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Hijos de los Dioses por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Gracias a todos los que leen y les interesa el fic.

Saludos :*

 

 

CABALLERO

#13

 

— ¿Que harás? ¿Llorar? ¿Acusarnos con el sujeto que te dio el nuevo departamento a cambio de joderte? Jugaremos contigo, pero lamentamos no tener nada para regalarte — el cuerpo de Saga fue empujado hacía un callejón, los tres chicos que siempre lo habían molestado lo habían estado siguiendo por días, sabían de sus encuentros con Aioria, conocían su nuevo hogar y habían deducido erróneamente todo, pero sabía que no sacaba nada con dialogar con aquellos idiotas.

Saga sintió su cuerpo contraerse de miedo cuando fue colocado de rodillas, dos chicos afirmando cada brazo, inmovilizado, reducido, mientras su rostro era empujado hacia la entrepierna erecta del más alto de los tres chicos, nauseas, sólo nauseas sentía en su interior, odiaba aquello, odiaba el tacto de aquellos chicos, su cercanía, las palabras despectivas que utilizaban y palideció al escuchar el sonido de un cierre siendo abierto.

Estaba en peligro todo su cuerpo lo sentía y necesitaba protegerse y entre su miedo escuchó el sonido del viento, como si le hablara, escuchó a la tierra y de un momento a otro un poderoso sonido salió de su boca.

Sus cabellos se volvían blancos, aquel grito lanzó como una onda expansiva a los tres muchachos contra las paredes del callejón, la tierra tembló bajo sus pies pero Saga no estaba realmente consiente de lo que hacía, desde la tierra nacieron raíces que tomaron los cuerpos de los tres jóvenes y sin piedad alguna enraizaron por entre sus cuerpos, ramas salían desde sus pieles manchando sus cuerpos y el suelo con la sangre que brotaba, el interior era perforado mientras avanzaban provocando gritos de dolor y una eterna agonía que no parecía tener fin.

Los ojos inconscientes de Saga veía a los tres chicos morir ante sus ojos apagando hasta la última chispa que tuviesen de vida y no conforme con ello levantó una de sus manos para destrozar por completo sus cuerpos hasta que no quedara parte reconocible de ellos, el dolor en su interior no se detenía al igual como la sed de venganza.

Pero todo acabó cuando alguien lo tomó entre sus brazos y todos esos sentimientos oscuros fueron sellados por la boca de un caballero que había venido en rescate de su conciencia perdida.

 

 

 

 

 

CULPA

#14

 

Su cabeza dolía como nunca, sentía el parecido a un recuerdo lejano, le costaba abrir sus ojos pero esta vez sabía que no se encontraba dentro de una habitación de hospital, no, era demasiado familiar, cuando abrió sus ojos notó que estaba sobre su cama, la luz del día ya había acabado y sólo obscuridad se alcanzaba a ver por la ventana del balcón.

No recordaba cómo había llegado ahí, y tampoco que había sucedido antes y en un flash vino a su mente los tres chicos forzándolo, y unas ganas de vomitar se apoderaron de su estómago. No quería recordar más, su mente bloqueó sus recuerdos siguientes, no quería recordar aquel desenlace, sentía su cuerpo asqueroso y sólo sentía ganas de meterse a la ducha para que todo esa suciedad se limpiara, sólo un grito de desesperación y rabia a pesar de que tal vez nadie lo escucharía y comenzó a sollozar envolviéndose así mismo con sus brazos.

Pero al parecer no estaba sólo, y eso lo supo cuando otros brazos rodearon su cuerpo entregando calor en aquella fría noche.

— Saga, tranquilo ya todo está bien, no ocurrió nada, cálmate— una mano se posó en su rostro obligándolo a mirarlo directo a sus ojos, verdes, intensos, pero ya no serios, llenos de preocupación y otro sentimiento que no lograba definir.

— Ellos… ellos me... — murmuró el menor siendo acallado antes de que terminara la frase.

— No ellos no hicieron nada, llegué a tiempo antes que lo hicieran, los detuve y te traje a casa — Otra vez el puño del león se apretaba, estaba mintiendo y lo sabía, le mentía a Saga descaradamente una vez más y cada mentira que decía se volvía más pesada para sus hombros.

— Estoy aquí, ya no tienes que tener miedo — prenunció, sus labios tocaron los de Saga una vez más aquel color blanquecino y el brillo que salía de ellos inundó la habitación, Aioria no dejaba de impresionarle aquella imagen desde la primera vez que la vió, el día en que su amada Marín falleció dentro de Atenea, al igual que tampoco dejaba de sentirse culpable por todo lo que estaba haciendo.

 

 


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