CAPÍTULO 2: LO QUE VES TÚ, LO QUE VEO YO
-Asahina Kaoru, encantado.
-Soy Ryuichiro, pero puedes llamarme Ryu.
Había algo en ese tal Asahina que lo hacía diferente al resto de amigos especiales que Kenji había llevado a casa. Tal vez era su edad, porque parecía que tuviese casi la de Ryu, o su carácter, ya que, a pesar de su rostro inexpresivo, Asahina tenía una mirada limpia, unos ojos castaños que no mostraban maldad alguna. Ryu lo notó y decidió portarse bien con "el amigo de papá".
No es el tipo de compañero que esperaba de papá, pero me gusta.
Con otras personas, Ryu se hubiera largado enseguida a su habitación y se hubiera puesto a escuchar música hasta altas horas de la noche, cuando la casa estaba vacía y Ryu se dignaba a salir de su cuarto para darse una ducha o comer algo.
Pero esta vez se quedó. Kenji actuó como un padre, o algo parecido, ya que pocas veces lo hacía, y sacó unas galletas y algo de beber, para merendar los tres en la sala de estar de su apartamento.
-Pues mi hijo, ahí donde lo ves, a pesar de su aspecto -en aquel momento Ryu llevaba el pelo largo y teñido de negro, al igual que toda su ropa -es uno de los mejores estudiantes de su promoción.
-¿Has pensado en una posible carrera universitaria? ¿Has mirado diferentes universidades?
-Aún no lo tengo muy claro. Sólo que me gustaría estudiar Derecho... O tal vez Literatura. Asahina-san, ¿de qué conoces a mi padre? ¿Te da clase?
-Sí, yo estudio Economía, pero lo tengo en una de mis asignaturas optativas. -Asahina parecía que iba a decir algo más, pero calló. Kenji lo entendió y se dirigió al joven.
-Kaoru, sé que te sorprende que tenga un hijo de esa edad. Fui padre con 18 años, y la madre murió... Ryu estuvo con sus abuelos en sus primeros años de vida, pero en cuanto conseguí mi primer trabajo, me busqué un piso para poder vivir con él y hacerme cargo...
-Bueno... Es verdad. Esperaba que su hijo fuese más... Joven. Un niño, tal vez. -Asahina estaba turbado, pero había expresado todas sus dudas.
Ryu no quería seguir escuchando. Sabía qué rumbo tomaría la conversación.
Mentira, todo mentira. Vives conmigo porque no te queda de otra, y nunca te ocupaste de mí. Maldito mentiroso.
Ryu tenía razón, en parte. Kenji vivía con su hijo porque era lo que se esperaba de él, aunque era demasiado joven para tanta responsabilidad y quería disfrutar de la vida, sentía que tenía derecho a ello. Tal vez si la dulce Chiyuki hubiese vivido, las cosas serían de otra manera. Pero la realidad era que Kenji empezó a desentenderse de Ryuichiro a los pocos meses de vivir juntos. Pero la historia de padre-joven-y-soltero-qué-mal-lo-he-pasado-en-la-vida calaba entre cierta clase de personas, entre ellas los buenos chicos como Asahina Kaoru.
Asahina daba la imagen de ser el típico joven criado por una familia cariñosa, tal vez sin muchos lujos, pero gente sencilla y trabajadora que había trabajado toda su vida para darle un buen futuro a su hijo, entonces éste pensaba que debía ser agradecido.
La conversación continuó durante unos momentos más, pero Ryu ya había quedado fuera de ella. Asahina Kaoru y Kenji empezaron a hablar de temas comunes, asignaturas y profesores universitarios, y Ryu acabó perdiendo el hilo de la conversación. Se hubiera ido a la biblioteca pública, pero era ya un poco tarde, por lo que optó por retirarse de otra forma.
-Disculpen, tengo que irme. Aún me quedan deberes para mañana... -No obtuvo respuesta. Kenji y Asahina estaban enfrascados en su conversación, y el primero apenas levantó la cabeza para hacerle un gesto de conformidad.
Es lo normal en esta casa.
Más tarde, en su habitación, Ryu daba vueltas como un animal enjaulado. No tenía deberes, lo había usado como excusa para dejar a su padre y a Kaoru. Normalmente, cuando su padre llevaba compañías, ni siquiera se mostraba. Pero, curiosamente, no podía dejar de pensar en Kaoru. Le parecía diferente de los otros chicos, más limpio, más inocente, e intuía que si llegaba a enamorarse de su padre, acabaría sufriendo. Pero, allá el.
No es mi problema. Allá ellos.
Se repitió esa frase cientos de veces antes de dormirse. Como un mantra.
A la mañana siguiente, todo seguía igual en el piso. Kaoru se había ido en algún momento de la tarde y Kenji a primera hora de la mañana, sin dirigirle la palabra a su hijo.
Solo, como siempre.
Desayunó sin prisas y luego se fue al instituto. Estudiaba en un instituto público cerca de su casa, y era conocido por todos. A pesar de ser bajito y poca cosa, había algo en su mirada que hacía que lo dejasen en paz. No tenía amigos, pero sí muchos conocidos y se sabía su orientación sexual, por lo que no le faltaba compañía masculina, siempre escogida por él.
Los fines de semana, su padre apenas aparecía por casa. Acudía los viernes después del trabajo para ducharse y cambiarse de ropa, y se iba enseguida, a saber dónde, sin avisar a Ryu. Nunca permanecía más de lo necesario en aquel piso, pero el jovencito ya lo tenía más que asumido.
Por todas esas cosas, Ryu tenía una visión bastante torcida de la vida. Kenji no aparecería por la puerta un buen día esperando ejercer como tal, pero le encantaba exagerar su historia y hacerse la víctima delante de sus tontos estudiantes, y le daba rabia ver cómo lo hacía con Kaoru. Con otra persona, le hubiera dado lo mismo...
¿Por qué? No debería importarme...
Sin querer, Kaoru le había causado una gran impresión, mayor de lo que se imaginaba.
Después de un sueño inquieto, Ryu se levantó. No había nadie en casa. En la mesa de la cocina había un billete para él. "Son tus gastos semanales"
Otra vez volvemos a lo mismo de siempre.
Espero que ese Asahina no vuelva más por aquí.
Estaba muy equivocado.
CONTINUARÁ