Personajes: Harry/Severus
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling, solo los tomo prestados para divertirme con ellos. No percibo ningún beneficio económico.
Advertencia: Esta historia es un AU. Si quieren magia, pues aquà no la encontraran. Pero sà encontraran mucho romance, malos entendidos, angustia y, más romance.
CapÃtulo 8. Corazones unidos
Harry estaba muy decepcionado. Más de lo que pudiera ser posible. No habÃa recibido ni una palabra de parte de Severus. No era que el hombre estuviese obligado a escribirle, pero de alguna manera lo esperó. Y aunque no tenÃa dudas con respecto a su futuro y lo que ya estaba decidido, se sintió triste ante la indiferencia de quien hacÃa poco más de un año juraba que le amarÃa por siempre. Ya habÃa sufrido bastante por causa de sus sentimientos asà que no le dio más vueltas al asunto y se preparó para emprender su viaje a Liverpool, que tendrÃa lugar a mediados de enero.
Narcisa y Draco estaban muy tristes por su partida, deseaban que se quedara, pues dentro de pocas semanas, viajarÃan todos de regreso Wiltshire para anunciar ahà el compromiso del muchacho rubio con Remus Lupin.
Harry sabÃa que no pasarÃa nada si retrasaba su viaje unas semanas más. Theodore Nott, le habÃa enviado una carta desde la ciudad puerto para decirle que podÃa presentarse en el momento que estimara conveniente. Pero lo cierto era que preferÃa marcharse, pues el compromiso del heredero de los Malfoy serÃa un evento que sin duda atraerÃa a las familias más selectas de Wiltshire, lugar donde se llevarÃa a cabo el anuncio, pues Draco deseaba naturalmente que su padre fuese parte del evento. Era lógico que Severus, siendo amigo inseparable de Remus y también muy allegado a Lucius Malfoy, debiera estar presente en la celebración del compromiso, lo mismo que Hermione.
A Severus no querÃa verlo, pues ese serÃa el único modo de sacárselo del corazón. En cuanto a Hermione, le darÃa infinita tristeza saberla sufriendo con el compromiso del hombre que aún amaba, con su ex pretendiente. Lamentablemente los dos habÃan cometido el error de amar a quienes jamás les corresponderÃan. Pero por lo menos él tenÃa la oportunidad de alejarse de Severus, su amiga no tenÃa esa posibilidad. Por ser una chica, Hermione estaba obligada a permanecer en el hogar de su tutor y ser testigo de la felicidad de Remus y Draco.
Quizá cuando ya estuviese establecido en Liverpool, invitarÃa a Hermione a pasar una temporada con él. Para entonces ella seguramente ya serÃa mayor de edad, solo faltaban poco más de nueve meses.
Los primeros dÃas de enero la mansión Malfoy era una vorágine. Ya todo estaba listo para partir de regreso a Wiltshire. Harry marcharÃa un dÃa antes a Liverpool. Lo harÃa por la mañana temprano, pues tenÃa una larga travesÃa por delante. HabÃa comprado un pasaje en un carruaje que le llevarÃa hasta Oxford donde permanecerÃa unos cuantos dÃas para luego seguir viaje hasta Birmingham, pasarÃa luego por Chester y finalmente a Liverpool.
Pese a lo largo que serÃa su viaje, Harry decidió no llevar mucho. Solo un bolso de mano para lo esencial. La madre de Draco se comprometió a enviarle el resto de sus cosas cuando estuviesen instalados nuevamente en Wiltshire.
De Hermione y Remus el muchacho moreno se despidió el dÃa anterior, pese a que ambos querÃan acompañarle a la estación de coches, no lo permitió. SabÃa de antemano que serÃa doloroso, pues jamás se imaginó haciendo su vida lejos de ellos.
Harry no lo esperaba, pero al momento de despedirse de Draco y su madre, los notó sinceramente tristes ante su marcha.
—Te echaré de menos —confesó Draco.
—Y yo a ti —respondió el moreno —. Jamás imaginé que te convertirÃas en alguien tan importante para mÃ.
—Solo espero que regreses para mi boda con Remus.
—No te quepa ninguna duda, no me la perderÃa por nada del mundo.
Lady Malfoy miraba a los dos jóvenes con un dejo de melancolÃa.
—Realmente te extrañaremos Harry. Espero que para la boda puedas quedarte algunos dÃas en Wiltshire.
—Bueno la boda será dentro de unos cuantos meses, estoy seguro de que para entonces ya me habré aclimatado a mi nueva vida en Liverpool y el viaje desde allá a Wiltshire seguramente será menos pesado.
—Querido, tu equipaje ya está en el carruaje, Goyle te llevará.
—Le agradezco todas las molestias lady Malfoy.
—Ninguna molestia sabes que hemos sido muy felices teniéndolos a Hermione a ti como nuestros invitados esta temporada —dijo la mujer rubia —. Y antes de que lo olvide, debo entregarte algo. Esta carta es para ti querido. Siento mucho que no haya llegado antes a tus manos, pero se confundió con las que recibimos con saludos de Navidad y hasta ahora acabo de verla.
Harry miró el sobre curioso y extendió la mano para recibirlo.
—Es de Severus —dijo antes de mirar siquiera el remitente, habÃa reconocido su caligrafÃa estilizada.
—Lo siento Harry querido —se disculpó otra vez lady Malfoy.
—No se preocupe —respondió Harry sonriendo sinceramente.
La mujer rubia le abrazó con afecto.
—EscrÃbenos en cuanto llegues —pidió Draco.
—Por supuesto que lo haré.
Se abrazaron otra vez los dos jóvenes.
—Estás seguro de que no deseas que te acompañe a la estación de carruajes.
—No hace falta Draco.
Después de repetir el rito de la despedida varias veces por fin Harry se encontró en camino hacia la estación.
Un sentimiento de pérdida comenzaba a invadirlo. No estaba arrepentido de la decisión que habÃa tomado, pero igualmente era doloroso dejar atrás a tantas personas queridas. Sacó el sobre de su bolsillo y decidió que lo leerÃa después de abordar su carruaje con destino a Oxford. Severus sà le habÃa escrito después de todo. Al parecer no habÃa cambiado tanto como creyó. De seguro que en esa carta le expresaba agradecimiento por los cuidados que le prodigó durante su enfermedad. Severus era un lord, su exquisita educación no le permitÃa no agradecer cuando le hacÃan un servicio.
En las inmediaciones de la estación Harry rompió el sello del sobre. Apenas podÃa creer lo que leÃa. Severus le explicaba cómo se habÃa dado cuenta de que lo amaba, cuando apareció como pretendiente Gilderoy Lockhart y todo lo que sintió cuando aquel sujeto le secuestró. El muchacho ya sabÃa eso, pero sin duda alguna la parte de la carta que más le perturbó fue aquella donde Severus le explicaba lo que habÃa sentido esa lejana mañana, en que llevado por ese amor apasionado que él le despertaba, estuvo a punto de hacerle el amor en el establo, y que, temeroso de perder el control otra vez, decidió alejarse, porque le amaba demasiado como para desear perjudicarle de esa forma, pero además se sentÃa avergonzado.
Harry no olvidaba esa mañana, porque habÃa creÃdo durante todo ese tiempo que fue ese momento preciso en el que Severus descubrió que no le amaba. Ahora sabÃa que estaba equivocado. Cuando llegó a la parte en que Severus le decÃa que después de dÃas de luchar con su temor y vergüenza habÃa ido en su busca y lo vio junto a Draco Malfoy en una situación que si bien no tenÃa nada del otro mundo, solo les vio abrazarse, pero como era un hombre con el doble de su edad, eso le hizo sentir más celos, porque Draco Malfoy era joven y atractivo y en el fondo sentÃa que no merecÃa el amor de alguien como él.
Harry le dio vueltas a todos esos hechos, que en su momento no consideró tan importantes, pero que para Severus fueron dolorosos. EntendÃa cuanto le habÃa hecho sufrir, sin quererlo por supuesto. Ahora lo sabÃa, Severus Snape le amaba, no habÃa sido vÃctima de ninguna confusión, le amaba absoluta y profundamente. Todo lo acaecido no fue otra cosa que una sucesión de malos entendidos. Ninguno confió en el otro. Si se hubiesen atrevido a decir lo que sentÃan, lo que les causaba temor o vergüenza, las cosas serÃan diferentes ahora. No pudo evitar sentirse culpable por su impulsividad, por su orgullo. Porque ciertamente fue su orgullo el que lo llevó a dejar el hogar de Severus. Ese hombre que tanto le amaba debÃa estar ahora con el corazón hecho pedazos. La carta habÃa sido escrita hacÃa poco más de un mes y aún no tenÃa respuesta.
Pero no habrÃa más cartas. Lo que debÃa decirle a Severus con respecto a todo eso, no lo escribirÃa en un papel, se lo dirÃa personalmente.
Hizo que el cochero se detuviera justo cuando entraba al patio de los carruajes.
—¿Algún inconveniente mi lord? —preguntó Goyle.
—Ha surgido una emergencia y debo viajar a Wiltshire.
—¿Qué hará con su equipaje milord, lo llevará todo?
—Es probable que no pueda llevármelo ahora mismo. Pero de todas formas lo dejaré aquà en la estación para que me lo envÃen después.
—Entonces lo descargaré.
—SÃ, se lo agradezco. Iré a comprar un pasaje para Wiltshire.
Harry sabÃa que cambiar su boleto de viaje a Oxford por otro a Wiltshire, no serÃa fácil. Pero no le importaba si debÃa ofrecer más de lo que valÃa el pasaje en realidad. El hombre que le atendió en la ventanilla le explicó que podÃa enviar su equipaje por el importe del pasaje que no utilizarÃa, pero que para viajar a Wiltshire deberÃa forzosamente comprar otro boleto. Le daba igual, hubiese dado todo lo que poseÃa por regresar lo antes posible junto a Severus.
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Severus habÃa extremado los cuidados con su salud. Pero lo cierto era que no lo hacÃa por sà mismo, sino por quienes le rodeaban. No deseaba que alguien sufriera otra vez porque él estuviese al borde de la muerte. En este punto pensaba especialmente en Harry. Aunque el chico de ojos esmeraldas ya no era parte de su vida, ni lo serÃa nunca más.
Ese mes de enero estaba siendo muy frÃo. Ahora se encontraba en el invernadero contiguo a la sala de lectura. HabÃa hecho de ese espacio de la mansión, su lugar favorito. No se le permitÃa salir de la casa, por causa del húmedo frÃo que habÃa dejado la lluvia de principios de semana. El aire limpio del campo le ayudaba mucho a sus pulmones, habÃa dicho el doctor Weasley durante su última visita, pero no debÃa exponerse a la humedad. En ese momento deseaba como nunca antes un paseo a caballo, para disfrutar de la libertad. Dentro de la casa se sentÃa atrapado.
Pero en el fondo sabÃa que ese sentimiento no tenÃa que ver con esa imposibilidad de ir a dónde quisiera libremente. Era su propia existencia la que estaba atrapada sin esperanza de liberación. Una pequeña luz se habÃa encendido en su corazón al saber que Harry le habÃa cuidado con tanta dedicación durante su enfermedad. Sin embargo, tras escribir aquella carta al muchacho y no recibir respuesta alguna, comprendió que su confesión llegó demasiado tarde. Tal vez si hubiese tenido el valor de decir aquello meses antes, todo serÃa diferente.
Aquella era su realidad, la aceptaba y seguirÃa adelante, con plena conciencia de que la felicidad se le habÃa escapado de las manos, o más bien, que fue él quien la dejó ir.
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Nunca imaginó que el viaje de regreso a Wiltshire se le harÃa tan largo. HabÃa pernoctado en una posada del camino. Su cerebro estaba al cien por cien. Apenas pudo dormir. Su tensión era tal que ni siquiera experimentaba las desagradables consecuencias de una noche de insomnio. Su mente se paseaba una y otra vez por las distintas escenas que imaginaba en ese reencuentro con el hombre que amaba por encima de todo. Cómo reaccionarÃa Severus ante su sorpresiva llegada, porque seguramente le imaginaba de camino a Liverpool, como todos los demás.
Al mediodÃa el cochero hizo una parada en un una hosterÃa de camino a Westbury. Dos horas después ya retomaban el viaje y el nudo que Harry tenÃa en el estómago se apretaba más.
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Bajó del carruaje frente a la entrada principal. El camino hacia la casa era bordeado por un camino de grava y lo harÃa a pie. Si no fuese el caballero que era sin duda que hubiese corrido sin detenerse, era lo que deseaba hacer, pero estaba decidido a demostrarle a Severus y a todos, que ya no era un jovencito impulsivo. Era un hombre maduro que dentro poco más de seis meses serÃa mayor de edad. Un adulto completamente responsable de sà mismo. La tutorÃa de Severus acabarÃa y entonces podrÃa cumplir su sueño, que dos dÃas atrás creÃa perdido para siempre. SerÃa el esposo de Severus.
Mientras iba por el camino, recordaba la noche en que Severus le habÃa confesado su amor. De eso hacÃa más de un año. Su felicidad con el hombre de ojos negros fue muy breve por desgracia. Sin embargo, ahora todo serÃa distinto. GritarÃa a los cuatro vientos que amaba y era correspondido, daba igual que la gente pudiera criticarle por poner los ojos en el hombre que era su tutor desde que tenÃa nueve años. Estaba seguro de sus sentimientos, en realidad siempre lo estuvo. Lamentablemente no sucedió lo mismo con Severus, fue la inseguridad del hombre mayor la que estropeo todo. Pero con respecto a eso ya tenÃa claro lo que harÃa, no le darÃa otra vez la oportunidad de retractarse del compromiso, por muy privado que este fuera.
No quiso golpear la puerta principal, asà que dio un rodeo y fue por la entrada de servicio.
La cocina estaba en pleno movimiento, pues se acercaba la hora de la cena. Sin embargo cuando entró al lugar se produjo un silencio y toda actividad se detuvo. La cocinera, las dos doncellas y el Ama de llaves, la señora McGonagall, le miraban como si fuese una aparición.
—¿Señorito Harry? ¿Realmente es usted? El señor Lupin me comentó esta mañana que usted ya estaba de camino a Liverpool —dijo la señora McGonagall.
—Sà imagino que sÃ, porque es lo que todos suponen, pero hubo un cambio de planes a último minuto —explicó el joven.
—¿Se encuentra usted bien?
—Claro que sÃ, en realidad estoy mejor que nunca.
—Siendo asà le doy la bienvenida a nombre de todos. La verdad es que le hemos extrañado mucho.
—Yo también extrañé esta casa y a todos aquÃ. Pero estoy de regreso y no pienso marcharme otra vez.
—Nos alegra mucho —dijo la mujer mayor y las demás asintieron.
—¿Dónde están todos?
—La señorita Hermione y el señor Lupin fueron a tomar el té con lady Malfoy —explicó el ama de llaves —. Milord, no los acompañó porque el dÃa estaba muy frio. Ha estado toda la tarde en el invernadero, junto al salón de lectura. Iré a avisarle que usted está aquÃ…
—No. La verdad quiero darle una sorpresa —interrumpió Harry con una sonrisa, luego inclinó la cabeza y cruzó la amplia cocina hacia la salida sintiéndose tembloroso, pero muy seguro.
Respiró profundo cuando se encontró frente a la puerta. Ese reencuentro con Severus serÃa muy especial. Era un nuevo comienzo. Temblaba cuando entró. La chimenea estaba encendida pero al que más deseaba ver no estaba ahÃ, aunque habÃa un libro sobre la mesa lateral. Se quedó de pie, mirando la puerta entreabierta que daba al invernadero. Escuchó los pasos que se acercaban. Severus entró en la habitación con aspecto de hombre cansado. Su rostro, como pudo captar Harry al instante, revelaba una profunda tristeza. Sin embargo, cuando notó la presencia de alguien más en la habitación volvió la cabeza y miró directamente al joven de ojos esmeraldas. Se quedó estático, sin poder reaccionar, al parecer no lograba decidir si lo que veÃan sus ojos era real o producto de una alucinación.
Harry decidió facilitarle las cosas. Se acercó.
—No estás alucinando, realmente soy yo… he regresado —explicó el muchacho dando un paso más hacia el hombre de ojos negros.
Pero aquello no pareció ser suficiente para Severus, porque no reaccionó.
Harry avanzó otro paso. Metió la mano en su chaqueta y sacó la carta que ya habÃa leÃdo mil veces.
—Ayer por la mañana, cuando me despedÃa de lady Malfoy, me entregó esta carta. Se habÃa confundido con las tarjetas de felicitación que recibió en Navidad —explicó Harry mientras daba vueltas el sobre que tenÃa en las manos —. Cuando me marché de aquà lo hice estando seguro de que no me amabas. Creà que… me convencà de que en realidad te habÃas confundido y que al darte cuenta de ello decidiste romper conmigo. Estuve mucho tiempo resentido, no voy a negarlo, pero a pesar de todo no podÃa sacarte de mi corazón. Y nunca podré.
—Harry yo…—murmuró Severus.
—Debes escucharme Severus, si realmente me amas como dices en esta carta, debes escuchar hasta el final todo lo que tengo decir.
El hombre asintió.
—En esta carta me revelaste lo inseguro que te sentÃas. Puedo entenderlo. TemÃas que mis sentimientos no fueran tan… fuertes y que con el tiempo dejase de amarte. Acepto eso, soy joven y no tengo experiencia. Tus dudas eran razonables. Lo que no puedo aceptar es que me trataras como a un niño y decidieras por mÃ. No tenÃas derecho a romper conmigo sin ni siquiera explicarme porque.
—Lo sé Harry, fui un tonto y lo lamento.
—Me subestimaste Severus, y aunque me lleves muchos años de ventaja debes entender que soy un adulto, bueno lo seré dentro de unos meses, no decides por mÃ, soy dueño de mi vida y de mis sentimientos.
—¿Podrás perdonarme algún dÃa Harry?
—Eso depende de ti.
—Haré lo que sea, lo que tú me pidas… mi amor.
Harry se estremeció con solo escuchar eso.
—¿Aceptarás que soy un hombre que sabe lo quiere y necesita?
—SÃ. Cometà un error al no entender que, desde el mismo momento en que te confesé mi amor, debÃa comportarme como tu prometido y no como tu tutor.
Harry sonrió y le dedicó al hombre una mirada llena de amor. Severus por su parte abrió los brazos deseando experimentar otra vez aquella felicidad que creyó perdida para siempre.
Por fin llegó el abrazo que tanto necesitaban. HabÃa transcurrido más de un año desde la última vez que estuvieron asà de unidos. Severus estrechó al muchacho con fuerza, como si deseara fundirse con él. Tanto soñó con un momento asà que ahora temÃa estar siendo vÃctima de un delirio.
—Severus, no sé cómo pude soportar vivir sin ti.
—Yo lo soporté a duras penas, Harry —dijo el hombre mayor —. Perderte fue lo más doloroso que me ocurrió en la vida. Desde que te fuiste yo dejé de vivir, solo existÃa, nada más.
—Nunca me apartes de ti —pidió Harry con tono suplicante.
—Nunca mi amor. Nunca te dejaré ir de mi lado otra vez. Tendrás que soportarme hasta cuando sea un anciano gruñón. Porque estaré contigo por muchos años más.
El muchacho dejó que su mirada esmeralda se perdiera en los ojos negros de Severus y supo que esas palabras eran un juramento. Sus labios buscaron los del hombre y por fin sintió que estaba completo. HabÃa regresado a los brazos de quien era su dueño, su único dueño.
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La visita de té se habÃa extendido más allá de lo previsto para Remus y Hermione. Esta última reconocÃa que dicha visita le ayudó un poco a no pensar en cuanto extrañaba a Harry. Añoraba demasiado al muchacho de ojos esmeraldas, pues por muchos años fueron inseparables.
Al entrar al salón se encontraron con la señora McGonagall que daba instrucciones a las doncellas sobre la cena de esa noche. SerÃa una cena especial asà que todo debÃa ser perfecto.
Hermione miró a Remus sin comprender aquella repentina exigencia del ama de llaves. El hombre de ojos dorados solo se encogió de hombros en señal de extrañeza.
—¿Cómo ha estado Severus, señora McGonagall? —preguntó Hermione mientras se quitaba el sombrero.
—El señor aún está en el salón de lectura.
La muchacha intercambió una mirada con Remus.
—Iré a buscarle para que venga a cenar —dijo Remus.
—Yo no me atrevà a interrumpirles —explicó la señora McGonagall.
—¿Interrumpir a quiénes? —preguntó Remus.
—Al señorito Harry y a milord—respondió la mujer mayor.
—Harry —susurró Hermione incrédula.
—SÃ, el señorito Harry dijo que sus planes de viajar a Liverpool habÃan cambiado y que se quedarÃa aquà definitivamente.
Hermione miró a Remus sin poder creerlo.
—Harry ha regresado —dijo la chica y salió corriendo del salón.
Remus fue detrás de ella.
Harry estaba sentado junto a Severus en el sofá. Las casi tres horas que habÃan pasado juntos les resultaron maravillosas.
Para Harry aquello era recuperar el más anhelado de sus sueños, con la absoluta certeza de que durarÃa para siempre. Y para Severus era volver a vivir esa felicidad que no habÃa conocido y que nació tan inesperadamente con ese amor que Harry despertó en su corazón.
Harry reposaba la cabeza en el hombro de Severus cuando escuchó los golpes en la puerta. Se levantó para abrir. Cuando lo hizo, vio a Hermione y detrás a Remus.
—¡Harry! —gritó la chica y se lanzó en los brazos del moreno —. No puedo creerlo. Estaba segura de que ibas camino a Liverpool.
—Recibà una carta que me hizo comprender que mi lugar estaba aquÃ, junto a Severus —dijo el muchacho intercambiando una mirada con el hombre de ojos negros que se habÃa levantado del sofá con una sonrisa.
—¿Eso quiere decir que ustedes están juntos otra vez, que están comprometidos? —preguntó Remus mientras entraba y cerraba la puerta tras él.
—SÃ. Todo el tiempo tuviste razón Remus —reconoció Severus —. No debà dejar que Harry se marchara creyendo que no le amaba.
—Entonces ya no hay malos entendidos —dijo Remus.
—No, ya no —respondió Harry —. Severus y yo hemos aprendido la lección, de un modo doloroso, pero todo lo sucedido nos ha enseñado a confiar en lo que sentimos el uno por el otro.
El hombre de ojos dorados se acercó al muchacho y le abrazó efusivamente.
—Harry, no sabes la felicidad tan grande que me traes. La verdad es que me sentÃa mal por ser tan feliz cuando mi amigo del alma —dijo Remus mientras sus ojos se detenÃan en Severus —, estaba sufriendo como un loco.
—Lamentablemente no todos los amores son fáciles como el tuyo Remus —respondió Severus.
—Lo sé, por eso me siento tan afortunado. Entre Draco y yo no hay existido contratiempo de ningún tipo. Sus padres aceptaron encantados nuestra relación. Confieso que tenÃa mis aprensiones con Lucius, pero ha dicho que su hijo es muy afortunado.
Harry miró a Hermione. Pudo apreciar en ella un sentimiento de sincera alegrÃa por la felicidad de Remus. Finalmente la chica habÃa superado por completo aquel amor por Remus. Deseaba que ella fuese tan feliz como lo era él.
La cena de esa noche fue muy especial. La felicidad habÃa regresado para quedarse.
Hermione observaba feliz a Harry y Severus. Tal parecÃa que habÃan tomado la decisión de no esconder lo que sentÃan, pues pese a que la doncella y el ama de llaves estaban presentes no dejaban de mirarse tiernamente. Eso la hacÃa muy feliz, porque no existÃa razón para que ocultaran su amor. No eran el primer tutor y pupilo que se enamoraban. Sonrió al pensar en la sorpresa que serÃa para todos. En especial para Draco y su madre.
Tal vez ahora que Harry estaba de regreso y la vida volvÃa a sonreÃrles, ella pudiese darse la oportunidad también de ser feliz. Ahora se sentirÃa más libre para dar rienda suelta a sus pensamientos sobre un atractivo joven pelirrojo, aspirante a doctor que le dedicaba miradas tiernamente tÃmidas cada vez que venÃa con su padre a visitar a Severus. Nunca se le pasó por la cabeza que quizá existiese el hombre perfecto para ella, claro, antes no conocÃa a Ronald Weasley.