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La Manzana Prohibida (Destiel AU Omegaverse) por Babaau

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Dean despertó por la mañana, sintiéndose extrañamente animado sin saber por qué. ¿Era algo que había soñado...?

Manteniendo los ojos cerrados se obligó a hacer memoria, pero las imágenes que vinieron a su mente no pertenecían a sueño alguno: El motivo de su buen humor tenía nombre y apellido... y unos labios deliciosos... y un aroma que provocaba en Dean todo tipo de pensamientos impuros, para nada dignos de un príncipe recatado.

Sin poder evitar ruborizarse, sonrió y dejó que su mente vagase por el recuerdo del día anterior, especialmente la forma en que Castiel había cambiado todo con aquellas simples pero excitantes palabras: "No estoy realmente seguro de querer ser tu amigo"...

Pues Dean sí estaba seguro. Estaba seguro de que no quería serlo en absoluto.

Sintiendo como su corazón bailaba en su pecho lleno de expectación, el príncipe se puso de pie de un salto y se estiró para tomar su atuendo de salir. Sin embargo, no había llegado a ponerse más que la camisola de vulgar algodón cuando la puerta de su alcoba sonó con discreción, abriéndose casi de inmediato.

-Tenga usted buenos días, Alteza -Garth le deseó con una profunda reverencia tras entrar, como todos los días. Dean a duras penas logró tirar el resto de la ropa sobre el pesado dosel de la cama a tiempo, poniéndola a resguardo de los ojos meticulosos del beta.

-B--Buenos días, Garth. -Repuso, incómodo. Su ayuda de cámara no solía aparecer tan temprano a menos que lo hubiesen mandado. -¿Qué haces aquí?

-Su Majestad me envió a despertarlo. Dijo que... tiene algo que hacer. -Murmuró, cohibido, y el Dean sintió como todo su buen ánimo se esfumaba en un instante.

-¿Mi padre? ¿Qué rayos quiere ahora? -Gruñó, disgustado. Había estado mucho mejor sin recordar la discusión con el rey posterior a su fantástico paseo por el pueblo del día anterior.

El beta suspiró apenado antes de hablar.

-No es mi deber decírselo, Majestad, pero... -Se acercó con cautela para susurrarle- Creo que tiene algo que ver con la visita del señor Duque.

Dean bufó, fastidiado. Allí se iba su perspectiva de una mañana placentera en compañía de Castiel y sus ardientes besos.

-¿Te dijo cuándo quiere que vaya? -Preguntó en un último intento por preservar sus planes intactos. Garth asintió mientras buscaba una muda de ropa limpia para ayudarle a vestir.

-De inmediato, Alteza.

-Genial. Jodidamente genial.

Se vistió acorde a la ocasión, manteniendo una expresión indiferente ante la mirada extrañada que el beta le echó a su tosca camisola, y una vez listo salió de su cuarto en busca de su padre. Cuanto antes terminase lo que sea que quisiese de él, más rápido podría irse a ver a quien realmente le importaba.

Ingresó al comedor esperando encontrar allí al monarca, pero en su lugar se encontró con un sonriente Crowley y un ceñudo Sam.

-Buenos días, Alteza -El Duque dijo poniéndose de pie apenas lo vio entrar y dedicándole una solemne reverencia. Dean tuvo que contenerse de gruñir.

-Hola, Crowley. -Repuso de mala gana, acercándose a la mesa para sumarse al desayuno. Luego de tomar asiento se dirigió a su hermanito. -Sammy.

-Ah, hola Dean. -El joven alfa murmuró levantando la vista de su plato de comida casi sin tocar y dedicándole un gesto con la cabeza. Al parecer no estaba de muy buen humor.

-¿Qué bicho te picó? -El mayor inquirió mientras se estiraba para servirse jugo de naranja recién exprimido. Sam suspiró.

-Nada. -Dijo desanimado.

-Claro. Ahora inténtalo de nuevo, pero esta vez más convincente. -Su hermano se burló, irónico. Crowley carraspeó y se apresuró a contestar en lugar del joven príncipe.

-Me atrevería a decir que... ¿Su Majestad está tal vez sufriendo la ausencia de su prometido...?

Dean miró al duque con una expresión incrédula y luego volteó hacia su hermano una vez más.

-¿Estás así por Gabriel? -Graznó- ¿Por qué?

-No estoy de ninguna manera. -El menor repuso, ceñudo.

El omega volteó entonces hacia Crowley con un gesto interrogativo, y éste procedió a ampliar la información.

-Su padre le ordenó al príncipe mantener distancia de su futuro omega hasta la boda.

-¿Y? -Dean se encogió de hombros sin poder entender que ese fuese todo el problema, y Sam chasqueó la lengua fastidiado, levantándose de la mesa con brusquedad.

-Con permiso -Les dijo de mala gana, y se marchó sin otra palabra.

-¿Qué diablos? -El príncipe murmuró, extrañado. -¿Esto es alguna especie de síndrome dramático de Alfa del cual no estoy enterado?

Crowley rió entre dientes y giró sus palmas hacia arriba, como sopesando dos invisibles rocas en cada una de ellas.

-No lo llamaría de esa forma, Alteza, pero... Los alfas son naturalmente posesivos con su pareja. Separarlos de ella a la fuerza puede llegar a volverlos más irritables que lo común.

El príncipe dio un trago a su jugo con el ceño fruncido. Se sentía desconcertado.

-¿Y por eso se pone así? -Bufó, burlón, y agregó en un murmullo: -Yo mandaría a volar esas estúpidas órdenes y lo vería de todas formas si realmente quisiera hacerlo.

-Usted tiene un espíritu naturalmente más rebelde, Alteza. -Crowley repuso con una sonrisita pícara. -Con su carácter hubiese sido un estupendo alfa, si me lo pregunta.

Dean arqueó una ceja, sorprendido por aquella afirmación pero complacido de que alguien por fin se lo concediese. Probablemente fuese una de las primeras personas después de su madre en hacerlo.

Sonriendo, asintió con petulancia y tomó un panecillo de una canasta.

-Ya lo creo que sí. -Dijo con la boca llena de comida. Crowley sólo sonrió con complicidad.

Pasada media hora, al ver que el rey no aparecía, Dean se limpió la boca con su servilleta y volteó hacia el duque.

-Crowley, ¿sabes dónde está mi padre? -Le preguntó, esperando que el noble dijese que no para poder quedar libre de sus obligaciones.

-El rey salió, Alteza. Tenía algunos asuntos que resolver...

Dean sintió como su corazón aleteaba esperanzado: Con su padre lejos tendría tiempo de sobra para irse al pueblo a ver a Castiel.

- ...Sin embargo -Continuó el alfa- Me dijo que usted y su hermano podrían hacerme compañía hasta que él volviera.

El príncipe lo miró desanimado. ¿Ahora tenía que hacer de niñera de los amigos de su padre? Maldita sea.

-¿Mi hermano y yo? -Inquirió intentando disimular su desagrado. Crowley se encogió de hombros.

-Claro que no quisiera ser una molestia para ustedes... De por sí el Príncipe Sam lucía bastante disgustado, no quisiera sumar a su malestar. O al de usted, Alteza.

Dean suspiró. Algo en la actitud sumisa del duque no le cuadraba, pero si su padre había dejado esas órdenes, más le valía obedecer. Podía ser rebelde, pero el príncipe no era estúpido, y agotar la paciencia del rey no estaba en sus planes de momento. Necesitaba cierta libertad de acción para poder seguir escapando del castillo con regularidad.

-Bueno, como sea. ¿Qué se supone que hagamos hasta que vuelva? -Dijo desparramado en su silla, intentando no sonar desdeñoso pero fallando miserablemente en el intento.

-¿Le apetece un juego de ajedrez? -Crowley sugirió tentativamente.

-No gracias. Me aburre el ajedrez. Pero Sam sería perfecto para--

-¿Y qué me dice de una pequeña competencia de tiro? -El duque lo interrumpió, con una sonrisa confiada.

-¿Tiro? ¿Tú? -Dean espetó, despectivo. Por muy alfa que fuera, el Duque no tenía fama de dedicarse a los deportes en absoluto. Sería pan comido ganarle.

-No me subestime, Alteza -Crowley se defendió -Tengo una excelente puntería... ¿quiere que la pongamos a prueba?

Dean suspiró y se encogió de hombros. Si no tenía otra opción más que acompañar a Crowley, prefería pasar aquel rato haciendo algo entretenido, a tener que mirar en silencio su estúpida y altanera cara.

°

Sam se mesó el cabello con fastidio. No había sido su intención reaccionar como lo había hecho, pero no soportaba que Crowley hiciese suposiciones sobre su vida privada... Claro que, como futuro rey, sería casi imposible que pudiese mantener la discreción en todas sus acciones, pero al menos no quería que estuviese en boca de todos que lo incomodaba no poder ver a Gabriel.

-Vamos, no puede ser tan terrible, viví años sin saber siquiera de su existencia, algunas semanas se pasarán pronto. -Se dijo a si mismo, en un intento desesperado de autoconvencerse. Jamás había sentido semejante necesidad de hacer algo en su joven vida como ahora sentía el deseo de rastrear a su omega... Pero debía ser paciente.

Abatido, decidió que lo mejor sería distraerse. Por empezar buscaría a Dean y se disculparía por su reacción.

-¡Sammy! -Su hermano exclamó entusiasmado en cuanto lo vio acercarse al patio de armas. Al parecer estaba disparando su ballesta, bajo la mirada atenta de Crowley.

-Oye, Dean, disculpa por lo de antes-- Comenzó en un murmullo, pero el omega lo interrumpió:

-Tranquilo viejo, todos tenemos derecho a estar de mal humor -Le dijo dándole una palmada amistosa en el hombro- Sin resentimientos.

-De cualquier forma no debería haber reaccionado así... -El alfa insistió, más como un reproche a su propia actitud posesiva para con Gabriel que otra cosa. Dean lo desestimó con un gesto de la mano.

-Olvídalo. Por cierto, llegaste justo a tiempo... Crowley te estaba buscando-Agregó más fuerte, girándose hacia el duque. El mismo los observó con una sonrisa inocente.

-¿Crowley...? -Sam inquirió en un susurro confundido.

-¿Alteza...? -El duque inquirió también.

-Claro, dijiste que querías jugar ajedrez, ¿o no? -Dean exclamó triunfal- ¡Adivina quien adora jugar ajedrez!

-Dean, yo no... -El joven alfa comenzó entre dientes, pero se detuvo cuando Crowley habló.

-Aún no hemos terminado nuestra competencia, Mi Príncipe. ¿Acaso está haciendo esto porque teme que le gane...?

El omega sintió un horrible escalofrío al oír aquella fórmula de cortesía tan melosa de labios de alguien tan espeluznante, pero decidió ignorarla. Entonces, tomando su ballesta cargada, se paró frente a la línea de tiro en la que el duque había estado disparando y con absoluta confianza lanzó una flecha al blanco. La misma se incrustó de lleno en el centro de la diana, partiendo la última saeta que el alfa había lanzado a la mitad.

-Creo que ahora sí podemos darla por terminada -Dijo, altanero, dejando la ballesta en manos del duque. Sam rió por lo bajo y Crowley esbozó una sonrisa sin humor.

-Gran tiro, Alteza... -Repuso entre dientes, y el príncipe se encogió de hombros.

-Te dije que no era buena idea competir conmigo. Ahora, si me disculpan... estoy algo cansado, me voy a ir a recostar. ¡Disfruten el ajedrez!

Y tras guiñarle un ojo a un fastidiado Sam, se retiró.

-Es tu turno de hacer de niñera, hermanito. Yo me largo de aquí. -Pensó para sus adentros mientras aceleraba el paso rumbo a su cuarto, en busca de su ropa más modesta para por fin salir a la libertad.

° ° °

-Aquí tienen, gracias por su compra. -Castiel entregó varias hogazas de pan recién horneado al grupo de jovencitas que había entrado a su tienda como todos los días, y aceptó las diminutas monedas de cobre que ellas le entregaron a cambio.

No era infrecuente que las omegas se moviesen en grupo, pensó para sus adentros mientras guardaba el dinero en una pequeña bolsa y observaba a las jóvenes dirgirse a la salida, cuchicheando ruborizadas. Normalmente lo hacían para protegerse entre ellas de los alfas que pudiesen querer molestarlas... pero a veces tenían otros motivos muy distintos.

La puerta se abrió y un aroma conocido y esperado llegó hasta Castiel, quien sintió su corazón bombear con fuerza. Levantó la vista y vio como las mismas chicas que habían batido sus pestañas frente a él momentos atrás ahora le dirigían tímidas sonrisitas sofocadas a Dean, mientras al mismo tiempo se lo devoraban con la mirada. Una de ellas hasta le deseó "Buenos días, alfa" antes de salir.

El joven por su parte les sostuvo la puerta, galante, alzando su mentón como un buen alfa soltero haría... Pero a Castiel no lo engañaba.

Se acercó al recién llegado con sigilo, mientras éste cerraba la puerta, y aguardó. Al voltear, el muchacho se sobresaltó: No lo había oído acercarse.

-¡Buenos días! -Exclamó con la voz apenas más estridente que lo normal. Castiel le sonrió ampliamente.

-Comenzaba a creer que no vendrías- Le dijo en un cálido murmullo, acortando la distancia entre ambos. Dean aspiró aire con fuerza antes de responder.

-Lamento la demora, tuve algunos... inconvenientes familiares que atender.

-Nada grave, espero. -La voz del alfa se suavizó.

-Oh no, simplemente tuvimos visitas inesperadas y no pude irme tan pronto como hubiese querido... Tedioso, pero no grave.

-Me alegra oírlo -Castiel le dijo tomándolo entonces de la barbilla y depositándole sin preámbulos un suave beso en aquellos deliciosos labios. Dean se estremeció al contacto.

-Vaya... tú sí sabes cómo recibirme. -Le dijo con una sonrisa juguetona, a milímetros de él. Castiel delineó su mandíbula con una suave caricia, descendiendo luego hasta la base de su cuello en donde su pulso latía con fuerza, y el omega suspiró, con los ojos cerrados.

-Espero que tu familia esté de acuerdo con esto... -El alfa murmuró mientras se inclinaba para depositar cálidos besos por el mismo recorrido que su mano había trazado segundos antes.

-N--No veo por qué no habrían de estarlo... -Dean repuso con la voz cortada por la excitación.

-Bueno... -Continuó besando la tersa piel del joven hasta llegar a la unión de su cuello con su hombro, donde aspiró su intensa fragancia. -Ya sabes, las familias, normalmente... no suelen confiarle a un alfa el honor de... sus hijos omega. -Remarcó cada pausa con un pequeño beso, y por último le propinó un levísimo mordisco en su zona más sensible, haciendo que Dean gimiera instintivamente a pesar de la sorpresa de sus palabras.

-Y--Yo no soy... -Balbuceó haciendo un esfuerzo por recuperar la cordura mientras se alejaba un paso de Castiel, quien arqueó una ceja escéptico. Dean determinó entonces que sería inútil mentirle. -¿Cómo lo sabes?

-Pude oír a esas jovencitas llamarte Alfa, y Jack insiste en que eres uno pero... No hueles en absoluto como un alfa para mi.

-N--No es posible... -Dean se sentía en partes iguales alarmado y excitado aún.

Castiel volvió a acercarse a él y lo tomó por el rostro, mientras observaba distraído cada detalle de las facciones del joven.

-¿Cómo lo haces? -Inquirió en un grave murmullo, intrigado. -¿Es un hechizo o algo así?

El omega suspiró mientras disfrutaba del cálido roce de las manos del alfa en sus mejillas, y rebuscó entre los pliegues de su capa la pequeña botella de la poción. Cuando la encontró, se separó de Castiel y le entregó dicha pócima para que pudiese inspeccionarla.

-Es la única forma de escapar de mi prisión domiciliaria. -Se explicó, apenado -Como bien dijiste, en verdad mi padre no aprueba que salga de mi casa dada mi... condición.

El alfa asintió en silencio, asombrado. Jamás había tenido en consideración el alcance de las complicaciones de la vida de un omega, particularmente de uno de buena cuna como evidentemente Dean era. 

Devolviéndole la botella para que pudiera guardarla, se cruzó de brazos y frunció los labios, pensativo.

-¿Qué ocurre? -El joven inquirió, apesadumbrado.

-No lo sé, Dean... ¿está bien que estés aquí, entonces? Claramente eres un joven de alcurnia, y yo-- 

-Hey, hey. -El príncipe lo interrumpió, aferrándolo por los brazos y haciendo que los descruzase con suavidad. -Es mi decisión estar aquí, ¿de acuerdo? -Dio un paso adelante, pegándose a Castiel mientras guiaba sus manos para que lo rodeasen por la cintura.- No me interesa tu dinero, Cas, me interesas tú.

El alfa sonrió posando su frente contra la del omega, mientras este ascendía ahora por sus brazos hasta rodearle el cuello con las manos.

-¿Cas? -Dijo en un murmullo grave, suave como una caricia -Nunca nadie me había llamado así.

-Bueno, supongo que hay una primera vez para todo, ¿cierto? -Dean repuso con una brillante sonrisa, y Castiel no pudo resistirse más a su belleza.

-Supongo que sí. -Ronronéo contra sus labios, antes de volver a apresarlos en un profundo beso.

-Oye, aguarda -Pocos segundos después el omega se alejó apenas de él para poder hablar, pero sin soltarlo. -¿Qué hay de Jack? ¿Dónde está?

-Duerme su siesta. Si lo conozco, despertará en los próximos cinco minutos y nos interrumpirá con su tierna vocecita.

Dean rió quedamente, y Castiel sintió su corazón bailar. Aquel joven lo fascinaba.

-¿Dónde estábamos, entonces? -Inquirió el omega, estirándose en brazos del alfa para que pudiesen volver a besarse. Éste sonrió una vez más y lo correspondió sin perder tiempo.




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