REENCUENTRO
#3
No podía negar que todo ahora era mucho más cómodo que antes, que desde que había abandonado aquel pequeño cuarto que alguna vez compartió con su madre se sentía un poco más a gusto con su propia vida, una cama grande sólo para él, cocina y baño amplio y una sala de estar bastante linda, sí, ese lugar era como uno de los sueños que alguna vez llegó a tener, pero algo dentro de él lo hacía estar inquieto.
Y era de esperarse, no cuando un día cualquiera te avisan que por órdenes de Olympus cambiaría de residencia, y se le proporcionaría todo lo necesario para vivir cómodamente a cambio de participar en sus experimentos. En realidad aunque se hubiese negado sabía que no sería posible, no cuando la corporación Olympus es quien mantiene viva y segura la ciudad y gran parte de la raza humana alrededor del mundo.
Desde hace un mes era todo lo mismo, su vida en sí no había cambiado aún asistía a clases, aún era molestado por algunos de sus compañeros por ser diferente a ellos, la única diferencia era que al menos una vez a la semana debía bajar a las entrañas de la ciudad bajo tierra y entregar sangre y ser monitoreado por largas horas.
Recordaba que ese mismo día se cumplía un mes desde su altercado con el titán y con el piloto el cual no volvió a ver, día a día trataba de buscar entre su memoria que había sucedido con él, que había sido lo que ocurrió dentro del robot, pero nada, sus últimos recuerdos sólo eran su forma tosca e iracunda de arrastrarlo y además ese beso que le dio.
El timbre sonó sacándola de su ensoñación y se levantó del sofá para abrir la puerta, se preguntó de quien se trataría, no conocía a nadie, siempre había sido sólo él y su madre, hasta que la muerte la arrebató de su lado.
Cuando finalmente abrió la puerta se topó con esa mirada altiva, esos ojos verdes fieros, y aquellos cabellos castaños que hace unos momentos se encontraba recordando. Su cuerpo se tensó frente a la imponente figura del piloto desconocido, era al menos dos cabezas más alto que él de facciones duras y poco amigables, de brazos y hombros anchos que cargaban con el peso de mantener a la nueva Athenas a salvo.
CASTIGO
#4
Si todo su cuerpo no estuviese sumergido dentro de aquel líquido extraño de color azulado, de seguro sentiría como caerían las gotas de sudor de su frente, y como el respirar se le haría más difícil, otra vez aquel sonido le indicaba que la conexión no había resultado una vez más, pero a pesar de estar totalmente fatigado y cansado las pruebas no se detendrían ahí.
No pudo lograrlo cuando estuvo dentro de Piscis, ni de Leo, ni Sagitario, ni virgo, y en su quinta prueba tampoco pudo conectarse con Libra, no era que le preocupara de todas formas, Saga no tenía ningún deseo de transformarse en un nuevo piloto de aquellas enormes máquinas de metal dorado. La puerta de la cabina del santo de libra como se hacía llamar una de las unidades se abrió logrando que aquel azulino líquido también comenzara a bajar, aun no logrando acostumbrarse del todo a aquella sensación húmeda y el poder respirar en ella.
Cuando salió vio las miradas de los cinco caballeros como se hacían llamar los pilotos, unas más molestas que otras siendo una de ellas la de aquel castaño de nombre Aioria, aquel indeseable sujeto que no paraba de causarle otra cosa que no fuese molestia.
— Es una lástima, Saga— habló la voz del Dr. Kido el creador de aquellas máquinas — No lograste la conexión con ninguno de mis bebés, algo realmente curioso — finalizó.
— Espero que aún no estés cansado, nos queda el último y te será algo familiar, mi más grande y bella obra, Atenea…— Habló el doctor alzando los brazos mientras que el robot más grande de todos se acercaba a ellos, aquella máquina de metal de un color oro más intenso, ese mismo robot que había visto desde que sus desgracias habían comenzado.
— Aioria, si me haces el favor…— El caballero nombrado se colocó junto a él, mientras ambos se adentraban hasta la unidad, Saga sentía incomodidad cada vez que ese hombre se le acercaba, podía sentir aquella especie de odio que sentía el moreno por él.
— Daremos inicio al protocolo 236, cuando estén listos comiencen la conexión — la voz del Kido se escuchaba dentro de la cabina a medida que conectaban aquellos aparatos al cuello nuca de su traje y aquel líquido azul comenzaba a llenarlo todo.
Tenía frente a él a Aioria, que sólo lo miraba directamente esperando impaciente a que el sonido diera paso al inicio de la conexión, Atenea como el doctor llamaba al robot era diferente a los demás caballeros, Athena necesitaba dos pilotos, dos sacrificios había escuchado decir a uno de los otros caballeros y no cabía duda de la veracidad de esas palabras cuando sabía que todo aquel que subía la unidad Atenea y hacía de núcleo de conexiones terminaba sin vida, ya lo había visto con sus propios ojos una vez y si estaba dentro del robot una vez más era debido al milagro de ser la única persona que había sobrevivido al castigo de ser su alimento.