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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Notas del capitulo:

Ahora si. este era el capitulo que le correspondia a este mes. 

 

Capitulo XVII

 

Cuando amaneció hacia mucho frio. Nadeshiko temblaba en su lugar. La cuerda lo había quemado alrededor de sus pecho y sus brazos pero menor a lo que hubiera sido su se hubiera resistido. Cuando despertó y pudo enfocar la vista lo primero que cree ver es a Fuji quitando la cuerda. Lo cubre con un haori y lo deja caer rendido en el piso.

―Cuando te puedas levantar metete a la casa ―dijo.

El mayor fue enseguida con Kiku e hizo lo mismo pero con menos amabilidad.

Nadeshiko aún está muy agotado entrecierra los ojos como si quisiera seguir durmiendo.

―Fuji-Hana ―Escucha a una sirvienta dirigirse al moreno―. Wakamatsu-dono acaba de abandonar la casa.

― ¿Tsutsuji? ¿Saben cómo está? ―pregunta el chico preocupado.

―Okaa-san mando a llamar a Sakamichi-sensei… él…

El chico no la deja terminar y sale corriendo donde él otro.

― ¡Fuji-Hana! ¡Fuji-Hana! ―le grita la sirvienta en vano.

―Encárgate de esos niños.

Le dice el chico que entra a la casa.

La sirvienta se encargó de poner en pie y meter a los dos niños a la casa. Les da una taza de té caliente para desentumecerlos. Dejándolos en la sala comunal que durmieran un poco en el piso. Había cosas más importantes que atender. El escándalo en la casa comenzaría apenas el viejo doctor llegara.

Nadeshiko solo dormito un instante.

De repente se escuchan los pasos de muchos ir y venir en la casa. Nadeshiko se levanta pesadamente con dolor en el cuerpo. Kiku está a unos pasos de él, dormido tranquilamente como si no escuchara nada. Salió de la habitación sigilosamente hasta llegar a las escaleras. Sube despacio tratando de llegar a la habitación de su hermano mayor. Se pierde por un instante entre los enredados pasillos hasta que ve a dos niños correr agitados y nerviosos en cierta dirección. Decide seguirlos, solo para encontrar la escena de los chicos de la casa amontonados murmurando en el marco de la puerta abierta. Nadeshiko se abre paso entre los demás niños de la casa que se le quedan mirando.

― ¡Haaa!

Se escucha el grito de Tsutsuji lleno de dolor. Se encontraba sobre el futon, está lleno de verdugones por todos lados, quemaduras de cuerda en los brazos y piernas; huellas de dedos alrededor de su garganta. Todas bastante visibles ya que el chico no había más que sobreponerse el fondo de su kimono. Tenía la mirada medio perdida, uno de sus ojos hinchado y ennegrecido. Aferrándose a Fuji que se encontraba a su lado sosteniéndolo de la mano mientras Sakamichi-sensei colocaba de nuevo en su lugar el hombro que tenía dislocado.  

― ¡Vamos chico!  ¡Aguanta! ¡Aguanta solo un poco!

Se escucha al médico decirle alentándolo.

Tsutsuji continua gritando de dolor sin cesar retorciéndose, mientras una sirvienta trata de sostener las piernas del chico para evitar que se hiciera más daño.

En cuanto se escucha un tronido del hombro acomodándose. El doctor lo suelta y el chico cae rendido sobre su futon respirando agitado como si tratara de contener hasta el último de su aliento para no quedar inconsciente.

Los niños comienzan a murmurar entre ellos.

―Se ve bastante mal.

―En la noche solo se escuchaban sus gritos por toda la casa. Era espantoso.

―Nadie durmió nada. 

―Fue culpa del que llego ayer.

Nadeshiko se voltea a ver a los otros y se quedan callados. Antes de que pueda decir algo para defenderse o cualquier cosa. Una sirvienta se abre paso entre todos los presentes con una tina de madera llena de agua caliente. Empuja a Nadeshiko a un lado y se pone a un lado del doctor quien procede a atenderlo sin antes preguntar:

― ¿Qué hacen todos esos niños allí? ¡Hagan que salgan! ¡Cierren la puerta! ¡No quiero a nadie aquí!

La sirvienta que había traído el agua caliente comenzó a empujar a todos afuera para cerrar la puerta. Nadeshiko se resistió trato de entrar a la habitación en vano ya que con el cuerpo igualmente adolorido y congelado la sirvienta pudo empujarlo con facilidad.

Alcanzo a escuchar al docto decir mientras desvestía al chico:

― ¡Chico respóndeme! ¿Tomaste algo anoche? No te duermas. ¡Oye!

Antes de que cerraran la puerta en su cara.

Él fue el único que se quedó de pie frente a la puerta después de que los echaron. Todos los demás se había ido con su respectivo grupo a sus habitaciones o a la sala de abajo. Nadeshiko se sienta en el suelo a llorar una vez más, esta vez oculta su llanto escondiéndose en sus rodillas. Esto era su culpa. La manera tan terrible como había acabado aquel chico gentil que lo había tomado como su hermano mayor. Las marcas y los moretones, aquella manche de sangre en el futon que venía de entre las piernas del mayor. ¡Tiene miedo! La imagen de su casa siendo quemada regresa a su mente, al igual que el de su madre deteriorase lentamente.

― ¡No te quiero allí llorando! ―escucha la voz de madre seca llena de resentimiento―. Si vas a actuar de esa manera lárgate de aquí.

Ella entra a la habitación rápidamente mientras se siguen escuchando los gritos de Tsutsuji.

Nadeshiko  no sabe qué hacer. Se levanta torpemente del suelo, cayendo al pisarse la parte baja de su kimono sucio y arrugado. Se va a ágatas sin dejar de derramar lágrimas a lo que parece la habitación de al lado, encerrándose en ella pensando en donde debería de ir o deseando dejar de llorar de una buena vez por todas. No quiere ser abandonado.

Otro pedazo dentro de él se quebró en ese momento.

Más tarde fue su sorpresa. Cuando a la habitación en la que se había metido a llorar había entrado Kiku muy tranquilamente. Se agacho a su lado mirando como si fuera un animal herido. Él estaba acostado en el piso con la cara empapada pero había dejado de llorar. Se había quedado quieto, en silencio pensando en cosas demasió horribles que lo arrastraban al fondo, cosas que no podía decirle a nadie. Kiku por su parte, solo se limita a picar su mejilla con dedo.

― ¿He? ―Exclama con un ruidito que parece interés. Algo nuevo para Kiku, este pica de nuevo su mejilla. Nadeshiko no responde así que el niño de pelo negro continuo, bajando despacio su mano descubriendo el hombro del otro repasando con sus dedos las marcas de quemaduras de cuerda que tenía. Kiku suelta una especie de suspiro y sus ojos se iluminan levemente. Es entonces cuando presiona fuertemente con su pulgar la herida haciendo que Nadeshiko grite de dolor, asiéndolo ponerse de pie y alejarse de él. Al ver a Kiku este estaba sonriendo de esa manera aterradora como si hubiera visto lo más encantador en su vida. Solo fue un breve instante, de inmediato vuelve a su cara estoica. Dice levantándose dándole la espalda―. Esta es la habitación secundaria de Fuji. ¿Te dijo que esperaras aquí mientras el doctor atendía a Tsutsuji Nii-san?

―N-no.

Nadeshiko contesta bajito.

― ¡Heee!

Silencio.

―Tsutsuji Nii-san estuvo gritando mucho… me quede parado en el pasillo escuchando sus gritos. Sus gritos me gustaron… no tanto como la sensación de alivio que me da la cuerda cuando nos amarraron afuera en el patio…  ―Kiku comenta casualmente.

“En ese momento debí haberme dado cuenta que algo estaba mal con él. Pero yo estaba tan confundido, asustado. Me importaba más lo que le había pasado a Tsutsuji Nii-san. Así que salí de la habitación y no le di importancia”

Salió del cuarto de Fuji y espero un instante frente a la puerta de la habitación de Tsutsuji. Deslizo despacio solo un poco para ver que ocurría ya que los gritos habían terminado. Desde la pequeña rendija mira a Sakamichi-sensei y a Okaa-san platicar casi frente a él.

―Aparte de los golpes. Le dislocaron el hombro, tiene barias fisuras anales. Trauma en la garganta aparte de lo obvio también trataron de estrangularlo. Y estaba drogado ―El anciano le cuanta a Okaa-san la cual cruzada de brazos solo le desvía la mirada mientras gruñía―. Tú lo drogaste ¿verdad?

― ¿Qué más podía hacer por el muchacho? Si no lo hacía le iba a ir peor. Wakamatsu-dono… sabes cómo es él.

― No sé porque no te has desecho de él. Sabes perfectamente a cuantas he tenido que atender después de una noche con él. Y no todas son tan afortunadas como ese podre muchacho. Si es por el dinero del patrocinio, sabes que perfectamente yo podría…

―Guárdate tu dinero. Sería demasiado vergonzoso. Ese cerdo asqueroso tiene el poder en este momento en este lugar. No voy a dejar que la casa que alce con tanto esfuerzo se valla a la ruina solo por unos comentarios de ese sujeto.

―Piénsalo. Sabes que si le pido un favor a Kojirou, él se desharía de él con mucha discreción.

―Qué más quisiera yo que ver a ese cerdo retorcerse. Pero tú sabes que después de la epidemia de fiebre cerebral tuve patrocinadores que se retiraron y otros más aun temen visitar la casa. Necesitamos el dinero. Y no importa que tan rico seas no será lo suficiente para mantenernos a todos aquí.

El doctor tuerce la boca poco contento:

―Al menos deja descansar al chico en lo que se recupera. Necesita de un mes por lo menos antes de que lo pongas a trabajar de nuevo. Te daré los medicamentos que necesita. Van a ir estos de mi parte así que no te ocurra cobrárselos.

― ¿No es mucha generosidad de tu parte?

―Que puedo decirte. Ese chico es muy lindo. Además ya tuve la oportunidad de probarlo una vez. ¿Lo has olvidado? Se lo debo por esa noche tan acogedora que me dio.

 ―Haz lo que quieras.

Le dice la mujer molesta por la condescendencia. Abre la puerta.

Nadeshiko se queda congelado ante la fría mirada de Okaa-san esta lo aparta a un lado con su mano:

― ¿Ya dejaste de llorar? Que esto te sirva para que entiendas cuál es tu lugar.

Se va deprisa por el pasillo seguida de Sakamichi- sensei que va detrás de ella con su botiquín de madera aun lado.

El niño se queda de pie en el marco de la puerta. Fuji tiene recargado en su pecho a Tsutsuji quien está lleno vendas de los pies a la cabeza, un cabestrillo en su brazo derecho y el ojo izquierdo cubierto por una gaza. Fuji le da algo parecido a té verde en pequeños tragos.

El moreno se percata de su presencia y lo llama:

― ¿En dónde te habías metido?

― ¿Quién es? ―pregunta Tsutsuji con la voz rasposa debido a su garganta muy lastima.

―Es Nadeshiko.―responde Fuji con calma―. Ven pasa.

El niño lo duda un segundo. Entra dejando la puerta abierta.

―Lo siento mucho. Lo siento mucho. ―se disculpa al costado de su hermano de inmediato con la voz quebrada―. Lo siento mucho.

―No… es tu culpa…

Tsutsuji junta todas sus fuerzas para acariciar la cabeza del niño.

El primer mes en la casa a comparación de los demás niños. Nadeshiko se la había pasado encerrado en la habitación de su hermano mayor cuidándolo. Solo bajaba por la comida de ambos. Incluso no laboraba los aseos del día ya que Okaa-san lo había exentado de estos para que estuviera atento a todo lo que le ocurriera a su hermano.

En ese tiempo Tsutsuji aprovecho para conocerse mejor. El mayor solía ser muy parlanchín a pesar del trabajo que le costaba en ese momento intentando que el niño se abriera con él y le contara sobre su vida. Pero parecía inútil. Nadeshiko levantaba una barrera que no podía cruzar, sabía que a ese niño también le habían pasado cosas horrible. Su hermanito era tímido, llorón, débil; quizás demasiado “niño bueno” muy obediente en verdad.

Le enseño a leer y a escribir sin siquiera levantarse de su futon. Nadeshiko aprendió rápido sin objetar nada de lo que se le decía.

Tsutsuji era una buena persona, era paciente y siempre sonreía a pesar de lo malo. Sin embargo era muy estricto consigo mismo cuando se trataba de su baile. El porqué de esto es culpa de su legado familiar…

Su madre quizás no había sido más que una pobre campesina que había acabado como sirvienta en un teatro fregando pisos. Pero su padre, él había sido el onnagata más aclamado de su región.

Si bien el teatro Kabuki había empezado como una forma artística mixta donde hombres y mujeres representaban a través de sus obras desde cuentos y leyendas clásicas hasta parodias y sátiras de la vida cotidiana de la época Edo. Las acusaciones de la proliferación de la prostitución por parte de las mujeres ya sea voluntaria u obligadamente. Provoco que la gubernatura de Tokugawa promulgara en 1623 la prohibición de mujeres en el teatro acusadas de faltas a la moral.

Así surgieron los onnagata. Aquellos hombres jóvenes que sustituirían a las mujeres durante las obras de teatro. Comparados desde niños por los teatros y educados estrictamente para cumplir su papel. Los actores que interpretan este estilo debían actuar con gran sutileza, poniéndose en la piel de las mujeres, no solo imitarlas. Si no vestir, comportarse e incluso llegar a tener un tono de voz similar; sin subvertir la feminidad, sino ensalzándola. Buscando la sublimación de la misma. Cada gesto, cada sutil movimiento, las palabras pronunciadas son un intento de interpretar un tipo de feminidad inalcanzable que intenta capturar y embrujar al hombre a través del comportamiento para enamorarle. Razón por la cual estos alcanzaron gran popularidad rápidamente entre los asiduos del teatro.

 Los padres de Tsutsuji se habían conocido en el teatro de su ciudad. Ella de diecisiete años había acabado viviendo allí por lastima, ya que el padre de ella había sido un viejo amigo del dueño. Cuando sus padres fallecieron no tuvo otro sitio al cual pertenecer. Sin embargo, dada la prohibición de mujeres en el teatro, ella siempre iba vestida como un muchacho, con la cara mugrosa y el cabello cortado para despistar a cualquiera que le observase. Era odiada por los demás onnagata del teatro que desconocían su naturaleza femenina. Envidias mutuas de cosas que ambas partes no entendían. Ella siempre miraba a escondidas las obras de teatro, llamándole la atención un chico en particular; el único que era amable con ella. Un muchachito de quince años que era la mayor atracción del lugar. Cuando el salía a los escenarios, los hombres enloquecían maravillados, gritaban conmovidos ovacionando. Diariamente recibía montones de cartas de amor y regalos de sus admiradores la mayoría hombres mayores que no veían el inconveniente de saber que se trataba de un muchacho. Inclusive llego a recibir mechones de cabellos o trozos de dedos como promesas de amor. Sin embargo él rechazaba los regalos.

Un descuido hizo que aquel jovencito descubriera el secreto de esta chica. Desde ese momento comenzaron a pasar más tiempo junto. Conociendo las tristezas y esperanzas del otro. Se intercambiaban miradas coquetas cuando el bajaba las escaleras de su dormitorio mientras ella limpiaba los pisos. Paso poco tiempo cuando comenzaron a tener un romance a escondidas. Secreto que no duro mucho cuando ella quedo embarazada de Tsutsuji.

El padre de Tsutsuji consiguió indulgencia con el dueño del teatro.  Dejaría vivir a esa mujer y al bebé que tendría, mientras se mantuvieran ocultos en el sótano del teatro a cabio que él diera más dinero al teatro; a cambio de que el aceptara prostituirse por el teatro. Ya en ese entonces era común que los Onnagata ejercieran a secreto a voces la prostitución en las casas cercanas a los teatros. Efectivamente la prohibición de Tokugawa no había servido de nada.

Tuvieron un hermoso hijo varón. Sin embargo mientras este crecía y ella se enteraba del trabajo adicional que ejercía aquel que amo comenzó a odiarlo. A odiar el mundo que la rodeaba, al teatro, a los onnagata, a ese hombre y a su hijo que estaba comenzando a ser criado para convertirse en uno de ellos.  

Tsutsuji recuerda los gritos de su madre y su padre cuando se llegaban a encontrar. Ella no entendía el sacrificio que el hacía para mantenerlos. Él no entendía el odio y la frustración que ella acumulaba.

Tsutsuji deseaba bailar en los escenarios. Maravillado por el arte y trabajo de su padre. Alimentado por las ovaciones.

Unos años más tarde las envidias de los demás actores del teatro ante la fama y el talento de su padre llevaron a estos a envenenarlo. Una vez fallecido, su madre lo secuestro ( o así lo veía él ) de aquel teatro. Le cortó el cabello y le puso ropa de varón alejándolo lo más que podía de la afeminada apariencia de onnagata que tenía. Vagaron durante un año. Yendo de pueblo en pueblo. Donde ella conseguía trabajos temporales de sirvienta.

Su padre le había enseñado a Tsutsuji a sonreír en todo momento, que tenía que ver el mejor lado de las cosas. Que si sonreían todos sería más fácil sin importar cuanto doliera. “siempre sonríe con orgullo ya sea en floración o en dispersión”

Esas palabras se querían con Tsutsuji para siempre.

Los trabajos de su madre nunca duraban mucho ella los hacia escapar del lugar cada vez que alguien notaba los comportamientos del Tsutsuji. Su particular forma de andar o la manera tan delicada de hablar. Sus costumbres no podía borrarlas con tanta facilidad no importaba cuantas veces su madre le gritara o lo golpeara.

“No quiero que acabes como tu padre”

Solía repetirle una y otra vez.

La época en la que su madre murió esta muy borrosa en la memoria de Tsutsuji. Lo único que no se ha borrado, fue que en el último momento de desesperación. Cuando ella ya no podía más, lo llego a tomarlo del cuello llorando encolerizada diciéndole que deseaba nunca haberlo tenido mientras caía al piso muerta de hambre.

Tsutsuji se quedó solo vagando por las calles sin tener nada que comer. Un día, el día que pensó que sería el último tratando de conseguir algo. Con su cuerpo delgado y desnutrido comenzó a bailar en medio de una calle. Cuando una mujer que iba pasando se le quedo mirando hasta que le pregunto

“Oye, niño. ¿Dónde aprendiste a hacer eso?”

Esa mujer era Okaa-san quien le ofreciera trabajo.

―Tsutsuji Nii-san…

Nadeshiko llamo a su hermano que se perdía en sus pensamientos mientras se sujetaba el cuello. Pasaría un año antes de que su hermano mayor le contara la historia de cómo había llegado a ese lugar.

―No es nada. Ven siéntate aquí conmigo ―Dijo palmeando el futon. Aún estaba vendado y no podía mover su mucho su brazo derecho. Aun así. La mayoría de las heridas habían desaparecido y ya podía comer solo―. Por mi culpa estas más atrasado que los demás niños. Okaa-san fue muy generosa en hacer que tu presentación sea cuando me sienta mucho mejor.

― ¿Presentación?

―Así es. Tienes que mostrar algún talento muy especial que tengas para atraer a tus futuros clientes.

―Yo no…

Nadeshiko agacha la cabeza apenada. Tsutsuji lo hace alzar su mirada sujetándolo con la punta de sus dedos para pegar sus frentes para mirarse a los ojos.

―Tranquilo. Yo me are cargo de ti.

―Q-quiero… ―Nadeshiko le habla tímido―. ¡Quiero aprender a hacer eso que hiciste la vez pasada! ¡Quiero aprender a ser como una gruya elevándose en el cielo!

Tsutsuji sonríe dulce haciendo que el niño se ruborice.

―Está bien. Te enseñare mi baile.

Nadeshiko hace una especie de media sonrisa y asienta con la cabeza.

Acto seguido su hermano lo acuesta encima de él acariciándole el rostro. El niño se sintió confundió por ello.

Tsutsuji le dijo con dulzura:

―Hay muchas otras cosas que debo de enseñarte primero. Aun no me puedo mover mucho  así que tendrás que ayudarme un poco.

Deslizaba su mano izquierda por la espalda de niño. Era agradable y tranquilizas ador. La mirada del mayor está llena cariño, melancolía. Un sinfín de emociones que le habían provocado sus recuerdos.

― ¿Sabes que es lo que vamos a hacer ahora? ―ve a su pequeño hermano sobresaltarse mostrándose tímido sin querer darle una respuesta. Tsutsuji sonríe acariciando ahora el cabello. Lo aparta de su rostro mirándolo―. ¿Los has escuchado a los demás? ¿Esos ruidos que hacen cuando todos están trabajando? ¿Sabes por qué todos hacen esos ruidos?

― ¿Por… que… se quieren?

― ¿He? ―Tsutsuji no esperaba esa respuesta tan ingenua. Se muestra confundido y espera no arrepentirse de lo que hará a continuación―. Si. Abecés es así. Los lazos que hacemos estando en este lugar suelen ser más íntimos que el de la misma amistad, casi como el Nanshoku que ejercen nuestros señores samuráis.

― ¿Nanshoku?

―Recuerda. Amor y lealtad siempre ―le indica el mayor y complementa―. También no temas a sentirte bien.

― ¿Sentirme bien?

Nadeshiko siente su corazón acelerarse. El chico ha sido tan amable con él. Lo ha cuidado tanto a pesar de haberlo lastimado y metido en tantos problemas. Su pecho está lleno de sentimientos cálidos que no sabe nombrar. Mezcla de amor y admiración, se inclina lentamente con todo la intención de entregarle un beso a su hermano pero antes si quiera la idea se termine de formar en su mente.

Su hermano pone su dedo índice sobre los suaves labios del menor y le dice serio:

―No. No debes de hacer eso.

― ¿Ah? Pero yo…

 ―Un beso en los labios  no es algo que le puedas dar a cualquiera. Escúchame bien. Es de las pocas cosas  que puedes guardar para ti. Algo que jamás debes de venderle a otro. Solo se lo puedes dar a una persona especial para ti. Es un vínculo que te une con una persona más allá de tu cuerpo. Cuando empieces a trabajar quizás jamás recuerdes la cara de todos aquello con los que te acostaras pero siempre recordaras a aquel al que le des un beso. Guárdalo para alguien a quien realmente ames.

― ¿Tu guardas el tuyo para alguien que amas?

―Si. Hay alguien a quien amo y a quien quisiera dale mi primer beso.

Nadeshiko se sintió decepcionado. La sensación de su pecho  se hunde hasta el fondo y lo hace sentirse pesado. Aun así acepto las caricias de su hermano junto a su primera lección.

Sin embargo él no era el único que sentía frustrado por no conseguir un amor más que fraternal de su hermano mayor.

Fuji también estaba en esa difícil posición.

No era raro verlo en la habitación de Tsutsuji tratando de hacerlo reír o acompañarlo. Lo rodeaba con su brazo o picaba sus mejillas con su dedo de manera juguetona. Nadeshiko más de una vez los miro tratando de decirle sus sentimientos a su hermano mayor. Espiándolos desde el otro lado de la puerta corrediza de la habitación de junto.

―No me des la espalda. Sabes que yo te quiero.

Los ojos de Fuji rogándole a Tsutsuji mientras este se negaba a entregarle un beso.

Fuji nunca forzó sus sentimientos hacia Tsutsuji, para él lo peor sería ser dejado atrás por el muchacho. Por su parte Tsutsuji la soledad era su debilidad. Así que a pesar de los constantes rechazado. Ambos fingían que esas declaraciones nunca pasaban se conformaban con esa relación infructuosa que tenía como consuelo un encuentro carnal esporádico.

Siendo el moreno tan buena persona a Nadeshiko le llamaba la atención la forma tan fría en que trataba a Kiku.

“Kiku Nii-san siempre me dice que no tuvo un buen hermano”

“Fuji Nii-san jamás cayo en los caprichos de Kiku. Jamás hizo lo que quiso o pudo manipularlo a su antojo. Para Kiku eso significa que fue malo”

Kiku por su parte era un niño extraño. Se manejaba casi todo el tiempo solo. Hacia sus deberes y se la pasaba la mayor parte ocupado en sus propios asuntos. Asuntos secretos que satisfacían su propia curiosidad. Aun así Nadeshiko tenía aun en la cabeza esa ocasión en que tomo su mano mientras lloraba. Una persona así no podía ser mala. Pensaba ingenuamente.

Cuando Tsutsuji se recuperó. Nadeshiko comenzó a hacer los mismo deberes de los demás. Para el niño era complicado ya que jamás los había hecho. Aun tenia comportamientos de su casta Eta que provocaba las burlas de los demás, como era comer con las manos o no estar acostumbrado a “limpiar” de cierta forma.

Una mañana mientras Nadeshiko arrastraba por el patio una cubeta de agua para comenzar la limpieza de los pasillos. Se encontró a Kiku en cuclillas cerca de un arbusto. No le habla en un principio solo se le queda mirando.  ¿Qué era eso que jugaba entre sus manos?

― ¿Te llama la atención lo que hago? ―Kiku habla frio levantándose. Se da la vuelta lentamente esperando alguna respuesta. Revelando un pájaro muerto que extendía sujetándolo de las alas.

―Lo siento.

Nadeshiko está más sorprendido por que el otro había adivinado que estaba detrás de él. Que el hecho de lo que está haciendo.

Kiku no tarde en acercarse a él tratando al pajarillo con si fuera un trapo arrastrándolo consigo. Se inclinó hacia donde estaba el mayor muy de cerca con sus ojos opacos y profundos.

―Lo siento por qué. La mayoría se aleja de mi cuando ve que estoy jugando. Aceptando Fuji Nii-san. Él ya me hubiera arrastrado a la piedra de castigo. Dime sabes que le pasa.

Pone frente a Nadeshiko el ave muerta a la que se le habían caído un par de plumas por la manera de tratar del otro.

Nadeshiko por su lado se sobresalta y duda un poco en responder:

―… aun no es primavera así que hay aves que se confunden y mueren por el frio del invierno.

Contesta tratando de ordenar las explicaciones que alguna vez de dio su padre.

―Ya veo. Así que las aves son estúpidas y se congelas.

―B-bueno… yo no... dije eso…

La voz de Nadeshiko es apenas audibles. Inseguro de lo que dijo en un principio.

― ¿Crees que si lo abro, saldrá sangre o que está congelada? ―Kiku lo ignora tomando al pájaro estirándolo de ala a ala tratando de partirlo.

―No ―niega el mayor de inmediato. La idea de ver de nuevo sangre y viseras lo pone incomodo―. Jamás vi que se le congelara la sangre a un animal no importa cuánto frio hacía en la montaña o si ya tenía mucho tiempo muerto.

 Kiku se detiene en el acto. Arroja al animal aun lado y con un mucho interés pregunta sin dejar su mirada lúgubre:

― ¡Heee! ¿Has visto muchos animales muertos?

―Mi padre era carnicero. Así que sí.

Responde el otro sin tener conciencia de que revelaba demasiada información.

― ¡Cuéntame!

― ¡Ah! Pero…

Nadeshiko señala tímido la cubeta detrás de él.

― ¿Tienes que limpiar el pasillo? ―pregunta Kiku a lo que Nadeshiko asienta con la cabeza―. Te ayudare.

Dijo aquello, pero él no movió ni un solo dedo. Ni tampoco Nadeshiko. El menor solo entro a la casa unos minutos y regreso con otro niño de la edad de ellos que enseguida tomo la cubeta con agua y se marchó  a ser el hacheo sin quejarse.

De repente se encontraron los dos platicando en el patio sobre cómo se desollaban animales y se cortaba su carne. Nadeshiko lo veía con cierta naturalidad por la vida que tuvo en la montaña. Lo veía con un trabajo, una forma de vida. Si sentía pena era porque el otro lo miraba con demasiada atención. En especial con algún detalle que ahora sabe, sería considerado sórdido. Pero en ese momento tener a alguien que lo escuchara sin interrupción, sin regaños o burlas era mucho. Al hablar con Kiku, Nadeshiko no sentía que este le demandara algo como Tsutsuji. Así que eso le facilitaba las cosas.

Así fue como de un día para el otro. Kiku comenzó a espéralo en los cuartos de abajo antes del desayuno, escapando de sus deberes quedándose en alguna habitación platicando por horas hasta que Tsutsuji mandaba a llamarlo para continuar sus estudios. En esas pláticas el único que hablaba era Nadeshiko. Quizás Kiku le pedía uno que otro detalle pero jamás le contaba cosas de sí mismo.

El pequeño niño Eta pensó que esa cercanía los hacia amigos o algo parecido. Ignoraba por momento los extraños comentarios de Kiku o sus comportamientos después de todo los suyos también eran considerados desagradables.

El inicio de su verdadera pesadilla comenzaría después de su presentación.

 

Continuara...


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