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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Les traigo el segundo cap. Gracias por leer. 

 

 

Capítulo 2

¡Entraremos al equipo de natación!

 

   —¿Es cierto eso, William? ¿Es cierto lo que tú compañero está diciendo?

   William estaba perplejo; su mente era un laberinto de confusión. ¿Cómo era posible? ¿Cómo era posible que ese pedazo de enclenque fuera un Alpha y lo peor, cómo había descubierto tan fácilmente sus feromonas falsas? El tipo de la farmacia le dijo que eran tan parecidas a las verdaderas que era imposible descubrir que eran sintéticas sólo con el simple olfato. ¡Le mintió! ¡Y ese jodido idiota lo descubrió! ¡Lo descubrió y lo puso en evidencia delante de todos!

   —Profesora…

   —¿Es cierto sí o no, William? Es todo lo que quiero saber.

   William bajó la mirada y asintió lentamente. Complicaría todo sí seguía mintiendo; le avisarían a sus padres y le obligarían a tomar exámenes médicos que lo delatarían y todo sería peor. Por lo pronto, asumiría la responsabilidad por su mentira y confrontaría al director y a sus padres. Total, todavía no había sobrepasado la edad para pensar que había algo malo con su cuerpo por no haber tenido su primer celo. Luego vería cómo vengarse del enclenque novato que tenía de pie a su lado y lo pondría en su sitio. A ese idiota no le iban a quedar ganas de meterse con él de nuevo. Casi lo podía visualizar.

   —Irás a dirección conmigo —dijo la maestra, colocándose de nuevo sus lentes—. Y usted, jovencito. Traiga mañana ese historial médico del que me habló para que se anexe a su currículo. Imagino que sus padres hablaron con el director sobre esto, pero yo no tenía ni idea y como coordinadora necesito información sobre su caso. Ahora puede ir a casa. Hasta mañana.

   Cuando la profesora giró un momento a buscar su bolso y sus carpetas, William aprovechó para tomar a Zully de un brazo y lo haló un poco hacia él. Zully se confrontó por primera vez con esos ojos azules que le impactaron por completo. Eran hermosos y estaban llenos de una ira que si no estuviera dirigida hacia él, habría pensado que era maravillosa y deslumbrante.

   —Escúchame, cretino. Esta me las pagas —susurró William, dejándole ir acto seguido. Zully frunció el ceño y se alejó sin volverlo a mirar. El corazón le latía tan fuerte que lo sentía en su garganta. No era miedo, ni más ni menos, pero tampoco podía saber qué era. Desde que se había acercado lo suficiente como para poder olerlo, lo había notado. Ese olor suave, delicioso, que lo había paralizado por un instante era lo más fantástico que había olido jamás. Se dio cuenta de inmediato que las feromonas que sentía superpuestas a ese olor no eran reales. Lo real era la esencia limpia que había debajo, esa que por un instante había despertado a ese Alpha que toda su vida había estado dormido.

   El aroma aún era inmaduro, aun no estaba desarrollado pero aun así, Zully lo sabía; lo descubrió con sólo acercarse. No sólo era un olor suave por ser aún infantil, sino porque además no era en lo absoluto un olor de Alpha. William era un omega y Zully estaba seguro. William era omega. Su omega.

   —¿Qué carajos pasó allí adentro? —preguntó Alejandro, viendo como la maestra se llevaba a William camino a la dirección.

   —Mintió sobre su celo y lo delaté —contestó Zully, encogiéndose de hombros —Se estaba poniendo en riesgo junto a los omegas.

   —¿Eso quiere decir que en realidad nunca ha tenido un celo? ¿Estaba mintiendo al respecto?

   Alejandro hizo la pregunta y Zully le contestó con un asentimiento de cabeza.

   —Debido a mi tratamiento tengo el olfato más agudo para reconocer feromonas —explicó el rubio, sacando una nueva goma de mascar.

   —¿Oye y en serio eres un Alpha? —inquirió Daniel, agudizando la mirada— Ósea, no me lo tomes a mal, pero…

   —Parezco un omega —terminó Zully—. Tranquilo, no es la primera vez que me lo dicen.

   Julián suspiró. Si la vida era un poco más complicada para los omegas, no imaginaba cómo podía ser para alguien que parecía una cosa y era otra. Esperaba tener la oportunidad de conocer lo suficientemente bien a Zully como para llegar a tener la confianza de preguntarle cosas al respecto y empezar a entender un poco más su situación. De momento, quería apoyarlo en todo lo que pudiera y hacerle más fácil la transición de género que seguramente estaba atravesando.

   —Creo que tendremos que esperar hasta mañana entonces para hacer la reunión con los del club —analizó de repente Daniel—. A William le tomará un tiempo su visita con el director y seguro saldrá con un humor de perros. Le avisaré a los miembros que nos veremos mañana y esperaré a la salida para hablar con Will. ¿Están de acuerdo que lo dejemos para mañana?

   Susana, Julián y Zully asintieron de inmediato. Alejandro titubeó un poco primero antes de asentir también y luego se ofreció para acompañar a Daniel hasta su encuentro con William. Quería invitar a Daniel para que conociera su nueva casa y quizás quedarse jugando algunos videojuegos hasta la cena. Necesitaba volver a retomar los fuertes lazos que los unieron en el pasado, ya que habían pasado tres años desde su último encuentro. Era verdad que habían mantenido contacto telefónico y por correo todo ese tiempo, sin embargo, Alejandro necesitaba que todo volviera a ser como antes. Necesitaba volver a ser el centro de atención de Daniel, su aliado indiscutible, su incondicional. Eso podía ser contraproducente para los sentimientos que tenía hacia su amigo, pero no podía evitarlo. No podía soportarlo de otra manera.

   —¿Y dónde viven ustedes, chicos?

   Julián preguntó tímidamente aquello. Estaba más interesado en la dirección de Alejandro que en la de Daniel, pero no pensaba ser tan obvio. Susana ya le había dicho que ella vivía en un barrio cercano, pero su padre la iba a llevar y a recoger en auto. Zully, por su parte, vivía un poco más lejos pero sus padres le tenían un transporte particular. Julián quería saber si quizás Alejandro vivía en una ruta que se cruzara con la suya y así aprovechar para ir y volver en su compañía todos los días. La suerte, sin embargo, no le sonrió exactamente como pensaba.

   —Vivo a unas siete cuadras de aquí —respondió Daniel, calculando el trayecto con sus manos—. Vengo caminando todos los días y así entreno un poco las piernas. Cuando llueve o hace mucho sol, tomo la bicicleta de mi hermano para andar más rápido. ¿Recuerdas esa bici, Alejo, donde paseábamos los dos?

   Alejandro afirmó con la cabeza. Cómo olvidar aquellos tiempos de piques en bicicleta. Tenían tantas cicatrices como recuerdo de aquellas andanzas que aunque quisieran jamás podrían olvidarlas. Daniel tenía una en el muslo derecho, muy cerca de su entrepierna, que había necesitado puntos de sutura. Desde aquel día la bicicleta quedó decomisada para siempre. O por lo menos, así había sido hasta el día que se separaron.

   —¿Y tú dónde vives? ¿Te vas solo o te vienen a recoger?

   Julián negó con la cabeza. A su edad le daba un poco de vergüenza que sus padres lo trajeran y llevaran como un crío, siendo que vivía a pocas cuadras del instituto. No era que sus padres no se hubieran ofrecido, teniendo en cuenta que la ciudad era nueva para todos. Aun así, no hubo forma de que Julián aceptara y no hiciera pataleta con tan solo plantearle la posibilidad.

   —Voy y vengo a pie —respondió, con una risita nerviosa—. También vivo muy cerca de aquí. A una cuadra de la iglesia. ¿Sí la ubican?

   —¡Vaya, eso es perfecto! —se emocionó de buena cuenta Daniel, intentando disimularlo—. Digo… que tu ruta va totalmente con la mía. Podemos irnos y venir juntos todos los días sin problemas. Bueno… si tú quieres.

   Alejandro sintió una punzada en el pecho. Había hecho hasta lo imposible para que sus padres consiguieran la antigua casa donde solían vivir, pero no lo habían logrado. Esa casa estaba ubicada tan solo tres casas después de la de Daniel. Su plan B era acompañar a Daniel todos los días a la salida y luego tomar el bus en la avenida cercana a esa calle, pero ahora no podía ni plantear esa idea. Se notaba que Daniel estaba más interesado en realizar el camino con ese bonito omega.

   —Para mí sería un placer —respondió Julián, aparentando más emoción de la que realmente sentía—. Yo salgo todos los días faltando un cuarto para las siete —apuntó—. Si quieres nos encontramos mañana en la iglesia, ¿te parece bien?

   —Me parece perfecto —sonrió Daniel, ajustando su reloj para cuadrar una alarma—. Seis y cuarenta y cinco en punto. Seré puntual —afirmó, guiñándole un ojo.

   Julián se sonrojó de forma visible. Ese gesto coqueto lo tomó desprevenido y le sorprendió más la reacción de su cuerpo. No se esperaba esa picardía en Daniel y mucho menos que algo tan tonto lo pusiera tan nervioso. Despidiéndose entonces dio media vuelta y se unió con Susana y Zully, que lo esperaban al inicio de las escaleras. Alejandro lo miró partir y algo que no supo definir en ese momento le apuró a detenerlo y avanzar hacia él. Daniel tensó el cuerpo pero no dijo nada y Julián los miró interrogante.

   —Bueno, es que no me gustaría que te fueras solo el primer día —se encogió de hombros Alejandro, sin saber bien qué era lo que estaba haciendo—. Si te parece bien, me gustaría acompañarte por el día de hoy ya que Daniel tiene que esperar a su capitán.

   —Bueno… yo —Julián estaba impávido. Su corazón saltaba pero su mente no estaba segura de qué responder. La propuesta había sido muy inesperada.

   —Pero… si no quieres…

   —¡No! Digo… sí. Sí quiero pero, disculpa es que, no sé si está bien. Ya habías quedado en acompañar a Daniel hasta que hablara con William.

   Julián miró a Daniel, pero este estaba mirando hacia Alejandro con un rictus indescifrable. No se podía saber si estaba enojado o extrañado, sólo se notaba que no estaba muy de acuerdo por alguna razón.

   —No… no te preocupes por mí —respondió finalmente Daniel, cambiando la expresión—. Alejandro tiene razón. Lo mejor es que vayas con él y así te irá enseñando algunas rutas y lugares.

   —¿En serio? —quiso confirmar Julián.

   —Por supuesto —sonrió el Alpha—. Dense prisa, que si no, luego se les hace más tarde para comprar los mangos.

   Julián asintió. Era verdad, había perdido el reto de Zully y tenía que comprar mangos para todos. Por suerte, el vendedor aún estaba en la puerta de salida y todos alcanzaron a tener su mango con mucha sal, pimienta y limón. Zully se despidió entrando al vehículo que le esperaba mientras Susana hizo lo propio ingresando al auto de su padre. Alejandro y Julián partieron entonces, cruzando hacia la otra acera.

   —¿Entonces tú también eres nuevo este año, verdad? —preguntó Alejandro, para volver a romper el hielo. Siendo sinceros, Julián era un chico muy bonito. La realidad era que lo ponía un poco tímido. A pesar de su apariencia, de la cual estaba muy consciente, estaba muy lejos de ser el playboy que tanto presumía delante de Daniel. Había salido con uno que otro chico, incluso con una chica, pese a que el sexo opuesto no le atraía casi nada; sin embargo, era incapaz de olvidarse de Daniel y de entregarse por completo a otra persona por mucho que le gustase físicamente.

   —Sí, mis padres son militares y fueron trasladados este año acá —contestó Julián, mordisqueando su mango—. La verdad, al principio no quería mudarme pero no tenía con quien quedarme en la capital, así que tuve que venir.

   —¿Entonces, también vienes de la capital?

   —Sí, así es.

   —¡Increíble! —Alejandro sonrió genuinamente, eso era genial—. Yo también vengo de la capital —comentó, terminando una rebana da de fruta—. Mi padre fue ascendido a un cargo superior en su trabajo, pero la condición era trasladarnos aquí. Mi hermano mayor se quedó en la capital pero yo no quise quedarme. Extrañaba acá.

   —Así que tú vivías antes aquí ¿Y cómo te conociste con Daniel?

   Alejandro asintió. De forma breve le hizo un repaso a Julián sobre sus años de amistad, los torneos de natación que ganaron en la primaria, y lo terrible que fue haber tenido que irse por tres años. Julián lo miraba con mucha atención, encantado por sus anécdotas y tratando de disimular el galope de su corazón ante la cercanía del otro chico.

   —… y entonces, lo llamé anoche y le dije que estaba en la ciudad y que hoy nos veríamos en la escuela —rió con gusto—. Estoy seguro que casi se desmaya.

   Julián le coreó la broma. Alejandro era impresionante cuando se reía. Sus ojos miel adquirían un brillo enorme, intenso, casi como oro líquido. Su cuello se tensaba y sus hombros anchos se expandían, mostrando la amplitud de su tórax. Un cuerpazo de nadador.

   —Y al fin nunca me dijiste donde vives —recordó Julián, terminado su mango.

   Alejandro suspiró, terminando su mango también.

   —Por desgracia, mis padres no pudieron volver a rentar la casa donde vivíamos antes —anotó con parquedad—. Vivo en un barrio más al norte, como a quince minutos en bus. Un día te invitaré con los otros chicos para que juguemos videojuegos, ¿te parece?

   —Claro —Julián se sentía dentro de una inmensa burbuja. Alejandro era tan amable y gentil. Hasta ahora le había caído muy bien al igual que el resto de los chicos con los que había compartido. Si las cosas seguían así de bien le iba a resultar muy fácil adaptarse al nuevo instituto. Había llorado tanto el día que sus padres le anunciaron la mudanza, sin embargo, su primer día de clases había sido genial y se sentía muy contento de poder hacer nuevos amigos tan pronto.

   —Oye… espera, dame la mano.

   —¿Cómo dices? —Julián salió de sus cavilaciones, observando detenidamente a Alejandro, quien observaba atentamente a un grupo de tipos apostados en una esquina.

   —En esa esquina siempre se reúnen tipos molestos a beber cerveza —anotó el Alpha, tomando la mano de Julián con suavidad—. Te están mirando desde que te vieron acercarte y no quiero que te falten al respeto —masculló, no sin cierto tono de molestia—. No lo soportaría.

   Tensándose un poco, Julián asintió y apretó la mano de Alejandro. Los acosadores callejeros no eran tema nuevo para él, pero al tratarse de una ciudad nueva no sabía cómo eran por esos lares y se sintió un tanto nervioso. En ese momento le resultó muy tranquilizador saber que Daniel lo acompañaría todos los días en su recorrido y eso le ahorraría unos cuantos disgustos por el camino. La presencia de Alejandro también lo tranquilizaba bastante. La seguridad de su agarre, su sola e imponente presencia física a pesar de ser todavía un adolescente. Definitivamente era un Alpha dominante. No necesitaba una prueba de ADN para reconocerlo.

   —Bien… ya los hemos dejado atrás —suspiró Alejandro, soltándole la mano—. Esos viejos babosos me repugnan. Cuando tengas que venir solo te recomiendo que tomes la otra calle; es un poco más largo el camino, pero te librarás de esos viejos verdes.

   —Está bien —asintió Julián. La molestia en el tono de Alejandro le gustó. Era agradable conocer un Alpha que no apoyara esas repugnantes conductas de acoso ni las pasara por alto.

   —Y bien… ¿cuál es tu casa? —preguntó Alejandro, acomodando su mochila—. Debe ser alguna de estas, ¿verdad? ¿O falta aún?

   —Es justo esta de aquí —Julián sacó una llave de su bolsillo y abrió un portón gris que conducía a una amplia escalera de granito. En el primer descanso de dicha escalera había una segunda reja con varios timbres para cada apartamento. El pequeño edificio contaba con sólo cuatro apartamentos en total. Julián vivía en el cuarto.

   —Bueno, supongo que nos veremos mañana entonces —anotó Alejandro a modo de despedida.

   Julián asintió y se acercó para darle un beso en la mejilla.

   —Muchas gracias, fuiste muy amable —le sonrió agradecido—. Nos vemos mañana.

   Alejandro tomó su camino y Julián abrió la otra reja, viendo la forma en que Alejandro partía. Suspiró emocionado cuando ya no lo tenía a la vista. ¡Oh, por Dios! Si tan solo pudiera venir con él todos los días. ¡Sería fantástico!

 

 

***

 

   Alejandro se preguntó qué rayos era lo que estaba haciendo. Era obvio que Daniel sentía atracción por ese omega nuevo de la clase y que le había puesto el ojo desde el primer momento en que lo vio. No tenía sentido ponerse en el medio ni siquiera por estar seguro de que ese chico estaba más interesado en él que en su amigo.

   ¡Rayos! Sólo había expresado interés por Julián para seguir aparentando ante Daniel su fama de Don Juan, pero no estaba interesado en ese chico de ninguna manera. ¿Omegas? No, gracias. Estaba lejos de discriminarlos en cualquier tipo de situación, pero tampoco los quería como pareja por ningún motivo. Eran una complicación en todo sentido en el aspecto romántico, y ya demasiado enredado estaba su corazón como para pensar en complicarlo más con una relación de ese tipo. Pensó en devolverse y volver al instituto, pero asumió que para cuando quisiera llegar ya seguramente Daniel se habría ido y perdería su tiempo.

   “Mejor vuelvo a casa”, pensó entonces, tomando el camino hacia la estación del metro. Quizás el siguiente día fuera mucho mejor.

 

***

 

   —¡Rayos! ¡Ese maldito anormal me las va a pagar!

   William rumiaba toda su furia mientras se enfilaba hacia el coliseo. Estaba seguro que los del club ya se habían ido y que seguramente Daniel los había citado para el día siguiente, poniendo cualquier excusa. Sin embargo, quería llegar de todos modos. Fabián debía estar con los del equipo de baloncesto y mejor no lo molestaba. Que su novio también fuera capitán de su propio equipo les dejaba muy poco tiempo para verse. Para más inri ese año les había tocado en salones distintos.

   —Will… Willl, espera…

   La voz que le llamaba era la de Daniel. William volteó y se acercó. Daniel se encogió de hombros y le señaló el reloj. Ya lo sabía, se había hecho tarde. Bastante tarde.

   —¿Los citaste para mañana?

   —Sí, así es—asintió Daniel—. Por cierto, ¿cómo te fue con el director? Ya me enteré de todo. Definitivamente, tú no tienes remedio.

   Will bufó por lo bajo. Daniel era su mejor amigo y sólo a él le permitía sermonearlo. Continuamente discutían por el frontal desprecio que William exhibía con los omegas pero en el fondo, Daniel sabía que todo era culpa de la crianza del chico. Sus padres eran dos reconocidos Alphas de las altas esferas sociales y eran de esos que todavía creían en la pureza de la sangre y esperaban que sus genes dominantes no se vieran manchados al mezclarse con la clase omega. Eran iguales a sus padres en todo sentido. Morirían si sabían que sus hijos se estaban relacionando con omegas.

   —Por cierto… —anotó William, tratando evidentemente de desviar el tema de su celo—. Te vi muy cercano a ese grupo de omeguitas nuevos. Bueno, del omega nuevo y de Susana. Porque el otro chico dice ser Alpha. ¿Puedes creerlo?

   William lo miró de soslayo y frunció el ceño. Ya sabía lo que vendría.

   —Sí, me hablaron durante el descanso. ¿Por qué?

   —Por nada —mintió William, haciendo una mueca de desprecio—. Sólo que el tipejo ese que dice ser Alpha fue el que me chivateó. El muy imbécil.   

   —Te lo merecías por embustero —lo refutó Daniel—¿Qué les dirás ahora a tus papás? ¿A ellos también les estabas mintiendo?

   William asintió lentamente. Sí, también les había mentido a ellos, pero ¿qué más podía hacer? Sus padres parecían cada vez más preocupados pensando en que el mayor de sus hijos seguía impúber a sus dieciséis años y eso lo ponía muy nervioso. Todos sus primos habían alcanzado el desarrollo muy temprano y eran el orgullo de sus abuelos. Sólo faltaba él y no quería quedarse detrás. También era un Alpha dominante y quería demostrar la dominancia de sus genes. No quería quedarse rezagado.

   —Ya me estoy preparando para el castigo —suspiró pesadamente—. Me aterra pensar que ahora me llevarán al médico y me harán mil pruebas. Sólo estoy un poco retrasado. ¡Gran cosa! No hay nada malo conmigo, estoy seguro.

   Pero Daniel no estaba tan convencido de ello. William era el único Alpha de la clase que faltaba por desarrollarse y quizás sí podía haber algo malo con él. Es verdad que los Alphas y Omegas podían tardar incluso hasta los veinte años para manifestar el celo por primera vez, pero pasados los dieciséis años, lo mejor era verificar que todo estuviera bien.

   —Bueno, te dejo entonces para que pienses en lo que les dirás —se encogió de hombros, acomodando su mochila—. ¿Esperarás a Fabián o te irás solo?

   —Me iré solo —respondió William, verificando su bolsillo. Ese frasco con feromonas falsas ya no le servía para nada así que se acercó a un caneco de basura y las arrojó. Daniel lo vio alejarse por la calle contraria a las suya y siguió su camino. Qué triste que un muchacho tan joven sintiera tanta presión familiar para tener que hacer algo como eso, pensó en ese momento. Una repentina frustración y malestar lo invadieron. ¿No fue eso mismo lo que le sucedió a él al querer salir con un omega? ¿Acaso no tuvo él que renunciar a aquel chico por complacer y satisfacer los deseos de sus padres? Sí, reconoció en ese instante. Había sido exactamente lo mismo, ceder ante la presión para mantener a su familia tranquila y estable. Anular sus deseos en pos de las expectativas de otros. Julián. Ese omega era precioso. Le atraía mucho. A Alejandro le gustaba también. ¿Le dejaría quedárselo así sin más? ¿No consideraría ni siquiera la opción de poder pretenderlo él también?

   —…después de todo yo lo vi primero —comentó para sí mismo, avanzando por las empedradas callejuelas de su barrio. Al llegar a casa lo recibió como de costumbre el pequeño cachorro de labrador que había adoptado cinco meses atrás. Cuky le hizo cosquillas con su hocico y lo olisqueó todo. El ama de llaves abrió la puerta principal y lo recibió con su eterna sonrisa. Olía a guiso de carne y arroz de coco. Bueno, seguiría meditando luego de comer, pensó, devolviendo la sonrisa a su nana. Igual, el año escolar apenas empezaba.

 

***

   El segundo día parecía que iba a ser bastante normal en comparación al primero. Los profesores fueron dictando los distintos programas a desarrollar en el primer trimestre y las fechas de los exámenes parciales. Zully se dedicó a garabatear monitos en su preciosa libreta mientras los maestros hablaban y hablaban. Ya le habían obligado tres veces a botar su goma de mascar y al parecer eso lo tenía ansioso. Se notaba que era de esas personas cuyas mentes y cuerpos tenían que estar siempre en movimiento o explotaba. Susana parecía aburrida y por momentos se le veía con la mirada perdida, con la mente muy lejos de allí.

   Julián frotó su nariz para evitar un molesto estornudo. Sus alergias habían aumentado desde su llegada y al parecer, el nuevo clima era el responsable de ello. Miró hacia el lugar de Alejandro y Daniel y se sorprendió al verlos atentos al tablero y muy concentrados. William había entrado al salón muy tarde, seguramente retrasado por algo relacionado con lo sucedido el día anterior y traía una cara de asesino serial impresionante.

   —Mierda, esto es malo —susurró Susana, tocando la silla de Zully para avisarle—. Mira quién llegó.

   Zully alzó la vista y los ojos azules de William se clavaron en él con la violencia de una cuchillada. Zully alzó su mano diestra y le enseñó el dedo medio. El fascinante chico podía robarle el aliento pero jamás la razón. No iba a dejar que lo pisoteara y casi que no podía aguantar las ganas de ver qué era lo que le tenía preparado luego del juramento amenazante de la última vez.

   William tomó asiento, dándole la espalda. Julián tocó el hombro de Zully y le preguntó con gestos qué había sido todo aquello. Susana también giró sorprendida pero Zully sólo se encogió de hombros, volviendo a su libreta. Estaban a punto de salir al primer descanso del día cuando desde las filas de adelante empezaron a pasar un papelito de mano en mano hasta llegar a la de Julián.

  —Para ti —le dijo el chico que tenía al frente, entregándole el papel. Julián lo abrió y lo leyó rápidamente. Era de Alejandro; un saludo de buenos días seguido de un:

   “Gracias por tu compañía ayer. Fue divertido”

   Sonriendo, Julián tomó el papel y escribió rápidamente una respuesta. Zully lo miró de soslayo pero no dijo nada. El papelito fue de puesto en puesto y regresó a su remitente con un sencillo: “Yo también me divertí. Muchas gracias”. Alejandro volvió a garabatear algo más y el papel se fue de vuelta por el salón, regresando a Julián. El omega se rió bajito.

   —¿Qué se traen ustedes dos? —preguntó inquisidoramente Zully, con tono cómplice—. ¿Tan rápido comenzaron a coquetear?

   —Cuidado los cacha la profe —intervino Susana, dándose cuenta también.

   —No pasa nada —contestó Julián, respondiendo al mensaje. Susana tomó de prisa el papel y lo entregó a su compañera del frente. Sin embargo esta vez, el papelito tomó otra ruta y fue a parar a las manos de William quien lo abrió, leyendo su contenido. Julián y compañía se tensaron. William escribió algo en la ya arrugada hoja y la mandó de vuelta hacia Julián. El omega tomó el papel y leyó su contenido; sus mejillas se pusieron rojas de la vergüenza y la humillación. Sintió ganas de echarse a llorar, pero se contuvo. No le iba a dar el placer a ese idiota.

   “¿Tan rápido buscando novio, baboso? Deja de molestar y presta atención. Por cierto, hazme un favor de paso: dile a tu amiguito, el disque Alpha, que lo voy a matar”.

   Temblando de rabia, Julián rompió la hoja, tirándola a la basura. Wiiliam lo miró desde su asiento, sonriendo socarronamente por su pequeña victoria. Alejandro buscó con la vista a Julián, pero el omega, abochornado, permaneció con los ojos fijos al tablero. Zully, quien también alcanzó a leer la hoja,  tomó su libreta y arrancó una hoja. No usó ningún intermediario para mandarla ya que su excelente puntería hizo aterrizar la bola de papel con su nota justo en toda la cara de William. El chico se sobresaltó, tomando el papel y leyéndolo. Susana los volteó a mirar pero Julián se encogió de hombros y Zully le regaló una sonrisa torcida.

   “Háblame cuando seas capaz de producir feromonas, niñito. Chao” , decía la nota. William cambió de colores y la hizo añicos de la rabia. Ese enclenque infeliz se las iba a pagar, por lo más sagrado que se las iba a pagar. Estaba seguro que era un omega al que sus padres lo estaban protegiendo con algún certificado médico falso o algo así. No era posible que ese cuerpo menudo, desgarbado y flacucho fuera de la misma categoría suya o de sus pares. Y no era posible tampoco que el muy cretino se burlara de él, sintiéndose superior.

   —¡Rayos! —gruñó, tomando su esfero para seguir apuntando los temas. Por el momento, no le iba a dedicar ni un pensamiento más a ese pequeño idiota y no permitiría que le siguiera arruinando la mañana.

   No funcionó. William no hizo más que pensar en Zully.

***

   —¿Oigan, qué fue lo que pasó allá dentro? —preguntó Susana, en la fila de la cafetería. Zully y Julián estaban detrás de ella  y justo después los seguían Alejandro y Daniel.

   —Que el idiota de William me envió una nota insultándome y amenazando a Zully —refunfuñó Julián, contando su dinero—. Está ardido porque Zully lo puso en evidencia con la seño.

   —¿Qué decía la nota? —inquirió Daniel, mesando su cabello castaño todavía húmedo por el baño.

   —Qué me iba a matar —bufó Zully, como si la amenaza le pareciera la cosa más absurda del mundo. Daniel alzó una ceja, incrédulo. En su mente, William podía acabar con Zully con un solo soplido, sin embargo, por la seguridad que mostraba el chico novato, aquello no lo consideraba ni siquiera como una posibilidad.

   —No creo que debieras subestimarlo tanto —intervino Alejandro, seguramente pensando lo mismo que Daniel. Zully frunció el ceño. No estaba subestimando a nadie, más bien era William quien le subestimaba a él. Siempre había sido así desde que descubrió que era Alpha y ya estaba un poco aburrido del tema.

   —No le buscaré pelea —dijo, sin embargo, tranquilizando el ambiente—. Pero tampoco me quedaré callado ni soportaré sus amenazas —remató con disgusto. Susana asintió y avanzó en la fila para hacer su pedido. Julián también estuvo de acuerdo pero Alejandro y Daniel seguían incrédulos. Quizás lo mejor era que hablara con William, pensó Daniel, mirando significativamente a Alejandro. También se preguntaba qué pasaría cuando le dijera a Will que eran estos chicos los que querían hacer parte del equipo. Iba a ser un lio tremendo.

   En eso estaba cuando dos figuras imponentes se hicieron presentes en la cafetería. Fabián era atlético y altísimo, fácilmente el chico más alto del instituto. A su lado y de la mano venía William; apenas unos cuantos centímetros más bajo que su novio. William volvió a centrar su atención en Zully pero rápidamente evadió la mirada del chico, centrándola de nuevo en su acompañante.

   —Tráeme un hot dog y un refresco —le pidió, soltándole. Fabián asintió y se sumó a la fila. William se alejó y fue a sentarse a las graderías junto a otro grupo de Alphas. Zully lo siguió con la mirada. Era definitivamente el chico más guapo que había visto. Su cabello rubio brillaba dorado bajo el sol, su piel dorada resaltaba con el contraste de sus ojos azules, y cuando sonreía genuinamente, su postura se relajaba y sus facciones se suavizaban.

   —¡La tierra llamando a Zully! —exclamó Julián, señalándole el mostrador donde la vendedora esperaba su pedido. Zully sonrió y avanzó, pidiendo su típica bolsa de gomitas y otras golosinas.

   —Tú sí que te llenas de azúcar, amigo —se escandalizó Daniel, viendo la cantidad absurda de dulce que compraba el rubio—. ¿En serio te comerás todo eso?

   —Hoy a comprado poco —rodó los ojos Julián—. Ayer se compró casi media tienda.

   —¡Por Dios! —exclamó Alejandro, soltando una carcajada. Cuando Daniel avanzó a comprar, Julián se alejó tras Zully, pero fue tomado de repente de la mano,  siendo detenido por Alejandro.

   —Espérame… —le susurró el Alpha, mirándolo fijamente. Julián se sonrojó visiblemente, apretando fuerte el refresco que tenía en la otra mano. Zully captó la situación y se alejó luego de decirles que los esperaban en las graderías. Susana estaba hablando con otras amigas que ese año habían quedado en otro salón y Zully se les unió. Daniel miró el gesto de Alejandro de soslayo y sintió un golpe de celos. Lo poco que había avanzado con Julián en la mañana al venirse juntos lo perdía de un solo plumazo con un solo gesto de Alejandro. Vaya que era todo un seductor su amigo. Ni modo, tendría que esforzarse más. Lo había decidido, estaba interesado en Julián e intentaría conquistarlo. Se lo había dicho en la mañana a Alejandro y este se había quedado helado, casi de piedra. No quería perder su amistad con Alejandro y por eso había sido sincero. “No tienes que preocuparte, lo entiendo” fue lo que Alejo le contestó. Le dijo que también estaba interesado seriamente en Julián y que no le pondría el camino fácil. Y bueno, ahora estaban las cosas así.

   Cuando Alejandro terminó de comprar su merienda, sacó un chocolate relleno de su bolsillo y lo puso en la mano de Julián.

   —De agradecimiento por tu compañía ayer —le sonrió, soltándole la mano. Julián le agradeció devolviéndole la sonrisa y lo abrió comiéndolo enseguida. Daniel rió bajito, siguiéndoles los pasos y luego se reunieron todos de nuevo en las graderías.

   —Ellas son Teresa y Viviana —habló Susana, presentando a sus amigas. Las chicas extendieron la mano y saludaron al resto de los chicos. Eran dos chicas betas del club de teatro y justamente tuvieron que irse en ese momento porque se iban a reunir con el resto de los miembros.

   —¿Y bueno? ¿Siguen decididos a entrar al equipo de natación? —preguntó Daniel, dándole un gran mordisco a su emparedado de jamón.

   —Yo sí —afirmó Zully, completamente convencido.

   —Yo quiero mirar y tomar la decisión en la tarde —respondió Julián, respaldado por Susana—. La verdad, tengo más habilidades en el volleyball.

   —A mí me encantaría verte jugar —coqueteó descaradamente Daniel, sintiendo la mirada lacerante de Alejandro—. Estoy seguro de que eres excelente.

   Julián rió bajito, algo avergonzado. Sí, era bueno. ¡Rayos, era buenísimo! Pero un poco de modestia no le sentaría mal. De todos modos, debía seguir mostrando algo de curiosidad sobre el equipo para no exponerse a que descubrieran que su interés por la natación solo había sido para captar la atención de Alejandro.

   —A mí me gustaría que te decidieras por el equipo de natación —comentó justamente Alejandro, abriendo su refresco—. Durante tres años consecutivos han estado en torneos nacionales y este año planeamos conquistar más medallas.

    —Sí, eso es verdad —asintió Susana—. William será un cretino pero es tremendo deportista. Antes de él el equipo de natación no era nada.

   —Pero si el equipo actual es de puros Alphas, ¿crees que William nos permita entrar? —inquirió Julián, haciendo un puchero—. La verdad no creo que nos deje.

   —Por muy capitán que sea, él no es nadie para impedirle la entrada a un estudiante que está pagando igual que él —aseguró Alejandro, molesto—. Si tienes ganas de entrar, entras y punto.

   Daniel asintió. Hasta ahora los omegas se habían mantenido al margen porque ninguno había querido pasar un mal rato soportando las burlas y el desprecio de William. Ahora, sin embargo, podía ser distinto. Julián, Zully y Susana parecían muy seguros de sí mismos cuando estaban juntos y quizás ahora que también estaba Alejandro. Todos juntos podían hacerle frente a la situación.

   El resto del descanso y de las clases pasó sin mayores contratiempos. Al terminar, el quinteto se dirigió al coliseo sólo para encontrar que otro miembro del equipo los estaba esperando para avisarles que la reunión se estaba llevando a cabo en la piscina y los llevó hasta allá.

   Era increíble; la piscina olímpica más linda que había visto. Julián se quedó maravillado y no pudo apartar la vista de ella por un rato. Se veía imponente con el amplio mar de fondo. Varios chicos y chicas estaban en el agua realizando calentamientos. Todos ellos eran Alphas. No había nadie con collar.

   —¡Daniel, ¿estás bromeando conmigo, verdad?! —escuchó Julián de repente. William se acercaba a ellos a grandes zancadas. Su rostro mostraba toda la molestia que sentía al sospechar de qué se trataba la presencia de los omegas allí. ¡No iba a permitirlo!

   —Ellos tienen el derecho a entrar al equipo si quieren —atacó Alejandro, interponiéndose entre Julián, Susana, Zully y William—. ¿Quién te nombró jefe aquí?

   —Soy el capitán del equipo —gruñó William, avanzando un paso más cerca de Alejandro—. Busco gente que se tome esto en serio. No quiero omegas tontos que sólo vienen a buscar novio.

   —¡William!

   William miró a Daniel. Sabía que cuando éste lo llamaba por su nombre completo era porque estaba realmente enojado. Daniel tenía el ceño fruncido y resoplaba. William bajó el tono pero siguió cortando el paso de Alejandro. El era el capitán del equipo y ningún novato recién ingresado le iba a arrebatar su autoridad por más subcampeón nacional que fuese. No, señor.

   —Dije que no entrarán omegas y se acabó. No pienso discutir nada más.

   —Si tu excusa es que ellos no pueden entrar por ser omegas, entonces tienes que dejarlo entrar a él —dijo Daniel, señalando a Zully—. Este chico es un Alpha.

   Los ojos de William recorrieron toda la anatomía de Zully, un gesto altivo como si lo estuviera escaneando. Zully no se mostró amedrentado en ningún momento y todo lo contrario, se atrevió a decirle socarronamente:

   —¿Te gusta lo que estás mirando?

   William bufó por lo bajo.

   —Si crees que me voy a tragar el cuento de que eres un Alpha, estás soñando. ¡Váyanse al club de danza o de manualidades! Es lo único para lo que sirven los omeguitas.

   —¡Basta! ¡Ya estuvo bueno! —gritó de repente Julián, sorprendiendo a todo el mundo. William lo miró a los ojos por primera vez desde que había llegado y el omega se colocó frente a él, confrontándolo cara a cara. No iba a soportar que un cretino con pensamientos de edad media lo tratara peor que a un trapo viejo. Nunca lo habían menospreciado así y ese idiota no iba a ser el primero. Qué se jodiera. No le interesaba la natación, pero iba a entrar a ese jodido equipo fuera como fuera—. No sé quién cojones te crees tú para que nos vengas a hablar así —escupió con rabia, a pesar de la diferencia de estatura—. Yo no me avergüenzo de ser un omega, ni me siento menos por ello. Puedo hacer muchas cosas y las hago bien. Me parece que el acomplejado aquí es otro. ¿O será que tienes miedo de que seamos mejores que tú?

   El equipo de natación en pleno se apostó junto al grupo de chicos, coreando por lo alto el reto de Julián. Alejandro miraba sorprendido la escena, sintiendo, por primera vez en todo ese tiempo, un genuino interés por el omega. Daniel se cruzó de brazos frente a ellos, sonriendo complacido por la situación. Si Julián le interesaba antes, ahora sí podría decirse que le había empezado a gustar en firme. William alzó la mano para callar los corrinchos que se habían formado a su alrededor y sonriendo con petulancia elevó su mentón. ¿Lo estaban retando? Perfecto. Aceptaría el reto.

   —Cien metros estilo libre. ¿Te parece bien?

   —Me parece perfecto —aceptó Julián.

   —Te daré una semana para prepararte —masculló el Alpha—. Trae muchos kleenes ese día porque los necesitarás. Llorarás como el omega que eres cuando te venza.

   —Ya veremos quién llora, idiota. Ya veremos.

   Julián dio media vuelta y se retiró; sus demás compañeros se fueron tras él.

   —Regresa Daniel, tú eres el subcapitán del equipo y tienes que estar en la reunión de hoy —aconsejó Alejandro, frotándole la espalda a su acongojado amigo—. Por mi parte, si Julián y Susana quedan fuera del equipo, yo tampoco me uniré.

   Los aludidos gimieron de sorpresa. ¡No querían eso! Alejandro era subcampeón nacional y su sueño era competir ese año por el título. Sin un equipo registrado en competencia no podría lograrlo.

   —Alejandro, no tienes que hacer esto —se mortificó Julián—. Sabemos lo importante que esto es para ti.

   —Quiero hacerlo —se sostuvo Alejandro, colocándose frente a él—. Voy a entrenarte para esa competencia y vas a ganarle a ese cretino —aseguró, sonriendo—. El equipo que yo represente no va discriminar a nadie sólo por prejuicios tontos. Daniel, vuelve allá adentro y dile a tu capitán mi decisión. Nos veremos las caras con él en una semana.

   Julián comenzó a temblar. Luego de ese golpe de adrenalina, la realidad había caído sobre él de golpe. La rabia y la indignación le habían hecho hablar a lo loco sin medir las consecuencias. Alejandro iba a poner en riesgo su futuro deportivo y todo por su gran bocota. ¡¿Qué rayos iba a hacer?! ¡¿Cómo iba a salir de este lio ahora?!

   —En ese caso, voy a necesitar un curso intensivo en tiempo record —rió nervioso, frotándose la cabeza.

   —Eso me parece perfecto —se emocionó Alejandro, frotándose las manos— ¿Por dónde quieres empezar? —preguntó.

   La sonrisa de Julián fue la de un niño travieso que está a punto de confesar su fechoría. Lo iban a matar… todos.

   —¿Por el principio? —preguntó, mirando a lado y lado en busca de la salida más cercana para echarse a correr—. Debo empezar por aprender a nadar.

   —¡¡¡¿Qué?!!!

   Alejandro y Daniel se quedaron de piedra. Susana casi se desmaya y Zully se carcajeó. Julián se alejó lo más rápido que le permitieron sus pies antes de que sus nuevos amigos reaccionaran y lo mataran. Perfecto, pensaron todos.

   ¡Estaban fritos!  

 

   Continuará… 

  

 

  

 

 

 

Notas finales:

Como pueden notar este fic está ambientado a inicios de los 90's. Por eso no verán a chicos con celulares, ni hablando por redes sociales ni nada de eso. 

 

Próximo capítulo: 

Alejandro es el nuevo capitán. ¿William está enfermo?

 


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