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Indicio de Amistad por yuhakira

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Faltando sólo tres semanas para la boda, Jeyko apareció de nuevo en casa de Ángel. Luego de golpear varias veces y de no obtener respuesta se sentó en la acera de enfrente a esperar. Pasadas tres horas y en medio de un sol picante, Ángel apareció frente a él meciendo las llaves de su casa entre las manos. Ángel no logró verlo al primer instante, pero luego de dar unos cuantos pasos y antes de poder entrar en su casa lo vio, en la misma posición en la que había estado las últimas tres horas. Sacudió las llaves en sus manos por última vez antes de meterlas en el bolsillo. Respiro hondo y dio media vuelta para ir y sentarse a su lado. Su cuerpo cayó pesado y se echó por completo hacia atrás, cubriendo sus ojos con ambas manos de los rayos del sol.

 

—En la maleta hay un par de cervezas, si quieres toma una para ti y dame una.

 

—Gracias.

 

Tomó ambas latas y las destapó, le pasó una a Ángel y este se incorporó. Jeyko tenía los ojos hinchados y trataba a toda costa de no darle el rostro. Para Jeyko los últimos días han sido muy difíciles. Andrea había empezado a cuestionar su decisión de querer casarse con él. Lo presionaba con la cuestión del padrino y en contadas ocasiones le había sugerido hablar con Alex, consciente de que él no se negaría, pero no era eso lo que quería. Nunca se había visto a sí mismo casado, pero en el momento en que cruzó por su mente la idea sabía que era Ángel quien debía estar a su lado, acompañándolo en esa decisión que cambiaría por siempre el rumbo de su vida. Un cambio que estaba dispuesto a enfrentar pero que no quería hacer solo, aun cuando la misma decisión lo empujará a estar con alguien más, alguien que amaba, pero que aún no era su total confidente. Andrea era una amiga, la mejor que podría tener o había tenido, pero no era ese confidente incondicional que siempre había sido Ángel, ese ser que no juzga que solo acompaña. Andrea no era nada de eso. Por el contrario, era la persona que intentaba poner orden en su vida, que buscaba guiarlo, quien daba consejos mientras imaginaba qué era lo correcto. No un acompañante para los momentos de locura, de arrebatos. Ella era su polo a tierra, mientras él lo tomaba de la mano para llevarlo a donde quisiera, al cielo, al infierno, a donde fuera que quisiera ir.

 

—Entremos que aquí afuera hace un infierno.

 

No esperó que lo siguiera porque sabía que lo haría. Tomó de nuevo la llave entre las manos y luego de pasar el antejardín entró en la casa, seguido de Jeyko que cerró la puerta tras de sí. La lata de cerveza empezaba a quedarse vacía, y ambos sentados en la habitación no habían cruzado palabra aún. Ángel sabía que Andrea ya lo había delatado, que le había contado la verdad de su mentira, esa había sido una oportunidad de hacerlo quedar mal frente a él, y era obvio que no la desaprovecharía. Entonces la pregunta era si estaba allí para reclamarle o algo más.

 

—¿Aún estás enojado conmigo?

 

Jeyko lo miró desconcertado. Había estado buscando la manera de entablar una conversación. No quería hablar de ningún tema en específico, y a pesar de la insistencia de Andrea, tampoco estaba ahí para pedirle de nuevo que fuera su padrino. Quería que fuera él, pero estaba dispuesto a decírselo a Alex, si al último momento Ángel no desistía de su posición. Solo quería verlo, saber cómo estaba, saber si era verdad eso que Andrea le había contado mientras se vanagloriaba como si triunfara por primera vez sobre él. Nada más, ni siquiera había pensado en el hecho de estar enojado con él, por qué no sabía en realidad que sentía.

 

—¿Qué si estoy enojado con quien creí era mi mejor amigo, por no aceptar estar a mi lado el día más importante de mi vida? —Lo había dicho todo sin pensarlo, tal vez sí estaba enojado— no lo sé, dímelo tú, ¿debería estar enojado? 

 

—Yo lo estaría.

 

—¿Por qué usaste una excusa tan ridícula, porque tenías que mentir?

 

—No... —sus ojos se clavaron en los suyos, esos mismos que había estado buscando en sus recuerdos ahora le miraban tristes. Había decepcionado a la única persona que nunca debía decepcionar— lo siento.

 

—No te preocupes. No vine aquí para hablar de eso, ya el daño está hecho —dejo la lata vacía sobre el escritorio y luego se echó en la cama boca arriba— ya que no serás mi padrino, quiero saber si al menos asistirás a la boda.

 

—¿Quién será tu padrino entonces?

 

—Alex, Juan el que sea ya no me importa, lo importante es que alguien ocupe ese lugar para que pueda casarme.

 

Su tono era hiriente, fuerte, lo lastimaba con cada palabra que decía, sin embargo, era capaz de entender que lo único que buscaba era desahogarse un poco, decir por primera vez lo que estaba anhelando gritarle a la cara desde mucho atrás.

 

Jeyko se puso en pie y buscó entre las cosas de Ángel el antiguo videojuego que solían jugar siendo ambos adolescentes. Lo colocó en la consola empolvada y empezó a jugar. El ruido del televisor, con los sonidos clásicos del juego llenó la habitación, mientras la mente de Ángel permanecía vacía. Jeyko tirado en el suelo continuó jugando hasta haber alcanzado pasar el primer nivel, de inmediato el comando pasó al segundo jugador y Jeyko expectante lo alcanzó a Ángel quien no dudó en agarrarlo y empezar a jugar. El resto de la tarde fue así, uno jugaba mientras el otro observaba y hacía comentarios acerca del juego y viceversa, como en los viejos tiempos, esos en los que ni siquiera se preocupaban por agradar al sexo femenino, pues se tenían el uno al otro de una forma que todos podían entender sin las complicaciones de la realidad, no necesitaron nada más. Pero como es común esa tranquilidad se esfuma con los años y aparecen esos deseos de conseguir algo más, de ser algo más, en todos los ámbitos de la vida, y hasta ese entonces habían sabido afrontar esos cambios, porque siempre el otro había estado ahí como ese apoyo incondicional. Esa tarde, esa que fue una del pasado, se detuvo cuando los padres de Ángel aparecieron por la puerta saludando y allí como si alguien los hubiera jalado de la nube en la que estaban, cayeron de nuevo en la realidad, esa que ahora los tenía más distanciados que nunca.

 

Las alusiones de la señora Claudia acerca de la boda bombardearon a Jeyko que solo sonreía y asentía. Ella por supuesto estaba invitada, y ella junto a su esposo ya habían confirmado su asistencia. Incluso ella, quien no tenía nada que ver había sido invitada a la elección del vestido de Andrea, el mismo día en que Jeyko lo eligiera, y aunque apenada por el comportamiento de su hijo no se había negado a asistir. Ángel como era de esperarse no estaba enterado. La conversación continuó hasta que estuvieron en el comedor. Mientras comían ella pareció quedarse sin nada más que decir. Entonces, como si le hubiera vuelto a la memoria la cuestión del padrino, la arremetió contra su hijo, que solo pudo respirar hondo y escuchar, o por lo menos fingir que lo hacía. No era el primer sermón que le daba sobre el tema y a menos que cambiara de opinión no sería el último. Pero antes de que ella subiera el tono avergonzada por su hijo y con las mejillas sonrojadas, Jeyko la detuvo.

 

—Está bien Doña Claudia, puede estar tranquila. Alex se encargará de todo, incluso ya tiene planes para mi despedida de soltero, podrá imaginar eso —ella guardó silencio atónita y luego miró de reojo a Ángel, que con la mirada fija en el plato escuchó atento lo que Jeyko decía— en serio no tiene por qué preocuparse, Ángel ya ha aceptado ir a la boda, que fue lo único que debí pedirle desde el principio, todo está arreglado.

 

La última frase casi no salió de sus labios. Nada estaba arreglado, todo estaba mal, —jodidamente mal— como decía él mismo en la soledad de su habitación. La mesa quedó en silencio mientras el padre de Ángel servía una copa de vino a cada uno y la señora levantaba la mesa. Ella lo había visto todo, y aunque no era capaz de comprender el significado de lo que había visto, por primera vez vió como el corazón de su hijo se partía poco a poco, como esa única lágrima que rodó por su rostro se perdió en su pecho, mientras Jeyko, torpemente, trataba de fingir una sonrisa.

 

El cambio súbito de tema no sorprendió a nadie. Jeyko había puesto una sentencia al dejarlo todo claro, y el tema que se trató en la sala fue completamente distinto. Mientras todos rogaban el trago dulce del vino desapareciera pronto. Sus miradas no se volvieron a cruzar, ni su conversación pareció estar en la misma sintonía, simplemente actuaron como autómatas, preocupados más en fingir una tranquilidad que no sentían, tratando de que el nudo en sus gargantas no hiciera mucho efecto en el tono de su voz. El trago finalmente se terminó y Jeyko se despidió rápidamente, buscó sus cosas que había dejado sobre el recibidor y salió de la casa, sin estrechar la mano de Ángel como despedida. Ángel sentado en el sofá solo esperó el estruendo de la puerta cuando se cerró. Respiro hondo, y luego de muchos años volvió a sentir el tacto de su padre, que con la mano sobre su hombro le apretó un poco en muestra de su apoyo y comprensión. Él, al igual que Claudia, no estaba seguro de lo que pasaba, más el sentir a su único hijo así, con un sentimiento tan fuerte brotando de sus poros e incorporándose en toda la casa, era suficiente para saber que debían estar con él, al menos mostrarle su apoyo, de la única forma que sabían hacerlo, guardando silencio y dejándolo ser.

 

Esa noche Ángel permaneció en su cama. Jeyko de repente mostró una fortaleza, una autonomía, que le dolía, le dolía porque luego de que le mostrase eso, le dejaba claro que ya no le necesitaba, era ahora un hombre independiente, uno que no buscaría más de sus cuidados ni de su compañía, que lo relegaba a una posición en la que ya no era importante. Era todo su culpa y debía admitirlo. En el fondo aceptaba que era lo mejor, porque de otro modo no podría ser feliz al lado de la mujer que había elegido. Lo había apartado, lo había dejado solo. No es que él hubiese querido que Jeyko le rogara, pero le hubiera gustado que se hubiese acercado lo suficiente para al menos susurrarle al oído que le quería. Pero había sido tarde. La distancia entre los dos era entonces muy grande.

 

En la mañana siguiente. Cuando su llanto se había borrado y en sus ojos solo quedaba el rastro de una mala noche, recibió el mensaje que lo obligaría a pasar los dos días siguientes en cama —He hablado ya con Alex, ha aceptado con gusto… Jey.

 

Juan preparaba huevos revueltos para Alex cuando el teléfono fijo del apartamento sonó, el identificador ponía a Jeyko del otro lado de la línea, Juan desconcertado contestó con premura. 

 

—Bueno desde cuando llamas tan temprano, podría haber estado dormido sabes.

 

—La idea era despertarte hombre, ¿cómo estás?

 

—Bien, pero los huevos se están quemando, te pongo a Alex, chao.

 

Alex que acababa de levantarse recibió el teléfono confuso. Saludo cortésmente hasta reconocer del otro lado la voz de Jeyko, de inmediato supo que algo malo pasaba, que la voz de su amigo era ahora más melancólica que en las últimas semanas, y entonces como si fuera lo más simple del mundo se lo dijo.

 

—¿Estarás a mi lado el día de mi boda?

 

—Siempre que me necesites estaré ahí.

 

—Gracias

 

La llamada se cortó. Alex sabía que no era el padrino, que solo ocupaba un lugar que debía ser llenado. Comió sin mucha emoción el desayuno que Juan le había preparado, y antes de que hubiera terminado Juan le preguntó qué había pasado, y él sin saberlo realmente, levantando los hombros le comunicó que ahora sería el padrino. Juan se sintió entonces igual que él.

Notas finales:

https://indiciodeamistad.wordpress.com/2018/05/02/angel/

En el link, encontraran un apartado con características y curiosidades de nuestro personaje principal, para que puedan conocerlo mejor. 

Gracias, por leer, recuerden que sus comentarios son el mejor regalo.


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