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El chico de mar y tormenta por Annie de Odair

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El departamento estaba oscuro. La televisión apagada. La única luz era de una lámpara naranja en su habitación, que realzaba el color de piel de Luffy con más intensidad. Parecía dorado. 

Se habían desplazado hacia su cama cuando se hizo más tarde. Lo invitó a quedarse a dormir y no le ofreció el sillón nuevamente. No tenía sentido ya de todas formas. Luffy se recostó boca abajo, con los pies en alto como si fuera un niño que no puede quedarse quieto, con los codos apoyados en la cama. 

Law estaba de costado, mirando fascinado como las luces jugaban con su piel y el color negro intenso de sus ojos. Luffy hablaba un montón de cosas que él intentaba seguir. La conversación de la sexualidad fue interrumpida y retomada varias veces. Seguía sin entender y Law ya no le explicaba. No era importante, tampoco.

—¿Y qué crees que era Kid? —preguntó Luffy. Como siempre, curioso.

—Una vez hablamos de eso y dijo que era bisexual —Cuando se enfrentó a la mirada de Luffy giró los ojos—. Atracción sexual por ambos géneros. 

—Oh —musitó pero Law sabía que no había escuchado del todo—. ¿Y nunca te interesó nadie más?

Law lo pensó. Después de Eustass Kid se enfocó mucho en estudiar. Apenas dejó que Shachi, Penguin y Bepo ingresaran a su vida, pero nunca más se abrió a una relación como aquella, en la que hubiera tanta confianza y entrega.

Bueno. Hasta ahora. 

—No permití que las personas llegaran a importarme tanto de nuevo —respondió meditabundo.

—¿Pero por qué? ¡Tener personas importantes es lo mejor! —espetó sorprendido—. Significa que tienes muchos amigos que te quieren y que tú quieres.

Eso era muy típico de Luffy. Juntar todo el amor que pudiera recibir y más.

—Me cuesta, Luffy-ya. No me gusta estar rodeado de gente, ni ser el centro de atención. Prefiero que no me molesten y pasar desapercibido. En la adolescencia me daba mucha ansiedad eso.

—¿Cuando salías con Kid? 

Asintió recordando esos momentos. Fueron años difíciles, más allá de Kid.

—Sí. Ambos estábamos en rehabilitación y teníamos momentos de mucha ansiedad, abstinencia, ataques de pánico. Por eso era difícil tener… una relación o lo que sea.

Luffy apoyó su cabeza sobre sus manos cruzadas y siguió moviendo las piernas. Parecía tener mucha energía aún.

—¿Y esta semana? —preguntó de repente—. Me dijiste que fue dura, ¿te sentiste mal?

Meditó si debía decirle o no, no estaba seguro. Fueron días complicados y la razón tenía que ver con él. Pero podía ser sincero, ya se sentía un poco desnudo después de contarle tanto.

—Tuve… un episodio hace unos días, un ataque de pánico —le contó finalmente—. Me desperté después de una pesadilla.

Luffy abrió los ojos sorprendido. Parecía realmente afectado por eso y Law sabía lo que el niño debía estar pensando. 

—No fue tu culpa —insistió para tranquilizarlo—. Hacía un tiempo sentía que era difícil controlar mis emociones y en esta semana simplemente se me acumuló demasiado.

El chico se quedó callado y lo miró detenidamente. Sabía que no estaría pensando qué decir, porque Luffy nunca hacía eso, pero sí que le estaba dando el espacio para que continuara. 

—Cora-san estuvo unos días aquí, me acompañó y me hizo sentir mejor —continuó con una pequeña sonrisa—. Me convenció de volver a terapia. 

—¿Antes habías ido?

—Sí, cuando estaba en rehabilitación. En ese momento Cora-san me sacó cita con el psiquiatra, tomaba antidepresivos e iba a terapia —Luffy parecía absorto en sus palabras, sorprendido quizá de conocer más en detalle esa parte de su vida—. Ahora me sugirió que volviera y quizá sea una buena idea.

—¿Y tienes que tomar pastillas de nuevo? —preguntó en voz baja, casi murmurando. Law negó.

—El psicólogo no puede recetarte eso, Luffy-ya.

Lo vio quedarse en silencio durante un rato y quiso saber qué pensaba. Luffy era indescifrable la mayoría de las veces, sorprendente e intrigante. Nunca sabía lo que iba hacer o decir. 

—Yo… pensé que te hacía bien —dijo después de unos segundos. Law lo miró con el ceño fruncido—. Siempre te veías triste o cansado. Pensé que podría hacer que te divirtieras, que te abras conmigo. No quería arruinarlo. 

Se mordió los labios y miró el techo blanco. Los tonos anaranjados coloreaban toda la habitación como si fuese un atardecer artificial.

No lo conocía hacía mucho tiempo y sin embargo sabía que esa actitud era muy típica de él: empatizar con alguien que se siente mal y tratar de buscar una alternativa que lo haga sentir mejor. Luffy se cargaba a los hombros grandes responsabilidades.

—No me has hecho mal —le aclaró con seguridad—. Tu… existencia me puso sobre el rostro un montón de cosas de mí que no tenía resueltas y que me cuestan.

Luffy recuperó su sonrisa de ensueño y Law correspondió ese gesto.

—¿Extrañas a Kid? —preguntó después de unos instantes en silencio.

Law lo pensó. No es que no tuviera una respuesta, pero quería intentar entenderla por completo.

—No —resolvió—. En ese momento yo estaba tan mal que no tuve tiempo para extrañarlo. Y tapé todo eso con la universidad, la ansiedad y el tratamiento.

Lo reprimió mucho tiempo. A los veinte años tuvo su último ataque de pánico y ahora podía trazar que la angustia provenía de ahí. Kid se había ido hacía un año pero él recién en ese momento pudo exteriorizarlo.

—Hice mi duelo y no dolió más —mencionó mirando detenidamente el reflejo de la luz en su ventana—. Pasaron ocho años de eso, es una herida sanada.

Luffy meditó la información en silencio y también lo vio perderse en los tonos naranjas sobre la funda de la almohada. No dijo nada durante un montón de tiempo y Law pensó que se iba a quedar dormido antes.

—Pasaste por mucho, Torao —dijo finalmente—. No puedo cambiar el pasado y realmente no me importa, así que estoy feliz de haberte conocido.

Se le secó la garganta y sintió un nudo. Era tan despreocupado con sus palabras y no tenía reparos en decir lo que sentía sin barreras. Todo lo opuesto a él, que escondía y tapaba sus sentimientos. Luffy los desnudaba, iluminandolo con la posibilidad de hacer lo mismo; dejar de soportar tanto.

—También a mí —mencionó con una sonrisa.

Luffy lo miró con sus ojos enormes y brillosos. Había una pregunta en ellos, que Law no estaba seguro de poder descifrar. O quizá sí, pero no quería arriesgarse a interpretarla mal. Lo miraba con duda y al mismo tiempo con una seguridad enorme que lo estremecía. 

El reloj de su mesa de luz daba las cinco de la mañana. Apenas una claridad comenzó a filtrarse por la ventana, interrumpiendo el atardecer artificial de la habitación. Los ojos negros de Luffy brillaban como dos pozos profundos que lo invitaban a algo y Law no sabía cómo responder. 

Lo vio moverse en cámara lenta. Primero alzarse, cruzando sus manos sobre el pecho de Law, y luego inclinarse y apoyar la cabeza sobre sus brazos. Lo miraba desde ese lugar cómodo en su pecho y él se sintió indefenso, pero también infinitamente cálido.

Alzó la mano y no lo pensó mucho. Acarició un mechón de pelo que quería rebelarse contra el resto del cabello de Luffy. Con ese chico todo era ir contra la corriente. Siempre pensó que tenía que seguir un camino recto, sin mirar a los costados, sin tomar desvíos. Pero ahora Luffy le mostraba que vivir entre desvíos y cortadas, saliendo y entrado en diferentes caminos, era una vida más plena y libre.

El contacto hizo sonreír al chico del fútbol y verlo lo hizo feliz de una forma desconocida hasta ese momento. Luffy levantó su rostro de sus manos y se acercó más a él. Compartir la mirada tan de cerca fue una experiencia nueva y vibrante. Sus ojos calmaron su ansiedad, lo tranquilizaron.

Luffy inclinó su rostro y Law cerró los ojos. No fue premeditado ni tampoco lo tomó por sorpresa. Fue la reacción ante ese momento, un único segundo donde se dio cuenta lo que iba a pasar y se entregó absolutamente a eso.

Sintió los labios de Luffy y pensó que eran suaves y cálidos, como si todo su cuerpo desprendiera un calor reconfortante. Le recordó vagamente al sol en días de frío, cuando aparecía de repente en el cielo y acariciaba su piel. 

Su mano se aferró a la cintura de Luffy, porque estaba seguro que si no se sostenía iba a caerse. Era una sensación sumamente extraña la de caerse estando ya acostado, pero había un vértigo estacionado en sus huesos que le hacía creer que esa sensación era real.

Luffy nunca salió con nadie ni le gustó alguien particular. Law era la primera persona con la que compartía ese contacto deseándolo de una forma diferente y no podía sentirse más conmovido por eso. No porque pensara que era especial, ni porque le interesara vanagloriarse en ser quién provocó eso en Luffy. No. Lo que sentía era una conexión genuina y profunda entre los dos. 

Desde el principio hubo química, una interacción que trascendía todas las que habían tenido hasta ese momento. No porque fuera mejor, sino porque era diferente en todo sentido. Se habían entendido desde el primer contacto. Y, aunque no lo supieran, se habían anhelado desde entonces.

Guió su boca suavemente, intentando no ser brusco. Hacía años que no besaba y no sabía si Luffy lo había hecho antes tampoco. Mordió con cuidado su labio inferior y lo oyó respirar agitado, con sorpresa. Hubo tiempo para todo. Cuando la lengua ansiosa del chico hizo su aparición, ya llevaban conociendo sus labios hacía un rato. Law correspondió ese contacto y se aferró más al cuerpo sobre él, desparramado de forma caótica en su cama.

Las manos de Luffy estaban en su pecho y sus hombros, sosteniéndose de allí para mantenerse erguido sobre Law. Lo sentía sonreír entre esos besos y le pareció un momento surreal. Luffy se separó primero y lo miró, la sonrisa le llegaba hasta los ojos porque el brillo en sus pupilas negras iluminaba toda la habitación. Sus labios estaban rosados y se los lamió suavemente.

—No sabía que quería esto hasta que pasó —admitió riéndose. Law no pudo evitar reír con él.

Luffy hundió el rostro en su pecho intentando cortar su carcajada, pero fue imposible. Se rieron hasta asfixiarse de la alegría mientras el sol tenue de las seis de la mañana se hacía presente por completo. 

Lo vio alzar el rostro y apoyar su mentón sobre el pecho de Law mirándolo con las mejillas rojas de tanto reír y una mueca de felicidad en el rostro. Quizá él también se veía así. Nunca pensó que podía sentirse tan bien reír hasta que le doliera el estómago y no pudiera respirar. Luffy parecía saber mejor los poderes curativos de la risa porque lo miraba como si buscara volver a tentarlo.

—Eres un camino de ida —murmuró Law negando con la cabeza—. Y ya viajé demasiado para volver atrás.

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.

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Cuando abrió los ojos sintió cosquillas en el rostro. La alarma sonaba con molestia y le taladraba la cabeza. Alzó la mano y manoteó el teléfono para desactivarla. No podía quedarse dormido, por más ganas que tuviera de seguir allí, en ese lugar caliente y suave. 

No había tenido malos sueños ni se había despertado con ansiedad y miedo. Quizá fue aún más tortuoso levantarse así, tan cómodo en ese lugar que tendría que abandonar. De reojo vio el cuerpo de Luffy acostado contra él. El chico se movía demasiado mientras dormía, casi como si estuviera despierto y lo desplazó varias veces hacia la esquina de la cama. Su cabello le hizo cosquillas en la nariz y los brazos estaban desparramados por las sábanas. 

—Luffy-ya —murmuró con la voz ronca. Se refregó la cara con una mano y suspiró pesadamente mientras estiraba la otra para sacudir al chico del hombro—. Despierta, Luffy-ya.

Oyó un mohín y quejas pero no lo vio abrir los ojos. Law se incorporó, sentándose en la cama y se agarró la cabeza con una mano. Dormir poco siempre fue una característica suya, pero nunca se había sentido así de matado apenas despertar. Se había acostumbrado a esa sensación pero esa noche había dormido tan bien que no concebía despertar del todo.

—Luffy-ya —arremetió en sus intentos de hacerle abrir los ojos y sonrió cuando lo vio manotear al aire como si espantara una mosca—. Ya son las once, ¿no dijiste que tenías clases?

El chico gruñó y comenzó a despertar de forma aletargada. Primero llevó una mano a su rostro y se lo refregó.

—Quiero dormir más, Torao —dijo entre gruñidos con la voz ronca de la mañana—. Por favor, estaba tan cómodo.

—¿No quieres desayunar? —preguntó con una sonrisa de suficiencia y el chico se levantó como un resorte con el estómago rugiendo cual dragón. Se rió de él—. Qué básico eres, Luffy-ya.

—Sí, sí, sí, lo que digas, no estoy viendo mi desayuno…

Estiró su cuerpo cuando pudo levantarse y manoteó algo de ropa. Primero tenía que ir al baño y después pensaría qué cocinar. No había pan en su casa, así que podía recurrir a algo más tradicional.

Cuando salió del baño se sintió mucho más despierto. Ya se había puesto la ropa que usaba debajo de la bata de médico. Dejó que Luffy ocupara el baño y él abrió su heladera pensando qué hacer. Terminó decidiéndose por arroz con un huevo arriba, una tortilla y un poco de takoyaki que había frizado en el congelador.

Luffy se sentó en la mesada y miró con la boca abierta todo el despliegue de Law. Giró los ojos porque casi podía sentir su baba y se rió mientras ponía el arroz y se lo entregaba en un cuenco con el huevo. Luffy comenzó a devorarlo al instante.

—Dios, eres terrible —se burló mirándolo comer como desaforado.

Cuando terminó de preparar todo el resto se sentó con él y le pasó más comida. 

—Wow, Torao, no sabía que cocinabas tan bien.

—Me ofende que digas eso, has estado aquí antes y te he cocinado —respondió con una mueca enfadada y Luffy se rió.

—Bueno, pero esto es otra cosa. ¡Es un gran desayuno! 

Sonrió viéndolo comer. Parecía a gusto con eso y pensó que aquella escena era cotidiana y banal, pero entrañable. Recordó lo que sucedió durante la madrugada y no pudo evitar bajar la vista hacia su arroz. No se sentía avergonzado, pero aún le revolvía muchas cosas que intentaba entender. 

Luffy era considerado y no sacó el tema, aunque supuso que era, también, porque para él no había sucedido nada extraño y lo tomó con más naturalidad. Lo vio con arroz pegado a su boca y se burló mientras Luffy intentaba lamerlo. 

No tenía mucho más que pensar. Se sentía bien y punto. 

Llegar a esa conclusión fue como quitarse un peso de encima. No había nada que pensar, que analizar, que reprimir. Luffy lo besó y con eso le dijo que estaba bien sentir lo que sentía.

—¿Qué pasa, Torao? —preguntó el chico y su rostro tenía una expresión muy graciosa.

—Tienes arroz por todos lados, eres un desastre —Le arrojó una servilleta para que se limpiara correctamente, pero Luffy era demasiado desordenado y caótico por naturaleza.

Cuando terminaron el desayuno, Law se colocó la bata y miró a Luffy.

—¿Quieres que te deje en tu casa? —preguntó pensando que quizá el chico tenía que ir a otro lado. 

—Sí, tengo que buscar mis libros ahí y dejarle a Sabo su grabador. 

—¿Tienes clases, verdad? 

Asintió y se colgó su mochila listo para salir. Law agarró sus llaves y el celular y bajaron por el ascensor. Decidió usar su auto para llevar a Luffy a su casa y fueron hasta el estacionamiento del edificio.

Luffy estaba escuchando unos audios con el teléfono en el oído mientras Law manejaba y volvía a hacer ese camino conocido hasta su casa.

—La feria es el fin de semana —dijo Luffy al teléfono, grabando un audio—. La entrada es una contribución o un alimento no perecedero. Es en lo de Shirohige, según me dijo Ace tiene un parque enooorme.

Frunció el ceño porque no estaba seguro de qué hablaba el chico o con quién. Cuando cortó el audio le preguntó si era sobre el Kamabakka. Tenía miedo de haberse perdido algo en esa semana de oscuridad que había tenido.

—Es una feria para recaudar dinero para el hogar de Shirohige, estaba hablando con los chicos. 

—¿Este fin de semana? 

—Si, ¿quieres venir conmigo? —preguntó mirando su celular y lo vio apretar para grabar un audio—. ¡Ace, quiero dos entradas para la feria, iré con Torao!

Law irguió una ceja pero siguió mirando la calle. 

—¿No vas a esperar mi respuesta?, quizá tenía que ir a trabajar…

—¿Tienes que trabajar? —preguntó Luffy con seriedad.

—No, pero…

—Entonces también quieres.

La sonrisa radiante ante su desfachatez lo descolocó pero no fue contra él. Había aprendido que no tenía sentido ir contra ese mar.

—¿Hay que llevar un alimento no perecedero? 

—Eso o pagar la entrada, pero es una contribución así que pensé que podíamos hacer ambas cosas.

—Estoy de acuerdo —Law entró al barrio de Luffy y buscó su casa mirando el mapa de su propio celular—. ¿Tus amigos van?

—¡Sí! Lo hablamos el otro día, cuando salimos del Kamabakka y fuimos a tomar una cerveza.

Seguramente había sido uno de esos días que Law estuvo deprimido en su casa o intentando salvar la mano de su padre cuando quiso cocinar para él.

—Te extrañé ese día —lanzó Luffy sonriendo suavemente y lo miró esperando una reacción. Law no supo qué decirle.

Estacionó con cuidado frente a la puerta de Luffy, pero el chico no se bajó.

—Todos estos días, en realidad —añadió—. No es lo mismo sin tí.

—Estuviste sin mí la mayor parte de tu vida en el Kamabakka, Luffy-ya —murmuró Law mirándolo escéptico.

—Pero ahora te conozco, Torao —expresó girando los ojos como si él no entendiera nada.

Se rió y el recuerdo de ese momento en la madrugada, cuando rieron tanto que les dolió el estómago, volvió a su mente con fuerza. Luffy también sonreía, como si supiera. Seguro que sabía.

—Ya no voy a desaparecer como estos días —Sentía la necesidad de aclarar eso, sobre todo a él—. Así que no tendrás que extrañar nada.

Luffy tomó su mochila y se preparó para salir. No pudo evitar tensarse; pensar que se acercaría para besarlo. Aún le costaba dar esas muestras de cariño, pero finalmente se bajó del auto y dio la vuelta.

Lo vio parado en la acera, con el sol sobre su cabeza y la mochila roja colgada de un hombro. Su sonrisa competía con ese clima primaveral y su cabello despeinado destellaba. Le sonrió y el chico también lo hizo. Luffy dio unos pasos y se inclinó sobre la ventana del auto, mirándolo de nuevo como la noche anterior.

Finalmente atrapó sus labios y no sintió pánico ni se tensó. Dejó que su mano acariciara con cuidado esa mejilla, deleitándose con el calor de su piel. Cuando se separaron, Luffy lucía aún más radiante.

—Nos vemos luego, Torao —gritó alejándose, con la mano levantada, siendo el Luffy de siempre.

Arrancó el auto rumbo al North Blue con una sensación ardiéndole en las entrañas. La de haber sido expuesto a la luz después de mucho tiempo oculto entre las sombras. La de navegar sin rumbo en un mar calmo y aventurero. 

Las murallas se habían roto, del otro lado había un sol enorme esperándolo. Y él quería ir.

Notas finales:

La primera parte del capítulo iba a ser parte del capítulo anterior, pero me quedó muy largo así que por eso quedó separado. Espero que hayan disfrutado el momento y les haya gustado el slow burn entre ambos. Estaba esperando este capítulo desde que empecé a subir este fanfic ♥. Ahora solo quedan cosas buenas...


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