndome romper un ladrillo en la cabeza.

– Qué curioso, me recordó a alguien, a una persona, que aunque no se llama así tiene un nombre muy similar y que si he de ser sincera fue responsable de mucho de mi desapego en mi matrimonio.

– ¿Ah si?

– Sí, pero hablaremos en otra ocasión – caminó rumbo a la salida – La próxima vez que nos veamos será lejos de este lugar, no quiero que nuestro hijo se vincule con este tipo de sitios.

– Estoy de acuerdo.

– No te molestes en despedir del niño, lo volverás a ver, siempre y cuando tú quieras.

– Por supuesto que sí.

– Muy bien y dile a esa Eva que se prepare, porque va a necesitar mucha fuerza – me guiñó el ojo y salió. He de reconocer algo, Bárbara es una mujer tan bella que me volvería loco y caería a sus pies si no fuera por algo, ahora que le vi sentí emoción, melancolía y alegría, pero no amor, solo pude recordar a Eva… N, el rebelde Evan…

 

 

 

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¡Está aquí, está aquí! Lo miro y maldigo mi suerte, está aquí, mi cuerpo comienza a temblar, siento miedo, mucho miedo, mis manos sudan, mi respiración me falla, puedo escucharlos, puedo sentir sus manos, el sabor de la tierra en mis dientes me hace querer escupir, esos animales me van a atacar, me van a despedazar, me van a matar, me van a matar.

 

– Evan por favor, escúchame – intenta tocarme, pero Joseph se interpone.

– ¿Es que acaso no entiendes que lo dejes en paz? – lo empuja, quiero detenerlo, pero no puedo hacerlo.

– ¡No te entrometas! – suelta el puño y le da a mi amigo en la cara, mi pánico incrementa, no, no quiero más daño, no quiero.

– Eres un cobarde, primero lo haces papilla y ahora quieres acabarlo, no te dejaré.

– ¡Basta! – grito con todas mis fuerzas, por primera vez siento fuerza para enfrentarme a este miedo tan grande que experimento, tengo que salvar a Joseph, lo tengo que rescatar.

– Evan – Alan me mira, tengo miedo, mucho miedo.

– ¡Déjame en paz! ¡Déjenme en paz! ¡¿Qué más quieren de mí?! Yo no los molesto, no les hago daño, ya déjenme, por favor déjenme vivir con lo poco que me dejaron, se los ruego – siento que voy a llorar, ya no quiero sentir miedo, ya no deseo vivir con esta angustia, con esas manos tocándome, lastimándome, con esas risas tan diabólicas burlándose de mí.

– Evan, por favor escúchame, yo no tuve nada que ver, yo no sabía lo que esos cerdos te hicieron, por favor, créeme, yo no sabía nada de sus planes.

– No te creo, no creo en ti, tú y ellos me hicieron pedazos, tú y ellos no tienen perdón, quisiera que desaparecieran de mi vida para siempre – lo miré, hice acopio de todas las fuerzas que me quedaban para verlo a la cara, para enfrentarlo de una buena vez, para enfrentar el miedo de que me volviera a despedazar.

– Ellos están pagando muy caro lo que te hicieron y si ese es tu deseo lo cumpliré – Joseph me abrazó y habló.

– ¿Qué vas a hacer?

– Hoy los voy a matar – lo miré con terror.

– ¿Qué vas a hacer? – Joseph se apretó a mí, mi miedo parecía habérsele contagiado a él.

– Voy a cumplir tu deseo Evan, lo haré por ti, hoy esos cuatro van a morir – se giró y se iba a hacer una aberración…

 

 

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Fui al reclusorio, había algo que me estaba inquietando y por lo que leí en unas publicaciones mi sospecha estaba tomando más forma, debía asegurarme de lo que estaba pasando, era imperioso hacerlo. El director del penal me recibiría, aguardaba de pie, era un nuevo sujeto el que estaba al mando del lugar, el anterior fue destituido por cierta noticia que deseaba corroborar. En el momento en el que me fue permitido entré a su oficina, llegué ante él y le extendí la mano. Poco me importó el olor a cigarrillo que invadía el lugar o el vano intento por armonizar el aroma con uno de esos aspersores florales, tomé asiento en una de aquellas sillas que alguna vez fueron elegantes.

 

– Buena tarde, le agradezco el recibimiento – me iba a dar la mano pero preferí omitir ese saludo, el tipo regordete que tenía delante no me daba confianza en cuanto a sus hábitos de higiene.

– Buena tarde mi lic – sonrió ladinamente.

– Soy el abogado Adán Gregorio González – le dije recalcando mi nombre.

– Disculpe usted, abogado, pues bien, recibí su solicitud de entrevista y por lo acontecido y necesario accedí, dirá usted, abogado – noté un dejo de burla en sus palabras pero hice caso omiso a esas nimiedades.

– Quiero corroborar de su boca sobre lo que ocurrió con el reo Adrián Manzanares – me dejé de rodeos y fui al grano.

– Pues mi lic… digo, abogado – sonrió estúpidamente, debía tolerarlo, estaba en terreno ajeno y no me convenía perder los estribos – El delincuente ese pues efectivamente se escapó del penal, el muy sinvergüenza se peló en las narices del anterior director, deba saber algo, si yo hubiera estado al frente, ese infeliz primero se muere antes de poner un pie en la banqueta de allá afuera, pero mi antecesor solo se ocupaba de cobrar su quincena y ya ve los resultados.

– Lo que dicen los periódicos y los noticiaros es verdad, se escapó – solo quería confirmar lo ya sabido.

– Así es, lleva ya un rato en la calle, ese perro anda gozando de la luz, pero no dude que lo voy a encontrar y lo voy a refundir en la celda que le toca, ya verá – sonrió nuevamente ese cretino.

– Ojalá así sea, porque de encontrarlo yo antes… – me detuve, como abogado debía recordar que ‘todo lo que diga puede ser usado en mi contra’.

– De encontrarlo antes ¿qué?

– Gracias por sus finas atenciones, lo dejo trabajar, buena tarde – salí de ese repugnante lugar, ya tenía claro el juego, lo sabía.

 

Esa mañana la dinámica cambió radicalmente, ya no eran paquetes los que llegaban, ahora eran mensajes por una aplicación en el teléfono, se trataba del link hacia una nota policiaca, en ella se relataba que un delincuente asesinó a la pareja de otra persona con la que tenía cuentas pendientes, era más que evidente el mensaje, las amenazas anteriores no eran solo de atacarme, iban dirigidas hacia alguien más, ese desgraciado pretendía repetir la historia, su intención era volver a arrebatarme lo que más quisiera, sin embargo esta vez estaría preparado, esta vez la presa y el cazador serían en papeles invertidos, esta vez no me iba a quitar mis ilusiones, si se atrevía a llegar a Evan, esta vez el criminal iba a ser otro.

 

Adelante, que inicie el juego… Adrián Manzanares – tecleé, ahora ya podía responder porque estaba seguro quién era el que estaba amenazándome. No demoró ni un minuto en responderme.

K inicie – respondió acompañando su mal escrito mensaje con el emoticón de un diablo. Suspiré, no sé si saldré vivo de todo esto, pero lucharé esta vez por la vida que deseo, por la persona que quiero, por proteger a Evan…

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

* Próximamente final de la segunda temporada. Nuevos rumbos, clímax de tramas y nuevos personajes. El fin definitivo se acerca.

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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