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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Notas del capitulo:

 

* PROXIMO CAPÍTULO FINAL DE TEMPORADA, EL DESENLACE DEFINITIVO SE ACERCA.

 

 

 

 

Estábamos resguardándonos después de aquel aguacero, Alan se había convertido en el mejor amigo que había tenido después de los que hice en mi pueblo. Poco a poco fuimos conviviendo hasta llegar a ser muy unidos, mirábamos las gotas caer, éstas rebotaban en el barandal y se deshacían, pronto acabarían las clases y tenía la idea de que seríamos amigos más allá de la preparatoria.   

 

 

– Me caes muy bien Evan, no sé por qué no fuimos amigos desde primero, ya nos llevamos justo ahora que casi salimos de la escuela – me dijo tranquilamente mientras mirábamos aquel atardecer.

– Pues es que tú eres de otra clase, digo, o sea, de los populares y yo soy más tranquilo, de los que apenas socializan – le respondí con tono de broma, era cierto, Alan era de los chavos con los que todos quieren tener amistad, hasta donde sé es de dinero, seguramente nada le ha faltado en la vida.

– No, eres bien buena onda, la verdad me caes muy bien – pasó su brazo por mi espalda y colocó su mano en mi hombro – No creí que nos fuéramos a llevar tan bien.

– Ni yo, digo, quién iba a pensar que tú y yo nos hiciéramos amigos.

– La verdad no – soltamos los dos una carcajada sabiendo que no lo hubiéramos imaginado.

– Hasta a tus amigos Patricia, Lorena, Gustavo y Elías, les caí bien, y mira que son algo especiales – él puso un gesto de incomodidad cuando los mencioné. Más de una vez he notado que no le gusta que platique mucho con su grupito de amigos, a lo mejor y no le agrada que me lleve tanto con ellos, digo son amigos y quizá yo no embonaba en ese círculo.

– Sí, de preferencia no salgas mucho con ellos, son medio pesados a veces.

– ¿Te molesta que me lleve con ellos?

– No, no es eso, es solo que... bueno, no sé, es preferible que no salgas solo con ellos, para evitar que te hagan preguntas o pesadeces.

– Si tú lo dices está bien, aunque me caen bien, son muy simpáticos y llevaderos – me miró como si estuviera preocupado, ¿por qué me veía así?

– Sí – sonrió con incomodidad – Mira, ya casi oscurece, me gustan los atardeceres, son coloridos y frescos, no hace tanto calor.

– Se ve padre, qué bueno que nos quedamos aquí, para verlo y platicar.

– Sí – me apretó contra él y seguimos viendo el paisaje, él y yo solos, aquella cosa rara dentro de mí volví a sentir, su voz, su aroma, su tacto, había algo que me hacía sentir extraño cuando estaba exclusivamente con él, algo que mi cuerpo experimentaba solo con él. aquella tarde fue la última vez que lo miré con tranquilidad, el infierno estaba por llegar.

 

 

Gustavo se acercó a mí esa mañana, ese día iba a ser la tardeada de la escuela, la fiesta que se hacía en honor a los que se iban a graduar, el salón de usos múltiples estaba siendo arreglado, los maestros y algunos alumnos del comité preparaban toda la celebración de la tarde-noche. Ese día solo íbamos a exámenes los que no habían exentado, yo, por ejemplo, Alan era muy listo y por tal razón no fue. su amigo, de manera muy amable platicaba conmigo.

 

– ¡Mira que será divertido! – Gustavo muy sonriente me pedía que fuera con ellos a la fiesta.

– La verdad no me gustan esas cosas, prefiero quedarme en mi casa, total, no creo que por faltar no me den mi certificado – realmente me aburrían esas cosas y no deseaba perder mi tiempo.

– ¡No seas aguado!, estaremos todos, Lore, Paty y Elías, eso sin contar a Alancillo, he notado que son muy cuates, eh – me codeó ligeramente las costillas – Y no se lo digas porque me puedes meter en un lío, pero acá entre nos, sé que hoy te va a decir algo bien importante – en voz baja y pidiéndome que me acercara me contó aquello.

– ¿Decirme algo importante? ¿A mí? – me señalé con cierta duda.

– Sí, real, no sé qué sea, pero se notaba bien emocionado, entonces otra razón por la que te conviene venir – sonrió, más me hubiera valido conservar mi negativa, pero tratándose de Alan jamás pensé que fuera a pasar lo que iba a ocurrir.

– No sé, además no tengo ropa para andar en fiesta – me encogí de hombros.

– Eso no importa ponte lo que sea, esta noche no será necesario que elijas algo tan formal, te lo aseguro – me tomó por los hombros mientras continuaba sonriendo – ¿Cuento contigo, amigo?

– Pues – lo dudé unos segundos, no sabía, ¿qué tal si me aburría? No estaba seguro, pero imaginarme a Alan ahí, una fiesta a su lado me hizo ceder al final – Bueno, vendré en la tarde, a ver qué pasa.

– Será una noche inolvidable Evan, inolvidable para todos, nos vemos a las seis atrás del salón de usos múltiples, por el pastito, le daremos una sorpresa a Alan y necesitamos tu ayuda, así que no seas impuntual – y tenía razón, esa noche jamás en mi vida la iba a olvidar, nunca.

 

 

En mi cuarto, ese que con tanto esfuerzo mi mamá y mis vecinos ayudaban a pagarme, me esmeré en mi arreglo, no tenía mucha ropa, tampoco dinero para comprarme algo nuevo, por eso con pintura que tenía traté de dejar mis zapatos de la escuela muy limpios, la camisa, la mejor que tenía, aquella de manga larga con rayas azules y blancas, la que era muy raro que usara fue la que elegí, los pantalones azules ya decolorados por tantas veces que los había lavado eran los que usaría, llevaría mis mejores fachas para no verme tan desentonado, mientras me alistaba mi estómago rugió, no había desayunado, solo me quedaba dinero para unos panes con lo cual comería y cenaría, alcancé a comprar tres, así que me fui comiendo uno a pellizcos para calmar un poco el apetito, afortunadamente mi garrafa de agua aún tenía la mitad y podía también bajarme el bocado a gusto, tenía que ir muy bien esa tarde.

 

Alisé mi cabello y mirándome al espejo me noté listo, sonreí, mi primera fiesta con mi amigo Alan, me ha dicho que a lo mejor vamos a la misma universidad, aunque la verdad iba a ser algo complicado porque yo no podría ni de broma pagar una escuela como la que él iba a pagar, ni soñando me alcanzaría siquiera para una mensualidad, me habían contado que esa universidad a la que se inscribiría era de las más caras de la ciudad, así que mejor ni me animaba, me conformaba con que siguiéramos siendo amigos. Ya casi era la hora, debía irme o llegaría muy tarde.

 

 

 

Llegué al punto de reunión, estaba oscureciendo, la música dentro del salón de usos múltiples era muy alta, se notaba que estaba por comenzar el reventón. Cuando me paré donde había quedado con Gus, su amiga Paty estaba ahí. Iba muy elegante, con ese entallado vestido color verde, su cabello a la altura de sus hombros muy bien planchado, se veía un poco más alta por os tacones que llevaba puestos.

 

– ¡Qué gusto verte, Evan! – sonrió de un modo extraño.

– Gracias, pues sí, vine, ¿Y Gustavo? – pregunté al no verlo.

– No demora, quedamos que traería la sorpresa para Alan, será divertido – ella comentó muy risueña, yo asentí forzando una sonrisa, me sentía algo inquieto.

– ¡Hola Evan! ¡Qué gusto verte! – detrás de nosotros llegó Lore, igual que Paty, iba muy elegante, con un vestido azul y una cola de lado – Te esperábamos con muchas ansias – llevaba cargando una bolsa de basura, era muy bultosa pero al ver cómo la levantaba con facilidad parecía no pesarle.

– ¿Por qué? – pregunte al verlas muy efusivas.

– Tenemos una sorpresa para Alan, estamos seguros que le va a encantar, ya sabes todo lo que hacemos en grupo le agrada y esta sorpresita no será la excepción – sonrió y miró con complicidad a Paty, me estaba sintiendo muy incómodo.

– ¿Y Alan tardará? – pregunté para saber dónde andaba.

– No, andaba un poquito adormilado pero no debe tardar, descuida.

– ¡Evan! Bienvenido a la fiesta – la voz de Elías nos interrumpió, se notaba bien vestido, mucho mejor que yo – ¡Cuánta elegancia la tuya! Miren nada más, esa ropita no te la conocía – se rieron los tres, la verdad no entendía el chiste.

– Gracias, si, casi no uso esta ropa – esos tres parecían rodearme.

– ¿Trajiste el resto de la sorpresa, Lore? – Elías preguntó con impaciencia.

– Sí, aquí traigo mi parte – levantó la bolsa.

– Y yo la mía – Paty levantó una bolsa que parecía lapicera de tela.

– ¡Genial! – soltó una escandalosa carcajada que podía ser igual de ruidosa que la música – Ya solo esperemos a Gus y comenzamos con la sorpresita – los tres reían y yo con las manos en mis bolsillos miré a todos lados, comenzaba a experimentar una extraña inquietud.

 

Tardamos mucho rato platicando, más bien ellos platicando y yo escuchando, decían cosas que no entendía muy bien, como si se refirieran a algo que solo entre ellos entendían. De repente me preguntaban cosas que solo respondía con un sí o no. Esperaba que Alan no tardara, esto me incomodaba cada vez más. Ya quería irme, pero aquella sorpresa que deseaban darle a mi amigo era el motivo que me detenía. Después de bastante tiempo Gus llegó.

 

– ¡Perdón por la demora! Tenía que arreglar unos asuntos de la fiesta – sonrió contento.

– ¿Quedó todo listo? – preguntó Paty.

– Todo – contestó y entonces los cuatro me miraron fijamente.

– Te había contado que esta noche sería muy divertida, es un juego, una sorpresa, Alan estará fascinado con lo que verá en un rato más, espero que cooperes con nosotros, amigo – Paty me hablaba con un tono muy raro, caminó hacia mí y por una sensación de temor me fui yendo para atrás.

– ¿En qué les puedo ayudar? – pregunté con desagrado.

– En mucho, serás la atracción principal, todo está listo para que te luzcas – Elías mencionó, para ese instante los cuatro avanzaban hacia mí logrando arrinconarme en una esquina.

– ¡Agárrenlo! – indicó Lore y en automático los varones se fueron encima de mí y me sujetaron con fuerza uno los brazos y el otro las piernas. Yo comencé a removerme con fuerza tratando de librarme.

– ¡Suéltenme! ¿Qué hacen? ¡Basta! – gritaba, pero al parecer no lo harían.

– ¡Es una sorpresa, tú serás lo máximo esta noche! serás le reina, Evan, o mejor dicho, Eva primera – Paty se carcajeó mientras los otros al no poder sostenerme más, me arrojaron al suelo con fuerza, caí de boca y mi cara se hundió en el pasto removido por el lodo que se había formado gracias a todas las veces que la gente pasó ese día por ahí. Uno de ellos puso su pie en mi cabeza haciendo que mi cara se enterrara aún más en el fango.

– ¿Quieres comer polvo? Seguramente no has cenado como siempre, ¡Trágate el lodo! – me gritó uno de ellos mientras me hundía con más fuerza en la tierra húmeda.

– ¡Basta por favor! – uno, no supe quién, me pateó cerca del estómago.

– Eso por si deseas seguir armando escándalo, será mejor que cooperes, muerto de hambre, mira el lado bueno, si tu ropita de andrajoso se ensucia podrás tirarla por fin la basura, aunque no dudo que aún así la quieras seguir ocupando, desarrapado – y nuevamente una patada recibí.

– Aquí te tengo algo mejor, un lindo atuendo que lucirás hoy, pequeño pobretón malnacido – moví la cabeza para ver lo que Lorena me enseñaba, era un vestido, lleno de encajes y esponjado, un vestido.

– Lucirás precioso – ese tono tan macabro de Paty me indicó que lo peor estaba por venir – ¡Ayúdenme a ponérselo! – Gustavo me levantó del suelo, intenté zafarme, pero con fuerza me dio un puñetazo en el estómago, el aire se me escapó de inmediato y unas enormes ganas de vomitar llegaron, iba a devolver el único pan que me había comido en el día.

– ¡Si vomita es que hoy si comió! – burlándose de mí, Lorena gritó.

– Anda, te verás muy bella, Eva primera – Elías me habló al oído – Perdón, odias que te digan Eva – me golpeó con la palma la nuca, me resistía a llorar, no podía permitir que esos cretinos me vieran llorar.  

– Eso, vistan a la reina – Gustavo hablaba, con violencia me abrió la camisa arrancándole todos los botones, aquella camisa que mi mamá me regaló hacía dos cumpleaños, para que según ella me viera muy guapo.

 

 

Intentaron quitarme los pantalones, pero no lo hicieron, solo me quitaron la camisa y se encargaron de romperla completamente. La cara la tenía llena de lodo, la boca me sabía a tierra, mis brazos estaban adoloridos al igual que mi estómago, mi cuerpo era zangoloteado a su gusto. Me sentía impotente, completamente humillado.

 

– Falta tu rostro amigo, una reina no puede ir a su baile sin maquillaje – Paty se acercó con aquella lapicera que había visto antes y sacó un pintalabios – Te verás hermosa – sin cuidado alguno me restregó aquella cosa cremosa en los labios y sentí cómo se embarró en mis dientes. Luego usó un estuche redondo y con una esponja me frotó la cara – ¡Estas chapitas te quedan divinas! – los cuatro se burlaban de mí.

– Y su peinado, amiga, déjame peinar su cabellito – Lorena jaló con fuerza mi pelo, sin cuidado alguno comenzó a despeinarlo, enmarañarlo, arrancar unos cuantos cabellos, me dolía lo que estaba haciéndome.  

– ¡Está lista nuestra reina de graduación! – exclamó Elías, para luego volver a tirarme al suelo, y tomándome de los brazos arrastrarme en círculos.

– Vamos, iremos a poner a todos sobre aviso, la reina está por llegar, vamos Lore, Elías tú también, Gus, si se quiere escapar, muélelo a golpes – Paty ordenaba y yo desde el suelo, lleno de lodo, herido y humillado comencé a soltar las lágrimas que no pude impedir que salieran.

 

 

Quería huir, pero mis fuerzas por los golpes que me habían dado se me escaparon, Gustavo me miraba desde su posición, sonreía triunfante. Me miraba con burla, se burlaba descaradamente de mí, no le importó que llorara, disfrutaba verme así, yo que nada les había hecho, a ninguno de los cuatro.

 

– Te ves muy linda, Eva – se carcajeó.

– Eres una bestia – le dije con voz baja mientras lloraba.

– ¿Lo soy? ¿Lo soy? – se agachó y levantando mi cabeza la hundió en su entrepierna – ¿Lo sientes? Esto puede ser para ti, Evita – restregó mi cara en esa área, me sentía asqueado, pronto sentí como su mano se metió por debajo del vestido que me pusieron, esto no estaba bien, ¿qué me iba a hacer? – ¿Sabes? Yo prefería que te hubieran quitado los pantalones, así sería más fácil – mis ojos se abrieron, me empujó con fuerza y rodé un par de veces. Estando de espaldas se sentó sobre mí – ¿Y si te cogiera? – no, no podía creer que llegara a tanto. Tocaba mis glúteos, sentía esa cosa rozarme, no, este tipo – Te puedo hacer rico sin que tengas dinero – se carcajeo y sentí su mano meterse por la pretina de mi pantalón.

– ¡No por favor! – grité, me iba a violar ese tipo.

 

– ¿Qué haces? – Elías apareció, ese tipo era mi única esperanza.

– Nada, acá jugando con Eva – me jaló de los cabellos.

– Levántalo y vamos, nos están esperando – después de decir eso, Gus me levantó del suelo no sin antes lanzarme una advertencia muy tenuemente.

– Si dices algo, te despedazo vivo – luego me tomaron entre los dos de los brazos y me llevaron al salón de usos múltiples.

 

 

 

– Esta noche, por primera vez en la historia de esta escuela tendremos un reinado, ¡Esta tardeada será recordada por siempre como la primera en la que hubo una reina del baile! – Paty habló por micrófono, alcancé a escuchar cómo los demás compañeros presentes gritaban, así que esta era la sorpresa de Alan, maldito.

– ¡Con ustedes, Eva primera! ¡La reina del baile! – Lorena era quien hablaba ahora, luego de ellos Gustavo y Elías me arrastraron al centro del salón de usos múltiples, lloraba, como nunca antes lloraba, me habían roto, esa noche esos cuatro, cinco con Alan me mataron, no supe más desde ese momento, solo me sentí muerto, muerto desde esa maldita noche…

 

 

 

 

 

 

Suspiré, volvía a recordar esa parte de mi historia, jamás olvidaría esa noche, me mataron, me hicieron añicos la vida, se burlaron de mí, me maltrataron, hicieron conmigo lo que quisieron, de no haber sido porque Joseph me salvó, quién sabe si a estas alturas seguiría vivo. Iba de copiloto en el coche de Adán Gregorio, luego de lo que pasó en casa de mi amigo, y después de haber pactado con Alan el verlo en la agencia, el abogado de ninguna manera me dejó ir solo.

 

– No tienes que ir si no quieres, yo puedo hacerme cargo de esto – me decía Adán, pero no, no iba a permitir que luchara una guerra que solo me correspondía a mí, yo contra el culpable de mi desgracia

– Gracias, pero esto lo debo hacer solo, en verdad que debo enfrentar este miedo, estos recuerdos, debo hacerlo – le dije y me miró fijamente, su mirada pese a su duro semblante era tierna, como si deseara transmitirme fuerza, entereza.

– Eso es lo que me agrada, ese espíritu guerrero y fuerte, tú puedes – me dijo y por primera vez desde que lo conozco me sonrió, una sonrisa como tal, no un gesto disimulado o algo que creo que hizo, esta vez sí era una sonrisa.

– Yo puedo – su sonrisa me hizo sonreír.

– Pero, por cualquier eventualidad estaré acá afuera, basta una sola palabra para que entre y haga pedazos a ese sujeto ¿entendido? – me dijo y me sentí apoya, no deseaba violencia, pero se sentía bien saber que no estaba solo.

– Gracias nuevamente, y sí, si se pone peliagudo el asunto te echo un grito – sonreí y bajé del auto, era momento de ir con Alan, estaba frente a esa agencia, el lugar en el cual fui muy feliz, ese del que no me imaginé que un día saldría huyendo, respiré hondo y comencé a andar hacia adentro, quién sabe qué era lo que me esperaba ahí…

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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