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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Notas del capitulo:

Hola de todos.

Espero que esten bien. 

Estamos en el supuesto mes del horror. asi que creo que este capitulo encaja con ese consepto de manera extraña. Al menos para algunos que leeran esto, lo considerara un horror. Asi que manejese con discrecion.

Lo que me hace preguntarles si esa clase de contenido un poco mas fuerte a lo que habitualmente escribo. Es de su agrado... o no.

Aun asi. Creo que voy con calma. Me e esforzado por esntregarles algo diferente o de calidad en esta historia.

Asi que solo me queda esperar que aun sea de su agrado. 

 Asi que disfruten (o tal vez no) este extraño (o tal vez no tanto) capitulo. 

Capitulo XXII

 

Esa misma noche, Sakamoto-sama le pidió a Kiyoha Okaa-san hablar en privado en su despacho.

La mujer no pudo ocultar de todo su sorpresa mientras el hombre alababa a Kiku a tal grado de recomendarlo para ascender de rango, a la vez que ponía en la mesa una cantidad obscena de dinero que solo sería dada a alguien de rango alto. Explicándole los planes que tenía con él. Ofreciendo un retorcido trato que podía beneficiarla mucho.

Okaa-san había escuchado algunas cosas extrañas respecto a Sakamoto-sama, pero no pensó que excediera la típica locura de los comerciantes a los que se les había subido el poder a la cabeza. Incluso el tipo se atrevió a amenazarla de muerte si planeaba hablar de más y revelar su secreto y el de los colegas que estaban dispuesto a presentarle.

Kiyoha había sentido el verdadero terror solo un par de veces en su vida y las palabras de Sakamoto-sama se volvieron una de ellas.  

Mientras tanto Kiku exhausto, se quedó de pie recargado en el marco de la puerta. El mismo se había acomodado la nariz y los dedos dislocados. Respiraba con dificultad con un extraño gesto en la cara parecido a una sonrisa.

―Llame a Sakamichi-sensei.

Les dijo a las aterrorizadas sirvientas que habían subido a verlo cuando Sakamoto-sama se encerró con Okaa-san en su despacho.

El doctor no tardó en llegar.

―Pensé haberte dicho que no te metieras con Sakamoto-sama ―regaña el viejo con severidad  mientras venda la cabeza del niño con rapidez―. Mira nada más como tienes la espalda. Aun estas sangrando.

―Creo que ese es el menor de mis problemas ―dice el niño con actuada gracia mientras pone de improvisto la mano del doctor en su costado, mostrándole su costilla rota. Ese lugar a un no comenzaba a amoratarse, así que era casi imperceptible―. Tal vez si me excedí un poco.

―Pero que… ―pronuncio Daigo sorprendido al notar la gravedad de la herida. ― ¡Acuéstate de inmediato!

Ordeno mientras sacaba rápidamente vendajes, polvos y ungüentos de su maletín de madera. ¿Cómo era posible que ese niño aguantara semejante dolor? Ha visto adultos llorar por mucho menos que eso. Hacía mucho que alguien no lograba sorprenderlo de manera perturbadora.

Kiku por su parte, acostado sobre un futon en el suelo, siente todo lo que el doctor hace tocándolo, inspeccionando. Que no tenga nada más roto. Claro que le duele, un dolor diferente a cuando se exista pero sin duda no lo siente tan grave como realmente es. El niño se cubre el rostro con ambos brazos cruzándolos sobre él. En cuanto el doctor le unta el medicamento en su costilla rota. Siente un cosquilleo extraño. No puede evitar sonreír torcido. ¡Lo consiguió! ¡Consiguió mucho más de lo que había planeado! Solo tenía que llevar a cabo la última parte de su plan.

Kiku supo el día siguiente de su sesión con Sakamoto-sama que su asenso por el camino del éxito y la escala de rangos seria fácil. Cuando una sirvienta  le entrego en la sala comunal frente a todos los demás niños incrédulos que le miraban con cautela. Ya que se habían esparcido algunos rumores de lo que había ocurrido durante la noche. El primer regalo que recibió de un cliente, un costoso kimono negro y un prendedor para el pelo hecho con plumas blancas de garza en forma de crisantemo. Junto a una formal y aparente carta de amor.

Una vez que Sakamoto-sama forzó a Okaa-san a ponerse de su lado. Kiku era visitado y después llamado por toda clase de hombres de buen status y gustos a fines. Lo que hizo que el niño ascendiera a Mayu en menos de dos meces. Así ya no tuvo que preocuparse de nuevo por que le faltara el trabajo. A pesar de las, en ese entonces, constantes amenazas de Okaa-san.

“Si te dejan en un estado tal que ya no puedas trabajar te echare de aquí sin dudarlo. Sin importarme cuánto dinero des a la casa”

“Si te matan. No me are responsable. Terminaras en una fosa común como muchas mujeres del barrio. Ni creas que te rescatare”

Eran las que más llego a escuchar mientras el viejo doctor lo curaba. Sin embargo ella nunca le evito acudir con estas personas. Quizás por los tratos que había hecho con Sakamoto-sama. Los cuales, él fingía que no conocía. Aun que todos sus amantes llegaron a decírselos sin reparos.

Y es que Kiyoha Okaa-san se atrevió a ponerle condiciones a Sakamoto-sama, quien fungiría de intermediario en todo este asunto.

La primera era que no quería a ninguno más de sus niños involucrados en esto. Ya arriesgaba mucho dejando a Kiku en las manos de estos sujetos. A lo que Sakamoto-sama aseguro que solo Kiku podía atenderlos, que solo él podía darles lo que quería. Que no tenía que preocuparse de ello.

La segunda era que no prestaría su casa para ello. Entiende que todo el asunto se trataba de proteger sus reputaciones, pero que ella quería el trato equivalente. A lo que Sakamoto también estaba de acuerdo. Le aseguro. Que muchos de sus colegas prefieren rentar casas enteras donde solo hubiera si acaso, servidumbre que los atendiera. Pero que parte de guardar las apariencias era ser vistos en lugares comunes con gente común para disimular. Las pláticas y cenas serian en el Raikorisu no hata, mientras que la primavera (el sexo) seria llevada a cabo en otra parte discreta dentro del Yukaku para sus fines.

La tercera era no matar al niño. Apenas lo había puesto a trabajar y a menos que alguno fuera a pagar su deuda en su totalidad, no podría cederlo tan fácil. El hombre se rio, contestando que ese no era el objetivo de ninguno de ellos. La gran mayoría de sus colegas no se inclinaban por la pación asesina. Al menos, no bajo circunstancias laboriosamente específicas. Jamás debe de temer por la vida de su mercancía, que ellos lo cuidaran como si fuera su preciado tesoro. Aunque a veces la manera en la que lo traten pueda diferir de esto. Así mismo aseguro que cualquier atención medica que Kiku pudiera necesitar ellos lo pagarían en su totalidad, incluso si ellos creían pertinente, traerían a sus propios médicos. Aun que ya había platicado de esto con el niño, también le dejo entrever a la mujer que hablaría con Sakamichi-sensei sobre este asunto. Además, también se comprometió a que le pagaría mucho dinero. Digno de alguien del rango más alto que pueda tener en la casa por adelantado. Podría incluso considerarlos unos patrocinadores secretos que sabe que mucha falta le hacen.

Apenas Kiku se convirtió en Mayu. Wakamatsu-dono llego a la casa exigiéndolo. El obeso hombre había escuchado maravillas de labios de Sakamoto-sama y de otros conocidos dentro del círculo de comerciantes. Aquel círculo secreto en donde el feo hombre no había logrado ser aceptado a pesar de su fortuna y cercanía con Sakamoto. No podía permitir algo como eso.

A pesar de que la dueña dejaba a Kiku trabajar normalmente con clientes que no eran seleccionados por Sakamoto. Wakamatsu le repugnaba de sobremanera y se negó al pensar en las consecuencias que esto podía llevarle con Sakamoto y los otros si alguien más maltrataba su mercancía que no fueran ellos. Pero de nuevo Kiku, usando su dulce sonrisa le dijo que estaba bien. Que con Wakamatsu-dono estaba bien. Que tenía permiso de Sakamoto-sama de atenderlo a pesar de sus gustos sin límites. Que él iba a llevar esa carga por sus hermanos. Cosa que también le agrado a estos últimos. Los demás chicos de la casa si bien no tenían conocimiento de lo que hacía exactamente Kiku, si entendía algo que solo les importaba a ellos y eso era que Kiku se llevaba consigo a los clientes malos para salvarlos. Él era capaz de soportar los golpes y los gritos para protegerlos mientras que dejaba a los clientes más inofensivos para ellos. Se había vuelto habitual, que Kiku le recomendara aun cliente que estaba ansioso de estar con él; una mejor estadía con cualquiera de los otros niños. Por supuesto, todo esto Kiku lo hacía por su propio beneficio para hacerse de una buena reputación entre los demás. Ya nadie se atrevería a hablar mal de él.

Okaa-san mando a unas sirvientas a preparar una habitación. Una de las más lejanas en el segundo piso de la segunda ala.

El obeso hombre sonrió victorioso. Fue llevado a aquella habitación junto a un banquete para cinco personas solo para él y litros y litros del sake más caro.

Mientras el esperaba a su pequeño acompañante. El niño y Okaa-san discutieron en otra habitación vacía.

―No sé cómo manejas las cosas con los hombres de Sakamoto-sama, pero no creo que seas capaz de controlar  las cosas con Wakamatsu-dono. Él no se contendrá en lo más mínimo. Talvez creas que eres muy resistente pero…

―Lo entiendo. Sé de sus preocupaciones ―contesto Kiku sonriéndole dulce―. Pero es cierto lo que le dije, yo me encargare de él por mis hermanos menores. Sé de lo que es capaz. Pero también sé que por quien teme es por la ira de Sakamoto-sama. Pero él está bien con esto. Puede discutirlo con él por carta después de esta noche. Pero si es por mí por quien se preocupa. Solo le pediré que me entregue aquello que le ha dado Tsutsuji Nii-san o Nadeshiko cuando les toco atenderlo. Eso es todo lo que deseo.

La mujer se da cuenta que hace mucho perdió el control sobre ese niño. Si este sigue obedeciéndola es por su conveniencia. Pero en lugar de oponerse a esta situación. A regañadientes acepta. Quizás por todos los beneficios para la casa y para sí misma, que ha obtenido gracias a ese niño. Busca entre la manga de su kimono y le entrega un sobre de papel con un polvo blanco dentro de él.

―Si te lo tomas, no sentirás dolor.

Miente la mujer como a muchos otros al entregar esa medicina. Kiku lo sabe bien porque ya ha investigado con otros que es lo que en realidad hace ese polvo blanco. Nadeshiko fue una de estas personas. El castaño a pesar de haber optado por cambiar su comportamiento y personalidad a una que logre ocultar su debilidad. Nadeshiko no es capaz de mentirle. Lo que en realidad hace aquella medicina no era quitar el dolor. Si no hacerte perder la voluntad. Te ponía Manzo y complaciente. Así que a pesar de no desear algo, lo hacías, sin que el cuerpo te obedeciera mientras estabas consiente en todo momento.

―Voy a pasar Wakamatsu-dono.

Se anuncia Kiku sentado desde el otro lado de la puerta. La desliza con paciencia, revelándose con su hermoso kimono negro de obi rojo. Se presenta con una pequeña reverencia, sonriendo apacible. Llevando con él una licorera blanca.

―Qué lindo. Que Lindo ―alabo el hombre abriendo los ojos emocionado. No recordaba que ese niño fuera tan encantador ―Adelante.

El niño se pone de pie, asegurándose de contonearse un poco, fingiendo que se acomoda la parte de abajo del Kimono que le queda grande. Se pueden ver sus hombros de porcelana y sus piernas delgadas. Cierra la puerta detrás de el sin deshacer en ningún momento su sonrisa. Percatándose de que el adulto ya había devorado en su totalidad el pequeño banquete que se le ofreció.

―Sera un placer para mi acompañarlo esta noche, Wakamatsu-dono ―apenas presentarse tira del obi de su kimono, dejándolo caer al piso. Revelando que no lleva nada de bajo, ni siquiera ropa interior. Procede a bañarse por completo con el contenido de la licorera―. Esta será una noche inolvidable.

La sonrisa de Wakamatsu se va de oreja a oreja:

― ¡Ven! ¡Ven! Siéntate aquí.

El hombre palmea su regazo fervientemente. Había escuchado hablar tantas maravillas de aquel niño, que juraban podía proporcionara los mejores placeres que jamás hayas imaginado. Que no podía creer que era verdad. Es pequeño, invitante, hermoso como un durazno. No puede esperar por mordisquearlo hasta hacerlo pulpa en su boca.

Porque lo que más le había llamado la atención de Kiku no solo era su hermosura. Si no lo que todos sus conocidos en el círculo de comercio hablaban de él. Quería corroborara si era cierto que el era tan resistente y afín con el dolor como todos aseguraban. Una víctima solo digna para los más exclusivos. Digno para él.   

El niño nada temeroso, no tarda en atender la petición. Se acomoda en el regazo de su descomunal cliente. Moja con sake el kimono caro de Wakamatsu pero a este no parece impórtale. Kiku mira al hombre resoplar una y otra vez como animal ansioso, con un rubor pervertido en la cara.  El hombre no tardo ni un segundo en pegar su asquerosa boca en la del niño que simplemente recibió la lengua enorme y caliente en el interior de la suya, quitándole todo el aire, revoloteando como si tratara de robar todo el dulzor de su juventud. Succiona la pequeña lengua del otro que le sigue el ritmo sin esfuerzo. Kiku goza de la sensación de ahogo cada vez que tenía la lengua del hombre cosquilleando en su garganta. Así mismo de la manera en la que masajeaba sus muslos. Pellizcándolos con fuerza hasta dejarlos amoratados. Se está comenzando a excitar.

―Tu cuerpo es tan flexible. Tus músculos parecen manju.  ―alaga Wakamatsu separándose del niño. Observando la manera tan deplorable en la que lo deja, jadeante con toda la boca abierta con la saliva escurriendo de la comisura de sus labios y la mirada perdida. El hombre se ríe mientras lo acomoda sobre su brazo de un solo movimiento, más parecido a un movimiento brusco. Baja su cara a los hombros del niño―Hueles a uno de los mejores sakes. ¿Sabrás igual de sabroso?

Sorbe el sake en la piel del niño terminando en una enorme mordida. Kiku grita al sentir los dientes del otro como si tratara de partirle los huesos. El ebanista comienza su recorrido, lamiendo, chupando, todo el sake en el cuerpo del chiquillo a la par de dejarle mordidas por los brazos, dejándole los dientes marcados en círculos perfectos. Recostándolo en el suelo mientras descendía. Hasta terminar de morderle las piernas. Lamio la planta de los pies y entre los dedos. Asegurándose de no dejar ni una gota de alcohol.

Kiku por su lado, su piel ardía en insana pasión. A pesar de no hablar, su respiración agitada era la prueba de que estaba disfrutando de ese maltrato.

El adulto al percatarse sonríe depravado:

―Pero mira nada mas como te has puesta. Tu cara me dice todo ― toma a Kiku por los hombros levantándolo y azota su espalda contra el suelo. Así sin previo aviso enrosco sus gigantescos dedos en la delgada garganta de Kiku. Aprieta ― ¿Esa es la misma mirada que le muestras a Sakamoto y a los otros? Has de conocer que lo sé perfectamente. Eres la novedad en el circulo privado de comerciantes al que pertenecemos y me parece imperdonable que solo hubiera sido a mí a quien conoces desde antes a quien no le mostradas esa mirada tuya llena de lujuria. Ya quisiera ver la expresión en la cara de Sakamoto cuando sepa que también te he hecho mío.

Aprieta con más fuerza mientras comienza a lamer por completo al niño de pies a cabeza. Kiku no se defiende, se deja hacer mientras su mente se pone en blanco por la falta de aire. Entusiasta, el ebanista, suelta al niño para verlo toser, retorcerse. Wakamatsu aprovecha para abrirse el kimono con desesperación quedando en ropa interior. Enseguida suelta un fuerte manotazo con el dorso de su mano en la cara Kiku. La fuerza era igual a la de un mazo de madera golpearlo. Deja al otro tumbado en el piso, repitiendo el proceso una y otra vez hasta dejarla las mejillas hinchadas. Animado por esto Wakamatsu jala al niño del brazo, este siente su piel estirarse y enrojecer con el feroz agarre, provocando que se le saliera un deliciosos gemido. A continuación lo obligaban a ponerse boca abajo. Una vez de esta manera el entusiasta hombre examina sus nalgas detenidamente, agarrando a manos llenas la tersa y firme carne, olfateando en la fisura en medio de ellas con su nariz de porcino mordiéndole las piernas blancas cada tanto hasta sacarle sangre. Luego le indico que se pusiera de pie de otro jalón, esta vez agarrándolo de sus cabellos. Ordenándole que caminara alejándose de él, que se detuviera y que regresara. Teniendo siempre frente a el trasero del niño para contemplarlo a cada paso.

Wakamatsu le dice mientras el niño hace su primer recorrido por la habitación:

―Sabes me molesto contarle a Sakamoto-sama sobre este lugar. Este es mi campo de juegos particular. No quería que ninguno de los otros hombres de aquel gremio supiera de ustedes. Mis bellas criaturas. Quizás abecés puedo ser muy codicioso como el comerciante que soy y por lo mismo suelo ser llamado presumido. En especial por aquellos afortunados que he traído a este lugar. Algunos han vuelto a verlos y por eso su querida Okaa-san me debe algunos favores. Por eso tampoco puedo perdonarla a ella por querer privarme de una belleza como la tuya. La mayoría de los otros niños no aguantan tanto ni están dispuestos a consentir mis caprichos. Aun que escucharlos gritar de desesperación también es una de mis grandes debilidades. Ji ji ji ji. No puedo creer que jamás me di cuenta de un talento como el tuyo.

Kiku se contonea sintiendo su sangre escurrir por las mordidas. El ardor adicional que le da el alcohol del sake y de la saliva del mayor le provocaron hace mucho una erección que no se molesta en ocultar. Responde solemne pero con un rubor en sus mejillas:

―Suelen decir mucho eso de mi los clientes. Qué cómo era posible que no se percataran de mí antes. La verdad es que antes no solía llamar tanto la atención. Tenga en consideración que no tiene mucho que deje der un Autobureiku. Además puede darse cuenta de que soy diferente a los otros ¿no es verdad? Guardar mis verdaderas aficiones es un pesar para mí. Así como lo es para Sakamoto-sama y aquel gremio de comerciantes. Las apariencias son importantes ¿no cree? ―sonríe dulce cuando se da la vuelta y regresa.

Wakamatsu-sama se mueve para tener mejor vista y dice malicioso:

― ¿Porque esconder lo que somos? ¿Por el miedo al desprecio? ¿A la turba? Tenemos poder y dinero. Mientras conservemos esas dos cosas nuestras aficiones no deberían ser cuestionadas. Ese es el privilegio que hemos obtenido por engañar a los débiles de mente.

Kiku gime. El dolor se acentúa maravillosamente y comienza a masturbarse. Solo pequeños apretujones en su miembro. Se la vuelta. Comenta con gracia:

―Sakamoto-sama piensa lo contrario. Que deberían de servir de impulsos para los más pobres aceptar nuestras pasiones a cambio de dinero. Un pago equivalente.

El hombre al ver al niño estimulándose a sí mismo. No puede controlarse más. Se tira al piso y gateando se acerca al niño abrazándole los muslos:  

―Ese pensamiento no es de mi agrado. ¿Si soy poderoso porque debería mostrar compasión o compensación a los débiles por llenar mis pasiones? Al contario todos deberían de estar tan dispuestos como tú a complacerme solo por ser quien soy.

Abrió los glúteos observando el rosado agujero del niño. Inmediatamente beso y succiono hasta meter la lengua entre los pliegues. El niño suelta un gemido, se encorva hacia adelante ante el ataque. Las uñas del sujeto se clavan en sus ya lastimadas nalgas y jura que brotan sangre de ellas de nuevo. Idea lo excita aún más. Friccionando su pequeño miembro con más rapidez.

Cuando Wakamatsu termino haciendo un sonido especialmente pervertido de chapoteo. Se ríe estúpido:

―Me encantan los niños obedientes como tú. No solo eso, si no que sepan obedecer a la lujuria de su cuerpo, sin negar su obscenidad o aparentar un pudor que no es digno de ellos. ¡Mis cuerdas! ¡Debo de usar mis cuerdas contigo!

Se pone de pie con la intención de ir aun esquina de la habitación  y empezar a traer sus objetos de trabajo favorito, que las sirvientas ya habían preparado previamente a que entrara a la habitación. Kiku sabía lo que seguía. Logro que más de uno de los niños de la casa que tuvo el infortunio de estar con Wakamatsu, le contaran lo poco que recordaban sobre las atrocidades que realizaba con ellos una vez que los tenía amarrados e inmovilizados por completo. A Kiku le parecía interesante experimentar algo así. Sin embargo cuando Wakamatsu estaba sentado en el suelo examinado la primera cuerda, estirándola para comprobar su rigidez. Se tambaleo un poco.

― ¿Qué ocurre?

Alcanza a recargarse en su mano mientras la habitación comienza a dar vueltas. Antes de que pudiera pedir ayuda. Se balacea y caer de espaldas en el piso. El sonido fue fuerte y seco que asustaría a cualquiera. Pero no a Kiku, quien supo que era momento de abandonar por completo su mascara.

“Parece que por fin hizo efecto”

Pensó el niño.

Con el rostro estoico se acercó a la enorme mole y se agacho para observar a Wakamatsu-dono. Tenía los pupilas completamente contraídas, su boca desbordaba salida como si no pudiera mantenerla dentro de él.  Produciendo un especia de gemido intermitente parecidos a los chillidos de un puerco.

Kiku pasa su mano por enfrente de la horrenda cara del hombre pero este no se mueve. Sin pensarlo mucho enseguida pisotea el rostro del hombre con todas sus fuerzas pero este ni se inmuta. Solo chilla.

Kiku sonríe torcido en cuanto da por sentado que su plan dio resultado.

No había usado la droga que le dio Okaa-san para sus fines. La necesita como una prueba exculpatoria de lo que hará. Además con lo enorme que era, ese simple sobre no hubiera sido suficiente. En su lugar durante los últimos dos meces había estado sacando pequeñas cantidades de hierbas y hongos a escondidas del consultorio de Sakamichi-sensei. Fue tan discreto que el viejo no se dio cuenta. Por otra parte, les pago mucho a algunas sirvientas para mezclar estas en la comida de esa noche de Wakamatsu-dono.

 Tenía a ese cerdo solo para él. Manso e indefenso.

― ¡Oye! ―abofetea fuertemente en la cara del otro―. Sé que estas consiente de todo lo que pasa a tu alrededor y que me puedes escuchar claramente. Las drogas que te di solo paralizan el cuerpo, al menos eso decía los libros que leí ―se agacha hasta quedar a la altura del rostro del otro. Tomándolo fuertemente de sus grasosas mejillas apretó, jalando el pellejo, forzándolo a míralo directo a sus vacíos ojos. Kiku continúa frio―. A pesar de lo que le dije antes ¿Sabe por qué no fue capaz de darse cuenta de mí antes? Eso es por que prefirió seguir su instinto de venganza y fijar su mirada en Nadeshiko. ¿Recuerda a Nadeshiko?

Los ojos de Wakamatsu tiemblan. Siente el verdadero terror con esa pregunta. No. no recuerda de cuál de sus pequeñas victimas habla. A menos que sea…

―Si. Fue él. ―contesta Kiku como si pudiera leer su mente―. Por quien pago su preciado Mizuage por venganza, solo por una tontería que hizo aquella noche que lo conoció. No me mal interprete. Yo no puedo sentir molestia o celos de que otros tengan sexo con Nadeshiko. Yo entiendo que es trabajo y que es algo que él no disfruta. No, inclusive si fuera algo que él disfrutara seguiría sin sentirme celoso o molesto. Quizás tendría un poco de curiosidad de verlo. Si, curiosidad es lo más cercano. Eso es porque él es mío. Fue mío antes de todos. Incluso su virginidad fue mía antes que suya. Aunque claro, no de la misma manera en la que ustedes los adultos la entienden. No crea que Okaa-san lo engaño. Porque no lo hizo. Simplemente que yo me lleve de él un tipo de pureza diferente antes que cualquier otro... Aunque admito que saber que sufrió, lloro y suplico la noche que estuvo con usted, me excita ―su sonrisa se pronuncia―. Apuesto que fue un encanto cuando comenzó a golpearlo. Sus miradas llenas de desesperación son de lo más tentadoras ¿no cree? Pero lo que no puedo dejar pasar es que se atreviera a querer romper lo que es mi propiedad.

Suelta al hombre con brusquedad. Se pone de pie, rodea su descomunal cuerpo para ir donde Wakamatsu tiene todos sus artilugios dentro de una caja de madera. Dentro contenía varias cuerdas, navajas pequeñas, agujas largas; como también de varios harigatas (dildos) de diferentes gruesos y largos, un rin no wa (anillo) y un rin no tama (bola de metal).

―Valla. ¿Así que esto es lo que las sirvientas le preparan cada vez que viene de visita? La mitad los he tenido que usar con los clientes regulares. La otra mitad ya tuve el gusto de usarlos con Sakamoto-sama y sus demás colegas.

Sin dudarlo. Toma una de las agujas largas. Estas son de metal y miden treinta centímetros aproximadamente.

Kiku comenta acercándose a Wakamatsu-dono:

―Le contare porque Sakamoto-sama no lo quiere dentro de su círculo de comerciantes. Porque si, yo sé eso. Es porque usted no lo entiende en realidad. Lo que significa usar una máscara social. Así como ellos y yo la tenemos que usar para obtener más beneficios y guardar nuestras apariencias reales. ¿Cree que usted en verdad tiene poder? No tiene nada. Tomar las cosas a la fuerza, no tiene sentido si no es capaz de conservarlas… todo el mundo lo odia y le teme. ¿Cree que con esos antecedentes la gente no se molestara en querer quitarle todo lo que ha obtenido? Si no logra hacer que se pongan de su lado asiéndolos creer que es por su voluntad propia primero. Su poder no existe ―el niño sujeta la aguja con su puño justo por el medio alzándola para clavarla con todas sus fuerzas en el rostro del hombre ―De lo contrario un niño pequeño no estaría a punto de quitarle la vida.

Se detiene en seco. A escasos milímetros del ojos izquierdo de Wakamatsu quien inmovilizado solo suelta leves chillidos aterrorizado. Entendiendo que Kiku hablaba enserio.

―He aprendido mucho de Sakamoto-sama. Y como regalo, él ha dejado que sea yo quien acabe con su vida. Pero sabe, también es una prueba para mí. Una venganza. Una manera en la que él vera que tan lejos estoy dispuesto a llegar para cubrir mi apariencia. Una que el mismo no está seguro que haya visto por completo. A la vez que será un regalo para mi amado Nadeshiko. Si pudiera, lo haría ver todo lo que le aria para que lo entendiera por fin. No. No solo eso. Si pudiera hacer que él participará en su asesinato ¡seria como un ritual! ¡una promesa de amor eterno entre ambos! Aunque yo no espero que usted o alguien más entienda eso…

Se pone de pie para montarse  sobre el pecho desnudo del desesperado hombre dándole la espalada. Aprieta la grasa de su estómago. Separa dos gruesos pliegues amasando con sus manos y con todas sus fuerzas clava la aguja hasta que su puño choca contra la carne. El hombre suelta algo parecido a una arcada larga.

Kiku sin darse cuenta se ruboriza. No ve sangre brotar pero si como la zona enrojecerse y se calienta por el acular de la sangre:

―Por eso. Aunque Nadeshiko no esté aquí conmigo. Tenga seguro que todo lo que are será, como si él pudiera verme―. Arranca la aguja obteniendo otro ruido poco audible ―Vaya. Pensé que saldría un borbotón de sangre pero creo que tiene tanta grasa en su cuerpo que impide que salga ―voltea su rostro y le sonríe apacible a Wakamatsu―. O tal vez solo debo de hacerlo con más fuerza.

Vuelve a clavar la aguja con más intensidad. Siente como el metal se incrusta en la piel de su pequeña mano y jala casi de inmediato, pero no haya sangre más que en la aguja. Repite de nuevo pero esta vez deja la aguja ensarta. Los pliegues de piel ocultan casi en su totalidad el metal.

―En su caja hay más agujas ¿será capaz de aguantarlas? ―Kiku se baja del pecho del hombre ―Sakamichi-sensei me explico una vez, porque a los pacientes se les da medicina para inmovilizarlos o hacer que ya no tengan dolor. Dice que todas las personas tenemos un límite de tolerancia al dolor. Que cuando es demasiado nuestra mente no soporta, colapsa y morimos aun que nuestro cuerpo aun pueda resistir más. El dolor puede matarte. Eso es extraño para mí. Por qué el dolor es lo único a lo que mi cuerpo reacciona con excitación― camina hasta la caja y toma las agujas restantes― Por eso me pregunto que pasara primero ¿se morirá de dolor o por el contrario su mente se volverá como la mía y se excitara?

Abre las agujas como un abanico mostrándoselas a Wakamatsu-dono. El desdichado cerdo humano no podía más que gritar para sus adentros con horror. Preguntándose cómo había terminado siendo la victima de este niño cuya alma era más negra que la suya propia. Esa desesperación que hiso sentir a tantos niños la llevaba al siguiente nivel porque sabe que va a morir humillado y despojado.

Kiku por su lado se dedicó a su labor clavando cada una de las agujas entre los pliegues de piel y grasa del estómago del hombre. Imaginando por momentos que sujetaba las delicadas manos de Nadeshiko quien lloraría en ese momento y clavaban juntos las agujas. Suspiraba con solo esa idea. Fueron diez agujas en total. La enorme masa que era Wakamatsu parecía un alfiletero. El niño paso sus dedos entre ellas como si fueran las cuerdas de un instrumento musical mientras miraba la cara de Wakamatsu ahogada en lágrimas de sus ojos que parecían idos por el inmensurable dolor. El niño retiro las agujas una por una sin nada de cuidado, cuando quito el último lamio la sangre escurriendo en la punta.

―No salió ni una gota sangre de su cuerpo. Eso me beneficia pero me hubiera sido interesante ver cuanta sangre tiene una persona de su tamaño. No. miento ―sonríe cálido―. Ese es el plan desde un principio. ¡Oh! ¿Pero qué es esto? ―pregunta el niño  con voz dulce mientras observa al hombre orinarse dentro de su fundoshi ―será mejor que lo quitemos. Y pasemos al siguiente paso.

Se arrodillo entre las piernas del hombre en  aquel enorme charco amarillo maloliente a alcohol. Desamarra la prenda de ropa interior hasta jalarla por completo. Se escucha cuando el vuelve a tomar una de las agujas del suelo. Sin embargo en lugar de ir hacia Wakamatsu. La clava en su propia pierna. Kiku suelta un terrible grito que suena a dolor, pero para él, es el estímulo suficiente que necesitaba para inclinarse excitando con la lengua el miembro delante de él. Lame desesperado e introduce todo a pesar de la flacidez en su boca, a la vez que muele la aguja en su propia carne, sacándola y clavándola en lugares diferente de sus piernas de manera poca profunda. Lo suficiente para sentir placer, pero no demasiado para poder moverse a su voluntad. El sabor en su boca es increíblemente fuerte. Su cabeza da vueltas. Nota como su acción tiene el resultado deseado provocando una erección. Abre su boca, se levanta y pisotea el miembro de Wakamatsu con sus pie húmedo en orina.

― ¿Esa cosa inmunda se puso dura a pesar de haberlo hecho pasar por tanto dolor? Pero qué curioso.

Se raspa así mismo el vientre con la punta de la aguja. Dejándose marcas rojas parecía a hilos delgados sobre su cuerpo. La suelta dejándola en el piso y se acerca de nuevo a la caja de madera con la mirada intoxica de placer. Toma entonces lo que parece un atado de cuerda delgada color verde.

―Con un cuerpo tan enorme con el suyo no es de sorprenderse que necesite de un ´higo zuiki´ para mantener su erección ―desenrolla el ovilló― pero no necesitaremos remojarlo en agua caliente. Nunca lo hace, por eso hace sangrar a todos niños con los que está. A mí no me importa esa parte. Así como a usted no debe de importarle que el atado se lo realizará un novato sin experiencia. Dicen que si lo haces mal se corre el riesgo de perder el pene. Pero usted terminara muerto así que no importa que tan fuerte lo amarre.

Comienza a envolver el tronco del pene de Wakamatsu con el cordel que, con los usos correctos era uno de los juguetes sexuales más recurridos por los samuráis mayores pero que en manos de ese niño sería una tortura. Aprieta tan fuerte como puede tanto que la cabeza del pene de Wakamatsu antes rosa oscuro se vuelve violeta.

―Ahora tendremos sexo ―sentencio el menor―. Un niño pequeño va a violarlo. No habría nada más humillante que eso para usted.

Dicho esto se montó sobre el hombre. Se aferró al enorme estomago mientras descendió su caliente cuerpo, introduciendo el doloso miembro dentro de él, deliberadamente hasta el tope.

―El pene que le quito su virginidad a Nadeshiko está dentro de mí. ¡El sintió este mismo dolor!

Exclamo Kiku casi sin aliento antes de abandonarse por completo y moverse desenfrenado  arriba y abajo. Sujetándose fuertemente de los rollos de piel y grasa del hombre hasta incluso poder reclinarse por completo hacia sus espaladas en completo placer mientras gritaba y gemía parecido a que si estuviera sufriendo. No está seguro de cuánto tiempo estuvo disfrutando de su faena. Pero cuando se sintió completamente satisfecho y se corrió sobre el cuerpo de Wakamatsu. Se levantó. En la cuerda se veía rastros de sangre. Se arrastró sobre el estómago hasta que su rostro quedo cerca del de Wakamatsu quien ya con espuma saliéndole de la boca, gritos ahogados y ojos en blancos, estaba desconectado de este mundo con la única sensación que experimentaba siendo el dolor.

Kiku se sonrió oscuro. Se levantó:

― ¿Ser dominado por un niño le ha molestado tanto? ¡Qué tal! No aseguraba que el culo de un chico era el mejor. Bien entonces tómelo todo. ―de inmediato se sentó sobre la cara de su victima dejando caer todo su peso ―Saboréelo bien. Aquí está el culo que tanto lo éxito al principio de nuestra velada. Lámalo por última vez. Trate de hacerme sentir bien  como último regalo ¡Diga gracias y lama con gratitud!

Y se quedó quieto en ese lugar sintiendo la respiración del hombre agotarse hasta la asfixia. Hasta que ya no hubo nada. Ni lamentos, ni quejidos. Solo un terrible silencio sepulcral que aumento a la par que los gemidos de Kiku se opacaban.

Wakamatsu-dono había muerto.

“Tan larga espera. Para tan corto juego”

Le dijo Kiku a Tsubaki. Con lo que parecía calma.

Tsubaki sin embargo estaba hasta el límite. Sus ojos estaban llenas de lágrimas mientras se tapaba la boca con ambas manos tratando de no devolver el estómago ante tal aberración contada. No puede. No puede con esto. Y simplemente saca todo, vomitando en el piso de la habitación de su hermano. A quien mira tan tranquilo, elegante, sonreír con amabilidad.

Kiku continúa su relato. Revelándole el que podría ser su mayor secreto.

“Cuando verifique que Wakamatsu-dono estaba muerto. Termine de acomodar mi escenario para dar mi mejor actuación. Me tome la droga que Okaa-san me dio y me tire al piso cercas de él. Me hubiera gustado ver la cara de las sirvientas cuando nos encontraron antes de cerrar la casa. Nadie lo podía creer. Wakamatsu-dono tuvo un ataque mientras violaba a una de sus drogadas víctimas. Al menos ese fue el resultado que dio Sakamichi-sensei y otros dos doctores cuando fueron a revisar el cuerpo. No podían culparme, para ellos yo estaba completamente drogado cuando tuvimos sexo y no pude perpetrara un asesinato o defenderme si quiera. No notaron ninguna de la cicatrices de las agujas ocultos en el enorme cuerpo de Wakamatsu. Para los doctores y todos en el barrio él había tenido un ataque en el peor de los momentos. Sin embargo, decían que al menos había tenido un final feliz. ¿Será? “

Tsubaki niega con la cabeza impulsivamente ya no quiere escuchar nada más. Tiene arcadas y vuelve a vomitar en el piso.

“Todo salió perfecto” Kiku parece no importarle la reacción del más pequeño “Él ya no volvería a molestar a nadie. Un par de días después Okaa-san me mando a llamar a su despacho”

― ¿Ya sabes cuál fue el veredicto de los doctores que vinieron por el incidente de Wakamatsu-dono? 

Le pregunta la mujer sentada fumando su pipa delante de una mesa llena de papeles y pergaminos.

―Si. Fue un terrible incidente. Pero como les dije no recuerdo mucho de lo que paso. La droga que me dio fue demasiado fuerte para mí.

Se excusa el pequeño Kiku al que se le notaba vendajes en su cuello, brazos, piernas, tenía moretones en la cara. Nada extraño para alguien que estuvo con Wakamatsu.

―Entiendo ―Okaa-san aspira y suelta el humo―. Hoy en la mañana recibí una carta de uno de los allegados a Wakamatsu-dono. Al parecer el dejo por escrito y sellado que dejaba el sesenta por cierto de su fortuna a la casa. Nadie ha puesto objeciones a ello. Incluso dicen que fue lo más natural ya que él disfrutaba de este lugar como de ningún otro.

― ¿Heee? ¿En serio?―Kiku le sonríe dulce y ladea su cabeza a un lado―. Que hombre tan generoso resultó ser Wakamatsu-dono. Con eso la casa tendrá una buena cantidad ahorrada de dinero y no tendremos problemas en un par de años. Todos podremos seguir viviendo juntos y tranquilos.

Okaa-san mira fijamente a ese niño. Es como si este no entendiera lo que paso. No, es como si no le afectara. Cualquiera en su extraña posición estaría aterrado de ser culpado y expulsado de su casa.  Kiyoha se sonríe. Toma otra calada de humo y seriamente dice:

―Toma tus cosas… desde hoy tendrás tu propia habitación. En cuanto tus heridas mejoren hare tu nombramiento oficial como Hana. Espero mucho de ti. No me decepciones.

―Muchas gracias Okaa-san ―agradece el niño ocultando su sonrisa tras la manga de su kimono―. Respecto a lo de la habitación. Si no es mucha molestia, quisiera que me diera la habitación que le perecía a Tsutsuji Nii-san.

Okaa-san abre los ojos enormemente. Nadie había querido tomar la habitación de Tsutsuji. Que decir de tan si quiera querer pararse dentro de ella. Incluso tuvo que regañar a algunas sirvientas por atreverse a poner talismanes en la puerta para ahuyentar la mala suerte y los espíritus malignos ante la superstición que se tenía ante el suicidio de alguien.

― ¿Seguro? ―esta tan sorprendida que no puede evitar preguntara―. Puedo darte una de las habitaciones buenas. Una con balcón incluso.

―Si lo estoy. Ese es un lugar importante para mí. Uno de mis más queridos hermanos mayores vivió allí algún tiempo. Me gustaría honrar su memoria. En lugar de pensar que su alma vaga en esta.

Kiku miente. No le interesa nada de ello. Por otra parte estar en la habitación donde paso tanto tiempo con Nadeshiko es más atractivo.

―Es tuya. Tómala ―Okaa-san no pregunta más―. Pero después no quiero quejas o que digas que tienes miedo o que ves un espíritu o alguna tontería de esas.

―Eso no pasara. No se preocupe.

Para los demás chicos en la casa Kiku se había convertido en una especie de salvador a sus ojos. Ninguno de ellos le había hecho alguna pregunta innecesaria. Los mayores sabían que algo había hecho ese niño seguramente. Algo de lo que no tenían pruebas pero que les traía el beneficio de deshacerse del peor cliente de todos. A pesar del descontento de unos pocos, Kiku tomo al poco tiempo su cargo como Hana.

―Me preguntaste que fue lo que le pedí a Sakamoto-sama ―Kiku sigue narrando sin importarle el terrible destre que Tsubaki ya ha dejado en el suelo―. Le pedí que cambiara y modificara todos los papeles de Wakamatsu-dono para que nos dieran su fortuna. Claro que él no lo hizo gratis. ¿Quién crees que se quedó con el otro cuarenta por cierto de su fortuna? Además para Sakamoto-sama, Wakamatsu-dono también era un inconveniente. Atraía demasiado la atención de manera negativa para su grupo. Así que nuestros intereses concordaron. Bueno, ya te conté la verdad que tanto querías saber. ¿Estas satisfecho? Jamás había hablado de esto con otra persona. Eres afortunado de conocer algo que los demás no. Aun que me imagine que tendrías una expresión así.  ¿Ahora que aras? No pienses que si vas y le cuantas todo esto a alguien te va a creer. Por qué si a Nadeshiko jamás nadie le ha creído, menos a ti que eres un Autobureiku. Debes de tener en cuenta que si yo voy y le digo a Okaa-san. No mejor dicho, a cualquiera que me has robado alguna alhaja o algún dinero te ira terriblemente mal. ¿O que tal si no digo que fuiste tú, si no alguno de tus amiguitos? Puedes darte cuenta que yo puedo llegar muy lejos. Pero no quiero que lo tomes como una amenaza, solo te pongo los hechos claros. No eres un mal niño. Al contario. Si decides quedarte a mi lado. Puede que te enseñe todo lo que yo sé. Para que te vuelvas Hana rápidamente. ¿No te gustaría eso? Obtener fácilmente todo lo que quisieras. Por supuesto tendrás que abandonar algunas cosas en el camino.

Tsubaki tiembla de los pies a la cabeza sin control. Su hermano está hablando en serio. Sus ojos son tan fríos que no lo soporta. Apenas intenta ponerse pie, cae lleno de pavor. Su hermano sigue  sonriendo dulce.

―Piénsalo bien. Es lo que más te conviene. Te doy tiempo para que me des una respuesta.

Tsubaki toma una gran bocanada de aire que se queda atorada en su garganta. Corriendo sale de la habitación chocando con una sirvienta. A la cual no le importa empujar.

― ¿Todo está bien Kiku-Hana? ―pregunta la anciana asomándose por la puerta.

―El pequeño se siente enfermo del estómago ―sonríe lindo el mayor poniéndose de pie―. Por favor limpie la habitación correctamente. No quiero mal olor en el suelo cuando suba con un cliente. Iré a bañarme con los demás. Se lo encargo mucho.

El chico tomo sus cosas y bajo tranquilamente a asearse.

Tsubaki por su lado. Había corrido al lado opuesto del pasillo. Ni siquiera sabe por qué fue a ese lugar. Comenzó a llorar desoladoramente tan fuerte que hizo salir al dueño de la habitación.

― ¿Qué ocurre aquí?

Nadeshiko apenas abrir su puerta. Tsubaki se abalanza a sus brazos y ambos caen sentados al piso. El menor trata de ocultar su rostro en el pecho del confundido chico que ni siquiera le ha pasado por la mente el abrasarlo o algo. Por qué simplemente está sorprendido de escucharlo entre sollozos.

― ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho!

 

Continuara...


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