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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Capitulo XXVI

Esa misma noche.

Yuri se quedó esperando solo en la habitación principal de Nadeshiko después de la hora del baño.

A pesar de que su hermano no trabajaba durante la noche, las sirvientas ya habían preparado el futon y dejado prendidas las lámparas. El pequeño albino que solo traía puesto su juban blanco, estaba sentado sobre el colchón, esperando a su hermano mayor. Él no era muy consiente de porque Nadeshiko se había quedado las últimas noches con él, en lugar de que bajara a trabajar. Ya que el castaño solo le había explicado que lo hacía para poder educarlo correctamente. Lo cual comenzaba a dar sus frutos. Yuri ya era capaz de pronunciar una que otra palabra que no podía antes, hablar con menos pausas entre palabras; también  había conocido palabras nuevas. Se sabía lo básico de escritura y no lo hacía nada mal. Sin olvidar que estaba aprendiendo a bailar y eso le gustaba mucho. Era divertido y agradable que Nadeshiko se mostrara orgullosos de él.

Sin embargo, hoy su hermano comenzó a comportarse extraño, después de que se quedara a solas con Madarame- sama.

Tal vez… si cometió un error con ese hombre. Nadeshiko le había dicho lo que el viejo era capaz de hacerle. Ordenándole que se quedara quieto y callado, sin importar lo que sintiera. Esta seguro que tuvo un pequeño sobresalto cuando lo rozo con su dedo. No pudo evitarlo, aunque apretó los labios. No negara que sintió agradable. Pero al parecer eso no es tan bueno como el pequeño piensa.

Debido a que a Yuri le habían dicho desde siempre que jamás nadie iba a querer acercársele, ni hablar de tocarlo, gracias a su condición de “youkai”. Yuri no tiene aquello límites que hacen que sienta incomodidad porque algún extraño trate de tocarlo. Al contrario, su mecanismo de defensa hace que él sea complaciente con las personas extrañas, para ser aceptado. Aunque malo, el albino convertiría esto a futuro en una de las mayores ventajas que él tendría en esa profesión.

Sin embargo, la reciente experiencia con el viejo sastre había cambiado la percepción que tenía Yuri. La cual era que había personas que podían desagradarle en verdad. Madarame se había vuelto la primera. No fue por lo que le hizo a él, sino por la expresión de desagrado que su hermano mostró en todo momento en cuanto se vieron. Es decir, casi todo el tiempo había visto a Nadeshiko fruncir el ceño desde que se conocieron, gritar y estar molesto. Pero con Madarame  fue diferente. A él no pudo gritarle. El pequeño fue capaz de notar como su hermano se esforzaba de sobremanera mente para sonreír, manteniendo feliz a ese hombre. Eso fue lo que le provocó incomodidad, de que algo no estaba bien en su entorno. Todo lo contrario a lo que sintió cuando vino aquel hombre de hakama azul a hablar con su hermano en la tarde.

―Beso…

Se dijo en voz baja mientras se acostaba de lado en el futon y se tocaba los labios con su dedo haciendo una señal de guardar silencio.

Eso fue sorprendente. Ese momento en que el hombre bajo el kimono de su hermano y beso su pecho. Nadeshiko había puesto la misma expresión en el rostro que le observo aquella noche que estuvieron con Tsubaki.

Cuando aquel hombre se fue y cerro la habitación. Yuri no pudo evitar sentirse intrigado al ver a Nadeshiko desplomarse sobre el suelo con el cabello despeinado, el pecho descubierto. Tratando de contralar su respiración, ruborizado. Escuchándolo murmurar conflictuado por haber sentido placer. Eso significaba, que también había adultos que a Nadeshiko podían agradarle.

―Te secaste correctamente el cabello ―escucha la voz del mayor entrabando a la habitación―. No quiero que mojes el futon. ¿Me escuchaste?

―Si. Si.

Yuri se sienta de inmediato a manera de Kiza. Poniéndose bien derechito.

―Te dije que podías sentarte de otra manera más cómoda, si no había clientes alrededor ―el chico le sonríe, deshaciendo el recogido de su cabello húmedo. Se sienta de lado en el suelo cerca de su buro, comenzando a desenredar su cabello con los dedos―. Debe de ser más incómodo para ti, así que toma las cosas con calma.

Yuri solamente se sienta recargando los pies en el colchón con las rodillas arriba. Por lo regular solía sentarse así dentro de su celda. Por lo mismo, no es extraño para Nadeshiko ver a Yuri cambiar mucho de posición y moverse mientras está sentado por este motivo.

―Yuri ―Nadeshiko lo llama, esta vez con una voz más seria que hace que el niño lo mire fijamente. El muchacho toma su tiempo, escogiendo sus palabras―. Yuri, tú sabes que soy un onnagata ¿no es cierto? Debiste de escucharlo en aquella ocasión que hable con Tsubaki… cuando se quedó a dormir con nosotros.

―Onna…gata... si ―el niño contesta quedito, asentando con la cabeza― yo… también lo… seré...

―Así es. Ya hemos hablado sobre ello. Eso es todo lo que puedo heredarte como hermano mayor. Así como yo lo herede de Tsutsuji Nii-san. ¿Pero sabes que significa realmente? Más allá de que tengamos que vestir con kimonos de mujer, maquillarnos o incluso ―cambian su voz a una suave y femenina― hablar de esa forma tan delicada.

―Bailar… actuar… repre… sentar…

―Sí, exacto ―el mayor se levanta. Toma la peineta de su tocador. Se acerca a las espaldas de Yuri, sentándose para comenzar a cepillar al niño―. Somos artistas sobre cualquiera de esas cosas, incluso sobre el trabajo. Eso nos hace ser diferentes a los demás chicos. Tanto por dentro como por fuera. Nuestro eterno papel a representar nos fuerza a ello. Ser onnagata significa que debemos de ser como una mujer. No, es más complicado que eso. Nuestros gestos, movimientos y palabras, con ellos no buscamos ser igual a una mujer, sino darle un significado nuevo a ello. Ensalzándolas a través del arte del teatro y la danza. Somos los hijos nacidos de la unión ilegítima entre el sueño y la realidad. Entre el estoicismo de los hombres y la delicadeza de las mujeres. Actuar equivale para nosotros, poseer la suficiente habilidad como para transmitir el corazón y el alma mismos de un personaje, la habilidad para comunicarlos de manera tan suave como cuando uno habla al bailar. Yuri si te digo esto. Es porque ya escogí lo que harás durante tu presentación.

Al escuchar esto el pequeño se separa lentamente de su hermano para alzar su rostro expectante.

Nadeshiko muy serio le aclara al albino:

―No te voy a mentir. Es una obra muy difícil. Hay que representar una gran cantidad de imágenes y pensamientos. En total son cinco bailes diferentes. Tres instrumentos. Y varios cambios de vestuario en el escenario. Escucha, por lo que utilizaras y los vestuarios no te debes de preocupar. Yo encontrare la manera de conseguirte todo lo que necesitas. Pero si voy a requerir de ti que seas muy disciplinado. Que me obedezcas en todo lo que te indique. Si logras hacer este papel a la perfección estoy seguro que la puja por tu Mizuage será muy alta.

Nadeshiko no le miente. El objetivo del chico es que Yuri tenga muchas más opciones de las que él tuvo alguna vez. Que no tenga la desgracia de caer en manos de alguien como Wakamatsu-sama, pero también que no deba de conformarse con alguien como Madarame-sama. Ya no podrá alejara el interés de ese hombre por su hermanito. Pero si puede hacer que alguien ofrezca pagar una cantidad más alta por él. Para esto, Yuri debe de dejar anonadados y enamorados a los espectadores. Lo hace por el pequeño. No para él, que no ha olvidado las amenazas de Okaa-san de trasferir su contrato.     

―Si… lo are…                                                                                        

Yuri le responde decidido.

―Bien. Eso es lo que esperaba ―el mayor le sonríe confianzudo―. Algo más. Mañana voy a salir después del mediodía. Pero si alguien te pregunta por mí. Tú les dirás que me siento enfermo y que estoy dormido. Que no quiero ver a nadie, que quiero que me dejen en paz. Y pase lo pase no dejes entrara a nadie a la habitación. Tratare de regresar antes de que sea la hora del baño.

― ¿He? Pero…

Yuri lo mira preguntando. No entiende porque su hermano le pide algo tan raro.

A lo que Nadeshiko agrega:

―Esto es un encargo que te estoy pidiendo como tu hermano mayor. Sé que lo harás bien.

―Si. Si… Lo hare…

Convenciendo al niño con eso.

―Por cierto. Hoy lo hiciste muy bien con Madarame-sama ―acaricia el cabello blanco del pequeño―. Debes de hacerte un poco más el difícil con los adultos, a veces. Pero no estuvo mal ―observa a Yuri pestañear un poco confuso―. ¿Qué ocurre? ¿Es tan raro que te felicite por algo?

―No. No.

Niega el niño sonriente.

―Ya ―el mayor  le entrega la peineta a Yuri y le da la espalda―. Creo que lo único malo fue que no se pudieron encontrar Tsubaki y tú. Tenías muchas ganas de verlo ¿verdad?

―Esta… bien… no pasa… n-nada…

El albino afirma mientras comienza a cepillar el cabello de su hermano desde abajo despacio. A pesar de que Yuri si tenía deseos de hablar de nuevo con Tsubaki. Contarle sobre cómo había aprendido cosas nuevas y mostrarle su baile. También quiere sorprenderlo. Quiere mostrárselo cuando ya sea capaz de hacerlo perfecto.

―No quiero que te emociones ni nada ―advierte Nadeshiko―. Quizás te pueda llevar al festival de este fin de semana.

― ¿festi… val? ―Yuri abre los ojos ― ¿Qué es?

―Significa que saldremos de la casa e iremos a un lugar donde hay muchas personas, venden comida y otras cosas. Hay música. Te va a gustar. Pero te tienes que portar bien y hacer lo que te dije mañana. ¿Entendido?

― ¡Si! ¡Si!

―Anda. Sigue cepillándome para que después practiquemos tu baile otra vez ―Yuri no dice nada e inmediatamente continua con su trabajo de peinar el cabello de su hermano mayor. Nadeshiko por su parte mirando hacia el frente comienza a narrarle a su hermanito ―. Había una vez, una pareja de ancianos que tenían un solo hijo que se llamaba Kotaro. El cultivaba su pequeño campo y cuando no tenía trabajo allí, iba al bosque a buscar leña que después vendía en la ciudad. Kotaro era un hijo muy trabajador y muy obediente; sin embargo sus padres le reprochaban muy a menudo por su caridad al compartir el poco dinero que ganaba con los mendigos o espantando a los animales durante la caza advirtiéndoles del peligro que le esperaba, dejando a su familia sin una pieza de caza para mejorar su miserable comida.  Un día, Kotaro volvía del mercado por el bosque. Caminando alegremente escuchando el cantar de los pájaros, cuando de repente escucho un ruido extraño. Busco de dónde provenía y vio una grulla blanca que se había enredado en las ramas de un árbol que se batía. Ya muy débil por los vanos esfuerzos que había hecho, apenas moviendo sus alas. Sin pensarlo mucho. Kotaro trepo el árbol mientras el ave lo miraba con miedo. Con cuidado, Kotaro libero a la grulla notando que estaba herida con una flecha clavada bajo su ala. Retiro suavemente la flecha, limpio la herida, cargo a la grulla y la llevo a un lugar seguro en el bosque. Unos días más tarde cundo Kotaro fue al bosque por leña. Una hermosa muchacha se presentó en su casa…

Yuri escucharía atentamente el relato su hermano.

Nadeshiko desde eso momento siempre le contaría al pequeño una historia o cuento. Para enseñarle los bailes y las obras que representaría.

Esa noche Yuri soñaría con la historia de Kotaro y la grulla Komachi. Sintiendo una profunda tristeza por ella.

…    

Al día siguiente. Nadeshiko se preparó para salir. Se vistió con su mejor kimono, aquel de color lila con grabados de flores plateadas y obi rojo. Su peinado alto lleno de kanzashi de oro con gemas rojas e inclusive cabio su maquillaje de siempre. Esta vez se había pintado el rostro de blanco junto a su labial rojo y la pintura rosa sobre sus ojos con un delineado negro. Suspiro mirándose en el espejo. No le gusta tener que pintarse de esta manera, lucia completamente como cualquier otra mujer de barrio.

No le gustaba tener que mantener su papel durante mucho tiempo. Así como tener que  hablar con voz femenina a comparación de Tsutsuji Nii-san, que mantenía su figura de onnagata todo el tiempo.

Tsutsuji alguna vez le dijo: “El onnagata debería seguir teniendo los sentimientos de un onnagata incluso cuando está en el vestidor. También cuando está tomando algún aperitivo debería alejarse para que los demás no lo vean. Si se está junto a un tachiyaku (actor masculino), quien va hacer el papel de amante, y se comporta sin los modales adecuados de un onnagata antes de entrar a escena, cuando represente una escena de amor con el mismo hombre las cosas fallarán por completo, ya que el corazón del tachiyaku no estará listo para enamorarse”

Ahora que Nadeshiko es mayor. Se puede dar cuenta de muchas cosas que lo hacen pensar por lo que debió de haber pasado Tsutsuji. Recuerda que su hermano mayor jamás abandonaba su papel de mujer en ningún momento. Ni siquiera estando solos o con Fuji. Tsutsuji Hablaba, se movía, comía, expresaba, hacheaba, vestía, maquillaba, dormía e inclusive en la intimidad gemía y suspiraba como una chica. Su hermano siempre le expreso que se sentía cómodo comportándose de esta manera, a pesar, de que los demás chicos en la casa se burlaran de él. Que a veces la idea de comportarse como un chico igual a los otros, le causaba escalofríos. Incluso Fuji, bromeaba de vez en cuando, diciendo que Tsutsuji parecía haber nacido con la mente de una mujer en un cuerpo de varón. Una cosa que solo le permitía a Fuji decir.

Tsutsuji siempre le dijo que era un orgullo heredar el arte que tanto renombre le había dado a su padre a quien admiraba y adoraba; a comparación de su madre a la cual maldecía cuando raramente la mencionaba.

Nadeshiko se ha llegado a preguntar muchas veces, si fue esa manera de llevar su papel lo que llevo a Tsutsuji a su muerte o si hay algo más que él jamás supo.

“El amor es doloroso y negado para las personas como nosotros. Nunca te enamores de nadie como yo me enamore de Hiraga-sama. Prométemelo”

Nadeshiko recuerda las últimas palabras que Tsutsuji le dijo. Desvía la mirada de su reflejo. El castaño piensa que no es necesario abandonar por completo su masculinidad a favor de su interpretación. Por ello cuando no está trabajando, deja de lado por completo su actuar femenino o si no hay clientes  alrededor suyo no usa su voz femenina. Incluso ha adaptado su maquillaje y vestuario para lucir diferente a las mujeres del barrio. Reinventando el papel que se le impuso desde pequeño. Eso es lo que realmente quiere heredarle a Yuri como actor.  Que puede vivir tranquilamente separando las dos cosas.

―Estoy listo ―se dijo en voz alta.

Se levantó y dejo preparado todo. Cosas abultada sobre su futon, bien cubierta con la manta para disimular que él estaba en la habitación en caso de que alguna sirvienta se fuera a asomar por la puerta, ya que eso sería lo más que se atreverían a hacer, ya que sabe que ninguna quiere tocara a Yuri por el color de sus ojos y su piel.

Dejo a su hermanito en la habitación con sus ejercicios de escritura como cada mañana, recordándole lo que habían platicado la noche anterior. Enseguida, salió discreto de la habitación. Esperando el cambio de turno para poder salir de la casa sin que nadie lo viera. Porque lo que estaba a punto de hacer iba en contra de las reglas.

…       

Mientras tanto en la habitación de Kiku. Himawari ayudaba a Tsubaki con sus trazos aprovechando que el mayor del crisantemo había salido de nuevo a atender a un cliente fuera de la casa.

Himawari marca con el fude lleno de una cantidad ligera de tinta sobre el papel mientras explica

―Sobre las “cajas” debes de tener en cuenta que el primer trazo es la línea vertical de la izquierda y después el segundo así, hacia abajo. Te puedes confundir aquí y hacer cuatro trazos en lugar de tres, uno por cada lado de la caja. ¡Ah! Pero también acuérdate que cuando hay kanji con caja primero debes de poner el techo de la caja y después lo de adentro antes de cerrar la caja. Así, así y así. Ves cuando te lo aprendes es muy fácil.

El de coleta de samurái le muestra la hoja con un perfecto kanji escrito sobre él.

― ¿Cómo? ¿Lo de adentro no va primero y después es cribes la caja por fuera?

Tsubaki pregunta avergonzado. Abecés lo hacía al revés o marcaba los trazos desde el lado derecho que del izquierdo que era el correcto.

―No. Sé que es aburrido aprenderse todas esas reglas. Pero los adultos de verdad se fijan que este bien trazado a que si se le entiende lo que escribes. Has visto como escriben en estilo Gyosho. Esas cosas son peores que los garabatos, ni yo puedo leerlos. Pero allí tienes a los adultos diciendo que son unos genios y artistitas lo que lo hacen. Ya que te acuerdes de las reglas de trazado las cosas será más fáciles ¿Kiku Nii-san no te las enseño?

Tsubaki rueda los ojos. No es que su hermano no se las enseñara. Si se las mostro. Hizo unos cuantos caracteres en una hoja de manera rápida mientras le indicaba como iban trazados. Pero también le dijo que no tenía por qué molestarse en aprender de más. Que aprendiera a hacer los caracteres que había escrito, que eso era más que suficiente por el momento. Kiku era muy bueno manipulando pero pésimo enseñando. Tsubaki presentía que esto era debido a que no podían vincularse realmente como hermanos. Que se necesitaba cierto grado de empatía para poder enseñarle a otra persona.

Claro que Kiku se había adelantado esto. Por ello no le mintió al niño cuando le dijo que se alegraba de que pudiera congeniar bien con Himawari. No solo porque hacerse amigo del hijo de la dueña de la casa, le parecía una ventaja que alguien como Tsubaki podía alcanzar. Si no porque, aunque el mayor consideraba al niño de coleta de samurái un estúpido. Nunca se ha referido a lo académico.

―Si me dijo ―Tsubaki contesta―. Solo… que no quería molestarlo, porque no logro recordarlo.

―Sí, entiendo ―Himawari deja el pincel aun lado―. Okaa-san suele pegarme mucho con la vara si no lo entendía de buenas a primeras. Por eso, Sakamichi-sensei fue el que termino enseñándome a escribir y a leer. Él es bien paciente para esas cosas ―sonríe.

―Ya veo.

― ¡Oye! ¿Te puede preguntar una cosa?

― ¿Que?

― ¿Paso algo entre tú y Kiku Nii-san?

― ¿He?  ―exclama Tsubaki inquieto. Había querido mostrarse discreto ante todo lo que le había estado pasando desde que se enteró del secreto de su hermano mayor. Pregunta tratando de aparentar estar calmado ― ¿porque lo dices? Estamos normales.

― ¿Seguro? ―Himawari cuestiona de nuevo―. Desde ayer te note muy raro. Además de eso, se por una sirvienta que ya no duermes en el mismo futon que Kiku Nii-san. Eso es raro. Que no duermas con tu hermano mayor. Por eso ¿Les paso algo? ¿Se enojaron?

Tsubaki aparta la mirada y aprieta los labios. No sabe que contestar. En verdad quería contarle a alguien todas las cosas que le estaban pasando. Pero tiene miedo que Kiku cumpla su palabra y le tienda una trampa alguna de sus amigos.

―No… no es nada…

― ¿Es algo que no me puedes decir? ―Himawari insiste―. Pensé que como amigos… nos podíamos contar las cosas.

―No es que no quiera. Es que no puedo ―Tsubaki contesta serio negando con la cabeza―. No quiero que nadie se meta en problemas por mi culpa.

―Ya ―Himawari puede darse cuenta que su compañero habla en serio. Piensa que lo mejor no es presionarlo. Tratando de relajar las cosas y distraer al otro. Le dice un poco más alegre, cambiando el tema―. ¿Y si salimos un rato de la casa?

― ¡¿Qué?! Pero tengo que practicar lo que me acabas de enseñar. Además, ¿qué tal si Kiku Nii-san regresa y no me encuentra?

―No va a pasarte nada. Kiku Nii-san ha estado viendo a un nuevo cliente fuera de la casa ¿verdad?

Tsubaki asienta con la cabeza. A lo que el mayor dice muy confianzudo.

―Entonces no regresara hasta la hora del baño. Con eso nos dará más que el tiempo suficiente. Anda, acompáñame. Quiero ir a comparar algo afuera.

― ¿Qué cosa? ¿Con que dinero? ―pregunta Tsubaki confundido.

―Por eso no te preocupes –Himawari se levantó estirando su cuerpo―. Yo tengo dinero. Ya sabes de lo que me da Sakamichi-sensei de vez en cuando.  

―Pero…

―No seas aburrido. Te ayudara a despejarte.―toma a Tsubaki del brazo, jalándolo para que se levantara―. Anda vamos.

―Bueno. Ya. Voy. Pero ¿no nos vamos a tardar?

―Que no. Vámonos.

Entre insistencias Himawari logra llevarse a Tsubaki fuera de la casa.

De camino, entre las calles Himawari le explica a Tsubaki.

―He estado pensando en que deberíamos comprarle algo a la yuki-onna, para que pueda salir de la casa durante el día. Crees ¿Qué si le compramos un wagasa (sombrilla) sería suficiente para cubrirlo del sol? En esa ocasión dijo que cuando se cubrió con la manta del futon no tuvo problemas. Quizás si le compramos un wagasa grueso para lluvia, le sirva de la misma manera. Son un poco caros pero creo que me alcanza perfectamente con una moneda de plata.

― ¿Moneda de plata? ¿Aun tienes una de aquella vez que estuviste con Sakamichi-sensei? Pensé que se las habías dado todas a Nadeshiko Nii-san por la medicina que uso en Yuri, cuando recién llegamos a la casa.

―Bueno… en realidad esta es de aquel guardia… ya sabes.

Tsubaki se queda pensando un momento.

― ¡Ah! Esa vez… ―el menor se muestra avergonzado―. Pasaron tantas cosas ese día que lo había olvidado. Pero ¿una moneda de plata es mucho dinero? ―agacha la mirada apenado―. La verdad en mi casa no teníamos mucho dinero. Así que en realidad nunca vi a mi madre cargar con monedas. La primera vez que me fije en esas cosas, fue cuando vi como los clientes le daban monedas de oro adicionales a Kiku después de un trabajo.

―Ya veo. Aun no entiendes cómo funciona el dinero ¿verdad? ―Himawari por su lado no se burla de Tsubaki por esto. Al contrario es consciente de que muchos de los chicos de la casa, cuando recién llegaron estaban en las mismas condiciones. Explica pacientemente―. Pues veras, el dinero. Se divide en cobre, plata y oro. Cien monedas de cobre equivalen a una moneda de plata y cien de plata en una de oro. La mayoría de la gente, como los campesinos cargan solo con cobre, no es usual que lleven mucho consigo... creo que lo más que he visto llevar a uno eran como veinte. A diferencia de los comerciantes, ellos siempre andan con plata en sus bolsistas. Se dicen que con una sola moneda de plata pueden vivir tan holgadamente como quieran por una semana. Aunque también, luego andan de presumidos cargando oro solo para deslumbrara a los demás. Funciona bien, muchas Okaa-san suelen tratar mejor a los clientes si los ven con oro en sus bolsitas, aunque la verdad, solo tratan de sacarles todo lo que traen consigo. Con los samuráis depende mucho, los mayores son muy discretos con el dinero que cargan. Ummm… Sakamichi-sensei me explico que fuera del barrio, con cobre te puedes comprar varias cosas de usos cotidiano, por ejemplo, unos tres a cinco de cobre te alcanza para un buen plato de comida en algún mesón.

Tsubaki queda sorprendido y al mismo tiempo con un mal sabor de boca, al preguntarse cuánto dinero habría su padre obtenido por vender las cosas de su madre y en que se lo habrá gastado cuando ellos apenas tenían que comer.

Himawari agrega sin pensar mucho:

―Sabes, Okaa-san me dijo que para que un Mizuage valga la pena. Para que cubra lo que pago por un niño y sus primeros gastos en la casa, una vez que deje a su hermano mayor. Debe de alcanzar mínimo las cien monedas de oro.

― ¿Qué pasa si no alcanzas esa suma?

―No lo sé. Hasta donde yo recuerdo nunca ha pasado. Pero lo que si se, es que por lo general. A aquellos que alcanzan sumas muy superiores, terminan convirtiéndose en rangos altos. Por los Hana actuales y el Ikebana, pagaron mucho por su Mizuage. De hecho, el Mizuage de Deiji Nii-san  ha sido el más caro en toda la historia de la casa. Pagaron por él, ni más, ni menos que quinientas monedas de oro.

― ¿Quinientas?

― ¡Huuyy! ¡Si! pero ahora cobra más que eso. Por una de sus “sesiones”. Aunque obvio, entre más alto tu rango, también es mayor tu deuda, ya que debes de llevar un estilo de vida de acuerdo a tu rango.

―Oye, Himawari. ¿Tú sabes de cuanto son las deudas de los mayores?

―Ummm… ―Himawari se queda pensando―. La verdad no. Okaa-san no me deja ver sus libros. Allí es donde tiene los nombres, deudas y ganancias de los chicos, desde que abrió la casa hace diez años. Dice que cuando la casa sea mía me dará todos. Creo… que no confía en mi aun para verlos ―se ríe tonto―. Supongo que piensa que metería problemas entre los demás chicos de la casa si me entero. Quizás sea lo mejor. Una cosa menos de la que no me tengo que preocupar en mucho, mucho tiempo.

―Ya veo.

Tsubaki le sonríe para no desanimarlo. Sabiendo que a veces Himawari trata de cubrir lo que siente con su sonrisa.

―Bien llegamos a la tienda de Kataoka-san.

Indica Himawari frente a un pequeño establecimiento de dos plantas, con amplias ventanas por el frente y una puerta corrediza abierta, cubierta por una cortina azul claro que colgaba desde arriba hasta la mitad del marco. Por fuera había unas grandes banderas azules clavadas en el suelo con varas de bambú, donde se podía leer en letras blancas “Tienda Kataoka”.

Ambos niños entran al establecimiento. Himawari por delante llama escandalosamente:

―Kataoka-san ¿esta? ―se acerca al mostrador lleno de vasijas de barro y vasos de cerámica bellamente adornados. Se pone puntillas estirándose para ver dentro de la trastienda. Grita ― ¿no hay nadie?

― ¿Qué pasa allá afuera? ―un hombre de cuarenta se asoma de la trastienda― Pero… ¿qué haces aquí? ―el hombre frunce el ceño molesto en cuanto reconoce a Himawari. Exclama―. ¡Pensé haberte dicho que no regresaras por aquí! ¡Solo distraes a mi hijo! ¡Largo! ¡Largo!

Se acerca para ahuyentar al niño al cual empuja hacia afuera de su local.

― ¡Ah! ¡Viejo amargado! ―espeta Himawari poniendo fuerza para evitar que lo eche―. ¡No le hablaba a usted! ¡Suélteme!

― ¡¿A quién llamas viejo, mocoso?!

Le suelta un coscorrón al niño quien se agarra la cabeza de inmediato quejando y gritando. Tsubaki, por su lado, alcanzando a sujetar a Himawari por la espalda y la cintura en cuanto lo ve cerrara su puño con toda la intención de encarar al malhumorado hombre.

Es entonces cuando escuchan la voz de un joven venir de la trastienda salir:

― ¿Qué ocurre, padre?

En cuanto mira al par de niños y a su padre dispuesto a echarlos a golpes, correr detrás de su padre sujetándolo tratando de calmarlo.

―No hagas nada precipitado. Tranquilízate. Recuerda tu salud.

― ¡Tu cállate! ―el hombre le grita a su hijo― ¡Lo que tú quieres es seguir de coscolino con ese niño! ¡No creas que se me han olvidado tus tonterías!

―No es así. Padre, cálmate. Qué pasa si entran más clientes.

― ¡Nosotros somos clientes! ―interrumpe Tsubaki tembloroso―. ¡Venimos a comprar algo a su tienda! ¡Tenemos dinero!

Los adultos se quedan callados un momento al escuchar eso. El joven aprovecha la distracción de su padre para alejarlo de los niños, arrastrándolo de nuevo a la trastienda.

―Ves, vienen a comparar. Lo que hicimos quedo en el pasado. Quédate tranquilo. No sería capaz de hacerlo de nuevo. Además viene acompañado. Te prometo que no me tardare nada ―le susurra para que los niños no escuchen―.  Solo dame diez minutos y si ellos siguen aquí ya podrás hacer algo.

Hace que el viejo aun a regañadientes entre a la trastienda.

El joven que lucía bastante común y corriente. Suelta un enorme suspiro y se dirige directo a Himawari, bajando la voz lo más que podía para que no lo escuchara Tsubaki o aun peor su padre. Pregunta nerviosos.

― ¿Qué haces aquí? Pensé que ya lo habías entendido. Lo platicamos, ya no puedes venir aquí cuando quieras. Ya no puedo darte más dinero por… por…

―Por las emociones primaverales…

A completa Himawari sin darle mucha importancia. A comparación del joven que nervioso procede a chitarle una y otra vez  para que Tsubaki no escuchara.

―Deja de actuar como si te importara que otros supieran ―regaña el niño de coleta de samurái haciendo un puchero y cruzándose de brazos―. Sé que es lo que te gusta. A demás, Tsubaki es de confianza. Es mi amigo, aunque se enterara de tus gustos no iría por allí diciéndoselos a todos.

―Niño tonto ―el joven parece ruborizarse. Carraspea ―entonces ¿qué quieres?

Pregunta el joven molesto y avergonzado.

―Venimos a comprar. Quiero un wagasa.

―Traes dinero ¿cierto? Porque mi padre no me dejara darte crédito a ti en especial.

―Claro que sí. ―Himawari saca una moneda de plata escondida en su obi―. Vez, con esto alcanza ¿no?

― ¿De dónde sacaste tanto dinero? ―pregunta el joven que no esperaba que en verdad el niño llevara dinero consigo―  ¿Te lo pregunto a ti? De seguro se lo fuiste a sacar algún hombre. Mi padre tiene razón solo sabes sacar el peor habito de los hombres.

―Esa moneda es mía ―interrumpe Tsubaki molesto. No le gusta la manera en la que el muchacho le está hablando a Himawari. Ni la expresión de este, apretando los labios disgustado como si le dolieran las palabras del otro. Tsubaki se pone por delante de Himawari, le quita la moneda de la mano, aclarando.― Me la dio mi hermano mayor. El wagasa es para él. Es para Kiku-Hana ―por supuesto que es una mentira. Pero nota como el chico abre los ojos. Continua―. Himawari solo vino a acompañarme. Me dijo que esta tienda era buena, pero yo le diré a mi hermano que mejor le compre a otra persona. ¡Nos vamos!

Toma a Himawari le da muñeca y le dan la espalda al joven.

― ¡Esperen! ―escucha que los llaman. Sin embargo, no se trata del joven, si no del viejo Kataoka que había estado escuchando la conversación en la trastienda―. Porque no me dijeron eso antes. Si es algo para alguien así de importante, será un honor que lo compre en nuestra tienda.

― ¡Pero padre! ¡Tú dijiste!

― ¡No importa ya! ―el padre regaña. Sin embargo, ahora al acercarse a los niños de nuevo se muestra muy amable―. Mira por aquí. Por acá tengo los Wagasa. ¿Te pidió de algún tipo en especial? Si no lo tengo ahora, le puedes decir que se lo puedo conseguir en unos días.

Rodea a Tsubaki y lo lleva a una esquina de la tienda. Le muestra los kimonos, kanzashi y accesorios varios, menos lo que él quiere. Tratando de convencerlo de que se lleve otra cosa para tener una excusa para iniciar una cuenta con el chico del crisantemo. Del cual sabe que tiene muy buenos contactos con los comerciantes.  Tsubaki por su parte, siente que sus piernas no dejaran de temblar. Su estómago esta hecho nudo. Decir una mentira aún es muy difícil para un niño como el, que siempre había sido muy obediente. Trata de ponerse firme, rechazando todo lo que el viejo le ofrece.

Cerca de la entrada, Himawari está molesto, se niega ver al joven Kataoka. El cual en igual condición se siente culpable de lo que le dijo al niño. Quiere hablar de algunas cosas con él, pero la manipulación de su padre había funcionado bien para hacerlo creer que lo mejor era alejarse de Himawari.

―Himawari ¿puedes venir un momento? Ayúdame a escoger.

― ¡Voy! ―grita para que Tsubaki pueda oírlo. Se queda frente al joven Kataoka mirándolo serio― antes eras más amable. Me agradabas más.

Le da la espalda y se va. Dejando al muchacho con la boca abierta como si intentara disculparse con él, pero no puede.

La compra se llevó a cabo sin más contratiempo. Los niños consiguieron una hermosa sombrilla roja, Grande y gruesa que están seguros, cubrirá bien a Yuri.

De camino de regreso, Tsubaki fue el encargado de cargar el wagasa cerrado bajo su brazo. Estaba un poco más pesado de lo que pensaba.

―Resultaste muy bueno para los negocios.

Alaga Himawari sonriéndole.

― ¿Tú crees? ―Pregunta Tsubaki que siente sudorosas las palmas de sus manos.

―Claro. Además, me sorprendiste cuando les dijiste que era para Kiku Nii-san. De haber sabido que Mosuke se portaría así, te hubiera llevado a otra tienda.   

― ¿Mosuke? ¿Te refieres a ese muchacho?

―Si.

―Fue muy cruel de su parte decirte esas cosas.

―Antes no era así ―Himawari explica―. Era muy amable, penoso y dulce. Pero su padre nos atrapo juntos una vez. ¡Ah! No me mal entiendas, a él solo le gusta verme con el kimono abierto. Es tan penoso que jamás se me acercaba. Aunque si era un poco raro. Le gustaba sentarme de espaldas en el marco de la ventana abierta mientras él hacia sus cosas. Es su peculiaridad, a la mayoría le gusta que nadie lo vea, pero a él le gustaba lo contrario. Le emocionaba que alguien pudiera vernos y bueno su padre nos descubrió. Por suerte, no le dijo a Okaa-san pero desde entonces, Mosuke dejo de hablarme. Ahora vez como me trata…

―Ya veo ―Tsubaki responde. Himawari ha pasado por muchas cosas y conoce sobre muchas otras. Pero eso le ha cobrado un precio muy grande cuando se trata de tener una amistad. Tsubaki no piensa en dejar de ser amigo de Himawari por cosas como esas―. Es un tonto. No deberías de darle importancia. Él se lo pierde o… algo así.

Himawari se ríe divertido:

― ¿Desde cuándo te volviste tan audaz?

―No sé a qué te refieres yo me siento igual. Cuando le dije esa mentira, sentía que me iba a morir.

Tsubaki y Himawari se ríen tontos.

Hasta que el mayor nota algo particular a la lejanía:

― ¿He? ¿Qué eso?

― ¿Pasa algo?

―Si. Mira allá ―Himawari señala. En el final de la calle se ve una pareja que esta por darse la vuelta― ese es Madarame-sama. ¿La otra persona quien será? se parece, pero no creo… ese es ¿Nadeshiko Nii-san? No, no puede ser.

Himawari se ríe y está a punto de hacer una broma respecto a ello. Pero antes de que pueda abrir la boca, Tsubaki sale disparado a seguir la pareja que ha desaparecido en la esquina.

Mientras tanto la pareja.

―No sabes por cuanto tiempo he esperado esto ―Madarame-sama rodea de un lado al otro a Nadeshiko, como si fuera un adolecente ansioso―. Desde que te convertiste en Hana ya no me fue posible cubrir tus cuotas. No me mal intérpretes. Sabes que para mí, gastar dinero de mas, es imposible. Tengo que tener bien cuidados todas las ganancias de los talleres que me pertenecen y pagarle a mis trabajadores―Da excusa, tras excusa― También ser un buen proveedor para mi esposa, desde que se convirtió madre se ha vuelto muy exigente, tú lo sabes mejor que nadie. Todas las cosas por las que me ha hecho pasar por ser tan blando con ella. Por cierto, mi hijo ya tiene diez años. En un par de años más, ya lo tendré que traer a Yoshiwara para que comience a conocer el mundo flotante y la calidez de la primavera. He pensado en hacer que seas tú quien le dé su primera experiencia.

― ¿Tan rápido ha pasado el tiempo? ―Nadeshiko suspira intranquilo. Casi no puede concentrarse en lo que el hombre le dice. Con humildad le pregunta― ¿No sería mejor que lo llevara con alguna mujer del barrio?

―Para nada ―aclara Madarame firmemente―. Las mujeres no son más que recipientes bonitos que sirven para concebir niños. Para obtener el verdadero placer. Se necesita de algo especial como son los onnagata.

Nadeshiko piensa en aquellas cosas que ha aprendido como onnagata. Siempre ha creído que la existencia de personas como él, debió comenzar como algo hecho para agregar humor a las obras de teatro tras la prohibición de las mujeres reales en estas; y que su género masculino no era más que el remate de ese chiste, para aquellos hombres que se enamoran solo de la apariencia bonita.

Recuerda que alguna vez le pregunto algo parecido a Tsutsuji y este solo le respondió con una sonrisa:

“El deseo sexual parece arraigado en el instinto. De hecho, creo que es en gran medida una ilusión. Es algo más bien sostenido por una idea muy frágil  y maleable. Dicho esto, nosotros por fuera cumplimos con todos los requisitos para ser atractivos, nuestra ropa a completa la ilusión, así como nuestra forma de ser. A muchos hombres en realidad no les importa  si somos de “verdad”, si cumplimos la fantasía que tanto anhelan”

Nadeshiko se pregunta si está haciendo lo correcto al criar a Yuri como lo criaron a él. Cuando hay veces como estas en las que ni siquiera entiende a los clientes que gustan de un onnagata, al extremo de odiar a las mujeres reales. Siente de repente el bazo de Madarame rodearlo por las caderas y conducirlo a la casa Sentō frente a ellos.

Los sentō son las casas de baño de Japón. Antiguamente no eran solo baños públicos donde te aseabas el cuerpo, sino también importantes lugares de reunión para la comunidad.

Se cree que los sentō se establecieron en el período Kamakura. No obstante, se considera que fue durante el período Edo, la época de mayor explotación de estos, los cuales se convirtieron en lugares de gran popularidad en los que hombres y mujeres se bañaban a diario. Aunque las casas de baño de la época fueron cambiando con el paso del tiempo, se puede hacer una distinción general entre dos tipos: aquellas en las que los hombres y las mujeres compartían espacio y las que contaban con lugares separados por sexo. Sin embargo, el gobierno shogunal consideraba que los baños mixtos corrompían la moral, por lo que en diferentes momentos requirió baños para segregar por sexo para garantizar los estándares morales públicos. Sin embargo, muchos propietarios de casas de baños simplemente dividieron sus baños con una tabla pequeña, lo que permitió que persistiera cierto voyerismo. Otros baños evitaron este problema haciendo que hombres y mujeres se bañaran a diferentes horas del día, o atendiendo exclusivamente a un género. A pesar de esto, las leyes sobre baños mixtos, pronto se relajaron nuevamente. Así, surgieron las Yuna (mujeres de agua caliente) quienes desempeñaron el papel de asistentes de baño. Estos asistentes, ayudaban a limpiar a los clientes frotándoles la espalda. Sin embargo, después del horario de cierre oficial, varias de estas mujeres realizaban servicios adicionales vendiendo sexo a clientes masculinos. Como medida preventiva contra la prostitución ilegal, el shogunato Tokugawa estipuló que no más de tres Yuna sirvieran en una casa de baños. Sin embargo, esta regla fue ampliamente ignorada, lo que provocó que el shogunato prohibiera por completo a las asistentes femeninas en las casas de baños y prohibiera una vez más la práctica de baños mixtos en 1657. A partir de entonces, un gran número de Yuna desempleadas se trasladó a los Yukaku, donde pudieron continuar con sus servicios.

Sin embargo, mucho antes que las Yuna se volvieran figuras muy notables en las casas sentō. Ya existía la figura masculina de los Sansuke (los tres tipos de servicio). Ellos eran antiguamente los encargados de calentar la caldera, vigilar la temperatura del agua, realizar los cobros, así como también de lavar y masajear a los clientes de ambos sexos. Su figura fue tan importante, a tal grado que la palabra Sansuke se generalizó para significar el servicio al visitante en la casa de baños. Se dice que los Sansuke, siempre se trataban de hombres jóvenes en edad de wakashu que tan solo iba ataviado con fundoshi, se les pedía que trabajaran en multitudes de mujeres desnudas, por lo que debían usar su entrenamiento mental para evitar tener una erección. Así las mujeres no se sentirían avergonzadas de ser vistas por sus ojos.  Y si bien, ellos al principio no ofrecían servicios sexuales. La comparación con las Yuna, la falta de estas después de la prohibición shogunal y la creciente demanda por la prostitución masculina provoco que ellos también se unieran a estas labores.

En una nota adicional. De manera similar, algunos burdeles en el Japón contemporáneo tienen mujeres que se especializan en bañar y limpiar a la clientela masculina con la finalidad de sostener relaciones sexuales a cambio de dinero. Tales establecimientos se llaman soapland.

La casa sentō “Sume no kaori” abrió sus puertas tan solo un año después del traslado del Yukaku de Nihonbashi a Asakusa. El dueño había usado un préstamo de cierta “organización emergente” dentro del barrio para construir de nuevo. En aquel entonces las casas sentō constaban de dos plantas. En la planta baja se encontraba la recepción, los vestuarios; mientras que las tinas comunales generalmente se ubicaban en habitaciones oscuras, casi sin ventanas, con entradas bajas para evitar que escape el vapor. Eran más pequeños, más oscuros y más vaporosos. Mientras que en el segundo piso, se encontraban los espacios comunes y habitaciones donde los clientes se podían retirara al lado de la Yuna de su elección.

El Sume no kaori, solo contaba con cinco Yuna registradas, que vivían y trabajaban en aquel lugar. Sin embargo, el dueño, abría también la casa para aquellos clientes que preferirían traer a alguna dama externa del barrio, a cambio de una compensación monetaria.

Este es el caso de Madarame. Que siempre había querido tener una experiencia sentō con un onnagata. Había convencido a Nadeshiko de faltar a las reglas y tener con él un encuentro con esencia primaveral en aquel lugar, a cambio de elabórale los vestuarios que usaría Yuri durante su presentación por solo una décima parte de lo que realmente costaría. El chico por su lado accedió. Le pareció, hasta cierto punto, un precio bajo para lo que quería.

Cuando entraron al baño lleno de vapor,  casi oscuro. Nadeshiko observo a las demás mujeres dentro del lugar, llevan solo el fundoshi largo, rojo, atado a la cintura parecido a una falda larga que les llegaba a algunas hasta medio muslos, revelando lo hermoso de sus piernas torneadas y otras tantas escondiéndolas hasta casi llegara a los tobillos. Todas ellas, sin acepción con el pecho descubierto, mostrando lo maravillosos de sus senos. Entregadas completamente a su trabajo. Ellas después de tomar agua caliente de la bañera con un balde de madera, lavaban la espalda y los brazos de su respectivo cliente. Teniendo cuidado de observar la condición física de los hombres y notar señales silenciosas sobre el estado de ánimo de la persona, enjuagando la espalda del cliente con agua caliente del balde, mientras parecían ignorara a los demás que estaban cerca. Finalmente, la asistente cubriría los hombros del cliente con un paño y le daría un masaje. Masaje que podría llegar a “Jitoku” con toda facilidad, ya que a los clientes varones, que se encontraban completamente desnudos, se les permitía exponer sus lujuriosas intenciones sin cuidado.

En total había siete parejas más en el baño.

―Ven, ven comencemos.

Madarame ya desnudo, toma de la muñeca a Nadeshiko, jalándolo cerca de la bañera para que lo lavara.

El chico trata de no tropezar ya que traía puesto su juban blanco. Negándose a entrar al baño descubierto. Pensando que, siempre y cuando no se destapara el pecho, nadie notaria que era varón. Salvándose del castigo que le darían, si alguien le avisaba a Okaa-san que estaba en ese lugar. Ya que lo que Madarame-sama quería, era no tener que pagarle una cantidad grande de dinero que no poseía. Lo que iba en contra de las reglas, el tener cualquier  encuentro sexual fuera de la casa sin permiso de Okaa-san.

Nadeshiko aparto su miedo. Tomo un pequeño balde de agua caliente de la tina. Colocándolo a un lado suyo para comenzar a lavar la espalda arrugada y curtida de Madarame-sama que encontrando un cajón de madera desocupado, se sentó en un lugar que está seguro, todos pueden verlos a ambos.

―Por cierto ―el viejo le habla sonriendo astuto―. El peinado y el maquillaje de hoy. Es diferente al de siempre. ¿Es para que no descubran quien eres en verdad? Está bien. Está bien. Yo comprendo eso. Te ves muy bien de esa manera.  Tanto así, que es, aún más interesante para mí, la mirada que nos están dando algunas personas de soslayo. Mira. Hay quienes no pueden evitar sentirse atraídos por tu belleza. Es tan gracioso. Admito que me gustaría ver la cara que ellos pondrían si se enteraran de quien eres realmente.

―No debería de ser tan cruel conmigo―Nadeshiko finge su voz femenina sin esfuerzo―.  Ya no soy ese pequeño que lograba asustar con facilidad antes. Yo también sé que se metería en uno que otro problema, si algún rumor se colara a oídos de su mujer.

―Esa perversa. Lo único que tiene es envidia.

Madarame comenta con veneno en su voz. Nadeshiko sabe perfectamente que eso es debido a que la esposa del sastre no tiene inconveniente que su esposo se acueste con otras mujeres, pero sí que la engañe con otros onnagata. Por suerte, ninguna mujer que no trabaje dentro del barrio puede pasar dentro de él. O de lo contrario ya se imagina la escena que esa mujer le aria. Hace algo parecido a una mueca y enjuaga a su cliente con lentitud.

Es cierto. Nadeshiko se puede dar cuenta. Como algunos clientes están vigilándolo mientras mujeres parecen murmurar algo entre ellas. No entiende porque es que ellas le tienen tanta envidia, no es como si a él le gustara verse de esa manera.

―No estés distraído ―escucha la voz de Madarame burlarse mientras lo toma rápidamente de las manos, jalándolo hacia enfrente, pegándolo a su espalda. Puede sentir el pecho de Nadeshiko claramente debajo del juban mojado que comenzaba a marcar la figura del chico. El anciano suelta un risita perversa―. Porque no les enseñas a esas mujeres que eres mucho mejor que cualquiera de ella, para tratar a tus clientes.

Nadeshiko de repente se vio con sus manos tomando el rígido pene del viejo. Obligando a tentarla frente a los presentes. De solo darse cuenta, un escalofrió recorrió su columna y sus mejillas se tornaron rojas de vergüenza. Apartando su rostro como si no le diera importancia, mostrándose falsamente orgullosos, comenzó su labor, frotando con sus delgados dedos.

El sastre por su parte no se lo deja fácil. Obteniendo lo que quería, se reclino sobre el pecho del muchacho, que logra sujetarlo fácilmente, abrió sus piernas mostrándose impúdico como lo complacían. Para obtener la envidia de todos los demás hombres presentes

Alago en voz alta para que todos lo escucharan:

― ¡Que delicioso! ¡Que manos más expertas! ¡Apretando tan firme y con tanto cuidado de hacerlo con suavidad! ¡Cuidando que mi goce sea completo! ¡Quien como tú! ¡Nadie es más merecedor que yo!

Eso despertó los celos de los demás clientes. Ninguno reconocía a la cándida “jovencita” que estaba al lado del aquel espantoso viejo. Aquello no era justo. Y como si los demás hombre no quisieran perder ante un anciano horrendo. Se valieron de todas sus tretas para incitar a las mujeres que estaban con ellos para que se entregaran a los mismos juegos y travesuras. Las provocaron de todos los modos inimaginables. Tomando algunos el pretexto de devolver el favor de tallarlas, mientras que otros, sin palabras, tumbaron a las mujeres sobre el suelo permitiéndose todas las licencias manuales. Jugando con sus senos, oprimiéndolos, sujetándolos, frotando sus vientres, sus muslos, sus órganos sexuales y de más. Las mujeres, por su lado no se quedaron atrás y los trataron de igual modo, en especial las Yuna oficiales de la casa que no se dejarían vencer en su propio terreno.

Los ruidos y gemidos no tardaron en llenar la habitación igual a pavor aculado con olor a primavera.

Al mismo tiempo Himawari logra que él y  Tsubaki, se salten una cerca no muy alta para ingresar a la propiedad donde se encontraba el sentō. No fue nada difícil ya que no parecía haber alguien vigilando los alrededores del lugar, a comparación de la entra.

―Me parece que esta es un casa sentō ―comenta el de coleta de samurái fijándose a todos lados para ver que nadie los atrapara en el acto. Pregunta trémulo― ¿Estás seguro que era Nadeshiko Nii-san? Yo solo bromeaba. No, quiero preocuparte, pero no puede salir así con un cliente sin avisar. Se puede meter en muchos problemas.

―Me lo imaginaba, por eso… no puedo dejarlo solo.

Contesto Tsubaki con decisión.

Ambos se pegaron a la pared de la casa para que no los fueran a descubrir desde el segundo piso. Himawari se siente descolocado. Nunca imagino que Tsubaki haría cosas como estas sin que lo obligaran. 

―Dime, ¿por dónde podríamos asomarnos? No veo ventanas en el primer piso.

Tsubaki pregunta mientras avanza con cuidado agachándose un poco.

―Oye. ¿Todo está bien? –Himawari le pregunta sorprendido―. ¿Qué pasa? ¿Por qué de repente te importa tanto lo que haga Nadeshiko Nii-san? Si es por Yuri…

―No. No solo es por Yuri. Es que…

Tsubaki se detiene antes de decir sus razones. No sabría cómo explicarle al otro todas las cosas que había vivido con Nadeshiko. Admite que desde que pasaron aquella noche juntos. Al igual que le pasaba con Yuri. No puede dejar de pensar en el castaño.

Ayer cuando Kiku se lo llevo a su habitación. Alcanzo a ver a Yuri y Nadeshiko esperara para entrar a la habitación y hacerse la tomas de medidas. El de kimono negro le había soltado un comentario respecto a las obsesiones que tenía el sastre con el onnagata. Dejándolo inquieto.

Sin poder darle una respuesta a Himawari le entregarle el wagasa para distraerlo. Lo deja con la palabra en la boca mientras se aleja buscando por donde echar un vistazo.

Tsubaki no tardo en encontrar una pequeña ventana de donde salía vapor.

El niño de kimono celeste. Se agacha por completo y echa un vistazo dentro. Ruborizo de inmediato al  darse cuenta del delicioso cuadro que está presenciando. Todos entregándose en gran desenfreno.

Su boca se abre arrobado.

¡Que gritos de placer! ¡Qué forma de retorcerse!  ¡De venirse!

De repente sus ojos se clavan en una silueta vestida de blanco. A pesar del maquillaje sabe de quién se trata. Es Nadeshiko que está prácticamente enfrente de él. Ve el momento justo cuando el muchacho se montaba sobre el viejo sastre de espaldas. Se inclina hacia adelante apartando la tela del fundoshi, revelando por completo su trasero pero con el cuidado de cubrir su masculinidad lo mejor que podía. Tomo el duro pene de Madarame envainándolo poco a poco en su cuerpo, dando la impresión de que gozaba en toda su plenitud de la posesión. Conteniendo sus gemidos fingidos mientras mueve sus caderas a un ritmo lento e hipnotizaste, para su cliente que lo sujeta de las caderas.

―Ves cómo has excitado a todos aquí con tu presencia. Eres magnifico.

Nadeshiko escucha la voz de Madarame pero no le importa. Solo quiere terminar esto tan rápidamente como pueda. Intentando distraerse mirando un punto en la habitación como era su costumbre. Se enfoca en el único punto por donde entra la luz. Mirando hacia la ventana. Reconociendo a Tsubaki de inmediato. Antes de preguntarse qué es lo que estaba haciendo en ese lugar. Lo ve observándolo ruborizado, poniéndose inquieto por toda la excitación repentina que está tratando de contener en vano. Eso llena su cuerpo de una oleada cálida de pasión que borra cualquier otra cosa de su mente. Se le escapa un ligero quejido a la par que su cuerpo se rendía

En una extraña coincidencia. Los ojos de ambos se encuentran. Nadeshiko le sonríe tentador. Tsubaki se muestra inocente, incluso ingenuo. Como aquella noche que pasaron juntos. Eso emociona a Nadeshiko de una manera que él no pensó. Suelta su cuerpo cabalgando al cliente ignorando por completo quien es y centrándose únicamente en satisfacer la curiosidad del niño  que lo había conquistado de cierta forma. Llenándose de placer.

Puede ser ¿que por fin ha comprendido a los otros chicos de la casa que lo hacen entre ellos para soportar las largas jornadas de trabajo? Las miradas de Tsubaki son suficientes para dejar de sentir repulsión por lo que está haciendo.     

Tsubaki por su parte está fascinado. Su fundoshi comienza a sentirse ajustado. Sabe que no debería de mirar, pero no puede evitar sentirse tan atraído por Nadeshiko.

― Oye no hagas eso… ¿Qué estas mirando?

Escucha la voz de Himawari a su lado, pero antes de que pudiera reaccionar. El niño de coleta de samurái se agacha a un lado suyo y apenas se asoma un poco.

Himawari no se sorprende por lo que mira dentro del cuarto de baño. Había crecido en ese mundo y lo toma como si todo aquello fuero lo más natural. Lo que lo sorprende es la mirada que Nadeshiko le dedica a Tsubaki y la forma en que este miraba al mayor. Esa misma mirada cómplice que tenía él con Sakamichi-sensei.

― ¿Himawari?

―O-oye… tú y Nadeshiko Nii-san…

― ¿Qué? ―Tsubaki alza su rostro de inmediato. Himawari está sorprendido. Entendiendo lo que trata de preguntarle. Se excusa rápidamente―. No. no es lo que piensas. Es que nosotros…

― ¿O sea que si?

―Por favor no le vallas a decir a nadie. Te lo ruego.

Tsubaki pide sin pensarlo mucho.

Himawari se queda impactado. ¿Desde cuando Tsubaki se había vuelto tan atrevido? Claro que quiere saberlo todo. Pero antes de que contestara, que estaba bien que no tenia de que preocuparse. Escucha que le gritan a ambos.

― Oigan ¿qué están haciendo allí?

Un encargado los descubrió. Himawari se agarra del brazo a Tsubaki para echarse a correr pero es inútil. El joven los agarra a ambos y se los lleva arrastras dentro de la casa.

Dentro del sentō la Okaa-san encargada comenzó un gran alboroto. No se podía tener relaciones en el baño. Más por una cuestión financiera, ya que de donde se sacaban más ganancias era de la ocupación de las habitaciones de arriba. Saco a todo el mundo a gritos. Cuando pidió el nombre de la responsable de todo aquello. Las mujeres no dudaron en señalar a  Nadeshiko. El joven no lo dudo. Antes de que alguien se diera cuenta de que no era una chica. Tomo su kimono de una canasta en el suelo se lo hecho a sus espaldas, al igual que sus getas que se llevó en mano y salió corriendo hacia la entrada con la dueña detrás de él.

Justo a tiempo. El encargado iba entrando con los dos niños a cuestas que se resistían tanto como podían. Chocando todos en la entrada. El tumulto les dio oportunidad a los niños. Entre los dos tomaron a Nadeshiko cada quien de un brazo y salieron corriendo antes de que los trabajadores del sentō pudieran hacer algo, escapando.

 

Continuara...

 


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