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Enséñame a nadar... por Aome1565

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Notas del capitulo:

Aquí estoy en una nueva entrega... distinto a mis demás fics, ya que este aún no está terminado... depende de la cantidad de reviews lo seguiré...

Aclaraciones:

Pensamientos de los personajes: cursiva.

Intervenciones y/o aclaraciones de autora: [entre corchetes]

Enséñame a nadar... 

By: Aome 

*Capítulo 1: El Primer Día...  

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.

Quiero aprender a amar... a creer en el amor nuevamente... a tener a alguien a mi lado sin perderlo... enséñame... 

Sólo si crees en mí... deja que tome entre mis manos tu frágil corazón ysupervise tus sueños... sólo eso... y ya no estarás preso de ti mismo... 

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.

-¡El que sigue! –gritaba un jovencita rubia sentada en el centro de una larga mesa, acompañada de varias chicas más con el mismo uniforme. Ellas eran las porristas de la secundaria, y estaban en plena elección de nuevos miembros del equipo. 

-Vaya, vaya... ¿qué tenemos aquí? –dijo otra sentada un poco más allá de la que parecía ser la capitana, con un tono de burla al ver entrar al amplio gimnasio a un chico [no leen mal, escribí un chico] esbelto, de cabellos escarlata y grandes ojos verdes. 

-Dylan, ¿no? –preguntaba la capitana ya algo abrumada. 

-Si... el mismo... 

-¿Qué sabes hacer? 

-Media-luna en reversa, doble giro de lado con una mano, giro completo sin manos, sonrisa final –dijo una muchacha con tono desafiante y su oscuro cabello recogido en una cola completamente ajustada. 

-¿Y a esta qué bicho le picó?, seguro que el peinado le reprime el cerebro... que no se atreva a subestimarme... –pensaba Dylan mientras daba unos pasos al frente. 

Él corrió unos mechones de cabello carmesí de su rostro, entornó sus grandes ojos verdes y empezó con una voltereta hacia atrás, sin detenerse giró dos veces de lado apoyado sobre una mano, saltó sobre ambos pies y con los brazos cruzados sobre el pecho hizo girar su cuerpo en el aire, cayendo en una mini-picada. Luego aterrizó sobre ambos pies, y con las manos en las caderas, sonrió ampliamente. 

-Muy bien, espera afuera... ¡siguiente! –gritaba quien desafió a Dylan. 

-Soy el último... y debo decir que el único aquí que se toma en serio esto de ser porrista nuevo. Los anteriores postulados realmente eran un desastre tras otro –decía el pelirrojo con un tono completamente superior. 

-Ya, niño, calla, por favor... y has el milagro de esperar afuera. 

-Lo que ustedes digan... –contestó y movió su mano flojamente hacia atrás. 

Al rato, cuando estaban todos los alumnos que querían entrar en el equipo de porristas sentados en las tarimas del gimnasio, llegaron las chicas vestidas con sus faldas tableadas cortas y sus peinados ajustados con una lista en la que estaban tachados una gran cantidad de nombres. 

-Muy bien... después de una exhaustiva elección, notamos que no todos tenían tanto talento para las acrobacias y algunos siquiera sabían sonreír –decía la capitana del equipo sonando como en un discurso político: falsamente. 

-Ya, Yukari, no mientas más y di de una buena vez que el único que ingresó en el equipo es ese Herder. 

-No me sorprenden... esto ya lo sabía de antemano... pero gracias de todos modos... ¿Cuándo es la primer práctica? –decía Dylan mientras se pavoneaba ante los otros. 

-Recién mañana. Hoy tienes toda la tarde libre –respondió la capitana y salió del gimnasio, seguida por las demás porristas. 

Esa tarde, después de la última clase, el pelirrojo se dirigió hacia la única parte de la escuela que no había visitado: la piscina de natación. Allí había una única persona. 

-¡Ah, miren, muchachos!, ¡es el nuevo porrista!... ¡¿Cómo estás, dulzura?! –decían los muchachos del equipo de baloncesto que salían de los vestidores, viendo a Dylan caminar alrededor de la gran pileta. 

-¡Oigan!, ¡no sé nadar!, ¡auxilio! –gritaba el ojiverde mientras caía en el agua, tras ser empujado por los demás jóvenes. 

Masaki, quien estaba viendo todo desde una de las esquinas de la pileta, se zambulló dentro del agua y empezó a nadar a una velocidad increíble. Se acercó al pelirrojo y lo tomó en bazos, justo cuando perdía las fuerzas para seguir flotando. 

-¿Estás bien? –preguntó aquel joven de cabellos rubios, ojos magenta, tez blanca y marcados músculos [como todo un nadador] que había sacado a Dylan de la piscina y lo sentó en piso. 

-S-si... –dijo el ojiverde tosiendo torpemente mientras ocultaba sus sonrosadas mejillas. 

-Oh, Masaki... ¿no deseas también secarlo tú con una toalla? –preguntaba quien había lanzado a la piscina al pelirrojo. 

-¡Calla, Ryntaro! ¡Eso estuvo mal y lo sabes perfectamente! –contestó el rubio poniéndose de pie, completamente furioso. Los demás se alejaron, dejándolos solos. –Perdónalos. Les gusta molestar a los nuevos. Soy Masaki –decía mientras le tendía una mano. 

-Yo soy Dylan. Soy nuevo, y acabo de entrar en el equipo de porristas. Creo que es eso por que me molestan –Agachó la cabeza luego de tomar la mano que le ofrecía el ojimagenta. –Hubiese preferido que esto no ocurriese en mi primer día en esta escuela. 

-La vida es siempre así en este lugar, no te preocupes. 

-Me preocupo aún más. No me gustaría caer a la piscina todas las tardes. 

-Entonces deberé enseñarte a nadar –se ofreció Masaki, quien aún no soltaba la mano de Dylan. 

-Aún no tengo los horarios fijos de las prácticas con el grupo de porristas y no sé si sea buena idea quedarse aquí hasta tan tarde. 

-Eso no importa. En esta escuela, es como si la piscina de natación me perteneciera. Pero si no podemos hacerlo aquí, la parte más grande de mi pequeña casa es la piscina. 

Ambos se soltaron las manos y desviaron la mirada. 

-¡Masaki!, ¡te estamos esperando!... ¿qué rayos haces con ese niñato agita-porras? –gritaba otra vez el muchacho que había lanzado al agua al ojiverde. 

-Está bien, ya voy... y tú, si no haces más nada por hoy, ve a casa –dijo el ojimagenta dirigiéndose al pelirrojo, apenas volteándose hacia él. 

-¿Me pareció o me guiñó un ojo?... ¿y qué es esto? –pensaba Dylan mientras recordaba ese segundo en que el rubio se giró apenas y le guiñó un ojo. Luego dirigió su mano a una de sus mejillas, notando que el rubor aumentaba a más no poder. 

Al día siguiente, después de su última clase, el pelirrojo se dirigió hacia el campo de football americano, el cual utilizaban las porristas como campo de práctica. 

-Y ahí llega el niño nuevo... bienvenido –decía la joven que lo había desafiado en la prueba, con completo sarcasmo. 

Había gran cantidad de muchachos en el equipo, los cuales mostraron al ojiverde cómo hacer esas dichosas pirámides. 

-Inténtalo, vamos. No tienes nada que perder –decía Yusuke, antiguo miembro del equipo, y muy amistoso. 

-No puedo perder nada más que la pierna de una de las chicas, ¿no? –contestó Dylan. Ese comentario hizo que todos rieran. Todos excepto Yukari, quien era la capitana, y Aiko, la muchacha de mal carácter que había retado al ojiverde. 

-Eso fue chistoso, nuevito. Pero aquí nos tomamos todo enserio. Si sólo viniste para el chiste, ya sabes donde está la salida –decía Aiko señalando la salida del campo. 

-Pues... ¿cuándo comenzarán? Desde hace ya media hora que estamos aquí sentados en el centro del campo de juego, esperando a que “la capitana” –Hizo las comillas con los dedos y puso cara chistosa- se decida a empezar la práctica. Creo que no tenemos tiempo de sobra para estarlo perdiendo aquí sentados en lugar de estar estudiando, ¿acaso no tengo razón? –preguntó dirigiéndose a sus demás compañeros. 

-Mira, niño. Que seas nuevo aquí no significa que todos tengamos que ser gentiles contigo. Ni mucho menos porque seas el menor del grupo vamos a tenerte compasión. Estás fue... –decía Aiko completamente furiosa, dispuesta a sacar del grupo al pelirrojo, pero Yukari la interrumpió, tomándola del brazo y alejándola del resto: 

-Mira, Aiko. Muy bien sabes que no eres la capitana. Soy yo quien decide si alguien se queda o se retira. Y por más de que el presumido ese no me caiga para nada bien, es muy bueno en esto y tú misma lo viste. También notaste que le cae bien a los demás, y seguramente, cuando Yusuke, tú y yo salgamos del equipo al terminar este año, él será elegido capitán. 

-Entonces debemos dejarle bien en claro quién manda. 

La práctica terminó al atardecer. Todos estaban exhaustos y sorprendidos por la fuerza de Dylan, siendo tan pequeño con respecto a los demás. 

-¿Estará él aún ahí?... no pierdo nada si voy a ver –pensaba el pelirrojo mientras se dirigía hacia la piscina. 

-Te estaba esperando... ponte el traje de baño que aquí te espero –decía Masaki sentado en el trampolín más bajo. A los cinco minutos Dylan volvió, con el traje de baño puesto, y un ligero temblor en su cuerpo. 

-¿Por qué tiemblas? No le temas al agua. Vamos, entra. 

-Es muy profunda. 

-Entonces salta en mis brazos. Te prometo que nada te ocurrirá. Vamos. 

El pelirrojo metió en la piscina sus pies y se lanzó lentamente a los brazos de Masaki, quien lo sostuvo fuertemente. 

-E-eres muy amable al enseñarme a nadar, pe-pero... –trataba de decir el ojiverde, siendo sostenido por el rubio, completamente sonrojado. 

-No es nada. Pero no va a salirte gratis, niño –decía el ojimagenta con una media sonrisa en sus labios-. Te digo el precio al final de la clase. 

-Es-está bien. 

Masaki dejó a Dylan sentado en la escalera de una de las esquinas y empezó con ejercicios fáciles. Al principio se movió lentamente nadando al estilo crol, hasta que después de dos exhaustivas horas de demostraciones, logró hacer que el pelirrojo al menos se zambullera. 

-¿Cuál es el precio? –preguntó el menor secándose el cabello con una toalla, viendo entrar al rubio en los vestidores. 

-Lo dejamos para la próxima, ¿si? –respondió guiñándole un ojo, gesto al cual el ojiverde se sonrojó-. Y... ¿vives aquí con tus padres? 

-No... Ellos prefirieron enviarme lejos de casa. El psicólogo me recomendó permanecer en un ambiente ajeno, lejos de mis familiares. 

-¿Y eso por qué? 

-Por la misma razón por la que le tengo miedo al agua. Puedo tranquilamente estar en el mar, pero no en una piscina. 

-¿Quisieras contarme? 

-Es algo tarde ya... ¡Bastante tarde!, ¡estoy en problemas! –exclamaba observando el reloj colgado en la pared. 

-¡¿Qué ocurre?! 

-Ya no me dejarán entrar. Por ahora vivo en una pensión de unos viejos amigos de mis padres. Pero prometí que regresaría antes de las ocho, y ya son más de las nueve. Para entrar sin ser descubierto debería regresar a eso de las once. 

-No se diga más. Vente conmigo. Mi casa sólo queda a un par de cuadras. Ambos se dirigieron a casa de Masaki. Quien vivía solo en una casa pequeña con una enorme piscina. 

-Tu casa es linda –dijo Dylan dando otro paso dentro de la casa, rompiendo el silencio. 

-Gracias. Pero ven, no te quedes allí. Vamos a la parte trasera, donde tengo la piscina. Allí se está muy tranquilo y puedes contarme eso que te tiene tan mal. Cuando me lo propongo soy bueno escuchando. 

El ojimagenta guió al pelirrojo hasta la parte trasera de la casa, donde se sentaron en la orilla de la gran pileta y metieron los pies en el agua. 

-Verás... yo tenía un hermano diez años mayor. Cuando cumplí los diez él, un día, dejó de lado todos sus compromisos y deberes y se propuso enseñarme a nadar... esa tarde, cuando ya atardecía, yo apenas había logrado aprender a mover las piernas y los brazos sincronizadamente para poder flotar y no ahogarme. Me sacó de la piscina y luego salió él. Caminábamos por la orilla cuando una pelota de tenis se acercaba a mi cabeza a toda velocidad. Mi hermano me empujó al césped y dejó que la pelota lo golpease, directo en la nariz. Retrocedió un par de pasos y resbaló con un charco de agua. Cayó de espaldas dentro de agua. Yo me acerqué a la orilla y gritaba “¡mueve los brazos y las piernas!, ¡mueve los brazos y las piernas para flotar!”, pero al ver que no salía, llamé a mis padres. Ellos corrieron hacia donde yo estaba. Mi padre se metió en la piscina y subió a la superficie con mi hermano colgado al hombro. Mi madre me alzó en sus brazos y empezó a caminar hacia la casa. Pude ver a mi hermano por última vez completamente pálido, tieso como mármol, iluminado por la naranjada luz del sol y con la nariz sangrando. Mis padres no me dejaron asistir al entierro. Yo era muy apegado a él. Y jamás volví a pisar una piscina en mi vida... hasta ahora. 

-De veras lo siento... no creí que fuese tan trágico lo que te había ocurrido. 

Masaki lo abrazó, sintiendo sobre su pecho las lágrimas de más pequeño mientras le acariciaba la espalda. 

En la mente de Dylan apareció ese dulce recuerdo... 

*Flash Back

Caminaba sobre las puntas de sus pies, aferrando en una mano un oso de peluche color chocolate.

Se encontró frente a una gran y oscura puerta. La golpeó una vez y entró. 

Un joven de cabellos magenta estaba semidormido en una gran cama. 

El pequeño Dylan, de unos cinco años, se acercó a su hermano, quien corrió un poco el edredón y lo dejó subir a la cama. El niño se metió debajo de la frazada y se abrazó al pecho de su hermano. 

-¿Y hoy qué te trae por aquí, pequeñín? –dijo esbozando una dulce sonrisa. -

Teddy tiene miedo –respondió con voz inocente abrazando al oso. 

-Ahá... y tú quieres que yo lo abrace, ¿no? 

-Si... y a mí también. 

El mayor se aferró a Dylan y lo mantuvo así durante toda una noche, unido a su cuerpo... 

*Fin del Flash Back

Masaki se acercó al rostro del pelirrojo y trató de besarlo, pero él lo rechazó. 

-No, Masaki, no... Ya demasiado daño me he hecho al encariñarme con una persona y te conté como murió mi cariño... Temo que ahora, si lo que siento llegara a ser más fuerte, algo peor podría ocurrir a mi alrededor que pudiera cambiar mi vida para siempre... y la del ser que se haya unido a mí... 

-Estate tranquilo... no voy a hacerte daño... –dijo el rubio y volvió a intentar besarlo, suavemente. 

Dylan sentía el cálido contacto de los labios del ojimagenta con los suyos; luego su lengua empezó a adentrarse lentamente en la boca del pelirrojo, buscando un contacto un poco más profundo. El ojiverde abrazó al rubio por el cuello y profundizó el beso, dejando en boca de ambos un dulce sabor. Al cortar el beso, Dylan se acurrucó en el pecho de Masaki, temblando ligeramente, sintiendo los fuertes brazos del mismo, rodearlo por la espalda. 

-No me hagas sufrir... no me lastimes... sólo quiéreme –dijo el pelirrojo, suspirando y abrazándose más al ojimagenta. 

Déjame entrar a tu vida
y construirte un mundo ideal
supervisarte tus sueños
y así poder contemplar que existo en ellos...

Déjame entrar a tu vida
y nombrarte mi príncipe [en realidad decía princesa]
hasta volar en cometa
hasta alcanzar a las estrellas, como en un sueño...

Ven y déjame tocar tu corazón
no lo quiero lastimar
ya lo sé que es delicado...
sólo quiero regalarte mi sonrisa,
regalarte mil colores
construir nuestro arco iris de ilusiones...

Quiero estar en tu camino
e iluminarte los pasos
ser dueño de tu destino
y susurrarte al oído
cuanto te sueño...

Ven y déjame tocar tu corazón,
no lo quiero lastimar
ya lo sé que es delicado...
sólo quiero regalarte mi sonrisa,
regalarte mil colores
construir nuestro arco iris de ilusiones...

Te regalo de destino el horizonte
nuestro rumbo siempre el norte
donde el viento nos arrope
y saber que el corazón
está siempre bien cuidado
en su capa de dolor...en su capa de dolor...

Sólo quiero regalarte mi sonrisa,
regalarte mil colores
construir nuestro arco iris de ilusiones...

Ven y déjame tocar tu corazón
no lo quiero lastimar
también se que es susceptible.
Sólo quiero regalarte mi sonrisa
como flor agradecida
cuando abre su ojitos a la vida...

Ven y déjame tocar tu corazón,
no lo quiero lastimar
ya lo sé que es delicado...
sólo quiero regalarte mi sonrisa,
regalarte mil colores
construir nuestro arco iris de ilusiones. 

[“Supervisor de tus sueños” by: A.5] 

Continuará...

Notas finales: Esa canción, al final del fic, es una de mis favoritas, por más que sea sólo la canción tema de una pareja en la cursi novela que mira mi hermana todas las tardes... notarán que a partir del segundo capítulo, esa será la canción tema de los protagonistas...

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