BRILLO
#5
Era un dejavú para él, el sonido nuevamente sonaba en tono de falla, llevaban dos semanas con las pruebas entre él, Aioria y Atenea, podía escuchar los gruñidos de frustración del castaño cuando fallaba la conexión entre ambos, Saga no podía, cada vez que el proceso comenzaba sentía su mente siendo apoderada por la del otro sujeto, sentía su conciencia dentro de él y sentía esa hambre voraz de querer consumirlo, ese sentimiento de querer devorar su existencia y cuando aquello ocurría, su mente dejaba de estar presente y la conexión terminaba antes de que siquiera lograran enlazarse.
— Aioria, deja de intentar consumirlo — La orden era clara, tras todas las pruebas fallidas la voz del doctor sonaba molesta.
— No puedo, su mente es débil, es frágil, deberíamos parar con todo esto la última vez fue sólo un golpe de buena suerte, aquella vez no pensé que realmente ocurría, sólo existía rabia dentro de mí — Respondió el castaño aun estando ambos dentro del robot.
— Bueno… eso me parece una buena idea para probar, recrea todo lo que hiciste aquel día, recuerda la muerte de Marín — sugirió el doctor.
Saga vió con cierto temor cuando el castaño miró directamente en su dirección, aquellos ojos color esmeralda con una clara idea de lo que iba a ser, una que a él no le gustaría para nada, y tal como el menor había previsto el mayo se acercó aún más a él y acercó sus cuerpos con fuerza mientras el de cabellera azul se resistía en vano, una de sus mano había sido inmovilizada al tratar de dar un golpe, su cuerpo atrapado entre el cuerpo y el brazo del caballero y a pesar de toda su negación de todas formas ocurrió sus labios fueron tomados, una lengua fue introducida a su boca.
Pero esta vez no perdió su conciencia, no, sentía todo, como su mente comenzaba a ser envuelta por la del castaño, sentía algo en su interior erizarse, un brillo blanquecino salió desde algún lugar y la conexión finalmente se logró.
Podía sentir al castaño por todas partes, siendo una parte más de él y el del castaño, podía ver a través de sus ojos, y desde sus ojos lo que veía Atenea, podía sentir los movimientos que daba el robot como una extensión más de su cuerpo a la vez que escuchaba los balbuceos extraños de Kido que parecía choqueado por algo que estaba viendo en esos momentos.
— Aioria, suficiente detén el simulacro y tráeme al chico—
CAMBIO
#6
Él mismo no lo podía creer, esa imagen suya seguía estando en su mente desde que ocurrió, su cabello de azul a gris perlado, sus ojos de verdes a cian, aquellos colores de cabello y ojos que sólo aparecían en escrituras antiguas, aquellos colores pertenecientes a una de las razas que desencadenaron la segunda destrucción del mundo.
Los humanos originales los llamaban, aquellos que el folclore los llamaba hijos de tierra, aquella civilización escondida del resto de la humanidad la cual al ser descubierta dio inicio a la cuarta guerra mundial, una guerra que sólo causó el inicio de una de las peores pesadillas para todo ser viviente.
En su lucha por ganar la guerra y el control de la antigua civilización las naciones unieron sus esfuerzos dejando en manos a una organización la cual su nombre había desaparecido de las hojas de la historia, los descubrimientos de nuevas tecnologías. Y en una de aquellas investigaciones fue donde fue encontrado, el titán original, Urano, el titán del cielo aquel que su despertar dejó caer el firmamento sobre la tierra, infestó las aguas, tiñéndolas de color púrpura, redujo la vegetación a cenizas, acabó con gran parte de la población del mundo sin discriminación alguna, siendo su primer objetivo los hijos de tierra que desaparecieron sin dejar rastro alguno.
Le siguió el despertar de Cronos el cual logró la unión mundial, la cual llevó a la destrucción del mismo, pero eso no bastó para que los vástagos que el titán dejó en la tierra siguieran apareciendo durante los años siguientes a medida que la humanidad buscaba renacer.
Olympus había sido la corporación encargada de velar por la supervivencia humana, aquella extraña corporación repleta de secretos y dueños misteriosos de los cual sus nombres y objetivos se desconocían hasta la fecha.
Saga suspiró ante el dolor de cabeza inminente que venía, miró sus cabellos una vez más, otra vez eran azules y sus ojos seguían manteniendo aquel color verdoso, las pruebas desde aquel día eran cada vez peores, más exigentes y más exámenes eran realizados a su cuerpo sin ningún resultado aparente.
Desde aquel día no volvió a pilotear a Atenea, desde aquel día no volvió a ver a Aioria y por mucho que se negara aceptarlo, comenzaba a sentir algo parecido al síndrome de abstinencia, deseaba volver a conectarse una vez más como lo fue esa vez, en el fondo deseaba ser envuelto por Aioria una vez más en aquella lucha de entre ser devorado y mantenerlo a salvo.