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Una Eva y tres patanes por Charly D

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La vida de asalariado no es para nada decorosa, e la pasas trabajando hasta doce horas al día, aunque hayas firmado un contrato por ocho, la paga es mala y las tareas muchas veces son horribles, si hay algo que todos odiamos en la oficina es hacer trabajo de campo, cambaceo, y ventas en la calle, afortunadamente por mi nivel solo me toca terminar de convencer clientes para que acepten nuestros paquetes publicitarios, así que si algún día ven el periódico “Se solicitan ejecutivos de venta” no se hagan ilusiones, lo más ejecutivo que tendrán es un traje comprado a miles de meses sin intereses.

 

Mientras camino rumbo a mi primer parada veo los puestos de tacos y refrescos, tengo tanta hambre que ni me preguntaría si los tacos que venden en el carrito que estoy viendo son en realidad de barbacoa de algún animal legal. Niego con la cabeza, debo apresurarme, gracias a la gran idea de mi jefa de citarme temprano solo para perder el tiempo, tengo los minutos justos para llegar con el primer cliente. Ayuda que la mañana es fresca y soleada, pude quitarme la chaqueta porque empecé a sentir bochorno, miro mi carpeta para cerciorarme de la dirección y por cruzar una calle un taxi casi me atropella.

 

--¡Fíjate, animal! – me grita el tipo que va manejando. Por el susto dejé caer mis hojas, mientras las levantaba pude gritarle una grosería, pero dudo mucho que me haya escuchado.

 

Odio el trabajo de campo, realmente lo odio, no sé por qué sigo trabajando en ese lugar, ¡Ah sí! Debo pagar las cuentas, niego con la cabeza y luego de unos metros más de calor, cansancio, hambre y dura caminata, llegué, “Deportes Solís” así dice el gran letrero escrito con letra cursiva y color azul, respiro hondo, es momento de trabajar, debo llevar esos contratos firmados y así recibiré mi quincena completa y a tiempo. ¡Qué el cielo me ayude! Me pongo erguido y entro.

 

-- Buenos días – apenas saludo y un balón por poco me tira la cabeza por la velocidad que llevaba.

--¡Aguas con el golpe! – oí un grito y por eso mi sexto sentido mi advirtió que debía hacerme a un lado. Con los ojos bien abiertos miré por encima de mi hombro, ¿Pero qué clase de salvajes trabajan aquí? A las personas no deberían recibirlas de esa manera, con razón necesitan publicidad, deben tener una fama pésima - ¡Discúlpame, hermano! – un jovencito se me acerca mientras se muestra apenado.

-- Sí – es lo que alcanzo a decir, ¿Recuerdan que les dije que tengo pésima suerte? A esto me refería.

-- Lo lamento, es que estaba recibiendo la mercancía nueva, y vi esta belleza – se agachó para recoger el balón de futbol, bonito la verdad – No pude resistirme a probarlo – lo acarició y volvió a mirarme.

-- Ok – lo miro con cara de desagrado – La verdad es un pésimo recibimiento pero en fin, muchacho, quiero hablar con el señor…– abrí mi carpeta para ver el nombre del dueño – El señor Adán Alejandro Solís, háblale por favor – muy dignamente le dije y luego me volví para ignorarlo.

-- ¿Y quién lo busca? – me estaba comenzando a impacientar, primero casi me agrede con una pelota, luego me hace perder el tiempo, muchacho tonto.

-- ¡Pues yo! ¿Quién más? – levanté un poco la voz, tengo hambre, estoy enojado, mi gafete está mal escrito, y este molestando.  

-- Sí, pero quién es usted.

-- Muchacho, no me hagas perder mi valioso tiempo, solo llámalo, y déjame hacer mi trabajo por favor.

-- No se amargue señor, las personas que se enojan mucho viven menos y se arrugan más – me dice y suelta un carcajada.

-- Largo de aquí, avísale al señor Adán que estoy aquí.

-- Pero no me ha dicho su nombre.

-- Vengo de ‘Expresiones Comerciales’ él me está esperando.

-- ¿Usted viene de la empresa esa de publicidad? – me pregunta mientras me mira de arriba para abajo, me hace sentir incómodo.  

-- ¿Qué? ¿Tengo algo mal?

-- No nada.

-- Háblale por favor. Tengo hambre y me quiero ir temprano hoy.

-- Lleva prisa – me comentó muy risueño.

-- Sí, esta vida de asalariado me tiene loco, por eso me gusta irme a mi hora.

-- Lo sé, los jefes son un asco, el mío me hace trabajar a veces, trece horas al día, es un tirano – me dice con un gesto de flojera.

-- ¿Trece horas? Pero ese hombre es un criminal, no te tiene de empleado, te tiene de esclavo, miserable sujeto cochino – comenté, no me gusta que abusen de nosotros los trabajadores, aunque a veces si holgazaneamos y nos merecemos una sanción, pero no siempre nos portamos mal, bueno, yo casi no, o bueno, mejor lo dejamos así.

-- Sí, ojalá usted pueda decirle eso en su cara, ese tipo es un cerdo.

-- Pues no sé si pueda, pero… ay muchacho, solo aguanta un poquito más y lo mandas a volar, es más, tengo un amigo que a veces solicita empleados para su negocio de ropa, le preguntaré si tiene vacantes y te llamaré para que dejes este horroroso lugar.

-- ¿En verdad? Muchas gracias, de verdad.

-- Bueno, ahora llama a ese cara de palo.

-- ¿Seguro que usted viene de ‘Expresiones’?

-- Sí, llámalo por favor – ya no siento tanto rencor hacia ese asesino que usa de arma los balones. Pobre, es un esclavo.

-- Bueno. Enseguida regreso – luego de ello desapareció tras cruzar una puerta.

 

Mientras espero, miro el lugar, no es muy grande, pero tampoco es un local de 4x4, es más bien mediano y bien surtido, tiene uniformes de diferentes equipos de futbol, trofeos, ropa deportiva, calcetas, cascos, chamarras, bastantes cosas hay por aquí, me asomo a la vitrina principal y puedo ver una serie de medallas, son bonitas, yo nunca he ganado nada, ni siquiera pude gana el concurso de disfraces de la primaria porque mi disfraz de Batman era de cartulina, llovió y se destrozó, un amargo recuerdo para…

 

-- Eva, ¿Dónde está Eva Noriega? – Ese maldito nombre otra vez. Siento la vena de mi frente saltar, ese muchacho me llamó Eva, me volteo, estoy dispuesto a masacrarlo aunque sea con la carpeta de los clientes, mi mirada asesina se dispara, imagino que le arranco la cabeza y la tiro a un baldío como advertencia a todos los zoquetes que me digan ese nombre, me acerco amenazante al dependiente ese – Buenas tardes, soy Adán Alejandro Solís, el dueño de la tienda – el chico se presenta y me sonríe, me detengo en automático, o sea que ¿Ese chico del balón es el dueño?

-- ¿Tú eres el cliente que vengo a ver?

-- Sí, yo soy Adán Alejandro y soy el dueño de todo esto que tus ojos pueden ver. Por cierto, gracias por lo del empleo, pero este cara de palo ya tiene uno – siento mi cara enrojecer, quiero que la tierra me trague, pero, pero es que yo no sabía, ¡Ese patán me tendió un trampa!

--Lo siento por eso, yo no sabía – miserable, tramposo y mentiroso.

-- Descuida, digamos que estamos a mano, yo casi te golpeo y el cara de palo me lo tenía merecido – sonríe, este chico no se preocupa tanto, ahora que descubro que él es el dueño debo cambiar mi actitud, pero qué iba yo a saber que ese muchachito de cabello corto, color castaño, con un poquito de barba y vestido con unos pans color gris, tenis de tono verde fosforescente y camiseta de deportes iba a ser el dueño.

-- Perdone eso de cara de palo, a veces me excedo, vengo de ‘Expresiones Comerciales’ soy – no pude terminar porque él me interrumpió.

-- Eva Noriega, ya veo – se acercó y vio mi gafete el cual mientras esperaba me había colocado en la camisa – Pensé que vería a una chica, me dijeron que me entrevistaría con Eva Noriega y no pensé que Eva fuera mujer – seguramente esa bravucona de Sylvia debe estar revolcándose de la risa en su sillón, lo hizo a propósito.

-- Sí, pero no, mi nombre es Evan, con N al final, Evan de hombre, macho, muy hombre y masculino – aclaro, no me gusta que me confundan con una mujer.

-- Se nota, se ve que eres hombre – se rio, ¿Está burlándose de mí?

-- Perdón Eva… ¡Digo! Evan, hombre muy masculino – se rie, siento que lo odio, que asco me da.

-- ¿Quiere firmar el contrato? – voy directo al grano. Ni siquiera le expliqué de qué trataba todo su paquete de publicidad, solo quería que firmara y ya.

-- Tranquilo, amigo, espera siquiera a que me digas de qué va todo el rollo y ya decido, digo, que tenga veinticinco no significa que sea una papa enterrada en los negocios, no por nada tengo esta tienda.

-- Perdón señor negociante experto, le explicaré su paquete publicitario para que el maestro de las tiendas no pierda dinero – sarcásticamente le dije y comencé a explicarle, mientras yo hablaba él me miraba atentamente con una sonrisa, al parecer el único enojado era yo, porque él seguía como si nada - ¿Le queda claro al experto del retail o le quedaron dudas? – lo que más me molestaba era que él siguiera sonriendo, muy fresco el hombre.

-- Muy bueno, por dos meses tendré comerciales en radio y espectaculares en la ciudad, me parece perfecto, Eva… Digo, Evan – me guiñó el ojo, se burlaba de mí, respiré hondo, no debía matarlo, no aún, ¡Odio el trabajo de campo! Le extendí el contrato y le acerqué una pluma, y en esos instantes imaginaba que se la clavaba en la garganta y lo dejaba morir desangrado. Leyó las cláusulas, las penalizaciones y sus derechos, firmó y ¡Por fin! Era trato cerrado – Aquí tienes – me entregó los documentos, lo firmé como testigo, los volví a guardar en mi carpteta, y me disponía a ir – Espero que nos volvamos a ver, Eva…– volteé mi cuerpo dispuesto a decirle hasta de lo que iba a morir cuando terminó de hablar – Con N, Evan – soltó una carcajada, respiré, no debía cometer un crimen.

-- ¡Vete a la mierda! – le grité sin importar que fuera un cliente, la política de la empresa es: el cliente siempre tiene la razón, pero en este caso, el cliente se puede ir por donde nació y no existir nunca más.

 

Salí de ese lugar mientras escuchaba las carcajadas de ese sujeto, pero ha de ver lo mal que le irá, si bien dice el dicho, al que obra mal sele pudre el tamal, y el de ese tipo debe estar bien putrefacto, ¡Idiota!

 

 

 

 

Pasé a tomar un jugo de naranja al parque del centro, debía relajarme, ese muchacho me hizo pasar un muy mal rato, si bien dicen que los niños son molones, pero bueno, tengo veintiséis, tampoco es que haya una gran diferencia entre los dos, pero él se ve mucho más joven que de la edad que tiene. En fin, debo seguir, el siguiente cliente es, le di un último sorbo a mi jugo para luego poner el vaso a un lado de la banca en la cual estaba sentado.

 

-- El próximo es – revisé mis documentos – Adán Gregorio González – me dije seriamente, pero luego caí en cuenta de algo – ¡Ay no! Otro Adán – dije con pesadumbre. Solté un suspiro, espero que esta vez me vaya mejor. Me puse de pie y empecé a caminar, al mal paso darle prisa.

 

 

 

El centro de la ciudad es un caos a toda hora, decenas de personas andan por las calles de un lado a otro, es el centro y el centro jamás descansa. Voy guiándome por mi dirección escrita en mis papeles, debe ser un lugar serio si se trata de un bufet, el número tres, el cuatro, pero no veo el cinco, que es el que busco. Miro de un lado a otro, pero no lo veo. Noto a un vendedor de dulces a un lado de la puerta del inmueble marcado con el número cuatro, nada pierdo con preguntar.

 

-- Buen día señor, estoy buscando el número cinco de esta calle, ¿Me podría decir cuál es, por favor? – el hombre mayor, deja de lado el periódico que lee y me mira con sorna.

-- Es el edificio grande aquel, de enfrente, que en la parte de arriba tiene el número cinco en tamaño gigante – miro a donde me señala y me siento como un completo imbécil, en efecto el lugar que busco es ese edificio con grandes ventanales y que a la mitad de su altura total tiene el número cinco en color dorado.

-- Gracias – mi suerte no cambia sigue siendo horrible. Me retiro antes de seguir quedando como baboso.

 

 

Entro a ese lugar, es bastante elegante por dentro, hay plantas de ornato, huele a madera, hay una recepcionista que me pregunta a donde voy cuando apenas entré, este servicio es de primera. Luego de decirle de donde venía, revisó su agenda y se dio cuenta que efectivamente tenía una cita, por lo mismo me indicó que subiera por el elevador y que llegara al piso cuatro, ahí me recibiría el abogado indicado. Asentí y anduve. Era hora de cerrar un trato, al menos parece que este señor si es una persona honorable, decente y respetuosa. Se abrió la puerta del elevador y lo primero que vi es salir de una oficina a una muchacha hecha un mar de lágrimas.

 

-- Sí licenciado, en seguida lo arreglo, disculpe usted – me quedé helado, la gente de este piso anda muy tensa, lo puedo sentir, creo que ya me quiero ir, comienzo a sentir miedo.

 

Ni hablar, debo cumplir con mi trabajo, inhalo y exhalo, avanzo y llego donde la chica que estaba llorando.

-- Disculpa que te moleste, pero necesito pedirte una información – la chica se sacudía la nariz con unos kleenex que tenía en su escritorio.

-- Dígame – me contestaba sin dejar de llorar.

-- ¿Estás bien? – antes le pregunté, no quería verme descortés.

-- Si…– asintió, me miró y su labio comenzó a temblar – No, me regañaron, hice mal una cita, no se apareció la persona para la junta y el licenciado González está hecho una furia, casi me despide – hasta a mí me dio miedo, me recordó por unos segundos a Sylvia, como aquella vez que nadie le avisó que la esposa del dueño de la empresa llegó y ella estaba viendo en su cueva la novela de las doce, ese día la regañaron por estar perdiendo el tiempo, y sin tardarse mucho se desquitó de todos nosotros por no haberle avisado, salimos de trabajar a las diez y media, y pobre de aquel que se quejara, la odiamos desde aquel viernes negro.

-- Lo siento, ese señor es un grosero, pero no llores, no le des el gusto.

-- Es que, si me despide, si me despide todo seme complicará.

-- No te preocupes, si quisiera despedirte seguramente lo hubiera hecho, tú tranquila, que ese ogro no te despedirá – le sonreí, ni siquiera la conocía pero, vamos, si yo estuviera en el drama porque Sylvia me puso como lazo de cochino, agradecería que alguien me consolara.

-- Gracias – me dice y mira mi gafete - ¿Eva? – y dale, ¡Ese maldito nombre otra vez! – ¿Te llamas Eva?

-- No, no. No soy Eva, con un demonio, soy Evan, con N – me desespera que me llamen Eva, la chica me mira asustada, creo que me excedí – Disculpa, olvídalo, solo quiero saber dónde puedo encontrar el abogado – siempre olvido los nombres de los clientes – El abogado Adán Gregorio Gonza…– acababa de caer la cuenta, creo que ese tal licenciado González, la bestia iracunda regaña secretarias y el abogado Adán Gregorio eran la misma persona – ¡Ay no! – miro a la puerta que tenía justo frente a mí.

-- ¡Ay no! – ella también se asustó – ¿Quién eres? – temerosa levantó el teléfono, debía anunciarme.

-- De Expresiones Comerciales – respondí mecánicamente, no quería entrar ahí.

-- Disculpe que lo moleste pero la persona de ‘Expresiones Comerciales’ acaba de llegar – la escuché y me estrujé de los nervios, luego vi que la secretaria cerró los ojos apretándolos fuertemente, al parecer la habían reprendido – Pase joven – con las manos juntas como si estuviera rezando me indicó que entrara.

-- Gracias… creo – respiré hondo.

 

Toqué, me dijeron pasa y entré. Al estar en esa oficina quedé sorprendido, las paredes tenían toques de madera pulida y reflejante, los ventanales daban una claridad extraordinaria, y ahí frente a su escritorio y como todo un mandamás, él, el abogado leía unos documentos antes de alzar la mirada y por encima de sus gafas de armazón delgado escanearme.

 

-- Buen día – le dije y sonreí, él me miró con una seriedad que asustaba, su cara cambió a un gesto de irritabilidad. Tomó el teléfono y habló a su secretaria.

-- ¡Ven inmediatamente! – colgó y me miró furioso. Rápidamente tocaron la puerta y la chica se adentró - ¡¿Dónde demonios está la mujer?! – gritó y por la fuerza cerré los ojos, me asustó.

-- ¿Cuál mujer, licenciado? – la chica se veía confundida.

-- Eva Noriega, de la empresa de publicidad, la estoy esperando y dejas pasar a este sujeto ¿Es que nada puedes hacer bien? – abrí los ojos desmesuradamente, Eva, Eva, Eva… es como si me jalaran de los… de los… de los cabellos cada vez que me dicen ¡Eva!

-- Licenciado es que yo… – apenas iba a excusarse pero el tipo no la dejó hablar.

-- ¡Largo! Estás despedida, fuera de aquí – me quedé helado, me retracto, este sujeto a parte de ser un patán es peor, mucho peor que Sylvia…

 

 

 

 

CONTINUARÁ...

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura! Si quieres seguir esta historia en wattpad pica la liga.


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