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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Volvía a poner los pies en este piso, el azulejo color gris que durante tanto tiempo miré, la misma pieza que se rompió seguía en su lugar, la esquina de la recepción, aquel cuadrito que Joseph y yo más de una vez quisimos sacar para dejar el hueco y hacer enojar a Sylvia. Mis compañeros primeramente me miraron para luego saludarme, haciéndome las preguntas que ya me imaginaba ¿qué había pasado? ¿Por qué nos fuimos mi amigo y yo? Que si el jefe era un malvado ¿por qué nos corrieron? Unos imprudentes, los imprudentes que ya extrañaba. Hasta a mi amigo le mandaron saludos y la que le vende cremas le mandó decir que ya tenía un atraso, que no se hiciera de la vista gorda con el dinero, mi ambiente, mi lugar.

 

Justo ahí fueron mis pasos, a mi lugar, mi escritorio. Ya vacío, sin mis cosas, sin mi taza para el café que le gorreaba a la de recursos humanos, sin mi bote lapicero, seguramente mi engrapadora ya se la ‘nahualeó’ alguien, mi espacio. Me acerqué y con las yemas de los dedos rocé el que alguna vez fuera mi lugar, ahora estaba limpio, sin mi silla que tanto cuidaba, sin ese toque que yo le ponía, sin las migas de pan que a veces Joseph dejaba cuando venía a platicar conmigo, sin mi calendario pegado en la esquina para ahí anotar la hora en la cual checaba y que no me fueran a descontar, debía aceptar que ese ya no era mi espacio. Se siente muy feo volver a un sitio que creíste tuyo durante mucho tiempo y que de la noche a la mañana se convierta en un lugar tan lejano a ti, tan desconocido, haber perdido una parte de tu cotidianeidad.

 

– Así es la vida, Evan, así es – me dije a mí mismo, aguanté las ganas de soltar las de San Pedro, porque los chismosos de marketing se burlarían de mí, hasta un meme serían capaz de hacerme. Respiré, era hora de ir con ese sujeto al que tanto le debe mi desgracia.

 

Me acerqué al lugar que alguna vez fue de Sylvia, todo era diferente, la cueva, nuestra cueva, la de la bruja que todos apreciábamos, ya no era ni la sombra de lo que fue, una chica sentada afuera era lo primero con lo que te topabas. Mi estimada Sylvia siempre fue muy cercana a nosotros, podías entrar a su oficina, con ciertas precauciones, y hablar directamente con ella, salía y peleaba con los empleados, echaba bromas, regañaba, te hacía entrar a la cueva solo para darte un susto, y lo sabía, le divertía ver nuestras caras, espero que siga luchando por su vida y que sepa que le estoy mandando los mejores deseos.

 

– Buenas – le dije a la chica que estaba sentada frente a la oficina del jefe.

– Buenas…– revisaba unos documentos cuando le hablé, así que al levantar la vista su semblante sereno cambió – Hola, te está esperando, Evan – me dijo, no sabía que me conocía.

– ¿Usted cómo sabe mi nombre? – le cuestioné, yo no la conozco, por eso me parecía extraño.

– Créeme, no es muy grato para mí saber más que tu nombre – se levantó de la silla y se paró a mi lado – Ven conmigo, Alan te está esperando – comenzó a caminar rumbo a la bodega, aquella donde se guarda la papelería, el archivo, un espacio grande y cerrado, mis nervios comenzaban a dispararse.

– ¿No lo iba a ver en su oficina? – pregunté con cierta inquietud mientras caminábamos.

– No, te necesita en la bodega – sin mirarme contestó, en ese momento me detuve, ¿qué era todo esto? – No tengas miedo, si yo supiera que estás en peligro jamás me prestaría a esta situación, y aunque no me simpatizas, tampoco tengo nada en tu contra, anda, falta poco – se giró para hablar conmigo, mi ceño se frunció, no me daba buena espina todo esto. Asentí y continuamos andando.

 

Luego de unos segundos llegamos, ese lugar, la bodega, al fondo de la agencia, en la oficina le decíamos el fin del mundo, era fría y oscura, pues solo con focos se podía ver y se situaba a lo último del edificio.

 

– Hasta acá llego yo, entra y enfréntalo – la muchacha se hizo a un lado y me mostró el pomo de la puerta.

– ¿Ahí está? – lo sabía, pero deseaba que la respuesta fuera negativa, tenía miedo.

– Sí, te están esperando – pensé durante unos segundos si deseaba hacerlo, si quería entrar a esa bodega, me sentía muy nervioso, temeroso, asustado.

– De acuerdo – debía hacerlo, debía acabar con esto. Giré el pomo y entré.

 

 

 

La luz de los focos me enceguecía, tuve que parpadear un par de veces para acostumbrarme, el escenario que vi no era muy alentador.

 

– ¡No! – exclamé al ver aquel escenario. Alan recargado de uno de los estantes con archivo muerto, con los brazos cruzados y cara de pocos amigos, frente a él cuatro personas, cuatro individuos que pese a los años reconozco perfectamente, sé quiénes son, involuntariamente di pasos hacia atrás ¿esto era una trampa? ¿Me iban a exterminar ya que no lo lograron hace años? – ¡No! ¡No! – mis piernas me querían llevar a la salida, estos sujetos me iban a hacer daño, sabía que esto no era bueno.

– Espera, Evan – Alan me habló, yo negaba, no quería quedarme, me iban a hacer daño otra vez.

– ¡No me van a matar! ¡No los voy a dejar! – les grité enojado, tenía miedo, mucho miedo.

– Ellos jamás te volverán a tocar, nunca más lo harán – con seriedad Alan me habló, me detuve a punto de salir, ya estaba en la puerta nuevamente – Míralos, ellos jamás se atreverán a tocarte – con lentitud dirigí mi vista otra vez hacia esos cuatro, y lo que vi me llenó de espanto.

– ¿Qué? – lucían completamente desmejorados, demacrados, esos cuatros animales que yo recuerdo nada tienen que ver con esos cuatro cuerpos de cabeza gacha y mirada ausente, ellas, las chicas que lucían bonitas ahora eran delgadas, su imagen era muy triste. Elías, tenía manchas en la piel, según recuerdo esas se parecen a las que le salen en la cara a los niños que no comen bien, y él, el que quiso abusar de mí, Gustavo, él tenía surcos en las mejillas, eran lágrimas secas.

– ¿Tienes algo qué decir Lorena? – la voz de Alan resonó con fuerza.

– Per… perdón, perdóname Evan – su tono se quebró y el llanto se escuchó, en unos segundos se desmoronó.

– ¿Y tú, Patricia?

– ¡Te suplico que me perdones Evan, por favor! Tengo dos hijos a los que me da miedo dejar sin comer otra vez, perdóname por favor – ella también comenzó a llorar, se miraba muy delgada, triste, cuando me miró a la cara se veía muy asustada.

– ¡No se te ocurra tocarlo! – Alan dijo con mucho rencor, por lo que ella que apenas había dado un paso se detuvo – Regresa a tu lugar – como si de una orden se tratara ella obedeció – Elías ¿algo que quieras decir? – con superioridad miraba a ese hombre con manchitas en la piel. Era como ver a un verdugo frente a los condenados, una imagen muy fuerte, muy dolorosa y terrible.

– Te ruego que me perdones Evan, te hice mucho daño, pero te pido que tengas compasión de mí, de mi familia, por favor, perdóname – levantó su cara y lloraba, de verlo me sentía mal, de todos creo que era el más desmejorado. Estiró su mano pero Alan lo detuvo.

– Inténtalo siquiera y sabrás lo que te espera – no sentía que deseara hacerme daño, solo quería acercarse, pero él con esa amenaza lo detuvo, Elías regresó a su lugar – Y por último el galán de barrio, algo feo y acabado, pero galán ¿no es así? ¿Quieres decir algo, Gustavo? Algo antes del fin – sus palabras me descolocaron, me sentí temeroso.

– Evan, yo, yo sé que te hicimos mucho daño, esa noche te destrozamos solo por diversión, sin tomar en cuenta que sufrías, todo lo que padeciste, burlándonos de ti, dañándote cuando nada malo nos hiciste, aquella noche en la cual hicimos pedazos tu alma, tu espíritu, aquella noche que nosotros mismos firmamos nuestra sentencia – comenzó a llorar, a cerrar los puños, yo también lloraba, recordar esas imágenes me hacía sentir mal – Sé que te hice daño, que intenté… intenté abusar de ti…

– ¿Qué tú qué? – Alan muy enojado fue donde él y sin esperar le golpeó el estómago con el puño, logrando que Gustavo se doblara y arqueara como intentando vomitar – ¡Esto solo empeora tu situación, maldito! – lo golpeó otra vez, pero ninguno de sus amigos hacía nada, solo se mantenían de pie, llorando, mirando la escena.

– ¡Basta, Alan! – grité, me acerqué y lo jalé con fuerza para alejarlo de su víctima – ¡Basta de esto!

– Per… perdóname, Evan – con voz baja por el dolor que sentía, él me habló – Perdóname por favor – con esfuerzo se incorporó.

– ¡Esos cerdos te hicieron daño Evan, algo que no pude evitar! – Alan me miraba con pena – No pude hacer nada, no lo sabía – con sus ojos llorosos me miraba – ¡No lo sabía! ¡No lo sabía! – gritó desesperado.

– Nosotros lo hicimos por nuestra cuenta, Alan estaba dormido por un narcótico que le dimos, él no sabía lo que te íbamos a hacer, Alan te quería mucho y nosotros te hicimos daño por esa razón, yo lo hice por eso, por ver cómo te quería y los planes que tenía y quería llevar a cabo a tu lado, él es inocente de lo que te hicimos – Patricia me habló entre lágrimas, miré a ese hombre, a Alan, al que durante tantos años también he odiado y pude ver su rostro, él no me hizo daño, él no era culpable, él no quiso lastimarme.

– Fuimos nosotros solos, y no es estamos mintiendo, esa vez Alan quiso rescatarte cuando supo que estabas en peligro, pero fue muy tarde, ya te habíamos dañado, llegó y tu amigo impidió que se acercara a ti, Alan ya no pudo salvarte aunque lo intentó – Elías mencionaba.

– El no confabuló con nosotros y juró venganza en tu nombre cuando se enteró, y lo ha cumplido – Lorena habló.

– ¡Basta! – Alan tomó la palabra – Solo deseo que sepas que jamás me atreví ni atrevería a hacerte daño, Evan, nunca sería capaz de lastimarte, porque eres el recuerdo más tierno y noble que tengo, eres la persona que más he sentido su pérdida, no pude salvarte, y te pido perdón por ello, porque debí saberlo, debí protegerte de ellos, no pude, y por eso me siento como un idiota, por haber permitido que te dañaran casi frente a mí, pero lo que no pude hacer hace años lo haré ahora, el final llegó, ahora que sabes la verdad esto acabó, solo deseaba que lo supieras, Evan, mi querido Evan – con sus dedos tocó mi mejilla, esa por la que las lágrimas seguían resbalando.

– Alan, lo siento – lo abracé, por primera vez en muchos años su recuerdo no me hacía daño, ahora necesitaba entender que ese miedo, odio y rencor de muchos años nunca fue por algo real, él nunca me hizo daño, él no me quería lastimar.

– Ya todo acabó, todo – me dijo al oído mientras llorábamos.

– Todo acabó, amigo – le dije, esa palabra que durante años se negó a salir al evocar su recuerdo, mi amigo.

– Gracias Evan, gracias – nos separamos y me miró con una sonrisa – Es hora de que te vayas, ya no hay razón para que estés aquí.

– Alan…– lo miré y asentí, luego miré a esos cuatro, sus miradas estaban llenas de terror, lo podía ver, era casi palpable ese miedo.

– Anda, vete – me dijo con calma, pero algo no me terminaba de convencer – Deja todo en mis manos – Asentí, caminé a la puerta y los miré, ellos me veían con súplica y Alan me sonreía. Algo no andaba bien, giré el pomo y salí, pude escuchar los llantos y las súplicas antes de cerrar la puerta.

 

 

Me quedé afuera, esperando, esperando algo que no sabía qué era, sin embargo, intuía que ese ‘algo’ no era una situación correcta, no lo era; suspiré, no, yo no me iba a quedar con esta incertidumbre, no lo haría, para nada. De golpe abrí la puerta y miré a los cuatro hincados frente a Alan.

 

– ¡Yo ya los perdoné, Alan! – cerré tras de mí, no más, no más – Fue el final ¿cierto? – Alan me veía con vergüenza.

– Evan yo…– me acerqué de prisa a esa mujer, encuclillas frente a ella le hablé.

– Esto acabó, Paty, la pesadilla se acabó, no te deseo volver a ver, sé feliz, ve con tu familia, vive y deja vivir, vete, ¡vete de aquí! – le ayudé a levantarse y miró a su verdugo – Ya acabó, vete y él no te hará daño. ¡Vete de aquí! – sin decir una palabra se fue huyendo.

– Evan – Alan me miraba sin comprender lo que hacía.

– Lore, no más, no me caes bien, pero ya no te odio más, vete de aquí, empieza de nuevo, ya recibiste tu castigo, no más, camina lejos de aquí, ¡vete! – limpiando sus lágrimas, asintió y ayudándola a levantarse también salió rápidamente de ese lugar.

– Los dejas ir – Bernardi me dijo con tranquilidad.

– Elías, me golpeaste, nunca te recordaré con agrado, pero la vida te golpeó más fuerte y creo que ya fue suficiente, también vete, sé libre de todo esto, ve con los tuyos, reinicia, vuelve a sonreír, la pesadilla terminó para todos, ¡vete de aquí, anda! – lo levanté del suelo – No vuelvas, vete y empieza de cero – asintió y salió de prisa, huía del pasado.

– A él no – sentenció el nuevo jefe de la agencia, me miró, Gustavo seguía hincado, con la cabeza gacha.

– Ya sé que no lo merezco, por eso aceptaré tu decisión, Alan – comenzó a llorar, me agaché para quedar a su altura.

– Él no es quién para decidir nada – lentamente levantó la mirada – Me hiciste daño, fuiste cruel, duro e insensible, pero estoy seguro que has pagado muy caro – lo ayudé a ponerse de pie – No creo olvidar lo que me quisiste hacer, ni mucho menos te tendré respeto o cariño, pero no mereces un final triste, nadie lo merece… ¡Vete de aquí y no vuelvas! si me ves por la calle o nos topamos por accidente, ignórame, yo haré lo mismo, nunca te conocí y nunca me conociste, se acabó, este final es tu inicio, Alan ya no hará más, hasta aquí llegó todo, vete y jamás vuelvas – miró a Alan, este estaba serio – ¡Vete ya! – le dije levantando la voz y él corrió a la puerta, huía, todo terminó.

– Los dejaste ir – con los brazos cruzados él me hablaba.

– No iba a permitir que te ensuciaras con ellos, espero que su libertad también sea la tuya, nadie merece en esta vida un final tan triste.

– ¿Qué? – me miró con sorpresa.

– Sería la mayor tontería desgraciarse la vida, el futuro y la agencia que tanto esfuerzo nos ha costado levantar, por quienes no valen la pena, esta pesadilla ha terminado para todos.

– Su final hubiera sido el final definitivo – me dijo seriamente.

– El final definitivo no lo decidimos nosotros, ellos ya fueron castigados, yo los perdoné, no puedes hacerles más daño, porque tú solo te vas a matar con ese odio, así que deja de pensar cosas tontas y también vete – lo tomé de las manos – así como ellos ya se fueron a vivir una vida diferente, yo también, empezaré sin este miedo, es algo que me costará mucho trabajo superar, pero hoy pude encararlo por primera vez, pude hacerle frente a este terror que siento, lo trabajaré, dejaré de tener miedo algún día, quizás no pronto, pero sí algún día, más adelante, yo también me voy, nada tengo que hacer acá – lo solté y miré por última vez esa bodega, una razón más para odiarla, aparte de lo oscura y fea que es.

– Puedes regresar a trabajar, tú y ese amigo tuyo – me dijo mirándome con cierto dejo de ternura.

– Yo no volvería a este lugar, ahora sí tiene recuerdos que no deseo tener, no regresaré, Alan – suspiré como si estuviera agotado.

– ¿Me odias? – me preguntó con cierto temor.

– No, no te odio, solamente es necesario reiniciar, y para hacerlo debo empezar por otro lado, esta agencia fue mi casa, no sabes cómo me ayudo, lo que crecí, las personas que conocí gracias a ella, pero ya no es la misma que yo recuerdo, ya no estoy a gusto, y menos después de lo ocurrido, me voy – le dije y caminé a la salida.

– ¿Te volveré a ver? – le daba la espalda y cuando lo escuché me detuve.

– Tal vez sí nos volveremos a ver, Alan – le sonreí y caminé, tengo tanto trabajo por delante, tanto qué superar, tanto qué sanar y tanto que olvidar. Ese día fue la última vez que lloré por aquel tormentoso pasado, el día que lejos de perdonarlos a ellos me perdoné y liberé a mí mismo…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un tiempo después de todo lo acontecido, me dedico a buscar trabajo, esto de estar de baquetón sin oficio ni beneficio no deja nada bueno, vamos ni la beca que el gobierno da a los jóvenes me beneficia porque no me alcanzaría para pagar las deudas, la tarjeta, la renta, la comida, los abonos de mi ropa, el dinero que le debo a Joseph, pero ese es el de menos porque él me debe también a mí.

 

– Oye Evan, ya me cansé de caminar, estos piecitos también se cansan, por si no lo sabías – llevamos recorriendo el centro y solo hemos podido dejar las solicitudes.

– Deja de quejarte, a mí también me duelen pero no ando de chillón como tú – y vaya que me duelen, mis panteritas me duelen bastante.

– Ay, pues tú estás loco si crees que voy a seguir buscando, olvídalo, así que mejor me voy a reposar para salir en la tarde – se sienta en una banquita del parque central, ya que estábamos ahí pues descansamos un ratito.

– Eres un flojo descarado, mira que tú debes más que yo como para que estés ahí todo echadote – niego con la cabeza, ese inútil quiere vivir de a gratis.

– No soy flojo, ahorro energía que es distinto. Aunque ya tengo mi situación resuelta, acuérdate que estoy casado, así que si me apetece demando una pensión al Beto y vas a ver que no sufriré por ‘money’ – sonríe mientras con sus dedos hace el ademán de tener billetes.

– Eres un sinvergüenza, ¿crees que un marido al que no has visto en no sé cuánto tiempo te va a mantener? Estás mal, luego por qué te dicen pasiva – le comento con desagrado.

– Yo no soy pasiva – sonríe incómodo, claro.

– En fin, si tú no quieres buscar yo sí, así que te vas derecho a tu casa, yo voy al cajero – digo con autosuficiencia.

– No seas lengua que ya ni dinero tienes en la tarjeta de nómina – se levanta de su lugar y se burla de mí.

– ¡Ya sé! no tenías que exhibirme, solo quería recordar cuando sí tenía, pero gracias por dejarme en ridículo, Joseph, ¡Muchas gracias! – me cruzo de brazos.

– Ya sabes, cuando quieras amigo.

– Eres un tonto…– comienzo a alejarme con rapidez de él – ¡Pasiva! – no esperé a que me dijera algo salí por pata antes de que me agarrara a golpes con las solicitudes de empleo que aún tenía.

 

 

Encontrar trabajo está más complicado que una solterona de cincuenta años encuentre marido, vaya que me he cansado, ni para mi refresquito del mas chiquito me alcanza, esta pobreza me va a dejar más flaco que ‘Peter la anguila’, debo encontrar algo, debo encontrarlo. Y como si de una visión celestial se tratara, al caminar por una calle del centro me topé con lo que deseaba: ‘Se solicita auxiliar en agencia publicitaria’. Miré al cielo sonriendo, soy tan feliz.

 

 

– Por eso debes estudiar Paquito, para que no termines loquito como ese señor – escucho y cerrando la boca miro a mi lado, una viejita lleva de la mano a un niñito chiquito.

– Si abuelita, mejor vámonos, porque el loquito me da miedo – siento un tic en el ojo, me dijeron loco ¿en serio?

– Yo no estoy loco, eh, no se haga que no me oye, ¡No estoy loco! – volteo y una muchacha me mira desaprobatoriamente.

– ¿Hablas con alguien? – me mira con cierto recelo.

– Sí, una seño…– ¿A dónde se fue? – había una señora que me dijo loquito, aquí estaba – le dije – y ella comenzó a alejarse.

– Sí, claro – se fue dejándome ahí solo.

– Evan, bienvenido a tu vida ordinaria, llena de sinsabores, groserías y pobrezas ¡Genial! – sonreí. El abogado me ofreció trabajo en su bufete pero preferí buscar en otro lado, además estar con abogados no me mi estilo… o bueno… ¿tal vez no? ¡qué cosas pienso! Mejor continúo. Últimamente mi vida se ha visto algo rara, por rara cotidiana para mí, Adán Alejandro averiguó mi dirección y por las tardes lleva pan para que tomemos café, digo, no soy quién para rechazar un panecito dulce ¿verdad?, por su parte Adán Edilberto, no sé las cosas con él han ido cambiando, no sé por qué pero siento que algo trae, sigue siendo descarado y sinvergüenza, pero lo he notado extraño, como que a veces me quiere decir algo pero no se atreve ¿será que quiere…? Me sonrojo de solo pensarlo, ¡qué pena!, y luego Adán Gregorio, el abogado, mi amigo, se ha portado muy chévere conmigo, sonrío al recordarlo, tengo una ligera confusión en mi mente cuando me acuerdo de ciertas personitas, pero no hablaré más del tema, mejor voy a la chamba.

 

 

Miro de un lado a otro, y así como no queriendo la cosa, arranco el anuncio de la pared en la que estaba y silbando lo guardo en mi bolsillo, digo, el trabajo es para gente necesitada y yo lo soy, así que no me siento mal. Me sacudo la ropa y sonrío con la mejor de mis sonrisas, a darle Evan. Entro, agencia de publicidad ‘Intuiciones, como tú lo imaginas’.

 

 

– Suena bonito – no es tan grande como donde trabajaba, pero por algo se empieza, llego a la recepción, está una chica en su escritorio y frente a ella un señor rubio mirando su teléfono.  

­– Buenos días, ¿en qué le puedo servir? – me dice amablemente.

– Vengo por lo del anuncio, lo de auxiliar – saco el papel arrugado de mi bolsillo para ver.

– ¿Arrancó el anuncio? – me pregunta y me doy cuenta de mi error.

– No – miro de un lado a otro y lo guardo de nuevo.

– Como sea, buscamos auxiliar, y una vez que traiga solicitud y documentos tiene que pasar a una entrevista con Ashley.

– Ah bueno, pues aquí traigo eso, páseme con esa señorita Ashley – le digo sonriente y ella se queda muda, como asustada.

– ¿Cómo dijo? – el señor rubio que estaba ahí se levanta de su lugar.

– Que traigo documentos, que puedo pasar con esa tal Ashley – pero que impertinentito, señor chismoso.

– ¿Crees que es una mujer? – al señor le salta una vena de la frente.

– Pues es Ashley, de mujer ¿no? – qué señor tan raro.

– ¡Maldita sea! ¡Soy hombre, macho, pelo en pecho, de zapatos grandes, soy varón! – qué exagerado, qué le pasa, ni que fuera para tanto.

– ¿Y yo qué iba a saber que era hombre? Tiene nombre de señora, usted disculpe – entre la discusión había sacado mi solicitud.

– Dame acá – este pelado me arrebata mi solicitud – su letra no es muy legible, debe mejorarla – ¿Qué le pasa? Mi letra es muy bonita, me estiro para ver mi solicitud y noto que es una que Joseph llenó, ya me dolía mi mano de tanto escribir y mi amigo me ayudó – Eva Noriega ¿y dices que yo tengo nombre de mujer? – se empieza a reír y siento que un fuego infernal crece en mi panza.

– ¿Cómo me dijo? – rechino los dientes.

– Eva Noriega – dizque lee nuevamente y exploto

– ¡Con un demonio! Soy hombre, Evan, con n al final, de hombre, de macho alfa, ¡hombre!

– Pues aquí dice Eva – me enseña y… ¡Es cierto! ¡Maldito Joseph! Lo hizo a propósito,  

– no, no soy Evan, con N al final, de hombre, présteme un lapicero y le ponga la letra.

– Fer, archiva esta solicitud, el señor pasa a entrevista – le entrega el documento a la recepcionista.

– Sí Ashley – ella la toma y la guarda en un cajón.

– No aguarde, espere, no, le cambio el nombre, préstemela y le pongo la n que le falta – la pido pero la pone bajo llave.

– Mañana a las tres, Eva…n – sonríe y me despacha, no, no, no ¡No! Mi vida es un desastre, pero al menos tengo una entrevista de trabajo… total ¿Qué malo podría pasar ahora?

 

 

 

 

 

FIN DE LA SEGUNDA TEMPORADA.

 

 

 

 

 

 

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Miro a mi hijo y su madre comprando un par de refrescos, nunca creí que pudiera mi vida ser diferente a lo que es hoy día, sin duda Josué ha revolucionado mi presente, pero… ¡Ah! No he podido decírselo a Evan, no he podido confesarle que la mujer que más he amado en mi vida regresó, y no lo hizo sola, volvió con el fruto de aquel juvenil romance que tuvimos. No sé cómo actuar o qué hacer, no quiero perder a Evan pero tampoco perder a mi hijo.

 

– Ya volvimos – Bárbara se sienta junto a mí.

– Sí, mira, mamá me dijo que tu refresco favorito es el de manzana, te traje de esta marca, sabe rico, pruébalo, pá – me hijo, pronto se acostumbró a llamarme papá, sonrío.

– Los gustos de tu papá no creo que hayan cambiado mucho, o eso creo – sonríe maliciosamente, no sé por qué pienso que Bárbara se las masca.

– Anda pá, pruébalo – asiento, tomo el refresco.

– Parecemos una linda familia ¿no? – dice la mujer.

– Sí, y lo más chido es que yo tengo dos papás, mi papá Adán y mi papá Alan – el niño sonríe, ese nombre tan pesado me cae, conozco a uno que es un pedante.

– Bueno, por el momento el que más atención te pone es Adán, porque Alan está muy ocupado recuperando a su Evan – de inmediato gana mi atención.

– ¿Qué dijiste? – ella sonríe, lo sabe, lo sabe.

– Alan está dando pasos agigantados para recuperar un viejo amor de juventud, Evan Noriega – no puede ser posible, es una jodida y perra broma, el mismo hombre no puede querer a las dos personas que más he amado en mi vida.

– Mientes – le digo entredientes.

– No pá, mi papá Alan está muy cambiado, es mucho mejor ahora y sí, habla mucho de esa Evan, creo que la quiere mucho – mi hijo habla con naturalidad, ese hijo de perra ha estado adelantándose mientras yo me atraso.

– Hay veces que se pierde Adán – Bárbara me comenta muy tranquila.

– Yo no pierdo tan fácil, guapa, soy Adán Edilberto, y yo no acostumbro a perder – lo dejé claro, y por supuesto que no iba a perder esta vez, esta no, esta vez nadie me iba a quitar a la persona que quiero, no otra vez…

 

 

 

 

 

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Estoy en mi tienda, acomodo los balones que llegaron y mientras lo hago recuerdo el día que lo vi, el día que Eva con N al final me robó la atención, sonrío como menso, estoy medio loco pero no creo que tanto como para no saber lo que hago, ahora sí quiero mi chance, estos días que he tomado café con él me han servido para darme cuenta que estoy enamorado de él, por retorcido y extraño que suene, lo quiero, y deseo que sea mi chavo, uno medio gritón y peleonero pero mi chavo.

 

– ¡Ya lo decidí Eva con N al final, me voy a declarar, te voy a pedir que seas mi chavo! – digo con entusiasmo, a fuerza, voy a tener novio por primera vez, me río, es la primera vez que lo tendría.

– Así que tus gustos sí cambiaron Alex – mi sonrisa se borra, Renata me está mirando con los ojos llorosos, ¿qué le pasa?

– Renata…

– ¿Le pedirás que sea tu chavo a ese tal Eva con N al final? – le pregunta mientras camina lentamente.

– Renata yo – no sé cómo explicárselo.

– Ya sabía desde hace tiempo que querías a alguien más, no me imaginé que era un chico, no puedo competir contra eso, contra un varón – me dice y sus lágrimas comienzan a resbalar por su mejilla.

– Renata, escucha, no quiero que…– me aparto de la vitrina para acercarme a ella.

– No digas más, es algo que me gusta de ti, esa manera tan simple y sincera de querer, no te importa la ropa o el sexo, solo sabes querer y ya, deseo que realmente ese tal Eva con N al final te acepte y no rompa tu corazón, porque si llegara a pasar sentirías lo que siento en este momento, Alex, te quiero y te deseo lo mejor – se giró y comenzó a caminar rumbo a la salida, siento muy feo de verla así de triste, hace poco lo comprendí, Renata está enamorada de mí.

– Por favor, no te vayas así.

– Déjame por favor, en este momento cualquier amabilidad tuya me hace daño, déjame – se fue llorando, me siento pésimo, en verdad, pero no puedo cambiar lo que siento, no puedo evitar pensar que Evan me mostró que no toda la gente es como Aylín, Eva con N al final, el chico que quiero…

 

 

 

 

 

 

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En mi despacho estoy sentado, esto está llegando muy lejos, está rebasando mi límite y ya se metió a un terreno muy pantanoso, si cree que me voy a quedar de brazos cruzados se equivoca, esta vez no le voy a permitir que me arrebate lo que más quiero en el mundo, esta vez no, lo defenderé con mi vida. Tengo que cuidarlo, este maldito insecto es como las cucarachas, cuando cerca estas de aplastarlas escapan con gran rapidez, como pocas veces en mi vida tengo temor, no sé cuáles son exactamente sus planes, pero ese criminal ya sabe mi punto débil. Recibí un sobre, y por primera vez su contenido me cimbró.

 

– A él no, maldito, a él no se te ocurra tocarlo – son fotos de Evan, de diferentes días, pues tiene ropa distinta, ese insulso lo ha estado cazando, debo protegerlo cuanto antes, Evan está en peligro y apenas hoy me entero de ello. Abro un cajón de mi escritorio, hace unos días adquirí una herramienta necesaria para este caso, una calibre nueve milímetros, si es necesario la ocuparé sin pensarlo, Manzanares, lo haré…

 

 

 

 

Notas finales:

*Más personajes, regreso de otros y rumbo al final definitivo.

 

¡Gracias por tu lectura!

 

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