Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Indicio de Amistad por yuhakira

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El 13 de octubre era el día escogido por Jeyko y Andrea para realizar la boda. Ya estaban casi todos los preparativos listos, habían pasado alrededor de cuatro meses desde que Jeyko hiciera su propuesta. Ya estaban los vestidos comprados. Andrea había escogido un vestido blanco con corte de sirena strapless que entallaba su cintura y sus caderas para luego ancharse al final de sus piernas. Los invitados en su mayoría ya habían confirmado su asistencia. El curso de bodas ya iba por la mitad, el cura que iba a casarlos no escatimaba esfuerzos en recordarles lo importante de su decisión y lo definitiva que era. La madrina ya había elegido su vestido también, un vestido violeta de delgadas tiras en los hombros con copas elegantemente pronunciadas y con un vuelo significativo desde la base del busto hasta terminar por debajo de sus rodillas que simulaba de forma impresionante la barriga que empezaba a crecer. La recepción estaba lista, el salón apartado y el menú escogido, las flores, los animadores. Todo. Excepto el padrino. Faltaba solo un mes para la boda y con todos los detalles ya finiquitados el que no hubiera un padrino aun le ponía a Andrea los pelos de punta.

 

—Si no es él prefiero casarme sin padrino.

 

—Si no hay padrino, no nos casan.

 

Después de eso silencio, y ese silencio solo empeoraba el enojo de Andrea. Ese silencio que le hacía entender que sin Ángel no había matrimonio como si con quien Jeyko hubiese elegido casarse fuese con él y no con ella. No podía evitar culpar a Ángel, era más fácil que acabar con todo, que era en el fondo lo que más quería, porque el que Jeyko le diese tanta importancia a un hombre que había demostrado de la forma más egoísta lo poco que le importaba, le había dado a entender que aun por más que luchara, por más que se esforzara, nunca dejaría de ocupar ese segundo lugar, que creyó poder aceptar, pero que ahora la entristecía y desilusionaba. 

 

Desde el primer momento en que lo conociera sabía que sería un problema. Le molestaba la manera casi enfermiza en que Jeyko solía defenderlo, la forma en que lo ponía a él sobre ella, las muchas ocasiones en las que habían estado a punto de terminar la relación mientras ella buscaba que él le diera su lugar en el apartamento. Ángel era el único culpable, se le metía por los ojos, estaba ahí todo el tiempo a pesar de que ella no disimulaba ni un poco su desprecio, por el contrario parecía provocarle con su presencia. Pero no negaba tampoco que había logrado muchos cambios desde que lo conociera. Había logrado sacar por completo sus cosas de la habitación principal para dejarlas todas en la de invitados. Sabía que cuando no iba a acompañarlo Ángel se metía en su cama, como si de dos niños pequeños se tratase. Sacarlo de la habitación había significado que dejaran tantos cariñitos vulgares e inapropiados entre los dos. Mas nunca logró que Ángel dejará de tirarse a cuanta mujer conocía en la sala del apartamento, en la cocina, en su cama, en esa cama en la que ella misma solía dormir después de que el dejara su olor impregnado en las sabanas y que Jeyko se negara a cambiar, porque según él, no pasaba nada. Siempre creyó que su amor por él era más fuerte, que si tenía paciencia lograría ocupar ese primer lugar en su cabeza, y cuando le pidió matrimonio imaginó que por fin lo había logrado. Pero no fue así y aunque estaba dispuesta a aguantarlo, a soportarlo, con tal de complacerlo y poder pasar el resto de su vida con el hombre que amaba, él se encargaba de hacérselo imposible, doloroso y tortuoso, porque a pesar del odio y resentimiento que le tenía no podía evitar sentirse triste y acongojada al ver en ese estado al que sería su esposo, pues aunque se esforzara mucho en disimularlo, estaba destrozado, completamente destrozado, tanto que en varias ocasiones le encontró absorto en el televisor, acariciando una almohada sobre las piernas mientras empujaba un líquido inexistente en una lata vacía de cerveza. Era triste, demasiado triste, y ella a pesar de haberlo intentado no había podido hacer más, incluso estaba segura de haber empeorado la situación. El mismo Alex la había empujado a eso. Le había dicho una vez que se encontraron en la portería del conjunto de Jeyko que lo intentara, que dejará sus sentimientos a un lado e hiciera algo positivo por él, como un regalo de bodas quizás. Ella había buscado la aprobación en los ojos de Juan, pero este solo se encogió de hombros dejándole a ella toda la responsabilidad. Lo peor era no intentarlo.

 

Fue hasta su casa. Quería que la conversación fuera lo más personal posible. Sabía que ya había salido de trabajar porque primero había intentado encontrarlo allá y le dijeron que había salido temprano. Aprovecho la oportunidad para saber cuándo saldría de viaje, más ninguno supo darle razón, al parecer ninguno estaba enterado del asunto. Ya había ido hasta su casa un par de veces en el pasado, unas cuando había convencido a Jeyko en pasar y dejarlo cuando no podía ni sostenerse en pie, con la promesa de sexo Jeyko aceptaba; otras en la que la señora Claudia, que según todo el grupo no era muy amable, los había invitado a almorzar dejando en ella una muy buena impresión.

 

Golpeó un par de veces en la puerta hasta que esta se abrió. Para su sorpresa fue el mismo Ángel quien la recibió. Había rogado fuera la Sra. Claudia para retrasar su encuentro con él por solo unos minutos, pero solo le había quedado como opción enfrentarse a él de inmediato. La sorpresa en los ojos de Ángel no fue nada disimulada. En su mente no había pasado ni siquiera la remota posibilidad de que ella pudiese ir a buscarlo. Desde el día de la prueba de trajes se había percatado del enojo del grupo hacia él, pues ni siquiera había recibido una llamada de Alex, que solía ser el más insistente en esa clase de circunstancias. Ella se presentó tan hermosa y elegante como todas las veces en que la había visto, con sus delicadas manos enlazadas sobre el regazo y disimulando un sonrojo pronunciado en sus mejillas —Es perfecta para él— más eso no lograba hacerlo cambiar de opinión.

 

Ángel alcanzó a escuchar la voz chillona de su mamá bajando por la escalera, vociferando insultos a su padre que de nuevo había dejado los platos sucios sobre el comedor. La situación no pasaría a mayores, el padre se negaría a contestar y ella continuaría su camino a la cocina. Pero él sabía que verla a ella en el portal de su casa, lo obligaría a aguantar una cantaleta de su parte también, y darle el gusto a Andrea de verlo reaccionar en su ambiente natural, y no, no estaba dispuesto a eso. Así que antes de que ella terminara de bajar por completo la escalera y atravesará su camino frente a la puerta, él tomó sin previo aviso el brazo delgado de Andrea y cerrando la puerta tras de sí la empujó hasta dar la vuelta en la esquina. Ella, quien podría decirse que iba con las mejores intenciones, no pudo evitar que sus insultos salieran a borbotones por su boca en cuanto él la soltó. La había lastimado, no lo suficiente para herirla físicamente, pero sí para lastimar su ego. 

 

—¿Qué carajos pasa contigo? —su lenguaje elegante la mayoría del tiempo, era reemplazado por uno vulgar cada vez que se sentía atacada— vengo hasta tu casa para poder hablar contigo, y me empujas de ella como si fuera un vil ladrón.

 

—No te sientas halagada que no tiene nada que ver contigo, más bien suéltalo, ¿qué haces acá?

 

Andrea disimuladamente cuadro su vestido y aclaró la garganta, buscando así aclarar su propia mente. Tenía mucho por decirle y a pesar de haber repasado en su cabeza la forma en que lo haría, ninguna frase que ensayo anteriormente salió de sus labios. El sonrojo en su rostro aumentó y empezó a decir lo primero que se le vino a la cabeza.

 

—¿Es mentira lo del viaje?

 

—No sé de qué hablas.

 

—El viaje ese que le dijiste a Jeyko qué harías por motivos de trabajo, la excusa para no ser su padrino, es mentira, lo sé.

 

—No hay forma en que lo sepas, pero sí, es mentira, ve y díselo veremos si te cree.

 

—Ambos sabemos que no lo hará.

 

—Aún no me has dicho que es lo que quieres.

 

—Vine… —no quería decirlo. Hacerlo sería como despojarse de su orgullo e inclinarse ante él, un hombre que solo le traía problemas, pero en caso de que su amor fuera más fuerte era eso lo que debía hacer— vine a pedirte que por favor aceptes ser su padrino y aceptes ir a la boda, si es que de verdad lo consideras tu mejor amigo, si es que de verdad su amistad vale tanto como para que puedas al menos hacer eso por él.

 

La respiración se le agitó. Había dicho más de lo que quería y él la había mirado atento sin interrumpirla, más no respondió nada, su única respuesta fue un mínimo encogimiento de hombros con las manos en los bolsillos mientras volvía a su casa y cerraba la puerta antes de que ella pudiera alcanzarlo. Lo que ella no vio sin embargo fue la cantidad de exhalaciones que había alcanzado a hacer Ángel en el corto camino de regreso a su casa. Le había escupido a la cara una verdad y un diálogo que él mismo se había dicho internamente, pero al que no era capaz de obedecer. Después de su último encuentro con Jeyko y de que este abandonara su habitación de forma tan brusca, no había otro pensamiento que cruzara su cabeza, más el de salvar su amistad, esa que durante tantos años solo le había causado felicidad. 

 

Andrea había vuelto a su casa, rechazando lo más cortés que pudo una invitación a cenar de parte de Jeyko en su apartamento. En el último mes lo había hecho casi dos veces por semana, y eso era gratificante de cierto modo, hasta que se sentaban en el comedor y él sin mirarla se concentraba en comer sus alimentos ignorando cualquier intento de conversación que ella hiciera. Por eso se negó. Lo último que le apetecía esa tarde era lidiar con su tristeza, un sentimiento que empezaba a colarse en sus huesos para así sentirla en carne propia. De nuevo lo culpaba a él, a él y su forma infantil de hacerse notar.

 

Más de cuatro meses llevaba en esa angustiosa situación, en la que la garganta le dolía, el pecho se le comprimía, y su mente volaba sin que él pudiera hacer nada. Que ninguno de ellos hiciera siquiera el intento de llamarlo era algo que lo ofendía más, miraba el celular constantemente como si de esa forma pudiera hacerlo sonar, buscaba entre sus contactos ese que carecía de tono y antes de darle marcado rápido lo apagaba. Tampoco llegó a aparecer por el Gran Conejo. Se había convertido en un hombre solitario en su mundo. Nadie, ninguna de las personas que conocía le daba ahora el saludo. Como si la noticia de su negación se hubiera regado por la ciudad y esta pudiera afectar a todo el mundo. Incluso en su trabajo había recibido más de una cantaleta de parte de las empleadas y de su jefe que enojado le pedía que no lo metiera en sus problemas, sobre todo después de que Andrea se apareció preguntando sobre un viaje que no se haría. La situación se le salía de las manos. Estaba cansado, resignado, y aunque deseaba llamarlo, hablar con él, disculparse y hacerle creer que había sido una broma que se le había salido de las manos el teléfono simplemente se le resbalaba de las manos mientras tomaba aire e intentaba recuperar el aliento.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).