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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Capitulo XXVII

Nadeshiko fue muy afortunado. El incidente del sentō no fue muy lejos. Ese día, Himawari fue de gran ayuda para su sorpresa. Ya que supo perder a la gente que los perseguía, manteniéndose a salvo en el lugar menos esperado. El consultorio de Sakamichi-sensei. El viejo no le pidió explicaciones, solo le dio un juban seco y lo dejo arreglarse tranquilamente bajo una mirada divertida al verlo llevarse bien con los pequeños. Tampoco los niños le preguntaron algo inconveniente. Aun que si noto el rostro ruborizado de Tsubaki a cada momento cuando lo observaba; permaneció calladito e incapaz de verlo a los ojos. Nadeshiko también se sentía levemente avergonzado por las cosas que lo hizo ver. No supo que había pasado en ese momento en el que se dejó llevar por completo. Himawari por su lado, tenía cara de tonto, con sus ojos moviéndolos de un lado al otro, checando a ambos. ¿Acaso también vio lo que estaba haciendo? Aun así no hizo ningún comentario o insinuación.

Cuando los tres llegaron a la casa. Nadeshiko no tuvo la necesidad de inventar una excusa o entrar a escondidas como había planeado al irse. Los menores se adelantaron, asegurando a la guardia encargada de la entrada del turno de tarde, que habían salido los tres, que Nadeshiko se los había llevado para comprar algo para su hermanito, que no podía salir. Evitándole problemas, ya que nadie había ido a buscarlo a su habitación.  Después ello, le entregaron el wagasa para Yuri. Recibiéndolo sin gritos y sin poder las gracias por todo, manteniendo su postura de chico amargado con los demás.

Por otra parte, todo el asunto del sentō, debió de llenar las expectativas de Madarame-sama más allá de lo que él piensa. Porque le envió una carta al día siguiente, donde le aseguraba que cumpliría su parte del trato sin inconvenientes y que lo vería hasta el día en que entregaría la ropa de los Autobureiku.

El fin de semana llego rápido, junto al festival del gallo.

El Tori no Ichi se celebra todos los años en los “días del gallo” del mes once lunisolar (noviembre), siguiendo el antiguo calendario basado en el zodiaco chino llamado jikkan junishi. Siendo Tori (gallo) e Ichi (mercado). Las fechas exactas varían de año en año, pero dado que el día del gallo es cada 12 días, suele haber dos o tres días del gallo durante el mes de noviembre.

La historia del mercadillo Tori-no-Ichi se remonta al periodo Edo en el santuario Owashi. En esa época, era un festival de agradecimiento por las buenas cosechas, en el que los agricultores presentaban un gallo a la deidad guardiana del santuario como ofrenda y muestra de agradecimiento por las buenas cosechas. La tradición ganó fuerza y otros santuarios decidieron festejarla. Con el pasar de los años, empezaron a surgir puestos callejeros en los que comerciantes y agricultores vendían sus productos. Así, la festividad se convirtió en uno de los mayores mercados de fin de año en Japón. Y un auténtico festival en el que los comerciantes y agricultores rezaban para la buena fortuna en el año que estaba a punto de entrar que incluso hasta hoy día se lleva a cabo año tras año.

El festival más popular  de esta índole se lleva a cabo en el santuario Ōtori Myōjin (actual santuario Ōtori de Asakusa) que estaba muy cerca de del barrio rojo de Yoshiwara. Cuenta la historia que las prostitutas más importantes y trabajadores del barrio, tan sólo podían salir de Yoshiwara durante la celebración de este mercadillo.

Los chicos del Raikorisu no hata no son la excepción.

Después del cierre de la casa. Los Hana se reunieron en la entrada de la casa junto a sus aprendices. Los mayores iban extravagantemente vestidos como era costumbre. A pesar de acabar la jornada laboral, ellos lucían frescos y elegantes. Los niños no obstante no se arreglaron en lo más mínimo o se cambiaron de ropa a comparación de su hermanos. Después de todo, ellos iban más en calidad de servidumbre que de aprendices al festival. Ya que después de que sus hermanos hicieran sus respectivas compras, que los pequeños cargarían durante la noche. Estos regresarían a la casa con ellas, ordenándolas y guardándolas, mientras los mayores se quedarían en el festival hasta casi el amanecer.

―Los Kago (palanquín) están esperando afuera ―Okaa-san, quien iba igualmente arreglada  les indica a los presentes. Agrega mientras le da dos pequeños tablones de madera a cada uno de los mayores―. Ya saben a lo que van. No van a ir a divertirse. Son negocios como siempre. Cuiden que sus Ototo no se metan en problemas. Asegúrense de que no pierdan su permiso ―hace hincapié en ello― Y ustedes ―refiriéndose a los menores―. No se les ocurra querer escapar o hacer alguna estupidez. Porque los mandare a buscar.

Los niños se encogieron de hombros, hicieron muecas e inclusive solo se le quedaron mirando a la mujer. Sabían eso a la perfección. La verdad es que nadie tenía fantasías de escaparse. Ni siquiera Ran, a quien más se le había quedado mirando durante esta declaración.

―Eso ya lo saben ―Deiji afirma caprichoso jugando con uno de los mechones largos de su cabello. Lo dijo como una manera de defender al pequeño de kimono amarillo. Agrega―. Si va a regañarnos que sea todos. ¿Suisen no está aquí? ¿El ikebana se cree tan importante, para no ir a un  festival donde estará rodeado de campesinos?

―Él ya está esperando afuera ―Okaa-san contesta frunciendo el ceño―. Él entiende mejor que todos ustedes, la posición en la que está. ¡Así que, no quiero más quejas! ¡Es hora de irnos!

La guardia de noche despide a los chicos y a la mujer con un ritual de buena suerte, antes de salir de la casa.

Los Kago que Okaa-san había mandado a traer, eran de los más elegantes y costosos, casi parecían norimono de clase aristocrática. Estos estaban hechos de madera parecidos a cajas enormes. Tenían una base pesada con una especie de almohadón de seda donde se sentaba el pasajero. También contaban con cortinas de bambú que se podían abrir y cerrar según las preferencias. Los trasladaban entre cuatro personas, cargando el palanquín desde dos poste largo que estaba introducidos en la parte superior. Mientras que en cada una de sus esquinas había farolas rojas encendidas.

Cada Hana tomo uno que compartirían con su respectivo hermano pequeño. En total fueron seis Kago. El Ikebana por su parte, iría en compañía de una de sus sirvientas personales. Mientras que Himawari tuvo que ir en compañía de su madre.

Cuando Tsubaki subió al suyo, al lado de Kiku se sintió raro, ya que sería la primera vez que usaría un palanquín. Aún más que eso, su atención se fijó en aquel donde se encontraba sentado el Ikebana. Hasta la fecha, no había tenido la oportunidad de conocerlo. Ya que nunca comía con el resto de chicos en la casa, tomaba sus baños de manera privada y rara vez salía de su habitación. Tsubaki se preguntaba cómo era el chico, al que su hermano le había cedido la posición de Ikebana. En especial por los comentarios de Himawari que le daba a entender, que en realidad nadie apreciaba a aquel muchacho de dieciséis años. Al grado de considerar a Kiku como el verdadero Ikebana de la casa, aunque no tenga el titulo formalmente. Tsubaki sabe que la razón verdadera por la que Kiku no tomo el puesto de ikebana, cuando Okaa-san se lo ofreció, fue por sus intereses, para no tener que tomar ciertos trabajos, para poder atender a la gente de Sakamoto-sama sin problemas; para tener su deuda controlada, pero más que nada para tener vigilado a su antojo a Nadeshiko. Si ambos tenía el mismo rango, era más fácil meterse en los asuntos del onnagata y mantenerlo vigilado.

Tsubaki hecho un vistazo por la ventana del palanquín en el que iba sentado. No fue capaz de ver al Ikebana. Este había bajado las cortinas de bambú de su propia ventana. Apenas se podía distinguir la silueta de un chico pequeño con el cabello largo, suelto color negro.

― ¿Qué ocurre, Tsubaki? ―Kiku le llama sonando amable.

―N-nada. Es la primera vez que subo a un Kago.

Excuso distraído. El mayor le sonrió, indicando que se sentara sobre su regazo. Lo cual el niño lo hizo con gran incomodidad. Pero solo así, cabrían ambos dentro del Kago. Tsubaki tuvo un pequeño susto cuando sintió el tambaleo del palanquín, al ser elevado por los sirvientes y la marcha del mismo mientras estos hacían una exclamación cada vez que daban una vuelta en alguna esquina, hasta que llegaron a la calle principal. Durante el festival del gallo, el barrio de Yoshiwara abría todas las puertas de acceso, hasta las de emergencia por la enorme cantidad de gente que pasaba a divertirse antes o después de ir al templo Myōjin, la cantidad era inmensa y por lo tanto, jornadas muy ajetreada para las prostitutas. Muchas casa seguirían abiertas prácticamente hasta el amanecer. Se notaba gente yendo y viniendo atiborrados por toda la calle principal. Mientras que en las ventanas se veían, las siluetas de las personas divertirse de todas maneras dentro de ellas, atrás vez de los shoji de papel, siguiendo la fiesta bajo la luz de las farolas rojas.

Cuando llegaron a la puerta principal. Algunos guardias los inspeccionaron. Revisaron que llevaran consigo el permiso especial para salir, que caducaba hasta las siete de la mañana del día siguiente.

El ambiente fuera del barrio era tan diferente. Ya que Yoshiwara estaba construido sobre una marisma. El terreno estaba rodeado de un pozo de agua que tenía una profundidad de catorce metros, después del muro rojo que lo rodeaba al barrio delimitándolo de todas las tierras aledañas. Aun que en ese entonces con no más de diez años que el barrio de había trasladado a Myōjin (actualmente Asakusa) se encontraban en los límites de las afueras de la ciudad Edo. Aun con la urbanización sin llegar del todo a aquel lugar, lo único que había en el camino, eran extensos arrozales. Que en la oscuridad de la noche apenas eran diferenciables de algo añadiendo el silencio característico del campo.

Los chicos en su mayoría se habían quedado por completo callados de camino al tembló. No querían que los encargados de los Kago escucharan alguna conversación inconveniente. Había rumores que estos podían vender los rumores que escuchaban por un buen precio a quienes les interesaban, los cuales no eran tan pocos como se creería. También en su mayoría, viajaron con las cortinas bajadas. Con excepción de Nadeshiko, quien la mantuvo levantada para que Yuri, sentado en sus regazo asomara la cabeza por la ventana, viendo lo que había. El albino lucia bastante contento, podía experimentar un escenario distinto al acostumbrado a la habitación de su hermano o a su celda cubierta con un manta. Sintiendo el aire fresco en el rostro emocionado.

No tardaron en llegar en menos de que los niños habían imaginado.

Okaa-san fue la primera en bajar junto a su Himawari. Después los Hana con sus respectivos hermanos. Ella les dio la indicación de que fueran a hacer sus compras y que se reunirían de nuevo en aquel lugar después de un par de horas. Cada chico tomo a su hermano y se fueron. Himawari solo pudo hacer una mueca mientras sus madre lo sujetaba fuertemente del hombro, impidiendo que se fuero con los otros chicos. Ya que insistió en que tenía que quedarse a su lado y del Ikebana, que aún se estaba preparando para salir. El niño de kimono verde, solo rodaba los ojos desesperado, mientras veía a los demás ser llevados por sus hermanos, y una mirada en los ojos de Tsubaki como si le dijera que no podía hacer nada. Cuando su madre lo noto apretaba su hombro como castigo y con unos empujones se lo llevo a un lado.

Todos tomaron un camino diferente.  

A lo largo del pasillo que llegaba de la entrada hasta el templo. Se observaban decenas de puestos iluminados con farolas de papel blanco, que habían empezado operaciones desde la media noche y durante las próximas veinticuatro horas. El sonido de los enormes tambores taiko llena el ambiente, junto a la gente aglomerada en todas partes en un lugar relativamente pequeño, negociando precios o haciendo tratos con los comerciantes o campesinos que llevaban sus productos. Desde verduras y hortalizas, así como adornos, máscaras, comida y por supuesto el producto característico de este mercado, que lo hizo volverse tan popular. Los amuletos Kumade.

Los Kumade (garra de oso) originalmente eran rastrillo hecho de bambú, herramientas usadas para limpiar los terrenos de las hojas que caen en el suelo durante el otoño y también para recoger los granos de cereal durante las cosechas. Durante este periodo, apareció y se extendió la superstición basada en los juegos de palabras de crear amuletos relacionados con este artefacto. Obteniendo de estos amuletos, arrastrar hacia ellos las energías positivas, como lo hacen cuando barren las hojas del suelo. Al mismo tiempo que “Daban un zarpazo a la buena suerte”.

Los Kumade constan de un palo de bambú con una extremidad hecha de diferentes ramificaciones en varias direcciones que contaban con una especie de jaula al final de ellas. Decoradas con una espiga de arroz como símbolo de prosperidad y un ofuda (amuleto sintoísta hecho con una tira de papel). Mas con el pasar de los años comenzaron a ser adornados con monedas, máscaras de dioses de la fortuna, así como motivos de grullas y tortugas, fardos de arroz, piezas de shōgui, ramas de pinos y cuerdas de shimenawa como las que se ven en los santuarios. En la actualidad se pueden encontrar Kumade desde de los más sencillos hasta los más ostentosos en los que el rastrillo ya es imposibles de ver.  

― ¡Venga, venga, prosperidad, prosperidad, prosperidad!

Por todas partes tratan de llamar la atención con gritos vigorosos acompañados de palmas.

―Dime ¿no crees que es divertido? Hay mucha gente este año también ―Deiji comenta felizmente juntando sus manos cerca de su rostro tratando de parecer encantador ―Ran, dime si ves un Kumade que vaya con mi personalidad.

― ¿Cómo se supone que voy a saber cómo es eso?

Ran tuerce la boca descontento. Camina tres pasos detrás de Deiji cargando una caja sobre otra entre brazos. No llevaban ni diez minutos en el festival, y el mayor ya compro un monto de porquerías como collares, pañuelos bordados y maquillaje. Ran rueda los ojos al ver como su hermano mayor. Se detienen en otro puesto para seguir comparando más cosas.

Mientras Deiji  escogía sonriente algunos adornos para el pelo. Ran nota como un tipo se acerca rápidamente por la espalda de su hermano. En un juego rápido de manos, ayudado de una pequeña navaja corta el cordel de uno de los pequeños sacos de dinero que trae el muchacho colgando de la cintura. El tipo discretamente metió la bolsita dentro de la  manga de su kimono y siguió su camino. Ran entrecierra los ojos molestos. Le dijo al afeminado que se guardara mejor el dinero. Al principio pensó en dejarlo así, para que el mayor aprendiera a no ser tan descuidado. Pero como si algo lo empujara. Apretó los labios y cuando aquel sujeto paso a su lado como si fuera un descuido choco contra el sujeto, pegándole con las cajas que traía encima distrayéndolo.

― ¡Maldito mocoso, fíjate por donde vas!

Grita el hombre. Llamando la atención de los presentes. Al darse cuenta de esto solo sigue su camino molesto.

― ¿Ran estas bien? ―Deiji corre hacia su hermano― ¿Qué fue eso?

―Nada… Te dije que fueras más cuidadoso.

Contesta Ran frunciendo el ceño. Sosteniendo las cajas con un solo brazo mete su mano opuesta dentro de su kimono amarillo, entregándole su dinero al mayor. Ran había aprovechado su accidente para robarle al propio ladrón. Algo fácil para él.

Deiji por impulso se toca la cintura notando que le faltaba lo que le entregaban en mano. Se da cuenta que Ran mira hacia atrás aquel hombre con el que choco, entendiendo de inmediato lo que había ocurrido. Esta sorprendido. No es que estuviera de acuerdo en lo que su hermano pequeño hiciera, pero no pensó que fuera tan habilidoso para hacer que el otro hombre no se diera cuenta y asegurarse que este no le hiciera más alboroto del debido.

―Gracias ―dice el mayor sonriéndole.

―Si quieres darme las gracias, mejor cómprame algo de comer. Solo te has comprado puras cosas inútiles.

Se queja el niño de kimono amarillo.

―No pongas esa cara amargada ―Deiji le sonríe. Su  hermanito es necio pero de buen corazón. Apoya sus dedo en la frente del niño― Te quedaran arrugas en la frente si siempre la estas frunciendo… Disfruta del tiempo libre. Esta es de las pocas veces que podrás salir del distrito rojo sin tener que trabajar. Aun me quedan algunas cosas que quisiera comprar. Después te compare algo delicioso de comer. Te lo mereces, te has portado muy bien. Me alivia el hecho de que ya no intentes escapar.   

―Te da igual.

El niño le desvía la mirada, sin estar seguro si es por vergüenza o molestia.

―Claro que no ―aclara el muchacho haciendo un puchero―. No creas que me gustaba tener que dejarte en el patio amarrado con todos burlándose de ti. Eso solo fue por mi responsabilidad como hermano mayor. Además, ¿no estoy cumpliendo mi parte? te estoy enseñando todo lo que pediste para poder quedarte en la casa. Me sorprendes baste. Sabía que eres un chico bastante listo después de todo.

― ¿Me estas tratando como un idiota?

 ―No. No ―niega el mayor con la cabeza―. Al contrario. Tú sabes que yo tengo la ventaja de haber nacido con mi extraordinaria memoria. Tú, por otra parte tienes astucia. Lo que acabas de hacer es prueba suficiente de ello. En verdad eres muy listo.

El niño sisea. ¿Eso fue un alago o un insulto? Lo siente como si fuera más el último.

―Claro ―Deiji continua―. Si aceptaras mis acercamientos como tu hermano mayor, me sentiría aún más aliviado. Es una vergüenza para mí que seamos los únicos que aún no han tenido su primera practica amorosa como es debido― comenta Deiji distraídamente haciendo que Ran enrojezca de inmediato. El mayor dramatiza―. Hasta me he enterado que alguien como Nadeshiko ya lo hizo con el pequeño Yuri… Espero que no haya sido muy cruel con él. A mí no me gustaría tener que obligarte, pero si las cosas no cambian, no me dejaras otra opción. Te lo advierto de una buena vez.  ¿Qué tal si los otros empiezan a murmurar sobre mí por ello?

― ¡Ni loco! ¡No are nada contigo! ¡Vas a pegarme!

― ¡Claro que no! ¡Ya te lo explique! Las cosas no funcionan así conmigo. Yo soy el debería de preocuparse. La última vez me jalaste de mi hermoso cabello y me mordiste el brazo ¿Qué acaso eres un demonio para comportarte de esa manera?

―Hinageshi me pego en esa ocasión. Ni te quejes.

Reclama el niño bastante molesto. Al ver esto Deiji se siente incómodo, dolido. Hubo una razón principalmente para que se decidiera escoger a Ran como hermano menor. Cuando mira a Ran también mira a Hinageshi cuando era pequeño.  

―Ya, no te enojes. No quería molestarte. Yo te aprecio mucho ―el chico de kimono agua marina sin previo aviso, abraza a Ran de costado recargando la cabeza del niño en su pecho―. Yo me siento muy feliz de que tú seas mi hermano menor.

Ran por su parte. Se queda sorprendido. Está incómodo. No por el gesto de cariño, sino por la manera en la que la gente a su alrededor los está mirando. Quizás sea muy listo como le dice el mayor.  Pero para Ran eso no sirve en realidad. Lo sabe cuándo ve la expresión en la cara de los clientes, cuando Deiji les dice que es su hermano menor. El asco que les provoca por no ser igual de bonito y femenino como el otro. En el fondo sigue siendo un chiquillo zarrapastroso, un ladrón y es como si todos pidieran verlo.

Por otro lado, Hinageshi trata de hacer que Suika se anime.

― ¿Seguro que no quieres un poco?

 Le pregunta el mayor extendiéndole un pincho de dango.

―No gracias ―rechaza cortésmente el niño quien ya cargaba un Kumade. Uno muy sencillo de unas cuantas ramas y un amuleto de papel en el centro―. Debería moderar la manera en la que está comiendo. Manchara su ropa y su rostro.

―No pasara nada. Déjame hacer lo que quiera. Okaa-san me prohibió beber hasta que sea mucho más tarde. Así que solo me queda llenarme la barriga con comida o de lo contrario enloqueceré.

Suikazura había notado a su hermano ansioso toda la noche. Moviendo las piernas inquieto haciendo ruidos con los brazaletes de sus muñecas y tobillos. Incluso rechazo clientes nocturnos. Cosa extraña aun que era más extraño verlo sobrio a esa hora de la madrugada.

― ¿Comprara algo más? ―pregunta el niño.

―No lo sé. Seguramente Deiji va a comparar un montón de  cosas. Si compro yo también irán muy apretados en el Kago. Deiji y yo ya decidimos que compartirán uno cuando vallan de vuelta a la casa, para que no tengamos que gastar de más. No es nada raro. Ya que cuando éramos pequeños a Deiji y a mí nos hacían lo mismo, cuando veníamos a acompañar a nuestro hermano al mismo festival. Es tan raro. Ese engreído siempre dijo que jamás iba a poder tener de nuevo esta oportunidad. Y ahora soy yo el que tiene que traer a un hermano menor al festival.

Suika alza una ceja. Le parece que Hinageshi tiene la lengua más suelta de lo habitual. Escupiendo veneno de vez en cuando durante la noche. En especial al que fue su hermano mayor, al cual parece tenerle mucho resentimiento. Algo que no guarda hacia Deiji de quien tiene entendido era muy consentido por Sakura, el hermano mayor de ambos.

―Me gustaría verle la cara a Sakura ahora. Soy todo un Hana en regla ―el mayor por su lado, se siente muy irritado. Su abstinencia le está jugando mal. Necesita darle un sorbo a algo de alcohol. La comida es buena pero no logra calmarlo por completo. Okaa-san no lo dejara beber nada hasta que los niños se vallan y ellos se queden con los clientes. Está hablando mucho sin realmente pensarlo―. Hasta se hacer su truco ese.

― ¿Truco?

Pregunta Suika por lo bajo. No entiende a que se refiere. ¿A algún talento especial? Por lo que sabe Sakura era bueno con el shamisen y ese se lo había heredado únicamente Deiji.

―Claro ―el mayor se voltea a ver al menor detrás de él. Se acomoda el cabello hacia atrás haciendo sonar los brazaletes de su brazo y las tiras de oro (bira bira) que cuelgan de su diadema de dorada―. Pensó que yo jamás seria lo suficientemente atractivo para lograr su truco. Deiji lo abra conseguido hacer desde pequeño, pero eso no significa que yo sea menos que él. Sakura nos decía que se notaba el talento de alguien que llegaría a la sima, si era capaz de hacer que un hombre te siga con los ojos, con una sola de tus miradas.

Suikazura no puede evitar que se le escape una risita. Pensó que sería algo más importante:

―Eso es ridículo. Nadie puede hacer eso ―dijo convencido de sus palabras.

Hinageshi le sonríe taimado:

― ¿De verdad crees eso? No, es obvio que lo pienses. Yo pensaba lo mismo cuando era pequeño. Hasta que ese engreído nos mostró su truco a Deiji y a mí. Pero es algo que de verdad puedes hacer.

―Me disculpara pero no creo que sea real lo que dice.

― ¿Ah? ¿Qué te parece si apostamos?

― ¿Apostar?

―Anda. Escoge a quien tú quieras de los hombres que están aquí y te lo mostrare.

Suika por su lado se muestra escéptico de lo que su hermano le dice. Sabe que está muy molesto porque no ha bebido. No quiere enojarle más si es una mentira lo que dice o que lo ridiculicen a él por creérselo. Por otro lado no quiere que le haga una escena por no obedecerlo. 

―Aquel.

El niño de kimono café señala discretamente a un joven del otro lado de la calle que cargaba un Kumade inmenso que le tapaba la vista. Iba acompañado de quien se notaba era su amo.

―Me la dejaste sencilla. No solo are que él me siga con la mirada sino también a su señor. Ven, quédate tres pasos atrás de mí y pon atención a lo que va a pasar.

Suika no objeta nada a pesar del mal presentimiento y vergüenza que sintio. Obedece yendo detrás de Hinageshi. El niño siente el cambio de habiente en un par de segundos, en cuanto su hermano camina hacia aquellos sujetos. El mayor se endereza, acomoda la diadema de su cabello haciendo sonar de nuevo sus brazaletes. Desprendiendo un aura divina de elegancia y confianza igual a que deslumbrara como el oro.

Cuando pasaron junto aquellos hombres. Suika se queda impresionado. Su mirada se asoma por su flequillo largo. La mirada que da su hermano es extremadamente discreta junto a una pequeña sonrisa, ambas son tan atractivas, siéndolo lo único digno de ser visto en aquel lugar. El primer hombre lo persigue con la vista boquiabierto, deteniéndose entre la multitud. Seguido de su sirviente que al ver a Hinageshi, continua caminado chocando con su amo tirando el Kumade y con ello la ilusión que el moreno creo de la nada.

El mayor espero alejarse lo suficiente para comentarle al pequeño.

― ¿Qué te pareció eso? Apuesto que Sakura se arrepentiría de las cosas que me dijo… Por cierto, Deberíamos cortarte ese fleco largo para que se vean tus ojos.

― ¡No! ¡Así estoy bien! ―el niño se toca el flequillo con sus dedos mostrándose muy inflexible.

―Ese flequillo es un adorno ¿no?

― ¿Adorno? No… es para ocultar el movimiento de mis ojos. Digo…

Suika se comienza a ponerse nervioso. Cuando habla con Hinageshi no puede evitar decir todo aquello que los demás no deben de saber.

― ¿Sigues dándome escusas? ―Hinageshi se muestra impertinente―. Acaso, quieres permanecer así por siempre. Engañando a los demás y a ti mismo. Así nunca serás papaz de llegar al éxito. Si de verdad quieres alcanzar algo, debes de olvidarte de esos adornos. Debes de entregarte por completo a tu verdadero yo.

El mayor lo mira fijamente con sus ojos dorados. Suikazura no sabe que tiene esos ojos que lo estremecen. Su cuerpo se calienta de repente y la necesidad urgente de  tocar el cuerpo de su hermano mayor emerge desde lo más profundo. Quiere tocar y comprobar si es cierto. Si alcanzaría el éxito si fuera el mismo. Aun que se considere un ser repugnante. Aprieta sus labios y baja su mirada tratando de alejar eso de su cabeza, debe de continuar ocultando sus emociones o de lo contrario podría estar a punto de abrir algo que debería de permanecer sellado.

― ¡Hinageshi! ―de repente escuchan a Deiji ir hacia ellos animoso.

El chico de mechones largo abraza al moreno por la espalda colgándose de su cuello.

― ¡Espera! No estoy de humor para estas cosas.

Regaña el de kimono azul oscuro frunciendo el ceño.

― ¿Tú también estas amargado? Si Okaa-san se da cuenta te reñirá bastante.

―Ya sé. Solo debo de tomar un poco de sake y se me pasara. Solo un poco.

Los mayores siguen discutiendo en cuestión. Mientras Suika por su lado al ver a Ran con las cajas en brazos acercarse detrás de su hermano mayor, no tarda en ir a su lado y jalar la manga de sus kimono amarillo.

―Ran, necesito que vengas conmigo un momento.

―P-pero acabamos de…

El niño de kimono amarillo no lo entiende al principio. Suika luce ansioso de repente pero no sabe qué hacer con las comparas de su hermano. Deiji al ver esto intuye que Hinageshi le dijo algo. Sabe que el moreno se pone gruñón y rudo, si no bebe en un largo rato. Se separa del mayor y toma sus cajas aventándolas en los brazos de Hinageshi. Arrebata el Kumade de las manos del menor, lanzándolo con sus cosas.

―Vallan a disfrutar del festival ―les dice a ambos. Antes de que el moreno le refunfuñe lo toma del brazo y le da la espalda a los pequeños― Yo iré con Hinageshi a buscar mi Kumade. Nos vemos aquí en un rato.

Con solo escuchar eso. Suika se lleva a Ran perdiéndose entre la multitud.

―Espera, Suika. Despacio ¿Qué tienes?

Ruega el de kimono amarillo. Sabía que no era buena idea dejar a Suika a solas con Hinageshi. Después de que Deiji le explicara porque  Hinageshi está de mal humor desde en la tarde.

Suika voltea a verlo, su flequillo se abre mirando sus ojos anhelantes. 

―Necesito…

Murmura el de amarillo.

― ¡¿Aquí?! ¡¿Tan de repente?!

Ran ruboriza, sabe perfectamente lo que el otro quiere. Hace que se detengan entre la gente y se da un momento, mirando a todos lados. Buscando un lugar donde estar solos, sin realmente pensar en la situación, solo para complacer los caprichos de Suika.

―T-tal vez si… oh… no…

Balbucea el mayor pensando en ir detrás del templo a besuquearse, aunque sabe que todo terminara a mayores. Sin embargo antes de que se decida a llevarse al otro tan lejos de la multitud como pueda. Nota a Suika extraño. Lo ve completamente quieto, helado. Como si todo se le hubiera borrado de la mente.

― ¿Suika?

Pregunta.

El de café lo suelta despacio, da un paso en frente, abrumado:

―Hermana…

Dice antes de salir corriendo donde una chiquilla de catorce años estaba de pie.

Ella lleva puesto un kimono oscuro de servidumbre. Tiene el cabello largo castaño oscuro peinado en un par de trenzas que caen sobre sus hombros hasta la mitad de su pecho. No lleva maquillaje o algún adorno. Se ve humilde, sencilla. Siendo su mayor atractivos. Sus enormes ojos caoba.

―Hermana… ―Suikazura se lanza a hacia ella y la abraza con fuerza―. Mikumo Nee-san…

La chica se altera de inmediato tratando de apartar al niño de su cuerpo.

― ¿Quién eres tú? ¿Qué te pasa, niño?

― ¡Suika, espera! ―Ran logra alcanzar a su amigo―. ¿Quién es ella?

―Mikumo Nee-san… Mikumo Nee-san

Suika sigue llamándola de esa manera.

― ¿Esa es tu hermana mayor? ―Ran pregunta.

Lo que hace que la chica se altere más y trata de explicar:

―Yo no sé quién es este niño. No conozco a ninguna Mikumo ¡suéltame!

La chiquilla trata de apartar al niño, pero este la sujeta aún más fuerte.

― ¡Obune! ¡Obune! ―son interrumpidos por una mujer mayor que mal humorada se acerca a la chica y a los niños―. ¡¿Qué estás haciendo?! ¡No estás aquí para divertirte! ¡¿Quiénes son estos niños?! ¡¿Los conoces?!

―Claro que no señora ―la chica logra separar a Suika de ella y se disculpa con su dueña con una reverencia―. Perdóneme.

La mujer mira a los niños y se percata de su obi amarrado por delante.

―Estos niños―sisea ― ¿no sabes quiénes son? Ven acá, mocosa estúpida―la mujer la toma del cabello y la arrastra consigo ―. ¡Aléjense! ¡Váyanse a ofrecer otra parte!

Ran de inmediato pone a Suika detrás de él:

― ¿Qué le importa maldita vieja? ¡Váyase al carajo!

La mujer desaparece con su sirvienta sin contestarle.

―Suika ¿estás bien? ―pregunta Ran que baja poco a poco su guardia.

―Pensé que era mi hermana.

― ¿esa chica?

 ―Pero no. No es ella.

Suika baja su cabeza y se va caminando despacio hacia el otro lado. Ran va detrás de él. Pero Suika no le dijo, ni intento nada más esa noche.

Por su parte Nadeshiko trataba de apartar a Yuri de la falda de su kimono:

―Vamos, suéltame ya. No puedo caminar así.

―Mucha gente…

Susurra el pequeño albino, que sujetaba con sus pequeñas manos la ropa de su hermano. Se siente tan indefenso. No es como si estar rodeado de gente fuera algo desconocido para él, sin embargo la reja de su celda  que los separaba ya no está entre ellos. 

―No debes de tener miedo ―Nadeshiko coloca su mano sobre lo cabeza del otro para reconfortarlo a pesar de su expresión de seriedad―. Recuerda lo que hablamos. Si te muestras asustado frente a los demás, perderás. Son ellos los que deben de arrodillarse a tus pies. Si te tienen miedo está bien. Si te adoran en demasía está bien. Si los haces caer en desesperación también está bien. Mantente orgulloso hasta final. Así que ponte derecho y mira a todos de frente. Debes de darte cuenta de cómo es que te miran ahora. Ya nadie te está mirando de la misma forma que cuando ibas con esa caravana. Pon atención. Son ellos los que se pondrían nervioso si les hablaras.

Yuri se separa lentamente de Nadeshiko, que lo insista a mirar a su alrededor solo con un gesto. En cuanto el albino lo hace. Se percata de como el mayor tenía razón. Las personas no se tratan de ocultar, nadie grita, ni se asusta. En su lugar, lo miran con un asombro, lleno adoración, fascinación. Incluso, hay quienes desvían sus miradas avergonzados; levemente colorados por haberse embobado con él.   

― ¡Señorita! ¡Señorita!

Escucha que un vendedor le llama desde su puesto haciendo un gesto con su mano.

Yuri tira levente del kimono de su hermano y le señala en dirección a ese hombre.

―Ya veo. Está bien. Vamos.

Nadeshiko lo toma de la mano y caminan hasta el otro lado del pasillo.

Cuando están frente al hombre este le ofrece.

―Pero que ven mis ojos ¿cortesanas? Hace mucho que no veo a alguna fuera de Yoshiwara. Dichosos mis ojos por ver a semejantes bellezas. Miren ―muestra su mercancía puesta en su rudimentaria mesa. Sobre tela de algodón blanco, se miran kanzashi de todo tipo resplandeciendo―. Mi mercancía es de la mejor cálida. Hay muchas mujeres que se pelean por solo tener una de mis piezas. Pero yo solo le ofrezco mi trabajo a quien yo creo que lo merece. Solo una verdadera belleza seria capas de cargar con alguna de mis kanzashi, sin que la belleza de ninguna palideciera. Con solo verla puedo saber que es digna de una pieza así. Le daré la que quieran a mitad de precio, señorita. ¿Qué le parece? A cambio pido saber el nombre de la pequeña Kamuro que viene consigo. Jamás en mi vida había visto a alguien así, con ese color de cabello y de ojos.

Yuri le mira fijamente apretando la mano de su hermano. Esa es la frase que había escuchado toda su vida, venir de labios de los adultos con muecas de asco. Pero esta vez era diferente. El hombre se muestra sonriendo, interesado y curioso. Agrega:

―Tengo un buen ojo para estas cosas. Algún día, su pequeña Kamuro será de las más reconocidas cortesanas de Yoshiwara.     

Nadeshiko por su parte suelta una risita nada discreta. Usando su voz femenina le comenta al vendedor muy divertido:

― ¿Esos los famosos engaños de los comerciantes de Edo? Le advierto que puede salir decepcionado… ya que él no es una Kamuro y yo soy precisamente como las otras cortesanas.

El hombre no se ofende por las palabras de Nadeshiko. En su lugar, se siente intrigado por esas palabras. Mira de reojo a ambos y se da cuenta de su error, entendiendo a lo que el chico se refiere. Ríe confianzudo:

―Ya veo.  

―Vámonos tenemos cosas que hacer.

Le indica el onnagata a Yuri, quien asienta con la cabeza. Sin embargo, antes de que diera la vuelta, el vendedor les llamo:

―Esperen un momento ―teniendo la atención de los otros dos. Comienza a buscar debajo de su mesa, hasta que saca una caja pequeña de madera―. Tomen esto ―abre la caja revelando una hermosa tsumami kanzashi color rojo, compuesto de un racimo de flores rojas, adornadas con cadenas doradas y joyas blancas―. Este es uno de mis mejores trabajos. Había querido que la tuviera la mujer más hermosa que conociera, pero parece que no será una mujer. Para el pequeño. Es un regalo.

― ¿Regalo?

Pregunta Nadeshiko.

―Lo único que le pediré a su pequeño aprendiz a cambio, es que recuerde el nombre de Minokichi Itami. Cuando le pregunten quien fue el que elaboro el adorno de su cabello, cuando se vuelva exitoso.

Nadeshiko toma la caja. Sonriendo presumido, advierte:

―No valla a arrepentirse después.

Toma a Yuri de la mano y se lo lleva lejos.

― ¿Lo entiendes ahora? ―le dice al niño―. Este es el encanto del onnagata. Y el poder de la belleza. De ahora en adelante. Debes de aprender a usarla en tu beneficio.

Esa noche Yuri aprendería que su apariencia no era tan desdichada como todos los adultos le habían hecho creer hasta ahora.

Por último, Tsubaki estaría muy silencio esa noche. Cargando el Kumade de su hermano mayor. Uno elegante, pero nada ostentoso. Hasta en esos detalles su hermano se aseguraba de guardar su apariencia. Es igual a los peces en su habitación. No fue hasta hace poco que se percató que una de las sirvientas los remplazaba cada tantos días. Ya que su hermano no se preocupaba por alimentarlos y tampoco nunca le dijo que lo hiciera. Ahora que presta más atención a su alrededor, ha notado que Kiku no parece recordar que tiene mascotas en su dormitorio, como si no le importaran o se esforzara en alimentar o limpiar su pecera. Sin embargo, también es capaz de darse cuenta, que la intención de Kiku no es dañar a sus mascotas, es simplemente que para él, no son más que adornos en la habitación, fácilmente remplazables. Sin embargo, Tsubaki sabe porque Kiku insiste en tener mascotas en su habitación, tiene que ver con algo que Himawari le comentaría respecto a la diferencia que podía tener las casas de mujeres a la suya. Y eso era el permiso para tener mascotas. Okaa-san no los permite porque no le gustan los animales, ni los desastres que conllevan tenerlos. Pero en las casas de rango alto era muy común que las Oiran tuvieran gatos, pájaros o peces dorados como compañía. A lo mejor Kiku buscaba una correlación de estatus, al tener sus propias mascotas. Después de todo, Tsubaki también se estaba percatando que Okaa-san es muy indulgente con él. Así que, no le sorprendería que se lo permitiera solo a él, para mantenerlo tranquilo.

Tsubaki piensa que debe de empezar a hacerse cargo de los peces de su hermano. Tratando de olvidar la incomodidad que sentía al pensar que él es como ellos, y que su hermano podría remplazarlo en cualquier momento.

Se queda de pie un momento entre la multitud con la mirada agachada.

― ¿Qué ocurre? ―Kiku se acerca hacia el despacio sonriendo―. ¿Estás cansado?

―No pasa nada. Discúlpame.

 El pequeño espabila acomoda lo que trae entre brazos. Camina despacio.

―Vaya ―comenta el muchacho caminado a la par del pequeño―. Debes de disfrutar más el festival. Que un niño no se muestre contento por estar en uno, es extraño ¿no es verdad?

― ¿Extraño?

Kiku lo mira de soslayo como si analizara su respuesta. Tsubaki entendiendo lo que hacía su hermano, esperando la respuesta empática esperada que debería tener. Le contesta nervioso.

―Si. Si lo es. Pero… pero, Okaa-san dijo que eran negocios. Así que debo de comportarme adecuadamente. Eso es lo que pasa.

―Ya veo.

Kiku contesta. Saca un abanico de entre su ropa, extendiéndolo, escondiendo la mitad de su rostro. Hablando en privado con su hermanito:

―Esa es una manera correcta de actuar. Mostrándote más cautelosos y menos infantil, para marcar una diferencia entre tú y los demás. Sin embargo si estas con tus amiguitos, te recomiendo que actúes como ellos. Si no lo haces ellos se alejaran de ti.

―Lo sé.

Tsubaki le da la razón aunque con quien está actuando es con el mayor, no con los demás. Acomoda de nuevo el Kumade para disimular su pensamiento.

Kuki le pregunta:

―Sabes que el permiso que tenemos para estar fuera del barrio hoy, es muy caro ¿verdad?

―Si…

―Te contare porque Okaa-san ha invertido tanto dinero para salir esta noche y pasear por el festival. Esta noche es importante, porque estamos buscando clientes nuevos. ¿Sabes? aún se les dice a los samuráis que no visiten un lugar de perdición y tentación como lo es Yoshiwara. Ellos son una parte de nuestra clientela objetiva, así como lo son los comerciantes. Aquí hay muchos comerciantes que buscan proveedores de mercancía y samuráis que buscan sus favores si no son muy obstinados o que simplemente están vigilando el festival. Esta noche, Okaa-san la usa para esparcir rumores y confírmalos, de que una casa como la nuestra existe. Claro que hay muchas casas como las nuestras afuera del Yukaku, pero estas son ilegales.

― ¿Ilegales? ―Tsubaki pregunta interesado.

―Así es. Fuera del Yukaku existen muchas Chaya (casa de té) que no es más que un eufemismo para referirse a los prostíbulos ilegales. Al principio estos establecimientos servían como centros de reunión para disfrutar de la ceremonia del té y de una buena conversación. Pero con el pasar del tiempo, muchos dueños se dieron cuenta que había otros servicios que dejaban más dinero. Las casas de kabuki se dieron cuenta de algo similar. Y decidieron obtener ganancias a través de la sensualidad. Mucha gente acude a estos lugares a pesar de existir un lugar como el Yukaku de Yoshiwara que fue designado solo para ello.

―Entonces, ¿Por qué hicieron un lugar como el Yukaku?

―Los Yukaku surgieron primero, para evitar la proliferación no controlada de prostitutas y así controlar los impuestos y las ganancias de estos importantes negocios. Me atrevo a decir que son los Yukaku los que mantienen la frágil economía del país. El segundo motivo es para mantener en un solo sitio, todos los elementos que se puedan considerar subversivos al régimen shogunal. Así se evitan los llamados problemas de orden público.

―No lo entiendo. Si ya existe lo que quieren de manera legal porque ir aun chaya que no lo es.

―Mikka hatto (ley de tres días). Veras, en la actualidad se están proclamando varias leyes suntuarias, las cuales sirven para controlar la expresión de ideas que se consideran una amenaza para el decoro público, la seguridad, la moralidad, o que son subversivas para el gobierno shogunal. Proscribiéndose el comportamiento ostentoso e inapropiado y la exhibición para todas las clases. Sin embargo al pueblo en general no le gustan estas leyes. Quejándose de las medidas represivas. Así que simplemente, las pasan por alto ignorándolas. Lo que es muy fácil, ya que el gobierno generalmente se basa más en las extorciones y amenazas que imponer castigos para cumplir estas leyes. Lo que significa que si sabes pagar el precio correcto a las personas correctas, el Bakufu (policía) lo pasara por alto. A esta manera de desobedecer e ignorar las leyes suntuarias, la gente comenzó a llamarla Mikka hatto a manera de burla. Así que apréndelo muy bien, porque es una expresión que escucharas mucho de ahora en adelante.

―Si. Pero… ―Tsubaki esta acongojado por la forma tan sencilla en que Kiku le dice las realidades del mundo. Aun así pregunta cuestionándose―. Entonces… ¿Por qué la gente sigue yendo a Yoshiwara si no le hace caso a las leyes y pueden ir a donde quieran?

―Esa es la pregunta correcta ―el muchacho lo volta a ver a sonriendo dulce―. Eso es porque mucho más allá de nuestros talentos, belleza y amor. Lo que vendemos es exclusividad y lujo.

― ¿Cómo? ―pregunta el niño.

―Primero debes de entender que la lógica utilitaria de que todo aquello que compras sirve solo lo que debería de costar por su utilidad inmediata. Es una falacia, es decir una mentira. Hay productos cuyo mayor atractivo y mayor oferta, es porque son caros. Nada más por eso, porque pueden ser caros. Y es algo que funciona muy bien, en muchos niveles. Dentro de nuestro mundo consumista de apariencias y placer inmediato. No es que los clientes peguen por la legalidad, lo que pagan es el símbolo de que pueden pagar por aquella legalidad que es más costosa. La clave es la fabricación ficticia del lujo.

Entre más trabas se pongan para conseguir un producto, ya sea con un precio elevado, que sea limitado o no esté disponible todo el tiempo. Todo eso es lo que forma un lujo falso. Antes de que preguntes si es que la gente no se da cuenta de ello. La respuesta es no. A la mayoría de la gente con el tiempo, pierden la capacidad de ver cuando algo es natural o genuino y aquello que no lo es. Gracias al tipo de sociedad en la que vivimos.

Esta es la misma razón por la existen rangos entre las prostitutas o nosotros.

Por ello con una exclusividad fabricada falsamente para un producto o evento, se fuerza un miedo en el consumidor, que lo hace actuar con más desesperación y por lo tanto consumirá y compara con menos cuidado. Asiendo que aquellos que no lo iban a comprar en primer lugar, ahora lo compren solo por el miedo que les provoca no tenerlo cuando tuvieron la oportunidad de obtenerlo. O aquellos que lo iban a comprar pero que no estaban dispuesto a pagarlo más caro. Ahora si lo hagan. ¿Cómo decirlo de manera más fácil? ¿Tienen miedo a quedarse fuera? Sí, es precisamente eso. Esa es la misma lógica que se aplica por ejemplo a un Mizuage. El cual no debería de tener un valor tan alto por la falta de experiencia. De hecho antes era algo a lo que nadie le prestaba la atención más allá de un ritual de iniciación. Pero que paulatinamente a adquirido un carácter comercial entre la gente de nuestra profesión. Gracias a esta idea de lujo.  Pretendiendo que es muy escaso aquello que estas ofreciendo. Un precio más alto hace sentir a la gente que lo que sea que compre es mejor.

Pero, no cometas el estúpido error de pensar que te puedes hacer rico fácilmente vendiendo tu producto muy caro. Debes de atar lo que vendes a un prestigio aun nombre,  a una idea de exclusividad y lujo.  Si no logras relacionarte a ese prestigio social jamás  podrás venderlo solo porque sea caro.

Tsubaki traga saliva, nervioso. Entiende a lo que su hermano se refiere con producto. Eso es en lo que se está convirtiendo. Pregunta:

― ¿Entonces la gente puedo elevar su estatus social solo porque puedes compáralo?

― ¿Lo dices por lo clientes?  ―Kiku pregunta sonriendo, sin descubrirse el rostro con el abanico―. Bueno, aunque ellos están comparado estatus, prestigio y lujo. No. El que tengas cosas de lujo pero no una vida de lujo, ara que en lugar de que la gente te vea, como si fueras de gran status por usarlo. Te  verán con pena, con lastima. Hasta con enojo. Atacándote porque aun pudiendo pagar el precio del producto no te lo merecieras o incluso como si los insultaras a ellos y al producto.  Porque el lujo que hace muchas cosas sean caras, ese lujo que muchos aspiran tener, se basa en ser exclusivo. Y lo exclusivo es excluyente.  El lujo deja de serlo  cuando todos lo pueden tener, entonces se vuelve trivial.  No solo expulsas a todos aquellos que no creas que merecen tu producto, sino también al grupo alrededor de ese producto lo valora más.  Ase que cueste más.  Por eso a muchos no les molesta en lo más mínimo pagar grandes cantidades de dinero, en algo como esto. Es porque aquello es la fuente de su diferenciación con la sociedad y entre más te quieras diferenciar, más dinero tendrás que gastar para que haya menos personas que tengan aquella diferencia. Volviéndose una necesidad esencial. La sociedad está acostumbrada a que aquello que tenga a la mano no vale nada,  por eso la gente no valora cosas muy comunes. Así que no malbarates tu producto y tu trabajo.  ¿Entendido?

―Si… creo que si…

Contesta el niño cabizbajo.

―Por cierto ―el mayor cierra su abanico―.  Hoy en la tarde, antes de que regresare de mi encargo. Me encontré con Kataoka-san. El dueño de una de las tiendas y me pregunto si el wagasa había sido de mi gusto.

Tsubaki al escuchar eso se quedó quieto en su lugar, temblando. Kiku se detuvo de igual manera. Esperando la reacción del niño, el cual después de tragar saliva, avanzo hasta quedar aun lado del mayor.

― ¿Pensaste que no me enteraría?

―No fue por eso.

― ¡Oh!

―El wagasa era para Yuri. Convencía a Himawari que me diera algo de su dinero. No me lo presto. Me lo dio. Pero no iba a poder justificar él porque yo llevaba tanto dinero conmigo. Así que dije que me era para ti. Me disculpo.

―Al contrario. Te aseguraste de atarte aun prestigio. Comprobando que lo que acabo de contar es cierto. 

― ¿He? Ya veo.

Tsubaki reflexiona en lo fácil que fueron las cosas en cuanto uso el nombre de su hermano para obtener algo que antes no hubiera al ser solo un campesino más.

― ¿El regalo le gusto a Yuri?

―No sé. Intente dárselo, pero Nadeshiko me lo arrebato y no sé qué hizo con el ―miente en parte.

―Entiendo ―Kiku habla con la misma calma de siempre. Tsubaki sin duda es interesante, no imagino que tomara aquella iniciativa por su cuenta. Además de convencer a otra persona que le diera dinero para obtener lo que quería. Comenta―.Si te preocupa que vaya a castigarte. No lo hare. Al contario te recompensare. Has actuado mejor de lo que yo imagine.

Tsubaki no dice nada. Abraza más fuerte el Kumade. Sabe que le ha estado mintiendo mucho a su hermano. Pero esto es algo que el mismo Kiku desea. Lo sabe porque el mayor se lo ha pedido. Pero lo que más está comenzando a asustarlo, es que se está volviendo muy bueno en ello.

 

Continuara...


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