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Indicio de Amistad por yuhakira

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Notas del capitulo:

De nuevo tanta de dos capitulos.

Disfrutenlos.

XV




Alex se quedó dormido luego de que la película terminó. Lo que había empezado como una pequeña lluvia se convirtió en un torrencial aguacero. Las gotas de agua golpeaban con fuerza las ventanas del apartamento. Todo se sentía en silencio, pero en la cocina el ambiente era distinto. Ángel devoraba con premura los labios de Jeyko. Lo había seguido hasta la cocina luego de que este decidiera preparar algo para el almuerzo. En cuanto pudo se amarró a su boca. Jeyko respondió sus besos anhelante, como si hubiera estado esperando con ansias que Alex se durmiera para poder estar a solas con él. Un gemido cálido salió de sus labios cuando Ángel, luego de quitarle la camisa, devoró su pecho. Dejó sus manos enredarse en su cabello mientras él descendía y recorría con sus labios la piel desnuda en la línea del abdomen. Desabrocho su pantalón. Jeyko estaba excitado. Ángel no tardó en sacarle provecho. La respiración de Jeyko se escuchaba pausada y entrecortada. Trataba por todos los medios de controlar su voz, de que sus gemidos y el burdo de palabras obscenas que salían de su boca no fueran más allá del espacio acogedor en que se había convertido su cocina. Tendría para siempre aquella imagen en su memoria. Veía a Ángel arrodillado en el suelo completamente concentrado en hacerle perder la cordura. Se amarró con más fuerza a su cabello cuando aceleró el ritmo con su boca. Cuando sintió que sus dedos lo tocaban entre las piernas su gemido fue más sonoro. No pudo contenerlo. Escuchó el eco en todo el lugar, reproduciendo su voz grave una y otra vez, rebotando en las paredes y ocupando el silencio que hasta ese momento era todo lo que había existido. Los dedos de Ángel se acercaban al único espacio en que su miembro despierto y todavía encerrado bajo la estorbosa ropa podría entrar. Al escucharlo gemir se incorporó excitado. Lo miró a los ojos y continuó con el movimiento suave de sus dedos. Su rostro se contrajo por un momento pero luego los brazos de Jeyko se amarraron a su cuello y el movimiento de sus caderas lo incitaron más. Ángel volvió a devorarle los labios, mientras trataba de quitarse la ropa y satisfacer a Jeyko. Pero el destino le jugó una mala pasada de nuevo y la voz de Alex desde la alcoba se escuchó, haciéndole saber a Jeyko que tenía hambre.

 

—Contéstale, mientras terminó contigo.          

 

Le dijo al oído cada palabra, mientras se entretenía con el lóbulo de su oreja. Lo que menos quería era que Alex lo interrumpiera. Tomó entre sus manos el miembro de Jeyko a punto de estallar y lo masturbó mientras él intentaba inútilmente articular una frase coherente. Finalmente llegó en un gemido silencioso que se estrelló contra los labios de Ángel. Esta vez tampoco sería. La voz de Alex volvía a escucharse desde la habitación recordándole a Jeyko que estaba hambriento. Se besaron por última vez antes de separarse. Jeyko acomodo su ropa rápidamente y luego de lavarse le dijo a Alex que ya le estaba preparando algo que esperara un poco. Ángel impregnado en su olor no pudo más que ir hasta el baño y buscar por sí mismo la forma de calmarse. Antes de volver a la habitación tomó unas latas de malta de la nevera. Alex lo vio entrar curioso por saber dónde estaba. Era obvio que había estado en la cocina con Jeyko. Descubrió en su mirada un poco de picardía que lo divirtió. Recibió la lata de malta consciente de su procedencia, y se preguntó si aquello que había escuchado había sido lo que creía que era.

 

—Tardaste.

 

—Estaba en el baño.

 

—¿A Jeyko le duele algo? —Ángel lo miró divertido y le dijo que no—. Debería tener más cuidado —Ángel volvió a reír, pero no dijo nada más, inseguro de lo que Alex había querido decir.   

 

XVI




Juan alquiló una habitación en un hotel. Luego de dormir un poco se encontró con su abogado, Emanuel lo esperaba impaciente a las puertas del hotel. Según se había enterado, hace días Marleny intentaba que la ley desconociera la paternidad de Alex luego de su reiterada ausencia. Nada de lo que había hecho Juan durante los últimos años valdría ante una corte para demostrar que el dinero pertenecían a Alex y que al menos hacía presencia económicamente. Toda la plata venía de cuentas privadas en el extranjero y ninguna de ellas estaba a nombre de Alex. Sí ella cumplía su cometido, no necesitaría ninguna firma para poder cambiarle el apellido. Por el contrario, lo pondría a él en el ojo del huracán y eso era lo que menos necesitaba. Su abogado lo acompañó hasta el juzgado, donde ella tendría una audiencia la próxima hora. Por eso había tenido que viajar con premura. También se veía venir la posibilidad de que ella denunciara un acoso en su contra, e intentara poner todo el peso de la ley sobre él. Tal vez lo mejor habría sido dar media vuelta e irse, dejar que ella hiciera con su vida lo que quisiera. Él sabía que la niña estaba en las mejores manos, que nadie la cuidaba como ella. Pero antes de volver a su vida tres años atrás, antes de que Alex olvidara todo. Le había prometido que no la dejaría sola mientras regresaban a la ciudad en una flota a oscuras y con olor a humedad. Mientras las manos de Alex temblaban incontrolablemente. Le había dicho. —Que no les falte nada nunca, que sepa que tiene un padre que la ama—. Era su deber cumplir con lo que le había prometido. Ese era su pago por tanto daño hecho. Debía evitar a toda costa que ella perdiera su apellido, la única conexión con su padre.

 

La esperó a la entrada del juzgado. La vio llegar en un taxi, vestida de traje. Iba acompañada por Álvaro. Le cerró el camino sin que ella se hubiera percatado de antemano de su presencia. Entonces ella comprendió que él estaba enterado de sus planes, y entendió que su error había sido pensar en ir a buscar a Alex. Sí tan solo lo hubiera intentado desde el principio, de la forma más disimulada posible habría logrado su cometido mucho tiempo atrás o eso le gustaba crear.

 

—Estás por cometer una estupidez. Da media vuelta y vuelve a casa con tu hija. Borra de tu cabeza cualquier idea que tengas de hacer esto, te lo pido.

 

—No tengo ninguna intención de hacer eso. Es mi hija, yo la he criado, he sido yo quien siempre ha estado a su lado, y tengo derecho a decidir si quiero o no que mantenga el apellido de un hombre que no existirá nunca en su vida.

 

Ella lo miró nerviosa. Si alguno de sus amigos hubiera cruzado en ese momento a su lado habría seguido de largo, pues aquel hombre, de frente a la indefensa mujer, tomaba una forma monstruosa que aterraba al más fuerte de los hombres. Su mirada gélida estaba puesta sobre la mujer que temblaba. El hombre a su lado intentó hacer notar su presencia, dejándole saber que ella no estaba sola. Pero el peso de la voluntad de Juan era mucho más grande en proporción a su tamaño, y el hombre acobardado, decidió tomar por el brazo a quien se convertiría en su mujer y dar media vuelta para volver a casa, seguidos por Juan que en ningún momento se alejó de ellos. —Es un hombre sabio— pensó Juan mientras los seguía. No quería sentirse obligado a cometer alguna barbaridad. Necesitaba calmarse. Mantener los estribos para así convencer a la mujer, sin violencia, sin herir a nadie.

 

Cuando llegaron al apartamento Marleny se sentó en el sofá. Desde que subieron al auto no había parado de llorar. Sabía que ahora después de lo que había intentado Juan aumentaría la vigilancia sobre ella, que nunca, corriera donde corriera lograría huir de él. Estaba resignada. Las lágrimas resbalaban una a una de sus ojos, sin que estos expresaran mayor emoción en ellos. Juan la vio desde la puerta. El rostro triste y resignado de la mujer le agradó, le satisfacía saber que cumplía con su cometido sin necesidad de llegar a mayores. Álvaro no dejaba de interponerse. Buscaba darle aliento. Le decía que lo mejor era hablar con Alex, que él en medio de su locura entendería, que si alguna vez había sentido por la niña algo parecido a un amor de padre sedería por su bienestar. Ella a medida que dejaba que sus palabras le guiarán se convencía de que podía ser posible, finalmente era Alex quien tenía la última palabra. De pronto su mirada tomó una expresión distinta. Volvería a su plan inicial y de esa forma podría tener una vida normal, ser libre, alejar de sus vidas para siempre aquel hombre dañado. 

 

—Jeyko se casará el domingo —Marleny lo miró extrañada—. Alex será su padrino. Les prometí que volvería a tiempo para la boda. En otra ocasión no me habría tomado el tiempo de venir aquí y solo te hubiera dejado un mensaje, uno claro —instintivamente vio con ojos asesinos el hombre frente a ella que evitaba mirarlo—. Pero no me gusta tomar riesgos, para evitar una tragedia, lo mejor era venir, tanto para tí cómo para mí.

 

—¿Me amenazas, tienes el descaro de venir a mi casa a amenazarme? —se levantó y lo encaró enojada—. Pues pierdes el tiempo porque no voy a desistir.

 

—Tómalo como quieras, pero debo volver y no lo haré hasta que solucione esto. 

 

—Inténtalo y todo el peso de la ley caerá sobre ti.

 

—Olvidas que yo soy la ley.

 

Las palabras de Juan cerraron por completo la discusión. Juan no era la ley, pero estaba muy cerca de serlo. Lo había visto con sus propios ojos mover cielo y tierra para que los intereses de Alex se cumplieran. Sabía de sus negocios, del dinero, de todo. Cada cosa que había hecho en su vida, porque él la había dejado ver todo una vez que Alex se enamoró de ella. Le había dejado claro desde un principio que nada podría hacer en contra de Alex sin que él no lo supiera o no pudiera arreglarlo. En aquella época nada de eso le había causado miedo, porque nunca había tenido en sus planes lastimarlo, pero ahora entendía que ese era el momento para haber huido. 

 

Mientras Juan le dejaba ver el objeto metálico en sus manos, objeto que estaba dispuesto a usar si ella no cedía, cayó con todo su peso sobre el sofá y las lágrimas volvieron en un torrencial de lamentos y maldiciones. Álvaro intentó calmarla, ignorando el objeto que amenazaba con su vida, le decía palabras de aliento, pero el llanto de ella no cesaba. No había nada que pudieran hacer, nada que cambiara el rumbo de aquella situación. De repente se vio a sí mismo abrazado a ella, llorando desconsoladamente, mientras pronunciaba palabras inaudibles que buscaban rogar por su vida. La voluntad de Juan era inquebrantable, y siempre había estado dispuesto a llegar adonde fuera necesario. Pero aquella situación era algo con lo que nunca había aprendido a lidiar. Estaba fastidiado, asqueado de la clase de persona que era, de la persona en que se había convertido mucho tiempo atrás. Pero no podía dejarles ver ningún atisbo de duda, pues eso pondría en riesgo cualquier avance que hubiera logrado.

 

De repente se vio sorprendido por la presencia de la niña, que corriendo desde la habitación del fondo se acercaba a él, seguida por una adolescente que temblaba asustada tratando de alejarla de la escena. Guardo con afán el arma en el abrigo y recibió a la niña entre sus brazos, estrechándola con fuerza. La criatura acarició con ambas manos el rostro de Juan y le besó la punta de la nariz. El cuerpo de Juan resbaló por la puerta y una lágrima salió de sus ojos, luego sonrió y la dejó alejarse. Ella había roto su barrera. 

 

—Yo sé que él no está presente. No tengo que explicarte los motivos porque los conoces todos. Esta es la forma en la que fui educado, esta es la herencia de mis padres, es la única forma en la que puedo solucionar las cosas, pero cada cosa que hago parece hacerle daño a él, y si tengo que matarlo o matarte a ti, lo haré, todo lo que evite que ella pierda el apellido de su padre, no voy a desaparecer nunca de sus vidas, mi abogado seguirá viniendo cada mes, yo seguiré enviando dinero, pagare sus estudios, sus clases de valet, de patinaje, de fútbol, lo que ella quiera, estaré el día de su grado, en una esquina donde no pueda verme, ahí estaré. Alex no tendrá memoria de ella, pero yo sí, no hay nada que puedas hacer para evitarlo.

 

—¡El peso de la ley caerá sobre ti!

 

—La ley no sabe de mí. Recuerda que yo no tengo padres, no tengo familia, que fui de un hogar de adopción a otro. Recuerda que trabajo como digitador en una pequeña compañía, ganando un mínimo... para la ley no representó ningún peligro... pero para ti, ese es un tema distinto —se arrodilló frente a ella en el sofá y mirándola directo a los ojos, volvió a sacar el arma del abrigo—. ¿Qué decides entonces?

 

—Vete... solo vete y no vuelvas nunca.

 

Estaba dispuesto a salir cuando la niña, —llamándolo por su nombre con su pequeña voz aguda—, se amarró a sus piernas obligándolo a ponerse a su altura. Le susurró al oído que saludara a su padre por ella, y le entregó un pequeño peluche blanco de orejas largas. —Para él— dijo antes de salir corriendo a su habitación. Le dejó ver a Marleny el peluche orgulloso, restregándole en la cara que aun cuando él no se acordara de ella, ella si se acordaba de él. Salió corriendo del apartamento. Confiaba en que ella no haría nada más en su contra, ni contra Alex. Ni siquiera lo dudó cuando vio llegar la patrulla desde el retrovisor del auto de su abogado. La niñera asustada había llamado a la policía. Había logrado salir antes de que llegaran, más no había nada que temer.


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