Tener a Dumbledore moribundo entre sus brazos y cientos de zombies queriendo ahogarlos no era lo que él había pensado que ocurriría.
La sensación de impotencia era enorme, nunca había sentido algo así. Ni a manos del mismísimo Voldemort.
Si salía con vida de allí iba a darle las gracias a Snape, aunque la lengua se le cayera después a trozos. Los hechizos que le obligó a realizar una y otra vez hasta que supo que jamás los olvidaría en su detención les estaban salvando la vida.
Siempre que se había encontrado al borde de la muerte, y para alguien de su edad eran ridículamente demasiadas, eran pequeños recuerdos, pequeños momentos en los que pensaba. Quería volver a montar en escoba, quería ir a clase de defensa, quería volver a jugar al snap explosivo con Ron en la Madriguera. Quería reír con Hermione.
Pero en esta ocasión quería estar con Draco, quería que volara fuera de Hogwarts con sus enormes alas y con él a su lado. Quería que le sonriera, quería decirle que le quería. No quería morir.
Tenía claro que si Dumbledore no hubiera lanzado un hechizo flamígero, ambos se hubieran ahogado en aquellas aguas infestadas de inferis.
Una vez en el exterior, la magia oscura les abandonó, y sus esfuerzos por darle de beber a su director tuvieron éxito.
Después de que el hombre se tomara el equivalente a tres garrafas de agua, parecía que la sed mortal había cesado.
—Aprecio el poder saciante del agua, muchacho, pero no le diría que no a unos buenos tragos de hidromiel.—Harry no pudo evitar reírse, por los nervios, porque durante un momento pensó que no lo iban a conseguir, porque estaban vivos, de nuevo, y eso había que celebrarlos con risas de verdad.
Escuchar a Dumbledore reírse le hizo sentir mucho mejor.
La vuelta fue en silencio, mirando aquel medallón como si fuera a atacarles en cualquier momento.
Pero Harry no respiró tranquilo hasta que contempló la silueta del castillo de Hogwarts.
Harry acompañó al director al interior, pero lo que de verdad quería hacer era ir con Draco decirle que todo estaba bien, así que cuando Dumbledore con una sonrisa benévola le dijo que se fuera, salió corriendo.
Harry estaba tan impaciente de verle y tan acostumbrado de encontrar a parejas queriendo fundirse a besos en las a que no le prestó más atención.
Harry sabía que Draco tenía la noche libre para volar, cruzó varios patios interiores hasta que llegó al exterior.
Corrió hasta su claro, y no tuvo dificultad para encontrarle, sus alas desplegadas eran un imán de luz para él.
—Draco—llamó. Y el rubio se giró, que era guapo era una obviedad, que brillaba algo que ya tenía más que asumido, pero que se alegrara de verle tanto solo le dieron ganas de no separarse de él nunca más.
Como ya hizo una vez, alzó el vuelo con él en brazos, lo elevó casi hasta los límites de la cúpula protectora, mientras le besaba.
Cuando se fue realmente no había esperado que fuera algo tan peligroso sino como la vez que había ido a convencer a Slughorn para volver a dar clases en Hogwarts. Pero no había sido así, había sentido un miedo muy real.
Ahora, entre los brazos, y alas, de Draco todo volvía a estar bien.
Draco planeó un poco más lejos de su claro habitual, bastante más lejos.
Cuando tocaron el suelo parecía agotado. Draco tomó su mano, pero no le miró mientras andaban.
—¿A dónde quieres que vayamos?—preguntó Harry.
Pero Draco no le contestó, quien sí lo hizo fue Dumbledore que apareció a sus espaldas acompañado de Snape.
—Siempre hay otras opciones, Draco—le dijo el director, y la mirada oscura de Snape parecía apoyar esas palabras.
Pero Draco solo tiró de Harry un poco más, y este le siguió sin entender mucho.
—¿Draco?—preguntó Harry cuando estaban a punto de traspasar uno de los pocos acceso a Hogwarts que había.