Personajes: Harry/Severus
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling, solo los tomo prestados para divertirme con ellos. No percibo ningún beneficio económico.
Advertencia: Esta historia es un AU. Si quieren magia, pues aquà no la encontraran. Pero sà encontraran mucho romance, malos entendidos, angustia y, más romance.
CapÃtulo 9. Amor consumado
Harry sabÃa que esa serÃa su prueba de fuego. Pasaban las doce y todo el mundo en la mansión ya dormÃa desde hacÃa mucho. Era el momento perfecto. No se habÃa desvestido y no pensaba hacerlo, pues le dejarÃa a otro esa tarea. Cuando salió de la habitación, las piernas le temblaban y el corazón martilleaba con fuerza en su pecho. Pese al temor natural que experimentaba, no tenÃa dudas de lo que hacÃa. Todo el dolor que vivió por más de un año merecÃa ser compensado. Era un adulto, en realidad lo serÃa legalmente dentro de un par de meses, estaba seguro de que no hacÃa gran diferencia. Además presentÃa que esta vez Severus, no le rechazarÃa.
Cuando estuvo frente a la puerta respiró profundo e intentó controlar el leve temblor de su mano antes de golpear. Qué le dirÃa al hombre de ojos negros una vez que éste abriera la puerta. En principio esperaba que su lengua no se trabara. Tal vez no serÃa necesario decir palabra alguna, Severus era inteligente y captarÃa su intención… y deseo.
Respiró profundo una vez más y levantó la mano para llamar a la habitación, pero su iniciativa no llegó a concretarse, pues la puerta se abrió antes. Era Severus que se disponÃa a salir, una franca sorpresa se dibujó en las facciones del hombre al ver al muchacho.
—Harry…
—¿A dónde ibas, Severus? —preguntó el muchacho directamente.
El hombre pareció titubear un par de segundos, pero luego miró con determinación al joven.
—A darte las buenas noches —respondió luego de un breve instante.
Una sonrisa alegre se dibujó en los labios de Harry.
—Parece que los dos tuvimos la misma idea.
—Asà parece —respondió Severus con una casi sonrisa. Estaba muy lejos de creer en las palabras del muchacho de ojos esmeraldas.
Se miraron fijamente a los ojos. No era necesario aclarar nada, pues sabÃan que la intención de ambos no era precisamente despedirse hasta el siguiente dÃa. Aún habÃa una cuestión pendiente entre ellos.
—No creo que sea conveniente que conversemos en la puerta, Harry —dijo el hombre de ojos negros haciéndose a un lado para dejar pasar al muchacho al interior de la habitación.
Harry sintió que se le formaba un nudo en el estómago. SabÃa que significaba entrar a la habitación privada de Severus, por lo mismo, era un poco tonto el sentirse tan nervioso. HacÃa mucho tiempo atrás, la idea de estar entre los brazos del hombre que tanto amaba, no le habÃa puesto de ese modo. Por el contrario, una desastrosa mañana que nunca olvidarÃa, se atrevió a cruzar la lÃnea sin ningún pudor. SerÃa qué le daba miedo ser rechazado al igual que en esa ocasión. No podÃa ser. Severus no le rechazarÃa esta vez. De tener esa intención le hubiese mandado a dormir enseguida. Y no lo hizo.
Harry finalmente asintió y dio un paso al interior. La puerta se cerró tras él. Ya no habÃa vuelta atrás. Se quedó estático y en silencio, solo esperando lo que Severus harÃa a continuación.
Severus observó a Harry. Era evidente el nerviosismo del muchacho, pero al mismo tiempo notaba tanta resolución en los gestos y en su mirada que no tenÃa dudas de que hacÃa lo correcto. Harry ya no era el chico irreflexivo que se lanzó a sus brazos dejándose llevar por una pasión incontrolable, tiempo atrás. Era un hombre que sabÃa lo que querÃa.
—Severus debo decirte algo.
—Adelante Harry, te escucho.
El muchacho asintió levemente.
—Te amo y quiero hacer el amor contigo… ahora, esta noche. No estoy siendo irreflexivo ni imprudente. Pensé mucho en esto, mi deseo por ti no es algo nuevo, lo he sentido desde que comprendà que te amaba. Sin embargo, no quiero que te sientas en la obligación de acceder. No voy a ofenderme si me dices que no, qué prefieres esperar a que estemos casados. No quiero imponerte nada, solo quiero que me ames sin culpas ni miedos.
Severus miró por unos segundos al muchacho. No habÃa duda de que ya era un hombre y lo deseaba como nunca antes. En su corazón ya no existÃa la duda ni el temor.
—Harry, sà quiero hacerte el amor. Ahora, esta noche. Eres el hombre que amo, quiero demostrártelo de todas las formas posibles. Te deseo mucho. Y estoy seguro de que no me sentiré culpable ni arrepentido mañana. Este momento nos pertenece a los dos. Merecemos regalarnos esta noche después de todo el tiempo que estuvimos separados… tú creyendo que yo nunca te habÃa amado y yo pensando que habÃa perdido tu amor para siempre.
Harry tras escuchar esa respuesta positiva sonrió y, acto seguido, procedió a quitarse la chaqueta y la dejó caer al suelo de cualquier modo. Las piernas le temblaban levemente y sentÃa las manos sudorosas. Los latidos de su corazón se acrecentaron cuando el hombre de ojos negros se acercó lentamente y enlazó su cintura, apegándolo a su cuerpo con decisión.
Severus sabÃa que Harry a pesar de estar evidentemente nervioso responderÃa a sus estÃmulos. Fue directo a besar los labios del muchacho y, lo hizo de un modo ardiente, sin delicadezas de ningún tipo. La respuesta fue salvaje, casi feroz por parte de Harry. El hombre mayor comprendió que no serÃa necesaria estimulación alguna, estaba demás. El fuego estaba encendido y la hoguera de sus cuerpos ardÃa sin control.
Harry habÃa alcanzado prácticamente la misma estatura que Severus y eso era una ventaja pensó el hombre mayor con cierta malicia. Sus bocas se encontraban a la misma altura y sus cuerpos encajaban de un modo ideal. Tan perfecto que Severus podÃa sentir la dureza del muchacho de ojos esmeraldas apretándose contra la propia de forma muy sensual. Sin embargo, a pesar de que Harry le enloquecÃa, no perderÃa el control de sus actos, pues era un hombre maduro y con experiencia que sabÃa cómo dominar el Ãmpetu del muchacho. Imaginaba que sus expectativas eran altas, y por supuesto no deseaba decepcionarlo.
Entre los espacios que se tomaban para volver a respirar, aprovechaban de ir quitándose las prendas que caÃan al piso formando un lÃo. Pronto estuvieron con el torso desnudo.
Severus estrechó la cintura del muchacho con decisión y las manos de éste se posaron sobre su pecho, acariciando con deseo creciente. El hombre mayor cerró los ojos y se concentró en aquellos roces suaves y correspondió amasando con decisión el trasero firme y bien formado de Harry, que gimió en respuesta. Severus prolongó la caricia, aquellos glúteos duros encajaban a la perfección en sus manos, Harry habÃa nacido para ser suyo.
Las manos de Severus tocándole de ese modo era lo más maravilloso que le habÃa sucedido, pero estaba seguro de que sin la molesta ropa aquellas caricias sabrÃan mil veces mejor. Se apartó del hombre y se dirigió hacia la cama. Ahora solo faltaba deshacerse de la ropa de la cintura hacia abajo y querÃa que en esa tarea le ayudase Severus. Y asà sucedió. De modo bastante diestro el hombre comenzó por quitar el calzado y después siguió con lo demás, hasta dejarle completamente desnudo. Harry estaba muy nervioso a esas alturas, pese a desear aquel encuentro.
Severus observó con avidez la desnudez del muchacho. No podÃa creer que su inseguridad le hubiese privado de semejante regalo. Harry era lo mejor que la vida le habÃa dado, y eso que ya tenÃa bastante, pero el muchacho de ojos esmeraldas era difÃcilmente comparable con todo lo demás.
El hombre se dedicó a besar cada centÃmetro de piel, querÃa saborearlo a conciencia y los suaves gemidos que se escapaban de la garganta de Harry, indicaban que hacÃa lo correcto. Era la primera vez de Harry y la suya también. SÃ, porque lo que sentÃa en su corazón nunca antes lo experimentó. En cuanto a sentimientos era tan novicio como el chico. En lo demás era todo un experto y pondrÃa todo ese conocimiento al servicio del amor. SabÃa que esa noche la recordarÃa por siempre.
Harry sentÃa el corazón a mil. Severus le hacÃa estremecer con sus besos lentos y sedosos. Tantos años creyendo que nunca podrÃa vivir ese instante. Todo el dolor experimentado por más de un año estaba siendo compensado de forma prodigiosa. Estar con los ojos cerrados le permitÃa a su parecer disfrutar más del momento. Sin previo aviso sintió los labios del hombre mayor posándose sobre los suyos con avidez.
—Mi amor, eres lo mejor que me pasó en la vida —susurró Severus.
Harry abrió los ojos de golpe y se encontró con los negros y encendidos ojos del hombre que amaba.
—Te amo, Sev. No te imaginas cuánto soñé con este momento, aun cuando habÃa perdido por completo la esperanza.
—Esta noche voy a darte todo de mà Harry, porque soy tuyo para siempre.
Desde los diecisiete años el muchacho de ojos esmeraldas soñaba con que Severus fuese solo suyo, ahora nada podÃa impedir que eso ocurriera. Cerró los ojos y se dejó llevar, las sensaciones que se despertaban en su cuerpo le abrumaban a la vez que le deleitaban. Severus sà que sabÃa cómo dar placer y aunque él no tenÃa con qué comparar, no dudaba de que en aquella lid el hombre de ojos negros era el mejor. Las caricias que le recorrieron eran tan seguras y constantes que antes de lo esperado se encontró totalmente relajado y entregado a lo que su amante quisiera hacer con él.
Severus estaba perdido en sus propios pensamientos mientras sus labios recorrÃan la piel sedosa y ardiente del muchacho. Se preguntó cómo pudo en un momento aceptar el vivir sin Harry. Aunque nunca le tuvo en sus brazos de la forma en que lo tenÃa ahora, no debió resignarse a vivir sin ese amor. Cuando la respuesta del chico no llegó, en vez de sentirse amargado, debió ir en su busca y exigirle que de frente le dijese que ya no le amaba. Él nunca fue del tipo que renunciaba, pero con Harry desde el comienzo se sintió inseguro y actuó según eso. Por supuesto que cometió un montón de errores de juicio. Pero ahora compensarÃa todo lo pasado con esa noche y todos los dÃas que vinieran.
La piel de Harry temblaba bajo sus besos y de la garganta del chico se escapaban suaves gemidos que lograron enardecer a Severus. En un certero recorrido con sus labios, el hombre finalmente llegó hasta la prominente erección del muchacho, ya no podÃa más y simplemente recorrió toda esa longitud con sus labios, habÃa fantaseado tantas veces al respecto, que era difÃcil convencerse de que aquello estaba sucediendo de verdad. La piel era tan tersa y estaba tan caliente, cuando llegó a la punta, su lengua húmeda tanteó aquella zona en extremo sensible como bien sabÃa. El cuerpo de Harry se contorsionó en respuesta con un gemido que apenas pudo acallar. Comprendió que un roce igual harÃa que el muchacho se viniese, asà que si ocurrÃa, serÃa dentro de su boca, porque no iba a perder la oportunidad de probar la esencia de su joven e inocente amado.
Harry cerró los ojos y estrujó con sus manos la colcha. Su mente estaba dividida entre el embotamiento y la lucidez. Apenas podÃa creer que la boca de Severus pudiera acogerlo de ese modo. SentÃa el roce de los dientes y la lengua paladear sobre su carne ardiente. Ninguna fantasÃa suya le habÃa preparado para aquello, estaba follando la boca de Severus. El pensamiento lo encendió a tal punto que ya no pudo contenerse y simplemente se vació en ese instante, sintiendo como el hombre succionaba con más apetito. Severus estaba bebiéndose su esencia. El orgasmo lo golpeó y su cuerpo actuó por sà mismo. Se convulsionó por casi un minuto hasta que finalmente se quedó quieto con la respiración agitada y una sensación de placer que jamás imaginó que podrÃa experimentar.
Severus por su parte, no estaba satisfecho aun, pero sabÃa que era razonable no estarlo. Con Harry asÃ, desnudo sobre su cama, gimiendo su nombre era imposible no desear mucho más. Pero no tenÃa prisa. El momento era demasiado importante como para no gozarlo con lentitud. Reanudó los besos pausados y contundentes sobre el cuerpo del muchacho. Harry, que aún no regresaba del limbo de su reciente orgasmo, se dejó hacer sin oponerse. El hombre mayor aprovechó aquello para ponerlo en una posición que le permitiera un mejor acceso a ese lugar donde Severus soñaba estar desde hacÃa mucho tiempo.
Harry se quedó muy quieto y un tanto sorprendido cuando un dedo empezó a palpar su entrada. Aunque en realidad no debÃa estarlo, pues su intención era llevar el asunto hasta el final e imaginaba que Severus tenÃa el mismo propósito. Sin embargo, igual se sorprendió, pero no de un modo incomodo, sino simplemente porque era increÃble que el mismo hombre que un año antes apenas se atreviera a besarlo, ahora estuviese hurgando su zona más Ãntima de aquel modo. Casi enseguida comenzó a gemir de un modo muy quedo. De esa manera querÃa alentar a su amado. Hacerle saber que cualquier caricia suya le resultarÃa muy placentera.
Severus ante la reacción de Harry se animó a mucho más. Decidió usar su propia saliva como lubricante.
Harry se quedó casi sin aliento cuando comprendió lo que Severus hacÃa. Aquello le impactó en grande, pero casi de inmediato se sintió transportado al ParaÃso. Aunque intentó convencerse de que el hombre nunca antes habÃa realizado algo asà con otro. Aquello era demasiado increÃble y especial como para que su amado Severus lo hiciese con alguien más.
Severus sabÃa que lo suyo era muy audaz, bien podÃa suceder que Harry se sintiera ofendido con tan atrevido acto. Pero los gemidos del chico le decÃan que lo estaba disfrutando tanto como él mismo. No sabÃa de dónde habÃa sacado coraje para hacer aquello. No era un acto que él se permitiera. Ni hacerlo a otro ni que se lo hicieran a él. Le parecÃa que era hasta más Ãntimo que el tener su miembro erecto en la boca de otro hombre. Pero el asunto era distinto tratándose de Harry. SentÃa que no debÃa ponerse lÃmites ni ponérselos al chico. Ellos se amaban por encima de todo y lo habÃan probado ya. Estos pensamientos le tranquilizaban y también la reacción de Harry, no huÃa de él despavorido, acusándolo de pervertido, al contrario, en ese preciso momento empezaba a gemir su nombre y a suplicar, posiblemente no tuviese muy claro porque suplicaba, pero lo hacÃa.
La lengua del hombre de ojos negros comprobó que la entrada de Harry estaba completamente dilatada y ya no demoró el momento que sabÃa era el más sublime de su existencia. Se irguió y reemplazó su lengua por un miembro erecto. Despacio, comenzó a empujar hacia la entrada del chico, que se quejó audiblemente. El hombre mayor se inclinó un poco para besar el cuello de Harry.
—Intenta relajarte todo lo que puedas mi amor. El dolor pronto pasará y comenzarás a sentir placer… confÃa en mÃ.
Ni una palabra salió de la boca de Harry, pero asintió con la cabeza. Y Severus comenzó a empujar lentamente. Sintió como las paredes cálidas del chico le rechazaron e intentaban expulsar al intruso, pero no se movió.
—Respira mi amor. Intenta tomar aire y luego expúlsalo, te ayudará a relajarte.
Harry sentÃa ardor, dolor, incomodidad. Todo junto. Su cuerpo deseaba huir de aquel invasor, expulsarlo de su interior.
—No me dejes ir… Severus —pidió el chico en un resuello —. Por favor… no me dejes ir…
—No lo haré mi vida. Esperaré hasta que el dolor pase, hasta que te acostumbres a mi tamaño. Al principio es asÃ, duele, pero después te llevaré al ParaÃso, mi ángel.
—Ya estoy en el Sev, me duele, pero sé que la felicidad también duele a veces.
Severus besó intensamente el cuello de Harry. Lo mordió en repetidas ocasiones, eso sà con gentileza, no querÃa dejar huellas que evidenciaran su actuar. Lo que estaba sucediendo esa noche solo les incumbÃa a ellos y no tenÃan por qué saberlo los demás.
Harry sabÃa que Severus jamás lo lastimarÃa a propósito. Ese dolor era necesario, hasta las chicas sentÃan dolor la primera vez, según habÃa oÃdo. Todo parecÃa indicar que el placer no vendrÃa en forma instantánea, era necesario trabajar un poco para que llegara. Esperaba que no tardara mucho.
—Mi vida, comenzaré a moverme un poco, no temas, confÃa en mÃ.
El muchacho asintió con la cabeza ya que prácticamente estaba conteniendo el aire.
Efectivamente Severus se movió un poco, pero no de forma errática, al contrario, pareció un movimiento estratégico.
Harry, que contenÃa el aire con todas sus fuerzas, no pudo hacer otra cosa que no fuese gemir audiblemente. Un ramalazo de algo maravilloso le hizo estremecerse. No sabÃa cómo habÃa sucedido aquello, Severus se habÃa movido dentro de él, de un modo extraño y le habÃa provocado eso.
—Oh mi Dios, Sev… qué fue eso… se siente maravilloso.
—Esa es la idea mi cielo, que sea maravilloso para los dos.
—Hazlo otra vez, por favor.
—Lo haré no te quepa ninguna duda, pero no aún, lo haré en el momento correcto.
El muchacho asintió. Severus se retiró lentamente y volvió a entrar con la misma calma. Repitió aquello varias veces. Aunque sus pensamientos abandonaron un poco la cordura, no dejó de pensar que casi habÃa olvidado cuando fue la última vez que se sintió poseyendo un cuerpo asà de estrecho. Harry estaba tan apretado que casi le resultaba doloroso. Sin embargo, nadie la harÃa abandonar aquella dulce tortura. Poco a poco sintió como las paredes estrechas finalmente se relajaban, los músculos del chico cedÃan y ahora apretaban y soltaban al compás de sus embestidas que continuaron con un ritmo lento, pero continúo.
Harry experimentó otra vez aquel ramalazo de placer, y sin poder creérselo sintió la mano de Severus apretar su erección. Era demasiado, simplemente se vino contra el colchón. Después de la liberación solo querÃa dejarse llevar por la sensación de placer, pero Severus aún no acababa. Ahora arremetÃa en su interior con una fuerza salvaje, mientras le hablaba al oÃdo un montón de frases osadas que en otra circunstancia le hubiesen hecho enrojecer. Cuando creyó que ya no podrÃa soportar más, una humedad le invadió y provocó escozor en su interior. Severus se derrumbó sobre su espalda y el chico soportó estoico aquel peso. Sin embargo no duró mucho, el hombre se movió liberándolo, y se dejó caer a un costado de la cama.
Se quedaron quietos y en silencio. Una vez que Severus recuperó la respiración y la cordura, acarició la espalda húmeda del chico y le besó varias veces. Aquel sencillo gesto hizo feliz a Harry, que se volteo y olvidando el escozor que aún sentÃa en su interior, se precipitó sobre los labios del hombre de ojos negros y lo besó intensamente, siendo correspondido de igual manera.
Lo último que pensó Harry antes de caer dormido, era que su corazón no se habÃa equivocado al elegir a Severus Snape.
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Cuando Harry despertó esa mañana no pensó en hacerlo en su cama. Miró confuso en derredor, estaba seguro de haber ido durante la noche a la habitación de Severus. No podÃa ser que todo aquello fuera producto de un sueño. El dolor agudo que experimentó en cierta parte de su cuerpo fue el indicativo de que definitivamente no lo habÃa soñado. Pero no recordaba cómo habÃa llegado ahÃ.
Unos golpes suaves lo alertaron. Miró el reloj y comprobó que aún no era hora de levantarse. Tampoco se sintió capaz de salir de la cama para ir hasta la puerta, asà que simplemente conminó a entrar a quien llamaba a una hora tan temprana.
—Adelante.
La puerta se entreabrió con suavidad. Era Severus.
—Buenos dÃas, mi ángel —saludó el hombre mayor escabulléndose hacia la habitación.
—Sev, cómo llegué aquÃ. No recuerdo haber dejado tu habitación.
—Yo te traje en mis brazos cuando dormÃas. Me hubiese gustado que despertaras conmigo a tu lado, pero creo que aún debemos ser prudentes.
Harry sonrió.
—Lo de anoche no fue nada prudente.
—Es cierto, no lo fue —concedió Severus.
—Pero fue maravilloso Sev.
El hombre se acercó a la cama y se recostó junto a Harry.
—Harry, anoche sentà como si hubiese nacido de nuevo. Te amo como a nadie.
—Yo te amo igual Sev.
Acercaron sus bocas y se besaron. Ninguno de los dos se dio tiempo para sentirse avergonzado por lo sucedido.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó el hombre apartándose para mirar al muchacho a los ojos.
—De maravilla.
—¿Lo dices en serio? Es que tenÃa la idea de que quizá fui un poco brusco contigo.
—No lo fuiste ni por un segundo. Todo lo ocurrido fue maravilloso.
—Me juras que no te lastimé demasiado.
—Cumpliste tu promesa de llevarme al ParaÃso. Quiero que me lleves otra vez.
—Mi vida, nada me harÃa más feliz, pero es muy pronto. Sé que estás lastimado y es natural que asà sea porque he sido tu primera vez. Dejemos pasar unos dÃas.
—Esta bien —aceptó Harry un poco de mala gana —, pero me juras que en cuanto esté bien pasaremos la noche juntos.
—No pensaré en otra cosa hasta que eso suceda.
El muchacho sonrió finalmente.
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El ambiente que se respiraba en la mansión era muy alegre pese a que el invierno parecÃa extenderse. Era comienzos de marzo y solo faltaban dos dÃas para el baile en que los Malfoy anunciaran en sociedad el próximo enlace matrimonial de su hijo Draco con Remus Lupin. El tema se trataba durante el almuerzo.
—Lady Malfoy querÃa que esperáramos hasta agosto para realizar la boda —explicaba Remus —.Pero Draco se ha negado rotundamente. Nos casaremos el dÃa de su cumpleaños, dice que tres meses es un tiempo prudente después de hecho el anuncio.
—¿Y por qué lady Malfoy querÃa alargar el plazo? —preguntó Severus.
—Simplemente porque cree que tres meses no es tiempo suficiente para tener todo listo —respondió Remus.
—Creo que todos podrÃamos ayudar —dijo Severus mirando a Harry y Hermione.
—Claro que ayudaremos —aceptó Hermione —. El que se casa no es cualquiera, es nuestro querido Remus.
Harry sonrió ante la actitud solidaria de la chica, cuyo corazón poco a poco olvidaba su amor imposible por Remus. Se alegra por ella, no querÃa verla sufrir por el resto de la vida.
—¿Y nosotros Sev, cuando anunciaremos nuestro compromiso? —preguntó sin más Harry.
—Cuando tú lo quieras —respondió el hombre de ojos negros.
—Por qué no aprovechan la fiesta de cumpleaños de Harry, a fines de julio —sugirió Remus.
—Pero Draco y tú estarán en su viaje de bodas aún —dijo Harry.
—Perfectamente Draco y yo podemos regresar antes de nuestro viaje.
—No me parece justo que apures tu regreso por nuestra causa —replicó Severus.
—Además a Draco le hace mucha ilusión ese viaje contigo Remus —apuntó Hermione.
—Draco y yo estaremos de regreso recién a principios de septiembre, están seguros que desean esperar —dijo Remus.
Severus y Harry intercambiaron una mirada. HacÃa dos meses que mantenÃan relaciones sexuales muy placenteras, sin que nadie hasta ahora lo supiera, no tenÃan problemas en continuar asÃ.
—Esperaremos Remus, no te preocupes —respondió Harry —. Severus y yo hemos aprendido que la paciencia es una gran virtud.
Remus sonrió complacido.
Severus también sonrió aunque no por la misma razón que Remus. SabÃa mejor que cualquiera que Harry no derrochaba paciencia, al contrario. Por las noches llegaba a su cama completamente ansioso, jurando que morirÃa al segundo siguiente sino le sentÃa dentro cuanto antes.