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La Manzana Prohibida (Destiel AU Omegaverse) por Babaau

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-¡Papi! -El niño exclamó y corrió a abrazar al alfa. El hombre lo tomó en sus brazos con facilidad y lo aferró con fuerza, mientras el pequeño volvía a hablar -¡Este señor me defendió de los niños que me molestaban! -Le contó, asombrado. El hombre arqueó una ceja con escepticismo.

-¿De veras? -Dijo con aquella increíble voz, tan grave. -¿Y qué más hizo este señor?

-Me dijo que soy más fuerte que ellos y que debería darles una paliza por mirarme feo... -El pequeño sentenció, apenado, y su padre bufó.

-¿Eso hizo...? -Dijo con frialdad, y Dean por fin recuperó el habla, aunque algo aturdido aún.

-Y--Yo no quise hablar mal de su crianza, señor. -Se disculpó- Simplemente me sorprendió que el pequeño, dada su posición, tuviese problemas para defenderse.

-¿Dada su posición? -El alfa repitió, remarcando las palabras con acidez mientras dejaba al niño en el suelo nuevamente. El pequeño comprendió por la expresión de su padre que debía marcharse, así que tras echarle una última ojeada a su salvador desapareció por una puerta trasera.

Dean tuvo que tragar saliva al sentir la intensa mirada del alfa posarse sobre él.

-Quiero decir... -Murmuró, indeciso- El niño es un alfa.

-Sí, lo es. Aunque dudo que ese sea motivo suficiente para convertirlo en otro brabucón que resuelva sus diferencias a golpes. -Sentenció el alfa, serio.- Él pueblo tiene suficientes de esos ya.

-Pero si no aprende a defenderse, esos mismos brabucones no dejarán de molestarlo nunca, como quizás hubiesen seguido haciendo si yo no hubiese llegado a tiempo para echarlos. -Dean se defendió, recuperando de a poco su usual soltura. El otro achicó sus ojos azules y lo examinó con detenimiento.

-Le agradezco su oportuna intervención entonces, señor, pero le pediré que me deje la parte de la crianza a mi. Jack es un niño gentil, y pretendo que lo siga siendo.

-Ser gentil no tiene que significar ser débil. -Dean gruñó, ofuscado. Quizá aquel hombre era atractivo pero también era un idiota. El aludido se cruzó de brazos, con el ceño fruncido.

-En eso estamos de acuerdo. -Convino con seriedad- No quisiera que mi hijo fuese acosado porque otros confundan su renuencia a pelear con debilidad.

-¿Eso es una indirecta? -Dean le ladró, sintiendo como su sangre comenzaba a hervir en sus venas.

-No. No se me dan bien las indirectas, si deseo decir algo lo hago y ya. -El alfa sentenció, mirándolo tan fijamente que Dean sintió que sus mejillas comenzaban a arder también. ¡Qué fastidioso era ese tipo!

-Me alegro por usted -Repuso, altivo.- Ahora, si me disculpa... Tengo cosas que hacer.

El alfa se hizo a un lado para dejarlo salir, pero justo cuando la mano del príncipe tocó el picaporte murmuró, mordaz:

-Creí que habría entrado a mi tienda con un mejor propósito.

-¿Disculpe? -Dean inquirió despectivo, volteando a verlo.

-Pensé que querría comprar algo además de sermonear a otros sobre su comportamiento erróneo.

-Iba a hacerlo. -El omega admitió con sorna, haciendo caso omiso de su provocación verbal.- Pero desistí al descubrir que la mercadería tal vez se vea bien, pero resulta desagradable al probarla.

-Vaya, me apena oír eso... Que tenga buenos días, entonces.

-Sí, usted también... -El príncipe murmuró de mala manera, abriendo la puerta del local para salir pero cerrándola de inmediato nuevamente. -¿Sabes qué? No. -Murmuró enfurecido, avanzando en un par de zancadas hasta el alfa y pinchándole el pecho con un dedo acusador. -¡Ya en dos ocasiones vi a ese niño amedrentarse y casi llorar ante otros alfas idiotas que no deberían mostrarle sino respeto, así que lamento si no te agradó lo que le dije pero yo sólo le estaba enseñando a defenderse!

El alfa observó a su agresor con los labios fruncidos, mientras éste hacía su furioso descargo. Tenía unos preciosos ojos verdes, labios suaves y llenos, y su tez estaba espolvoreada de doradas pecas como si de un pastelillo azucarado se tratase. Pero lo más llamativo de él, pensó admirado, era su aroma, mucho más fácil de percibir ahora que lo tenía a centímetros de distancia, pero tan distintivo que lo había atraído desde el primer momento. Olía dulce como una jugosa fresa bañada en chocolate, pero con un dejo especiado, casi picante, que lo hacía pensar en el espíritu vivaz e indomable de su emisor... Y era simplemente irresistible.

El joven continuó quejándose frente a él, pero en verdad ya no lo estaba escuchando. El alfa en su interior gruñía, curioso, preguntándose si su piel sabría tan exquisita como olía, y rogando echarlo sobre el mostrador y descubrirlo allí mismo, sin reparos, a la vista de todos...

Horrorizado por sus impulsos, hizo a un lado la mano del otro que continuaba dándole golpecitos con el índice y se alejó rumbo al mostrador, para poder respirar. El muchacho rió sin humor, completamente ignorante del torbellino de oscuros deseos atravesando la mente del alfa en ese preciso instante, y volvió al ataque.

-¿Esa es tu respuesta? -Exclamó- ¿Sólo te irás?

-No tengo tiempo para esto... -El otro gruñó, su voz convertida en un grave murmullo que hizo estremecer al omega.

-Bah, no sé para qué me esfuerzo. Estúpido alfa sin agallas... -El muchacho murmuró, fastidiado, y giró hacia la puerta por tercera vez.

No había dado más de un paso, sin embargo, cuando unas manos firmes lo aferraron y lo hicieron voltear en el lugar, incapaz de resistirse.

-¿¡Oye qué estás--?! -Dean comenzó, escandalizado, pero el otro lo silenció.

-¡Escúchame, tú, maldito niño mimado! -Le espetó con todo su deseo transformado de pronto en furia, apretándole los brazos con tanta fuerza que lo hizo gemir del dolor. -¡Tú no tienes idea de por qué soy como soy, así que no te creas con derecho a juzgarme!

-¡Suéltame, idiota, me haces daño! -Dean gruñó, forcejeando en vano. El alfa era demasiado fuerte.

-¡No vuelvas a sugerir que no me importa el bienestar de Jack, porque he dado todo por ese niño, ¿me oyes!? -Rugió- ¡Así que si crees que tus ropajes costosos y tus modales nobles te dan el derecho a saber mejor que yo qué es lo mejor para él, estás equivocado!

Dean lo fulminó, ofendido por la sugerencia del alfa de que él ostentase su posición elevada en lugar de mero sentido común para estar dando un consejo sobre el pequeño.

-¡Pues tú tampoco me conoces a mi! -Exclamó ignorando la exaltación que corría por sus venas, la cual probablemente fuese producto de la forma violenta en que el alfa lo estaba zamarreando, y no tuviese nada que ver con el calor de su agarre o la intensidad de su mirada azul. -¡Crees que te critiqué por aburrimiento, pero sé bien lo que se siente estar en el lugar de Jack y odio ver a otros niños tener que pasar por eso! ¡Especialmente si es porque sus padres no tienen el carácter suficiente para enseñarles a defender su valor!

El alfa lo empujó de pronto contra la pared más cercana, y Dean no pudo evitar sentir un escalofrío de temor. Por mucho que intentase compensar su debilidad física con coraje, lo cierto es que no dejaba de ser un omega, y eso lo ponía en desventaja. El alfa sin embargo no continuó gritando o apretándolo como hasta hacía un instante; simplemente lo miró fijo, con aquellos relampagueantes ojos azules, y tras parpadear algunas veces lo soltó, bajando la vista al suelo, pero sin alejarse de él aún.

-Tienes razón. -Le dijo en un murmullo, y Dean abrió grandes sus ojos, creyendo por un momento que el golpe contra la pared lo habría aturdido más de la cuenta.

-¿Disculpa?

-Tienes razón, por mucho que clame que la violencia no es la forma correcta de hacerse respetar, mírame. Me heriste con tus palabras y lo primero que he hecho fue doblegarte físicamente.

Dean tuvo que ignorar a su inoportuna mente, la cual de inmediato se puso a imaginar otras formas en que el apuesto alfa podría doblegarlo físicamente si quisiera... ¡Demonios! ¡¿De dónde había salido eso!? Espantado, buscó algo oportuno para responder.

-Eso no importa, yo te provoqué con lo que dije... -Soltó a modo de disculpa. En ningún momento había querido tener que llegar a tanto para ganar la discusión.

-Eso no me justifica para nada. -El alfa suspiró levantando la vista y posándola en él, y Dean sintió una enorme culpa al percibir la pena que sus ojos traslucían. -No tiene sentido que quiera enseñar a mi hijo algo que yo mismo no sé respetar. Me disculpo por haberte contradecido.

-Oye, no... No te vapulees así, no eres tú, yo tengo una habilidad especial para sacar de las casillas al resto, créeme... -El omega dijo intentando sonar despreocupado, y el alfa sonrió con tristeza.

-Por favor no intentes justificar mis acciones, eso sólo me hace sentir peor.

-D--De acuerdo, no las justificaré. Pero yo también te pido disculpas... Es cierto que no sé nada sobre ustedes, no fue justo de mi parte pretender hacerlo y criticar por ende tu forma de hacer las cosas con tu hijo. Estuvo mal.

El alfa escuchó sus palabras mientras sus ojos vagaban por el hermoso rostro de su interlocutor, y se preguntó cómo había podido querer lastimar a un ser tan fascinante. Feroz segundos atrás pero lo suficientemente sensato para disculparse luego, y todo por estar preocupándose por el bienestar de Jack... Suspiró mentalmente. Debería haber agradecido su consejo y ya, pero había algo en él que lo desestabilizaba, algo inquietante que hacía arder su sangre con demasiada facilidad, ya fuese por enojo o...

-¿Me perdonas? -Dean finalizó con toda la humildad de la que se sabía capaz. No era muy común en él disculparse, pero sentía que se lo debía. El alfa asintió casi de inmediato.

-Sólo si tú me perdonas a mi por haberte prejuzgado mal... Y por haberte zarandeado.

-Tranquilo, genero eso en las personas. -Rió Dean, extendiendo su mano a modo de disculpa. El alfa sonrió también, y el muchacho pensó que aquella sonrisa torcida era lo más atractivo que había visto en mucho tiempo. Sin embargo, nada lo preparó para la intensa sensación que lo recorrió de pies a cabeza cuando el alfa estrechó su mano...

Fue como su alguien hubiese derramado fuego líquido por todo su cuerpo, pero no de una forma tan sofocante como cuando pasaba por su celo, sino como un calor constante y agradable que lo envolvió por completo. Los ojos de ambos se encontraron, y el calor se asentó en el pecho de Dean, haciendo que su corazón bombease con fuerza. ¿Qué diablos significaba eso? ¿Y por qué el alfa lo estaba mirando como si él fuese alguna especie de obra de arte?

Alarmado, estrechó con más fuerza la mano del otro y se soltó de inmediato de su firme y placentero agarre. La sensación de calidez lo acompañó unos segundos más, hasta que por fin mitigó, y Dean pudo volver a respirar.

-B--Bueno, creo que... ahora que ésto quedó solucionado, yo... debería irme. -Balbuceó, sintiéndose extrañamente expuesto. El alfa frente a él inhaló con fuerza antes de hablar.

-Sí, ya te robé demasiado tiempo. -Le dijo con suavidad. -¿Quizá pueda recompensarte por la molestia?

Dean observó fugazmente los labios del alfa y de pronto su boca se secó por completo. Sería mejor que se marchase de allí antes de que su mente terminase de salirse de control.

-N--No será necesario. -Le dijo sacudiendo su cabeza tanto para negar cómo para despejarse.

-Insisto. Estoy muy avergonzado por mi comportamiento contigo, permíteme obsequiarte algo a modo de disculpa. -Volteó hacia el mostrador y Dean suspiró aliviado. Su cercanía estaba comenzando a marearlo.

Cuando el alfa, sin embargo, giró nuevamente hacia él con un nuevo ejemplar de aquel dichoso pie en sus manos, el omega tuvo que contener un gemido.

-En serio, no es necesario que... -Comenzó, azorado, pero el alfa lo interrumpió.

-No te irás de aquí con las manos vacías. -Le dijo con firmeza, y Dean hubiese asentido como un obediente cachorro. Diablos, ese alfa era demasiado para él.

-Está bien, yo... te lo agradezco. -Cedió finalmente, aceptando el pastel que el otro le estaba entregando. De inmediato el exquisito aroma llegó nuevamente hasta Dean, pero no provenía de la tarta sino de su apuesto creador. Ese alfa amable por fuera pero tempestuoso por dentro, que a cada momento el omega más deseaba conocer. Debía alejarse de él de inmediato.

-Por cierto... -La grave voz del otro interrumpió sus pensamientos. -¿Cómo te llamas?

-D--Dean. -Balbuceó él, despojado misteriosamente de su usual confianza en sí mismo.

-Dean... -El alfa hizo rodar la palabra en su boca como si la estuviese saboreando, y el omega jadeó. -Espero que podamos comenzar de cero otro día, Dean. Mi nombre es Castiel.

-Un placer conocerte, Castiel. -Repuso débilmente.

-El placer es mío. -El alfa le dijo observándolo con intensidad, y tras pasar a su lado abrió la puerta de salida para él.

Dean se despidió entonces con una torpe reverencia, y casi corrió fuera del local, llevándose con él el recuerdo de aquellos increíbles ojos azules y del embriagador tacto de su piel. Santo cielo, aquello sí se le había ido de las manos...

Caminó unos cuantos cientos de metros a buen paso, hasta que una pregunta invadió su mente. Comprendía que la poción no pudiese reprimir sus propios impulsos de omega, pero... ¿por qué Castiel se había mostrado atraído hacia él, si Dean olía actualmente como un alfa...?

Confundido, continuó su regreso al castillo sosteniendo en sus manos el pie que el alfa le había obsequiado como si se tratase de un magnífico tesoro. Cuando la brisa llevó el delicioso aroma de la tarta hacia su nariz, Dean suspiró.

-Manzana y canela- Pensó. -Huele exquisito... porque huele como Castiel...

Sonrió embobado, y sin pensarlo se dijo a si mismo que no sería la última vez que sintiese dicho perfume.

 


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