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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Capitulo XXV

― ¡Suika! ¡Suika! ¡Despacio! ¡Lento!

Ran ruega acostado boca arriba sobre el suelo, tiene el kimono abierto de par en par con la tela esparcida debajo de él, ya que Suika no le había permitido ni siquiera quitárselo. Solo puede apretar los dedos de sus pies y sostener al menor de la cintura tan fuerte como puede. Suika por su parte, se había desnudado por completo, tan rápido que Ran no pudo creerlo. Se montó sobre él, dándole la espalda.  Frotando desesperadamente su suave trasero sobre la erección despierta del otro atrapado en el fundoshi.

― ¡Suika, más lento!

Pide nuevamente Ran. Su cuerpo está envuelto en una clara excitación que lo asfixia. Trata de no enloquecer, no sabe cómo es que Suika se logró acomodar de tal manera que frota sus testículos sobre su pene. Es tan suave, cálido, sensitivo. Se estremece de nuevo tratando de no sucumbir a todo ello. A todo ese deseo. Escucha la respiración agitada de Suika. Es como si se perdiera a si mismo cuando la lujuria del momento le atrapa. Se vuelve perverso, atrevido. Su rostro se congestiona de pación, su lengua sale de su boca mientras sus ojos destellan pícaramente, asomándose indiscretos entre el largo de su flequillo. Su cuerpo se mueve irresistiblemente complaciéndose a sí mismo, sin escuchar los ruegos del otro.

― ¡N-no puedo más! ¡Suika, me vengo! ¡Ahhh!

Advierte el moreno para hacer que su compañero se levante de él, pero en su lugar el menor solo restriega aún más sus caderas, hasta sentir las palpitaciones del miembro del otro entre sus nalgas al momento de soltar su carga, dejando mojado y pegajoso.

Ran queda tendido, cansado. Sin embargo, sabía que aún no habían terminado. Esto no se acababa hasta que Suika estuviera satisfecho. Mira al otro levantarse, riéndose malicioso:

―Ran…  ―le llama agitado―. Déjame limpiarlo todo…

El mayor asienta con la cabeza sintiendo el rubor volverle a la cara. No puede negarse a ninguna petición que le hace el otro. Ran, había admitido sus sentimientos por Suikazura. Había pasado de admirarlo y respetarlo por su talento a gustarle y quererlo.

Al principio le molestaba muchos las insinuaciones Deiji que le hacía o los comentarios taimados de Hinageshi. Era como si ellos hubieran descubierto un secreto que el mismo se negaba a ver en un principio. Pero ahora el mismo ya no negaría sus sentimientos. Al menos no para sí mismo. Quiere proteger a Suika, quiere permanecer a su lado, quiere seguir siendo la única persona con la que Suika puede desahogarse.

―Tu lengua se siente bien… me hace cosquillas…

Sonríe. Una ola cálida asciende desde la parte baja de su estómago hasta su cara. El menor lame despacio sobre la tela mojada del fundoshi, anhelando el semen acumulado.  El chico de flequillo largo parece entretenerse olfateando el aroma fuerte, revoloteando con su lengua, atrapando con sus labios la tela y succionando los líquidos tan fuertes para que traspase,  saboreando mejor.

―Tienes un sabor más suave que el de Hinageshi Nii-san… ― Suika comenta. Abre su boca, enseñando su lengua mostrando el manjar que disfruta tanto. Tragándoselo enseguida―. No está mal…

Vuelve a su tarea, succionando el miembro de Ran sobre la tela, hasta conseguir enderezarlo de nuevo, resaltando encantadoramente sobre el borde superior del fundoshi, asomando la punta.

Ran ruboriza completamente excitado, se cubre el rostro cruzando sus brazos sobre él. Siente los dedos de Suika jugar con sus testículos, cosquilleando sus órganos de tal manera que siente que se correrá de nuevo. Estas eran de las más deliciosas caricias que Suika le ha procurado.

―Ahhh…

Suelta un grito. Ante el vibrar fuerte de su cuerpo cuando el menor asciende por él. Pegando sus pieles lo más que puede.

―Ran ―le llaman―. Ran… ―Suikazura aparta sus brazos de su cara.

El mayor luce tan indefenso ante los lúbricos ojos del otro. Esos bellos ojos caoba que siempre esconde para todos, menos para él.

―Ran… eres asombroso… se te pone muy dura rápido… ―mientras decía esto, Suika apretaba el pene de Ran en su mano, sacándolo por un lado del fundoshi junto a sus bolas. Acomodándose, para que los testículos de ambos se frotaran uno sobre otro a la vez que sus miembros se rozaran en el muslo del contrario―. Además te puedes venir… Me da envidia…

― ¿Qué dices? ―El mayor contesta avergonzado esquivándole la mirada―. Eso no es tan impresio…

Suika no lo deja excusarse. Le roba otro beso profundo, asegurándose de enredar sus lenguas, al igual que ambas manos. Comienza a frotarse. Su manera de moverse es tan lasciva como sus palabras, sacudiéndose de una manera que provocaba en Ran un enorme deseo. A comparación de él, Suika si había aprendido varias maneras de conseguir placer de Hinageshi. Siempre mostrándole una posición nueva que los hacia gozar a ambos.

Ran esta tan sobre excitado:

― “N-no puedo respirar…” ―La lengua de Suika es tan suave y le llega hasta la garganta. No puede pensar con claridad― “me… voy a… venir de nuevo…”

Soltó otra emisión sin poder contenerse. Todo su cuerpo esta tan irritado por el placer que siente que se desmayara en cualquier momento.

Suikazura por su parte, termina su apasionado beso. Jadeando, sonriendo restregándose para llenarse los muslos lo más que podía con los líquidos indecorosos del otro.

―Ran… ¡me encanta esa sensación pegajosa!… ¡hazlo más! ¡Todo lo que quieras! ―grita Suika con la cabeza tan caliente por la excitación―. ¡Sé que aun puedes hacerlo más! ¡Solo una vez más!

Sin darle tiempo de pensar al mayor. De repente siente como Suika se acomoda de nuevo sobre su cuerpo. Sigue sobre él, con la diferencia que lo hace acostándose boca arriba. Se mueve de manera brusca tratando de acomodarse. Busaca con su mano el pene pegajoso de Ran que está comenzando a reblandecer. Sin importarle eso, lo coloca entre sus muslos que frota uno contra otro ofreciendo un masaje.

―Suika… Ya no puedo más… de verdad…

Ran se siente sofocar, el cabello del otro queda justo debajo de su nariz. Incluso eso huele a sexo. Lo rodea fuertemente con ambos brazos por el pecho para evitar que el menor se caiga. Ya está llegando al límite de sus fuerzas y el peso extra de Suikazura sobre su cuerpo es demasiado.

―Solo un poco más… solo un poco más… ya casi… solo un poco más… no me odies…

Suika implora ansioso.  Sin dejar de frotar sus muslos, moviéndose sin control alguno.

― ¡Claro que no te odio!  

Ran junta todas sus fuerzas para acomodar de mejor manera al menor. Inmediatamente una de sus manos se va directo a la erección del otro que comienza a friccionar. Mientras que la otra la dedico a pellizcar uno de los pezones duros, que tanto había querido tocar.

― ¡Ah! ¡Oh! ¡Ran! Más rápido… más...

Suika clamaba sin dejar de mover las caderas de arriba hacia abajo para magnificar el contacto. No se contiene y se olvida de todo. Hasta que sintió la onda de placer llegarle. Encogió las piernas hasta llevar sus rodillas sobre su pecho y cerrar sus puños con fuerza. Soltó un suspiro liberador tan grande que cualquiera que pasara por fuera de la habitación lo hubiera podido escuchar, hasta que su cuerpo se aflojo por completo dejando caer todo su peso sobre Ran que no podía más que abrazarlo en esa posición tan extraña.

―Ah… no te odio ―Ran apenas puede hablar agitado sofocado―. Todo está bien, Suika.

El menor lentamente se rueda. Bajándose del cuerpo de su compañero. Se hace bolita y trata de recuperar el aliento. Ran aprovecha ese momento para girarse y abrazarlo por la espalda. Esto es lo que el mayor más disfruta. Ese breve momento de calma antes de que Suikazura regresara a su actitud seria. Entrelaza su mano por arriba de la mano de Suika.

― ¿Estas mejor? ¿Te sientes más tranquilo?

Pregunta quedamente a su oído con una sonrisa.

Por su parte, el niño de flequillo largo suelta la mano de Ran lentamente mientras se sienta en el piso. Se toma unos segundos. Suspira, cambiando su mirada a la de alguien avergonzado de lo que hizo, agacha la mirada y se acomoda el flequillo cubriendo sus ojos.

―Si ―contesta serio―. Gracias. Hay que vestirnos ya. Antes de que venga alguien y nos encuentre.

―Si. Claro. Tienes razón.

Ran le contesta un poco decepcionado.

Este es el motivo por el cual Ran guarda sus sentimientos para sí mismo. El mejor que nadie conoce la forma estricta de ser de Suikazura consigo mismo. Sabe que él jamás se permitirá quererlo de la misma forma que él lo quiere. Lo ha escuchado tantas veces repetirse su mantra a si mismo mientras practican a solas “Debes ser elegante, ocultar tus emociones y mantener la calma, de lo contrario no podaras tocar con dignidad” que sabe que le sería imposible que Suikazura abandonara con tanta facilidad sus ideales, su talento. Si le dice que le gusta, solo lograra angustiarlo más. Angustiar a un podre niño que no sabe manejara sus emociones al grado de salir corriendo si alguien le dice algo que no le gusta, solo porque le avergüenza que alguien lo vea tener un capricho, un desplante, una rabieta. Justo como paso hace un rato cuando sus hermanos mayores les aconsejaron ser ellos mismos y que tocara algo que él quisiera de verdad. Ran no es capaz de hacerle estas observaciones a Suika, como el hecho de que deja de caminar con los pies hacia adentro cuando esta alterado o que su actitud puede ser considerada soberbia para los demás. Abecés siente que lo mejor que puede hacer es tratar de intervenir por él con los mayores, defenderle. Por qué Ran está convencido que son los demás los que no entiende a alguien como Suikazura que rebosa de un talento que despierta los celos de los otros. Porque Suika no es un chico como los demás, es un chico talentoso, de buena casa, al que se le pidió mucho desde muy pequeño. Alguien muy diferente a él. Alguien que incluso considera mejor que él.

―Lo lamento mucho.

Escucha a Suikazura disculparse. Esta sentado en un rincón de la habitación de esa manera tan incómoda que llaman Kiza, con la cabeza agachada como si lo acabaran de regañar, acomodándose el cuello del kimono para que quedara tan perfecto que dudarías que se había despojado de él.

Ran sin embargo, está confundido. No sabe que sentir cuando el menor le ofrece una disculpa si nunca le hacho algo malo que no quiera. A veces puede ser un poco abrumador. Nadie imaginaria que el pequeño y callado Suikazura podía ser así de pervertido. Sí, no es que más. Ya que la propia limitación de su edad y conocimiento sobre aquellos temas de adultos lo limitaban aun. Ran sabe que en cuanto un adulto toque Suika de verdad la noche del Mizuage, la cuerda que ata las emociones del niño de flequillo largo se romperá y teme por el resultado de eso.

El mayor termina de des amarrarse el fundoshi sucio lleno de semen, sudor y saliva. Aprovecha esta misma tela para limpiarse entre los muslos y sus genitales, antes de cerrarse el juban blanco debajo de su kimono amarillo que lucía bastante arrugado. Ran nota como Suika aprieta las manos sobre su regazo.

―No pasa nada. Te dije que no te odiaba… lo que acabamos de hacer… por mi está bien.

Ran trata de animarlo. No mienta. De verdad cree que es bueno que Suika tenga a alguien con quien desahogarse. Y que él sea esa persona es lo mejor. Se siente privilegiado de conocer esa parte de Suika, una que incluso sabe que Hinageshi desconoce. Ya que Suikazura le ha confesado que él no se mueve y trata de reprimirse tanto como puede cuando esta con su hermano mayor.

Ran le da la espalada a su acompañante en cuanto siente sus mejillas calentarse, ruborizándose al recordar las lujuriosas palabras que el otro le dijo hace un momento. ¡Uggghh! Siente la tela del juban pegársele en la entre pierna hasta las rodillas. Cierto, había limpiado a Suika con su juban. Ignora la sanción fría y pegajosa, se acomoda el kimono.

―Ran… yo…

―Te dije que te ayudaría con lo que necesitaras ―el mayor toma el obi del piso y se lo amarra fuertemente mientras voltea a ver al otro niño―. Está bien que te desahogues de alguna manera…

Ran nota como Suika ruborizar por debajo de su flequillo. Pero al mismo tiempo lo nota más tranquilo. Más dispuesto a hablar y a escuchar. Así funcionaban las cosas, siempre y cuando Ran no mencionara mucho de lo que hacían en voz alta. A pesar de eso. Ese tipo de contacto más íntimo,  los había hecho más cercanos. Habían cimentado los sentimientos de Ran para admitir enamoramiento de su parte. Mientras que Suikazura, considera a Ran su confidente. Aun la palabra amigo era demasiado para que la utilizara. Sin embargo admitirá que le tiene mucha más confianza a Ran en ese lugar que a cualquier otra persona. Quiere recompensarlo por todas vergüenzas por las que lo hace pasar. Por mostrarle lo asquerosamente pervertido que puede ser. Por eso lo escucha, si Ran le da un consejo lo tomara demasía en cuanta, si no es que lo acataría. Por qué un chico como Ran que puede ver tan claramente en su cabeza lo que es la música, no, lo que el sonido del corazón de los otros trasmite; no puede ser una mala persona. Algo que Ran se ha esforzado en demostrarle.

―Ah… te deje hecho un destre… ―apenas puede decir Suika con un hilo de voz, tratando de ocultar que está nervioso―. Debes de sentir incomodo el kimono. Lo mejor es ir rápido a la habitación de Hinageshi para hachearnos correctamente… yo también…debo de oler… tan…

―Ya. Está bien ―Ran lo interrumpe. Se acerca a él rápidamente y tomando el rostro del otro niño con ambas manos, lo hace alzar la cara y aun que el flequillo se interpone entre la mirada de ambos. Suika se queda callado sabiendo que Ran no lo soltara―. Escucha. No pasa nada. Saldremos ambos tranquilamente. Si alguien pregunta yo conteste por ambos y si te molestan yo les dará una golpiza. Tú ya no tienes que preocuparte de nada. Yo cuidare de ti… ―Ran desvía la mirada ruborizado, soltando lentamente a Suika―. Ya sabes… como amigos...

Suikazura solo asienta tímido con la cabeza. La palabra amigo le incomoda. Siente que no es digno de ese calificativo. Contesta:

―Te enseñare todo lo que pueda para que puedas tocara el Koto. ―eso es todo lo que siente que le puede ofrecer por el momento―tienes talento natural para ello ―comenta en voz baja.

Ran por su parte, se ruborosa de sobremanera mente y niega agitando las manos:

―Claro que no…  es decir, aun no soy muy bueno, apenas hemos tocado unos cuantos acordes y me confundo…  ―baja un poco la voz avergonzado, jugando con sus dedos―. Además ya me escuchaste en el shakuhachi, soy un desastre, me equivoco mucho… y eso que tú te tomaste la molestia de componer esa canción para que yo tuviera algo que presentar, solo porque te la pidió Deiji.

―No fue una molestia ―contesta el menor taciturno―. Solo adapte una canción infantil. No creo que se le considere una composición de verdad.

― ¿Qué dices? Ni siquiera se escucha como una canción para niños. Yo no sería capaz de hacer algo así. Por eso me sigo escuchando mal. No puedo ser como tú.

― ¿Cómo yo?

Pregunta Suika poniéndose de pie. Ese comentario lo descoloca un poco.

―Sí, tan maduro. Digo, por lo que dijo Hinageshi. ¿De verdad estas incomodo? no se nota nada. Además si fuera cierto. Tocas hermosamente incluso algo que sientes obligado. Aunque admito que si me da curiosidad. ¿Cómo se escucharía algo que tu realmente desearías tocar? Apuesto que dentro de mi cabeza lo poder ver tan claro que hasta pensare que estoy en aquel lugar. Eso sería grandioso.

― ¿Grandioso? ¿Las cosas que yo quiera tocar? ―el menor se mira las manos.

―Ya estoy listo. Vámonos ―Ran se asoma por la puerta discretamente―. No hay nadie. Ven

El mayor toma al menor de la muñeca y salen discretos de la habitación.

En el exhibidor todos los chicos están bien atentos a lo que ocurre en el pasillo. Algunos asoman sus cabezas, sabiendo que se pueden ganar un buen castigo por ello. Pero esto era inesperado.

En cuanto aquel sujeto lo reconoció. No solo le basto con gritarle desde afuera de la casa. Si no que tuvo el atrevimiento de entrar por la puerta principal y pedirlo. Sin embargo, su cara cuando la encargada le dijo de cuanto era la tarifa solo por hablar con él, fue muy divertida. Nadeshiko pensó que con eso, ese sujeto demitiría, pero no fue así. A pesar de su expresión inconforme extendió un saco de dinero  frente a la encargada. Sin embargo, esta le pedio un momento. Llamo a uno de los niños que estaba en el exhibidor y le pidió que le dijera a otra sirvienta que fuera por Okaa-san. Lo cual hicieron.

― ¿Qué ocurre? mi dinero es tan bueno como el de cualquier otro.

Le contesto el hombre. Que llevaba una hakama azul oscura. El ya pasaba de los cuarenta. Se notaba en las gruesas líneas de su frente y en la dura expresión de su rostro. Su cuerpo lucia fuerte y su piel estaba morena por el sol. Su cabello negro estaba atada en una coleta de samurái con una peculiar cinta roja.  

La encargada pensó en una primera instancia que se trataba de un samurái por la forma en la que vestía. Dentro del Yukaku a los samurái se les prohibía entrar con sus katana al distrito. Tenían que dejarlas en la entrada resguardadas por las personas encargadas de dar el pase de entrada, un pequeño tablón de madera que los acreditaba como visitantes y no como habitantes. Esto no solo con el objetivo de seguridad, sino también para que cualquiera fuera tratado como un igual dentro del distrito. Aun así, había ciertas desconfianzas, ante algunas des concordancias entre la forma de vestir de las personas y la cantidad de dinero que podían cargar. Había lugares en donde a las dueñas y Okaa-san no les importaba de donde sacaba el dinero los clientes. Bien pudieron haberlo robado a algún podre incauto, pero mientras les pagaran los servicios como eran debido, podían pasar eso por alto. Sin embargo, en esta casa, por otra parte se tiene sus reservas.

―Debe de permitirnos un momento. El onnagata que usted solicita es uno de nuestros Hana. Es la primera vez que viene a verlo, así que tenemos que obedecer el protocolo.

Le responde la anciana mujer notando el acento fuerte que con la que hablaba el hombre y que no puede identificar. También analiza más detalladamente sus ropas. No es fina como la de alguien de clase Shi. Ni de colores llamativos o tan excéntrica como la que tenían algunos comerciantes. Incluso llevando una hakama muy simple.

―Con que Hana ¡he! ―el hombre se cruza de brazos seriamente―. ¿Eso es una clase de rango alto?

―Así es, señor.

Ella reverencia con respeto. Para la mujer es obvio que ese sujeto no tiene idea de qué tipo de casa es a la que se ha metido. Lo que no es raro, a veces llegan sujetos como estos, pensando que el Raikorisu no hata es como cualquier kagemachaya ilegal que hay por allí. Razón por la cual mando a llamar a su señora antes de que puede ocurrir cualquier mal entendido.

― ¡Vaya! Usted debe de ser la Okaa-san de este lugar.

El hombre dice con bastante confianza al ver a Kiyoha llegar elegante con su pipa en mano.

―No tengo el gusto de conocerlo señor. Es la primera vez que viene a nuestra casa. Así que porque no se presenta.

Le dice ella con la guardia alta mientras lleva su pipa a la boca.

―Vaya es la primera Okaa-san que tiene la osadía de ser tan irrespetuosa con un cliente como yo. Su dueño se molestara con usted si me llego a quejar.

―Aquí la dueña también soy yo.

Le contesta la mujer seriamente.

El hombre no oculta su sorpresa:

―Entiendo. Supongo que las advertencias que me dieron son verdaderas. En ese caso, creo que tengo que ajustarme a sus reglas. Mi nombre es Yoichi Goda ―busca dentro de su ropa, sacando un pergamino con el símbolo del shogun. Lo ofreció a la mujer como si no le diera tanta importancia―. Soy uno de los comerciantes proveedores de Dejima. Así que tengo más que el dinero suficiente para hablar con quién yo quiera.

Remarca mientras mira a Nadeshiko que no puede más que desviar su rostro. Por otra parte, la sirvienta tomo el pergamino y se lo enseño a su señora, que sin dudarlo comprobó su autenticidad.

―Una disculpa Goda-sama. ―la dueña hace una reverencia. Sonríe complaciente―. No esperábamos que alguien de tanta importancia viniera a visitarnos sin previo aviso o solicitud. Veo que el renombre de mi humilde casa ha llegado tan lejos que incluso es conocido hasta en el otro extremo del país. Dígame en ¿qué podemos servirlo? ¿Algún servicio en particular? ¿Algún gusto en especial? Tenemos wakashu de gran variedad de edades… o quizás busca algún bello onnagata… nuestros niños son muy complacientes, jóvenes y muy sanos. ¿Cuántos necesita? Una gran personalidad como la suya merece tener a más de uno…

―Quiere a este.

El comerciante interrumpe sin más. Señala a Nadeshiko a quien le muestra una sonrisa presuntuosa.

Madre intuye lo que pasa. ¿Estos dos ya se conocían acaso? Ofrece calmadamente:

―Ese onnagata es uno de nuestros Hana. Sin embargo de los mayores y el de más bajo dentro del rango. ¿Quizás quiera conocer a alguno de los más jóvenes?

―No. yo quiero a este. ¿Acaso no está disponible? Estaba sentado en el Harimise (cuarto enrejado de exposición) con el resto, su rango no me importa. Ya le dije que tengo el dinero para pagar el servicio ―se muestra un poco más molesto―. ¿O acaso haya algún problema con él? 

A lo que la dueña aspira el humo de su pipa. Suelta:

―Entiendo. No hay problemas con él. Aquí respetamos lo que el cliente desea. Aunque también esperamos que respete nuestras reglas. Quiero que tenga en cuenta que este lugar es de alta clase y que no es como cualquier Chaya (casa de té)  en la que haya entrado antes.

―Si. Si. Como sea…

Le responde el hombre sin darle mucha importancia a pesar de su ceño fruncido.

―Adelante. Siéntase como en casa. ―se dirige a una sirvienta―. Conduzca a Goda-sama a la habitación Nadeshiko-Hana.

El hombre entro por el pasillo sin antes aventarle prácticamente el pesado saco de dinero a la dueña para después arrebatarle su pergamino. Y seguir a la sirvienta escaleras arriba.

Nadeshiko trata de ir detrás de ellos. Sin embargo, Okaa-san lo toma del brazo fuertemente. Advierte:

―Más te vale tratar bien al cliente. Da gracias por tu fortuna. Si logras hacer que él regrese no tendrás que preocuparte por tu deuda al menos este mes. Así que no te atrevas a rechazarlo.

―Lo sé... Iré con el cliente de inmediato.

El chico de kimono lila se suelta del agarre, se da prisa y sube las escaleras.

―Todos los demás, el turno de la tarde aún no termina. ¡Vuelvan al trabajo!

Ordena Okaa-san autoritaria y los demás niño corren dentro del Harimise.

Dentro. Uno de los niños le pregunta a uno de sus amigos:

―Oye. Oye porque Okaa-san se portó tan complaciente con ese hombre. Parece un campesino y no un comerciante. ¿De verdad tendrá tanto dinero?

―Idiota. ¿No lo escuchaste y viste su pergamino? Es uno de los comerciantes proveedores exclusivos de la ciudad de Dejima. Dicen que ese es el único lugar donde todavía pueden entrar los extranjeros para comerciar. Son pocas las personas a las que se les permite negociar con ellos. El pergamino que le enseño a Okaa-san debe de ser el permiso que les da Shogun solamente a ellos, incluso tiene el sello del emperador. Es decir, ese hombre es muy rico.

― ¡Ahhh! ¿Y porque que quiso al neurótico de Nadeshiko Nii-san?

― ¡Guarden silencio allá dentro! ―la encargada del turno regaña― ¡Okaa-san los castigara por haraganes!

 ― ¡Si!

Al subir a la habitación. Nadeshiko intentaba evitara mirar a Goda-sama mientras este conversaba con la sirvienta que le explicaba las reglas:

―Tendrá diez minutos con Nadeshiko-Hana. Solo podrán conversar. Pero el Hana se reservara el derecho de contestarle. Así como de rechazarlo si no le parece agradable.

―Está bien. No quiero coger.

El hombre suelta como si nada provocando en la sirvienta de un pequeño tropezón sorprendida, regaña:

― Sea respetuoso, por favor.

― ¡Oh!  Sí que se toman las cosas muy enserio en este lugar.

Comenta el hombre mirando a Nadeshiko de soslayo. El chico luce tan tímido, completamente lo opuesto a lo que alguien de su rango debería de proyectar. La mayoría de las mujeres de rango alto. Las Sancha y las Umecha, se muestras presumidas y prepotentes, siempre con esa aura de perfección inalcanzable. Eso es algo que le desagrada por completo y por ello no contrata a ninguna de ellas, a pesar de su gran nivel adquisitivo, incluso se ha dado el lujo de ser el quien las ha rechazado después de que se han enterado quien es él en realidad. Cosa que parece haberlo metido en problemas más de una vez ante la incredulidad de las situaciones que ha provocado por su falta de conocimiento. Quizás por ello, que de repente un chiquillo le gritara con gran osadía a la mitad de la calle, todo desaliñado y despeinado, lo provoco lo suficiente para ir a buscarlo. Intrigado, precisamente por eso. Por qué se trataba de un varón. No es como si en su ciudad natal no hubiera Onnagata, pero jamás le había interesado conocerlos. Menos, había visto a uno de frente. Esto debido a las circunstancias peculiares de su vida, que lo hace ser un forastero incluso en su misma tierra. Por ello, aún siguen impresionándole lo diferente que son las cosas, cuanto han cambiado. La naturalidad con la que todos sus colegas le alentaron a ir a buscar a un Kagema como si fuera un paso obligado que debía cumplir.

Llegan a la habitación. Y por impulso el hombre desliza la puerta de la habitación secundaria de Nadeshiko sin esperar a que la sirvienta lo hiciera por él. Sin embargo, solo hace una abertura en cuanto observa la mirada estupefacta de la anciana.

― ¿Goda-sama?

― ¡Ahh! Es verdad.

Lentamente baja sus manos como si hubiera recordado no cometer un descuido. Enseguida voltea ver a Nadeshiko esperando verlo reírse de el por ello al igual que a muchas otras. Pero el chico parece nervioso por alguna razón, como si tuviera una preocupación muy grande por lo que hay dentro de su habitación.

La sirvienta por su lado se sienta elegantemente y termina de abrir la puerta ella misma:

―Adelante. Yo los acompañare en su sesión de hoy.

―Espere ―el hombre se queja―. Quiero estar a solas con él.

―Pero las reglas dicen…

―Entiendo. ¿Dígame no hay una manera de arreglarnos? Ya le dije que no quiero sexo ―la mirada de la mujer le dice que no. Goda entonces se busca en el interior del hakama y saca una moneda de plata―. Qué tal si espera aquí afuera en el pasillo.

Le lanza la moneda. La mujer ni siquiera lo dudo cuando la oculto en el obi de su kimono. Se levantó y se recargo en la pared frente a la puerta de Nadeshiko sin decir nada. Goda se sonrió. Así que algunas cosas no cambian sabiéndole llegar al precio.

―Adelante. Es tu habitación después de todo.

Le dice al chico que se desconcierta. Mira a la sirvienta y esta parece alentarlo. Vamos, no es primer excéntrico que quiere hacer las cosas a su manera. Así que mientras no desafié demasiado ciertas reglas pueden hacer cuanto quiera.

Nadeshiko entro seguido del cliente que cierra la puerta de tras de él. Goda-sama no puede evitar sorprenderse al ver que la habitación esta serrada y que la iluminación del lugar depende  de lámparas encendidas como si fuera de noche.

―Este es un ambiente de seducción muy raro… Hey... Tú… ¿tú?

Se queda preguntando en voz alta en cuanto ve a Nadeshiko que no demoro en acercarse a Yuri que estaba sentado detrás de la mesa escribiendo. El mayor le susurra algo al oído e inmediatamente el pequeño albino deja las cosas en la mesa se levanta y con toda educación se acerca a un metro del hombre se sienta de nuevo y reverencia con todo respeto, saludando. El hombre se desconcierta. No dice nada y solo ve a Nadeshiko tomar lo que el niño estaba escribiendo e ir a la otra habitación, deslizando discreto la puerta apenas haciendo una abertura por donde atraviesa la luz del sol.

― ¿Ahhh? ¿Tú eres el que estaba debajo de la cobija en aquella ocasión? ―el hombre inspecciona con la mira a Yuri que no le contesta―. Tú tampoco me puedes hablar ¿he? Aun así, estoy sorprendido. Tú también eres varón ¿cierto? No lo pareces… y tienes puesto un kimono de niña. El color de tu cabello no pensé verlo de nuevo… pero tus ojos… jamás vi unos ojos de ese color. Eres tan…

Nadeshiko entra de nueva la habitación haciendo ruido y frunciendo el ceño. No le gusta la manera en la que está mirando a su hermano pequeño. Se acerca a Yuri le susurra de nuevo al oído y el niño corre detrás de la mesa de nuevo, sentándose. Mientras el mayor va detrás de él, sentándose a su lado. Pone una pequeña tabla de madera en la mesa sostiene una pequeña vara de incienso que enciende frente al cliente y se queda mirando fijamente.

― ¡Oye! ¿Ya empezamos?―el hombre lleva su mano tras la cabeza apurado e inmediato se sienta frente al chico teniendo la mesa entre ambos―. ¿El niño se quedara aquí? No es que importe pero…

Se detiene al ver que no haya contestación y siente extraño. Sin embargo al ver a Yuri ponerse bien derechito como si estuviera cuidando a su hermano mayor. Sonríe afable.  Nadeshiko por su parte solo quiere que el incienso se termine rápido. Este tipo tiene una conducta algo extraña. ¿Qué no se supone que había venido a acusarlo? O quizás si no es amable, si le vaya a decir a Okaa-san sobre el incidente de la carta. Esta nervioso y al momento un poco aliviado de que Yuri se haya vestido y arreglado antes de que entraran a la habitación y que ese sujeto no mirara lo que el pequeño estaba escribiendo. De repente, Goda-sama lo toma del rostro.

―De verdad estoy sorprendido ―dice el hombre deslizando su pulgar en la mejilla del otro―. De verdad luces como una mujer. Incluso tu piel es tan suave como la de una. Sin embargo no usas la cara blanca como ellas, pero si te pintas los ojos y usas los labios rojos. ¿Y tu cabello es natural o solo es una peluca para hacerte parecer una mujer? A este peinado le llaman Datehyougo ¿verdad? Escuche que es difícil hacerlo aunque el tuyo también luce un poco más sencillo que en las otras, ¿es porque eres onnagata? ―Toma una de las kanzashi al costado del elaborado peinado y la retira lentamente dejándola caer en la mesa. Un mechón de cabello de Nadeshiko se cae a la mitad de su cara, pero él no hace nada. Si hubiera sido en otra circunstancia, hace mucho le hubiera gritado a ese hombre, corriéndolo de su habitación por la ofensa. Pero le dieron órdenes de no rechazarlo, portándose complaciente por el temor de que lo acusara con Okaa-san. Pero, por otra parte, el trato de Goda es tan diferente. No es como si lo estuviera retando por no ser una mujer verdadera, era más como si fuera un niño curioso de ver a alguien como él.

Goda-sama retira tres kanzashi más y el peinado del chico se desase casi por completo.

Él sonríe y dice:

―Si. Así te veías cuando te vi la primera vez. Me gusta más así, sin tanta tontería encima.― toma uno de los mechones entre sus manos percatándose de su sedosidad―. Al parecer también es tuyo. Es más hermoso que el de las mujeres ―suelta el mechón, apartándose lentamente sentándose de nuevo―. Sabes, me costó trabajo saber preguntar por ti. Incluso primero fui a parar al Yami no Tasogare. No pensé que hubiera tantos hombres involucrados en este oficio. O que fueran tan jóvenes. ¿Cuántos años tienes? Luces muy joven. Sin mencionar a ese niño. ¿Es tu aprendiz?

Nadeshiko afirma con la cabeza incrédulo. No es exactamente lo primero que los clientes nuevos preguntan. Por lo regular muchos solo presumen de lo rico o importantes que son para tratar de ser aceptados. Cuando no son unos pervertidos que se la pasan asiendo insinuaciones de las cosas que le aria en cuanto tuviera la oportunidad. No puede creer que este tipo sea un comerciante muy rico, no actúa como ninguno de ellos.

―Así que también tiene aprendices –el adulto parece analizar la información que le están dando―. Si tienes aprendices eso te hace muy importante. ¡Ja! ¿Qué digo? Para lo que me están cobrando solo por hablar contigo debe de serlo. No sé cómo esa mujer se atrevió a querer darme uno más joven. A mí no me gustan los niños. Aunque a decir verdad tampoco me gustan los hombres… aun que un hombre y un wakashu es diferente ¿cierto? ―dice entre gracias y extrañeza―. O será, simplemente que no logro entenderlo. Me cuesta trabajo creer que de verdad eres un hombre con solo ver tu cara.

Apenas decir esto Goda se levantó rápidamente, subiendo su rodilla a la mesa se inclinó, tomo a Nadeshiko de las orillas de su kimono y de un solo movimiento abrió la parte superior por completo descubriendo su pecho.

―Pero esta parte no engaña. A pesar de eso, creo que tal vez si me estoy volviendo loco.

Dijo sonriendo. Sin soltarlo. Se inclina hasta llevara a sus labios uno de los pezones del chico. Fue un beso simple, delicado. Que le provocó cosquillas agradables a Nadeshiko que se sintió como un niño indefenso de nuevo. No hizo nada, se quedó quieto. Apretando los labios, moviendo sus dedos, rasguñando el tatami del suelo, por la corriente eléctrica que siente recorrerle la espina. No puede evitar ruborizarse.

― ¡Ahhh!

Yuri exclama enrojeciendo. Se pone de pie sorprendido. Mas por la expresión en la cara de su hermano mayor que parecía disfrutarlo que por la acción misma.

El adulto se despega lentamente sin hacer ruido. Observa un segundo como el pezón quedo endurecido y enrojecido por el acto. Y no termina de entrarle en su cabeza que hacer eso no fue tan desagradable como pensó que sería. Mira el rostro de Nadeshiko ruborizado y sin embargo haciéndose el difícil. Esa expresión le gusta, le gusta mucho. Tanto que no puede evitar decirle.

Je bent mooi…

― “¿Qué? ¿Qué dijo? ¿Ese es otro idioma?”

Piensa el chico. Tratando de tranquilizarse.

El hombre por su parte voltea a ver a Yuri, al mirar la expresión de su cara, solo le hace una seña dándole a entender al niño que guardara en secreto lo que acababa de hacer. Provocando que el niño se cubra la boca con ambas manos mientras asienta con la cabeza.  Enseguida suelta lentamente a Nadeshiko, se baja de la mesa y dice:

―Parece que ya se nos terminó el tiempo.

Señala la vara de incienso que está a punto de apagarse hecha cenizas. Sin protestar o molestarse. Se retiró de la habitación. En cuanto abrió la puerta encontró a la sirvienta con el oído pegado a la misma.

― ¿Qué hace? ¿No me tiene confianza? Respete su tiempo. Ya me voy ―dice como si nada cerrando la puerta detrás de él, sin dejarle espacio a la sirvienta para que mirara adentro como había dejado al chico―. Como se atreve a hacer algo así. ¿Qué este no es un lugar respetable? Creo que tendré que decirle a su señora sobre su descortesía.

―Goda-sama por favor… reconsidérelo… tenemos reglas…

―Está bien. ―el hombre la mira fijamente―. Con la condición que la próxima vez que regrese usted sea de nuevo nuestra “acompañante” y claro me permita de nuevo hablar con él a solas. Y si se porta bien, incluso estoy dispuesto a darle más dinero. ¿Qué dice? Esto solo será entre nosotros.

―Sera un gusto hacer tratos con usted Goda-sama ―la sirvienta no lo pensó mucho. Sin embargo advirtió―. Claro, eso es solo si Nadeshiko–Hana no lo rechaza después de su primer encuentro. Suele ser muy caprichoso.

― ¿En serio? ―pregunta el hombre. Sin embargo se sonríe al recordar la expresión en el muchacho―. Ya veo. Bueno veremos qué pasa.

Cuando Tsubaki baja a la segunda sala comunal. Se sentía muy cansado. Por más que se esfuerza siente que no va a ninguna parte. Se mira los dedos ennegrecidos por la tinta y solo logra sentirse aún más decaído. Entra a la sala comunal y el único en aquel lugar es Himawari, sentado en la orilla de la puerta abierta que da al jardín. Balanceaba sus piernas mientras mira el cielo.

―Llegaste. Eres el primero. Después de mí. ―dijo sonriendo―. ¿Pero porque tienes esa cara?

Tsubaki termina contándole sobre lo que ara como acto durante la presentación y que no le va muy bien con ello. Pensó que Himawari se reiría de él por ello. Por solo saber hacer garabatos. Pero en su lugar el niño de kimono verde se muestra serio.

―Ya veo― se levantó al lado de Tsubaki―. Haber déjame ver.

Le alza la parte de atrás de abajo del kimono.

― ¿Qué haces? Deja eso.

Regaña el de kimono azul acomodándose la ropa avergonzado.

Himawari sin embargo, lo mira y trata de tranquilizarlo:

―Se nota que Kiku Nii-san dejo de pegarte con la vara en las piernas. Eso es bueno. Si siguieras asiéndolo mal, te pagaría más duro.

― ¿Tú crees?

Tsubaki le pregunta dudoso. Si bien Kiku dejo de castigarlo con la vara. Piensa que es debido a que él ya no tiene la necesidad de hacerlo. De actuar esa parte de hermano mayor estricto.  

El de Kimono verde comenta:

―Sabes, cuando Okaa-san  me enseña cosas nuevas, si no lo hago bien, me pega bien fuerte en los brazos con una vara y no deja de hacerlo hasta que mejore bastante en ello. Por eso te lo digo. También, recuerda que te dije que te ayudaría en los estudios si me lo pedias. Por mí no hay problema. La caligrafía se me da muy bien.

― ¿Hee? ¿Tú sabes caligrafía?

―Claro. También se ikebana, oratoria, tocar y cantar algo de nagauta en el shamisen. También me han dicho que se me da bien la ceremonia del té, aunque eso medio me aburre. Okaa-san me obliga a leer mucho y a practicar bastante. Por eso luego no me encuentras en las mañanas. Me vigila mucho, a menos que haga un encargo fuera de la casa. Solo así puedo tener un respiro. Últimamente me pone a estudiar sobre poesía. Eso sí me gusta más, soy muy bueno para esas cosas. ¿Sabes? me gustaría escribir Makura Bunko algún día.

― ¿Qué es eso?

Pregunta Tsubaki sorprendido. Himawari siempre parece tomarse las cosas a la ligera pero parece que tiene varios talentos ocultos. Si, lo piensa bien, no es tan raro al ser el hijo de Okaa-san.

Himawari le contesta sonriente quitado de la pena:

―Hay, pues son esos libros que tiene los mayores. Los manuales donde explican y te dan consejos sobre cómo tener intimidad. Dicen cuántas veces hacerlo al año para estar sano, como usar los juguetes de cama (Warai do-gu), como te debes de cuidarte allí abajo. Sakamichi-sensei me dijo que cuando las personas se casan a las mujeres se les regalan esos libros para estar listas la noche de su boda. Mientras que nosotros los usamos para aprender sobre el trabajo. Pero a mí los que me interesa son lo Warai-e (imágenes de risa) son cuentos eróticos graciosos.

― ¿G-graciosos?

―Para que la gente se divierta y se ría. ¡Vamos! Debiste ver esos libros en los estantes de Kiku Nii-san. Aunque yo creo que él tiene de los que son más serios.

―Bueno… es que aún no puedo leer bien… así que…

― ¿Pero qué dices? Si también tiene  dibujos. La mayoría les gusta más por eso. Me pregunto, ¿si será buena idea que aprenda a dibujar? Aunque creo que también hay personas que contratan dibujantes. Oye, si lo tuyo es dibujar por hacer garabatos ¿me arias los dibujos de mis historias?  Imagínate lo famosos que nos haríamos en el barrio. Los clientes nos caerían solos.

Tsubaki sonríe de lado, el entusiasmo de Himawari es contagioso. Aun que ni siquiera está seguro de que puedan hacer algo así. Él no le romperá sus ilusiones al mayor. Al contrario desearía ser igual de animado que Himawari. Y tener tanta confianza en sí mismo.

―Ja ja ja― de repente Himawari ríe forzado. Rascando su mejilla, le cuenta a Tsubaki―. Aunque por decir esas cosas, Okaa-san se enfada mucho conmigo y me castiga. La otra vez leí uno de mis poemas Warai-e como un ejercicio que me dejo de poesía. No le gusto y me pego con una vara ―se alza las mangas del kimono mostrándole dos marcas rojas en sus brazos―. No pasa nada. ―parece desanimarse. Sacude su cabeza y sonríe de nuevo―. A Sakamichi-sensei si le gusto mi poema cuando se lo leí.

― ¿Y cómo iba?

Pregunta Tsubaki notando lo feliz que hacia eso al mayor. Himawari por su lado le brillaron los ojos. Nadie nunca le había preguntado por alguna de sus historias o poemas que no fuera el viejo doctor. Carraspea y le recita seriamente:

―La primavera trae, cosas tan hermosas, como la hierba verde en los campos ondeándose suavemente cuando pasas entre ellas. Iguales a las piernas de las mujeres cuando las pones en lo alto.

Tsubaki fuerza una sonrisa. Se debe de estar convirtiendo en un pervertido porque si entendió el doble sentido del poema. ¿De verdad a los adultos les gustan ese tipo de cosas?

―N-no está mal.

―Se supone que tienes que reírte.

Indica Himawari un poco molesto.

―Tú sabes que esas cosas no se me dan bien ―excusa rápido―. Me dan pena y eso.

―Si… un eres muy tímido… te falta tener más emociones primaverales.

Sonríe pícaro el niño de coleta samurái. Picando la mejilla de Tsubaki que se sonroja. No sabría que escandalo le haría el otro si se enterara de que ya había tenido suficientes emociones primaverales con Yuri y Nadeshiko Nii-san. 

―Por cierto ―pregunta el mayor―. ¿Sabes si la yuki-onna está preparando algo para la presentación?

― ¿He?

 ―No quiero preocuparte, pero la otra noche Okaa-san me mando a ver si Nadeshiko Nii-san estaba en su habitación. Por el castigado que le dio por lo del incidente de la pelea, cuando rompimos el shoji. Por eso no ha hecho el turno nocturno. Y me mando a vigilarlo. No entre, ni nada a su habitación. Pero si escuche a la yuki-onna quejarse mucho y a Nadeshiko Nii-san decirle cosas como “aguanta un poco más” “Te dije que era más difícil de lo que parecía”  Me preocupa un poco. No crees que le esté haciendo algo malo ¿o sí?

― ¡Claro que no! ¡Nadeshiko Nii-san jamás le haría daño a Yuri! ―exclama Tsubaki a la defensiva.

Himawari se queda con la boca abierta. Desde cuando Tsubaki se ponía de parte del mayor. Aun así, sabe que este es muy honesto y que jamás mentiría con cosas como esas.

―Está bien ―solo atina a decirle aun sorprendido. ―Bueno, entonces… ―discretamente se acerca a la puerta y se asoma por esta. Aun no viene nadie. Se sonríe taimado. Entre a la habitación de nuevo. Se acerca a Tsubaki y le cuenta―. Entonces creo te alegrara saber que Nadeshiko Nii-san se consiguió un buen cliente.

― ¿En serio?

―Si. Hoy en la mañana llego un hombre. A decir verdad, cuando fue a hacer tratos con Okaa-san a su estudio. Pude verlo. No lucia muy rico. Parecía campesino pero usaba hakama. Sin embargo, por la manera tan servicial en la que Okaa-san lo trato, se nota que tiene mucho dinero. Le pregunte a uno de los chicos que estaban en el turno de día con Nadeshiko Nii-san y me dijeron que ese hombre parece venir de Dejima. Que traía un pergamino con el sello del Shogun y todo. Con eso estoy seguro que Nadeshiko Nii-san se zafara de problemas un rato. ¿No te alegra? Apuesto a que eso lo pondrá de buen humor y si está de buen humor muy seguramente llevara a la a Yuki-onna este fin de semana al festival de Tori no Ichi. Kiku Nii-san te llevara a ti no es ¿cierto?

― ¿He? ¿Cuál festival?

― ¿Cómo que cual? ¿Qué no te has dado cuenta que en este mes cada tanto, como que hay más gente? Es por el festival del gallo. Muchos vienen a comprar sus rastrillos para la suerte. Como el santuario de Otori no está lejos de aquí. Muchos pasan por la casa antes de ir al festival. Por supuesto como es un festival para atraer la buena fortuna en los negocios, las Oiran, dueños y Okaa-san también van al festival. Son las únicas fechas en el año en la que se nos permite salir del barrio al exterior. Okaa-san me dijo que podía ir con ella este año. A ti te va a llevar Kiku Nii-san ¿no? Apuesto que si Nadeshiko Nii-san está de buen humor por lo de su cliente nuevo, también va a llevar a la Yuki-onna. Si es así, reunámonos en el festival los tres. Yo sé que ahorita todos estamos ocupados por la presentación, pero no quiero que olvides tu promesa.

―No. No se me olvida. Yo también quiero ver a Yuri. Aunque Kiku Nii-san no me ha dicho nada de un festival.

― ¡Oh, demonios! A lo mejor quería sorprenderte y ya arruine la sorpresa. ―Himawari golpea su frente con la mano.

La puerta se desliza. Entran Suikazura y Ran.

―Aun no llega nadie ―Le comenta Ran a Suika―. Te dije que estábamos a tiempo. ¡Ah! Ustedes dos ya están aquí. Más les vale no acercarse mucho. Queremos hacer esto rápido, así que no estorben. Nosotros si tenemos cosas que hacer.

―Hay mira, ni quien quisiera estorbarles ―reprocha Himawari que no aguanta la mala actitud de Ran―. Ni que de verdad fueran tan buenos. Haber ¿qué aran en la presentación?    

―Suika va a ser el mejor. Los va a dejar en ridículo.

Por instinto Ran pone detrás de él a Suika como si lo estuviera defendiendo. Aún tiene asuntos pendientes con Himawari. Pero le prometió al niño de flequillo largo que no aria nada precipitado.

―Himawari no seas tonto. No caigas en las provocaciones de Ran.

Tsubaki detiene a Himawari en cuanto ve que el niño pone un pie por delante cerrando su puño.

El niño de kimono verde aprieta los labios, tragándose su coraje le dice al otro mientras se alejan:

―Nada más deja que un día me colme la paciencia. Ya me las pagara. Acuérdate como le di su merecido a Shunsuke. ¿Crees que no podre con este?

―Yo solo no quiero que te metas en problemas. Para que todos vayamos al festival.

―Está bien. Solo por eso.

Himawari parece resignarse. Ambos parejas de niño se alejan lo más que pueden de los otros.  

La puerta se abre una vez. Esta vez son un par de sirvientas que dejan pasara a sus invitados a la habitación.

― ¡Valla que este ambiente tan tenso! Los niños siempre deberían mostrarse alegres. Con esos rostros fruncidos no se ven nada bonitos.

El primero en entrar es Heigorou Madarame-sama, abriendo su abanico blanco frente a su cara ocultando su risa burlona. Este hombre de casi cincuenta años era un viejo encorvado, bajo, redondo de nariz ancha y larga. Era dueño de uno de los talleres más importantes en la elaboración de kimonos. Siempre iba con dos mujeres jóvenes que se encargaban de tomar nota de cualquier cosa que ha este hombre se le ocurriera. Tenía un gusto por tomar las medidas el mismo de todos sus clientes de manera muy detalla, aprovechándose de manosear a más de una en el proceso. Sin embargo, su trabajo de alta clase y perfección había hecho que muchos pasaran por alto estas indiscreciones. Ya que una prende diseñada y confeccionada por él o por alguien de su taller podía tener un valor tan elevado como el de una katana hecha por el mejor artesano.

Detrás de él entra, Shimozuru Mitsuruji-sama. El primer hijo de la casa Mitsuruji  y único futuro heredero de uno de los negocios más grandes de comercio de telas en el país, gracias a la repentina muerte de su hermano menor hace algunos años. A comparación de este. Él era un joven de muy buen cuerpo, muy agraciado del rostro que siempre camina con la frente en alto cuya cara siempre proyectaba seguridad. A diferencia de su padre que no había querido volver a ver o tratar a la dueña del Raikorisu no hata. El joven de veinticinco años. Se había ofrecido por su voluntad a ofrecerle su servicio con buenos descuentos por… aquel “favor” que le hizo con aquel “único inconveniente” que tenía en su vida. No es un secreto el odio que le tenía a su hermano menor desde el día en que nació.

― ¿Sus hermanos mayores no nos acompañaran? ―pregunta calmadamente.

―Nuestros hermanos mayores vendrán en un momento, en cuanto se les informe de su llegada. Por favor. Si gustan, pueden comenzar con la toma de medidas de parte de nosotros dos.

Suikazura se adelante y ofrece una reverencia elegantemente. Indicando en seguida que hablaba por él y por Ran.

―Me parece perfecto. ―Madarame se sonríe cerrando sus abanico―. Todos quítense sus kimonos. Solo déjense el juban ji ji ji.

―Madarame-sama. No piensa aprovecharse de la inocencia de los pequeños solo porque estamos nosotros, ellos y sus sirvientas ¿o sí?

―Mitsuruji- sama siempre tan cauteloso. A comparación de aquel hermano menor suyo que se rumoreaba tenia deslices todo el tiempo con los pequeños. Una cosa  es cuidar y guiar a los niños por el camino del hombre joven y otra lo que hacía él.

― ¿Qué dirán los niños de su invitado? ―espeta Mitsuruji―. Si lo escuchan hablar mal de los muertos. Lo consideraran desagradable no solo por su aspecto, sino también por sus modales.

―Tú...

A Madarame–sama no había cosa que más le doliera que las menciones a su desgraciado aspecto, en especial de alguien que se considera hermoso. Sus dos acompañantes se miraron preocupadas entre ellas, siempre que entraban niños en la casa. Este par de hombres eran los encargados de elaborar los kimonos y vestuarios para el día de la presencian. Por lo mismo era habitual que cuando se reúnen lleguen a los insultos e incluso al sabotaje.

La puerta de la habitación se abre una vez más. Esta vez la sirvienta deja pasar a Hinageshi y a Deiji.

―Cuanto tiempo sin verlo Madarame-sama ―Deiji saluda de inmediato al hombre con una sonrisa y reverencia. Astutamente se lo lleva lejos de Mitsuruji-dono que es abordado por Hinageshi. El chico de mechones largo continua distrayendo al viejo―. He estado pensando en mandar a hacer un kimono nuevo con usted. Sabe que yo adoro los diseños que me ha hecho. Son muy cómodos durante mis sesiones.

―Si es para ti cualquier cosa que me pidas ―el anciano sonríe desmesuradamente con el sonrojo en la cara―. ¿Este año eres una Onii-san? ¿Quién es tu precioso hermano menor? apuesto que es aquel del flequillo largo. Es tan educado. Se vería hermoso con el cabello largo y un furisode rosado con bordados de flores. Igual a una muñequita.

― ¿Qué dice? ―Deiji se ríe con gracia―. Ese es el hermano menor de Hinageshi-Hana. El mío es este de aquí ―jala del brazo a Ran que se muestra incómodo y molesto por la acción―. Aun es un poco necio pero debería de ver lo talentoso que es.

Madarame borra su sonrisa. No cree lo que el chico le dijo. Ese niño se ve tan desagradable y vulgar. Lejos de su gusto por los chicos delicados y femeninos. Aunque apenas entrar a la habitación pudo observar que los candidatos de este año no son de su especial agrado. Les falta esa “feminidad inalcanzable” que tenían sus amados onnagata.

La puerta se vuelve a abrir. Esta vez fue Okaa-san la que entro a la habitación.

―Señores es un gusto encontrarnos de nuevo ―dijo y enseguida aspira humo de su pipa―. Creo que ya se familiarizaron con los niños nuevos. Entonces ¿Porque no nos enfocamos en los negocios?

Con ello comenzaron la toma de medidas a cada uno de los niños, bajo la estricta mirada de la dueña de la casa, que no dejo solo a Madarame sabiendo de sus hábitos. Mientras Hinageshi y Deiji hablaban con Mitsuruji respecto a las telas que desean para los kimonos de los pequeños. Así mismo hablarían con Madarame después para darles especificaciones de lo que querían en la ropa de sus hermanitos.

Cuando fue el turno de Himawari. Okaa-san  indico que les daría todas las instrucciones por escrito de lo que necesitaría. Por lo cual enseguida fue el turno de Tsubaki.

―Si me permite la indiscreción, Kiyoha Okaa-san ¿se puede saber quién es el hermano mayor de este niño? ―Madarame pregunta mientras toma las medidas  de la cintura de Tsubaki con una cinta―. Debería de estar aquí.

― ¡Oh! ¿Aún no lo sabe? ―Kiyoha pregunta astuta―. El hermano de este niñito no es otro que Kiku-Hana.

― ¡Oh!

―Como sabe él siempre está ocupado. Tiene muchos clientes, es muy cotizado. Hoy tuvo que ir a atender a alguien muy importante, a un exitoso comerciante.  Debe de conocerlo es Shimosuke Kiyama ―toma humo de su pica sonriendo.

―Valla, valla. ―el viejo sonríe tomando la medida de la espalda de Tsubaki―. Pequeño debes de estar muy contento de que alguien tan importante te haya acogido bajo su educación.

Tsubaki muestra una sonrisa forzada. Himawari al estar al lado de Okaa-san se da cuenta de esto y le extraña. Estaba seguro que Tsubaki se mostraría feliz por el cumplido. Comienza a sospechar que algo paso en la semana que no sean visto, pero no puede preguntarle en ese momento.

Los adultos continúan hablando.

―Me pregunto cundo será el día que él me dé el placer de elaborarle un kimono. En todos estos años no me ha dado ese honor.

―Usted sabe que él tiene su propio sastre. Así como un proveedor de telas privado, diferente a Mitsuruji-sama. Aunque eso se debe más que nada por el peculiar color que es de su agrado.

―Si escuche que él tiene la predilección por los kimonos negros.

―Es su marca distintiva. No hay mejor color para una persona como él. ―madre sigue fumando. Suelta el humo―. Aunque si quiere hablar con él, sabe que podría hacerle un espacio en su ocupada agenda. Claro está. Por el precio justo.

Se escucha una risita venir de Mitsuruji-sama:

―No cree que es cruel ofrecer el paraíso a alguien que no puede pagarlo.

―Pero que engreídos son los jóvenes de ahora que no respetan a sus mayores. Si yo trabajo desde que usted usaba pañales e hice mi taller de la nada. Ahora elaboro kimonos para las mismísimas esposas de los Daimyo más importantes. Así que dinero no me falta. Así como reputación. No como su familia que casi pierde su nombre por culpa de su difunto hermano que más de un enemigo debió de hacerse.

―Señores no tiene que pelearse ―Okaa-san los detiene antes de que pasen a palabras mayores―. No están aquí para eso. Además, si Madarame-sama no ha solicitado una audiencia con Kiku-Hana no es por asuntos financieros, sino porque no es de su tipo ¿no es vedad?

―Así es ―Madarame asienta mirando a Deiji con lujuria―. Usted mejor que nadie sabe que es lo que yo busco.   

La puerta se abre de nuevo. Esta vez es Kiku.

―Pero miren quien llega tarde.

Deiji comenta por lo bajo. E inmediatamente Hinageshi le acomoda un codazo en cuanto nota la mirada de soslayo del de negro.

Kiku se sienta al otro lado de Okaa-san. Y con toda elegancia saluda inclinándose, reverenciando. En seguida le susurra al oído a la mujer. Esta habla por él.

―Kiku-Hana dice que es un gusto conocerlo Mitsuruji-dono. Y que es un placer volver a verlo Madarame-sama.

―Ja ja ja ―Madarame-sama ríe alegre―. Por supuesto. El placer es mío. Su hermanito es muy obediente. Ha sido al que más fácil le he podido tomar sus medidas. Claro, después de Himawari.

Alaga tratando de conseguir el favor del chico. Él es el único Hana que no habla personalmente con él, siempre teniendo intermediarios. A comparación de Deiji y Hinageshi que conoce desde que eran pequeños. Claro que Madarame no está buscando un contrato con él. Pero sabe que el chico tiene buenos contactos a los que podría venderles.

Por su parte Mitsuruji-sama se encuentra impactado. Nunca había visto a Kiku de frente. Había escuchado algunas cosas sobre él, pero jamás pensó que sentiría tal atracción con solo mirar su deslumbrante presencia.

―El gusto es mío.

Contesta casi sin aliento. Al tiempo que Kiku le sonríe dulcemente.

Deiji por su parte rueda los ojos. Dicen que él es el presumido pero para Deiji, Kiku es quien es el más jactancioso de todos los Hana; con su formalidad extrema y su sentido tan apegado a las reglas. Tanto que hace que Okaa-san hable por él, ya que jamás había hecho tratos con ninguno de los dos hombres. Hinageshi por su parte le da otro codazo en las costillas. Al mayor le preocupaba que el chico fuera hacerle algo a Deiji por su forma de ser. Después de todo, Hinageshi era quien estaba más al tanto de todos aquellos rumores que rodeaban al chico del crisantemo junto a su instinto, lo hacían tener más cuidado.

Termino la toma de medidas y las especificaciones de lo que se quería en los kimonos de los pequeños. Ellos salieron de la habitación junto a sus hermanos mayores, para continuar con sus actividades y prácticas. En la habitación, no obstante, Okaa-san les pidió a los hombres y a sus ayudantes que se quedaran un momento.

―Himawari ―ordeno―. Llama a las sirvientas que están en el pasillo. Diles que ya pueden entrar. Puedes irte después de ello.

El niño obedeció. Sale de la habitación sin antes ofrecer una reverencia de despedida a los invitados. E inmediatamente ve a cuatro sirvientas esperando afuera, cargando cortinillas de bambú, taburetes y farolas. Les indica que pueden entrar.

Dentro de la habitación los dos hombres se quedan sorprendidos al ver como las sirvientas se mueven rápido. Cerrando las puertas, ventanas, cubriéndolas con las cortinillas sobre los taburetes y colocaban las lámparas, encendiéndolas.

― ¿Qué juego es este Kiyoha Okaa-san? ―pregunta Madarame― ¿nos preparó una sorpresa?

―Eso depende como lo tome usted ―aún falta un Autobureiku este año. Sin embargo por ciertas circunstancias, tenemos que tomar estas medidas especiales. Sin embargo, por lo mismo, tómense la libertad de cobrarle a su hermano mayor cuanto crean se necesario por estas molestias adicionales ―la mujer se lleve la pipa a la boca observa e Madarame entusiasmarse un poco mientras a Mitsuruji gruñir no tan convencido de esto. Ella suelta el humo y le indica a una de las sirvientas ―. Dile a Nadeshiko-Hana que puede pasar.

La anciana así lo hace.

Sin tardarse mucho Nadeshiko y Yuri entraron por la puerta. Los hombres no pudieron disimular sus reacciones en cuanto miraron al albino. Mitsuruji se sorprende, incluso parece incrédulo de lo que está viendo. Por su parte Madarame sonrió, se ruboriza perversamente. Yuri era la clase de niño que quería ver. Claro no podía ser menos de quién es su Hana favorito.

―A ver pequeño, quítate el kimono para que pueda tomarte las medidas.

Madarame ni siquiera espera a que ellos se presenten. Se abalanza hasta donde está el niño estirando la cinta de medir en su mano.

Nadeshiko por su parte se interpone entre ambos:

―Déjame ayudarte.

Disimula que desata el obi del kimono rojo de su hermanito y lo ayuda a quedarse solo con el Juban. No le gusta la manera en la que Madarame mira a Yuri y no era para menos. Ya que el hombre lo miraba de la misma manera desde que era pequeño.

El pequeño albino por su lado. Presta mucha atención al particular tono de voz que uso Nadeshiko al hablar. Uno suave, femenino. No lo había escuchado usar su voz de onnagata. Y se pregunta si el también tendrá que aprender a hablar así. Además de eso, le resulta curioso la forma en la que el viejo Madarame lo está observando. Es una mirada diferente a que le dan los otros. No es como si le pareciera repugnante, si no por el contrario lo mira ansioso por hablar con él. Su hermano ya le había advertido de cómo era aquel hombre. Aunque Yuri no lo había entendido como una advertencia. Lo tomo más como un comentario. Aun así, no se sentía tan incómodo como su hermano mayor le aseguro que el tipo lo hacia sentir.

―Listo ―Nadeshiko le dice a Yuri mientras dobla el kimono y lo colocaba a un lado―. Quédate quieto. Así terminaremos más rápido.

El chico no termina de ponerse de pie cuando el viejo se le acerca animoso:

―Nadeshiko-Hana cuanto tiempo sin vernos ―Madarame se da cuenta que Nadeshiko lo esquiva. Pero al ver la mirada caoba desviarse a un lado recordándole que Okaa-san estaba mirándolo. El hombre carraspea e inmediatamente rodea el pecho del pequeño Yuri con la cinta mientras sigue hablando con el hermano mayor―. Hace mucho que no me pides un kimono. Que decir un kimono, un vestuario completo para uno de tus bailes, de tus obras. Aún recuerdo la primera prenda que te hice. Ese kimono morado con bordado de glicinia que usaste durante tu presentación, fue uno de mis mejores trabajos. Cuando lo llevabas puesto era como ver a la mismísima espíritu de la glicina reencarnar. Tan hermosa, vistosa, elegante y traviesa. Dicen que la glicinia tarda tres años en florecer y contigo esa fue una verdad innegable. Solo hay que verte ahora. Mírate, eres más hermoso que Tsutsuji-Hana en su mejor momento.

―Madarame-sama. ―Okaa-san le llama la atención―. Por favor, no mencione ese nombre.

―Lo siento mucho Kiyoha Okaa-san. No pude evitarlo…

Se sonríe tonto como si de verdad lo sintiera e inmediato bajo la cinta a la cintura de Yuri. De un momento a otro su corazón se aceleró. Se percata de la línea faltante del fundoshi debajo del juban del niño y siente que morirá de excitación. El pequeño atrevido, le está coqueteando discretamente de esa manera. No, no es su hermano mayor quien la ha puesto a disposición como un regalo para incitarlo. Pensó enfermamente en su mente.

Okaa-san por su lado, intuye un poco lo que ocurre. Y se pregunta si Nadeshiko ya está moviendo sus cartas. Y está viendo en Madarame un primer cliente para ese niño albino. Esta dispuesta a pasar por alto algunas cosas si le puede sacar dinero al viejo de nariz grande.

―Nadeshiko. Ve con Mitsuruji-sama para que te muestre las telas que quieras para el kimono que  hará Madarame.

El chico asienta con la cabeza, va con el joven a la otra esquina de la habitación donde él había puesto las muestras de tela en el piso. Mientras el mayor escogía las telas, mira de soslayo como Okaa-san aparta la vista fingiendo que seguía fumando para dejar al viejo sastre aprovechar el descuido, para apretar con su mano el pecho de Yuri de manera atrevida, buscando con su pulgar rosar un pezón debajo de las telas. Consiguiéndolo. El niño sin embargo, trata de permanecer tan quieto como puede sin reaccionar, así como Nadeshiko le había indicado antes de entrar a la habitación. Yuri se resiste tanto apretando los labios y poniéndose derecho, a pesar del cosquilleo agradable en su cuerpo.

Nadeshiko se había previsto para esto. Ya que esa maldita le había hecho lo mismo cuando era pequeño. Sabía que si Yuri parecía no mostrar interés o vergüenza por las acciones del viejo. Este se rendiría rápidamente. Así fue. Madarame no perdió su interés por el niño albino pero no tuvo la reacción que él quería, conteniéndose de no seguir adelante, en cuanto nota la mirada de Mitsuruji clavársele desde el otro lado de la habitación con reprobación al darse cuenta de lo que hiso. Por lo mismo, no fue extraño que el joven Mitsuruji pidiera salir de la casa en cuanto Nadeshiko termino de escoger las telas sin hacer alboroto. Okaa-san acompaño al joven a fuera junto a una sirvienta, sin antes dedicarle una sonrisa zorruna a Nadeshiko dejándolo con Madarame y las sirvientas de este.

Madarame no espero en indicarles a sus sirvientas personales que lo esperaran afuera. Sin darle ningún motivo. Ellas obedecieron sin dudarlo.

Nadeshiko está por ordenarle a Yuri que salga de la habitación, justo cuando el anciano se re pega a su espalda, abrazándolo, frotando su pelvis contra las posaderas del onnagata que se estremece soltando un gritito de sorpresa. 

El anciano le habla al oído:

―Ese niño es tan hermoso como tú. Incluso ahora parece una blasfemia referirse al pequeño como “un niño”. Yo sabía que tú serias el único que tomaría a un lindo hermanito. Ese niño florecerá como un hermoso onnagata al igual que tú. ¡Es igual a ti, de irresistible!

El viejo no para de frotarse excitándose evidentemente con el contacto. Nadeshiko por su parte se traga su coraje y no rechaza el acercamiento. En su lugar, se concentra en cubrir y alejar a Yuri del hombre, mientras hace que este retroceda lentamente hasta la puerta.

El albino observa la molestia en los ojos de su hermano y por primera vez en su vida en lugar de sentir curiosidad. Se siente molesto. Es capaz de darse cuenta entre la diferencia en como es el trato entre Madarame-sama al que había observado hasta hace poco, comprándolo con Goda-sama. Y no quiere que ese hombre de nariz extraña lo toque de nuevo. De repente su hermano logra llevarlo hasta el tope de la puerta, abrirla y sacarlo de un empujón.

 Nadeshiko cierra la puerta y logra pegar su espalda contra ella, alejando al hombre por un breve momento que parece no querer dejarlo respirar. 

Madarame-sama respira agitado y se aleja un poco del chico para admíralo:

― ¡Ah! Debes de perdonarme, por no poder contenerme en tu presencia. De solo recordar esas maravillosas noches que pasamos cuando eras más joven hace que me alborote. Como quisiera volver a pasar una noche contigo. Y tocar ese delicado cuerpo de onnagata, estocar mi “espada sagrada” en el centro de tu “crisantemo”.

Toma las manos de Nadeshiko entre las suyas. El chico trata de contener su repulsión. Sonríe dulce, aprieta las manos del viejo contestándole con voz queda, suave, un tono que parece imitar el femenino a la perfección:

―Mi señor. Usted es el único que sabe turbar mis emociones primaverales. Pero en este momento no me puedo dar el lujo de disfrutar de ellas, ya que mis preocupaciones son grandes.

― ¡Oh! Mi dulzura ―el hombre fingió interés―. Dime, cuéntame. Si hay algo que pueda hacer por ti. Sabes que sería capaz de matar a alguien.

―Oh, no eso no. Yo solo quisiera pedirle que fuera diligente con los costes de los kimonos que quiero. Quiero algo muy especial para mi pequeño hermano, pero sería muy costoso. Y usted mejor que nadie sabe, lo difícil que es ganar dinero en este lugar.

―Sabes que cuando es de trabajo no me tiento el corazón con nadie. Negocios son negocios. Como actuarían otros, si se dieran cuanta que estoy regalando mí trabajo. Otros se aprovecharían de mí hasta dejarme en bancarrota.

Nadeshiko al escuchar esto aprieta los dientes. Ya sabe para dónde va todo esto. Y decide adelantarse.

―Pero yo no le pido que arriesgue sus ganancias. Yo creo que podríamos encontrar otra manera para llegar a un acuerdo.

 

Continuara...


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