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Indicio de Amistad por yuhakira

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Alrededor de las cuatro de la tarde el cielo se despejó. Ángel había recibido un mensaje de Juan en el que le informaba que ya todo estaba solucionado, que llegaría sin tardanza un par de horas después. Alex tranquilo de que su regreso estaba pronto a darse quiso ir a jugar fútbol. Ángel inicialmente se mostró inseguro de querer ir, pero luego de ver a Jeyko cambiado y listo para ir su ánimo cambió. Alex los vería allá luego de que fuera hasta su casa a cambiarse. Se encontrarán a las seis en el fútbol cinco más cercano al apartamento de Jeyko. El otro equipo ya estaba formado entre compañeros del trabajo de Ángel y algunos vecinos del edificio. Ángel decidió que también era oportuno que fuera hasta su casa. El equipo deportivo de Jeyko a pesar de ser de su talla le sentaba mal, y estaba seguro de no poder mantener el control si tenía el aroma de Jeyko encima todo el tiempo. Por eso Alex había aprovechado para sacarlo a rastras del apartamento, sin darle la oportunidad de despedirse apropiadamente de Jeyko quien lo vio entrar en el ascensor divertido de su infortunio. 

 

Cuando Ángel entró en la casa de sus padres, su madre bajó preocupada a ver qué sucedía. Su sorpresa fue grata al encontrarse entre los brazos de su hijo, quien la abrazaba contento de lo que había pasado hasta ese momento. Ella sin embargo lo inundó con un millón de preguntas a las que no pudo contestar. Su madre lo miraba con ojos brillantes queriendo saberlo todo. Preguntaba por Andrea, por Jeyko. Si ya había comprado el traje. Que debía recordar y llevar consigo cuando se fuera. Aprovechando la mención del traje arrastró a Claudia hasta la alcoba y la dejó ver el traje. Ella con un gesto de disgusto le pidió que se lo probara.

 

—Por favor hijo, el traje con que se casó tu padre es mucho mejor que eso, y estamos hablando de una época de pantalones campana, si entiendes lo que digo.

 

—Pero ¿qué tiene de malo?  —pregunto desconcertado de que su madre no compartiera ni entendiera las circunstancias en que lo había comprado.

 

—Todo hijo, todo. —Se acercó a él y lo examinó con cuidado. Se mostró tranquila al encontrar en su memoria algo que podía servirle—. ¿Recuerdas unos años atrás cuando vino tu tío Samuel desde Italia?

 

—¿He? ¿Sí? —dudo.

 

—Sígueme.

 

Claudia lo tomó de la mano y lo llevó hasta el cuarto de ”sanalejo” como lo llamaba ella. Un pequeño espacio abandonado en la casa que tenía para guardar todo aquello que ya no usaba, y a pesar de lo que uno pensaría de un lugar así, el sitio guardaba un exquisito olor a rosas por la dedicación y el empeño con el que la que ella cuidaba toda la casa. En un baúl, escondido bajo una gran mesa de costura se encontraba el traje dejado por su tío venido desde Roma.

 

Hablar de todo eso le causaba una especie de nostalgia que apretujaba su corazón. Su madre estaba tan interesada en que él se viera bien, que él no podía poner objeción. No podía decirle que solo iba a asistir a la ceremonia, y que lo más probable era que abandonara la sala antes de que el padre preguntara si alguien se interponía y él no pudiera controlar su impulso y les arruinara el día a todos. Vio con desgano la forma cuidadosa en que su madre lo desvestía para luego ayudarle a poner una a una las exquisitas piezas del traje gris brillante, que encajaba sobre su cuerpo mejor que cualquier otra cosa que comprara en el pasado. Cuando ella finalmente terminó de apretar el nudo de la corbata lo obligó a mirarse en un espejo con bordes dorados que tenía en la misma habitación y que luego de pasarle un trapo lo dejó verse por completo. Incluso los tenis de tela que llevaba puesto se veían bien con el traje de corte militar sin solapas que marcaba con extremo detalle su cuerpo. Era un desperdicio. Cayó sentado sobre la antigua mecedora de su abuela cabizbajo. Escuchó el rechinar de la madera bajo su cuerpo y vio con desgano el rostro preocupado de su madre, que en un gesto de cariño besó sus cabellos y le dejó saber que envidiaba el hecho de que quien se casará fuera Jeyko y no él, que añoraba el día de verlo en el altar junto a una mujer que tuviera el valor necesario para merecerlo, porque no estaba dispuesta a dejarlo ir con cualquiera.

 

—Ya encontraras a alguien para ti hijo —dijo al final.

 

—Si te dijera que a quien envidio yo, no es a Jeyko si no a Andrea —ella lo miró extrañada y tomó su rostro entre sus manos obligándolo a mirarla.

 

—¿De qué estás hablando? —Ángel se soltó de su agarre y se quitó el traje rápidamente— Sabes que tu padre no lo admitiría.

 

—Olvida lo que dije, no sé ni por qué lo hice.

 

Salió del pequeño cuarto y corrió hasta su habitación a buscar su equipo deportivo, empacó todo en una maleta junto a otro par de prendas. Su madre permaneció de pie en el umbral de la puerta viéndolo empacar desordenadamente. Él intentó salir, pero ella le cerró el paso. Faltaba poco para su encuentro con Jeyko y Alex en la cancha, pero la insistente mirada de su mamá lo detuvo.

 

—Hijo, he visto desfilar muchas mujeres por los pasillos de mi casa, hasta cierto punto teníamos un conteo aproximado con Jeyko, lo veíamos más como un chiste de mal gusto. Un día tuve una conversación con tu padre al respecto, sabes que me dijo: «La única persona que veo que es constante en la vida de mi hijo es a Jeyko, pero él no puede darme un nieto, así que puede entrar a cuanta mujer desee.» Desde entonces no volvimos a hablar del tema. 

 

—Llegaré tarde al partido mamá.

 

—Solo escúchame. Sé que no fuimos los mejores padres, que no estuvimos presentes lo suficiente. Quizás suene egoísta querer enmendar esos errores con los nietos, pero es la única esperanza que nos queda... —Ángel la miró enojado, le reclamaban que les diera algo que él mismo no quería—. Sin embargo, a pesar de no estar ahí siempre supe que había algo diferente en ti,  algo de lo que ni tú te hayas dado cuenta. Cuando llegabas con los muchachos del colegio, yo siempre escuchaba con curiosidad...

 

—Querrás decir las pocas veces que estabas.

 

—Sí, déjame terminar. Alex hablaba de la joven Mary, de Camila, de Paola, Juan también nombraba alguna que ese mismo día le había sonreído, incluso Jeyko lo hacía. Pero tú solo hablabas de Jeyko, de cómo se reía luego de que le jugaras alguna broma a algún maestro o de la forma en que roncaba cuando te quedabas con él. ¿Crees que no lo he pensado antes? No recuerdo un solo nombre de alguna mujer que haya pasado por está casa. Porque incluso cuando estabas con la chica por la que duraste llorando una semana, solo hablabas de Jeyko. Todo este tiempo siempre ha sido él, ahora Jeyko no va a estar más tiempo disponible para ti.

 

—Si mamá, tienes razón, solo estoy confundido eso es todo, olvida cualquier cosa que allá dicho en todos estos años de mi vida. Me concentraré en conseguir una mujer bonita de caderas anchas que sea capaz de darme un hijo, no te preocupes ya lo tengo todo planeado.

 

Sin decir más salió de la casa. Todo el mundo parecía percatarse de lo que pasaba en su mundo menos él. Ella había insistido en la necesidad de que tuviera un hijo, como si eso pudiera resolver sus problemas, como si un niño sacará por siempre a Jeyko de su mente, como si probando de nuevo el cuerpo de una mujer pudiera olvidar lo que ya había sentido con Jeyko. Sabía que ella nunca le haría mención de nada del pequeño incidente a su padre. Pero hasta que ella no lo mencionara él no se había imaginado a sí mismo en la posición de tener que explicárselo, de tener que ayudarle a entender. Hasta ese momento no se había enfrentado conscientemente al hecho de que podría perder a sus padres, de que ellos pudieran darle la espalda. Por primera vez se detenía a pensar en ellos, pero al mismo tiempo se enojaba, pues ellos, que ahora le exigían tener un hijo, eran los mismos que durante muchos años no se habían detenido a pensar en él y le habían dejado solo en incontables noches. No lo podían culpar porque su razón de ser estuviera puesta solo en Jeyko, pues él era lo único que había tenido siempre.

 

Cuando finalmente llegó a la cancha descubrió con sorpresa que Alex ya había llegado. Hacía tiros de calentamiento junto a otros miembros del equipo. Buscó con la mirada a Jeyko, pero no lo encontró. Imaginó que no tardaría en llegar, así que fue hasta los baños a cambiarse. Cuando salía encontró a Jeyko junto a Alex. No la vio hasta que ellos se dieron paso entre la cancha. El cuerpo menudo de Andrea se dejó ver, sus ojos se posaron rápidamente sobre los de Ángel y con un gesto grosero de la mano le dejó saber lo feliz que la hacía estar allí.

 

Después de que se despidió de los muchachos en el ascensor y de volver al apartamento, Jeyko había recibido la llamada de Andrea. Ya le había marcado dos veces ese día, pero no había encontrado la forma de contestarle. Estando solo pensó que podía encontrar la forma de contentarla, pero al hablar con ella no pudo evitar decirle de sus planes de ir a jugar en la cancha de fútbol cinco. Sin más ella se ofreció a acompañarlo. Al llegar a la cancha se había decidido por esperar afuera. No quería entrar y tener un encuentro inoportuno con los dos al mismo tiempo. Cuando vio que el primero en llegar había sido Ángel, se escondió tras la caseta del guarda de seguridad del lugar, quien divertido se burló de su comportamiento. Un par de minutos después llegó Andrea luciendo una espléndida gabardina blanca sobre un pantalón negro y unos encantadores zapatos de tacón negro. El outfit en sí no era muy apropiado para la cancha, pero venía camino del trabajo y Jeyko entendía que no había tenido tiempo de ir a la casa para cambiarse. No pudo evitar pensarlo. Era un traidor de Ángel, de Andrea, de sus propias convicciones. La vio tan hermosa y frágil que al llegar a su encuentro la estrechó entre sus brazos y la besó. Extrañaba sus labios, no había realmente un punto de comparación entre ella y Ángel. Pero no había forma de negar sus sentimientos por ella, y toda la necesidad de protección y ternura que le inspiraba. 

 

Alex se acercó a ellos una vez los vio entrar. Acababa de ver también a Ángel caminando hacia los baños y no le sorprendió la forma en que Jeyko lo buscó con la mirada. Andrea se sujetaba a su cuerpo como si de esa forma no fuera a alejarse, pero cuando el equipo estuvo completo luego de que los demás se percataron del ingreso a la cancha de Ángel, él la soltó alejándose de ella lo más rápido que pudo. Para cuando Alex se dio cuenta Jeyko ya estaba del otro lado de la cancha muy lejos de Andrea, muy lejos de Ángel que estático en su lugar no podía al parecer quitar los ojos de encima de Andrea que con un gesto burlón le mostraba el dedo del medio. Alex adivinó el repentino deseo de Ángel por abandonar el lugar, y sin estar dispuesto a soportar una escena otra vez, se acercó a él rápidamente y jalandolo hacia la cancha le advirtió medio en broma medio en serio que si no jugaba le daría una paliza.

 

Los equipos se dividieron de forma en que Ángel quedó separado de Jeyko y Alex. Durante el encuentro optó por una posición defensiva donde el vecino del piso inmediatamente inferior aguardaba el arco. Los otros tres integrantes del equipo estaban dispersos para el ataque. En el equipo contrario Jeyko ocupó la posición de atacante junto a Alex. Una vez empezó el encuentro Ángel se arrepintió por la posición que adoptó. Trataba a toda costa de quitarle el balón a Jeyko. El resto de los miembros de su equipo parecían estar esperando que su disputa se terminara para poder continuar ellos con el juego, pero Jeyko no soltaba el balón ni se lo dejaba quitar. Finalmente fue Alex quien aburrido por la disputa que no llevaba a nada, alzó a Ángel por la cintura dándole camino libre a Jeyko para anotar el primer gol. Ángel recibió con desgano los reclamos de sus compañeros de equipo y se decidió a ganar el partido. Recibía a Jeyko con fuerza cada que este se acercaba con el balón, recuperaba el balón rápidamente y lo dejaba en manos de sus compañeros. En una de las jugadas, Jeyko se acercó al arco luego de haber recibido el balón por parte de Alex en un pase largo, y sin esperarlo recibió de lleno el cuerpo de Ángel que lo golpeó en el costado. La falta se reclamó desde todos los puntos de la cancha. El cuerpo de Jeyko cayó pesado sobre el suelo y sobre él cayó Ángel que rápidamente buscó alejarse consciente de que su enojo no estaba pasando desapercibido y que de nuevo se comportaba como una novia celosa. Antes de poder alejarse Jeyko lo tomó por las piernas y las jaló lo suficiente para causar una caída. Luego se abalanzó sobre Ángel que boca abajo sobre el suelo no tuvo más que aguantar su peso sobre la espalda. Jeyko se recostó sobre él y le pidió que se calmara, diciéndo más tarde resolvería todo. Ángel buscó alejarse lo más rápido que pudo. Alex cobró la falta poniendo de nuevo el marcador a su favor. Minutos después, luego de recibir un golpe del equipo contrario, Ángel se retiró del partido. Se sentó en las gradas bajo la atenta mirada de sus amigos que temían fuera a abandonar el lugar sin dar explicaciones.

 

Su comportamiento se había vuelto tan predecible para ellos, que cualquier movimiento que hacía, ellos parecían poderlo presagiar con anticipación. Él ya estaba cansado de actuar así. Luego de ir a comprar una botella de agua regresó a las gradas a refrescarse. El partido estaba pronto a terminar. El equipo de Alex luego de su salida había conseguido aumentar a dos tantos su ventaja, ya habían perdido y era parte de su deber completar la apuesta. 

 

Solo un par de minutos después de sentarse en las gradas Andrea se acercó. Trató de no mostrarse disgustado o incómodo por su presencia. Ella solo se sentó a su lado sin decir nada, pero su sola presencia le causaba náuseas. Recostando el cuerpo hacia adelante trató de concentrar su mente en los últimos minutos del partido, trató de guiar a su equipo al descuento, más no podía negar que Jeyko era un mago con el balón. La forma en que lo guiaba con sus pies, como lo llevaba de un lado a otro y como recibía los pases vinieran del lugar que vinieran. Esa era la razón por la que terminaba jugando de defensa en el equipo contrario, porque era el único que podía meterse entre él y el balón. Estaba ensimismado en su cuerpo, en la forma de sus piernas, en el fluir de sus pies sobre la grama sintética. Hasta que sintió el brazo de Andrea posarse sobre su hombro, se giró a verla y sus ojos enojados le desconcertaron.

 

—¿Quién le hizo esas marcas a Jeyko? Él cree que no me percaté, pero es muy obvio.

 

—No tienes de qué preocuparte... fui yo, intenté hacerlo mío esta mañana, pero el bobo de Alex se entrometió y no me dejó hacerlo.

 

—¿Así que vas a encubrirlo?

 

—Te digo la verdad, es tu problema si no quieres creerlo.

 

—¿Por qué debería? ustedes siempre se están cubriendo todo.

 

—Jamás había sido tan sincero contigo. Si no fuera porque piensa casarse contigo el domingo esta noche llegaría a su casa y le haría el amor hasta que mi nombre quedará grabado en su pecho.

 

—Eres asqueroso. Jeyko jamás haría algo así contigo —Ángel no pudo evitar reírse, por su inocencia, y por lo poco que ella misma lo conocía. Sin embargo, no podía dejar de sentir rabia, pues él mismo no era diferente a ella. Ese hombre era un enigma para ambos—. No podría volver a acercarme a él si algo de eso fuera cierto.

 

—Estarías más contenta si te dijera que se acostó con una puta a la que yo le pagué ayer como regalo de bodas.

 

—Pues eso sería mejor a pensar que se acostó contigo.

 

La risa de Ángel se escuchó hasta la cancha. Jeyko le vio hacerlo, y tan bien vio la forma brusca en la que Andrea empujaba a Ángel por la espalda para luego alejarse a otra esquina de las gradas. Su mirada se encontró con la de Ángel una vez que este dejó de reírse y una sonrisa de medio lado surco sus labios. Luego miró a Andrea que con el entrecejo arrugado lo vio enojada y le señaló el lugar donde estaban las marcas cerca a el cuello de la camisa. Entonces recordó las marcas que Ángel le había dejado justo debajo de la clavícula y que a pesar de lo mucho que había tratado de disimularlas, aún eran un poco visibles. Para su alivio el partido terminó, el marcador no había cambiado. Primero fue donde Ángel y se acercó a su oído preguntándole que le había dicho.

 

—La verdad, pero como era de esperarse no me creyó, ahora intenta convencerla de algo convincente que justifique esto —rozando su piel con los dedos señaló las marcas.

 

Lo vio alejarse enojado hasta donde estaba Andrea, ella le pidió que se sentara a su lado mientras entre los demás participantes se cuadraba el pago de la apuesta. Ángel pagó su parte sin problema y pronto todos estaban sentados alrededor de las gradas bebiendo el reconocido merecimiento a su actividad, una cerveza por cada jugador. Alex se sentó a su lado e hizo un comentario sobre la actitud de Andrea, al que Ángel no pudo más que ignorar en un suave movimiento de hombros. Mas sin embargo y a pesar de la mirada asesina que le dirigía Jeyko cada que Andrea le revelaba algo de lo que le había dicho, no podía retirar su mirada de ellos dos. Lo vio todo el tiempo tratando de descifrar qué le diría para calmar y para justificar las marcas en su cuello. Por eso no pudo evitar la sonrisa irónica al ver como ella en una aparente disculpa se amarraba a su cuello besándolo con ánimo. Aun diciéndole la verdad ella no lo creía, aun cuando se lo restregaba en la cara nada conseguía. Ahora debía esperar la reacción de Jeyko, si había perdido su única oportunidad, si eso lo empujará a terminar con todo lo más pronto posible.

 

Andrea y Jeyko se unieron rápidamente al resto de los jugadores. Ángel alcanzó una cerveza a cada uno. Andrea mostró un rostro mucho más animado, dejó que Jeyko la atrajera hasta su cuerpo y la rodeara por la cintura. Nunca lo miró. Ángel hacía comentarios para llamar su atención, pero cada que hablaba el rostro de Jeyko se escondía tras la espalda de Andrea y esta solo reía. Tenía un nudo en la garganta. Deseaba gritarle a la cara que cómo era posible que le hiciera aquello, estaba seguro de lo que iba a pasar, sabía que hiciera lo que hiciera no podría detener la boda, no podría alejarlo de ella, ni obligarlo a decirle que lo amaba. Pero aquello era un insulto. Le molestaba la forma en la que besaba su cuello solo unas horas después de haberse corrido en su mano.

 

Cuando terminaron la segunda cerveza el celular de Ángel sonó. Del otro lado de la línea estaba Juan, quería encontrarse lo más pronto posible con ellos, pero aún no estaba listo para hablar con Alex y responder todas las preguntas que tenía. Por eso le pidió que lo esperara ahí. En el trayecto encontraría una excusa que pudiera ayudarlo a justificar su repentina partida. Pero Ángel no quería estar más ahí, no quería someterse más a esa tortura. Así que sin pensarlo dos veces le dejó saber a Juan que Andrea estaba ahí, que él lo que más deseaba era irse, si quería podía decirle a los demás que lo esperaran, pero que él necesitaba encontrar lo más pronto posible la forma de irse.

 

—No le des el gusto. Sé cuánto te molesta la presencia de Andrea, y Jeyko es el peor imbécil que he conocido, pero no tienes por qué darle gusto a ninguno de los dos.

 

—No entiendes lo que pasa. Esta vez no se trata solo de que tenga problemas con Andrea, no la soporto, ni a ella ni a él.

 

—Ángel escúchame, sé que no crees que pueda entender lo que estás pasando, pero lo entiendo aun cuando no me dices nada. Necesitas tranquilizarte. Cuando te metiste en esto, cuando decidiste permitirte esto debiste también aceptar las consecuencias, eres quien lleva todas las de perder —Ángel no entendía por qué decía lo que decía, pero sabía que a pesar de eso tenía razón—. Necesitó que estés con Alex, él se aburrirá y se irá y después no podré encontrarlo. Sabes cómo es, ¿puedo contar contigo para eso?

 

—Sí, lo siento, estaré aquí no tardes.

 

—Gracias, ya hablaremos tú y yo, no permitas que Jeyko te lastime. 

 

Sintió como se le aguaron los ojos. Respiró hondo antes de volver el rostro hacia donde estaba el grupo. Por primera vez desde que Jeyko se unió a ellos lo miró. Su rostro al igual que el suyo tenúa un gesto triste. Tenía la cabeza recostada sobre la espalda de Andrea que mantenía una entretenida conversación con Alex. Aun la abrazaba, la estrechaba con fuerza entre sus manos, pero su mirada estaba puesta sobre la de Ángel que iba camino a unírseles de nuevo, más su gesto, lo profundo de su mirada no cambió las cosas. Ángel ya estaba herido. Los labios de Jeyko ya se habían unido a los de Andrea. Ella de nuevo le había restregado su unión a él, se había estrellado de nuevo con su posición en esa relación, de lleno. No era más si no el otro en la historia, había decidido recibir las migajas de Jeyko, conformarse con eso, pero dolía.

 

Ángel no era el único que se encontraba en dificultades. Jeyko en el momento en que Andrea se había ofrecido a acompañarlo sabía que todo aquello pasaría, no creyó sin embargo que Ángel le diría todo, eso le había enervado la paciencia, aun cuando ahora se arrepintiera de ello. Le había costado mucho trabajo convencer a Andrea de que en efecto había sido él, pero bajo circunstancias muy distintas a las que él había narrado, sabía que le costaría mucho trabajo mantener esa mentira si ella misma veía las marcas dejadas en el resto de su cuerpo. No era precisamente culpa de Ángel que todas las marcas quedarán ahí, su cuerpo era frágil ante ese tipo de contacto, incluso Andrea con mucha facilidad había logrado enrojecer aún más una de las marcas dejadas por Ángel solo el día anterior y que ya empezaba a borrarse. Por eso había sido fácil decirle que Ángel lo había hecho con el propósito de hacerla enojar, justo lo que había logrado. Aun así, quiso mostrarle a él que no había estado bien. Si estaba enojado, era con él con quien debía desquitarse y no poner su relación en riesgo, mas no pudo mantener su postura por mucho tiempo. Lo vio desesperado, nervioso, buscando de todas las maneras habidas y por haber mantener la compostura frente a sus actos. Lo peor fue verlo hablando por teléfono sujetándose la cabeza. Allí lo vio perderse, vio por fin su deseo de marcharse apoderándose de sí. Sabía que del otro lado de la línea estaba Juan, y no entendía cómo luego de haber cruzado un par de palabras con él había logrado calmarlo. Alex también se había percatado de la situación, había estado atento a todo lo sucedido en esas pocas horas, como Andrea resultaba triunfante a toda la situación, mientras el estado emocional de Ángel se veía cada vez más perturbado. Había intentado entender en más de una ocasión las conjeturas de Juan acerca de la situación de ellos, pero hasta ahora lo había entendido, lo había tenido frente a sus ojos todo el tiempo y aun así no había sido capaz de verlo.

 

Juan no tardó mucho en llegar, por la ropa que llevaba puesta era obvio que había ido hasta el apartamento, tomado una ducha y cambiado de ropa. Había viajado en avión para acelerar su regreso. Estar lejos de Alex le hacía sentirse incómodo. Alex no hizo mayor escándalo al verlo, pero tampoco esperó mucho tiempo para pedirle que volvieran a casa. Juan no puso objeción, sabía que Alex estaba ansioso por preguntar todo lo que deseaba saber a la espera de saber si le diría la verdad o no. Jeyko también quiso partir. El resto del grupo ya había tomado camino y solo quedaban unos cuantos que habían decidido partir a otro lugar donde poder continuar con la fiesta, que según ellos, ya había iniciado. Ángel trató de despedirse. Estaba dispuesto a irse a su casa pero Jeyko lo detuvo, le pidió que lo acompañara a llevar a Andrea hasta su casa. Andrea no puso objeción. Había sentido la forma en que Jeyko se había alejado de ella luego de que Ángel recibiera la llamada de Juan, por lo pronto lo menos sensato que podía hacer era alejarlos, menos luego de que Ángel había tomado por iniciativa propia volver a ser su amigo. No dijo nada, aun cuando Ángel la miró retador esperando se negara y él tener así una excusa para irse, pero no lo hizo. 

 

Se sentó en el puesto del copiloto en el taxi. Andrea se sentó con Jeyko en la parte de atrás. Lo obligó a que la abrazara y recostó su cabeza en su hombro. Ángel descubrió los ojos de Jeyko buscándolo a través del retrovisor. Pensaban en la forma en que se podrían disculpar el uno con el otro. Cuando llegaron a la puerta de la casa de Andrea, Jeyko bajó tras ella. Ella intentó convencerlo de que entraran en la casa, ofreció preparar algo de comer para ellos, pero el que Ángel no se bajara del taxi no permitió que Jeyko tomará una decisión a su favor. Andrea no insistió, había creído ganar ese día, más sin embargo Ángel había logrado al final voltear el resultado a su favor, y de nuevo alejar a Jeyko de su lado. Se despidieron sin mayores ceremonias, entró al apartamento luego de que Jeyko se subiera de nuevo al taxi. Esperó un momento a que él se volteara a verla, pero el carro arrancó súbitamente y ella no alcanzó a oír de sus labios las palabras que tanto anhelaba escuchar. Luego de haber avanzado un par de cuadras, Jeyko le pidió al conductor que se detuviera, Ángel lo miró nervioso, él solo atinó a pedirle que cambiara de lugar y se hiciera a su lado.

 

—Prefiero no hacerlo.

 

Se acomodó de nuevo en la silla ajustándose el cinturón de seguridad y le pidió al conductor que arrancará. Jeyko enojado volvió a pedirle al conductor que se detuviera y se bajó del auto, se dio cuenta que estaba lejos de su casa, que si quería llegar pronto tendría que tomar otro taxi que lo llevara hasta allá, pero no le importó, continuó en su posición. Luego de haberse bajado camino hasta el andén más cercano. El conductor intentó reanudar su marcha, pero Ángel lo detuvo. Jeyko se giró a verlo. No esperaba que se bajara y lo siguiera, pero tampoco sabía si sería capaz de buscarlo luego de que lo dejara allí. Para su sorpresa, Ángel se bajó del taxi y volvió a subir a la parte de atrás sin cerrar la puerta, con un gesto de su cabeza lo llamó para que volviera dentro del auto. Jeyko no pudo evitar sonreír complacido y regresó lo más pronto que pudo al taxi. Una vez que se subió y el taxi arrancó, Ángel le tomó el rostro entre las manos y lo obligó a girarse, con uno de sus dedos ejerció suficiente presión en el cuello de Jeyko para causarle molestia. Jeyko alcanzó a quejarse cuando recordó que era la misma marca que Andrea había pronunciado, entonces no supo qué decir. Ángel mantuvo la mirada al frente. El taxi no tardaría en llegar al apartamento de Jeyko, entonces él podría dejar que él descendiera y tomar su propio camino a casa, el único lugar de donde no debía haber salido. Pero el taxi llegó y Jeyko no se bajó.

 

—¿Vendrás conmigo?

 

—Preferiría no hacerlo.

 

—Es mi novia, me voy a casar con ella, no puedo evitar que se encuentren.

 

—Pudiste haberlo evitado por lo menos hasta el domingo, pudiste haber evitado restregarme eso en la cara, pero no lo hiciste.

 

—Pudiste evitar decirle que habías sido tú quien me marcó así —estirando el cuello de la camisa le mostró muchas otras que ella no pudo ver.

 

—Pueden discutir sus problemas en otro lado —habló el conductor que empezaba a enojarse con el tema.

 

—Él se queda, yo sigo.

 

—No, o nos vamos los dos o ninguno lo hace.

 

Ángel bajó a regañadientes del auto luego de que Jeyko bajará y el taxista incómodo le dejara ver que no estaba dispuesto a llevarlo a ningún otro lado. Por eso se bajó, no le molestaba tener que esperar en la portería a que otro taxi apareciera o simplemente ir hasta la avenida principal y tomar un bus que lo llevara a su casa. Pero Jeyko lo obligó a seguirlo, lo tomó por el brazo y lo obligó a entrar en el edificio. ¿Porque cada vez que salían de casa volvían peor que antes? Luchaban contra algo que no podían evitar. Decir que lo obligó era una exageración. Cómo si no quisiera entrar, como si no quisiera ir con él, siempre. Cuando por fin estuvieron adentro Jeyko lo empujó contra la puerta y se abrazó a él. Tanta confusión en la cabeza lo mareaba. Ángel le devolvió el abrazo, lo envolvió con sus brazos y se dejó caer en ellos. Sus bocas se buscaron entre la oscuridad del apartamento. Estaban sedientos el uno del otro. Necesitaban a toda costa reafirmar ese contacto, sentir que aún tenían algo que salvar, algo que los unía, y el cuerpo les dejo saber que era así. Permitieron a sus corazones acelerarse, que su respiración se agitara, dejaron que sus manos se metieran a través de la ropa para encontrar el cuerpo tembloroso del otro entre sus manos. Pero Ángel no quería eso. Empujó el cuerpo de Jeyko contra el sofá y luego de escucharlo caer prendió la luz que llenó de vida el apartamento. Jeyko se tomó la cabeza con ambas manos. Estaba buscando la forma de compensar lo que había hecho. Se sorprendió así mismo buscando su boca, estaba seguro que no había punto de comparación entre los dos, y no sabía si lo que pasaba era que realmente estaba demasiado acostumbrado a los labios de Andrea que cada vez que se encontraban con los de Ángel este lograba sorprenderlo. Estaba excitado, extasiado en las sensaciones que él le proporcionaba y sabía que si quería prolongar eso, que si quería sentirlo a él por completo debían primero aclarar muchas cosas, o por lo menos disculparse por lo sucedido. Pero Ángel necesitaba recuperar parte de su dignidad, de su orgullo como hombre, algo de lo que antes había sido dueño.

 

—Si no puedes soportar que yo esté cerca de ella, ¿como harás el día de la boda? ¿Cómo harás después de que vivamos juntos?

 

—Lo mismo me pregunto yo. No lo soporto, no soporto ver la forma en que la abrazas o la besas, no tengo porqué soportar que lo hagas, no sé si pueda ir a la boda y permanecer el tiempo suficiente para que nadie te moleste haciéndote preguntas del porqué de mi partida, no sé si cuando el padre los declare marido y mujer pueda permanecer en silencio mientras mi garganta se parte en dos —las lágrimas de Ángel por fin aparecieron en sus ojos y tratando de ahogarlas dio media vuelta y busco secarlas con el reverso del saco—. ¡Déjame ir! —dijo suplicante, mientras Jeyko se acercaba a él—. Le deje ver el traje a mi mamá hoy, dijo que era lo más horrible que había visto, no tuve valor para decirle que solo reflejaba la forma en la que yo me sentía y por alguna razón, no se cual, termine haciéndole saber lo que siento por ti —sonrió por lo bajo alejando las manos de Jeyko que buscaban abrazarlo—. Cuando estoy contigo soy incapaz de ponerme a mí mismo por encima de tí y solo pienso… solo busco la forma en la que puedo complacerte, necesito tanto de tí que me duele el pecho y ella solo dijo que mi padre podría odiarme si le quitaba de las manos la posibilidad de un nieto.

 

—No sabía que eso había pasado.

 

—Y mientras me ahogó por dentro tú lo único que esperas es que sea capaz de vivir con eso y que muera en silencio. 

 

Finalmente su cuerpo cayó pesado sobre el suelo. Jeyko se sentó frente a él, buscó su rostro entre sus manos y le ayudó a secar las lágrimas que no dejaban de rodar por sus ojos. No le dijo nada más, no había nada que pudiera decirle. Le había estado exigiendo mucho, le había permitido una pizca de esperanza y se la arrebataba a cada hora que se acercaba la boda. Se había enfrentado a su mamá y ella le había hecho saber que no estaba dispuesta a aguantarlo, y él en vez de darle la mano lo había enfrentado aún más contra sí mismo y sus acciones. Era un verdadero imbécil, pero uno que quería con todas sus fuerzas que el hombre que sostenía en brazos lo amara, que le permitiera amarlo, aun cuando de sus labios jamás saliera tal palabra. Lo convenció de entrar en la habitación, lo dejó recostado en la cama mientras él se bañaba. No lo escuchó salir del apartamento, y no sabía si buscarlo o no cuando no lo encontró.

Notas finales:

Gracias por leer.


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