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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Notas del capitulo:

Hola a todos de nuevo. 

Por fin me doy tiempo de actializar. Esta vez es capitulo doble...

mas que nada porque pense que esta parte ya la habia subido y resulto que no....

Una disculpa.

Pero corrijiendo mi error ya estoy de nuevo.

Gracias por los comentarios. Aun que pocos yo los agradesco bastante.

Los dejo con el (los) capitulos. Espero que les gusten. 

Ya saben. Dudas o comentarios no tengan pena de dejarlos.

 

Capitulo XVI

 

La primera vez que Nadeshiko vio a Kiku fue en su primer día en el Raikorisu no hata. Su hermano mayor, Tsutsuji, lo termino de bañar. Era la primera vez que sentía agua caliente sobre su cuerpo y jabón de olor hierbas. Cuando vivía con sus padres solía sumergirse de vez en cuando en las aguas del rio que corrían en la montaña. Sin embargo tomar un baño tan detallada mente es algo nuevo, vergonzoso.

Cuando salieron del baño un par de sirvientas estaban esperando. Le entregaron el fondo blanco de un kimono y le indicaron que se lo colocara. En cuanto se vistió otra anciana se colocó detrás de él y corto su cabello de un tajo a mitad de espalda. Asustado se aleja de las sirvientas sin embargo Tsutsuji lo atrapa para evitar que escapara.

―No te asustes. Tu cabello es un desastre, tendremos que cortarlo un poco. Además hay que deshacerse de todo lo desagradable. Siéntate aquí.

Guía al pequeño para sentarlo en el suelo.

Las sirvientas comienzan su labor peinándolo a cada lado, asegurándose de quitar los piojos y las liendres una por una. Así mismo de desenredar y cortar el cabello hasta dejarlo pulcro. Por lo regular todo ese proceso es hecho por las busconas antes de ofrecer sus mercancías a las Okaa-san de las casas. Sin embargo cuando no existía intermediario. Eran las sirvientas y el hermano o hermana mayor quien se encargaba de todo esto.

A Tsutsuji no le importo hacerlo. Sabe cuál es el sentimiento de vergüenza y humillación que sentía en un momento como ese. No quería que el recién llegado escuchara los mismos insultos, las humillaciones de las personas que lo arreglaron. La mirada de Nadeshiko le decía más que mil palabras. La vida tan difícil que había tenido para terminar en un lugar como ese.

Las sirvientas gruñían y hacían muecas de desagrado pero no dijeron palabra alguna. Tsutsuji les había pagado algunas monedas de cobre para hacerlo en silencio.

El chico de pelo largo entonces tomo la mano del mismo entre las suyas para hacer que lo mirara. Sonriente le dijo:

―Estarás bien. Quedaras muy lindo.  Te mande a comprar un kimono nuevo. Uno muy bonito solo para ti. ¿Tienes un color favorito? Espero que te guste el color que te escogí―pero el niño no habla―. Está bien. Es normal que te sientas así. No tienes por qué esforzarte demasiado ―se dirige a una de las sirvientas que lleva unas tijeras en mano―. No corte demasiado. Déjelo un poco largo. Así, hasta los hombros ―el chico se quita entonces el listón rosa que llevaba en el cabello y se lo ofrece a la sirvienta―. Cuando termine amárrelo con esto.

Tsutsuji no era un mal chico. Quizás era demasiado bueno. Siempre trataba de ver todo lo más positivo que podía. Le gustaba ayudar a los demás y creía en el romanticismo. Todo las cosas que aria por Nadeshiko las aria con sinceridad y cariño puro. Sin embargo eso también iba a ser parte de la enorme pena que Nadeshiko cargaría cuando creciera.

Terminaron de arreglar al niño recién llegado. Ahora su cabello es más corto y lo siente diferente, todo su cuerpo se siente diferente. Ligero por fuera y pesado por dentro. A Nadeshiko no tenían que decirse que su padre jamás regresaría por él, por ya lo sabía. Ahora se ha convertido en otra cosa, en algo que no comprende. Su hermano comienza a hablarle sobre cómo funcionaba la casa los rangos, sus responsabilidades. Todas esas cosas nuevas que el ignoraba por completo que existían aislado en aquella montaña.

―Durante tú tiempo de Autobureiku, dormirás en mi habitación ―explica el mayor―. Hay tantas cosas que me gustaría enseñarte. Cuando te enseñe a leer, siente libre de leer lo que gustes. Me gustan mucho los libros a así que tengo muchos, sabes.

Nadeshiko jamás había visto un libro en su vida, así que no entendía mucho de lo que le dice el mayor. Se siente más que inútil. Aun la idea de que era inútil como le habían mostrado al haber nacido Eta lo perseguía.

Mientras subían las escaleras y cruzaban los pasillos podía ver a muchos otros niños. Se siente tan diferente a ellos.

―Nadeshiko. Nadeshiko ―lo llama su hermano. Tarda en reaccionar. Aún no termina de entender que ese será su nombre de ahora en adelante―. Tienes que acostúmbrate. Entre más grande entres a la casa es más difícil abandonar tus viejas costumbres por eso tienes que ser muy obediente ¿entiendes?

El niño no contesta. No tiene ganas de hacerlo.

 Al llegar a la habitación del mayor. Cuando este estaba a punto de deslizar la puerta de su habitación secundaria. Escuchan un fuerte ruido venir de la habitación contigua, para a continuación ver como otro chico mayor que salía de está cargando a  un niño dejaba de su brazo.

Tsutsuji ni siquiera lo pensó, corrió hasta los otros dos.  

―Fuji ¿A dónde llevas al pequeño? ¿Todo está bien?

El chico mayor era mucho más alto que Tsutsuji con dieciséis años. Tenía la piel un poco bronceada y los ojos color miel. De cabello negro opaco hasta los hombros con los mechones levantados hacia arriba y la mitad del rostro cubierto por un fleco largo hasta su barbilla. Siempre llevaba un broche de oro en el costado opuesto de su cabeza con forma de tres bambús atados con sus hojas en alto. Así mismo siempre llevaba kimonos en tonos azules. Este día traía uno color azul oscuro con un obi rojo.

Fuji se notaba sumamente molesto. Con el ceño fruncido y los labios apretados. Urgido de ir afuera y amarrar a ese niño fuertemente a la piedra del patio hasta la hora de abrir la casa o incluso más.

―No te metas en esto, Tsutsuji ―le grita.

―Vamos, vamos. No puede ser tan grave. Debes de ser más considerado con tu hermano menor.

― ¿Considerado? ―le pregunta el otro sumamente molesto. Se acerca a Tsutsuji y le dice a regañadientes al oído―. Encontré a este niño jugando con un pájaro muerto en mi habitación ―se acomoda al infante que lleva cargando bajo su brazo―. No me digas como es que debo tratarlo.

―Kiku apenas hiso su presentación. Y todo salió bien. Deberías recompensarlo. En vez de seguir castigándolo.

―Nada de eso. Este maldito mocoso…

El mayor no a completa su frase en lugar de eso gruñe mientras acomoda al infante bajo su brazo.

Mientras ellos hablaban Nadeshiko se había quedado recargado en la pared que esta frente a las habitaciones de los Hana. En el momento en que Fuji se acerca a Tsutsuji para hablarle al oído se giró y miro al niño que traía el más alto consigo.

Era bajito, delgado, cabello tan fino que parecían hilos de seda teñidos de negro con un corte hasta los hombros que recordaban a las muñecas kokeshi. Traía puesto un kimono de un azul tan oscuro que parecía negro amarrado con un obi amarillo. Su cara lucia pálida a excepción de su mejilla derecha que estaba hinchada y roja por un golpe. Sin embargo sus ojos y expresión estaban muertos, apagados. No había señal de dolor, tristeza o cualquiera emoción. Era igual que un muñeco.  

― ¿Tú que vas a saber? ―Fuji le grita al otro.

―En realidad. Esta mañana…

Tsutsuji entonces se hace un lado revelando al pequeño recién llegado.

― ¡Ah! ―El mayor lo ve desde arriba con seriedad― ¿Te dieron un hermano? ¿Enserio? ¿En que está pensando esa vieja? Ni siquiera ha pasado una semana desde que hecho al otro niño a la calle y ya encontró un remplazo ―mira a Tsutsuji seriamente ―. Más te vale no arruinarlo. Enséñale bien.

―Claro que pienso hacer eso.

Fuji miro a Nadeshiko un largo rato, escudriñando como si buscara algo. Sin embargo no le dijo nada. En su lugar dio la espalda, acomodo de nuevo a Kiku bajo su brazo y se fue escaleras abajo mientras gritaba a una de las sirvientas que fuera a limpiar su habitación de inmediato.

Tsutsuji suspira pronunciado. Nadeshiko lo ve hacer un movimiento delicado poniendo su mano en su mejilla como si recargara su cara. Lo escucha:

―Espero que se tome las cosas con más calma. A Fuji jamás lo había visto tan enojado, el no suele ser así. A Kiku lo único que le falta es algo de comprensión. Quisiera poder hacer algo por ellos ―voltea a ver sonriendo al pequeño Nadeshiko―. Es mejor que entremos a mi habitación. Creo… que será mejor que le haga caso a Fuji… y te muestre lo que hacemos en esta casa.

Desliza con suavidad la puerta de su habitación secundaria. Guía al pequeño con discreción hacia a dentro, cierra la puerta con calma. Pensando como iniciar la conversación. Toma al niño de los hombros sentándolo detrás de una mesa. Tsutsuji se tomó un segundo, pregunta:

― ¿Sabes que es lo que hacen los adultos cuando es de noche y se meten en el mismo futon? ―espera una contestación del niño, pero no hay tal. El mayor hace una mueca y va a la estantería llena de libros que está en una esquina de la habitación. Saca uno con encuadernado verde unido con cintas de cuero, sin título en la portada. Camina hacia su hermano menor, colocándose detrás de él hojeando el libro buscando la página indicada. Pregunta una vez más― ¿y bien? No importa lo que digas, no me voy a burlar.

A un así el niño no responde.

Tsutsuji suspira largo, deja el libro abierto en la mesa frente a Nadeshiko.

El pequeño de blanco se queda impresionado. Mira en las páginas del libro la imagen de un hombre y una mujer con la ropa mal puesta mientras el metía su pene en la vagina de esta en una posición por demás torcido y rara.

Por impulso, el niño se mueve tomando el libro y comienza a hojearlo curioso. Esta seguro que ha visto algo parecido. En los animales de la montaña. Cuando una liebre macho y una hembra se juntaban tanto que no podía diferenciarse una de otra y al poco tiempo tenían sus crías. También la imagen de sus padres en aquellas noches de cuando creían que él no los miraba, vino a su mente.

Tsutsuji intuyo lo que pasaba. Le confiesa:

―Si. Eso es lo que hacen los adultos debajo de las cobijas. A nosotros nos pagan en este lugar por hacer eso con los hombres que vienen aquí ―al decir eso la mirada de Nadeshiko se alza para mirarlo. Tsutsuji por su parte solo se queda sonreírle y como si fuera un especie de consuelo le dice―. Claro que también a veces solo querrán hablar contigo, o que les cantes o los entretengas con alguna actuación. 

― ¿Por qué?

El niño pregunta mientras cierra el libro.

El mayor contesta:

― ¿Por qué te lo enseño? ¡Ah! Supongo que para no hacer las cosas más difíciles. En esta casa tenemos la extraña costumbre de hacer la iniciación de los nuevos en la noche que llegan y mostrarles como es estar con un cliente. Pero yo siempre he odiado eso. Es como si te estuvieras burlando de los recién llegados en especial si nunca lo han visto…. ¡Ah! Sin embargo si aun así tienes la curiosidad de verlo esta noche, está bien…. ―ahora luce avergonzado―. Después de todo, esta profesión solo se puede aprender viendo y haciendo.

Nadeshiko no sabe que decir. El que ahora es su hermano mayor es muy extraño. Le muestra libros raros mientras trata de confortarlo en una situación que sabe que no es buena. Aun carga con el peso de todas las cosas malas que habían estado paso a su alrededor desde que bajo de su montaña y acompaño a su padre a dejar el tributo la primera vez.

Siguió en absoluto silencio el resto del día. Aun sin saber que sería de él a partir de ahora. Sin saber si podría confiar en alguien de ese lugar o creer en la sonrisa de aquel chico que se había auto dominado su hermano mayor.

Sin embargo esa misma noche ocurriría cierto insistente que marcaría dos hechos importantes que lo perseguirían hasta el presente.

Llego la hora de abrir la casa.

Miro a Tsutsuji arreglarse aún más de lo que ya estaba ese mañana que lo conoció. A su hermano siempre le gustaba vestir de rosa y amarrarse el cabello largo en una coleta alta que siempre iba adornado con cintas de seda y kanzashi de oro con flores en las puntas. Tenía un buen gusto para escoger todo lo que usaría.

Después le entrego un kimono del mismo color pero más claro, lo ayudo a vestirse y le trenzo el cabello amarrándolo con la misma cinta que le había regalado esa mañana. Jamás había sentido telas tan suaves sobre su cuerpo, mucho menos caminado con un kimono largo. Esa noche daría pasitos cortos o se mantendría la mayor del tiempo sentado para no pisarse el kimono y caerse.

Esa noche Tsutsuji le explico las reglas específicas de lo que debería hacer en caso de que pasaran cosas. Como si los demás lo molestaban o si había un cliente que le hablara. Bajaron para ir directo con los demás al exhibidor presenciando como era aquello de esperar a ser escogidos, las conversaciones con los clientes y ver como cada tanto veía alguno de los demás subir al piso de arriba y no bajar en un largo tempo. Nadeshiko se siente ansioso jamás había estado en un lugar con tanta gente y con tanto ruido, moviéndose de un lado al otro entre música y risas escandalosas. Por momentos no podía poner atención si lo llamaban ya que se había vuelto la nueva curiosidad de la casa de un momento al otro. Todos los adultos le decían a Tsutsuji que se había conseguido un lindo hermano pequeño, que estaban ansiosos de ver su talento. A diferencia de los demás niños de la casa que lo miraban con recelo.

Ya entrada la noche la fiesta estaba en lo máximo. Tsutsuji solo había tenido un par de clientes que se contentaron con hablar y cenar con él. Claro que sabía que eso había sido más por el hecho de que se había presentado con un hermano menor que por otra cosa. El turno estaba por terminar en una hora. Estaba a punto de mandar a arriba a dormir al pequeño Nadeshiko. Con el alivio que no lo obligaría a ver un encuentro entre él y un cliente. Pensaba hablarle más al respecto el día de mañana. Tal vez… ser más explícito o incluso tener de una vez sus primera interacción juntos. Tiene esa sensación desagradable de no querer hacer algo que sabe no va a poder evitar.

En ese momento una de las sirvientas se acercó a él por su espalda. Le dice en voz baja cerca de su oído mientras el chico reía fingiendo que bebería un poco de sake. Mientras les hacía compañía a los más pequeños:

―Tsutsuji-Hana. Fuji-Hana mando a llamarlo. Necesita ayuda para atender a un cliente en una fiesta privada. Valla a la segunda sala de inmediato.

El chico rueda los ojos de solo escucharlo. Se suponía que el moreno estaba en compañía de Sakura otro Hana quien era el hermano mayor de Deiji (ya que en ese momento aun Hinageshi no había entrado a la casa).  Fuji sabe que no le agradaba el otro muchacho por temas personales con cierto cliente en especial, por ello no lo había invitado a esa fiesta privada. ¿Qué es lo que querrá ese tonto de él?

―Voy en seguida.

Susurra y la sirvienta se va. Pasa unos minutos y se levanta. Le pide a Nadeshiko que lo acompañe. Salen del salón comunal y cruzan el puente rojo en medio del patio.

―Ahora vamos a una fiesta privada trata de no ponerte nervioso. No será diferente a lo que viste hasta ahora pero debes de ser más calladito. ¿Entiendes? Estos eventos son para gente que puede pagar mucho dinero, así que son importantes.

Nadeshiko iba detrás de él abriéndose el kimono de abajo y sujetándolo con sus manos para caminar mejor. No contesta, en su lugar su mirada se había desviado a un rincón del patio, en cuanto logro diferenciar entre la oscuridad de la noche a alguien más. Allí a unos pocos metros, sentado y atado a uno enorme piedra estaba el niño que había conocido esa mañana.

― ¿Qué pasa? ―pregunta Tsutsuji quien busca con la mirada lo que ve su hermano menor –No de nuevo ―dice con lamentación al ver castigado al pequeño Kiku―. Fuji volvió a dejarlo allí todo el día. Tendré que hablar con él de nuevo. Ven ―toma al niño a su lado de la mano―. No puedo hacer nada por él ahora. Así que no prestes mucha atención lo resolveré después.

Lo jala rápidamente asiendo que Nadeshiko soltara uno de los lados de su kimono caminando unos pasos y tropezándose. Tsutsuji cada vez que sentía que eso lo jalaba de su brazo para levantarlo. Antes de entrar en la segunda hala, se aseguró de acomodarle el kimono una vez más para que luciera lo más impecable que pudiera.

Se abre la puerta delante de ellos.

Era Fuji que lucía bastante agotado. Cuando ve al chico de rosa suspira aliviado y le dice:

―Qué bueno que ya llegaste. Necesito que me ayudes allá adentro.

―Pensé que ya te estaba ayudando Sakura. Además, ¿no me dijiste en la mañana que no me metiera si yo no sabía nada? ―le contesta  a Fuji receloso.

―Vamos. No me dejes solo. Lo siento por eso. Pero sabes que desde que ese niño está a mi cuidado suelo alterarme mucho.

―No entiendo porque. Kiku parece un buen niño. Quizás es un poco diferente pero no es para que lo dejes toda la noche de nuevo castigado en el patio.

― ¿Un poco diferente? Créeme que eso es quedarse corto. Pero eso no me importa ahora. ¿Sabes quién es el cliente que ordeno la fiesta? Es Wakamatsu-sama. Sakura no me dijo de quien se trataba y me dejo invitar a unos cuantos Kuki ¿entiendes lo que significa eso?

― ¿Perdiste la razón? ¿Por qué hiciste algo así? Si Okaa-san se entera de que invitaste a los novatos…

― ¡Olvídate de Okaa-san! ―Fuji lo interrumpe nervioso―. Tú sabes cómo es Wakamatsu-sama. ¿Crees que a él le importa que unos niños de rango bajo lo atiendan? Claro que no. Esta más que contento. Pero sabes lo pervertido que ese tipo puede llegar a ser. Tú sabes que Sakura nunca ara nada que no le convenga. No piensa ayudarme con esto y dejar que ese sujeto haga lo que quiera con los pequeños.

Tsutsuji entendió porque Fuji lo había mandado a llamar. El convenenciero y manipulador de Sakura lo había engañado para que llevara a los menos experimentados. Así Sakura cobraría el dinero pero no sería el quien saciara a aquel hombre que era conocido por su rudeza.

―Ayúdame a sacar los pequeños de allí dentro. Yo me are cargo de Wakamatsu-sama. Solo necesito que te encargues de sus acompañantes.

Fuji lucia bastante frustrado. Él siempre se había tomado su labor de hermano mayor  y superior de la casa bastante enserio. Si estaba en lo que cabía de sus posibilidades ayudaría a los más pequeños en lo que pudiera. Ya sea prestándoles dinero para completar sus cuotas, enseñándoles uno que otro truco para atraer un buen cliente, los invitaba a sus fiestas privadas presentándolos con buenos clientes o caso contrario solía llevarse a los clientes problemáticos consigo.

No espero que Sakura lo fue a engañar de esta manera. Sabía que llegaría el momento en el que quedaría en medio de la disputa que tenían Sakura y Tsutsuji. Pero no que sería capaz de involucrar a inocentes en esto.

Tsutsuji por su parte sabía que esto era una trampa por parte de Sakura. Casi podía adivinar lo que iba a pasar.

Miro a Nadeshiko un momento. Cerró los ojos, suspiro:

―Está bien. Te ayudare ―le dijo a Fuji al cual no culparía por lo que pasaría. Agrego―. Pero solo es por los menores.

―Gracias.

Le dijo el moreno y entro a la habitación primero.

Antes de que ellos pasaran Tsutsuji le dijo a su hermano pequeño:

­―Mires, lo que mires esta noche. No tengas miedo. Todo estará bien.

― ¿He?

El pequeño se quedó confundido a lo que Tsutsuji le sonrió una vez más, acaricio su cabeza y entraron.

Nadeshiko quedo sin palabras al ver lo que ocurría dentro de la habitación. El ambiente era completamente diferente al de la sala común.

Lo primero que mira de frente es a un chiquillo de catorce años sentado con un shamisen en las manos; vestido con un kimono color rojo  con diseños de pétalos de flor de cerezo, su obi negro atado por delante, su cabello azabache largo hasta la cintura con un atado perfectamente Chonmage en la parte superior en donde encajadas estaban kanzashi de hojas doradas.

A la tenue luz de lámparas de aceite mira de tras de él las paredes pintadas con escenas de youkai en desfile, a la vez que el chico lo mira fijamente como si lo es cuadrillara. De sus labios sale una pequeña exclamación y enseguida comienza a tocar “Iso Bushi”

“Así es”

La canción empieza con una simple afirmación, pero Nadeshiko siente que es una que va dirigida solo a él. Al pensar que es una equivocación que el este en ese sitio.

Los ojos de sakura miran con superioridad mientras continua tocando y cantando.

“En la orilla rocosa

 De un lugar famoso de Oarai-sama

Así es”

 

La voz suave y hermosa de Sakura resuena en toda la habitación igual que las notas del shamisen.

A su lado estaba un pequeño niño en kimono del mismo color con el cabello corto y dos pequeños mechones por enfrente que apenas se había dejado crecer. Este pequeño era Deiji que miraba atentamente al mayor tocar de soslayo como si tratara de analizar el movimiento de sus dedos y labios que vocalizaban perfectamente. Sus labios suaves atraían con sus exagerados movimientos a cada palabra.

“Se pueden ver los pinos.

Son pinos ¿verdad?

Es tan conmovedor

Así es”

La luz de la habitación tintilla un instante junto a lo que parecen risas mientras la melodía continúa. La mirada de Nadeshiko se desvía hacia los costados de la habitación. De un lado estaban dos hombres mayores de unos treinta, treintaicinco años quienes estaban cada uno con un precioso niño que no pasaba de los once años. 

La escena parecía sacada de una de las páginas de aquel libro que sus hermano mayor le mostro en el día.

De un lado uno de los sujetos tenía a su pequeño acompañante con la cara bien anclado entre sus piernas. El pequeño castaño de ojos, chocolate. Repasaba su lujuriosa lengua de arriba hacia abajo con lentitud sobre el miembro erguido del cliente. Estaba caliente y tenía un olor fuerte, el niño siente marearse al darse el tiempo de saborear correctamente, antes de introducir todo dentro de su boca, moverse, detenerse, lamer y repetir el proceso una y otra vez mientras suelta suspiros y quejidos leves a la par de sorbete os de su saliva que escurre de su boca.

El mayor gime de gozo comentándole a su compañero de alado:

―Que talentoso es este niño ―animo― ¡que toque! ¡Qué manera de mamar! Míralo nada más como está disfrutando de estar chupando el pene de un adulto.

El niño solo chasquea su pequeña, suave lengua y sus labios de los cuales escurrieron saliva. Sus mejillas con un lindo carmesí y una mirada intoxicada de lujuria. Repasa su lengua por la uretra de su cliente mientras menea la cabeza y bate las pestañas. Sintiéndose provocado por el sabor salado mete el hinchado miembro al interior de sus boca una, otra y otra vez hasta quedarse sin aire. Hasta que aquel hombre lo tomo del costado del rostro y lo apretó contra sus pelvis con tal fuerza que parecía querer sacarlo por el otro lado. Se escucha un grito ahogado del niño que no puede más que someterse a los deseos de su cliente.

El otro hombre al ver esto contesto presumiendo.

―El mío tampoco es tan mal ―jala a su pequeño acompañante de cabellos negros y ojos temblorosos color miel. Arranca el obi de un solo movimiento, abriendo el kimono azul y amarillo de par en par. Exponiendo el cuerpo infantil que sería suyo. Jalonea una vez más y lo obliga a ponerse de rodillas y manos sobre el piso. Aparta la tela del kimono y pregunta―Dime ¿acaso habías visto un trasero más bonito? ¡Mira nada más esas nalgas! ¿No te ganas de cogerlas con solo verlas?

Juguetea metiendo sus dedo entre la tira del fundoshi del otro justo en medio de sus redondas y turgentes nalgas, zarandeándolas revelando por momentos el rosado agujero oculto entre la tela blanca. El niño solo jadea y alienta a su cliente a continuar hasta el final. Inclina su cabeza hasta quedar recostada en el suelo llevando sus manos atrás para apartar la tela, exponiendo a la vista de su compañero el altar de los deseos. Entonces el hombre comenzó a acariciar  las turgentes nalgas de niño llenándose de excitación rápidamente. Repentinamente dominado por el deseo. El hombre abrió abruptamente su ropa y ofreció su órgano:

―Mira mi niño lo que tengo para ti ―dijo, incitando al chiquillo frotando su erección entre la raja de su nalgas.― ¿no te asusta?

Al contario de asustarse el niño gime sintiendo el calor envolverle. El miembro palpitando del otro lo estaba excitando. Sin embargo el cliente solo continúo frotando sin penetrarlo disfrutando de sus expresiones.

La melodía del shamisen continúa su marcha. Sakura canta con tanta calma como si ignorara lo que está pasando en la habitación.

“Miles de aves, miles de aves migratorias gritan.

Así es.

Ante la aparición de la luna.

Son miles de aves ¿vedad?”

Los gemidos se intensifican. Los movimientos de los cuerpos se proyectan en las paredes a través de las sombras que se sacuden. La luz de la habitación oscila.

“Miles de aves migratorias gritan ante la aparición de la luna.

Así es”

Nadeshiko se queda de pie queriendo mirar hacia otro lado avergonzado. Sin embargo lo que está al contario no es mucho mejor.

Allí  sentado en lo que parecía un trono hecho con cojines y cojines de seda. Estaba el anfitrión de esta fiesta. Y vaya que era imposible no verlo. Ese hombre era realmente gordo (¡vaya que era gordo!), era un verdadero cerdo humano; tenía el estómago enorme y oscilante, piernas y brazos como sartas de bolsas rellenas de grasa. Todo mal envuelto en un kimono morado sumamente costoso. Ni siquiera era muy agraciado de la cara. Con la nariz aplastada, ojos chiquitos y la boca llena de dientes amarillos. Cabello negro y con olor a grasa en un peinado mal hecho que trataba de copiar a la de los samurái.  Ese era Wakamatsu-sama el cual en los últimos años había amasado una gran fortuna con venta y compra de muebles. Al igual que el fraude y la extorción que ejercía por lo bajo. Era un ebanista ruin y tramposo que no le importaba usar cualquier recurso por dinero.

Se había vuelto asiduo del Raikorisu no hata hace poco más de un año cuando descubrió su existencia. Solía visitarlo al menos una vez al mes. Casi siempre en fiestas privadas para presumir a sus invitados no solo su dinero, sino también a las hermosas y obedientes criaturas que hacia suyas.

― ¡Sírvanme  más!

Ordena agitando un tokkuri vacío que parece desaparecer de sus enormes dedos rechonchos. Sentado en sus regazo tenia a un pequeño de diez años, delgadito, bonito y de piel pálida que se lucia ruborizada mientras el cliente los acariciaba desvergonzadamente entre sus piernas, se le nota su pequeña erección apretada entre la tela del fundoshi blanco que se transparentaba de la manchita húmeda que se había formado en este. El niño jadeaba cada vez que lo apretaban con fuerza, tiembla de los pies a la cabeza en una mezcla de placer y dolor.

Otro pequeño más estaba de pie del lado derecho de Wakamatsu-sama tratando de servir el sake que le habían pedido. Una terea que se dificultaba al tener al lascivo hombre acariciándole el trasero  hacia círculos con toda la palma, apretaba y frotando por en medio de sus nalgas con su grueso dedo apretándolo cada tanto intentando meterlo mientras se reía. El pequeño con los ojos llorosos fue poniéndose de puntillas sin darse cuenta en un intento fallido de alejarse de los toqueteos. Estando al límite de su resistencia, suelta un gemido ahogado mientras la botella de sake cae de sus manos. En cuanto se oye el sonido de botella en el suelo. Wakamatsu-sama toma al infante por la cintura acercándolo a él, suelta a su otra pequeña victima solo para poder desvestir al otro de la parte superior, robarle un beso sabor a alcohol metiendo su lengua llenando la boca y garganta del otro que solo se esfuerza por respira. Terminan el beso y el pervertido hombre ataca el pecho del niño dejando un hilo de saliva de su boca hasta el pecho. Chupa el pequeño pezón y remata mordiendo ampliamente.

El niño grita suplicante:

― ¡Duele! ¡Duele! ¡Deténgase!

Wakamatsu-sama gruñe enojado despegándose del niño, solo para jalonearlo y tirarlo al suelo al mismo tiempo que le arrojaba el tokkuri encima  bañándolo con sake. Se pone de pie tirando al otro niño en su regazo quien se aleja sabiendo lo que pasara. Sin embargo antes de que el obeso hombre suelte su primer golpe sobre su víctima, lo tomaron de su muñeca fuertemente. Era Fuji quien por un momento lo miro desde abajo con coraje.

―No arruinemos esta velada con violencia innecesaria―le dijo el muchacho sonando autoritario, sin embargo al finalizar sus palabras al notar que Wakamatsu le reprocharía, el muchacho le sonrió con picardía, acerco la enorme mano del mayor a su boca, en cuanto estuvo en frente saca su lengua y como si se tratara del manjar más exquisito procedió a lamerla desde la muñeca hasta el dedo medio con vehemencia llenándola de saliva. Se da un segundo para decirle ―. No desperdicie su tiempo con un niño como ese cuando me tiene a mí para hacer lo que quiera.

Enseguida mete dos dedos en su boca y comienza a chuparlo como si felara intensamente.

Una sonrisa en Wakamatsu-sama se forma hundiendo sus dedos hasta los nudillos dentro de esa garganta caliente y húmeda, buscando ahogar al otro. La mirada de Fuji se va hacia atrás mientras se asfixia, sin embargo no deja de mover la lengua a todos lados.

Justo en ese momento Sakura termina la pieza.

― ¡Haa! ¿Qué sucede? ¿Qué paso con la música?

Wakamatsu pregunto sacando sus dedos de la boca de Fuji bruscamente, quien toma una gran bocanada de aire, se toca la garganta con su mano intentando no toser. Se sienta exhausto en el suelo junto al otro niño quien se limpiaba la humedad de sus ojos, el cuerpo aun le dolía después de semejante empujón...

Sakura mira a Tsutsuji con prepotencia y a Nadeshiko. El niño solo puede tener los ojos muy abiertos ante lo que acababa de presenciar. Sakura contesta tranquilamente:

―Parece que sus acompañantes han terminado ―efectivamente en sus lugares se notan las manchas de semen en el suelo escurriendo de entre las piernas y la boca de los niños que atendían a sus acompañantes.

―Jaja ja aja ―Wakamatsu se ríe a carcajadas―. Esto no es lo más fascinante que hayan experimentado. Estos niños harían lo que sea para complacernos. Y lo mejor de todo es que todo lo que les ordenes lo obedecerán.

―Además ―agrega Sakura―. Ha llegado un invitado más.

Wakamatsu gira su enorme persona para darse cuenta que Tsutsuji y Nadeshiko se encontraba detrás de él. Sonríe muy emocionado acercándose a ello.

―Que lindos.

Fuji se levanta y se aproxima antes de que pueda tocar a Tsutsuji. Lo presenta:

―Este es Tsutsuji-Hana ―Observa al hombre desvanecer un poco su emoción. Sabía que a él no le interesaban mucho los chicos de grado alto en la casa ya que no podían hacer todo lo que se le antojara con ellos a sus anchas. Fuji continúo hablando con cautela. Lo menos que desea es enojar a aquel hombre―. El pequeño es su Ototo acaba de llegar hoy. Vinieron a acompañarnos. Sakura es muy bueno jugando Karuta y a usted le encanta el Karuta pensé que se divertiría jugando unas partidas antes de que cierre la casa…

―No seas modesto Fuji ―Sakura interrumpe―. Todos sabemos en la casa que el verdadero talento de Tsutsuji no  solo son las cartas sino su baile del cual se siente tan orgulloso. A Wakamatsu-sama le llama mucho la atención los bailes y las artes también ¿no es verdad? ―Se nota la intriga en su voz.

Fuji lo fulmina con su mirada y espera que Wakamatsu-sama prefiera jugar a las cartas si le menciona que jugaran a prenda. Sin embargo antes de que el abra la boca el hombre dice sonriente.

―Claro que sí. Me encanta ver a los jóvenes wakashu bailar sobre los escenarios.

―Un momento…

Fuji interrumpe para su infortunio ya que el cliente lo mira con desprecio. Tsutsuji sabiendo de lo que es capaz ese hombre se adelanta.

―Sería un gran honor para mí mostrarle mi baile.

Sonríe dulce haciendo que el hombre se contente y desvanezca de su mente cualquier idea que tenga de golpear a los otros.

Así se toman un pequeño receso. Se llamaron a las sirvientas quienes limpian el piso de los destres de líquidos indecorosos y alcohol. Sin olvidar traer otra enorme cantidad de comida para su invitado. La habitación cambia de ambiente de nuevo. Ahora es más tranquila y seria. Todos los niños lucen de nuevo su ropa bien arreglada. El único que había escapado de allí era aquel niño que había sido bañado con sake quien tuvo que marcharse a cambiarse. Se sentaron todos a alrededor de la habitación dejando suficiente espacio en el centro de la misma.

Todo quedo en silencio. Se escuchaba la manera atrevida de beber de aquel sujeto enorme y los pasos de Tsutsuji al ponerse en medio de la habitación. Se abre el kimono levemente de abajo exponiendo sus pies descalzos. Después de hacerle una seña a Sakura, este comenzó a tocar. La melodía es profunda, retumba en toda la habitación haciendo parecer que las luces de las lámparas de aceite titilen. “La melancolía de un shamisen” adornaban los lentos pasos de Tsutsuji el cual no parece estar moviéndose, encantando a todos por la manera de balancearse de un lado al otro. Usando las mangas de su kimono para cubrirse las manos y  el rostro. Sus brazos se mueven arriba y abajo con sutileza.

Nadeshiko jamás en su vida había visto una danza. Es así que sentía que lo que presenciaba era algo verdaderamente interesante. Fuji lo mira y se sonríe preguntando si ese niño se ha percatado del sonrojo de sus mejillas. Le susurra por debajo:

―Si prestas atención a sus movimientos es como si hablara. Comunica más cosas con ese movimiento de sus manos que con cualquier otra cosa. Amor, melancolía, felicidad, tristeza. Todo eso con solo unos cuantos movimientos.

Nadeshiko lo entendió en cuanto Fuji se lo explico. Observando con detenimiento los pequeños pasos de Tsutsuji se aceleran demostrando tristeza. Extiende las palmas de sus manos y da pequeños aplausos insonoros, arriba, abajo y cerca de su corazón como si digiera “te amo” a un amor no correspondido. Se da la vuelta y mientras esta de espalda a sus espectadores saca un abanico de entre sus ropas, incorporándolo en su acto; abriéndolo y cerrándolo a cada cambio de la melodía, ocultando su rostro el cual expresa una mueca entre melancolía y seriedad.

La melodía acelera su marcha. Sakura espera en dejar en ridículo a Tsutsuji haciendo esto. Sin embargo el chico de kimono rosa da un paso fuerte que retumba en toda la habitación, sigue el ritmo girando en todo el cuarto sin descuidar el abrir y cerrar del abanico elegantemente; jugando con él,  aventándolo sobre su cabeza una y otra vez atrapándolo en el aire, abriendo y cerrándolo.

Nadeshiko no pueda para de verlo boquiabierto. No había nada en la habitación que llamara más su atención, ni de él, ni de nadie más.

Fuji susurra una vez más:

―Es tan hermoso. Él es como una gruya queriendo emprender el vuelo.

Para Nadeshiko no hay duda de tal afirmación. La espigada figura de Tsutsuji moviéndose, estirándose con las largas mangas y el abanico desplegado en su mano. Es igual al de una ave apunto de elevarse al cielo.

Tsutsuji demuestra su habilidad y su mayor especialidad. El que había sido hijo  de un bailarín  famoso y criado en un teatro.

Continúa la melodía y decide hacer una pose en especial. Se queda de pie, doblando su torso hacia atrás por completo mientras rota lentamente para dar una vuelta completa, sin embargo a mitad de ejecución sakura detiene la melodía apropósito, el chico era tan hábil con su instrumento que parecía parte de la canción. Sin embargo, Tsutsuji sabe qué hace eso para dejarlo en ridículo si cometía un error así.  Se queda quieto en esa extraña e incómoda pose con el abanico extendido en su mano sin perder gracia.

Pasan cuatro segundos antes de que Sakura decida terminar la pieza con el shamisen antes de que todos noten que lo hizo a propósito. Tsutsuji había aguantado esplendorosamente. El baile continuo. Esta vez el chico se sienta discretamente en el suelo de rodillas. A pesar del dolor que sintió en sus piernas no lo demuestra en su rostro. Un error en su baile era imperdonable para él. Continúa moviendo el abanico, aplaudiendo y extendiéndolo. Moviéndose hincando posando sentado con melancolía. Termino el acto.

La actuación apenas termino Wakamatsu- sama se lanza contra Tsutsuji en el suelo. Emocionado por la gracia y expresión del otro. Forceja tratando de allí enfrente de todos de desamarrarle el obi del kimono.    

― ¡Espere! ¡Espere!

El chico trata de detenerlo. Es imposible ya que el enorme peso del otro se lo impide. Su enorme mano se cuela por dentro de su ropa y siente como jalonea sus fundoshi con toda brusquedad tratando de arrancarlo.

Nadeshiko observa todo desde su lugar temeroso. Todos parecen actuar como si lo que estuviera pasando fuera lo normal, no se mueven de su lugar e inclusive desvían su mirada llena de incomodad. Con excepción de Sakura que parece satisfecho.

En ese momento Nadeshiko no sabe que le ocurrió. Algo en el fondo de su estómago que le decía que corriera que se alejara del peligro se revolvió dentro de él. Una rabia incontrolable lo inunda. Como si se tratara de resistir sin éxito porque se levantó tan rápido de su lugar que Fuji no alcanzo a atraparlo. Se lanzó contra la espalda de Wakamatsu-sama tratando de detenerlo con la poca fuerza que tenía. 

El hombre no se inmuto ni un poco. Como si se tratara de un mosquito molesto se sacudió tirando al niño a un costado suyo.

― ¡Nadeshiko!

Tsutsuji grita olvidándose por un minuto de sí mismo, de las cosas que había a prendido. Encajo sus dedos en el rostro del hombre encima de él provocándole un enorme dolor  haciéndolo gritar, alejándolo. Se gira hacia su hermanito para auxiliarlo.

Wakamatsu-sama no soporto tanta insolencia soltando el primer golpe hacia el niño el cual es cubierto por el cuerpo de su hermano mayor. 

De repente toda la situación se descontrolo.

Sakura manda al pequeño Deiji con las sirvientas para avisar de lo que está pasando. Su plan al parecer había dado sus frutos, disfrutando de su victoria en cuanto Okaa-san cruzo la puerta encolerizada.

― ¿Así agradecen mi patrocinio a la casa? ―Wakamatsu se queja mostrando el zarpazo en su cara―. Pensé que este era un lugar respetable.

―Lo lamento mucho.

Okaa-san ofrece sus disculpas junto a una reverencia. Sin embargo en su mirada se puede leer claramente el desprecio como si solo mirara un cerdo chillando sin control.

―Reportare esto a los guardias del lugar ―amenaza el hombre saliendo de la habitación haciendo que todos los involucrados vallan tras el por el patio. Sigue bufando malhumorado―. Reportare este lugar. Hare su reputación añicos. Usted mejor que nadie sabe cuánto poder tengo.

Alardea. Alguien como el que gastaba montones de dinero sin pensar en consecuencias era adorado en la casa donde el decidiera gastar ese dinero. Así es, el a pesar de su manera tan despreciable de tratar a los demás, dueñas, Okaa-san, sirvientas o prostitutas. Era respetado por ser un patrocinador. Aquel que desidia acuñar la casa a su nombre comprometiéndose a brindarle dinero. Si la casa necesitaba alguna reparación, parte de las comidas de los trabajadores o alguna otra necesidad era cubierta por esta clase de personas, quienes a cambio recibían cualquier servicio que pidieran e incluso en el caso de comerciantes la casa daba la exclusiva recomendación de los productos del patrocinador a todos los clientes que pasaran por ese lugar. Incluyendo el beneficio de tener de amante quien quisiera. Incluso si eran lo suficientemente inteligentes una parte del poder administrativo del lugar.

Wakamatsu-sama se había vuelto en ese corto periodo de tiempo alguien importante e influyente en el Yukaku. A comparación de otras casas el Raikorisu no hata no podía contar con muchos patrocinadores. Así que perder uno en un momento tan frágil como ese, en ese justo año en donde una epidemia de fiebre cerebral (meningitis) había azotado a la casa. Habiendo perdido a varios de sus chicos, reduciendo sus filas a la mitad, incluyendo un par de novatos e inclusive el Ikebana sucumbió a la enfermedad.

Era el peor momento para un escándalo de este tipo. Lo peor que se podía poner en juego era la reputación de la casa perdiendo un patrocinar que se la pasaría echando pestes del lugar  

Okaa-san ofreció entonces:

―Eso no es necesario mi señor. Nosotros respetamos las reglas. Sabe que tiene derecho a castigar al chiquillo que hozo ofenderlo de la manera que mejor disponga.

―Ya veo.

Wakamatsu detiene su andar formando una sonrisa. Pensaba aprovechar esto tanto como pueda.

Tsutsuji se da cuenta de esto e inmediatamente interrumpe poniendo a Nadeshiko detrás de él. Fuji por su parte no pierde el tiempo, esta vez sujeta al chiquillo con toda su fuerza y le tapa la boca para que no digiera nada que pudiera empeorar la situación.

Tsutsuji habla en defensa:

―Nadeshiko recién llego hoy a la casa. No sabía que era lo que estaba haciendo. No puede castigarlo.

― ¡Cierra la boca!

Okaa-san ordena con una mirada terriblemente fría. Si ese hombre le pidiera en ese momento la exclusividad sobre la virginidad de ese niño se la daría sin chistar. Después de todo aún seguía siendo un desconocido en ese lugar.

Pero las ideas de Wakamatsu-sama se desviaban por algo que consideraría mejor para sus caprichos.

― ¡Oh! No mí apreciada Okaa-sama. Aquel niñito es un recién llegado. No tiene la culpa. A quien quiero es a su irresponsable hermano mayor que no es capaz de educarlo correctamente.

Okaa-san trata de no mostrar su reacción de repudio a esa idea. En su lugar voltea a ver a Tsutsuji quien con la cabeza agachada dice en un susurro:

―Si así lo quiero Wakamatsu-sama. Estoy a su disposición.

La sonrisa del hombre va de oreja a oreja torcida y aterradora. Se burla del chico poniendo su mano cerca de su oído:

― ¡¿Qué?! ¡¿Qué dices?! ¡No te escucho!

Tsutsuji mira dudando a todos en el lugar. Fuji tiene una cara de espanto y le niega con la cabeza. Lo conoce bien y sabe que es su manera de decirle que no se arriesgue, que mejor lo ofrezca a él para eso. Baja su mirada y Nadeshiko está pataleando agitado, balbuceando. Debe de estar tan confundido, su primer día como hermano mayor y ya dio una mala impresión. Los demás niños parecen asustados de los que le pueda pasar. Okaa-san lo mira fríamente, no sabe si quiere que se niegue o que acepte por el bien de la casa. Tsutsuji ya sabe lo que pasaría si se niega a la petición de Wakamatsu-sama.

Voltea a ver a Sakura que está sonriendo muy satisfecho. Sabía que iba directo a su trampa.

Tsutsuji agacha la mirada:

― ¡Estoy a su disposición! ¡Por favor acépteme como pago por mis imprudencias!

―Claro. Claro. Así se habla me gusta que la gente sea obediente. Pero eso no sería suficiente. Quiero pasar la noche entera contigo.

―Sabe que eso no lo permitimos en ese lugar ―Okaa-san se pone a la defensiva―. ¿Qué pensaran nuestros otros clientes si saben que le damos esas preferencias?

―Le recuerdo que como patrocinador tengo derecho a pedir exclusividad. Si lo hace me asegurare de darle más dinero a esta casa que a cualquier otra.

Okaa-san quiere negarse a esa petición.  Aprieta sus labios rojos llena de impotencia. ¡Como odia a ese hombre!

Tsutsuji sin embargo se adelanta ante este dilema:

― Esta bien. Me are cargo de cualquier cosa.

Sonriendo con dulzura y resignación. No quiere causar más problemas para ninguno de sus hermanitos.

―El chico ya decidió ―Okaa-san habla despacio apretando sus puños―. Lleven a Wakamatsu-sama arriba a la habitación de Tsutsuji-Hana.

Ella habla tragándose el coraje. Lo que menos le gusta a la dueña d esta casa es hacer que los clientes se salieran con la suya.

―Si.

Se escucha a un par de sirvientas obedecer. De inmediato guían al hombre a las habitaciones de arriba. En cuanto ve a al hombre entrar en la sala común, le dice  a un par de sirvientas más que atiendan a los acompañantes de Wakamatsu-sama, que la esperen en la sala principal.

Los acompañantes de Wakamatsu-sama lucen confundidos por el trato tan amable de las mujeres que los guían hacia la habitación. A uno no le importa si puede llegar a un buen trato por su silencio con la dueña de la casa. A el otro le importa más el poderse encontrar de nuevo con el encantador niño que lo atendió esa noche.

En cuanto entran a la habitación madre se queda en el patio acompañado de otra sirvienta a la cual le da un orden que parecía absoluta:

―Infórmale a todas que cierran la casa. En cuanto todos los clientes se marchen quiero a todos los niños en sus cuartos enseguida. Dile a los Mayu jefes de habitación que se aseguren de que nadie salga de su cuarto. ¡Nadie! ¡No importa lo que escuchen!

La sirvienta reverencia y se va a toda marcha.

Por último, madre mira a Tsutsuji. Hay silencio parece querer regáñanlo pero en su lugar. Saca un pequeño sobre de papel del obi de su kimono, se acerca entregándoselo al chico en su mano. Le susurra al oído.

―Antes de entrar en tu habitación tomate esto. De lo contario no podrás soportarlo. Se inteligente y obedece.

El chico sabe enseguida de que se trata. Acepta el sobre y lo oculta bajo su manga mientras se marcha a su habitación sin tener el valor de voltear a ver a su hermanito.

― ¿Qué se quedan mirando todos los demás allí pardos? ¿No escucharon? A sus habitaciones.

Madre ordena. Los niños restantes se marchan corriendo.

Sakura se acerca junto al pequeño Deiji a Fuji y a Nadeshiko. Les dice por lo bajo.

―Esto fue mejor de lo que esperaba. Parece que la llegada de este niñito solo será el comienzo de la mala suerte Tsutsuji.

Se marcha divertido con su pequeño hermano detrás de él.

Nadeshiko se queda paralizado con esas palabras. Era cierto. Él era un Eta. Él lleva consigo la muerte.

Madre se acerca a ellos colérica. Sus palabras solo logran herirlo más.

― ¿Cómo es que puede causar tantos problemas un niño tan simple como tú?

Jala al pequeño Nadeshiko del brazo con fuerza arrebatándolo de los brazos de Fuji, quien corre detrás de ellos. Se dirigen directo a la piedra de castigo en el patio

El chico aboga por él. Pide que lo deje que no hizo nada malo, que la culpa es de él. Pero a Okaa-san no le interesa.

Nadeshiko apenas se resiste a los jaloneos de la mujer. Comenzó a llorar desesperando. La mujer lo avienta contra la enorme piedra.

Nadeshiko se golpea la espalda contra la roca se queda sin aliento entre el llanto y dolor. Madre aprovecha ese instante para ir por una de las cuerdas que estaban cercanas para proceder a atarlo.

Fuji sigue rogando por el recién llegado. Pero la mirada de Madre fulminándolo como si le preguntara por qué había castigado de nuevo a Kiku, hace que desista. Él no sabe cómo responder a eso. No puede confesar que su hermanito le causa repulsión. Aun así parece que no es necesario que lo diga en voz alta, la mujer se puede dar cuenta de esto al pasar otra cuerda sobre Kiku y verlo suspirando ruborizado en completo silencio como si en cualquier momento se fuera a rendir por el calor de su cuerpo. No le da más importancia por el momento ante ese pequeño descubrimiento y termina de atar al otro.

Fuji solo puede mirar a Nadeshiko derramar lágrimas mientras la mujer termina de ajustar la cuerda:

―Da las gracias que solo te has ganado esto.  Tú ―refiriéndose a Fuji― Vendrás conmigo. Tienes mucho que explicar.

Se va caminado a toda prisa sus pasos son fuerte y apresurados. Fuji se queda un segundo frente a los pequeños, truena la boca, desvía la mirada y va detrás de la mujer rápidamente.

Se quedaron solos en el patio Kiku y Nadeshiko.

El primero no dice nada. Su mirada parece perdida en las estrellas del cielo. Hace frio. Tiene los tobillos hasta los pies fríos y apenas puede respirar con la doble cuerda sobre su cuerpo. A un así siente una especie de calor invadir su vientre acompañado de un cosquilleo y una emoción que se habían acentuado desde que el otro niño había comenzado a gimotear aun lado suyo. Por la forma en la que los habían atado juntos no podían verse las caras, sin embargo el pelinegro podía imaginarse la lamentable cara del otro, cuando lograba tener esa imagen clara en la cabeza soltaba una especie de quejido. Tiene esa extraña urgencia que Fuji no había podido provocar en su cuerpo con caricias. Por impulso toma la mano de Nadeshiko entre la suya apretándola con fuerza.

El mayor deja de llorar por la sorpresa. Suelta hipos leves.

―Tu mano esta cliente  ­­―Kiku suelta mientras acaricia ligeramente con sus dedos el interior de la mano del otro.

Nadeshiko cree que él otro trata de consolarlo por eso deja de llorar pero no podía estar más lejos de la verdad. En ese momento Nadeshiko estaba demasiado atemorizado por todo lo que había ocurrido que no se cuestionó el repentino actuar de aquel niño más pequeño que él y que parecía un problemático. En su lugar dejo poco a poco de llorar sin soltarse del otro hasta quedar sin fuerzas y comenzar a cerrar los ojos por el cansancio.

 

Continuara...


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