Al día siguiente Snape no les dio permiso, Harry estaba listo para ir a increparle al profesor. No es como si Harry no le tuviera ganas.
—Si lo haces solo conseguirás que amplíe nuestro castigo, tú no tenías permiso para venir.
Harry lo pensó, no, de la caca de dragón estaba harto ya, pero por otro lado...
Menos mal que su parte sensata de vez en cuando decidía salir a la luz y decidió no enfrentarse con un mortífago y antiguo profesor de pociones que podría joderle más la vida.
—Pues nos vamos debajo de la capa.
—Tus ansias por incumplir las reglas son demasiado grandes, Potter.—Draco, porque una vez que se abren las compuestas de los nombres de pila ya no se pueden cerrar, le miraba más divertido que otra cosa.
¿Significaba que quería hacerlo o que no? ¡Qué complicada era la gente!
—¿Entonces?
—Mejor otro día.
Harry se decepcionó, quería su ración brillante del día.
Draco se rió, ahora se reía más que antes, y no estaba gris.
No es como si fueran amigos o algo así, pero se alegraba de no verlo con aspecto enfermizo.
—Nos vemos mañana removiendo escrementos.
El rubio se fue, y Harry no supo bien que hacer. Sala común gente besuqueándose, biblioteca gente besuqueándose a escondidas.
Entonces vio a Neville, con él tenía la seguridad que no andaría besuqueándose con nadie. Apuesta segura.
—Eh, Neville, ¿a dónde vas?—Le alcanzó corriendo.
—Eh, bueno, yo... he quedado con Luna.
Harry se quedó helado por el rubor de las mejillas de su amigo. No, él también no. ¿Qué demonios le pasaba a la maldita escuela? ¿Estaban todos en celo?
Harry salió corriendo en otra dirección con una pobre excusa, a ese paso solo le quedaba ir a tomar el té con Snape, no se fiaba ni de Hagrid, ya lo había visto hacer el tonto con la directora de Beauxbatons.
Al final, subió las escaleras hasta Gryffindor, se metió en la cama y cerró las cortinas. Ni en su habitación se escapaba de los besuqueos que se oían procedentes de la cama de Seamus.
Enfadado le lanzó un hechizo de insonorización a sus cortinas. Ni con un ataque de mortífagos Harry pensaba enterarse de nada, a ese ritmo los atacarían a besos.
Tomó el mapa de los merodeadores, y buscó a su rubio.
Se tranquilizó al encontrarlo solo en su habitación, por un momento, pensó que podría estar besándose con alguien. La idea no le molestó, sino que le hizo tener ganas de vomitar.
Su cuerpo tenía unas maneras muy raras de comportarse últimamente.
Allí aislado se maldijo, quizás no pudieran salir a volar, pero a lo mejor podrían hacer otra cosa, cualquier cosa y Harry fue tan estúpido de no habérselo propuesto.
Tocó los puntitos de su nombre, no brillaban como él, pero le valía. Además, que eso era lo más cercano a tocarle que podría. ¿Por qué le hería su contacto?
Si no era ni capaz de tocarle la mano sin que le doliera ¿cómo iba a poder besarle?
Harry se quedó estático.
¿Desde cuándo quieres besarlo? Harry se tocó la frente. La fiebre de los besos le había alcanzado.