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Historias cortas por mikuuchan

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Naruto ni ninguno de sus personajes me pertenecen, son de su creador Masashi Kishimoto, yo solo los utilizo para mi entretenimiento.

Resumen: Ninguno de los dos esperó encontrarse en el lugar menos indicado. 

La vida en prisión no es sencilla y tampoco es la realidad que grupos sociales y expertos señalan. Un hombre que ha experimentado el argot de la delincuencia, siguiendo la misma línea durante años no puede cambiar fácilmente el estilo rutinario. Sasuke es el claro ejemplo, con un historial delictivo que va del asalto agravado a posesión de drogas, ha recorrido lo suficiente para ser temido en la cárcel, el lugar que considera su hogar. No se siente orgulloso de sus acciones, pero el ciclo no puede cerrarse, es lo que aprendió hacer de pequeño; ponerle fin sería anunciar su propia muerte.

El bullicio de los reclusos gritando por carne fresca, sacó de su ensoñación al moreno, augurando que el pobre diablo sería la nueva perra de la jerarquía carcelaria. Los pasos cautelosos aproximándose y la voz gruesa de uno de los custodios ordenando cerrar sus bocas llena de basura, no fue suficiente para detener las obscenidades dirigidas al chiquillo. Un nuevo animalito asustado, de cabello rubio, ojos llamativos y cara bonita.

Haciendo la parada en su celda, el guardia abrió la rejilla empujando con brusquedad al temeroso muchacho. La oscura mirada de Sasuke mostró incredulidad, ese chico no podía ser aquel niño que fue su colega de juegos en la etapa de su niñez, cuando reía al llegar a casa y contaba a su familia las grandes hazañas en compañía de su amigo, un cuadro que se esfumó repentinamente. Sin embargo, estaba allí viéndolo con sus grandes ojos azules, pidiendo que no lo lastimara.

Sasuke entendió que las casualidades ocurren de las formas más insólitas.

—Me llamo Uzumaki Naruto —habló nervioso el rubio, evitando ver al hombre que yacía acostado con el torso desnudo—. Me dijeron que…

—Tan escandaloso como siempre —Uchiha interrumpió—. Quién diría que el idiota con complejo de justiciero terminaría metido en una pocilga.   

Naruto vio con asombro el rostro perfilado, la sonrisa cínica con una hilera de dientes perfectos y la figura corpulenta repleta de tatuajes. Ese hombre con fama de matón no era Sasuke, el chico que compartió horas de diversión en la prefectura de Kanagawa que, dada las circunstancias, terminaron perdiendo el contacto por las aspiraciones laborales de Minato, su padre.

—¿Sasuke? ¿Qué haces aquí? —preguntó con cierto alivio el blondo.

—No te confundas, Naruto —silenció con una seña el de oscuros ojos—. Agradece que no te parto el culo en este momento. No me agrada compartir celda con nadie, incluso tratándose de ti.

Uzumaki tragó saliva, pegando el cuerpo a la reja. Definitivamente ese no era su amigo Sasuke. De pie, mostrando una imponente altura se encontraba un criminal en todo el sentido de la palabra.

—Lo siento —Uzumaki susurró angustiado—. No te causaré molestias.

—Por la expresión de tu rostro, no sabes cómo son las cosas aquí —inició el azabache—. Primero, debes saber que cualquier agujero incluso si es de caballero, es bien recibido. Segundo y no menos importante, no confíes en nadie. Si entiendes las reglas sobrevivirás en este infierno.

Naruto quiso llorar, se lamentó internamente de lo que ocurriría estando metido en un calabozo de perdición, donde los lujos no existen y la carencia es el factor demandante.

—Estaré aquí seis meses, no creo que pueda soportarlo —se confesó Naruto.

—Un tipo como yo puede llegar a sentir pena —Sasuke se expresó burlón—. Te convertirás en mi puta, Naruto. Te aseguro que nadie se atreverá a tocarte.

—¡¿De qué estás hablando?! —gritó molesto el rubio—. Puedo defenderme.

—Estoy seguro que ya te cagaste en los pantalones, Usuratonkachi —el moreno soltó una sonora carcajada—. Para los demás eres un simple muñeco que debe abrir las piernas y gemir como una buena zorra. Te estoy ofreciendo protección, Naruto.

Uzumaki no fue capaz de contestar, el apodo con que Sasuke lo llamaba, le hizo divagar en sus memorias, quizás tomaría la palabra.

 

 

Naruto podía asegurar que no llegó a perder el juicio después de 3 meses internado, gracias a Sasuke. Él se encargó de defenderlo cuando otros reos intentaron propasarse en las duchas. Ahí supo que Uchiha seguía siendo su amigo. Compartían conversaciones banales, recuerdos y tiempo de distracción. Sin embargo, el moreno no era omnipresente. Un día pensó que su racha de buena suerte había terminado, el grupo de seguidores de Pain le tendieron una trampa.

—La putita nueva no se ha estrenado —comentó el pelirrojo, tomando la barbilla de Naruto—. Hoy tu guardián no vendrá a rescatarte.

Con una navaja apuntando a su costado derecho, Uzumaki no hizo ningún movimiento. El hombre de piercings quería cogérselo. Pain odiaba a Sasuke por haberlo humillado tiempo atrás y ahora tenía la oportunidad de recuperar su estatus en la prisión.

—¡Suéltame, imbécil! —Uzumaki espetó rabioso.

—Tienes coraje, niño bonito —dijo el rufián, lamiendo de forma lasciva la mejilla de Naruto—. La pasaremos bien.

Pain rompió el mameluco del blondo y el griterío de los hombres animó que se realizara el macabro acto. Naruto rogaba que su amigo apareciera, él solo con un numeroso grupo, no saldría vivo.

Todo fue caos. Sasuke arremetió furioso contra varios sujetos, incluso si fue herido, continuó peleando por su compañero. Una vez se deshizo de algunos camaradas de Pain. Tomó al hombre estampándolo con una fuerza bestial hacia la pared. Naruto tembló, jamás había visto la locura impresa en los ojos de Uchiha.

—El que se atreva meterse con mi ramera, lo mato —el silencio fue sepulcral, los tipos corrieron, llevándose al malherido líder.

—¡Estás herido, Sasuke! —el rubio chilló sintiéndose culpable —. No tenías que hacerlo.

—Yo no dejo a mis amigos de lado —respondió el azabache con una ligera mueca de dolor—. Además, he tenido heridas peores.

—Gracias, Sasuke —Naruto aferró su brazo a la cintura del moreno—. Vamos a la enfermería, quiero seguir escuchando tus comentarios odiosos.

Una sonrisa llena de complicidad y una amistad que volvió a forjarse en el lugar menos esperado.

Notas finales:

Gracias por leer.

Nos estamos leyendo.


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