Ron estaba trabajando en la tienda, siempre había pensado que aquello iba a ser temporal. Ayudar a George al principio, pero se había acomodado y ahora se veía allí atrapado entre miles de artículos de broma, niños chillones y su hermano que era el colmo de la alegría.
Lo único que desentonaba allí era él, se estaba convirtiendo en una versión empeorada de Percy.
Bufó, estaba tan harto de su vida. Vivir rodeado de risas y alegría cuando uno estaba hecho mierda no era lo mejor, no al menos para él.
—Niño, no toques eso–gritó a un chico que estaba por tirar el contenido de un estante que acaba de colocar por enésima vez.
Sintió uno de los largos brazos de su hermano.
—Ron, afloja o espantarás a la clientela—le susurró con una sonrisa.
—Ya, ya....
Se fue hacia la trastienda, estaba en uno de esos días donde todo le sentaba mal. Debía reconocer que eran la mayoría, pero sinceramente no sabía como pararlo. Se recordaba a aquel tiempo en el que tuvieron que cargar el medallón por media Inglaterra. El problema es que ahora no tenía ningún horrocrux al que echarle la culpa.
Reconocía que estaba tomándoselo fatal, a pesar del tiempo, su ruptura con Hermione le había destrozado. Él se imaginaba casándose con ella y teniendo varios pelirrojos que le quisieran.
Pero, no, ella le había dejado y se había ido con Pansy Parkinson. Malo es que le dejara, pero por una mujer ¿en serio? ¿No había entendido nada durante esos años?
Sabía que aquella inquina hacia Malfoy era hasta cierto punto absurda, pero no podía evitarlo, él las había presentado después de años en los que no se habían relacionado a pesar de ser amigas de ambos.
Ellos no estaban bien, no era tan idiota como para no notarlo, pero siempre pensó que podrían haberlo solucionado si Malfoy no hubiera mediado. Esa serpiente siempre había sido mezquina, y además Harry bebía los vientos por él.
Cuando Harry le había dicho que se iban de vacaciones y que le habían pedido a Zabini que se quedara con Gatito, se sintió realmente dolido. Lo cierto es que después de Cros,.. pensaba que los gatos no eran lo suyo, pero ese bichito era adorable.
Podía entender que después de la última pelea con el oxigenado este no lo quería en su casa. A pesar de eso, Harry no confiaba en Zabini, él tampoco lo hacía en realidad. Ese tipo lo ponía nervioso desde siempre y dudaba que supiera ni cuidarse de sí mismo.
Iría para echar un vistazo de que Gatito estuviera bien, también podría salir de su rutina.
Había vuelto a vivir a la Madriguera cuando él y Hermione habían roto y aún no encontraba la energía para irse de casa de sus padres aunque no era la mejor de las situaciones.
Ver a tus padres darse arrumacos más allá de los que tus ojos están dispuestos a ver, era cuanto menos material para pesadillas.
—Ron—gritó George—trae dos cajas de chocolates rompedientes.
—Ya voy, ya voy—dijo resignado Ron.