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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Por fin me da el tiempo de traer un capitulo nuevo. Despues muchos contratiempos y una mudanza. Vaya es la cuarta vez que me mudo en los ultimos cinco años. ¿eso es mucho? no estoy segura. 

Pero el cambio me a sentado bien...

Bueno solo me queda esperar a que les guste el capitulo.

Capitulo XX

Decir que Kiku no siente nada es subestimar lo que realmente ocurre con él. Si él mismo tuviera que describir su interior, lo compararía con una habitación cerrada, sin ventanas a oscuras con una pequeña linterna de aceite encendida en medio de ella, apenas, alumbrando débilmente.

Por ello no le es fácil sentir pena, empatía, alegría, preocupación o cualquier otra cosa. No es como si no los tuviera. Si no que tiene un grado tan bajo de percepción de ellos, que apenas se da cuenta que están allí. Tanto así que llego a pensar cuando era pequeño que estaba completamente hueco.

Tampoco es como si hubiera tenido un trágico pasado o algún trauma significativo que lo haya hecho de esta manera. Si no que, como muchas otras cosas en la vida. Simple y sencillamente él había nacido así.

Su condición no es algo de lo que él se diera cuenta a primera vista. La vida que tuvo antes de llegar al Raikorisu no hata se lo impedía.

En ese entonces era llamado Ryuota. Él había nacido en el seno de una familia de buen status dentro de la clase samurái. Así que ser callado al grado de jamás haber llorado más haya de tener hambre cuando era bebé. El ser ordenado y obediente. Era más una obviedad que debía que cumplir que algo fuera de lugar en un niño pequeño.

Sin embargo eso no quiere decir que aquellas que fueron responsables de cuidarlo los primeros años de su vida no lo consideran espelúznate. Cuando se las quedaba viendo con esos temibles ojos negros y ellas no podían más que alejarse de él, cuando las cosas se ponían feas. Cuando ese niño les daba pequeños animales o insectos muertos en sus manos como juguetes o cuando aparentemente jugaba, lastimándolas, jalándolas de sus largos cabellos.

Sus profesores también se dieron cuenta de que algo había con él, que era desagradable. Sobre todo aquellos que no toleraban la manera en la que ese niño jugaba con ellos. Es decir, durante las lecciones parecía distante de lo que pasaba en el cuarto, incluso si le pedían repetir algún ejercicio parecía fallar a propósito. Solo para que cuando fuera acusado de inútil o de insuficiente demostrara que había aprendido a la perfección la lección. Haciéndolos quedar en vergüenza. Sus profesores sabían que ese niño era más inteligente de lo que parecía. Pese a que rara vez hablaba más de lo que parecía convenirle. Claro está, sin un filtro verbal real. Y cuyas imprudencias eran perdonadas por su joven edad y linaje.

Por su parte, sus padres ejercían correctamente sus papeles correspondientes al status quo al que pertenecían. Su padre jamás en casa. Siempre en misiones o consultas con otros dirigentes de alto rango. Su madre en casa. Encerrada en la jaula de oro de la aristocracia cómodamente, junto a sus damas de compañía disfrutando de las trivialidades de las artes y lecturas. Una vida  típica de lujos y protocolos. De tradiciones, poder y apariencias.

No tiene muchos recuerdos de haber estado los tres en la misma habitación haciendo algo considerado familiar. Más allá de una que otra cena donde había más invitados a los debían deslumbrar. Quizás si hubiera nacido como los demás, esa frialdad con que se manejaban las cosas le hubiera afectado. Pero no. No había nada de ello. Si sus padres eran buenos o malos, eso él no lo podría decir. No lo sabe en realidad. Para él solo eran personas que estaban en la misma casa. No tenía apego hacia ellos. Así como a nadie que viviera en ese lugar.

Así que, con sus cuidadoras temiéndole y sus profesores fastidiados de él. Escaparse y explorara la enorme mansión en la que creció. Meterse a hurtadillas en las habitaciones de otras personas y espiar entre las puertas entreabiertas. Observando con ojos vacíos y curiosos lo que pasaba a su alrededor solo ayudo a ser más aguda sus condición.

Entre sus recuerdos más memorables de aquel entonces, estaba el escuchar a las doncellas más jóvenes rogar por su pureza a los nobles jóvenes de las que estaban enamoradas y entregarse a ellos con pasión gimiendo y retorciéndose medios desnudos en los pisos. Los miraba a ellos recolectar las prendas blancas de ellas llenas de sangre, cortar el trozo manchado y guardárselo dentro de su ropa jurando que conservarían el recuerdo de su amor consumado. Sin embargo era curioso para él mirar en las cenas a aquellos dos amantes no dirigirse la palabra después o que inclusive estuvieran comprometidos con otras personas distintas. Miraba a los adultos ponerse sus máscaras sociales y fingir. Es por eso que llego a un punto en que simplemente dio todo por sentado. Que todos actuaban, que eso era parte de ser de clase Shi. Y que por lo mismo, todos eran como él por dentro. Que todos estaban huecos. Que simplemente era el quien aún no había aprendido a actuar como los demás.

Sin embargo, cuando se vio forzado a socializar con los otros niños. Con los hijos de las damas de compañía de su madre. Se dio cuenta de lo equivocado que estaba. De lo diferente que era en realidad.

Cuando estaba con ellos todo era llantos y acusaciones de lo que pensaba estaba mal. Que lo que hacía era erróneo. Que era espelúznate que tratara las cosas de esa manera. Si lo piensa ahora, es lo más lógico. Después de todo ellos eran niños inocentes. Terminaba haciéndolos llorar, ya sea por sus palabras o por provocarles dolor. Era tan fácil lastimarlos. También era fácil hacer que los adultos pensaran que eran accidentes o malos entendidos. En aquel entonces, no era que disfrutara de hacer sufrir a otros o a cualquier animalillo que encontrara desprevenido en su patio. Era más la curiosidad surgida de entender porque no sentía lo mismo que ellos. Es decir, sabe lo que significa sentir dolor, pero no porque debería “sentir algo” por qué otros ajenos a él tengan dolor. E inclusive cualquier otra emoción. No precisamente negativa.

El día a día comenzó a ser cansador. La gente siempre esperaba que se comportara o reaccionara de determinada manera ante diferentes cosas, y cuando no lo hacía les incomodaba. Se podría decir que a Ryuota no le importaba nada, que los otros a su alrededor se sintieran incomodos. Pero la gente al tener la mala costumbre de complicarse la vida cuando lo está, solo tratan de cavar.

“¿Porque no te sientes feliz, te asusta o te entristece?”

Cavar, cavar, cavar.

Él no tenía esa necesidad de cavar en los demás. Al contrario no le importaba los demás.

El acontecimiento que fue decisivo para darse cuenta de la manera tan diferente en que experimentaba el mundo a la de todos. Fue el día en que su madre murió de una enfermedad.

La miro allí tendida en el futon blanco cubierto de telas a su alrededor rodeada de crisantemos blancos e incienso. Con la piel pálida, los labios resecos y los ojos cerrados. Su cabello que alguna vez fue hermoso, ahora, quebradizo y opaco. Todos lloraban a su alrededor, pero él no sintió nada. Por supuesto que entendía lo que significaba la muerte. Que ya no la volvería a verla más, pero no sintió nada. Ella ya no acariciaría su cabello en las noches o leería poemas complicados o escucharía su risa. Si, lo entiende, pero no hubo nada, ni siquiera culpa por no sentir nada. No hubo tristeza o llanto. Si hubo algo que pudo identificar dentro de él, fue el hecho de que una bola de hierro que cargaba se había desprendido de su cuerpo. Como si uno de los papeles que estaba obligado a cumplir hubiera desaparecido dándole algo parecido al alivio.

Escuchaba los murmullos de las sirvientas y damas de compañía:

―Pobrecito. Es tan pequeño y su madre ha muerto.

―Que niño tan espantoso. No ha llorado ni una sola vez por su madre.

―Él siempre ha sido extraño. La señora siempre lo protegió de los comentarios de los demás respecto a lo extraño que era. Pero ahora está solo.

Ese día también observo a su padre, que siempre parecía distante y frio como una roca. Derrumbarse, encerrarse en su habitación y llorara amargamente por su mujer fallecida mientras se emborrachaba sin control.

Para él, todos los demás son los raros.

Pocos meses después. Su padre llevaría otra mujer a casa, la cual se volvería su nueva madre.

Esa mujer lucia mayor que su madre anterior. Era increíblemente bella, siempre con una un aura de refinamiento envolverla. Pero ella no era no era buena persona. Solía maltratar a la servidumbre si no hacían lo que ella quería, humillaba a sus damas de compañía y despreciaba a los demás con mucha facilidad. Solo si era una persona importante se comportaba con decencia. Su padre ignorante de todo esto no hizo nada más que facilitarle riquezas que despilfarraba en un sin número de lujos que aria que la casa en unos años entrara en la pobreza. Claro para ese momento, Ryuota ya se habría convertido en Kiku.

Si algo tiene que agradecerle a esa mujer tan soberbia fue que le mostro sin querer como era que debería de vivir en este mundo que no parecía estar hecho para personas como él.

Ella era mentirosa y manipuladora. Cualquier cosa que pareciera a una emoción de su parte estaba coreografiaría para logra cierto propósito. Para crear confianza, para obtener información, etc. Solo le importaba ella misma y conseguía todo lo que quería. A Ryuota le parecía interesante el actuar de esa mujer y por ello guardo silencio con su padre y no denunciaba sus faltas. Se podría decir que solo quería ser testigo de hasta donde era capaz de llegar las cosas. Y ese fue el error que lo hizo llegar hasta el Raikorisu no hata.

Un día mientras Ryuota hacia sus exploraciones. El pequeño vio a su madrastra con otro hombre, con uno sirviente. Vio a ella besarlo y colocar sus manos en su en su cuerpo. Sin embargo él la empujo, alejándola, gritándole por su orgullo, por la fidelidad que le tenía su amo. Que ella era una mujer vieja y horrenda. Fue tan inesperado que Ryuota no tuvo tiempo de esconderse antes de que el sirviente saliera de la habitación por la puerta en la que estaba espiando. Siendo descubierto casi en el acto.

Su madrastra se quedó en el suelo de rodillas conteniendo su rabia. Su incredulidad de ser rechazada no cabía en su persona. Cuando alzo la mirada miro al pequeño niño de siete años mirarla con los ojos vacíos. Para ella no obstante era como si aquel mocoso se burlara de ella.

― ¡¿Que estas mirando?! ¡¿No sabes que ahora que soy tu madre no debes de mostrarte así ante mí?!

Le grita colérica. Pero el niño no se inmuta por ello. Se queda de pie  mientras ella le mira con furia. ― ¿Qué ocurre? Es cierto. Escuche que eres retrasado. Que no hablas con nadie que no quieras ¿o es que no sabes hablar? ¿Sabes que como tu nueva madre te puedo castigar si lo veo conveniente? ―ella trata de presionarlo, asustarlo para que salga corriendo. Pero no paso. La mujer se sonrió entonces―. Dime Ryuota ¿quieres venir aquí con mamá un momento? 

Ryuota llevado por su curiosidad de saber hasta dónde podía llegar. Se acercó a la mujer sin cuidado.

Su madrastra le sonríe atrapándolo, acercándolo hacia ella con cuidado hasta sentarlo en sus regazo, con el dándole la espalda.

―Debes de disculparme por lo que te dije. A pesar de que me case con tu padre hace unos meces, aún no hemos podido conocernos muy bien.

Ella observa a su nuevo hijo esperando cualquier reacción, lo que sea. Pero es en vano. Quiere encontrar una debilidad, una forma de incomodarlo. Algo con que manipularlo y ponerlo de su lado por cualquier cosa que pueda pasar al a ver sido descubierta.

―Ryuota ―llama con un tono falsamente maternal―. Debemos de aprender a llevarnos bien como madre e hijo. Sabes cómo hacer eso ¿verdad? Te puedo enseñar una manera de hacerlo. Una que incluso tu primera madre no tuvo el tiempo de mostrarte.

Acaricia su rostro y besa su mejilla pero no hay reacción.

La mujer pensó que el niño era tonto. Por eso no reaccionaba o se alejaba. A pesar de ser obvio que lo que le decía era una mentira. Decidió que podía hacer lo que quisiera con ese niño.

Su sonrisa se pronunció:

―Eres tan buen niño. Uno muy bueno. Muy obediente ¿cierto? Harás todo lo que mamá te diga ¿verdad?

Lentamente baja su mano derecha hasta por el medio de las piernas del niño. Abre con  discreción por en medio para meter su mano y tocar sobre el fundoshi del niño. Acaricia un poco. Busca avergonzarlo, hasta ponerlo de su parte si le daba un gusto placentero como a cualquier hombre que haya conocido antes. Pero no funciono. Ryuota se quedó quieto un par de segundos hasta que tomo la mano de su madre deteniéndola. Volteo su rostro y con sus ojos vacíos le pregunto:

― ¿Por qué haces eso?

La mujer se muestra desconcertada más por la incómoda mirada del otro, como si la estuviera descifrando. El agarre del niño es fuerte, quita su mano y se levanta. El pregunta una vez más:

― ¿Los otros hombres sienten algo cuando los tocas de esa manera?

― ¿Que?

Ryuota cuestiona:

― ¿Es por eso por lo que me tocas? ¿Para qué sienta algo por ti?

La mujer se quedó callada. Esas preguntas eran de las que más le irritaban, apretó los labios y arrugo su kimono. Miro con furia. Advirtiendo que no debería de meterse con ella. Pero para Ryuota eso no tenía sentido porque para él solo significaba que había dicho una verdad.

Después de ese insistente no tuvo más contacto con su madrastra. Esto fue aprovechado por ella que en cuanto su esposo regreso de su viaje le dijo:

―He tratado de ser una buena madre para Ryuota, pero no lo he podido conseguir –ella finge su llanto desconsolado― Cada vez es más espeluznante. Sabes que es lo que siempre han dicho de él las demás damas de compañía y sus maestros. Tengo miedo de la manera en la que él me mira. Es como si tratará de hacerme daño. En especial ahora que me he enterado que estoy esperando un hijo tuyo…

Miente se cubre la cara con las mangas de sus kimono sollozando.

― ¿Eso es verdad?

―Si mi señor ―contesta ella sabiendo que su esposo anhelaba un hijo normal que pudiera heredar su nombre. Continua―. He pensado que quizás Ryuota estaría mejor si lo enviara con uno de mis parientes lejanos. Él ya pronto llegara a la edad en la que un Nenja lo acogerá en su cobijo. Estoy seguro que este pariente mío aceptara cuidarlo y enseñarle lo que necesita. Quizás así su estado mejore mientras doy a luz y crio al nuevo bebé.

Su esposo le da la espalda. Sabe que ese niño representa para él una carga. Jamás le perdono el no haber llorado por su primera madre. Ryuota era una molestia. Lo agobiaban con las quejas de todos en la mansión. No puede hacer buenas relaciones con otros. No habla. Sinceramente da escalofríos ante ciertas acciones. Esta dispuesto a olvidarlo y enfocar todos sus esfuerzos en su nuevo hijo.

―Si. Entiendo. Envíalo con aquel pariente tuyo.

La mujer había conseguido su objetivo.

Algunos días más tarde un hombre que decía ser un tío lejano de su madrastra vino por él. Se lo llevo en un palanquín junto a toda su ropa y sus cosas en una carreta. Marchándose de la mansión sin que nadie más lo acompañara o se despidiera de él. Con excepción de su madrastra quien como acto final le mostro su sonrisa más ruin.

Aquel hombre se le quedo mirado a Ryuota por todo el camino esperando a que el niño demostrara alguna emoción. Lo que fuera pero este seguía estoico ante las circunstancias. No pasó nada relevante hasta que salieron de la ciudad y el palanquín con su carruaje se quedaron parados a la mitad de un camino abandonado. Cuando dos hombres salieron de la nada y se llevaron las cosas y a él a una cabaña oculta en el bosque cercano.

Dentro de la cabaña le ordenaron que se cambiara de ropa por una más humilde. El hombre que se lo había llevado había abandonado lo que parecía ropa de fina procedencia por una armadura roída y un fundoshi sucio de tierra revelando que en realidad se trataba de un ladrón.

Ryuota escucha a los hombres hablar mientras el termina de cambiarse.

―No puedo creer que esa mujer te haya pagado por desacerté de ese niño.

―Es una vieja amiga de la infancia. Siempre he hecho tratos con ella. De cierta forma no me sorprende que convenciera a un hombre tan rico de casarse con ella. ―contesta mientras busca en las cercanías del cuarto un barrilete de barro lleno de sake para darle un buen trago.

―Estas cosas son muy finas. Nos darán buen dinero por ellas. Seguro que no nos delatara.

Uno de los otros dos hombres pregunta mientras este y sus compañeros abren las cajas, inspeccionando los kimonos de sedas.

―No. claro que no ―contesta el primer hombre después de dar un largo trago y limpiase la boca con sus brazo―. Ella solo quiere que me deshaga del primer hijo de su esposo. Para que ella se pueda quedar con la fortuna.

― ¿El niño? ¿Cómo te desharás de él? –Pregunto uno de los secuaces mientras arrebataba la bebida, dándole un trago.

―Deberíamos quedárnoslo ―dice el otro mientras le arrebataba el trago a su compañero y se sentaba en el suelo junto a los otros dos hombres―. Necesitamos a alguien pequeño para hacer algunos atracos o usarlo de distracción. Además tiene una cara muy bonita sería bueno para divertirse un rato con él.

― ¡Ahh! ―gruñe el líder del grupo―. Que a ninguno de los dos se les ocurra tocarlo. Ya decidí que voy a hacer con él. Su madre no me pidió matarlo solo me indico que nadie debía saber quién era él en realidad. Lo pienso vender al Yukaku de Yoshiwara.

― ¿Yukaku?

Los secuaces comienzan a reírse a carcajadas. Uno comenta:

― ¿No te darían más dinero si lo vendieras en alguna casa de Kabuki? Ya sabes, si para esas vamos.

―No. No. La última vez que fui me encontré con la sorpresa de un par de mujeres locas, abrieron los primeros kagemajaya dentro hace un par de años. Pregunte a algunas sirvientas y me aseguraron que sus señoras están pagando más por un niño que uno clandestino fuero de los muros rojos.

―Se están tomando muchas molestias por algo que puedes encontrar más barato por fuera. Como si nadie supiera que puedes coger con cualquier onnagata en las kagemajaya clandestinos al lado las casa de kabuki. Hasta las mujeres ricas van a esos lugares.

―No. Estos chicos son diferentes a los onnagata que solo saben bailar y actuar como mujeres. Estos niños son obedientes como wakashu y tan finas como la más experta Oiran. Valen cada moneda que pagues por ellos. Estoy seguro que con lo bonito que es este chico, pagaran muy bien pon él.

Así, sin darle mucha importancia hacia donde lo estaba llevando su destino. Termino frente a Okaa-san quien le pidió quitarse la ropa.

No es que Ryuota tenga o no la disposición de huir o hacer algo. La vida es cansada. Los adultos son mentirosos. Su interior está congelado. Solo lo mueve el instinto de sobrevivir que cualquier otra cosa. Por ello no hiso nada cuando madre lo inspecciono de arriba abajo o cuando vio a aquel hombre abandonarlo en aquel lugar. Tampoco hablo o pensó que algo cambiaria en su vida cuando le presentaron al chico moreno con prendedor de bambús y ropa oscura quien sería su nuevo hermano mayor.

―No estés triste. Estarás bien. Te prometo que yo te cuidare tanto como me sea posible ―le dijo  Fuji sonriendo alegre― ¿dime que nombre te gustaría tener? Es tradición que todos los chicos en la casa tengan el nombre de una flor. ¿Hay alguna que te guste?

―No me gusta ninguna.

Contesto Ryuota sobrio sin darle importancia a todo lo que su nuevo hermano le dice.

―Vamos. Vamos anímate. Debe de gustarte alguna. O tal vez no gustar. Pero si debe de haber una que te llamara la atención.

―Crisantemos… ella tenía crisantemos a su alrededor…

El niño recuerda las flores y el cadáver de su madre. Son las únicas a las que les ha puesto atención.

―Ya veo. No tienes que decir mas ―Fuji interrumpe presuponiendo lo que el niño le decía. Colocó su mano en la cabeza del niño alborotando su cabello negro―. En ese caso. Tu nombre de ahora en adelante será Kiku.

Tsubaki se encamino hacia la habitación de su hermano mayor. Puede escuchar a los demás en los pisos de abajo, probablemente ya era hora del baño antes abrir la casa. Eso le daría tiempo, quizás…

Se quedó unos segundos en la puerta de la habitación secundaria que compartía con su hermano. No sabía que pensar. Estaba nervioso.  No es como si no le hubiera creído todo lo que Nadeshiko le había contado. Pero quería saber cuál era la versión de Kiku. Un escalofrió recorre su espalda cuando recuerda la escabrosa sonrisa en la cara de su hermano junto a sus vehemente palabras dedicadas al castaño.

Pone su mano en la puerta listo a deslizarla para entrar. Deteniéndose al darse cuenta que no sabe cómo confrontar  a su hermano. No sabe en realidad lo que quiere sacar de saber la verdad. Porque tiene el presentimiento que es algo que no le va a gustar.

Toma aire y desliza la puerta entrando a la habitación.

Kiku se encuentra sentado a su mesita tan tranquila como siempre mientras aparentaba leer un libro. En cuanto la mirada nervosa del niño se encuentra con la suya le sonríe tranquilamente.

Tsubaki cierra la puerta detrás de él y sin moverse de su lugar mueve los labios sin poder emitir ni un sonido. Su garganta se seca y comienza a temblar. Pero antes de que pudiera juntar el valor suficiente para preguntar algo, Kiku se adelanta.

―Tranquilízate ―sonríe amablemente―. Te dije que contigo seguiría ejerciendo mi papel de ser un buen hermano mayor. No te are nada. Así que deja de temblar. No. Ceo que estoy pidiendo demasiado. Es lógico que estés así de asustado. Después de todo ya viste como es mi verdadero yo ―lo dice con tanta calma. Con esa sonrisa dulce que hasta parece una broma. El muchacho se cubre la sonrisa con la manga de su kimono ―. No sé si decir que fue muy pronto o que tardaste más de lo esperado. Pero sí. Ese soy yo.

―N-n-no sonrías así ―un susurro apagado vino de Tsubaki que sentía que en cualquier momento iba a llorar―. Todas las veces que lo haces no es de verdad ¡cierto!

Se le escapan las lágrimas por los ojos pero no llora. Aprieta sus puños con fuerza aguantándose. Tratando de dar el primer paso para confrontara las cosas que le dan miedo y que dejaba pasar en silencio.

―Así es ―el rostro de Kiku cambia de nuevo. No es la sonrisa obsesionada y torcida que le mostraba Nadeshiko. Es una indiferente. Vacía. Su tomo se vuelve frio―. Veo que quieres hacer esto por lo difícil. Lo digo por ti y no por mí. Eres demasiado fácil de leer para mí como todos los demás. Pensé que preferirías quedarte callado, dejarlo pasar y seguí el juego de los buenos hermanos. Pero te subestime. No te ofendas yo subestimo a todos. Aunque para mí no es subestimar. Pero, ten seguro que cualquier cosa que te haya contado Nadeshiko ―sonrió oscuro― es verdad.

Tsubaki callo sentado al piso. Sin los más mínimos escrúpulos su hermano aceptaba sus pecados.

― ¿P-porque?

― ¿Por qué? Dices ―Kiku lo mira fijamente y es como un abismo oscuro― ¿Tú también quieres cavar? ¿Quieres saber porque soy así? ¿Quieres que te cuente una triste historia de cómo me hicieron así con sangre y dolor? La verdad es que no hay tal cosa. Yo nací de esta manera ―Kiku analiza la situación. Observa a su hermanito temblar con pavor en el suelo mientras la garganta se le cerraba sin poder decir palabra. Así, también nota que ese niño no piensa huir esta vez ―todos siempre quieren saber qué es lo que tengo. Pero en cuanto observan mi verdadero yo salen corriendo. Respeto el valor que estas demostrando en este momento así que te diré todo lo que quieras saber. Eso es lo que aria un buen hermano ¿cierto? contarle cosas sobre sí mismo a su hermanito. En ese caso. Entiende desde este momento. No soy tan diferente a ti o a los demás. Hablo de los que realmente conozco. Familia, clientes. Personas con quienes trabajo. Todos son iguales. La diferencia es que yo acepto que no siento nada o muy poco. Puedo entender la tristeza, el remordimiento, la felicidad y de más pero no puedo sentirlo como tú.

Tsubaki mira hacia  todas partes tratando de encontrar las palaras correcta. Preguntas y preguntas se acumulan en su cabeza. Kiku intuye y simplemente decide que contara todo lo que piensa en voz alta. Ya no tenía sentido seguir ocultándole las cosas a ese niño. Y piensa que es lo mejor, ser tan claro como pueda para que Tsubaki entienda a lo que se enfrenta si se queda a su lado. Total, incluso en el peor de los casos, decide alejarse de él. Ya había planeado que hacer.

―Para mí. Todo se trata de saber que mascara ponerse en cada interacción social. Estoy muy en guardia y expreso lo que la gente quiere oír, en lugar de lo que debería de oír. En cuanto más tiempo llevo viviendo, más falsas y mentirosas parecen las cosas. No estoy convencido de que todos sean normales y no como yo. Y que la empatía no sea más que una construcción social en la que todo el mundo se engaña así mismo para cumplirla. Desde mi punto de vista todos son los raros ¿Por qué debería de importarme que algunos de los otros chicos lo golpeara un cliente hasta casi matarlo? ¿Porque todos los demás tienen que sentir dolor por él? Reconozco que él tiene dolor. Sí, ¿pero porque debería de sentirlo yo? ¿Por qué iba a tener que hacerlo?

― ¿Cómo Tsutsuji Nii-san? ―murmura Tsubaki tratando de digerir todo aquello.

―Veo que Nadeshiko te conto todo. Ya, veo. Entonces lo que buscas es que te cuente cual es mi versión de las cosas. Muy propio de ti. Está bien te contare.

Kiku al principio no compre dio por que su nuevo hermano mayor, Fuji. Trataba de ser tan bueno con él. ¿Se debía a que tenía que ejercer el papel de hermano mayor? ¿O porque deseaba algo? Como convencerlo de interactuar con los adultos para acceder más fácil a que trabajara en la casa sin oponer resistencia. Una vez que se dio cuenta que era lo que se hacía en esta. Fue a la conclusión a la que llego.  El día de su iniciación. Observo a Fuji con indiferencia entregarse a su cliente. Percatándose inmediatamente de como este fingía con facilidad sentimientos de amor hacia alguien que apenas parecía conocer.

¿Acaso hacer aquello valía tanto la pena para pagar por ello? Se preguntó Kiku quien recordaba las caricias vanas de su madrastra que no lograron provocarle nada.

Decidió que los primeros días que estaría en la casa no hablaría con nadie o haría algo. Solo para averiguar qué es lo que le convendría. Se las arreglo la primer semana para hacer los aseos de la casa. Los demás niños que entraron con él eran demasiado necesitados de aprobación y cariño. Se la pasaban hablándole de tonterías sin sentido. Hasta que no lo aguantaba más y abría la boca. Pero en lugar de asustarlos y hacerlos llorar como a los niños de clase alta que había conocido. La mayoría agachaba la cabeza tratando de no mostrara debilidad. Se alejaban de él y no le volvían a hablar, incluso los más osados se atrevían a contestarle con odio, amenazarle. Claro, como Kiku no mostraba ninguna reacción se salvaba de ser golpeado ante la sensación de incomodidad que podía provocar. Se dio cuenta que los más débiles solían ser muy serviles, si les decía lo correcto harían todo lo que él quisiera. Si bien pudo usarlo para averiguar los límites de su persona como los de los demás. Solo los usaba para hacer sus tareas y quehaceres en la casa.

Se escapaba de nuevo y se iba de exploración en la que era su nueva casa. No tardo en descubrir los secretos dentro. Algunos chicos eran amantes y se escondían entre las habitaciones vacías en las mañanas a tener sus momentos de intimidad. También se dio cuenta que algunas sirvientas tenía  el habito de espiar a los chicos durante las horas de descanso o incluso cuando trabajaban. Otros tantos ejercían su poder sobre otros aprovechándose de su rango. Igualmente sospecho que Okaa-san escondía algo o mejor dicho a alguien en su habitación.

Al cumplir la semana una tarde antes de la hora del baño Fuji comenzó a hablarle de manera más empalagosa de lo habitual. Lo tomo de la mano y despacio lo condujo a su habitación principal acostándolo  en el futon.

Sabiendo lo que iban a hacer. Kiku pensó en que su hermano por fin se decidiría a terminar su plan de incautarlo para involucrarlo en el trabajo.

Dijo indiferente sin siquiera pensarlo mucho:

― ¿Tendremos sexo?

Fuji hace una mueca extraña. Como si eso no fuera lo que esperaba. Nervioso el chico le contesto:

―Decirlo así… es un poco… bueno ya sabes que es lo que hacemos en la casa para trabajar. Sé que me dijiste que ya lo habías visto antes. Pero debes de aprender a hacerlo tam…

―Ya lo hice una vez.

― ¿Qué?

―Mi madrastra  intento que lo hiciéramos.

― ¿Tu madrasta? ―Fuji lucia bastante impactado por esta revelación―Espera eso es bastante… No. quiero decir…

―No sentí nada ―Interrumpió Kiku taciturno―. Te lo dije la noche en la que te vi con ese hombre. Yo no siento nada.

―No digas esas cosas. ―Fuji se pone incómodamente nervioso.

Kiku sabía que Fuji no le había creído cuando le dijo su verdad. De hecho con excepción de esa vez no lo había vuelto a pronunciar por petición del mayor. Pero Kiku estaba consciente de que si iban a hacer algo más físico, su hermano debía de tenerlo en cuenta.

―Adelante. Si quieres ―Indica el niño acostándose nuevamente en el futon―. Tú también puedes hacerlo. Quisiera intentarlo contigo.

Kiku no miente. Está interesado en intentar de nuevo el sexo. En ver si ahora podrá sentir algo, refiriéndose tanto a lo físico como a lo de emocional. Lo que sea. Ha visto que es algo que todos parecen disfrutar. No solo eso, si no que consideraba que debía de tratarse de algo irresistible, tanto para que los adultos se quiten su máscaras durante ese breve momento y muestren su verdadero yo.  

Esta vez lo permitirá. Si lo hace así seguramente será diferente a cuando interactuó con su madrastra.

Fuji por su parte llego a la triste conclusión de que el pequeño niño había sido víctima de crueles tratos por parte de su familia. Después de todo era  habitual que Kiku le soltara sin más, pedazos de información de su pasado, cosas que nunca eran buenas.

Al igual que Kiku, Fuji había nacido en la aristocracia y este comprendía como podían a llegar a ser las cosas de estrictas y protocolarias por el bien del nombre familiar. Sabía que las cosas podían llegar a ser tan frías e injustas que lo normal sería que alguien frágil sucumbiera a la presión. En ese punto. Fuji pensaba que su pequeño hermano está roto. Por ello no había intentado presionarlo en todo ese tiempo.  Tuvo lastima de él y se lanzó a abrazarlo.

Por su lado Kiku no comprende porque su hermano lo mira de esa forma. Está acostumbrado a la mirada de odio de todos. Sabe que su situación se podría considerar desafortunada. ¿Pero porque a otra persona debería importarle?

Fuji lo abraza con fuerza. Hay calor. Pero nada más. Espera sentir algo bueno. Eso que llaman placer.  Pero para él, Fuji va demasiado lento.  

El mayor se concentra en besarle en la cara, frente y mejillas sin soltarlo. Queriendo transmitirle amabilidad, paciencia, cariño.  Le susurra con dulzura al oído:

―Déjamelo todo a mí. Sabes, no todo es tan malo. Aquí estarás bien. Cuidare de ti. No dejare que te hagan daño de nuevo.

Kiku aun indiferente intenta preguntar de donde ha sacado semejante conclusión pero antes de que cualquier sonido saliera de su labios. Su hermano lo había besado comiéndose sus palabras. Cualquier otro se hubiera percatado de que se trataba de un beso honesto lleno de cariño, de aquellos que tratan de borrar cualquier cosa mala. Pero para Kiku solo fue una acción más. Una que solo le impedía respirara mientras el mayor le metía la lengua sin sentido, mezclando la saliva de ambos. De repente, Fuji mete su mano derecha dentro de su ropa acariciando su costado.

Kiku se sobresalta por el toque. Pero solo por ello. Porque lo está tocando. No por algo más.  

Se separan. Solo para que el mayor lo despoje de su ropa rápidamente:

 ―Relájate.  Esto será parte de tu primer entrenamiento pero eso no es impedimento para que lo disfrutes.

Fuji le sonrió con picardía. Beso los labios rosas del niño. Una vez y otra vez. Kiku sencillamente le dejo hacer todo. Pero seguía sin reaccionar.

Fuji parece darse cuenta de esto y  decido ir un poco más enserio.  Se deja ir por completo frotándose contra el cuerpo del niño tratando de electrizare la piel. Sin perder tiempo condujo su boca a los rosados pezones del niño. Dio una lengüetada larga y aprisiono en su boca succionando despacio sin dejar de mover la lengua. Al mismo tiempo bajaba su mano y que directamente estimulo la entrepierna del niño, frotado con la palma de la mano.  Fuji se encargaba de cada parte erógena que conocía. Quería darle un delicioso gusto a su hermanito. Demostrarle que había cosas que podían sentirse bien dentro de tanta desesperación.  Pero después de un par de minutos se dio cuenta que no parecía dar resultado. Se detiene. Esperanzado de ver el tierno rostro de un niño ruboriza, tímido y suspirando. Pero en su lugar, encuentra el rostro estoico del otro.

Kiku, a pesar de todo, no había sentido nada. Es decir, claro que sintió que lo tocaba pero no hubo excitación alguna, ni siquiera cosquillas.  El niño se preguntó en su mente, si era acaso que aún no tenía aquellas necesidades para que su cuerpo no respondiera como debería. Se había practicado algunas pruebas así mismo y descubrió que si tenía ciertas respuestas fisiológicas comunes como el dolor o las cosquillas. Pero no hubo nada, nada de nada.

― ¿Estas bien? no te asuste ¿verdad? ―oye a Fuji preguntarle mientras se levanta de encima de él ―quizás fui demasiado asertivo. O quizás aún no estás listo…

El mayor se muestra preocupado.

―Jamás me habían besado… no sentí nada tampoco. Te lo dije.

El niño también se levantó del futon tomo su ropa y se la coloco de nuevo. Resignado a que jamás sentiría eso que llaman placer. Bueno. No es que reamente le importara.

Kiku se ensimismo aún más. Demostrando su verdadero carácter. Al principio metió en problemas a su hermano mayor con sus clientes cuando estaban en privado. No soportaban la impertinencia de un niño con sus razonamientos lógicos. Esto debido más a la manera en la que eran los típicos clientes de Fuji. Los cuales en su mayoría solían ser samuráis de clase alta con muy mal carácter y llenos de ego. Sin embargo cuando estaban con los demás en la planta de abajo durante las cenas con los clientes o durante los entretenimientos se ganó la atención de otro tipo de clientes. Unos más serios y letrados que consideraban a Kiku imparcial y lógico. Alagándolo por tener buenas opiniones en temas controversiales, aun así también se daba cuenta como a la gran mayoría parecía molestarle sus opiniones en general.

Por ello no era extraño que al irse los clientes Okaa-san, le llamara la atención regularmente a Fuji. Como si él tuviera la culpa. Cuando ella le preguntaba al mayor porque le había enseñado algo así al niño y Fuji le aseguraba que él no lo hacía.

Fuji no sabía que explicaciones darle a la gente cundo le preguntaban porque Kiku era así. El niño de pelo negro no tardo en comenzar a tratar a su hermano mayor como a sus profesores. Midiendo su inteligencia y su resistencia. Cosa que a Fuji no le gusto. 

“Fuji al principio se preocupó por mi cuando se dio cuenta que no me comportaba como debería. Eso hacía que destacara de una manera en la que no puedo precisarlo de inmediato, pero le produjo una sensación de apagón. Me dijo que dejara salir mis emociones. Para que todos miraran que era igual que ellos. ¡Ha!. Me acordare de eso el resto de mi vida. Pero mirando desde otro punto de vista fue un buen consejo. Por supuesto como carezco de ellas no pude hacerlo al principio. Mejor dicho, solo no quise hacerlo. Cuando comenzó a cavar y averiguo como era mi verdadero yo. Dejo de ser amable conmigo y comenzó a castigarme. Creo que ni él mismo se dio cuenta cuando comenzó a castigarme en el patio”

Kiku rompió el primer límite de su hermano mayor el día de su presentación oficial. La especialidad de Fuji fuera de la alcoba era la caligrafía y el dibujo con tinta. Lógicamente en un inicio intento enseñárselo a Kiku. Pero desagradable fue su sorpresa al darse cuenta que jugaba con su inteligencia. Dejándolo en ridículo incluso frente a Tsutsuji más de una vez.

Pese a todo esto decidió que el acto principal con el que se presentaría Kiku consistiría  hacer un dibujo del paisaje del monte Fuji en un lienzo gigante. Se preparó todo, el lienzo en medio del patio, un gran pincel y tinta. Pero Kiku ya había entendido para ese entonces como funcionaban las cosas. Los diferentes tipos de clientes que existían. Si quería pasarlo lo más cómodo que podía, aceptando desde hace mucho lo que le deparaba, tenía que conseguir los mejores clientes. No quería los ordinarios y mediocres que tenía su hermano mayor. Así que decidió simplemente lo que considero lo mejor para sí mismo.

En el momento en que se paró en el patio frente al gran lienzo en banco. Sin dudarlo un poco se desato  los lazos que remangaban su kimono azul oscuro. Se lo acomodo con elegancia y sin dar justificación comenzó a recitar los cuentos Ise.

Los cuentos de Ise son ciento veinticinco cuentos que incluyen siempre un poema y a veces varios.
El tema central es el amor, aunque también se abordan otros como la naturaleza y las estaciones. Estas no tienen entre si ninguna relación que pudiera formar la trama de una novela. Muchos de los cuentos (pero no todos) se refieren a las aventuras galantes de un distinguido personaje, nieto de un emperador, que se llamaba Ariwara no Narihira.

Esto era algo básico que siempre hacia durante las fiestas en su mansión familiar con lo que impresionaba a los adultos. Por alguna razón solían amar esos poemas.

Dejo a todos boquiabiertos. No solo porque lo hizo de memoria sin equivocarse. Si no también por la manera en la que se expresaba. Una seria y con elegancia como si fuera alguien de la realeza. Al final fue aplaudido y alabado. Hasta la misma Okaa-san estaba complacida. Ante la actuación que no le había pedido nada a la de Deiji que había sido la mejor calificada hasta ese momento.   

“Fueron incontables las veces en las que le dije a Fuji lo que deseaba hacer. No es que pensara desde un principio convertirme en Hana. Pero si iba a vivir de esto ¿porque no hacérmelo lo más cómodo que pudiera? Si no podía sentir nada cuando me tocaban. Tenía que encontrar otra manera de entretener a la gente. Por eso me volví bueno en los juegos de azar. Todo era cuestión de leer a los demás. Pero a Fuji jamás le gusto la manera en la que conseguía las cosas. ¿Qué no un buen hermano debe de velar por su hermano pequeño? Dejo de apoyarme. En lugar de eso me miraba con asco como si lo que hiciere no fuera lo correcto… ¡ah! Supongo que para cualquier otro que no sea yo, es así”

Sin duda, el día en que Fuji se dio cuenta que su hermanito era un niño espantoso. Fue la temporada en la que se quedaron encencerrados en su habitación. En ese momento la epidemia de meningitis había avanzado rápidamente. Okaa-san no perdió el tiempo hizo sus movimientos junto a Sakamichi-sensei para erradicar la infección cuanto antes. Se llevaron a los niños enfermos y por orden de Sakamichi-sensei todos los chicos se encerraron en sus habitaciones. Si a algún niño se le detectaba el más mínima síntoma era llevado de la casa a un lugar que nadie de ellos conocía. Pero que sabrían que sería el final de su vida. Por lo mismo hubo chicos que decidieron guardar silencio y encubrir a sus compañeros que lucían enfermos mientras trataban de curarlos. Pero era inútil. Eran descubiertos casi de inmediato, ya sea porque los demás comenzaban a enfermar o porque alguien temeroso de morir delataba a los otros.

El día en que se llevaron al hermano menor de Ayame. Cuando el mayor hizo tal alboroto que tuvo que ser sostenido por cinco sirvientas llorando y gritando que no se lo llevaran. Al grado de que todos se asomaron por las puertas. Mientras Sakamichi se llevaba en brazos al niño que lucía afiebrado envuelto en una manta blanca. Okaa-san golpeo a Ayame gritándole lo peligroso, imprudente y estúpido que era. Fue imposible para Ayame detener el inevitable final de su hermanito mientras se lamentaba arrodillado en el suelo del pasillo solo gritando “lo siento” “lo siento” esperando que el niño con el cual se había encariñado durante casi un año lograra perdonarlo.

Okaa-san mando a todos a encerrarse de nuevo. Fuji miro a Tsutsuji cuya habitación era continua a la suya. Ambos lucían apénanos por Ayame quien no se levantaba del suelo y solo lloraba desesperado mientras Okaa-san seguía gritándole. Tsutsuji y él se despiden con una mirada y entran a sus habitaciones para no tener más problemas. Cuando Fuji cierra la puerta de su cuarto lleno de lastima comenta mientras baja la mirada:

―Pobre Ayame. El en verdad quería mucho a ese niño. ¿Cómo pudo esconderlo tanto tiempo? ¿Alguien debió decirle a Okaa-san que el pequeño estaba enfermo?

―Fui yo.

La voz de Kiku sonó indiferente.

― ¿Que? ―pregunto el mayor. Se acercó al niño. Agachándose a la altura de este pregunto seriamente― ¿Tú delataste a Ayame?

―Dije la verdad solamente. No voy a arriesgarme a morir solo porque ustedes son unos dramáticos sentimentales que no entienden lo peligroso que es que alguien enfermo se quede en la casa. He estado contándoles a las sirvientas de quienes parecían estar enfermos. Funciono. Él era el último. En poco tiempo todo regresara a la normalidad.

― ¿Qué no te importa lo que le ocurre a los que se llevan?

―Los mataran. Eso es obvio. Pero no hay mejor manera de acabar con una epidemia. Si no lo iba a hacer yo. Alguien más lo hubiera hecho. No tienes por qué mirarme de esa manera.

―No, estas equivocado. Algún día entenderás que hay algo más que la oscura lógica que usas. Un día encontraras a alguien que te hará sentir algo, algo que te ara ver que haya cosas más importantes que uno mismo.

― ¿Cómo Tsutsuji Nii-san te hace sentir?

―Si ―Fuji sonríe esperanzado de que algo que dice a ese niño vacío tenga significado.

―Pero él no siente lo mismo que tú. Solo te usa. ¿Porque querría algo así?

Kiku lo dice casualmente. Entiende el amor pero él no puede sentirlo. Para el no existen los vínculos que hace que algo sea importante. No siente nada por Fuji, por lo mismo es muy cruel con sus palabras.

“Fuji me miro y comenzó a gritarme que no entendía cómo podía decirle esas cosas. Lo retorcido que era. Fue allí cuando me abofeteo por primera vez. Parecía bástate… ¿herido? Cuando me dijo que estaría solo para siempre”

“Tu… “

Tsubaki se muestra acongojado por la manera tan desinhibida en la que le contaba todas esas cosas malas.

 “No es la primera vez que me gritaban esas cosas. Te lo dije, no siento nada. Así que no puedo sentirme triste por ello. No tienes por qué hacerlo. En cuanto a la bofetada, he hecho que me golpee más fuerte si lo comparo con eso es como si me hubiera acariciado. Quien sabe, si él me hubiera golpeado muy fuerte desde el principio hubiera sido más fácil para mi descubrir mis gustos. Pero sabes, Yo si estaba equivocado en una cosa, porque si encontré a alguien que me hizo sentir algo”  

“N-Nadeshiko Nii-san”

“Así es” Los ojos de Kiku parecen iluminarse. Juta sus manos, encantado pensando en el chico de cabello largo “La primera vez que vi sus ojos llenos de miseria me llamo la atención. Me quede mirándolo hasta que Fuji me llevo a la piedra del patio para castigarme. Mientras él me ataba y recordaba los ojos de Nadeshiko algo se agito maravillosamente dentro de mí. Me atrevo a decir incluso que fue la primera vez que me percaté de que no estaba completamente vacío. Había una pequeña llama dentro de mí tratando de iluminar. Aquella primera noche que escucho sus lamentos sin consuelo. No pude evitarlo, mi cuerpo se movió solo y lo tome de la mano” coloca su mano sobre su vientre mientras sonreía amplio, deformado “Ese cosquilleo. Ese calor. Cuando lo escuche llorar. Me tomo tiempo entender que era esa sensación. Lo que Fuji no pudo despertar con caricias sin importar cuanto lo intentara. Nadeshiko lo logro solo con su llanto”

Kiku comenzó a tener interés en Nadeshiko prácticamente al instante. Aquella mañana que lo vio lloroso en el piso de la habitación de Fuji. No pudo evitar sentirse atraído hacia su persona. Tocarlo, sentir su piel suave y llena de quemaduras. Conducido por sus resientes deseos, lo lastimo una vez más para escucharlo llorar. ¿Pero porque le encantaba escucharlo llorara? Tal vez porque Nadeshiko fue la primera persona que encontró en su corta vida que no usaba mascaras como los demás para ocultar su verdadero yo. Tan penoso y miserable como se veía en el exterior era en el interior. No tuvo duda de ello, ya que el mes que Nadeshiko estuvo encerrado en su cuarto cuidando a Tsutsuji. Espiaba a ambos. Sus conversaciones. La manera en las que sonreía tímidamente sin darse cuente. Lo veía practicar su baile, girar y girar  tratando de seguir las indicaciones de un Tsutsuji minusválido que no podía levantarse de la cama. Muchas veces escucho decir a Fuji que Tsutsuji Nii-san era como una gruya elevándose al cielo. Comprende eso al igual que Tsutsuji era la persona más mentirosa que ha conocido y quien usaba su máscara tanto tiempo que el mismo Tsutsuji no era consciente de ello. Él y Nadeshiko son completamente diferentes.

Cuando el pequeño de kimono rosa se unió a los demás con los aseos comenzó a notarlo más. Se esforzaba por hacer los aseos mientras los demás lo despreciaban y sin embargo nunca uso una máscara para complacerlos. Como si hubiera aceptado una verdad parecida a la suya. Por eso esa mañana que sintió su mirada sobre él, mientras ejecutaba uno de sus experimentos y se atrevió a hablarle aun después de mostrase como era, con aquella ave muerta en las manos. Que él no cambiara aun estando a su lado. Que respondiera todo lo que le preguntaba. Que estuviera dispuesto a hacer todo lo que le pidiera fue suficiente para considerarlo digno de estar a su lado.

Así mientras más y más hablaban, Kiku se dio cuenta. Era como si Nadeshiko tuviera en exceso lo que a él le faltaba. Como si el pudiera sentir todo lo que él no puede. Nadeshiko estaba hundido en una oscuridad tan espesa como la suya y que sin embargo a comparación de sí mismo no podía mancharse. ¡Era el destino! ¡Si permanecían juntos algún día alcanzarían un promedio! El promedio perfecto entre su frialdad y la empatía que podía sentir Nadeshiko. Pensaba que con el tiempo ganaría algunas de las cualidades de Nadeshiko y que este a cambio tomaría alguno de sus defectos. Así los dos terminarían teniendo un promedio. Era la primera vez que creía esa sarta de patrañas sobre encontrar a “alguien especial” que escuchaba decir a los demás.

¡Tenía que hacer que Nadeshiko se quedara por siempre a su lado! ¡Tenía que hacer que él siempre lo mirara con esos ojos tristes! ¡Que no necesitara de nadie más!

Para Kiku fue muy sencillo engañar a Tsutsuji para permitirle estar al lado de Nadeshiko. De igual manera sabía que ya tenía muy fastidiado a Fuji para que este lo fuera a buscar. Sabía que no lo molestaría siempre y cuando cumpliera su papel de hermano menor durante las cenas.

No negara que en ese momento, cuando Nadeshiko aun practicaba el baile para su presentación. Solía sentir la llama de su interior oscilar cuando este se equivocaba y se deprimía mientras le confesaba el miedo que tenia de decepcionar a todos. Abecés cuando eso pasaba le lastima sin poder evitarlo. Vaya que una vez logro convencerlo de reventarse las ampollas de los pies solo para ver como no podía caminar correctamente por el dolor. Kiku aún no podía definir completa su gusto por el dolor. Pero si lo llega a meditar, en ese entonces ya tenía el tic de morderse los labios cuando estaba resecos hasta sacarse la sangre o inclusive de morderse los dedos, distraído hasta marcarse sus propios dientes. Sin embargo no había sospechado por qué encontraba eso “agradable”. Era tan diferente a la manera en la que se le había presentado el sexo que nunca se le cruzo la idea que allí estaba la clave de su propio placer.  Y si no hubiera sido por el incidente de Ayame Nii-san quizás jamás lo hubiera descubierto.

La noche en que Nadeshiko fracaso en su presentación. Es uno de sus mejores recuerdos. De las miradas más bellas que jamás vio en el chico. Un cumulo de tristeza anunciada que termino desbordándose. Tsutsuji Nii-san tenía razón. Nadeshiko es más digno de ser como una flor de cerezo que cae siempre con elegancia.

La rabieta de Ayame Nii-san fue un acontecimiento inesperado para Kiku. Para empezar no pensó que sacara a la luz la verdad que había estado esparciendo de poco a poco entre los demás, respecto a los orígenes marginales de Nadeshiko. Si no que también provocó que tres de los cuatro Hana discutieran por culpa del castaño.  Sabía que podía mejorar eso, pero lo que consiguió al final fue excelso.

Claro que inmediatamente Fuji supo que él había puesto la aguja en la comida de Ayame. Por eso no fue sorprende que se lo llevara con tanta urgencia a su habitación bajo el brazo. Pero lo que vino después no pudo predecirlo.

Fuji lo deja caer en el suelo de la habitación sin cuidado. Cierra la perta detrás de él. Camina de un lado al otro alborotado. Tratando de encontrar las palabras correctas. Quiere gritar lleno de coraje. Su hermano estaba roto pero no pensó que llegaría al grado de tratar de dañar a alguien más de la casa.

― ¡Eso que hiciste fue muy peligro! ¡¿Que mierda tienes en la cabeza?! ¡¿Qué crees que hubiera pasado si Ayame se tragaba la aguja?!

―Hubiera muerto dolorosamente sin saber por qué ―respondió Kiku sin negar que él la puso allí.

― ¿Qué? ¿Qué? ¡¿Qué?! ―Fuji no lo podía creer. Aun guardaba cierta esperanza que Kiku negara ser quien puso la guja en el arroz. Sigue su caminata a todos lados con desesperación― ¿Cómo demonios la pusiste allí sin que me diera cuenta?

―Ah. Se lo pedí a una sirvienta ―responde el niño de pelo negro estoico. Su hermano se para en seco y lo mira estupefacto. Kiku es más claro. Continua―.  No soy tonto. Así nadie sabrá quién lo hizo. No te preocupes por la sirvienta. Ella no dirá nada. La tengo muy encantada.

― ¿Encantada? ―el chico se pregunta sin comprender.

―Por supuesto. El hecho de las sirvientes sean viejas no signifique que dejen de ser mujeres con necesidades. Después de todo eso es lo que hacemos en esta casa.

― ¿Acaso tú?

―También sé. Que tú no vas a acusarme con Okaa-san ¿verdad, Fuji Nii-san? ―lo pronuncia con tanta frialdad que el mayor solo deja caer sus brazos mientras abre en demasía sus ojos sorprendido. El niño habla pareciendo lanzare una especie de amenaza―. No dejaras que nadie me haga daño ¿verdad? No dejaras que nadie mate a uno más de tus hermanos ¿verdad, Onii-san? 

Kiku le sonrió de manera tan dulce parecida a la sonrisa de Tsutsuji que Fuji simplemente se dio por vencido. Lo entendió de inmediato. Ese niño era horriblemente, manipulador y mentiroso. No le importaría hacer cualquier cosa solo para obtener lo que quería. No importaba lo que hiciera para tratar de hacerlo entrara en razón. No tendría objeto. Ese niño entendía perfectamente lo que hacía y no sentía culpa de ello.

Fuji de repente siente como se llena de ira. La impotencia de no poder hacer nada, el coraje del actuar del otro. El hecho de que este usando sus debilidades y pasado para tratar de manipularlo. Su puño se cierra con fuerza y sin darse cuenta se aproxima a su hermano menor y le encesta un golpe certero en la cara con todas sus fuerzas. Kiku cae al piso aturdido. Fuji se sube arriba de él y sin gritarle, sin decirle ni una palabra lo sacude, azota contra el piso antes de soltarle un par de puñetazos.

Kiku no hace el intento de defenderse o regresar el golpe. Se dejó magullar por la fuerza bruta del mayor. Al principio, siente el creciente dolor, la piel calentarse al hincharse y la perdida de la respiración. Su corazón se acelera llenándose de adrenalina. La flama de su interior se  avivo como nunca. Sin darse cuenta al mismo tiempo que dolor, sentía una excitación y un arador placentero como un relámpago correr a cada nuevo golpe que recibía. Una sensación de vigor increíble que pensó que no tendría.

Fuji con el puño levantado se detiene al darse cuenta de los gemidos que soltaba aquel niño que parecía estarse complaciendo con su castigo. Lo mira sonreír torcido, ruborizado, dispuesto a recibir todo. Él mayor sintiéndose asqueado de la situación se levanta de encima del niño y se aleja. Por su lado Kiku se sienta ocioso en el suelo. Arrodillándose se abre la parte de abajo del kimono mostrando su erección sobresalir en el ajustado fundoshi blanco.

―Mas… Más… ―pide el niño agitado― ¡Mira! ¡Por fin lo lograste! ¡Esto es lo que siempre quisiste provocarme! ¿Esto es lo que llamas excitación? ¡Es maravilloso! ¡Hagámoslo más!

 Fuji horrorizado ante la situación se aleja despacio. Esto lo sobrepasa por completo.

― ¿Qué pasa? ―le pregunta el niño sonriendo perverso mientras baja los brazos serrándose el kimono y agachando la cabeza― siempre quisiste hacerme sentir algo. Ahora que lo lograste tienes miedo… Onii-san…

El mayor se cubre el rostro incrédulo de todo. Saliendo de la habitación rápidamente topándose con Tsutsuji y Nadeshiko. Los mayores se van pero Nadeshiko toma la mala decisión de entrar.

Kiku por su parte se considera afortunado. Pensó que aquello que se había despertado en su cuerpo se apagaría con el rechazo de su hermano. Pero en su lugar, ve los inocentes ojos de Nadeshiko mirarlo con lastima por su situación. Él que no deja de pensar en el niño de kimono rosa en todo momento. El escuchar su voz, el poder oler su aroma y mirar su ojos. Es suficiente para descontrolarse y declararse. Expone todo eso que cree es amor. Para Kiku fue la experiencia más increíble que había tenido en su vida y jamás se arrepentirá de nada de lo que hizo o hará con Nadeshiko.

Si no volvió a atacar a Nadeshiko de inmediato se debió más que nada a que tenía que averiguar si alguien los había escuchado. Sabía que el tipo de amor que el profesaba no iba a ser entendido por nadie. Tenía que pensar en lo que aria en caso de que alguien desistiera delatarlo con Okaa-san. No fue necesario. Aquellos pocos que los escucharon se mostraron temerosos con él. Pero el miedo no siempre es la mejor manera de ejercer poder sobre los otros. Kiku había estado practicando su sonrisa. Esa que era idéntica a Tsutsuji, él cual parecía conseguir todo lo que quería. Y después de mucho intentar  había conseguido un resultado aceptable. Y fue con estos niños con quienes decidió probarlas primero junto a unas cuantas mentiras. Los miro suspirara extrañamente aliados y hasta las gracias le dieron. Todo siempre había sido así de fácil. Las cosas comenzaron a parecerle fáciles.

Si quería quedarse con Nadeshiko tendría que aprender a usar esas mascaras.

“¿Sabes lo difícil que es fingir una sonrisa? Quiero decir, realmente bien. No es fácil hacer que los músculos de tu cara hagan lo mismo de cada lado y hacer que tus ojos hagan esa cosa que hacen que parezcan que se iluminan. Todo está las mejillas y en un ligero achicamientos de los ojos. Pase horas y horas observando mi cara en un espejo para conseguir estas cosas correctamente. Fue agotador. Lo demás fue menos complicado. Puedo fingir ser una persona extrovertida. Cuando en realidad, no podría importarme menos la interacción social con los demás, a menos que haya un propósito que añada valor para mí. En mi caso puedo extraer las respuestas empáticas esperadas de interacciones sociales anteriores. Las interacciones sociales también son bastante fáciles, por que las personas son muy predecibles en su esencia y están muy necesitadas. Normalmente, dejo que la otra persona divulgue toda la información que pueda asimilar para formular y diseñar una interacción. Este trabajo me lo facilita mucho. Por lo mismo siempre es por mi propio beneficio. Abecés puede ser para ayudar a eliminar el ego de una persona o para conducir una conversación por un camino más lógico y menos emocional. A la larga es más fácil imitar lo que se ve en situaciones anteriores y aplicarlas a las actuales. Puedo fingir ser amigo de casi todos, y tiendo a llevarme bien con los demás. El truco es recordar pequeñas cosas de su vida mencionadas anteriormente. Es cuestión de saber ponerse la máscara adecuada para cada interacción social. Cuando la gente ve lo que espera ver, no indaga en lo absoluto”

“E-eso es triste” Tsubaki se llena de congoja sentado en su lugar. Aun no es capaz de ver la mirada de su hermano. Esta sumamente incómodo “que tengas que fingir emociones que no sientes”

“Sé que puedo quitarme estas mascaras cuando quiera. Como vez. Cuando tenía tu edad ni siquiera las usaba. Es mi elección, al fin y al cabo nadie me obliga a fingir. Además todas las persona en la vida llevan mascaras de uno u otro modo. Ya sea a través de una mentira inocente, o incluso por cortesía”

El pecho de Tsubaki se oprime a cada palabra de su hermano. Sus palabras son hirientes, porque eso significaba también que no sentía nada por él. Que todo lo que le decía era una mentira. Que todos esos recuerdos bonitos que había estado juntando eran engaños.

Kiku por su lado se percata como la flama dentro de él se agita levemente. ¿Es incomodidad? No. Es otra cosa. ¿Preocupación? No. Tampoco… De nuevo ocurre. Cuando habla con Tsubaki parece provocar que la flama dentro de él se mueva. Sin embargo es una agitación completamente diferente a la que sentía cuando estaba al lado de Nadeshiko. Sabe que no es culpa. Él no puede sentirla. Esta es de tal forma que está muy apagada dentro de él, por lo regular, lo racionaliza como si fuera culpa de los otros.

Eso mismo ocurrió con Ayame.  Todo fue culpa de él por atreverse a tratar mal lo que era suyo. Pensó que entendería las indirectas cuando lo hizo tropezar aquel día en el baño o con todas las jugarretas que le hizo. Pero no fue así. En su lugar lo miraba con desdén cada vez que se llegaban a topar. A él no le importa eso, pero no permitirá que alguien vea a si a Nadeshiko nunca más. Solo él podría hacer eso. Además  en ese momento lo que más deseaba era mostrarle su amor al niño de kimono rosa ¡Que mejor manera que esta!

Esa tarde espero a que la mayoría estuviera en la ofuro a la hora del baño. Había notado que todos los días jueves, Ayame solía ser de los últimos en usar la bañara. Gracias a sus nuevas conexiones con las sirvientas se enteró que esto se debía a que se quedaba a contar sus ganancias de la semana ese día. Así que tenía todo a su favor. Cuando llego el momento adecuado. Salió del baño, se vistió. Espero a Ayame en las escaleras del segundo piso, escondiéndose en una columna. Así cuando paso el mayor a su lado. No tuvo la menor duda de empujarlo al pie de las escaleras.

Fue tan repentino el ataque que Ayame no grito mientas rodaba escaleras abajo. Se golpeó la cabeza al llegar al suelo quedado aturdido unos cuantos segundos. Se queja un poco mientras abre con dificultada los ojos, observando a Kiku bajar las escaleras  tranquilamente.

―Debes de tener más cuidado Ayame Nii-san ―el niño habla sonando sereno. No pensó que sería tan fácil siendo el mayor más alto que él. Interesante. Tampoco hizo tanto ruido como imagino. Al llegar al final de las escaleras se acerca a Ayame que parece terminar de reaccionar y que al reconocerlo pretende gritar. Sin embargo, el menor se adelanta, saca una tela blanca que guardo dentro de su kimono y se la meta por la fuerza a la boca al chico casi atragantando en el acto. Al mismo tiempo que se subía sobre el cuerpo del mayor y usaba sus rodillas sobre los hombros de Ayame para impedir que se moviera― no debiste de tratar tan mal a Nadeshiko. No se supone que un hermano mayor debe de ser consentidor con sus hermanos menores. Lo olvide. El hermano menor de Ayame  Nii-san murió por su imprudencia ―sonríe dulce. Últimamente puede permanecer con el rostro de esa forma más tiempo.

Ayame trata de moverse pero la sensación de ahogo es demasiado para concentrarse, peor aún, un dolor penétrate proveniente de su brazo izquierdo empeora las cosas. ¿Porque está sonriéndole así? ¿Porque ese niño está sonriéndole con tanta dulzura como si lo que estuviera haciendo fuera lo correcto? Tiene miedo. Una sensación de pánico le está llenando el cuerpo. Comienza a sudar frio. Kiku acerca su cara hasta quedar sobre la suya deshaciendo su sonrisa y mostrándole su verdadero yo.

Escucha a Kiku intimidarlo:

―No trates de gritar o pedir auxilio. Nadie vendrá. La mayoría de los chicos están tomando su baño. Okaa-san está en su habitación arreglándose y las sirvientas están ocupadas haciendo el banquete para los clientes de esta noche. Nadie te escucho cuando caíste. Así que no intentes hacer nada imprudente.

Recarga su rodilla sobre el brazo izquierdo de Ayame. El cual esta dislocado. Ayame grita sin que un sonido se oiga por la bola de tela en su boca, al contrario termina tosiendo, ahogándose. Llenando sus ojos de lágrimas. Siente que se va a morir a este paso. Mueve la cabeza negando aterrado.

Kiku se levanta de él rápidamente se queda de pie a su lado. Ayame no se puede mover por el dolor, la contusión, la sensación de asfixia.

Kiku le dice:

―No voy a pedirte que te disculpes con Nadeshiko por las cosas que les ha hecho. Sería extraño que alguien de tu rango lo hiciera. Por otra parte lograste hacer que Nadeshiko hiciera unas miradas irresistibles. Así que para agradecerte, únicamente quiero que te vayas de la casa. Pídele a Okaa-san que haga el traspaso de tu contrato. De lo contrario seguiré percibiéndote y por cada cosa que le hagas a él te lo devolveré al doble―sonríe de nuevo tranquilamente de la nada―. Por cierto no sería buena idea que le fueras a decir algo a alguien que se considere contraproducente para mí. Recuérdalo bien. No quisiera infligirte más dolor que este.

Sin más, pisoteo con todas sus fuerzas el brazo izquierdo de Ayame hasta que escucho un crujido espantoso. Había roto el hueso. Fue demasiado para el mayor que grito ahogado hasta perder el conocimiento. Kiku se agacha y saca el trozo de tela de la boca de Ayame lleno de saliva.

― ¿Se abra muerto? ―agacha su cabeza cerca del otro―. Aun respira… que débil es.

Dijo y subió las escaleras hacia a habitación de Fuji.

Ayame seria descubierto diez minutos después por una sirvienta cuando esta se dirigía a la guardia de la noche.

….

Vivió los dos más preciados años de su vida después de ello. Con Nadeshiko haciendo todo lo que él quisiera. Disfrutando del placer que le daba al verlo llorar y que obtenía de los golpes de los demás. Era tan fácil convencer a los mayores de hacer todo lo que deseara. Cuando a la gente no le das un tope de lo que debe de hacer y les das el permiso de todo, el resultado era una magnifica tortura. Para él no hubo momento más excitante que en los que era golpeado mientras escuchaba a Nadeshiko llorara y clamar suplicas por ambos. Claro que hubo aprovechados que trataron de sobrepasarse con ambos. Pero para Kiku solo fueron oportunidades de empezar a moldear las cosas a como las quería si quería quedarse con el castaño para siempre.

Con esa dulce sonrisa lograba convencer a todos. A los chicos de la casa, a los clientes, a las sirvientas, a Okaa-san, al viejo Sakamichi-sensei a Tsutsuji Nii-san. A todos menos a Fuji, quien no le importaba en lo más mínimo. Es un mal hermano que no lo escucha, desperdiciando las oportunidades que le ofreció. Y claro, no es necesario que se ponga su masca frente a Nadeshiko. Solo con él puede ser su verdadero yo.

Tsubaki tiembla en su lugar. Su hermano le había contado todo aquello con naturalidad. Siente mucha presión en el ambiente. Tiene miedo de seguir preguntado cosas. Aun así, no puede evitar soltar en voz baja:

― ¿Entonces no amas a Nadeshiko?

― ¡Claro que lo amo! ―contesta Kiku con entusiasmo retorcido― ¡Él es el único que logra hacer que siente algo!

Tsubaki agacha la cabeza. Esta confundido, no sabe cómo es que su hermano no era capaz de sentir nada pero proclamaba que ama a Nadeshiko de esa manera tan acuciosa.

―Lo siento. Pero no lo comprendo ―Tsubaki siente una enorme incomodidad apretarlo por todos lados.

Kiku se da cuenta de esto pero esta vez no finge. Es completamente honesto al contestar con toda indiferencia:

―No te pido que me comprendas. Mientras seas consiente al igual que los demás de que es Nadeshiko para mí y de que lo amo. Eso es suficiente. No necesito más. De hecho debería de darte las gracias ya que tú te encargaste de uno de uno de mis problemas.

― ¿Problemas? ¿Qué problemas? ―el niño se muestra consternado pero presiente hacia dónde va esta conversación.

―Me refiero a ese niño albino por supuesto. Cuando Nadeshiko decidió tomarlo a su cuidado comencé a hacer planes para hacerme cargo de él. Descuida. No me refiero a hacerle daño. Solo quería que se alejara de Nadeshiko. Que no se fijara en él para nada. Pensaba utilizarte para ello. Pero resulto que tú te encargaste de él primero, sin que yo tuviera que pedírtelo. Continúa así. Mientras tengas a Yuri más encariñado a ti. A él no le pasara nada.

― ¿Por… eso me escogiste como hermano? ¡No! ¡No puede ser! Tú fuiste el que escogió primero. ¡Él que me escogió! Entonces ¿por qué?

―Eso es lo que se esperaba de mi ―Kiku le aclara―. Si te escogí a ti. Fue porque serias el más fácil de moldear. Ese niño Ran es más astuto de lo que él mismo sabe. Pero es terco y su personalidad no ayudaría a mantener mi imagen. Suikazura es cuidadoso y trata de ocultar su verdadero yo pero sigue siendo un niño que se quebrara en cualquier momento si se le ejerce la presión adecuada. A Himawari jamás lo he tenido en cuanta, crecí con él y conozco su secreto respecto a Sakamichi-sensei  y los otros hombres que viven en el Yukaku. Como para saber que lo primero que haría sería cavar imprudentemente hasta sacar la verdad. No tolero a la gente estúpida. Si pudiera estrangular la vida fuera de todos ellos lo haría. Pero él es, el valioso hijo de Okaa-san, no sería conveniente que tratara de hacer algo contra él. Tú, por otra parte. Eres perfecto. Eres obediente y callado. No cuestionas nada de lo que te digo y siempre tratas de ver lo mejor en los demás. Seguramente si Nadeshiko no me hubiera pedido mostrar mi verdadero yo. Nunca lo hubieras creído. Aun, si, así lo hubieras sospechado con el tiempo. Aun eres ingenuo ―el muchacho regresa a sonreírle de manera dulce―.  Jamás me hubieras preguntado nada y seguiríamos jugando a ser los buenos hermanos.

Tsubaki solo puede negar con la cabeza. Esas palabras le duelen porque son ciertas pero no quiere aceptara sus debilidades.

Kiku continúa:

―Ahora que sabes la cosas. Piensas que Nadeshiko es bueno y que yo soy el malo ¿no es así? Pero sabes. Las cosas no son simples. Él te conto todo ¿no es verdad?

―Si… ―Tsubaki apenas puede habar―Es cierto… ¿mataste a alguien por él?

― ¡¿Nadeshiko cree que mate a alguien por el?! ―el mayor exclama juntando sus manos encantado―. Que alago de su parte.

― ¿Es verdad?

―Si. Pero no solo fue por él ―sonrió dulce―. Claro que ese hombre se atrevió a tocar lo que es mío. Pero deshacerme de él también fue parte de  mis  planes. Además porque estas teniendo tanta lastima por Nadeshiko. Si te conto todo. También dijo que él intento matarme ¿verdad?

― ¿Qué? ¿Cómo?

Tsubaki se levanta de su lugar sorprendido.

―Parece que termine llamando aún más tu atención.

 

Continuara...


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