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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Notas del capitulo:

Hola a todo. regresando con un nuvo capitulo despues de mucho tiempo y na mala praxis dental que me dejo sisn poder hacer nada durante un tiempo. 

Pero ya me encuentro mejor. Despues de una enododoncia de emejergencia, una infeccion remitida y mucho mucho medicamento. 

Creo que por lo mismo el capitulo no quedo muy largo. Segun yo.

aun asi espero que les guste.

Gracias por las lectura y los comentarios que siempre me animan. 

 

 

Capitulo XXI

Kiku siempre supo que solo era cuestión de tiempo antes de que Tsutsuji decidiera su final. Había presenciado como lentamente la máscara que usaba el mayor se desquebrajaba hasta romperse en pedazos. Y sin embargo no le sorprendería que Tsutsuji decidiera usar los últimos fragmentos de esta para convencerse hasta el final del papel que representaba.

Hasta Kiku que carece de emociones sabe que el suicidio es una solución extrema para solucionar cualquier problema. Efectivamente no sintió tristeza por Tsutsuji al verlo colgado del techo. Ni de su hermano o de Nadeshiko. Solo fue algo que ocurrió. Sin embargo sabía que eso no solucionaría los problemas realmente y que las consecuencias que vendrían después no suponían la pena de lo que hizo. Algo parecido pensaría después sobre el asesinato.

Claro que al ser uno de los testigos del suicidio de Tsutsuji. Fue interrogado por Okaa-san. Lo más probable es que él fuera el único que mantuvo la cabeza fría. Él no tuvo problema en decirle a ella que los motivos del chico tenían que ver con un amor no correspondido. Supo  que mirada y tono de tristeza usar con ella. Okaa-san chasqueo la lengua y soltó maldiciones como nunca la escucho, pero parecía más tranquila después de que alguien le confirmara algo que ella ya sabía.

Total su entrega vino sin mucho contra tiempo. No fue la gran cosa para él. Para Kiku perder su virginidad en el sentido tradicional fue comparado a una planta en una maceta recibiendo todo lo que le da. Se quedó tendido boca debajo de principio a fin mientras que aquel tipo rico que jamás volvió a atender se daba el honor de iniciarlo, sin importarle  que no se moviera o digiera algo. Bueno, Kiku había escogido que las cosas fueran así.

No puede decir lo mismo de Nadeshiko.

Kiku sabe que el niño Eta debió sufrir un suplicio igual o quizás peor que el que Tsutsuji y otros tuvieron en manos de Wakamatsu-sama.

El pequeño Eta termino vendado de los pies a la cabeza después de su entrega. Esa mañana que Sakamichi-sensei fue a curarlo. Kiku escucho a escondidas como el viejo y Okaa-san platicaban.

―Este niño en verdad es muy resistente. La droga que le diste lo ayudo un poco pero aún tiene los efectos de la misma―el doctor le hablaba a la dueña mientras termina de vendar uno de los bazos de Nadeshiko, quien ya a hacia acostado con la mirada muerta sobre un futon. El hombre corta las vendas con sus tijeras dejándolas a un lado para anudar el trozo de tela. Continuo―. No puedo creer que hayas llegado tan lejos para entregar a un chico sin experiencia a un ser tan despreciable como Wakamatsu-sama.

―Nadie más quiso tomar al niño―justifico la mujer con amargura. Ella quería esconder el hecho de que estaba un poco arrepentida de ello―. Los pocos clientes que ofrecieron algo por él se retiraron en cuanto se enteraron de la muerte de Tsutsuji. Sabes que es lo que se piensa de estas situaciones.  Que atrae la mala suerte. Wakamatsu-sama fue el único que mantuvo su puja hasta el final. No podía negárselo. Además, no finjas que no sabes lo que la gente cuenta que le gusta a este niño. Pase muchas vergüenzas con los clientes que siempre le miraban sus vendas y se atrevían a hacerme comentarios ¿no me digas que no eras tú el que le daba medicina para curarse?

―Si. Algo así ―contesta el doctor seriamente. En realidad él no estaba convencido de que el dolor fuera la afición de ese niño. Él había conocido personas que amaban el dolor y el pequeño Nadeshiko no eran nada parecido a ellos. Incluso Deiji era más que obvio en esas aficiones, que hasta filosofía y un meticuloso código tenia. Sus habilidades con la vara eran increíbles para alguien de su edad. Pero Nadeshiko ni siquiera está gritando mientras lo cura, que decir de mostrarse ligeramente excitado. Es más como una persona que estaba acostumbrado a guardar silencio. Además el que iba y le pedía las medicinas, era ese niño llamado Kiku. Él tenía una extraña aura que no sabe definir. Por ello no preguntaba, ni cobraba las medicinas―. Aun así. Fue muy cruel de tu parte llegar a tanto, Kiyoha.

Okaa-san truena la boca y desvía la mirada. Da una calada larga a su pipa en mano. Suelta el humo. Se justifica:

―Ese niño apenas comenzó a trabajar y ya le debe demasiado a la casa... ―miente. Sabe que el padre de ese niño dejo el dinero que pago por él en el suelo. Una de las sirvientas se lo había devuelto el día que Nadeshiko había ingresado en la casa. Sabía que el padre estaba desesperado, pero no espero que no fuera en el sentido monetario. Ese niño ya no tenía a donde a ir. Pero no fue porque su padre lo abandonara a comparación de muchos de sus otros niños que estaban allí. Da otra calada a su pipa y cambia la conversación―. Perdí a uno más de mis chicos. Cuando las cosas parecían regresar a la normalidad. Tiene que pasar esto.

―Es una pena lo que le ocurrió a Tsutsuji. Es una lástima ―el doctor sienta al niño en el futon y comienza a hurtarle un ungüento verdoso en el cuello. Vendándolo enseguida para tapar las marcas rojas y amoratadas de dedos impresos en su garganta. Agregó con una sonrisa triste ―. Él siempre era tan animoso. Cuando bailaba lucia verdaderamente feliz. Era muy talentoso.   

―Fue un idiota ingenuo ―la mujer toma otra inhala de humo. Suelta y dice con evidente dolor en su rostro―. Se atrevió a enamorase de un cliente. Murió por un hombre que no valía la pena… Les he dicho a esos niños que no se fijen en los clientes más que como dinero. De todos modos no creo Hiraga-sama vuelva de nuevo por la casa. La mayoría de los clientes cuando compran a alguien ya no lo hacen. Aunque para mí solo represente a otro patrocinador que perderé.

― ¿Estas preocupada? ―pregunta el doctor aun atendiendo a Nadeshiko. Corta otro vendaje para el brazo izquierdo―. Me entere que tus nuevos niños Hinageshi y Deiji están llamando la atención, atrayendo clientes nuevos. Después de todo su hermano mayor fue Sakura-ikebana ―sonríe más animado―. Que buenos recuerdos tengo con él. Kiyoha, si sigues atendiendo a Wakamatsu-sama ahuyentaras a tus futuros patrocinadores. Una sirvienta me conto que Murasaki-dono, uno de los mejores elaboradores de sake del país tiene en la vista a uno de esos dos niños. No solo eso, si no que fue el mismo que pago el Mizuage de uno. Eso es raro. Creo que allí tienes una buena oportunidad para conseguirte un buen patrocinador.

La mujer sigue fumando. Dice:

―Es cierto. Sin embargo él y Wakamatsu-sama no se llevan bien en lo absoluto. Así que dudo que Murasaki-dono quiere volverse patrocinador. Aun que logre hacer que Deiji consiga convencerlo volverlo su Danna… si tan solo Wakamatsu-sama no fuera el patrocinador que más dinero aporta a la casa lo echaría sin dudarlo. Lo peor es que últimamente se ha estado corriendo el rumor entre las casas, que el gobierno piensa aumentarnos los impuestos para trabajar en primavera.

―Lo sé. Hay mujeres que están temerosas de los que les pase si sus casas cierran porque sus dueños no puedan pagar el aumento de los impuestos. Otras han tenido que ir a verme por trabajar demasiado porque ya se los impusieron sus casa para tener ahorrado un poco. Aunque el Raikorisu no hata no sea una de estas casa podres está pasando por graves problemas por la epidemia de fiebre cerebral.

―Si pudiera deshacerme de ese cerdo y hacerme de una buena parte de su dinero. Lo hubiera mandado a matar hace mucho. Pero obtener el dinero de ese despreciable significaría…

De repente se escucha un ruido de algo romperse desde el pasillo. Una sirvienta grita el nombre de su señora y también gritan el nombre de Himawari. En cuanto Okaa-san escucha lo segundo ni siquiera duda en salir de la habitación con Sakamichi-sensei detrás de ella, dejando todas sus cosas en el piso.

Kiku alcanzo a alejarse de la puerta y esconderse en una columna. Si bien le llamo la atención el nombre de alguien que no conocía. Prefirió aprovechar la ausencia de los adultos para meterse a la habitación. Cierra la puerta despacio sin hacer ruido alguno. Mira a Nadeshiko sentado en el futon con todas las vendas encima. Sus mejillas estaban hinchadas por las bofetadas y puñetazos de la noche anterior. El cabello largo alborotado, despeinado. Sus ojos completamente apagados por la droga que consumió.

―Nadeshiko ―llama el de kimono negro acercándose. Se inca a un lado de él, alzándole el rostro para mirarlo a los ojos ―Nadeshiko

Llama una vez más. Pero no haya respuesta.

El niño Eta parece estar completamente perdido en un abismo profundo. Kiku sin pensarlo, se levanta y lo abofetea con todas sus fuerzas. El rostro de Nadeshiko se voltea por completo, la sacudida fue tan fuerte que algunas de las vendas se sueltan revelando los moretones. Pero el castaño no demuestra nada.

A comparación de lo que se pensaría. Ver a Nadeshiko de esa manera no provocaba nada en el interior de Kiku. Los deseos de Kiku jamás han sido tener a Nadeshiko roto y en completa sumisión. No quiere una muñeca sin alma, al contrario, lo que desea es verlo llorar. Nadeshiko debe de sentir todo lo que él no puede por ambos.

―Despierta ―ordena―. ¿Qué ocurre? ¿Algo como eso te rompió tan fácil? ― sostiene al castaño de los hombros y aprieta fuertemente tratando de provocarle dolor. Sacude con rudeza― ¡El único que tiene derecho a romperte soy yo! ¡Así que reacciona ahora!

Kiku suelta otro golpe aún más fuerte. Esta vez con el puño cerrado tirando a Nadeshiko en el futon. Esta vez el castaño comienza a sollozar. El colchón del futon se llena de lágrimas sin embargo los quejidos de Nadeshiko son bajos casi inaudibles.

Allí está de nuevo. Kiku sin darse cuenta sonríe torcido. Su amado y lloroso Nadeshiko seguía siendo el mismo. Se lanza sobre él y terminan encima del futon. Toma al mayor de la muñeca apretando con fuerza. Nadeshiko evita soltar un grito apretando los labios. Los efectos de la droga que le dio Okaa-san desaparecían y dolor comenzaba a fulminarlo lentamente impidiendo que luche contra el otro. El menor restriega su rostro en el cuello del otro oliendo su aroma. Huele a una mezcla de plantas medicinales, sangre y sudor.

―Dime. ¿Qué fue todo lo que te hicieron la noche anterior? ―susurra en al oído del mayor― Estas tan lastimado. Incluso más de lo que yo te he dejado. Pero tú sabes que cuando yo lo hago es porque te quiero ¿verdad? 

Nadeshiko continúa apretando los labios tratando de no soltar cualquier alarido, temiendo que si lo hace, llamaran demasiado la atención. Asienta con la cabeza. Acostumbrado a no contradecir al otro. Quiere que lo dejen solo para asimilar todo lo que había pasado la noche anterior. La tiene casi en blanco con solo uno que otro destello confuso en su cabeza.

Kiku sin embargo continúa presionando las muñecas lastimadas del otro:

― ¿Gritaste? ¿Lloraste? ¿Te dolió tanto que quisiste morir en ese momento? ¿O por el contrario, se sintió muy bien mientras te golpeaban y violaban?

Nadeshiko derraba lágrimas amargas. “No. claro que no” piensa. Tratando de moverse para quitarse al otro de encima. ¿Es que acaso no puede tener un momento de tranquilidad? Siente tanto odio. Se repudia a si mismo más de lo que ya hacía por permitirle al otro niño hacer todo lo que él quisiera consigo.

El menor sigue susurrando al oído mientras que  su mano libre serpentea por todo el cuerpo de Nadeshiko. Arrancando las vendas dejándolas sueltas y tocando las heridas. Ya no tenía ningún impedimento que lograra detenerlo de consumar su amor.

― ¿Pensaste en mí? ¿En lo delicioso que sería si yo fuera el que te estuviera haciendo todas esa cosas? Yo sé que si ―Kiku continua arrancando los vendajes por debajo de la cintura del otro, apretando y arañando las heridas frescas. El aroma a sangre enciende la flama de su interior―. ¿Te gusta tanto que de solo recordarlo mientras te toco de esta manera hace que comiences a excitarte?

Nadeshiko pelea ferozmente. Sacude tanto como puede su cuerpo a pesar del dolor, de lo estorboso de las vendas. Sabía que Kiku era capaz de volverlo a violar allí mismo sin importarle nada. El desprecio se vuelve más fuerte. Si son descubiertos, sabe que Kiku inventaría alguna mentira para salvarse y dejarlo solo.

― ¡Ahhh!

 A Nadeshiko se le escapa un grito de dolor que inmediatamente acalla mordiéndose los labios. Ese maldito de Kiku se atrevió a meter dos dedos profundamente dentro de él violentamente. Arquea la espalda y muele su cabeza contra el cojín pataleando tratando de sacar al otro. Arde exageradamente, esa parte está muy lastimada, algo caliente sale de él.

―Continuas totalmente abierto ―Kiku por su parte pareció perder la razón. El calor de su cuerpo invadía sus pensamientos― ¡Hagámoslo! ¡Tengamos sexo ahora!  ¡Quiero que llores, que grites para mí, igual que lo hiciste para ese sujeto! ¡No! ¡Incluso quiero que lo hagas más fuerte!

Se empuja contra Nadeshiko para hacerle abril las piernas totalmente y poder cambiar sus dedos por su miembro que anhelaba hundirse en ese calor.

Nadeshiko por su parte se resiste. Golpea la espalda de Kiku tan fuerte como puede con su puño a pesar de seguir siendo sujetado por el otro. Es en vano. Lo único que consigue es excitarlo más. En su desesperación mueve sus ojos a todas parte. Pensando que lo más fácil sería rendirse pero justo antes de ceder, el destello de las tijeras de Sakamichi-sensei a unos centímetros suyos lo hacen recobrara las fuerzas. Su mano derecha se posa en el rostro de Kiku empujando haciendo que por la fuerza, el menor lo suelte. Nadeshiko aprovecha esto para arrastrar su mano izquierda, estirándose hasta alcanzar las tijeras. Logra quitar al menor de él y girarse sobre el cuerpo del otro apuntando con el pico de las tijeras el cuello de Kiku.

El menor sonrió oscuro. No se resistió ni mucho menos. Esto sobrepaso por mucho sus expectativas. Está tan excitado que ni el mismo puede creerlo. Su cara esta sonrojada y su sonrisa se va de oreja a oreja sin dejar de estar torcida:

― ¡Adelante! ¡Clávalas! ―su mano se posa sobre la de Nadeshiko provocando que las tijeras que solo le apuntaban tocaran la piel de su cuello―. Pero tienes que apretar más fuerte. Lo sabes mejor que nadie, como se debe de hacer esto. Porque eres el hijos de un carnicero. Vamos, has que mi sangre se riegue por toda la habitación, para que todos sepan cuanto significo para ti.

Nadeshiko no suelta las tijeras. Las aprieta fuerte y su mano tiembla. Si lo hace terminara con todo. Pero…

― ¡¿Pero qué hacen?!

Sakamichi-sensei entra a la habitación. Había regresado por sus cosas, quería dejar a Kiyoha y a los niños solos en la sala común. Para que la mujer explicara la existencia de Himawari que había salido a la luz por culpa de la curiosidad del pequeño. Pero no espero encontrar aquellos dos niños en semejante escena.

El doctor sin siquiera pensarlo entra y carga a Nadeshiko en su brazo mientras que le quita las tijeras apretando su mano. Asiéndolo tirarlas al piso.

― ¿Qué pasa aquí? Explícamelo.

―Por favor no se enfurezca con Nadeshiko él no quería lastimarme ―Kiku cambia rápidamente su cara y actitud. Fingiendo pedir clemencia por el castaño.

―Sal de la habitación. No le diré a Okaa-san. Pero sal ahora mismo.

Ordena el anciano mientras Nadeshiko patalea sin decir nada para defenderse.

Kiku se levanta del futon y sale del cuarto. Va escaleras arriba. Se queda un momento de pie en ese lugar. Aun sintiendo el frio del metal de las tijeras cerca de su yugular. Aprieta un par de dedos en ese sitio y suelta un suspiro de placer. Cuando mira su mano opuesta, sus dedos tenían rastros de sangre. Habían sido los dedos que había logrado meter dentro de Nadeshiko. Los lleva a su boca y lame la sangre saboreándola con un rubor en sus mejillas.

“Si Nadeshiko hubiera clavado las tijeras ya no habría forma en la que él se olvidara de mí. “

Kiku continúa narrando al pequeño Tsubaki esta espantosa historia de amor torcido. El niño estaba en su límite emocional. Era tanto, tan horrible, tan increíble. Algo estaba pisándolo con fuerza sobre su cuerpo. La mirada vacía de su hermano mayor, era suficiente para provocarle esta sensación de la que no podía escapar. Kiku por su parte continúo hablando. Su objetivo no es persuadir a Tsubaki o siquiera manipularlo para ponerlo de su lado. Solo quiere evitarse todo el proceso de cavar. Además, si le había mentido a Tsubaki, actuar todo el tiempo, si tenía sus consecuencias. Era bastante cansado. Por ello solía desaparecer todo el día, sin que nadie suspira a donde iba, no siempre salía de la casa, esto era para poder quitarse sus máscaras sociales. Este niño le había dado la oportunidad de hacer aquello sin limitarse.

Explica:

“No tuve miedo” afirmo estoico “Cuando Nadeshiko puso las tijeras en mi cuello él estaba llorando. Si lo hubiera hecho y yo hubiera sobrevivido. Nadeshiko jamás se hubiera alejado de mí, estaría detrás de mi cuidándome, atendiéndome, haciendo todo lo que yo le pidiera. Siempre a mi lado. Ya jamás objetaría nada de lo que le pidiera con esa mirada miserable. Y si yo hubiera muerto también hubiera sido un buen escenario. Él jamás podría sacarme de sus recuerdos. No importa que fuera lo que hiciera jamás podría olvidarme. Estaría por siempre con él, siendo el motivo su miseria. Temiendo incluso de terminar prematuramente su vida e ir al infierno sabiendo que yo le estaría esperando. Aunque para mí eso es fantástico creo que para los otros es algo que se calificaría de horroroso. Matar a alguien es horroroso ¿no? aunque yo también termine con la vida de alguien, pero la vida que yo lleve a su fin era lo que se consideraría nefasta. En ese caso creo que soy digno de perdón”

La victima de Kiku no fue otro más que Wakamatsu-sama. Él se atrevió a tocar lo que era suyo. No, fue más que eso, él se atrevió a querer romper lo que era suyo y eso no lo iba a dejar pasar. Sin embargo, antes de llegar a Wakamatsu-sama tenía que preparar todo para que no hubiera ningún inconveniente.

Así que los primeros meces se dedicó a recopilar información mientras trabajaba. Recabo todo que pudo. También se valió de las sirvientas que poco a poco fue poniendo de su lado. Convenciéndolas con atención, lisonjas, placer e inclusive dinero que había ganado gracias a su habilidad con las apuestas. No solo se había ganado a las sirvientas del Raikorisu no hata. Si no que también, se encargó de hacerse conexiones fuera de la casa. Así dio con el nombre de Hideyoshi Sakamoto. Aquel hombre de cuarenta años que era el más cercano a Wakamatsu-sama. Era el encargado de lavar el dinero que ganaba el gordo ebanista, así como el de otros tantos comerciantes de Edo.

Tenía que hacer que este hombre se fijara en él. Para suerte de Kiku este hombre resultaba ser un adicto a las apuestas. El niño se había vuelto muy conocido por sus habilidades al jugar Karuta. Llamando la atención de los clientes obsesionados con demostrar que eran más inteligentes que un niño. Para Kiku es fácil ganar un par de juegos, no solo porque en verdad es un niño muy inteligente, sino también porque puede leer la cara de sus contrincantes y descifrar sus estrategias o incluso, porque los manipulaba durante una partida. Se podría decir que hace trampa pero mientras nadie lo descubra para Kiku solo es ventaja.

Lo más tardado entonces fue atraer a Sakamoto-sama al Raikorisu no hata ya que este no demostraba mucho interés en los jovencitos. De hecho los gustos de aquel hombre eran denominados extraños por los otros. En el sentido de que a pesar de ser conocido por ser un hombre adinerado que podría contratar a la más cara de las Oiran. Tenía la predilección por las mujeres de los burles más pobres, siendo tachado de ser obscenamente bondadoso. Se decía que a pesar de escoger a las mujeres más podres, la cantidad que les pagaba era tal, que bien podría superar a la paga de una Oiran con renombre.

“A él solo le guste quedar bien con la gente”

“Él es demasiado generoso con lo podres y miserables. Deberían de sentirse agradecidos de que les pague más de lo que ganarían trabajando en un año”

“Si tienes una deuda muy grande te conviene que él se fije en ti”

Se decía de Sakamoto en las calles. Sin embargo había algo sospecho en todo eso.

Sakamichi-sensei fue quien se lo corroboro:

―No deberías de meterte con alguien como él. Aun eres muy joven.

El viejo doctor le habla con seriedad mientras termina de vestirse cruzándose la parte delantera de la hakama.

―Me llamo la atención que todos hablen tan bien de él. Un hombre tan generoso sería un buen cliente. En especial para la casa que está sufriendo mucho en este momento. Yo… no tengo a ningún lugar a donde ir. ¿Si perdemos la casa que será de los demás y de mí?

Kiku contesta sonriendo con aflicción. Ya hacia  acostado desnudo, boca abajo sobre un futon en el consultorio del doctor. El niño ya había comprobado hacia un tiempo que el viejo mantuvo su palabra de no delatarlo con Okaa-san tras el incidente de las tijeras. Sin embargo de vez en cuando se acostaba con él para sacarle información.

―No se te ocurra hacer ninguna locura. Alguien como Sakamoto-sama no debe de pisar nunca el Raikorisu no hata. Ya tiene mucho con alguien como Wakamatsu-sama. No deberías de angustiarte. No será fácil que cierren la casa. Tu Okaa-san jamás lo permitiría.

Respuesta interesante. ¿Estaba igualando a los dos hombres a pesar de haber escuchado que los dos son tan diferentes? Kiku oculta su sonrisa torcida inundando su cara en el colchón del futon para que el adulto no pueda verla. Había hablado con otra sirvienta que le dijo lo mismo con la cara llena de horror. Cuando pregunto qué le había pasado a la última en atender a Sakamoto-sama.

Daigo por su parte al ver al niño ocultar su rostro, piensa que es para no verlo lamentarse. Sabe que hay algo raro con él y con Nadeshiko, pero no sabe precisar que es en realidad. Pregunta:

―Por cierto. Nadeshiko está descansando aun. A estas alturas ya debió de comenzar a dar servicio… es muy lindo. No estaría mal que la próxima visita que tenga con él, sea por su trabajo y no por el mío.

Termina insinuando para no dar indicios de preocupación. Le da la sensación de que debe de ser cuidadoso con lo que le dice a Kiku. No por su edad, si no por algo que lo hace sentir incómodo. Esa misma sensación que le dio aquella mujer que conoció a los diecisiete que disfrutaba de tales aberraciones que no es capaz de repetir en voz alta jamás.

Kiku por su parte, voltea su rostro al lado contario para no ver al anciano:

―Si. Nadeshiko ya baja a trabajar con los demás. Llamo la atención de algunos clientes por su manera de bailar y por como se ve, pero él no parece disfrutar mucho del trabajo.

―Ummmhhh…. ¿y tú disfrutas de lo que haces?

El niño voltea a verlo y sonríe dulce para el adulto:

―Claro. Lo disfruto mucho. Lo que acabamos de hacer me hizo sentir muy bien, a pesar de que no es tan rudo conmigo como me gustaría.

Por supuesto que estaba mintiendo. El sexo convencional seguía sin provocarle nada. Si bien ya tenía las repuestas fisiológicas esperadas a la estimulación, seguía sin encontrarlo placentero.  Aunque a veces, sentir el dolor que algunos clientes brutos y descuidados le daban al momento de la penetración le hacía tener uno que otro gusto. Ya no podía depender de los mayores de la casa para obtener satisfacción como antes o de Nadeshiko. En parte porque los mayores demuestran miedo hacia él y lo tratan con cautela, alejándose. Eso hacía que los tuviera comiendo de la palma de su mano, pero que al mismo tiempo se reservaran al momento de pedir inclemencia con su ser a la hora del sexo. Con Nadeshiko la cosa era diferente, no es que no deseara terminar de consumar lo que inicio aquella vez de las tijeras, pero su mente estaba más enfocada en su venganza en ese momento. ¿Será un capricho que desea cumplir antes obtener su premio? Se preguntaba a veces Kiku sin darle tanta importancia como lo haría otro. De todos modos, por otra parte, tenía que actuar su papel de buen niño. Hacerse de reputación, de rango, de dinero y comodidades.

―Por cierto ―escucha al doctor―. Me di cuenta que tienes algunos moretones entre los muslos y también que te has estado mordiendo los labios de nuevo.

Kiku pretende estar apenado y dice bajito pero lo suficientemente fuerte para que el doctor lo escuche:

―A veces los clientes son malos… pero…

Excusa.

El doctor lo mira con seriedad:

―Sé que tú también encuentras agradable el dolor, pero no debes de permitir que los clientes te lastimen demasiado. No querrás terminar como Nadeshiko ¿o sí?

―No.

Contesta tímido el niño. Desde el momento en que Kiku supo que Sakamichi-sensei había atendido a Nadeshiko esa vez que lo hiso sangrar. Fue directo con el médico, ya con un plan en mente, confesándose, claro,  cambiando las cosas un poco a su conveniencia. No  oculto su recién descubierto gusto por el dolor, pero si sobre que a Nadeshiko le gustara lo mismo que a él. Lo hizo con ingenuidad dándole a entender al doctor que no sabía porque le excitaba el dolor, que el castaño le había enseñado y a cambio hacia todo lo que le pedía, aun que terminara lastimándolo seriamente. Que quería a Nadeshiko y que se alegraba de que este quisiera enseñarle sobre los tipos de dolor. Pensando que si le revelaba un pequeño secreto, aun que este fuera parcialmente inventado, lograría tenerlo de su lado. Le funciono bastante bien. Sakamichi no lo juzgo por ello. El que ya había vivido tanto y visto tanto, algo de ese estilo no le pareció inconcebible al adulto. Al contrario, él sabe que su propia vida le podría parecer inconcebible a la mayoría. Si bien no regaño al niño, si le advirtió que ambos deberían de tener cuidado. Que jugar así, sin límites era peligroso. Le enseño algunos trucos a Kiku que aprendió en su juventud para conseguir dolor sin lastimarse de gravedad. Así mismo la manera de atenderse solo las heridas. Sin tener idea que Kiku había manipulado todo eso para su propia satisfacción. Si Daigo se hubiera dado cuenta desde el principio que el niño de kimono negro lastimaba al otro contra su voluntad, jamás le hubiera ayudado.

―Lo siento  ―se disculpa el niño―. Tratare de dejar de hacerlo.

La realidad es que esos moretones se los había hecho el. Últimamente tenía el mal habito de lastimarse mientras se masturbaba para obtener satisfacción. Abecés su cuerpo lleno de hormonas  le hacía tener esas necesidades que superaban su raciocinio lógico…

Tenía que ser más cuidadoso la próxima vez, para no levantar sospechas.

―Te daré medicina. No te preocupes no le diré a Okaa-san. Además, hoy viniste hasta mi consultorio y me has dado un gusto. Así que no te cobrare los medicamentos.

― ¿En serio? ―Kiku sonríe dulce y se levanta enérgicamente del futon revelando su pequeño y delicado cuerpo― ¡Gracias! Es el mejor.

Da el efecto perfecto de entusiasmo a pesar de no sentir nada. Sus actuaciones son más convincentes que antes. Pero aún tiene pequeños desplantes de vez en cuando de los cuales trata de tener cuidado. Uno de estas es sonreír torcido, la cual ahora oculta siempre detrás de las mangas de su kimono. Hábito que incluso hoy en día continua.

―No hay de qué. Por cierto también vas a querer que te de medicina para Nadeshiko. Me imagino que el también sigue teniendo el hábito de lastimarse a sí mismo para conseguir placer.

―No lo sé ―el niño desvía la mirada―. Desde ese día que nos encontró, él ya no me habla… yo… yo solo quería ser su amigo… por eso…

―Ya. No pongas esa cara tan triste. Tal vez es lo mejor.

― ¿Cree eso? ―la voz de Kiku baja y se vuelve un poco fría. El niño se da la vuelta y recoge su ropa del suelo comenzando a vestirse. Cuestiona ―. Dígame ¿Qué opina sobre eso? Que a Nadeshiko y a mí nos guste lastimarnos para conseguir placer.

Daigo por su parte contesta honesto:

―Es una forma de entender la vida. No se puede plantear la sexualidad en términos meramente biológicos. Es mejor  enfocarse en lo que significa para uno a través de sus vivencias. 

―Interesante postura para un doctor al que solo debería importarle lo físico.

―La sexualidad es un arte. Una creación propia de nosotros los seres humanos. Así que puede abarcar una gran cantidad de posibilidades las cuales siempre están allí, pero que no siempre tienen nombre y a veces ni lo necesitan. Al final. La realidad que importa es la que las personas  perciben como importantes. Sé que eres un niño muy inteligente y que entiendes lo que te dije. Por eso no pienso que lo que hacen sea malo. Aun que me sentiría más tranquilo si consideraran sus límites, más que nada por su joven edad… Por cierto, no saliste solo de la casa ¿verdad? Sabes que eso está mal.

―No ―niega Kiku amarrándose el obi por enfrente y sonriendo dulce―. Sabe que siempre acompaño a los chicos que quieren ir a comprarse algo o ir a ver a un cliente especial afuera de la casa. Como no tengo a un lugar donde ir, siempre vengo con usted.

Eso también es una mentira. Para salir de la casa. Kiku escogía a los más indefensos, esos mismos niños que convencía para que hicieran los aseos por él, para acompañarlo afuera sin romper las reglas.

―Es tarde. ¿No se molestan contigo si no se reencuentran a la hora acordada?

― ¿Es tan tarde? ―pregunta el niño aparentando que termina de arreglarse con prisa―. Tengo que irme ya.

―Me adelanto mientras terminas de arreglarte. Te buscare las medicinas para que te las lleves.

―Si.

Responde el niño mientras el doctor sale del cuarto y cierra la puerta. En seguida la expresión de Kiku se cae y se muestra estoico. Usar sus máscaras sociales es muy agotador.

….

Las pláticas con la gente del barrio mientras obtenía toda la información le ayudaron. No solo a alcanzar sus objetivos, sino también para aprender las reacciones empáticas de los demás ante ciertas circunstancias. Emparejándolas con las actitudes de su madrastra y equilibrándolas para darse una personalidad que encajara en lo que los demás esperaban. Sus máscaras se perfeccionaron. Se había vuelto, a los ojos de los demás. Un niño bueno, confiable, inteligente, astuto, que siempre trataría de ver por los demás pero que tenía sus ambiciones bien definidas para subir en la escala de rangos. Lo que no era visto como algo malo, si no lo contrario al tratarse de un mundo tan competitivo como ese. Cosa que fue más fácil cuando los mayores empezaron a irse y los menores, recién llegados no conocían ese parte oscura de Kiku.

Así después de un año de perfeccionamiento. Ejecuto la siguiente fase de su plan.

Fuera de toda regla. Considerando su rango Kuki que era el más bajo. Se atrevió a mandarle un mensaje a Sakamoto-sama. No apelo al romance ni a nada de esas cosas. En su lugar fue una carta retándolo a una partida de Karuta.  

La palabra Karuta viene del portugués Carta. Si bien los juegos de cartas refinados eran jugados en Japón por la nobleza desde hacía años, no eran de uso general, ni jugados por las clases más bajas. Esto cambió cuantos los comerciantes y misioneros portugueses llegaron a Japón. Trayendo con ellos las barajas europeas con sus reglamentos para jugar con estas, y más específicamente, juegos de cartas con apuesta, que llegaron a ser extremadamente populares entre el pueblo japonés. Sin embargo al cerrar sus fronteras, las cartas de juego extranjeras fueron prohibidas. A pesar de esto, seguían siendo muy populares. El juego privado con apuestas durante el shogunato Tokugawa era ilegal. Pero como los juegos de cartas en sí mismos no fueron prohibidos, las nuevas cartas fueron creadas con diversos diseños para evitar la restricción. Por ello en los barrios rojos no era extraño que los juegos de azar se usaran como una de las mayores atracciones, si, podían haber apuestas de dinero pero estas eran encubiertas por las casa e inclusive a veces eran vigiladas e inclusive manipuladas por el propio gobierno. Había casa que coludidas con el gobierno podían hacer caer en ruina a cualquier hombre que le estuviera estorbando en sus camino o consideraran un peligro para el shogunato.

Así los mazos de Karuta se dividían en dos grupos. Los que descienden de cartas portuguesas y los de e-awase tradicional japonés. Las dos maneras más populares de jugar con ellas son:

El uta-garuta. Donde los jugadores deben tratar de encontrar las últimas dos líneas de un poema tanka (poemas Consta de cinco versos de 5-7-5-7-7 sílabas), dadas las primeras tres líneas escritas y repartidas en la baraja que se pone regada en el suelo mientras otra persona resista la primera parte del poema con la otra mitad de la baraja. Por lo cual es necesario aprender de memoria los 100 poemas del que está constituido el juego. Así mismo, como una buena coordinación para tomar las cartas antes de tus oponentes. El que logre obtener más pares en aquel juego de memoria gana.

Y el Hanafuda que consiste en un juego con 48 cartas con diseños de flores. Repartidos entre los 12 meses del calendario japonés. Cada mes se compone de un tema floral de 4 cartas, cada carta pertenece a una categoría con un valor en la puntuación definida: Hay 5 cartas llamadas de Luz (20 puntos), 9 cartas Tane o Tierra (10 puntos), 10 cartas Tanzaku o Cinta (5 puntos) y 24 cartas Básicas o Flor (1 punto). Este juego se reparte en 6 a 12 rondas. Exclusivamente entre dos jugadores. El objetico del juego es conseguir el mayor número de puntos al final de las 6 o 12 rondas robando las cartas de la mesa. Para robar una carta, es necesario que la carta del jugador y la que está en la mesa sean del mismo mes. Los puntos se obtienen formando combinaciones de cartas -yaku- con las cartas que los jugadores han ido robando. Por lo cual requiere de una mente ágil, un pensamiento estratégico y correr riesgos en el espíritu de la competencia.

Por lo cual este juego fue el primero en el que se especializo Kiku. A comparación de los demás niños que lo veían como un simple juego infantil. Decidieron acomodarse al estándar del uta garuta al igual que sus compañeras femeninas en el barrio. Kiku escogió algo con lo que podría atraer más a los clientes. Con el tiempo integraría otras formas de juego a su repertorio y que hasta hoy en día siguen llamando la atención de los otros que creen que es fácil ganarle.

Cuando Sakamoto-sama entro al Raikorisu no hata lo hizo pareciendo un hombre bondadoso y amable. Él era completamente lo opuesto físicamente a Wakamatsu-sama. Con cuerpo bien formado, espalda ancha, grandes músculos debajo de los kimonos elegantes que solía usar de manera sobria. Cabello  negro y bien recogido igual a los samuráis. Aunque él  no descendía de esta clase, se había hecho de posición a través del comercio, lavado de dinero y un buen matrimonio con una mujer de clase Shi.

Cuando entro a la casa la sirvienta en la recepción no tarda en reconocerlo, preguntándose así misma que es lo que hacia ese sujeto en aquel lugar. Trato de no mostrarse nerviosa. Pero antes de que ella preguntara la razón de su visita. El busco dentro de su kimono y mostro la carta de desafío del niño de kimono negro preguntando por él. La mujer bajo la cabeza y lo guía de inmediato a la sala común donde el pequeño de once años ya, estaba rodeado de cinco hombre maduros que observaban atentamente mientras comían pequeños banquetes como este jugaba Hanafuda con un sexto hombre que parecía contrariado con las cartas temblando en su mano.

―Creo que le he ganado señor.

Kiku le sonríe dulce ladeando su cabeza con ternura como si fuera un niño ingenuo como mucha suerte  

―No es cierto.

Se dice el hombre en voz alta mientras tira las cartas al piso y golpea su frente con su mano. Sus acompañantes se burlan de él sin compasión. Habían empezado a apostar cobre y ahora había terminado perdiendo todo el dinero que llevaba consigo.

―Fue un placer. Gracias por el buen juego.

El niño no desase su sonrisa. Toma las cinco monedas de plata que estaban en juego y las guardaba en una pequeña bolsa de seda blanca con más monedas dentro que coloca de nuevo dentro de su kimono.

―Supongo que tú fuiste el que me mando esta carta de desafío.

Sakamoto se acerca y pregunta extendiendo la hoja frente al pequeño de kimono negro. Los otros hombres se le quedan mirando  un momento con desagrado ya que alguien había interrumpido su diversión. Sin embargo en cuanto uno de ellos lo identifica. Se pone de pie y sale de la sala como si hubiera visto un demonio. Los otros se van tras el sorprendido preguntándole porque.

Sakamoto-sama pide de inmediato el espacio libre. La sirvienta que estaba con él hace señas para que le ayude un para más a limpiar y retira los platos. Kiku recoge las cartas sin dejar de sonreír, dedicando una mirada tierna al hombre. Las sirvientas terminan, colocan un cojín nuevo y el hombre se sienta frete al niño.

―Kiku ¿cierto?

―Así es.

―Estuve investigando un poco sobré ti. Me costó trabajo encontrarte. No pensé que fueras un Kagema.

― ¿Kagema? ―Kiku parece preguntar. Sin embargo disimula sonriendo. Incluso muestra sorpresa y disimulo, parte de su actuación perfecta. Debe de lucir ingenuo e inocente ante todo―. No cree que soy un poco joven para ostentar tal título. Son a nuestros hermanos mayores a los que llaman así.

―Oh! ¡Ya veo! Pensé que así es como se les llama a todos los hombres que trabajan en este oficio, independientemente de su rango ¿no es verdad?

―Cierto. Pero la mayoría de nuestros clientes prefieren omitirlo. Al menos estando en esta casa. Es parte de la experiencia de Nanshoku.

―Pareces un niño muy bien educado ―Sakamoto-sama se le queda mirando con interés. El movimiento de las pequeñas manos del niño barajando las cartas era hipnótico―. Eres de un rango bajo ¿verdad?

―Es una pena confirmárselo.

Kiku deja el mazo boca abajo. Mientras esconde su sonrisa detrás de la manga izquierda de su kimono.

Es entonces cuando la dueña de la casa aparece. Se muestra elegante y perfecta como siempre, con su pipa en mano. Reverencia y pregunta:

―Nunca espere una visita suya. Es un gusto tenerlo aquí Hideyoshi Sakamoto-sama. ¿Que lo ha traído a nuestra humilde casa?

―Usted debe de ser Kiyoha Okaa-san. Wakamatsu me ha hablado de usted. Tiene niños muy interesantes en este lugar… pero también son muy atrevidos.

Le muestra la carta a la dueña que lee atentamente. Trata de no arrugar la hoja encolerizada y solo le dedica una mirada muy tajante al niño que le sonríe.

Okaa-san maquila el castigo que le dará el día de mañana a ese niño que se había estado tomando demasiadas confianzas últimamente. Dice fingiendo amabilidad con el cliente:

―Esto es solo una broma infantil. El señor ¿quizás prefiera a alguien de mayor rango que pueda complacerlo intelectualmente con una buena plática? ¿O quizás la recomendación a otra casa más de su gusto? Este niñito no es más que un ordinario Kuki…

―En lo absoluto mi bella Okaa-san ―interrumpe el hombre con despreocupación―. Soy un hombre que respeta los desafíos que se le mandan. Siendo alguien de rango bajo, mucho menos me atrevería a rechazarlo. Si no es un inconveniente. Quisiera jugar con él. Claro, le pagare el precio completo como si fuéramos a estar en privado.

―Ya veo. Si esto es así. Si es lo que desea. No puedo negarle el servicio a un cliente como usted. Adelante. Tómese su tiempo con el niño.

Kiku solo observa a los adultos mentirse y estar de acuerdo con aquella coreografía de nobleza obligada. Eso también es algo que tendrá que aprender a perfeccionar.

Madre se va a pasear por la enorme habitación pretendiendo que saluda a los clientes y hace preguntas. Sin embargo en todo momento vigila a Sakamoto y Kiku. No le agrada nada tener a ese tipo en su casa. Había muchos rumores a su alrededor. Aunque indudablemente sería un buen cliente.

Kiku extiende la baraja hacia su cliente. Sonríe:

―Adelante. Reparta usted.

―Curioso. ¿No se supone que el anfitrión es quien deba de repartir las cartas?

―La mayoría de los clientes están más a gusto conmigo si ellos revisan mis cartas primero.

El niño dice la verdad. Esto es parte de su plan. Para que los otros tomen confianza y no puedan acusarlo de hacer trampa con algo como marcar las cartas. Eso no lo necesita hacer. Con mirar atentamente a su cliente, Kiku puede detectar sus debilidades. Pero este hombre parece que se está adelantando a su pensamiento inicial.

―Adelante ―ínsita el adulto―. No es necesario que revise las cartas. Por las cosas que he escuchado de ti. Sé que no serias capaz de hacer una trampa de ese tipo. Si soy sincero. No esperaba que mi contrincante fuera alguien tan joven.

― ¡Oh! ¿Eso es un alago? ―el niño procede a repartir las cartas―. La verdad no imagine que un hombre tan ocupado como usted, se tomara el tiempo de tomar un reto como este.

―Ummm…. ―el hombre gruñe con interés. Ese niño lo estaba provocando― ¿cómo es que averiguaste sobre mí? Dudo mucho que pases tus días repartiendo duelos.

―Bueno ―Kiku toma sus cartas―. Todos hablan muy bien de usted por todo el Yukaku. Es más, sorprende que alguien que tiene tanta categoría congenie con alguien como Wakamatsu-sama.

― ¿Pero quién dice que nos llevamos bien?―el hombre toma sus cartas―. Es uno de mis clientes, pero no es un amigo, ni siquiera un compañero. Él tiene sus intereses y yo los míos. Aunque supongo que tenemos algunas cosas en común.

―Ya veo ―. Kiku tira las primeras cartas en el suelo mientras sonríe. No llevan ni más de cinco minutos y este hombre ya le estaba mintiendo―. Me pregunto ¿qué cosas en común serán?  Por cierto ―dedicándole una mirada profunda―. Me gustaría que fuera enserio conmigo. Como ya vio, no soy ningún novato.

― ¡Oh! Petición más noble me gustaría cumplir. Pero en realidad no tienes nada que me interese. Soy comerciante al fin y al cabo y siempre debo de buscar un beneficio para mí. No hay algo que realmente puedas ofrecerme ¿verdad pequeño? Tu vida no es tuya, es de tu Okaa-san y “primavera “no es lo que busco. Pero lo que hace un momento guardaste en tu kimono.

― ¿Se refiere a esto? ―saca la bolsita con dinero―. En ese caso ¿Qué le parece si apostamos? ―baja las cartas despacio pero asegurándose que el mayor pueda verlas. Se toma su tiempo para saca una moneda de plata y la desliza con su dedo en medio de ellos― ¿así está bien?

― ¿Solo una?

―Una disculpa ―Kiku se muestra nervioso ―. Soy cuidadoso. Okaa-san me castigaría fuertemente si perdiera mucho dinero y usted me pone un poco nervioso.

Comienza el juego. De la nada lo que es una moneda de plata se convierten en dos y luego en tres y muchas más. Algunos de los asistentes los rodearon observando a los jugadores. Cuando la partida está por terminar. Algunos pensaron que el niño dejaría ganar al adulto. Pero en su lugar Kiku sonrió dulcemente y mostrando su última mano. Dijo inocente:

―Creo que gane.

El niño recoge su premio. Dos monedas de oro y una de plata.

Sakamoto-sama se sonríe. Valla encontró a un oponente interesante. Sin hacer escandalo se puso de pie y la dueña se acerca de nuevo a él.

―Le devolveremos su dinero. No tiene que preocuparse.

―Ja  ja ja. Déjelo así. Vendré la próxima semana. Espero que Kiku esté disponible… asegúrese de que tenga más dinero que apostar.

Pareciendo divertido el hombre se fue de la casa.

En cuanto la casa cerró Okaa-san mando a llamar al niño de kimono negro. Era cierto, que ella había sido permisible y dejado a Kiku apostar contra los clientes. Siempre y cuando le dé a ella el ochenta por ciento de sus ganancias y que estuviera consiente que todo el dinero que perdiera se sumaría a su deuda. Ella sabe que ese niño es diferente. Lo supo en ese momento cuando lo amarro a la piedra del patio y lo vio disfrutarlo. Pensó que sería problemático pero hasta la fecha había sido obediente. Demasiado. Incluso ella se ha percatado que aquel niño suele perder apropósito una que otra partida para tener una deuda controlada que siempre logra dejar en un perfecto equilibrio, como si apropósito quisiera quedarse en la casa.

Esa noche lo regaño y le pidió que dejara sus juegos con Sakamoto-sama. Pero Kiku se negó. Logro convencerla de poder sacarle más dinero al adulto. A cambio pidió un préstamo de cincuenta monedas de oro. Que le aseguro devolvería en seis meces más los intereses.

En ese lapso de tiempo Sakamoto-sama seguiría regresando a jugar con Kiku prácticamente una vez cada dos semanas. Al cabo de dos meces, se mostró más exigente. Pidiendo al niño exclusivamente en privado. En una de las habitaciones más lejanas y caras de la casa donde nadie le interrumpiera. A pesar de eso y de las constantes preguntas de todos, Kiku siempre aseguro que Sakamoto-sama no hacía nada más con el que jugar a las cartas y así era.

El niño de kimono negro se dio su tiempo para entender como era realmente Sakamoto-sama debajo de su máscara. Mientras jugaban, le hacía preguntas discretas sobré algún tema de interés. Se dio cuenta que Sakamoto era un hombre al que le gustaba mostrarse seguro, amable y benevolente. Le encantaba ser alagado por los demás, le encantaba la envidia que despertaba en todos los que pensaban que era muy generoso con los menos favorecidos. Por ello era sumamente cuidadoso con su apariencia frente a los demás, sin embargo faltaba hablar seriamente con él para darse cuenta de que sus pensamientos se alejaban de esto. Aborrecía al pobre y al estúpido le deseaba muerte. ¿Virtudes? No, él no creía en nada de eso. Es un egocéntrico total que se alimentaban de los elogios de los demás. Dado que toda su riqueza se había formado a base de engaño. Para Kiku, quebrar aquella mascara perfecta solo sería cuestión de presionar en la vena apostadora de aquel hombre al que no le gustaba perder.

Después de casi medio año por fin logro su cometido.

―Parece que te has quedado sin dinero mi querido niño.

Sakamoto le sonreía de oreja a oreja al haberle arrebatado cien monedas de oro. Por fin después de tanto tiempo había vencido a ese niño.

Sin embargo Kiku sonrío dulce:

―Aún queda una última ronda.

―Ya no tienes nada que apostar ¿o sí?

―Por el contrario ―el niño vacía toda su bolsa de seda que llevaba consigo―. ¿No pensara que solo apuesto con usted? Aquí haya otras cien monedas de oro las cuales estoy dispuesto a apostar. Sabe aquí seria doscientas monedas de oro. Eso sería equivalente a la mitad del precio de mi Mizuage.  

―Acepto la puesta mi querido niño. Pero no te arrepientas cuando estés endeudado conmigo y tu Okaa-san toda la vida.

Lanza las primeras cartas.

― ¿Oh? ¿Una amenaza? ―el niño expresa tomando una carta y dejando otra―. O solo está buscando la forma de que le ruegue por un préstamo. Como muchas de las mujeres que han acudido a usted por una nueva oportunidad a cambio de placer.

―Heee…

El mayor gruñe pasando sus cartas.

―Es todo un maestro de los artificios como el comerciante que es ―Kiku agacha el rostro y habla con seriedad―. Planea miles y miles de estrategias para separar a los dueños en turno de las propiedades que cotizan; entonces una vez que lo tienen, los demás lo felicitan por su habilidad en los negocios. Pero eso no es suficiente. ¿Por eso les hace favores a todos aquellos hombres ricos que son como usted? ¿Solo para sentirse con un poco más de poder sobre ellos?―el niño lo provoca apropósito. Quiero verlo enloquecer, romperse. Ver debajo de su máscara―. Fue usted el que me enseño que las apuestas se basan en el deseo de ganar y que el dinero es igual de valioso que la vida. Incluso si es una vida miserable y sin esperanza como la que tiene delante de usted, y que sin embargo le arrebata cada céntimo de su basta fortuna. Entonces la verdadera pregunta es ¿Quién es el miserable aquí?

Kiku solo mira los ojos del hombre llenarse de ira. Tira las cartas a un lado suyo abalanzándose sobre él. Directo a su cuello apretándolo con sus poderosos dedos. El niño siente la garganta cerrársele apenas quedando un soplo de aire dentro de su cuerpo que desaparece lentamente, su visión se nubla y sus ojos se voltean hasta atrás. Su pequeño cuerpo se despega del piso, el agarre del otro es tan fuerte que lo levanta sin esfuerzo. Su lengua sale de su boca, junto a un sonido espantoso, un carraspeo reducido, su saliva escurre por sus labios. Se queda inmóvil, ni siquiera trata de pelear. Sin embargo, aun así, sentía que su cuerpo se llenaba de un calor intoxicante y de una tremenda excitación que solo se acentuaba con el zumbido en sus oídos. Apenas escuchaba al hombre mientras le aclaraba:

― ¿Tratas de pasarte de listo conmigo? Porque no te va a funcionar, te equivocaste de persona para hacerlo. Mi alma ya está encallecida mi niño, es impasible. Soy una criatura totalmente egocéntrica; mi mente es mi guía principal y mi corazón está encerrado en un grueso muro de piedra ―aprieta con más fuerza. Esta seguro que solo un poco más y romperá ese delgado y frágil cuello por la mitad―. Yo solo busco lo que me hace feliz o atenué mis dolores….

Las extremidades de Kiku comienzan a sentirse entumecidas y cálidas por la falta de oxígeno haciendo que por fin suelte las cartas en su mano revelando un juego ganador.

― ¡Maldito infeliz!

Sakamoto-sama grita mirando las cartas. Avienta el cuerpo del pequeño al suelo con bastante fuerza. Kiku va a dar a una esquina de la habitación, se golpea la espalda contra un mueble de madera. Comienza a toser sin control mientras se toca la garganta. Sus ojos están rojos llenos de lágrimas y su nariz está tan saturada de fluidos que no puede respirar.

Sakamoto por su lado, al observar que el niño no blofeaba con él. Se llenó ira. En seguida se levanta y jala al menor del brazo, arrastrándolo por el suelo de la habitación sin ningún esfuerzo, hasta dejarlo en medio de esta. En seguida, sin dejar que Kiku pueda tomar un respiro, lo deja boca arriba y  le arranca el kimono rompiéndolo en pedazos junto al fondo blanco. El niño queda expuesto en ropa interior. La cual el mayor retira de un violento jalón hacia abajo.

Dijo malvado:

― ¿Quieres que te muestre mi piedad? La piedad que le doy a aquellos lo suficientemente atrevidos para quitarme el dinero de mis manos. Bien, estas apunto de disfrutar la lujuria de alguien a quien llaman monstruo, que de cualquiera de aquellos hombres que me has contado han contratado tus servicios. Recuerda bien cómo te sientes ahora, porque una vez que haya terminado contigo ya no volverás a ser el mismo.

Sus propias palabras excitaron a Sakamoto a tal grado que no estría satisfecho si no violaba a ese niño. Se quitó sus propias prendas, revelando los enormes músculos de su cuerpo y por si fuera poco, un enorme miembro de tal largo y calibre que superaba a cualquier otro hombre que el niño haya tenido la oportunidad de conocer.

El hombre tomo la mano del niño que apenas parecía recuperase volviéndole el color al rostro y la noción de donde estaba y lo que pasaba. Conduciéndola para sobar su erección caliente e ingobernable contra esta, preguntándole si había visto antes otro que se le pudiera comparar.

―Mira bien ―profirió―. Esto entrara entero en ese pequeño agujero que me entregaras por las malas… y si te parto durante el proceso será mejor para mí. No hay nada que me excite más que el sonido de los huesos romperse o de las articulaciones dislocarse.

Pero el niño no dice nada, suspira una y otra vez agitadamente. Negándose a alzar su mirada. Sin  poder perdonar esa altanería. El mayor aparto la mano del niño de su duro y grueso miembro solo para estirara dos de los dedos del niño hacia atrás sin ningún esfuerzo hasta escuchar que se dislocaron.

Kiku grito fuertemente pero no fue solo por el dolor. Si no también por la excitación. Sintió como inmediatamente sus pezones y su pene se ponían duros, sus mejillas se encendieron y una descarga eléctrica lo recorrió. Su sonrisa se fue de oreja a oreja. Pero temía que si la mostraba al adulto, el espectacular placer que ambos podían obtener se desvanecería. Así que decidió seguir actuando como una víctima más. Suplico tanto como pudo, ocultando sus suspiros de placer en un falso llanto:

―Por favor… Ah… ah… Se lo suplico. Deténgase... ah… Deténgase… ¡Me duele! ¡No lo volveré a hacer!

Sakamoto lo avienta en el suelo boca arriba. Le fascina el sonido del golpe seco y manera en la que se sacude el cuerpo. Tampoco puede evitar sonreír, rudo, lascivo, egoísta. De un solo movimiento lanzo un fuerte puñetazo en la cara del niño que grita. Repite una y otra vez dejándose llevar por el ardor dentro de él.  

― ¡Ruégame! ¡Ruégame!

Ordena el hombre sintiendo la sangre caliente del niño que empieza a escurrir de su nariz rota. Sus puños se ponen pegajosos. Le encanta esa sensación de la carne volviéndose pulpa. Se detiene un instante para admirara su obra. La cara de Kiku esta hinchada y enrojecida, su labio partido, un ojo morado.

El niño le ruega como el patético trozo de basura que es.

― ¡No lo volveré a hacer! ¡Déjeme! ¡Se lo suplicó! ¡Duele! ¡Duele!

Kiku hace lo que puede para intentar girar su cuerpo desnudo. Los muslos le tiemblan de puro deseo y su mente le juega trucos. Jamás pensó que tendría tanta urgencia de masturbarse. Si tan solo pudiera quedar boca abajo para rosarse contra la textura de paja del tatami para satisfacerse tanto como desea. Su corazón está latiendo tan desbocadamente que siente que su mente se quedara en blanco.

Sin embargó ese hombre no le da tiempo de “defenderse”. Lo pisotea una y otra vez con su pie. Con su enorme pie pesado que consigue romperle una costilla.

El niño hecha un grito tan fuerte que se escucha en todo el corredor. Sin embargo, nadie iría a interrumpirlos. Kiku se había preparado para esto, convenció a las sirvientas que sin importar lo que escucharan no los interrumpieran hasta que él se asomara por la puerta de la habitación. Por supuesto esto también incluía que entretuvieran a Okaa-san en la planta de abajo tanto como fuera posible.

Cuando por fin logra ponerse boca abajo. Se sostenía el costado derecho y se sonreía, al comprobar la fuerza que se necesitaba para romper una costilla y porque él no lo había conseguido con Nadeshiko. Se lame la sangre que escurre por debajo de su nariz. El sabor de su propia sangre no es tan delicioso como la de Nadeshiko, pero es suficiente para hacer vibrar su cuerpo. No puede respirar por su nariz provocando que sus jadeos sean más fuertes en infinito deleite.

―Por… favor… no… arhg…

Toce de nuevo esta vez con sangre, la suya propia que había relamido solo para darle un efecto más convincente. Cada parte de él esta envenenado en lascivia. Una que nunca había experimentado ¡Se sentía vivo! ¡Quiere que el adulto continúe hasta las últimas consecuencias! ¡Incluso si eso fuera a poner en riesgo en su vida! ¡No le importa en lo absoluto!

No, no, no. tiene que dejar su encandilamiento un instante. Aún tenía cosas que hacer. Se dijo a sí mismo el niño con el vientre ardiéndole de éxtasis. Gatea lejos del hombre mientras ejerce especial presión en sus rodillas frotándose contra la paja del tatami para rasparse. 

Sakamoto no obstante, entrado en sus propios placeres. No lo permitió.

― ¿Adónde crees que vas? Aun no terminamos aquí.

Lo toma por detrás de la cabeza, su enorme mano la cubre por completo. Azota la cabeza del pobre niño contra el suelo una y otra vez. Hasta que ve como el tatami se llena de sangre de nuevo, esta vez de la frente del niño. Lo escucha susurrar cosas inentendibles que el interpreta como ruegos. Dedole otro subidón de excitación. Cuando Kiku parece dejar de pelear, quedándose quieto en el suelo como un  muñeco de trapo. Lo toma fuerte mente de las caderas, amasando, estrujando su carne. Clavo sus uñas en la piel blanca de la espalda del niño y las arrastro por todo el largo hasta dejarle hilos rojos en su camino. Una y otra vez, hasta escuchar gritar al infante. Complaciendo al hombre por encima de lo imaginable al ver la sangre y el rubor de las mejillas de su víctima ante la vergüenza e indignación que seguramente siente ante tal deshonra. Estando en el límite, se prepara para culminar su acto.

Sakamoto tomo a Kiku de la cadera y dándole un fuerte empujón con su mano lo tendió sobre el suelo, le separo sus piernas y se preparó para envestirlo. Se arroja entre los desmallados muslos, al tiempo que exclamaba:

―Me evito la pena de escoger el escabroso escenario que tengo en el cabeza preparado para ti. En su lugar me mostrare piadoso.

En cuanto la cabeza de su miembro rozo la entrada del niño, este dejo salir un grito desmayado.

―Animo mí querido niño ―susurra en el oído del otro―. No te are más daño del impensable. Facilítame el camino lo más que puedas. Vas a sufrir por una causa noble.

De solo escuchar eso Kiku sintió un verdadero deleite. Oculta su cara en el espacio entre el suelo y su brazo. Negando con su cabeza, fingiendo el último recurso de alguien desesperado llevado a la condena. Finge llorar. Pero más lejos no podría estar. Estaba en lo más alto de su conciencia y deseo. Sin embargo nada se comparó con el momento en que Sakamoto-sama comenzó sus envites con todas sus fuerzas haciéndose camino hasta que el enorme órgano se afianzará en el interior; animado por la conquista, el hombre comenzó a empujar con más fuerza, jurando que ese niño se partiría en dos. Ajusto entonces la posición. Obligando a Kiku a ponerse de manos y rodillas pesimamente recargado gracias a los raspones en las rodillas, los dedos dislocados y la costilla rota. Una vez conseguido, arrastro su mano unos centímetros para agarrar uno de los girones de tela de lo que había sido el kimono negro que traía el niño. Se lo puso a Kiku alrededor del cuello y tiro lentamente de él.

― ¡Grita!

Ordeno y jalo con mayor fuerza.

Kiku grita fuertemente ¡Este! ¡Este es el hombre que puede decir con todo orgullo que se llevó su auténtica virginidad! ¡Que lo hiso conocer el verdadero placer del sexo!

Sakamoto-sama grita igualmente, bufa de placer, siguió jalando, al mismo tiempo que envestía salvajemente con las caderas en el mayor ardor erótico, mientras su verga disfrutaba en el estrechamente ajustado culo infantil.

― ¡Ahhh! ¡Si! ¡Si! ¡Ahora!

Gruño repentinamente el mayor al soltar toda su carga dentro de los intestinos del niño. En ese momento jalo la tela con tal fuerza que la cabeza de Kiku casi se paraba de sus hombros. Mientras tanto él se enfundaba lo más hondo que pudiera, como si quisiera asegurarse de llenarle hasta el estómago.

Abrumado. Por el dolor y el placer,  Kiku tuvo un estremecimiento que jamás había experimentado en el cuerpo. Él sabía perfectamente lo que podía ser. Sin mantener mucho más tiempo su actuación de víctima. Se abandona por completo a las sensaciones. Jadeando, retorciéndose, temblando sonriente. Grita con toda la boca abierta y los ojos idos:

― ¡Me vengo! ¡Me vengo!

Su cuerpo convulsiono arrojando tres chorros de semen blanco en el suelo, los primeros de su vida. Hasta que finalmente perdió toda sensación. Su cuerpo se aflojo junto al agarre del adulto que lo dejo caer en el suelo.

Cuando Kiku volvió en sí. Sakamoto-sama ya había terminado de vestirse.

Cuando el mayor observo al niño sentarse lo mejor que podía en el suelo y limpiarse la sangre que escurría de su frente con los magullones y moretones. Le hablo:

―Pequeño mentiroso y embustero. Pero mira que esplendida personalidad me he ido a encontrar en el lugar menos pensado. No solo tienes una mente ágil y privilegiada para el juego. Eres todo un actor digno de ser alabado.

El hombre no luce molesto en lo más mínimo. Él ya sabe a estas alturas que todo lo anterior no fue más que una actuación que el niño gentilmente le proporciono para llenar y satisfacer sus paciones. Cosa que no cualquiera estaría dispuesto a hacer de buenas a primeras. Le sonríe cómplice y con malicia.

―Hace mucho que no encontraba esta satisfacción. Me sorprende que te dieras cuenta de cuál es la pasión que mueve mi vida. Querido niño.

―Así es―contesta Kiku. Suspira pesadamente. A pesar de que le duele el cuerpo. Su alto umbral del dolor hace que no sea tan grave para él. Continúa devolviendo la sonrisa cómplice―. Se trata darle algún tipo de esperanza aun humano que está en débiles condiciones. Solo para hacerlo caer en mayor desesperación. Ese es su verdadero placer. Por ello solo contrata mujeres de burles pobres que están desesperabas por pagar sus deudas. Las rompe de tal manera que la recompensa que les ofrece después ya no vale nada para ellas. Al menos no creo que sea así para la pobre mujer que dejo lisiada sin poder mover las piernas.

―Siempre bien informado, mi niño. Aun que nuestras pasiones son diferentes están fuertemente relacionadas. Jamás en mi vida conocí a alguien tan joven que buscara ser hecho pedazos solo por complacerse.

―Bueno así como usted tiene lo suyo yo tengo lo mío. ¿Aun así porque fue tan suave conmigo?

― ¿Preguntas eso con la nariz rota, los dedos dislocados, los rasguños y golpes en el cuerpo? Ni siquiera puedes sentarte bien porque estoy seguro de que te rompí una costilla. No sé si impresionarme o excitarme de nuevo. ―dijo divertido―. Pero te equivocas mi querido niño. Parte de mi goce es la recompensa que doy equivalente al sufrimiento que ejerzo. Quizás me deje llevar por tus palabras pero desde un inicio tenía la intención de darte las doscientas monedas de oro en juego si ganabas.

Kiku ladea el rostro actuando crédulo. Sabe que está mintiendo en cierta medida igual que todos los demás. Pero no debe de olvidar guardar eso en secreto y actuar encantador.

El adulto continúa hablando:

―Debe de ser bastante difícil encontrara para ti. Así como para nosotros, con quien compartir sus paciones.

― ¿Nosotros?

―Claro hay otros hombres como yo. Sabes mi querido niño. No todos los hombres se excitan con la belleza de una mujer o de un wakashu. Para muchos es algo más. Para mi es solo satisfacer un impulso, para darme el gusto de ser considerado piadoso. Yo no “rescato y recompenso” a otros por su bienestar. Si no por mi provecho. Así como para otros lo son la gran variedad entre las pasiones simples, complejas, criminales e inclusive asesinas. Sin embargo esta sociedad en la que vivimos en donde se nos trata de convencer que estamos entrando en una época de paz y prosperidad. Nuestras pasiones se han vuelto prohibidas y llamadas aberrantes. El tener poder adquisitivo nos ha dado la ventaja de seguir gozando de ellas pero el escrutinio público puede quitarnos ese ventaja que tanto nos ha costado obtener para los que no nacimos en castas aristocráticas. Discreción publica, mi querido niño. Esa es la clave de todo éxito. Dime ¿no te interesaría que te presentara gente con quien puedas compartir tus pasiones y aficiones? Sé que eres lo suficientemente prudente para guardar nuestras reputaciones, ensalzarlas ante los demás y mantener en silencio nuestras paciones. A cambio no nos importaría hacerte disfrutar y claro pagarte lo justo para esto.   

―Porque esta tan seguro que no le diré de este ofrecimiento a Okaa-san? ¿Y todas estas heridas? ¿Qué hare con ellas? ¿No es como si pudiera explicarlas?

―Si te importara lo que hiciera tu Okaa-san no me hubieras mandado esa carta desde un inicio. No, no es solo eso. Me pude dar cuenta estos últimos meces que sabes bien las cosas que debes de hacer. Y se a lo que te refieres. De tu Okaa-san nos encargaremos nosotros. Le pagaremos bien tu cuota. Además todos contamos con excelentes doctores que te atenderán con los honorarios pagados por nosotros. Claro. No dejaríamos perder a alguien como tú. Sería un desperdicio no aprovechar esta gran oportunidad para ambos.

―Entiendo bien ―el niño sonríe. Sin embargo mostrándose más serio pidió―. Sin embargo ha de saber que por lo de esta noche quisiera mucho más que doscientas monedas de oro. Si lo que quiere es mi discreción de lo hicimos esta noche y de los demás secretos que me acabada de decir usted. Puedo cumplirlo. Sin embargo en esta casa ya tenemos a nuestro doctor de confianza. Okaa-san jamás permitiría la entrada de alguien ajeno a este lugar. Los honorarios quiero que se los paguen a él. Por la discreción de aquel hombre ni se preocupe. Pues se trata de Sakamichi Daigo y sé que por su nombre sabe que reputación carga. También quisiera pedirle un favor especial. Pero como el favor que deseo, involucra a un amigo suyo tal vez se negara.

― ¡Ja Ja Ja Ja! ―Sakamoto-sama ríe a carcajadas―. ¡Valla! Aun Eres ingenuo en ciertos aspectos mí querido niño. Yo no tengo amigos. Un amigo es con quien se cuanta cuando se está demasiado débil para hacer algo por sí mismo. Antes de que yo llegue a admitir que necesito de ello. Preferiría dejar las cosas sin hacer. Por eso lo que yo tengo son colaboradores, incluso tu mi querido niño, podrías llegar a ser uno de ellos. Hay una diferencia esencial en esos dos tipos de relaciones. Algo que supongo no necesito explicarte. ¡Y que colaboradores podríamos ser! Así que dime mi niño. Que es lo que este hombre podría hacer por ti.

“Sakamoto-sama tuvo mucha razón en ese entonces” ―Kiku le narra a Tsubaki con seriedad― “Yo admití a sus más allegados colaboradores que estaban encantados como una persona como yo. Les gusta la mentira de mi personalidad así como yo me creo la máscara que ellos quieren representar ante los demás. No solo eso. Guardo sus respectivos secretos. Mezcle ambos tipos de clientes que me bienes a ver. Los comunes que no buscan nada más que primavera aburrida e insípida por la belleza y los colaboradores de Sakamoto-sama. Lo he hecho también que nadie ha sido capaz de diferenciarlos o de dudar de ellos o de mí. Claro solo has tenido la desgracia o ventaja de conocer a uno de ellos. El más inofensivo de todos. Me refiero a Mitsubara-dono. Esa primera noche que llegaste, no pensé que el viniera a verme. Pero que no quisieras salir corriendo esa noche me ayudó mucho. Hubiera tenido que inventar algo. Se hubieran complicado las cosas para ti”

A Tsubaki ya no le cabía duda que su hermano efectivamente no sentía nada. Está convencido que cualquiera tendría al menos un poco de remordimiento con esta confesión, al menos él, la tendría. Pero su hermano. Su hermano era algo que no sabía que podía existir. ¿Malvado? No sabe si llamarlo así. Su padre si era malvado. El gozaba de golpear y humillar a su madre. De lastimar a la gente. Pero su hermano no. Es… diferente. O quizás solo quiere convencerse de que es así.

El niño se muestra ansioso arrugando las mangas de sus kimono celeste. Apenas puede hablar, su voz apenas se escucha cuando pregunta

“¿Qué fue… que fue lo que pediste?”

 

Continuara...


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