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Raikorisu no hata (El campo de las Lycoris) por shanakamiya

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Notas del capitulo:

¡Hola! Muchas gracias por el apoyo dado hasta ahora.

Espero que les siga gustando esta historia, unque valla un poco lento en las actualisaciones. 

Disfruten el capitulo n.n 

Capitulo III

 

Tsubaki no supo cuánto se quedó dormido. Aun escucha la algarabía de las risas y la música venir del piso de abajo.  Se incorporó lentamente. Kiku le dijo que no tardaría pero no parece haber entrado en la habitación. O eso pensó antes de notar que la puerta que separaban las habitaciones estaba cerrada. Se acercó gateando despacio sin hacer ruido, aun estando adormilado notando casi de inmediato que había alguien del otro lado. Deslizo discretamente la puerta solo haciendo una grieta y entonces lo vio.

A Kiku recostado sobre el amplio futon  con el kimono medio abierto y con un tipo encima.

Aquel sujeto tenía unos treinta y tantos, robusto de cuerpo musculoso, bronceado, el cabello bien peinado e una coleta samurái; aun traía puesto su hakama color azul oscuro. Apretaba y se aferraba al delgado cuerpo de Kiku. Restregando su rostro en su pecho olfateando y bufando.

—Está muy impaciente esta noche. ¿No le parece Mitsubara-dono?

—¿Sabes cuánto tiempo he esperado para tenerte entre mis brazos de nuevo Kiku? Pronto me enviaran a una misión muy lejos de aquí y pueda que esta sea la última vez que te vea.

El hombre habla metiendo su mano rasposa por la parte de abajo del kimono negro de Kiku. Tomándolo del suave muslo, abriéndole presuroso las piernas.

El menor suspira y se mueve un poco acomodándose mejor a las demandas de su cliente:

—No diga cosas tan aterradoras. Sabe que yo siempre le estaré esperando. No hay nadie que me haga sentir también como usted.

Lisonjea el menor con aparente modestia. Estirando su cuerpo fingiendo un estremecimiento, suelta un pequeño quejido y voltea su rostro aun lado despejando el campo entre su cuello y clavícula mientras terminaba de desamarrarse el obi medio desecho. Inmediatamente es atacado por el desesperado hombre que clava sus dientes en su hombro desnudo. Kiku deja escapar un grito se estremece esta vez con honestidad, aferrándose a la espalda del mayor comenzando a excitarse. Es entonces cuando Kiku se da cuenta que el pequeño Tsubaki lo está observando desde el otro lado de la puerta. No se enfada, ni se sorprende. En su lugar sonríe dulcemente, sonrojado y mueve los labios:

“Observa bien”

A continuación Kiku abandona el abrazo, desliza los dedos por el largo de la ancha espalda de Mitsubara-dono para finalizar escabullendo las manos por el interior de la parte superior de la Hakama y con agilidad baja la prenda y besa el cuello del hombre. Este se ríe y menciona por lo bajo:

—Así me gusta más. Cuando no eres tan sumiso.

Mitsubara abre bruscamente el kimono negro de su acompañante dejando al descubierto por completo el cuerpo de Kiku. Este es sumamente apetitoso: Un torso suave y de un blanco cremoso, un vientre plano que hace que se marque su cintura angosta y los óvalos de sus carderas. Todos esos encantos solo lograron que el mayor jadeara y se lanzara de inmediato a abraza con todas sus fuerza con sus brazos largos y musculosos, tanto así, que lo levanta del futon haciendo que se siente sobre él. La cabeza de Kiku se echa para atrás en un fuerte gemido mientras su espalda se arquea provocando que las costillas del chico sobresalgan en su figura de tal manera que parece que se quebrara en cualquier momento. Eso éxito al mayor de sobremanera provocando que apriete los costados aún más, cortándole el aliento.

—Sabes que tengo la fuerza suficiente para acecinar un oso solo con mis manos.

Presume y comprime, las venas en sus brazos sobresalen. Kiku hace un sonido ahogado. Se le dificulta respirar y la cabeza comienza a darle vueltas. Pero ese no es malo para él, al contrario le gusta.

—¿Me… me está comparando con una de esas bestias?

El chico sonríe. Esta tan acostumbrado a la intensidad de Mitsubara-dono que el dolor en sus costillas se siente bien, emocionante. El placer raya más en el delirio. Era el dominio que ejercía aquel hombre musculoso lo que calentaba su cabeza que ya había dejado en blanco. Solo escucha un zumbido y su cuerpo se tensa, sus pies apenas tocan el colchón del futon. Jadea, su cuerpo lucha por respirar, las lágrimas nublan su visión.

—No me mal entiendas, mi querido Kiku. Tú eres mucho más hermoso  —prosiguió el hombre aflojando por completo el abrazo dejando caer al menor boca arriba sobre el futon—. Por esto es que prefiero a los chicos como tú. Resisten cualquier cosa.

Kiku tiene el cuerpo sudado y entumido por el mal trato. Sin embargo esta extasiado. Desliza su mano temblorosa por su pecho hasta llegar a su garganta y abre la boca soltando un gemido.  Mientras tanto Mitsubara desata la parta baja de su hakama, una vez hecho arrastra al menor del brazo con toda brusquedad, obligándolo a sentarse para poder restregarle su enorme miembro erecto en la cara— ¡Abre la boca! —ordena.

Kiku no replica. Jadea ruborizado. Chasquea los labios de los cuales escurre saliva y con ayuda de su febril lengua mete todo en su boca. Abrazo las caderas de Mitsubara-dono; apretó su cara contra la pelvis. Por su parte el mayor se ondulaba violentamente, sujetando al encantador muchacho por el cabello. Sonriendo depravado por el calor envolvente al golpear fuertemente la garganta. Hasta que siente al joven atragantarse, más no se detiene hasta que siente que está a punto de correrse. Antes de cualquier cosa, tira fuertemente del cabello de Kiku para que lo soltara.

Kiku tose cubriéndose la boca ruborizado y respirando agitado, mira a su cliente provocativamente batiendo sus pestañas:

—Haga lo que quiera conmigo.

—Mira que sucio eres. Te pusiste duro solo con eso ¿verdad? —mira al jovencito que no se ha tomado la molestia cubrirse la erección con la tela del kimono que aun trae medio puesto. Le gusta eso, la humillación, el control—. Con que esas tenemos ¡Ponte de manos y de rodillas!

Ordena el hombre y enseguida el chico obedece, se despoja de sus pendas y alza el trasero al aire. Kiku deja escapar un pequeño gemido y se contonea. Se pregunta si este será uno de esos días en los que le dará nalgadas. Y dicho y hecho siente el azote fuerte sobre su piel y eso le gusta al más joven, el ardor completo, la severidad. En vuelve su mano alrededor  de su miembro y se acaricia, procurándose su propio placer, imaginando que sus cachetes quedaran de un rosado casi rojizo.

—Diablos mírate —Mitsubara dice burlón—. Te voy a coger muy duro esta noche para que nunca me olvides.

—Cójame entonces y no demore —suplica Kiku sin dejar de masturbarse.

Mitsubara acepta las nalgas que se le ofrecían y penetro con salvajismo esperando partirlo en dos, sorpresivamente, la entrada resulto engañosamente fácil y suave. La fuerte sacudida de dolor y placer hacen gritar a Kiku, entonces comenzó a moverse estéticamente apenas sintió bien anclado a Mitsubara-dono.

El mayor no podía estar más lejos de ser suave, golpeando sin cuidado el interior del chiquillo. Kiku solloza, con sus uñas raspando el suelo. Sus gruñidos y quejidos son lo único que resuenan en la habitación, con el ruido de sus pieles chocando. Los brazos de Kiku tiemblan al igual que sus rodillas, pero el agarre de las enormes manos del hombre en sus caderas impide que se separen. Si esto pasaba, Mitsubara lo apretaba, golpeaba de nuevo su trasero y se movía contra él más duro. Se siente increíble. Kiku ni siquiera es capaz de decir algo, sus gemidos se quedan en intentos de jadeos. Su cabeza se nubla y se reduce a ser un juguete.

A Mitsubara no le intereso cuando el más joven termino o siquiera si lo estaba disfrutando, pues lo da por sentado. No lo soltó hasta saber que lo había inundado por completo con su semen.

Una vez terminaron, el mayor se vistió de nuevo sentado en el futon dándole la espalda al menor, le dijo al chico:

—Hace mucho que necesitaba algo así — se truena el cuello—. Los chicos son mejor para estas cosas.

—¿Me esta alagando acaso? — Kiku esta recostado boca abajo sonriendo. Le arde la piel de las caderas y trasero.

—Sabes que no hay nadie que me guste más que tú —Mitsubara busca entre su ropa y deja unas diez monedas de oro apiladas unas en sima de otras al lado del rostro de Kiku—. Te las ganaste.  

—Muchas gracias, Mitsubara-dono —se levanta lentamente y se siente con sumo cuidado mientras se cubre el regazo con el kimono que esta tirado a su lado contrario. Se recarga con delicadeza en la ancha espalda del mayor y le dice seductoramente al oído—. Espero que regrese sano y salvo de su misión. Cundo regrese le daré un trato especial. Se lo prometo.

Mitsubara se ríe burlón se da la vuelta y toma al chico por el mentón con rudeza:

—Pequeño bribón. Solo por eso no dejare que me maten. Más te vale cumplir tu promesa. La próxima vez no seré tan suave.

—Sabe que eso es lo que espero.

El jovencito sonríe amable. El hombre lo suelta, toma sus cosas y con una sonrisa de satisfacción sale de la habitación.

Kiku suspira largo. Mitsubara solía decirle lo mismo cada vez que lo visitaba desde hace tres años, cuando lo compro por primera vez. A veces se pregunta si era cierto que tenía misiones tan peligrosas o si solo era de esos hombres que les gustaba presumir su posición y fuerza como samurái. Por ello tampoco es extraño para él, inflarle el ego a su cliente para hacerle volver.

Hubiera preferido que otro de sus clientes habituales fuera el primero que lo visitara esa noche en lugar de ese hombre. Después de todo, su primer trabajo como hermano mayor,  era mostrarle a Tsubaki lo que le iba a esperar de ahora en adelante.

—Ya se fue. Sal.

Dijo sin olvidar que el niño lo veía desde otro lado de la puerta corrediza, en la habitación contigua.

Hubo un silencio a acompañado de una pausa de unos segundos.

Deslizo despacio la puerta y un tembloroso Tsubaki se quedó frente al muchacho. Esquiva la mirada y trata de decir algo pero sus palabras se quedan atoradas. El temblor se hace más evidente.

Kiku suspira. Pobre niño con lo pequeño que es, probablemente jamás haya visto algo así en su vida. Quizás acaba de destrozar su percepción que se cavaba de hacer de él.

—¿Sabes que fue lo que viste?  —pregunta con toda la naturalidad que puede. Trata de ser más amable que el chico que cuido de el en su momento.

Pero Tsubaki no contesta, en su lugar solo balbucea sin sentido mientras la garganta se le cierra. Se siente abrumado. Todo lo que presencio  revivió un par de recuerdos en él. Logra decir apenas con un hilo de voz

—¿P-porque lo hacen? —Tsubaki trata de mantenerse tranquilo. No quiere ser golpeado  como en ese entonces. Su cuerpo tiembla aún más— ¿No te duele? ¿Por qué no lloras? Mi mamá siempre lloraba cuando mi padre le hacia las mismas cosas.

—Entonces si lo has visto antes —Kiku dice en voz alta recibiendo solo una asentida de cabeza del menor cuyos ojos comienzan a cristalizarse—. ¿Sabes qué es? —Tsubaki niega con la cabeza y se resiste tanto como puede el llanto que quiere salir. Kiku se sobre coloca el kimono y se acerca lentamente al niño se inclina y trata de poner su mano sobre la cabeza del menor para consolarlo, pero este solo cierra los ojos fuertemente y se aparta levemente—. ¿Me odias?

Tsubaki niega una y otra vez con la cabeza. ¿Porque le pregunta lo mismo que su madre después de ver eso? Ve el rostro de su madre en su mente. En aquel entonces, cuando vivía en aquella choza con aquel hombre que llamaba padre y que sabía que no lo era. Algunas noches despertaba y los miraba a ambos: Su padre forcejeando  entre las piernas de su madre que suplicaba y lloraba. A veces su padre lo descubría y le gritaba que se fuera, que estorbaba. Otras veces, cuando estaba paralizado por lo que miraba, aquel hombre se levantaba y lo jaloneaba fuertemente y lo hacía dormir afuera. A la mañana siguiente su madre le preguntaba lo mismo “¿Me odias?”

—No tengo miedo —miente—. No lo volveré a hacer.

—Tranquilo. Está bien. No voy a pegarte —Kiku intuye el reaccionar del niño, consiguiendo acercarse lo suficiente para frotar su cabello—. No tengas miedo. Ya nadie va a pegarte por ello. Sé que fue algo impactante lo que vistes… creo que está bien si lloras todo lo que quieras. Es normal, te apartaron de tu hogar y ahora has observado lo que te espera el resto de tus días. Pero sabes, no todo es tan malo. Aquí estarás bien. Cuidare de ti. No dejare que te hagan daño de nuevo.

Tsubaki ve de nuevo esa hermosa sonrisa llena de tranquilidad que le dedica el mayor. Nadie nunca se había se había tomado la molestia de consolarlo de esa manera. Se suelta a llorar mientras se aferra al cuerpo del mayor. Extraña mucho a su madre, se siente abandonado, abrumado. Se había dado cuenta que ya nada iba a ser como lo conocía antes.

Tsubaki lloro hasta cansarse. Abra pasado alrededor de una hora. Kiku solamente lo soltó cuando una de las sirvientas fue a avisarle que otro de sus clientes habituales había llegado y preguntaba por él.

—Va a… —el menor gimotea—venir otro hombre.

—Tal vez —Kiku se había sentado lejos de él. Se hallaba desnudo limpiándose meticulosamente con un trozo de tela que humedecía en una pequeña tina llena de agua fresca. Mira por el rabillo del ojo que el niño parece querer decirle algo pero terminaba de animarse—. No siempre es así. A veces los hombres solo van  a querer platicar contigo y que los entretengas con algún baile o música. Además no todos son tan bestias como Mitsubara-domo. Algunos tienen gustos extraños pero son muy respetuosos contigo, tiene que serlo. O de lo contario a ellos les duele más nuestro desprecio —ríe—. Por el sexo no te preocupes, en realidad se llega a sentir bien—Tsubaki observa por un segundo como el mayor aparta su cabello y frota con la tela por debajo de la nuca. Lo hace de manera tan estilizada, dedicada. Por una extraña razón no puede dejar de mirarlo. Kiku continúa hablando—. No te asustes. Te lo iré enseñando de poco a poco.

—No quiero ver otra vez —dice el niño bastante incómodo con la idea, con una sensación rara en el estómago.

—Está bien si no lo haces más por esta noche. Puedes quedarte de ese lado del cuarto. Pero tienes que irte haciendo a la idea.

Tsubaki baja la mirada. No está nada seguro de que le valla a gustar hacer ese tipo de cosas que ahora sabe se le llama sexo. Aunque el mayor le diga que se siente bien.

Kiku termina de hacerse se viste de nuevo con el kimono negro y se amarra el obi rojo por el frente—. Desde mañana también comenzaras a utilizar el obi de esta manera. Cuando no se tiene sirvientas que te ayuden a vestirte, tienes que hacerlo de esta manera, además tendrás que amarrarlo y desamarrarlo varias veces en una noche cuando comiences a trabajar.

—Está bien.

—Mañana será mejor. Veras que te acostumbraras pronto a esta vida —el mayor quiere lucir optimista así que solo sonríe para  normalizar la situación lo más que puede para hacer más fácil la transición de Tsubaki. Se acomoda el peinado y el adorno de crisantemo. Se levanta y se dirige a la salida—. Trata de descansar.

Así fue la primera noche del niño del kimono azul en Raikorisu no hata.

.

Al día siguiente Tsubaki se despertó temprano, tanto, que no se escuchaba ningún ruido a los alrededores y hay una brisa fría en la habitación. No tiene idea de a qué hora termino la convivencia de haya abajo. La noche anterior, a pesar de escuchar a su hermano mayor con otros dos sujetos más, no miro. En su lugar, se había quedado acostado en un rincón hecho un ovillo entre los cojines de colores. Tiene miedo, o al menos así lo define él en un principio. No está seguro, no es la misma sensación que tenía cada vez que vea a su padre venir hacia él con intenciones de golpearlo y su madre terminaba protegiéndolo mientras era ella la que recibía la golpiza y no podía hacer nada. O como cuando se quedaba afuera de su choza durmiendo en medio de la oscura nada. Se pregunta si lo mejor es haberse quedado allí, en lugar intentar escapar.  Quizás porque Kiku Nii-san ha sido muy amable con él, que quiere quedarse a su lado solo un poco más.

Se levantó y como el mayor se lo había indicado, se amarro con el obi por la parte delantera. Esta incomodo al principio, siente un bulto apretarle el estómago. No le da más importancia y corre la puerta de la habitación contigua despacio. Entra gateando para no hacer mucho ruido. Ahora que es de día se da cuenta que en la habitación esta un armario casi oculto por un biombo de donde cuelga el kimono negro que su hermano usaba ayer; un buró de madera, sobre él hay varios frascos de vidrio o madera. Toma uno y abre oliendo el contenido, tiene un aroma a hierbas que le hace cosquillas en la nariz. Pero lo que llama su atención es un espejo redondo grande, jamás había visto uno tan pulido donde el reflejo fuera tan claro. Recuerda que su madre tenía algo parecido, pero era tan pequeño que cabía en su mano y tan opaco que apenas se podía reflejar algo. Su madre le dijo alguna vez que un espejo es un objeto muy caro. Por ello su padre tuvo que venderlo. Torció la boca de recordarlo. Tapo el frasco y lo dejo en su lugar. Entonces mira a  Kiku, se encuentra dormido sobre su enorme futon. El pequeño se queda hincado frente a él durante un momento dudando si debe despertarle o no. El rostro del mayor se ve tan apacible, a pesar de tener el cabello desordenado se ve tan bonito su rostro blanquecino. Tsubaki no puede apartar la mirada y sin siquiera pensarlo pica la mejilla del mayor con su dedo. Es muy suave.

—Hey, ¿qué estás haciendo?

Tsubaki voltea hacia la puerta encontrándose con Himawari.

—Nada.

—Déjalo dormir. Es muy temprano para que un Hana despierte. Ven —Himawari le llama con un susurro que lo despabila, al ver que Tsubaki no se acerca lo llama con su mano para no hacer mucho ruido—. Vamos, ven. Se hará más tarde.

Tsubaki termina yendo donde ese muchacho, sale de la habitación, cierra la puerta y se da cuenta que los otros niños recién llegados se encuentran con él—. Qué bueno que ya estas despierto. No me hubiera gustado entrar a despertarte. Nadeshiko nii-san se puso como loco cuando entre a despertar a la yuki-onna.

El niño alvino baja la mirada triste. Su hermano mayor lo había regañado bastante en ese corto lapso de tiempo.

—Bien, para que nos despertaste.

Tsubaki ve que el chico que acababa de hablar era el mismo, que como hoy,  vestía un kimono café. Ahora se da cuenta, este es de la misma altura que él, con el cabello negro liso largo hasta la nuca y un fleco que recto que le cubre casi por completo los hermosos ojos caoba que tenía.

—¿No es lógico? Tenemos que hacer los aseos de la casa. ¿No se los explicaron ayer? —pregunta Himawari exagerando una caída de brazos.

—A mí sí.

—A mí también.

Tsubaki y el chico en kimono café contestan.

El niño alvino por su parte con un vocecilla tímida que nadie escucha, contesta:

—A mí no.

—Pues andando —indica Himawari se va caminando con los demás chicos por el pasillo poco iluminados. Advirtió—. No hagan mucho ruido. Ahora todos están dormidos.

—¿No es injusto que seamos los únicos que estén despiertos temprano? —el chico en kimono café hace notar disgustado.

—Claro que no —Himawari responde—. Todos ayer trabajaron muy duro. Merecen descansar. Verán aquí, la casa abre en cuanto se pone el sol hasta las tres de la madrugada, durante ese tiempo los demás están trabajando y entreteniendo a los clientes.  Por ello pueden dormir hasta tarde no más allá del medio día, porque a veces hay clientes que prefieren la mañana para hacer sus cosas. Como nosotros no tenemos que trabajar aun con los adultos, nos tocan recoger y limpiar lo que dejaron anoche.

—¿Y todas las sirvientas de la casa que vi ayer? ¿Qué hay con ellas? —el chico en kimono café cuestiona.

—Ellas no son  nuestras sirvientas, si no las de los clientes y de Okaa-san. Bueno nos hacen las comidas y parte de la lavandería. Pero  ellas ni nos hablan. Amenos que seas el Ikebana… o les des dinero. Pero bueno. Por cierto, cuáles son sus nuevos nombres. Yo ya me presente como era debido.

El niño en kimono café sonroja un poco antes de decir:

—Suikazura.

—¿Hee? Que nombre tan poco usual.

—¡Tú preguntaste! —le grita apenado.

—Shhhh… les dije que bajaran la voz.

Suikazura aprieta los dientes. Para él la flor de “madreselva” es importante porque le recuerda a su hermana.

—¿Y tú?

—Tsubaki —contesto.

—Con que Tsubaki —Himawari rio por lo bajo—. Sí que esperan mucho de ti.

—A mí me gusto —hace una mueca.

—Está bien. No te enojes.

Bajan las escaleras hasta el segundo piso.  Himawari vuelve a hablar. Esta vez con su tono normal:

—Las habitaciones aquí ya están vacías pueden hacer ruido si quieren. Hey ¿Y tú Yuki-onna, ¿cuál es tu nombre? No has dicho nada aun —el alvino no consta, baja la mirada y mueve un poco los labios inseguro—. ¿No sabes hablar o qué? —dice más desesperado el niño en kimono verde.

Eso solo hace que el chico de pelo blanco tiemble en su lugar y balbucee. Al ver esto Tsubaki le trata de tranquilizarlo.

—Hey no tengas miedo. Él no te está regañando.

—¿Que yo que? —Himawari interrumpió distraído.

—No dijiste ayer que serias como nuestro hermano también. Un hermano es más amable.

—¿Tenias hermanos antes o qué? ¿Por qué le defiendes? —Himawari se nota molesto.

—No. Pero Kiku Nii-san fue amable conmigo ayer —Se defiende el niño de kimono azul.

—¿Hee? ¿Ya le llamas así tan rápido? Te impresiono de verdad.

—¡Yuri! —el pequeño albino alza la voz lo más que puede, sin parecer que lo hizo en realidad,

 Interrumpiendo.

—¡Ahhh! Te queda bien ese nombre —como si nada Himawari contesta despreocupado—. Es porque los dos son blancos. Vez, como fue bien fácil decirme.

Yuri solo asienta con la cabeza.

Bajaron por las escaleras y continuaron caminado por el pasillo hasta entrar en la sala de entretenimiento en la primera planta.

Himawari volvió a hablar:

—Así que, cuéntenme ¿cómo les fue ayer en su iniciación? A que fue interesante ¿verdad?—sonríe taimado. Pero nadie contesto. Entendieron de inmediato que se refería a ver a sus hermanos mayores teniendo sexo anoche. Se sentían avergonzados. Himawari tuerce la boca—. No sean mojigatos. Estamos entre Autobureiku y todos terminaremos haciendo eso.

Pero nadie contesto en su lugar Tsubaki trata de cambiar el tema.

—O-oye ¿No falta uno de nosotros? Ayer éramos cinco.

—¡Ah! Él… ya lo verán —abre la puerta corrediza de par en par que daba al patio. Allí, sentado frente una piedra enorme cerca del estanque, se encontraba el otro chico atado a la misma. A pesar de verse seriamente cansado forcejeaba entre las cuerdas—. En todos las generaciones siempre hay uno que trata de escaparse durante su iniciación. Como es obvio todos lo notaron y Okaa-san lo castigo dejándolo allí toda la noche.

—¿No deberíamos ayudarlo? —Suikazura pregunto notando que el chico de kimono amarillo tenía un ojo morado.

—No. Si lo hacemos antes de que su hermano mayor venga a desatarlo el mismo. Terminaremos igual. No piensen en eso. No les conviene meterse en problemas ya escucharon a Okaa-san ayer. Si cometen faltas lo echaran de aquí. Y créanme que no quieren eso… mejor hay que apurarnos para terminar la mayoría de los quehaceres antes del desayuno. ¿Hey, y la yuki-onna? 

Pregunta volteando a todos lados sin ver a Yuri por ninguna parte.

—Está aquí atrás.

Tsubaki lo señala escondido en un pequeño espacio con sombra detrás de una de las puertas.

—¿Qué pasa? sal de una vez. Tienes que ayudarnos.

Himawari toma al chico de la muñeca descuidado y trata de sacarlo, mientras Yuri se resiste. Trata de decirle la razón pero no puede, las palabras no salen. Hasta que es muy tarde, apenas un paso donde se encontraba el sol, el chico alvino trata de cubrirse la cara con su brazo el cual irremediablemente enrojece y se cubre de sarpullido. Grita adolorido y Himawari lo suelta asustado. Yuri cae al piso, patalea tratando de meterse de nuevo dentro de la casa, en donde hubiera sombrando, inútilmente:

—¡El sol! ¡La puerta! —chilla con el sarpullido convirtiéndose en ampollas.

Tsubaki es quien reacciona rápido se mete al cuarto y cerrando las puertas impidiendo que la luz entrara a la habitación. Ahora sí que está asustado. ¿Que fue eso? Mira a Yuri en el suelo. Tratando de no tocarse las ampollas en sus manos y en su brazo.

—O-oye —Tsubaki trata de acercarse al otro niño. No sabe que decirle exactamente— ¿estás bien?

Sabe que es una pregunta tonta pero no se le viene más a la cabeza.

Yuri no responde. Odia cuando esto pasaba. El sarpullido que le salió en las partes que menos toco el sol le da comezón y las ampollas le duelen. Es desesperante.

—¡Oye! Déjame ayudarte —Tsubaki suena más firme esta vez y corre hacia él. Se agacha para atenderlo pero no sabe si tocarlo o no— ¿duele mucho? Claro que duele, ¿Qué estoy preguntando? No sé qué hacer. Deberíamos despertar a uno de los mayores —trata de ponerse de pie, pero Yuri lo jala de la manga del kimono impidiéndoselo.

—¡¿Porque  no  dijiste  que  esto te pasaría si te sacaba?!

Himawari entra abriendo de nuevo la puerta de par en par con una canasta pequeña bajo el brazo.

—¡Idiota, cierra la puerta! — Tsubaki se abalanza, abrazando a Yuri por impulso tratando de cubrirlo con su cuerpo.

—¡Ya! ¡Ya! —Himawari molesto entra y cierra la puerta—. Traje unas vendas y medicina.

Se acerca imprudente a ambos y trata de tomar de nuevo el brazo de Yuri para atenderlo pero Tsubaki rompe el agarre.

—Déjalo lo estas asustando más.

—Bueno entonces hazlo tú. A ver si te deja.

—Tenemos que atender tus heridas. Comprendes —Tsubaki habla despacio.

Yuri asienta con la cabeza.

—Bueno pero di algo. Nos ahorraríamos mucho tiempo si hablaras ¿sabes?—Himawari se queja y hace una mueca.

—Himawari. No digas nada —Tsubaki lo regaña. No puede creer que en una situación así, alguien actué de esa manera.

—¡Es la verdad!

—Eso no importa ahora.

La conversación de los chicos es interrumpida por el sonido acuoso de las venda sobre la piel lastimada de Yuri acompañado de varios quejidos de dolor.

—¿Qué haces? Debes de ponerte primero el ungüento —Himawari lo regaña mientras se sienta y saca un frasco pequeño y lo abre.

—¿Eso sirve?

—Claro. Es el ungüento especial que Okaa-san compra cuando nos lastímanos. Si se lo pone no le dejara cicatriz y sanara más rápido.

Yuri se detiene antes de darle la primera vuelta al vendaje. Pero no es sino hasta que Tsubaki le arrebata el frasco a Himawari y se lo ofrece, que él lo toma y se unta la mezcla con cuidado. Es de un color blanco y pasto. Es una sensación extraña para Yuri, es frio, grasoso, pero deja de doler. Termina el solo de ponerse los vendajes.

—Lo… siento… no estoy… acostumbrado a… hablar con los demás —Yuri habla bajito y muy pausado.

—Se nota que has hecho eso antes ¿verdad? —pregunta Tsubaki.

—Si. Se quitaran al rato… estaré bien…

—¿Estas enfermo? ¿Qué te paso? —Himawari habla rápido y se acerca demasiado a su rostro —¿duelen mucho? ¿Siempre te pasa?

—¡Himawari, cállate! —Tsubaki regaña al chico de nuevo.

—El sol… me lastima —Yuri habla bajo. No espera que los otros dos niños le estén prestando atención.

—¿Ah? Eso es raro —pero Himawari pareció muy atento—. ¿Okaa-san, sabe? ¿Y Nadeshiko nii-san?

Yuri asienta con la cabeza.

—Bueno si lo saben no puedo hacer nada. Pero enserio. Debiste decirnos. No queremos que te derritas aquí, yuki-onna —sonríe burlón y pica la mejilla de Yuri que solo aparta la mirada claramente incomodo, pero no hace nada para detener a Himawari.

Tsubaki se enoja. Para él no es justo. Ve a Yuri indefenso al igual que un conejo. Y a Himawari como aquellos niños que se la pasan molestándolos con palos y piedras.

—¿Porque no lo dejas en paz de una vez? —Tsubaki quita la mano de Himawari de la cara de Yuri. Trata de disimular que está enojado. No quiere meterse en problemas tan rápido—. Hay que dejar de jugar. ¿No se supone que deberías de estar haciendo los quehaceres antes de que los mayores despierten? Por cierto. ¿Qué paso con el otro chico? —cambia el tema.

—Lo mande a traer agua del pozo para comenzar a limpiar los pasillos —Himawari responde sin notar el tono de enfado del otro —supongo que la yuki-onna se quedara a hacer el aseo de aquí dentro. No quiero que me meta en problemas si se quema.

—En ese caso yo me quedare con él. Lo ayudare —reitera Tsubaki.

—Como quieran. Ahorita vengo, voy a traerles agua.

Himawari sale del salón principal. Esta vez con más cuidado solo deslizo un poco la puerta y salió rápido cerrándola por detrás de ella.

Tsubaki se quedó a solas con Yuri. Ambos recogían los cojines esparcidos por la habitación y guardarlas en los armarios cercanos. Además de eso tenían que cargar las mesas, colocarlas en hileras perfectas y limpiarlas. No había trastes sucios o residuos de basura. Así que por el momento el trabajo parece sencillo. Pero había un silencio incómodo. Tsubaki apenas sentía la presencia de Yuri con él. Volteaba constantemente hacia atrás o los lados para ver que seguía en la habitación. No sabe qué hacer, no está muy acostumbrado a estar con otros niños de su edad. En su pueblo rara vez hablaba con los demás niños. Él era el niño raro que no salía de aquella casa donde vivía el hombre malo. Esta intranquilo. Sabe que no es bueno expresándose con los demás.

Yuri lo mira fijo por un momento en igual condición. Mueve un poco los labios pero no sale ningún sonido. Agacha la mirada obviamente avergonzado, le da la espalda rápido, recogiendo cojines rápidamente uno tras otro.

Tsubaki se acerca a él un poco torpe:

—O-oye déjame ayudarte —toca el hombro del otro haciendo que Yuri se sobresalte y tire todos los cojines al suelo—. Perdón. No quise asustarte.

Se apresuran a recoger lo que se había regado. Hubo un silencio de nuevo hasta que Yuri hablo bajito:

—Gracias…

Tsubaki sonrió:

—No tienes que temer yo no soy como el molesto de Himawari. Es muy ruidoso. ¿Crees que lo regañen mucho? —Yuri solo pestañea al principio sin saber que decir. Tsubaki trata de animarlo a que hable un poco—. Este… tienes un color de ojos muy raro. ¡Ahh! Pe-pero no es malo. Quiero decir…

—Lo siento… está bien. No estoy a hablar mucho… —Yuri lo interrumpe. Toma una pausa—. Cuando vivía con la caravana... A ellos no les gustaba que hablara mucho.

—¿Porque?

Hubo otra pausa. Hasta que Yuri contesto:

—No hacerlo… “es malo para el negocio”…Decía el líder.

—¿Heee? ¿Viajabas en una caravana? ¿Esas que son de artistas que van de pueblo en pueblo cantando y bailando? —Yuri asienta con la cabeza. Tsubaki se muestra entusiasmado—. Debiste de ver muchas cosas cuando viajabas ¿verdad?

—No. El sol lastima mucho. Así que iba… en una carreta cubierta… con una manta encima.

—Que lastima. Oye ¿desde cuándo te pasa eso cuando estas en el sol?

—… siempre…

—¿Todavía te duele?

Yuri niega con la cabeza:

—Se quitaran noche.

Tsubaki comienza a notar que Yuri no puede hablar correctamente si no toma pausas entre palabras. Pero no se lo hace notar. Por un segundo se preguntó si el también sonaba así. Yuri por su lado se ruboriza. No sabía que alguien podía prestarle tanta atención y no tenerle miedo. Tsubaki nota el obvio sonrojo del otro y comienza a sentirse nervioso. A lo mejor él también se había escuchado demasiado imprudente como Himawari al preguntarle todo eso. Se quedaron de frente mirándose mutuamente. Entre el adorable sonrojo de Yuri y los crecientes nervios de Tsubaki. Y sin embargo, se sentía bien. Era cálido. Ninguno de ellos se había sentido con tanta confianza de hablar con otro desde que llegaron la noche anterior.

—¡Oigan! ¡¿Ya terminaron?! —Himawari entra con una cubeta de agua, con cuidando de no abrir demasiado la puerta. Nota que la cercanía que tiene los otros dos y enojado les reclama—. ¿Qué hacen? Dense prisa. Aún tienen mucho que hacer.

Deja la cubeta el suelo y sale cerrando fuertemente la puerta detrás de él.

—¿Que le ocurrió?

Se preguntó Tsubaki que no entendió la situación. Yuri niega con la cabeza sin entender tampoco.

Continuaron con sus deberes matutinos.

Esta casa es de tres pisos, que a su vez se  dividía en tres alas. En el primer piso se encontraba una habitación grande que en lugar de ventanas tenia rejas que miraban a la entrada del lugar. Esta serbia de exhibidor. La mayoría de los miembros de la casa, independientemente de su rango. Se sentaba en ese lugar a esperar a que algún cliente viniera a reclamarlo. No estaba prohibido hablar entre niños, sin embargo no estaba permitido hablarles a los clientes de alguna manera. Este era una regla implícita que tenían los chicos en la casa, para que así todos tuvieran la misma oportunidad de ser comprados por un cliente, evitando problemas entre ellos. Así que se valían de miradas, coloridos kimonos o gestos para llamar la atención de los adultos.  Enseguida se encontraba la recepción. En ella los clientes dejaban su calzado y se les cobraba de ante mano la cuota que pagarían por el niño y las actividades que realizarían con este. Dependiendo del servicio que se contrataban eran enviados a la primera  ala que serbia de entretenimiento. Varios clientes desconocidos o no, se reunían en ese lugar al lado de su acompañante a disfrutar de una actuación de entretenimiento y de comida fina. Por otra parte la segunda ala tenía un propósito parecido con la diferencia que esta era rentada por un grupo concreto de personas para una fiesta privada. Se podía cruzar de una a la otra atreves del pequeño puente rojo en el patio. Y en la tercera ala se encontraba la sala común donde convivían y tomaban sus comidas los niños de la casa durante el día. Aparte de ellas en el primer piso se encontraba la cocina, el baño comunal y la habitación de las sirvientas de la casa.

En el segundo piso se encontraban los dormitorios. Después del entretenimiento, los clientes subían a estas con sus acompañantes para elaborar sus oficios nocturnos. Estos eran únicamente usados para mantener relaciones sexuales o entretenimientos privados. Los niños no dormían en ellas. Para acceder a estas había dos distintos pares de escaleras; las principales ocupadas por los clientes y niños, y las secundarias que se encontraban ocultas del lado opuesto, usadas por las sirvientas, estas iban desde la recepción hasta el tercer piso y desde la cocina hasta el tercer piso. En total eran cuarenta habitaciones de tamaño moderado que contaban cada una con un armario, futon, accesorios decorativos, lámparas de aceite o velas y una mesa.

El tercer piso se encontraba los dormitorios comunes. Diez habitaciones de las cuales ocho son habitados por cuatro niños y dos por cinco niños. Así mismo seis habitaciones pertenecientes a cada uno de los Hana y la habitación privada del Ikebana; estos atendían sus labores sexuales en estas. Claro estas habitaciones eran grandes en especial la del Ikebana que se compara a la habitación privada de Okaa-san que igualmente se encontraba en el tercer piso y a la que nadie más que ella y sus sirvientas de más confianza tenían acceso.

Un total de sesenta y cinco habitaciones conformaban el Raikorisu no hata.

Alrededor de las once del día, todos los niños con excepción del Ikebana se habían reunido en la sala común para tomar el desayuno. Siendo el espectáculo central el recién llegado castigado en el patio.

—Si continuas forcejeando con la cuerda únicamente agravaras las heridas que de seguro ya te hiciste. ¿Entiendes, Ran?

Un chico de unos catorce años, pequeño de pelo corto por detrás y largo por enfrente, ojos cafés y kimono sencillo color aguamarina; le regaña aun lado de él.

—Ese no es mi nombre —el niño en kimono amarillo forcejea débilmente, efectivamente la cuerda le había quemado alrededor de sus brazos y torso y cada movimiento ardía —. Mi nombre es…

El mayor le da un golpe en la cabeza callándolo:

—Entiende de una vez. ¡Obedece! De lo contrario te dejare ahí toda el día sin comer.

Dentro de la habitación todos se reían ya que podían ver todo lo que ocurría en el patio.

—j aja ja ¡Valla hermanito que fuiste a tomar, Deiji!

—¿Ya escuchaste? Lo demás se están burlando —Deiji se nota avergonzado cubriéndose el rostro con ambas manos— Todavía que te di un buen nombre y decidí tomarte a mi cuidado. No creas que me gusta tenerte allí.

Ran, aunque aún no ha aceptado su nuevo nombre, aprieta los dientes y continúa forcejeando. Todas las risas se sueltan en sala común. Son humillantes y le calan hasta el fondo. Quiere irse de ese lugar.

Mientras tanto Tsubaki miraba incomodo toda la escena desde adentro. No comprende realmente de quien se estaban birlando, si de Ran por estar castigado o de Deiji por estar avergonzado. Observa como todos los chicos que varían de edades y que a comparación de anoche usaban peinados y kimonos  sencillos. Mal sentados se reían o medio comían el desayuno del día que consistía en un tazón de arroz, vegetales encurtidos y un pescado asado.

—¿Qué ocurre? —pregunto Kiku sentado a su lado si perder su aire de elegancia y tranquilidad a pesar de su look sencillo.

—Nada —dice aprensivo.

—Tranquilo, Deiji no es malo. De hecho me preocupo más por él que por el otro niño.

Tsubaki escucha a su hermano mayor mientras observa a todos lados. Suikazura está sentado al lado de otro chico el cual supone es su hermano mayor, y que parece felicitarlo por su manera tan correcta y ordena de comer. No hablo mucho con él resto de la mañana así que aún no sabe si se podrá llevar bien con él o no. Himawari no está. Este se había enfadado con él al parecer por estar con Yuri todo el día ayudándolo con los quehaceres al interior de la casa. Así que no sabe a dónde fue a meterse y no le interesa. Le desagrada. Tampoco ve a Yuri por ninguna parte y le preocupa. Al parecer tenían la costumbre de desayunar con las puertas bien  abiertas y eso significaba que la luz del sol entraba en la habitación.

—¿Estás buscando a alguien? —pregunta Kiku al ver al menor estirase de un lado al otro nada discreto.

—No esta Yuri. No veo a Yuri.

—Umm… es de los nuevos ¿verdad? ¿Acaso será el niño albino que está comiendo solo en el pasillo?

Tsubaki se levanta de inmediato con las intenciones de irse. Sin embargo se detiene al recordad que está al lado de Kiku. Quiere pedir permiso pero no sabe cómo.

Kiku sonríe y se adelanta:

—Puedes ir con él si quieres. Pero asegúrate de comer todo el desayuno. No comeremos nada hasta abrir el lugar.

—Si.

Tsubaki tomo la mesita donde estaban sus platos y se fue al pasillo a buscar a Yuri.

En medio del pasillo, donde no tocaba la luz, sentado en el piso Yuri comía despacio. Sabía mucho mejor que las sobras que solían darle en la caraba a la que pertenecía.

—¿Puedo sentarme contigo? —Tsubaki pregunta mientras tomaba asiento a un lado.

—Si.

—La comida es muy buena ¿no?

—Si.

Yuri contesta bajito, pero para Tsubaki está bien así. Durante todo el día habían platicado un poco. Lento y pausado. Aun así se dieron cuenta que se entendían. Ambos habían pasado la mayor parte de sus vidas encerrados y sin poder platicar con otros niños de su edad. Los cuales les parecían demasiados efusivos o burlones. Así que se sentían cómodos uno con el otro. Les gusta la calma, comer entre miradas y pocas palabras. Terminan de desayunar y Tsubaki se ofreció a lavar los platos con él, ya que ese también es uno de los quehaceres que deben de hacer y pueden dentro de la casa.

Yuri acepto sonriendo tímidamente, poco a poco se abría con Tsubaki.

—¡Aquí estas! ¡Ven aquí de inmediato! —un chico de dieciséis años, delgado y no muy alto de pelo castaño atado en un chongo y ojos del mismo color; de facciones finas, casi féminas; y ataviado con un kimono lila, se acerca a ambos bastante molesto. Enseguida Yuri se levanta y corre con él. En cuanto el mayor se da cuenta de los vendajes en sus manos regaña molesto—. ¿Qué es eso? ¿Cómo que te lastimaste?

—Ah… mh…

—¡Responde!

—¡Ahh! E-el sol…

Yuri baja la mirada hasta el piso temblado en su lugar.

—¡¿El sol?! ¡¿Qué hacías afuera si sabes que no debes?! —Bufa molesto— ¡¿De dónde sacaste las vendas?! —Yuri no contesta. El mayor se impacienta— ¡Pero contesta! ¡Te estoy hablando!

—Las vendas y la medicina se las dio Himawari —Tsubaki lo interrumpe enojado.

—¿Y tú las aceptaste, a si nada más? —El mayor pierde la paciencia por completo al ver como el pequeño asienta con la cabeza—. ¿Así que ahora tengo que pagar por tus descuidos? ¿Qué se supone que voy a hacer contigo si ni siquiera puedes hacer los quehaceres de la casa sin lastimarte? No puedes ni hablar bien. Sería mejor que te fueras.

—¡Él no se lastimo porque quiso! —le grito Tsubaki frunciendo el ceño. Interponiéndose entre ambos.

—El problema no es contigo. Deberías saber ya. Que debes de respetar a tus mayores. Así que no te metas —el mayor toma el niño por la muñeca y forcejea con el tratando de apartarlo de su camino. Pero Tsubaki se resiste con todas sus fuerzas, no quiere ver que le peguen a alguien más frente a sus ojos. El chico mayor le toma con más fuerza, zarandeándolo, tratando de tirarlo al piso —¡Quítate maldito mocoso!  

—¡Nadeshiko! ¡Suéltalo! —Kiku aparece a su rescate— ¿Puedo saber que le estas asiendo a mi hermanito?

—Lo siento —Nadeshiko suelta de inmediato a Tsubaki, agacha la cabeza y trata de excusarse evidentemente nervioso—. Él… q-quiero decir… solo trataba de educar Yuri correctamente y este niño se interpuso.

—Tsubaki ven aquí —el niño hace caso a su hermano mayor—.Nadeshiko, espero que recuerde que como el mayor debe de mantener la compostura y enseñarle a Yuri como es debido. Recuerda que estos niños son un reflejo de nosotros mismo frente a nuestros clientes. Cuida mejor de tu hermanito.

—Como digas —Nadeshiko aparta la mirada y aprieta los labios. Al tal caso, el en realidad no quería el papel de hermano mayor.

—Vámonos Tsubaki. Tengo una tarea especial para ti.

Kiku se llevo al niño consigo mientras Tsubaki miraba como detrás suyo a Nadeshiko chasqueaba la boca y se llevarse a jalones a Yuri por el otro lado del pasillo.

Subieron a la habitación de Kiku. Entraron por el lado del dormitorio.

Kiku toma una peineta y se sienta en el futon:

—Ven. Siéntate aquí.

Indico palmeando el futon. Tsubaki obedeció y en cuanto se sentó, el mayor comenzó a cepillarle el cabello.

—Ese niño es Yuri ¿verdad?

—Si.

—¿Te llevas bien con él?

—Creo que sí.

—Eso es bueno. Que comiences a integrarte con los demás, aunque sea lentamente. Pero por lo mismo no debes de faltarle el respeto a tus mayores en rango.

—Él empezó primero —Tsubaki se justificó—. Comenzó a gritarle. Así nada más.

—Nadeshiko se desespera fácilmente pero no es mal chico. Solo está pasando por un momento difícil. Estoy seguro que Yuri aprenderá mucho de él, cuando se dé cuenta de la importancia de su papel.

—Me alegro que él no sea mi hermano.

—Je je eso quiere decir que te gusta que yo sea tu hermano. Pero si apenas nos conocemos —Kiku ríe con modestia.

—Si. Pero has sido bueno conmigo.

—Eso supone para mí que debo esforzarme más para cumplir tus expectativas como hermano mayor —sonríe y lo abraza por la espalda. Es cálido y tranquilizante. Tsubaki siente su respiración en la coronilla. Hay un escalofrió agradable y quiere quedarse de esa manera sin que nada los interrumpa. El mayor termina diciéndole—. Tratare de no decepcionarte.

Las palabras de Kiku lo hacen sentir muy seguro

—Kiku-Hana, Midoriyama-dono vino a buscarlo.

La voz de una de las sirvientas lo llama por el otro lado de la puerta.

—En un momento. Ofrécele una taza de té y los mejor aperitivos que tengas y súbelo en veinte minutos —indica el mayor poniéndose de pie. Escucha a la sirvienta irse y le dice al niño—. Bien tengo que prepararme.

—Yo…

—Descuida. No tienes que ver aun. De hecho quiero que hagas algunos encargos —saca de un cajón del buró un par de cartas. Quiero que vayas a entregarlas.  Busca a Himawari para que te acompañe. El sabrá a donde quiero que vallas.

—Está bien.

Tsubaki tuerce la boca. No le agrada la idea de ir con Himawari. Sin embargo Kiku piensa que la mueca se debía a otra cosa. Le dijo con resignación:

—Sé que no quieres ver lo que se hace con los clientes. Pero te lo había dicho esto solo se aprende haciendo y viendo. Aunque no te haga mirarlo ahora, en la noche será diferente. Tienes que acerté a la idea.

—Lo sé.

Tsubaki toma las cartas y sale de la habitación.

 

Continuara...


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