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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Notas del capitulo:

Bien. Aqui esta la otra mitad del capitulo anterior... tengan eso en cuanta... espero no se sienta cortado o algo asi...

Bien nos vemos hasta la proxima.

Capitulo XI

― ¡Oye! Ábrete un poco más el kimono no puedo verte bien.

Himawari suspira al escuchar lo que le pedía aquel guardia. Bueno dijo que se lo compensaría por ayudarlo a él y a Tsubaki a hablar con el capitán Honda en aquella ocasión. Sacude un poco su cuerpo solo para dar la ilusión de que se abrió un poco más la ropa. Estando en aquel callejón se siente incómodo. Ese guardia siempre pide ese tipo de lugares extraños para masturbarse mientras lo observa.

―Himawari-kun no quieres venir aquí más cerca de mí que tal si me ayudas a terminar tengo muchas ganas de metas esto en tu boca.

Le dice el guardia con lascivia sin dejar de sacudir vigorosamente su miembro.

―No. Sabe cuáles son las reglas. Quédese allí bien lejos. Mire lo que quiera pero no toque.

Cada vez es más difícil que los hombres se queden lejos sin tocarlo. Tan insistentes en que él participe más activamente en esas labores. Aparte de aquel guardia también lo hace con el cuarentón vendedor de dibujos y el joven ayudante del dueño de la tienda. Abecés solo con uno otras veces visita a dos el mismo día. Para Himawari solo es entrenamiento para cuando empiece a trabajar formalmente. Así mismo, como le había dicho a Tsubaki ellos jamás pasaban de un buen vistazo y solo era a Sakamichi-sensei al que permitía acercársele más.

El guardia solo gime y se le queda mirando intensamente hasta que termina con un gran quejido.

Himawari a veces se aburre de estar en esta situación. A decir verdad sus clientes de practica no le despiertan mucho deseo si tiene que llamarlo de alguna manera pero había aprendido que eso era muy normal. La compensación por otro lado no está mal. Ese hombre suele tener mucha culpa después de hacer negocios y acababa dándole de tres a cuatro monedas de plata. Se sonríe pícaro al pensar que aún guarda el primer pago que le dio ese chico ojeroso, una bella moneda de oro que tiene bien oculta y que no ha gastado hasta el momento, bueno que no es como si el pudiera dar una explicación de donde saco tanto dinero, mas últimamente tiene una idea de en qué quisiera gastarla. Sorprendentemente para él porque no es algo para sí mismo.

― ¡Ahhh!

Escucha el gemido final del guardia asiéndolo salir de sus pensamientos. Se arregla el kimono rápidamente mientras el hombre aún más velos se acomoda su hakama y busca de entre sus bolsillo varias monedas se acerca al niño se las da directamente en la mano y sale de inmediato del callejón tratando de ocultar su cara bajando su sombrero de paja al chocar con alguien que solo se queda quieto escondido en la esquina del muro.

Después de unos minutos Himawari sale tranquilamente.

― ¿Estuviste aquí esperándome? Te dije que fueras con Sakamichi-sensei.

Pregunta en cuanto se encuentra con Tsubaki recargado en un cerca de madera nervioso. Le contesta:

―Solo he ido contigo una vez. No sé cómo llegar.

―Bueno ya. No te pongas nervioso. No pensé que me seguirías hasta aquí. ¿Qué tal si aquel guardia hubiera pensado que me ibas a ayudar con él?

Tsubaki niega repetidamente con la cabeza aun le da desagrado que los adultos se le acerquen con esa intención prefiere hacerlo con alguien familiar como Kiku Nii-san y Yuri.

―Kiku Nii-san dice que no deberías dejar que los adultos se te acercaran así aun.

Regaña tímidamente, aun después de la plática que había tenido con el mayor respecto a todo aquel asunto de la virginidad y valor no era algo que comprendiera, son cosas que incluso duda que tenga. Pero si Kiku le dijo que era importante no hacer nada de eso solo le queda creerle ciegamente con todo la confianza de Ototo que puede darle.

―Yo sé lo que hago ―reitera el niño de coleta de samurái―. No va a pasar nada. Ellos me prometieron no decir nada. Y mira nadie me ha metido nada y eso es lo que cuenta.

― ¿Seguro?

― ¡Que sí! Y ya deja eso.  Vamos tarde y yo que me confié en que ibas a ir por el encargo con Sakamichi-sensei. Vámonos ya ―empuja apresuradamente al niño de kimono azul―. Prometiste que hoy me ayudarías a llevarme mejor con la yuki-onna.

―Ya sé. Ya sé.

― ¡Pero miren a quien tenemos por aquí! ¡A la puta de Himawari! ―escuchan a sus espaldas―. Ya es tu hora de abrir las piernas en la calle.

― ¡Déjame en paz Shunsuke!

Himawari voltea su rostro y mira a aquel niño no más grande que él con los ojos entrecerrados. Le fastidia el tener que tratar con ese niño y su pandilla. 

― ¿Y quién es esa? ¿Una de tus amiguitas?

―No soy una niña.

Responde Tsubaki ingenuamente. Logrando darse la vuelta y ver a aquellos tres niños mal peinados, mal vestidos. A uno de faltaban algunos dientes delanteros, otro el cabello enmarañado le cubre la mitad del rostro y el líder Shunsuke era un niño llenito de cabello corto, nariz ancha y ojos pequeño que parecían siempre estar observando con desprecio.

―Tú también vives con  Himawari en esa casa ¿no es cierto? Eso te hace una chica.

Le dice el niño con el cabello enmarañado mostrándole la lengua. Lo que molestó mucho a Tsubaki pero este no hace nada más que fruncir el ceño.

―No te dijimos que no te acercaras por aquí ―Shunsuke le habla a Himawari―. Esta parte del barrio es nuestro territorio.

―El barrio es de todos los que vivimos aquí no digas tonterías. ¿Ya te crees el patrón de la casa donde trabaja tu madre? No eres más que un mocoso que todavía ni sabe usar eso ―señala la entrepierna del otro.

― ¡¿Ah, crees que no?! Voltéate para que te lo demuestre. Solo para eso sirves.

Regresa la ofensa.

―Y igual que tu madre ¿no?

― ¡Te lo buscaste!

Shunsuke le dice lanzándose a dar el primer puñetazo al niño de kimono verde. Himawari de inmediato avienta a Tsubaki al piso a un lado con su brazo derecho, al mismo tiempo que con su brazo izquierdo bloquea el golpe aprovechando el impulso que tubo al empujar a Tsubaki remete al otro un puñetazo en la cara dejando a Shunsuke en el piso.  En ese momento los otros iban a actuar cuando Himawari se agacha rápido en el piso y les lanza tierra en la cara dejándolos enceguecidos,  teniendo el tiempo de tomar a Tsubaki de la muñeca jalarlo y salir corriendo tan rápido como podían del lugar. Tsubaki se desorienta con lo que ha pasado no pensaba que Himawari tuviera semejante fuerza para tirar a alguien que era más pesado y alto, pensó que se pelearía con los otros dos niño pero en su lugar estaban huyendo del lugar y no sabe qué tan bueno fue eso.

― ¡Corre, mueve los pies! ―Himawari apresura mientras se dan torpemente la vuelta en una calle y el mayor empuja a un par de adultos―. Cuando lleguemos con Sakamichi-sensei estaremos bien. Ellos jamás se atreven a llegar tan lejos.

― ¿Pero quiénes son?

Pregunta el de kimono azul mientras dan la vuelta por otra esquina y se meten entre un grupo de mujeres que alcanza a oír cómo les gritan.

―Son unos invisibles no les hagas caso. Solo les gusta estar molestándome. No creo que Shunsuke le vaya a decir a algunas de las mujeres de su casa que “yo” le rompí la cara precisamente, para él sería demasiado humillante.

―P-pero…

―Seguramente si me topo con él va a querer ajustar cuentas ―Himawari se queja se está cansando de arrastrar al otro por todas partes, solo está dando vueltas para asegurarse de perder a los otros por si lo habían seguido, continua sus quejas―. Y no es que yo no quiera pelear ¡viste como lo tire de un golpe! Es una bola de grasa que ni puede moverse ja. Pero si Okaa-san se entera que me pelee con alguien me castigara “ese no es el comportamiento adecuado de un Autobureiku” “No deberías rebajarte al nivel de unos simples sirvientes” dirá y quien sabe que me vaya a ser. Los castigos de Okaa-san son muy muy dolosos si la ases enfadar mucho. Ten cuidado y dile eso a la Yuki-onna también. No creo que alguien como él puede aguantar semejante tortura.

Como siempre es Himawari el que habla más de entre los dos. Aún no termina de darse cuenta de cuál es la razón de porque siempre sus pláticas terminan en “la yuki-onna esto, o la yuki-onna aquello”

Por fin llegan a la casa consultorio del doctor, entran sin avisar, sin nada de cuidado  y sin percatarse del letrero colgado en la puerta.

Himawari por fin suelta a Tsubaki. El mayor cierra la puerta del consultorio fijándose por la ventana de a lado si los han seguido o no.

― ¡Uhgg! ¿Qué es ese olor tan feo? ―Tsubaki enseguida cubre su nariz con las mangas de su kimono al percatarse de un aroma salir de la habitación contigua―. No creo que sea buena idea estar aquí.

― ¿De qué hablas? Este es el lugar más seguro… Creo que si  los perdimos.

― ¡¿Quién entro?! ¡¿Es que acaso no sabe leer?! ― Sakamichi casi enseguida sale de la habitación contigua gritando. Su boca y nariz está cubierta con un pañuelo blanco a manera de cubre bocas y otro paliacate del mismo color en la cabeza― ¿Qué hacen aquí?

―La lista de siempre… ¡puahhh!

Contesta Himawari dándose la vuelta para mirarlo cuando se vomita en el piso asustado se cubre la boca a lo que el mayor no pierde el tiempo corre al lado del niño y sacando otro pañuelo de dentro de su hakama cubre la nariz y boca de este mientras lo carga  en brazos:

―No pueden estar aquí. Estoy haciendo medicamentos y es peligroso. Suban a mi habitación de inmediato.

Corre con Himawari en brazos mientras Tsubaki lo seguía por detrás. Caminan rápido por el pasillo hasta llegar a la habitación en el fondo. El doctor abre la puerta de su cuarto con el pie y deja a Himawari sobre el futon en el suelo, este está todo revuelto y lleno de rollos, páginas y libros abiertos.

―Tsubaki abre la ventana y quédense aquí hasta que les diga que pueden bajar.

―Si.

El menor contesta y sin descubrirse la nariz va a abrir la ventana.

―Te vas a sentir mareado un rato ―le dice el doctor al niño de kimono verde quien se había quedado sentado en el futon―. Si te da sueño duérmete. Regresare tan rápido como pueda.

El doctor sale deprisa de la habitación asegurándose de cerrar bien la puerta.

― ¿Te sientes mal? ―pregunto Tsubaki quien terminaba de abrir la ventana después de esquivar varias pilas de papeles y documentos― ¿quieres vomitar otra vez?

―Estoy mareado ―dice el mayor con mala cara se había puesto un poco pálido. Empuja con sus pies un par de libros en el futon para acostarse―. Sakamichi-sensei siempre tiene su habitación hecha un desastre. Me hubiera gustado que me dejara dormir en la habitación de alado, es la habitación donde se quedan sus pacientes así que siempre esta ordenada y limpia.  Nadie pensaría que él es tan desordenado.

―Creo…

Tsubaki habla dudoso no sabe que decir en esa clase de situaciones, busca un lugar donde sentarse en ese habitación llena de papeles y pila y pilas de libros. Camina un par de pasos y tira sin querer una pila de los mismos.

―Trata de no hacer más desorden ―Himawari le dice mientras se cubre la frente con sus brazo― .Creo que si voy a dormir un poco… y yo que quería que todo saliera bien hoy… que mala suerte tengo.

Himawari se durmió casi de inmediato por su lado Tsubaki trata de acomodar lo mejor que puede lo que termino tirando más por impulso que por deseo. Cuando tiraba las cosas en su casa su padre se molestaba mucho, le gritaba y si no fuera por su madre que se interponía lo hubiera golpeado. Se le había hecho costumbre guardar silencio y tratar de no hacer mucho desastre a su alrededor. Escucha a Himawari roncar de repente y se le sale una risita alejando sus malos pensamientos un momento. Recoge poco a poco lo demás libros, encuentra un pedazo de algo que parecía comida mordisqueada y siente escalofríos “qué asco” piensa enterrándolo debajo de un montón de papeles y corriendo al otro lado de la habitación. Algunos dibujos le llaman la atención en las páginas que trata evitar pisar en lo que encuentra donde sentarse en el suelo. Hay muchas siluetas de personas con puntitos en el cuerpo y palabras. Como apenas está aprendiendo a leer le cuesta mucho trabajo juntar las silabas y le da pereza hacerlo.  Cosa que no es buena ya que le ha tocado varios castigos de Kiku Nii-san por equivocarse al leer; y sin embargo se había dado el tiempo de enseñarle a Yuri todo lo que le había enseñado a él. El albino lo miraba con sus enormes ojos rojos brillando emocionado y copiaba en papel todos los garabatos que hacía. Si tan solo no fuera tan malo hablando con otros quizás también le enseñaría a hablar mejor.

Sakamichi-sensei tarda en subir. Cuando por fin encuentra un pequeño lugar donde sentarse pegado a una pared se queda allí mirando al techo, la sensación familiar de estar en su vieja casa lo embarga. No hace nada, no sabe qué hacer más que guardar silencio. ¿Es malo si se duerme también? ¿Es malo si baja a ver si el mayor ya termino? El no hacer nada lo hace sentir intranquilo ahora que siente que tiene más obligaciones que cumplir en esta nueva vida que nunca pensó tener.

Cuando por fin Daigo sube a la habitación entra despacio nota a Himawari que está dormido y busca con la mirada a Tsubaki.

―Ustedes sí que causan verdaderos problemas ―se quita el cubre bocas con cuidado acercándose a Tsubaki que se pone de pie y baja la cabeza―. Tranquilo. No te estoy regañando.

―Perdón…

―Te dije que no te estoy regañando ―se lleva la mano a cabeza deslizándola para quitarse el pañuelo que lo cubría, camina por la habitación buscando entre sus cosas hasta encontrar sobre una mesa cubierta de papeles una tetera pequeña y un par de vasitos de barro. El adulto pregunta―. ¿Es que acaso no leyeron el cartel que deje afuera? Decía claramente que nadie podía entrar.

―Es que… no sé leer…

El niño contesta penosamente.

El doctor suelta un suspiro. Vierte agua en los dos vasitos y enseguida saca de su hakama un pequeño recipiente de madera lleno de un polvo verde el cual con una cucharita pequeña que encuentra en la masa sirve meticulosamente en los vasitos y los revuelve lentamente―. Estaba usando plantas que son muy venenosas es peligroso que la gente que no está acostumbrada a prepararlas estar cercas de ellas. Tienen suerte de que me di cuenta de que habían entrado o estrían peor ―el doctor toma uno de los vasos y se acerca a Tsubaki ofreciéndoselo―. Supongo que cuando te diste cuenta del olor te cubriste la nariz por eso no te hizo el mismo efecto que a Hi-chan.

―Si.

―Anda, tomate esto. Es medicina. No tiene el mejor sabor pero es para estar seguros.

El niño acepta el vaso y da un trago el cual devuelve al vaso al descubrir lo horriblemente amargo que estaba. Mira por arriba a Sakamichi-sensei el cual parece darse cuenta de lo que hiso y por temor a que fuera regañado cierra los ojos fuertemente y se bebe todo de un trago.

― ¡Puagghh!

Exclama sacando la lengua queriendo pasarse las manos sobre ella de lo horrible que sabe la medicina.

―Vez que obediente eres ―Sakamichi sonríe mientras se sienta cerca de Himawari―. Me alegra que no seas tan quisquilloso como Hi-chan j aja ja

― ¿Él estará bien?

―Claro. Como los descubrí a tiempo no creo que las toxinas le hicieran mucho daño. Le daré la misma medicina que a ti cuando despierte. Este niño siempre ha sido muy imprudente pero hasta él sabe que cuando digo que nadie puede entrar a mi consultorio es que estoy haciendo medicamentos o estoy… asiendo… algunos procedimientos… que es mejor que nadie vea ―procede con cautela a sus palabras no quiere aterrorizar al niño con los escabrosos detalles de su profesión. Puede notar que este aun sigue siendo muy inocente―… cosas de doctores.

Tsubaki se queda mirando confundido:

―Es que nos estaban persiguiendo…

―Ummm… ¿Quién los estaba persiguiendo?

―Un niño gordo y sus amigos.

―Ummm… seguramente fue Shunsuke. Él siempre ha molestado a Hi-chan desde que eran pequeños.

― ¿He? ¿Porque?

―Por envidia seguramente― contesta Daigo―. Casi siempre es por eso. No creerás que ustedes son los únicos niños en el barrio ¿o sí? Son pocos peros los hay. Aunque los que están en el Raikorisu no hata son los únicos que trabajan ofreciendo sus servicios. Por eso tu Okaa-san insiste en que usen el obi por delante desde que llegan para que los demás sepan que ustedes son diferentes a los demás. Los otros solo son vistos como estorbos o consecuencias por sus madres.

― ¿Sus mamás?

―Me refiero a las prostitutas del barrio. Aunque a veces dudo que alguna tenga esa clase de apegos hacia ellos. La forma de vida que llevan en este lugar las obliga a veces a ello. Dime ¿que hizo Hi-chan cuando se encontró con ellos?

― ¿He? Le pego a Shunsuke. Lo dejo en el suelo y a los otros les aventó tierra y salimos corriendo. Dijo que estaríamos seguros aquí, que jamás se acercan a su consultorio.

―Ya veo.

El doctor se muestra tranquilo al saber que Himawari no hizo nada imprudente que le costara un buen castigo por parte de su madre. Por otra parte le causa gracia. Es cierto que los otros niños del barrio jamás se acercan a su consultorio. Se ha enterado de voces de algunas mujeres que son porque le temen con pavor. Más que nada por esa cara seria que siempre parece estar enojada que tiene y por el otro por sus experimentos con medicinas ―. Qué bueno ya es más prudente con eso. Sabes Tsubaki, eres el primer niño con el que veo que se está llevando bien. Me alegro que él ya tenga un amigo.

― ¿Amigo?

Se pregunta Tsubaki. Hasta ese momento no lo había pensado de esa manera al menos no con Himawari. Pero es cierto, sin querer últimamente había congeniado con él de esa manera.  

―Es un tonto, muchas veces impertinente. Pero es un buen chico. Me alegra ver que alguien no se ha alejado de él y parece haberlo aceptado.

―No lo diga como si fuera tan desagradable ―Himawari interrumpe. Se rueda en el futon para ver al mayor―. Me duele la cabeza.

―Por fin te despertaste. Anda tomate esto ―Daigo se acerca al niño y le ofrece el pequeño vasito―. Y no lo escupas. No tiene el mejor sabor pero con esto me aseguro de que estés bien. Tsubaki ya me explico todo lo que paso con Shunsuke.

Himawari  se sienta y toma un trago que le cuesta pasarse por lo amargo:

― ¡Puagg! Es asqueroso.

―No seas caprichoso. Hasta Tsubaki se tomó todo sin quejarte. ¿No me digas que alguien más pequeño que tu es más valiente? ―regaña Daigo. A lo que el niño de kimono verde frunce el ceño, inhala largamente para aguantar la respiración y pasarse la medicina. El mayor continua―. Eso te pasa por entrar sin darte cuenta del letrero de advertencia. Al pequeño ―señala a Tsubaki―se lo paso porque aún no sabe leer pero tu…

― ¡No me regañe! ¡Ya lo sé!

Tsubaki se queda en silencio mientras los ve discutir sin embargo el ambiente es diferente. A pesar de que el mayor le reprocha no le grita en exceso o le ha pegado, de igual manera Himawari solo luce molesto pero no asustado de que algo le fuera a pasar. No sabía que los adultos podían reprender de esa manera. Aunque también ha entendido que Sakamichi-sensei no es como los otros adultos al escucharlo hablar de Himawari y verlo sonreír.

―Qué hubiera pasado si no me doy cuenta que habían entrado ¿he? ―el doctor sigue reprochando―. ¿Quieres que tu madre me mate?

―Pero no pasó nada ¿no? Así que deje de regañarme. ¿Además que estaba haciendo? Olía a animal muerto. Era medicina para que no haya bebés ¿verdad?

―Bueno pero a ti que te importa lo que estuviera preparando.

― ¿He? ¿Medicina para que no haya bebés?

La pregunta de Tsubaki llama la atención de los otros dos que se habían olvidado de que también estaba en la habitación.

―Pues si ―le contesta Himawari con soltura―. ¿De dónde crees que vienen los bebés? Salen cuando tienes mucho sexo y pones la cosa blanca que te sale dentro del cuerpo de otro ―se da un par de palmadas en la barriga―. Por eso cuando trabajas mucho nacen niños idiotas como Shunsuke.

― ¿Bebés? ―Tsubaki tiembla en su lugar asustado y comienza a balbucear―. L-los… bebés… ¿Los bebés salen de allí? ¿Cuándo tienes sexo salen los bebés? Yo no quiero que me hagan bebés.

―Mira lo que has hecho, Hi-chan. Creo que lo has asustado suficiente con esa explicación tan tonta.

Se burla el doctor. Himawari se cruza de brazos y le dice al de kimono azul:

― ¿Eres tonto o qué?  Solo a las mujeres les pueden hacer bebés por eso son ellas las que se toman esa medicina para que no tenerlos. Es mejor así, ya viste como son los otros.

― ¿He?

Tsubaki parece tranquilizarse con las palabras del de coleta de Samurái.

―Las cosas no siempre son tan fáciles, Hi-chan ―Interviene el doctor mientras pone su mano en la cabeza de este alborotándole el cabello―. Después de todo, tu madre también ejerció durante un tiempo y pudo haberse tomado aquella medicina y no tenerte.

Con lo que deja a Himawari callado haciendo un puchero.

Minutos más tarde el doctor acompaño a los niños hasta la puerta de la casa les dio un canasto con lo de siempre y los despidió tan rápido como pudo en cuanto ve a una mujer acercándose.  

―Bueno ya es tiempo que se vayan. Okaa-san los regañara si llegan tarde. Apuesto a que sus hermanos los están esperando. No vayan a meterse en más problemas.

―Nos vemos Sakamichi–sensei.

―Adiós.

Himawari lo despide molesto por lo que le había dicho. Toma a Tsubaki de la muñeca y se lo lleva jalándolo deprisa de ese lugar.

Daigo suspira mientras se toca el cuello adolorido. Abecés siente que ya está muy viejo para tratar con estas cosas. Se queda en el umbral de la puerta esperando, puede verla, ella debe de estar alrededor de sus treintas casi cuarentas. Tiene esa mirada de ya no importarle nada en la vida.  

Estando frente al doctor habla:

― ¿Tienes la medicina que te pedí?

―Si. Acabo de terminarla ―afirma el doctor―. Pero no es barata. Claro que si no tienes el dinero suficiente nos podemos arreglar de otras formas.

―Je es cierto lo que dicen de usted. Que el dinero no le importa y que intercambia medicina por sexo. Que ruin, con razón la mayoría de las dueñas y Okaa-sama lo detestan.

―Oh! Por el contrario mi bella mujer. Yo sé lo pesado que es para ustedes juntar el dinero para pagar sus cuotas y necesidades. Sería injusto de mi parte que condicionara descuidar su salud por monedas que les son prácticamente arrebatadas de sus manos en cuanto se las ganas con esfuerzo y trabajo, mejor prefiero un pago que no les afecte más que en el tiempo que me dedicaría a aquellos menesteres que ya son habituales para ustedes. Por lo mismo el pago me lo puede dar cuando mejor le convenga.

―Déjeme preguntarle algo ―habla la mujer sin alzar su mirada para no ver al hombre, los mechones sueltos del chongo de su cabello le ayudan a esto ―. Asegúreme que funcionara. Dicen que su manera de hacerlo es más rápida y menos dolorosa a que si lo hiciera una comadrona. Si puede asegurarme que funcionara are absolutamente todo lo que desee. Ya tengo muchos años trabajando aquí. Tener a otro anciano entre mis piernas no es nada para mí. Pero no puedo tener este niño. No puedo darle a luz en un lugar como este solo son un estorbo para trabajar… así que me quiero deshacer de él.

―Entiendo. No tiene que darme explicación para lo que quiera hacer. Claro que funciona. Sé que a los miembros más antiguos del barrio les cuesta confiar en mí para estos asuntos femeninos pero le aseguro que no soy un novato.

Da el paso al interior de su consultorio y la mujer entra intranquila.

Él cierra la puerta:

―Necesito que suba arriba para asarle el procedimiento ―Daigo la conduce arriba a la habitación para sus pacientes―. Antes que nada, necesito saber si ya lo ha hecho antes. No la juzgare solo es para tener en cuenta cómo tratarla.

La mujer se muestra renuente a contestar. Tras un prolongado silencio responde:

―Si…. Fue hace mucho tiempo cuando comencé a trabajar… en ese entonces lo hizo una comadrona. En esa ocasión el embarazo ya estaba muy avanzado… por eso esta vez quiero hacerlo sabiendo que no lleva mucho tiempo.

―Ya veo.

Entran a la habitación. La mujer cierra los ojos con resignación. Esto es lo más común en su profesión no debería de sentirse tan abrumada sin embargo la amarga mezcla de sus recuerdos y arrepentimiento se encuentran en el borde. Sin embargo su sentido común le dicta que eso es lo mejor.

―Todo está preparado ―indica el doctor. Esta el futon en medio de la habitación cubierto de mantas sobre mantas y una tina de agua limpia ―siéntate ―Daigo sirve en un vaso de barro una sustancia espesa de color negro y se la ofrece―. Tomaras esta medicina especial que hice, comenzaras a sentir contracciones después de unos minutos y después lo demás será cuestión de pujar. Será muy rápido.

Explica sin mucho miramiento.

― ¿Eso es todo?

Pregunto la mujer tratando de no parecer tan sorprendida.

―Si. Vera que mi manera de hacer las cosas es lo más respetable que pueda ser con su cuerpo. A comparación de las formas anticuadas en que mis colegas comadronas suelen hacerlo de manera muy brutal amarrándolas despiadadamente de manos y pies para no dejarlas moverse, asiéndolas morder cuerdas para acallar sus gritos mientras se atreven a meter sus manos en el cuerpo ajeno y procedes a extraer el producto de un tirón como probablemente debió sufrir hace años

Ella aprieta el vaso con terror al recordar cómo había sido así.

El doctor explica:

―A pesar de ser hombre soy consciente de su dolor. Lo menos que puedo hacer es respetar eso y darles un poco de dignidad en este momento. No solo eso si no también mi absoluta discreción. Este procedimiento no es dictado por otros y le aseguro que podrá trabajar de inmediato sin sufrir consecuencias mayores por supuesto si así me lo pide esto no será reportado a su Okaa-sama.

―Con que dignidad ¿he?

La mujer se sonríe con tristeza ya que solo en una situación tan decadente como esta se le estaba ofreciendo algo como eso. Algo que ella ya no recuerda haber tenido en mucho tiempo. Deja rodar sus lágrimas por sus mejillas mientras toma todo el contenido del vaso y se recuesta a esperar… solo a esperar…

“No saben lo afortunados que son mí, pequeño Hi-chan por no poder conocer el tipo de dolor que ellas cargar cuando deciden tomar esa medicina”

Piensa el doctor. El que ha vivido tanto tiempo en ese lugar sabe mejor que nadie que la vida para un niño en ese lugar puede ser muy cruel.

Aun que era prácticamente una ley el deshacerse de un niño ya sea en la matriz o apenas al haber nacido. Pero abecés por culpa de una efímera compasión que sea había tenido ante aquellas indefensas criaturas es que se les permitía seguir viviendo sin saber nunca a ciencia cierta quien era su madre, sin ser cuidados, sin ser amados; vagabundeando de día en el barrio y encerrados durante la noche. Las niñas crecerían para convertirse en remplazos de sus madres condenadas a repetir el siclo  y los niños para convertirse en sirvientes o matones de los dueños de las casas donde habían nacido, llenos de odio hacia las mujeres que verían como mercancía para siempre. En medio de todo eso estaba Himawari quien estaba maldecido por ambos mundos. El ser hijo de una Okaa-san es una carga muy pesada, rara vez puede llevarse bien con las personas. Las otras mujeres no lo quieren y suelen insultarlo mucho por fricciones que tiene con su madre la cual es vista como una paria entre los demás dueños de casas, los hombres solo miran como el futuro chico prostituta en el que se convertirá y los demás niños del barrio lo desprecian por haber nacido con uno que otro privilegio que ellos jamás conocerán.

―Himawari… ¿Cómo te sientes?

Pregunta Tsubaki al mirar al otro aun enfadado mientras van de camino al Raikorisu no hata.

―Ya me las pagara después Sakamichi-sensei… siempre encuentra la forma de asarme enojar. Me pregunto porque es así conmigo.

―Creo que se preocupa por ti.

―No tiene de que preocuparse. Que se preocupe por él ya está viejo.

―Himawari…

― ¿Que?

― ¿Siempre te has llevado así con él? Yo no creo haber tenido a alguien preocupándose así por mí… solo mi madre…

―Bueno.... ―el niño de kimono verde se muestra arrepentido, guarda silencio un momento y después de torcer los labios contesta―. Él es el único con el que me he llevado bien siempre… cuidaba de mi cuando era más pequeño y a veces siento que es el único que me entiende, pero no me gusta cuando me regaña.

―Bueno… es que siempre eres muy tonto.

― ¡¿Ah?! Pero si eras tú el tonto que ni siquiera sabía de dónde venían los bebés ase un rato. No me digas tonto, tonto. Eso te ase a ti el tonto.

―Si me dices tonto ya no te ayudo a llevarte bien con Yuri― Tsubaki bromea un poco. Después de que Sakamichi-sensei le digiera que eran amigos se siente en más confianza con Himawari―. Si lo dejo asi, que lo agás solo, él seguirá escondiéndote de ti por siempre.

― ¿Qué? No. No. No seas malo. ¿Si? ―Himawari se muestra arrepentido ase caras graciosas mientras agita las manos por todos lados―Ya no te diré tonto. Prometiste ayudarme a llevarme mejor con él. Por favor ―Tsubaki se ríe asiendo que el mayor se ruborice―. Es la primera vez que escucho que te ríes pero no te estas burlando de mi ¿verdad?

―No. No me burlo. Pero creo que ya entendí lo que me dijo Sakamichi-sensei.

― ¿Te dijo algo mientras estaba dormido?

―Puede ser…. Oye ¿te puedo preguntar algo? Cuando abrí la ventana del cuarto de Sakamichi-sensei puede ver algo en su patio.

― ¿He? ¿Los vistes?

―Si. Eran muy bonitos. Jamás había vito tantos reguiletes en mi vida. ¿Por qué los tiene allí?

―No sé. Siempre han estado allí desde que tengo memoria. Supongo que le gustan mucho. Pero que no se te ocurra tocar uno. De verdad. De verdad se enoja mucho, si lo haces te va a dar de nalgadas.

― ¡Heee! Espera eso significa que ya lo intentas hacer una vez ¿verdad?

― ¡Anda, camina! ¡Se ase tarde!

―Lo sabía.

― ¡Dije que se hace tarde!

.

Abecés Sakamichi siente que ya está muy viejo para estas cosas.

―No te lo tomes a mal. Si ella no estuviera en este lugar te hubiera amado mucho ―habla taciturno a la enorme tina de madera que carga en brazos cubierta con una tela blanca. Camina hacia su patio y se para frente al pozo―. Las cosas no siempre son como las planeamos pero de ninguna manera ha sido culpa de ninguno de los dos… la próxima vez que regreses será mucho mejor hasta entonces trata de descansar en paz.

Voltea la tina de madera tirando su contenido dentro del pozo sin mirar. Deja la tina aun lado, da una pequeña reflexión interna por aquella pequeña vida que arrebato para enseguida sacar de entre su ropa un reguilete y clavarlo en la tierra de su patio junto a los demás. Se recarga en el pozo de piedra y mira al cielo azul.

―Tal vez tenga que disculparme después con Hi-chan por lo que le dije.

Se dice en voz alta mientras el viento sopla y escucha el ruido de los reguiletes girar.

 

Continuara...


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