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Gotitas de lluvia en mi ventana por MissParnassus

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Notas del capitulo:

Hansel. Joven de estatura ligeramente superior al promedio. Cabello rojo y abundante, lentes de armazón negro metálico, ojos color avellana, complexión media. Es nuevo en la ciudad, acaba de mudarse del Norte tras tomar un año sabático.

 

 

 

Kristoff. Joven de estatura media-baja. Cabello ondulado color negro, igual que sus enormes ojos. Complexión delgada. Siempre se le ve con un libro de literatura diferente. Parece no destacar en ninguna materia.

 

 



Lena. Chica de estatura baja. Cabello castaño claro, rizado y muy largo. Ojos expresivos color miel. Complexión delgada y postura elegante. Siempre sonríe y se muestra alegre.

 

 

 

Aren. Chico alto, de cabello castaño oscuro y ojos verdes. Tiene un aire extranjero y es de familia bien acomodada. No piensa dos veces antes de hablar ni le importa la opinión de los demás.

Los días transcurrieron con normalidad. Cada mañana lo observaba y procuraba sonreírle, aunque de su parte sólo recibía una mirada y, ocasionalmente, media sonrisa discreta. Su indiferencia me molestaba. ¿No podía ser como el resto? No, por supuesto que no podía serlo. Él es especial, él es único.

—   ¿Me estás escuchando?

—   Sí, ¿continuamos? —dije a Lena, a quien, para mis sorpresa, le estaba tomando afecto. Terminamos de comparar los deberes y decidimos salir a tomar aire—. Aguarda, debo hacer algo, ¿te busco donde siempre?

—   Es una cita, esposo.

Caminé con determinación hacia donde se encontraba Kristoff. Lo encontré inmerso en un libro, como de costumbre, ignorando al resto del mundo.

—   ¿Cómo te encuentras? —pregunté colocando mis manos en su banca procurando mostrar tanto amabilidad como fiereza.

—   ¿Quién es tu escritor favorito?

—   Oh, debo pensarlo un momento. Tal vez sea Atwood, o Pratchett. ¿Quién es el tuyo?

—   Atwood me gusta, tal vez sea ella.

Mis ojos se iluminaron con su respuesta. ¿Le gustaba mi autora favorita? Por lo regular nadie la conocía. En efecto, este chico era especial. Su aire de soledad me resultaba atrayente, y el reto de intentar entrar en su mente me fascinaba.

—   Bueno, iré a tomar algo —interrumpió mis pensamientos.

—   Oh, de acuerdo, ¿quieres que te acompañe?

—   No es necesario —declaró mientras se alejaba.

Su actitud, fuera de molestarme, alimentó mi intriga. Esa clase de comportamiento sería considerada descortés y hasta grosera. Pero él era especial. Tenía problemas de integración, saltaba a la vista, igual que su atractivo.

Las clases se intensificaron, lo cual me distanció del resto de mis compañeros, excepto de Lena, quien siempre estaba ahí para mí. Casi sin darme cuenta pasaron dos semanas, luego tres, después cuatro.

—   Me preocupa el examen de mañana —por primera vez pude ver en la chica un gesto ajeno al de la alegría.

—   Sé que será pan comido para ti.

—   Gracias, pero no me siento muy segura, ¿podríamos estudiar por la tarde?

—   Ohh, pues… —Su petición me desconcertó.

—   Te lo ruego, esposo.

—   Supongo que está bien —. Deseaba rechazarla, pero no pude resistir esa tierna mirada de súplica.

—   Me envías tu dirección y llegaré después de la hora de la comida —declaró satisfecha.

—   ¿En mi casa? De acuerdo, parece que es lo adecuado.

—   ¡Gracias! ¡Por eso te amo! —gritó a todo pulmón, provocando las miradas de todo el grupo.

Estaba acostumbrándome al entusiasmo de Lena, a quien ya podía considerar mi amiga, pero esa declaración, aunque hubiera sido simplemente por la emoción del momento, me incomodó un poco. Voltee en dirección a Kristoff, esperando que no hubiera escuchado. Lo encontré con un enorme libro en la mano y su mirada clavada en mí, como el día que nos conocimos. Demonios.

Aquella tarde estudié al lado de Lena. Mi madre respetó nuestro espacio, así que no tuvimos interrupciones. Luego de pocas horas, oscureció, así que me ofrecí para acompañar a la castaña a casa.

—   Acabo de recordar que necesito comprar un regalo de cumpleaños.

—   Se hace tarde, puedo acompañarte a comprarlo y después llevarte a casa.

—   ¡Y me ayudas a elegirlo!

El carácter positivo y enérgico de Lena me hacía sonreír. Nunca creí llegar a ser tan cercano a alguien. En mi anterior pueblo mantuve una actitud de respeto y de cautela hacia todos porque era lo acostumbrado. Me estaba gustando la calidez del contacto humano.

Sin demoras llegamos a la tienda departamental. Había muchas personas en el área que a Lena le interesaba, algunas de ellas eran sus conocidas, así que me disculpé y avisé que iría un momento a ver las novedades en la librería. Ese era un lugar más tranquilo.

Comencé a hojear una novela de ciencia ficción sin mucho interés. Luego de todo lo estudiado no me sentía con ánimos de leer por temor a olvidar los temas del examen. Estiré el brazo para colocar el libro en su lugar pero por mi distracción cayó al suelo, provocando un ruido seco. Mire hacia abajo, donde una figura se posicionó. Era Kristoff, quien se hincó frente a mí y me miró con esos ojos expresivos.

—   Kris…

—   Aquí tienes. Este título me gusta bastante—. Extendió el libro como quien ofrece un tributo, pero sin retirar su mirada de la mía.

—   Gracias —tomé el libro con una mano y le extendí la otra para ayudarlo a ponerse de pie.

Nos quedamos sujetos de la mano un momento. Su piel era tan suave y delicada que temí lastimarlo con mi torpeza. Sentí cómo mi pulso se aceleraba y rogaba porque él no lo percibiera. No intentó liberarse, no movió su mano ni un centímetro. Era yo quien lo tenía sujeto, pero me dio la impresión de que él tenía el control de la situación.

—   Con que aquí estabas, en los libros como siempre — declaró un extraño mientras se acercaba a nosotros. Me superaba en altura, su cabello era castaño oscuro y tenía los ojos verdes. Al llegar al lado de Kristoff, miró fríamente nuestras manos, lo que provocó que yo lo soltara al instante —. Te estuve buscando bastante tiempo. ¿Encontraste lo que buscabas?

—   No lo he buscado, preferí ver los libros.

—   Tan encantador como siempre. Hola, mi nombre es Aren —dijo dirigiéndose a mí—, soy el novio de este apuesto chico —declaró mientras retiraba un mechón de la frente de Kristoff.

—   Un gusto. Yo soy Hans.

—   Mejor nos damos prisa. No quiero conducir tarde por la ciudad.

—   Sí —alcanzó a enunciar el de cabello negro.

—   Hasta luego, Hans —se despidió Aren antes de llevarse a Kristoff de la mano, mostrando poca o nula importancia a las miradas que recibían de los demás.

Giré rápidamente y me dispuse a pagar el libro que aún tenía en la mano. Deambulé por la tienda a toda prisa, sin prestar atención a los productos. Me sentía molesto, triste y bastante perturbado. ¿Cómo era posible que el adorable Kristoff tuviera como novio a semejante imbécil?

No logré aclarar mis pensamientos, la frustración era demasiada. Decidí que ya lidiaría con ello, por ahora debía comportarme del modo adecuado con Lena. La encontré cerca de donde nos habíamos despedido, cargada de bolsas de todos los tamaños.

—   ¡Esposo! —gritó a la distancia.

—   Disculpa la demora —sujeté la mayoría de las bolsas y caminé a su lado el resto del trayecto hasta su casa.

—   Te compré esto —dijo extendiendo una bufanda negra con bordes dorados que sacó de una de las bolsas una vez que estuvimos en la entrada de su hogar.

—   No tenías por qué hacerlo.

—   Pero lo hice de todos modos. Y si no la usas, me pondré muy triste.

Al día siguiente no fui capaz de concentrarme durante el examen. La imagen de ese odioso chico tocando a Kristoff no me abandonaba. Decidí dejar algunas respuestas en blanco y entregué el examen sin darle demasiada importancia al sorprendido profesor. Al salir del salón me encontré cara a cara con Aren, quien portaba el uniforme del colegio.

—   Vine a ver a Kristoff.

—   Está en examen, tal vez demore un poco.

—   ¿Examen de qué?

—   De Historia, ¿no te lo dijo? —pregunté con un aire sarcástico.

—   Tal vez lo hizo. La verdad es que dice muchas cosas y no siempre escucho. En fin, lo esperaré aquí.

—   ¿Estudias en este colegio?

—   Sí. Mi grupo está a un lado del tuyo. Tal vez nunca me viste porque siempre estás con tu novia.

Su actitud despreocupada me molestaba, pero el tono de reto tan natural en él me llegaba hasta los huesos. ¿Por qué estaba con Kristoff? Kristoff debía pertenecer a alguien que valorara su extrañeza, que se preocupara por él y que estuviera a su lado para nunca dejarlo ir.

¿Yo podría convertirme en esa persona?


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