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Tormenta por Aquarius No Kari

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Notas del capitulo: Apesar del contenido les pido de favor no juzgar hasta que no llegue el desenlace ^^

Tormenta

 

Después de haber permanecido juntos por vastas jornadas, una simple palabra había activado la mecha en el detonante y producida una inmensa explosión; es decir, el peor de los conflictos entre ambos.

 

-"¡Pues si no te parece puedes lárgate! ¡La puerta es muy grande!"- Gritó, encolerizado. Su interlocutor mostraba un semblante tan lleno de furia como el propio.

 

-"¿Me das permiso?"- Inquirió en forma sarcástica. –"¡Que bueno, porque no lo hubiera hecho sin tu consentimiento!"- Y dicho esto se dirigió a la puerta, cerrándola con tal fuerza que toda la estancia se estremeció.

 

Cuando él salio, un muchacho pelirrojo exhaló con hastío, dejándose caer de rodillas en el piso, con los puños cerrados sobre este.

 

Tantas promesas que se apagan hoy

Y no sabemos ni el porque

Porque el amor se esta muriendo, no

Tras el portón de aquél café.

 

La relación había comenzando de una forma mágica, seguida por una temporada de romanticismo, ilusión, promesas y esperanzas, que se apagaban cuando las peleas surgían; siendo así edificada la relación. Pleito tras pleito el romance parecía consumirse hasta llegar al día de hoy, en que ninguno de los dos podía verse ni hablarse sin decir algo hiriente.

 

-"Todo ha terminado"- Escuchó su propia voz resonar en los mosaicos, en las paredes; castigando su alma con aquella sentencia profetizada por él…

 

... ... …

Apenas azotó la puerta, sus piernas se movieron de forma acelerada, comos si temiera que Camus saliera detrás de él para continuar aquella disputa; así que corrió, siguió corriendo, moviendo cada vez más rápido los pies hasta que sintió que ya no podía más y tuvo que sostenerse del primer poste de luz para no caer al suelo.

 

Podía sentir una brisa fría que se escapaba por las fibras de su playera, colándose en su dermis hasta calarle en los huesos.

 

Y aquél frío no le importaba. Su dolor, desesperación, todo lo que se le estaba rompiendo por dentro era mucho más significativo que cualquier cosa; incluso que las gotas de nieve derretida que comenzaban a bañar su corinilla dorada, y que iban en aumento.

 

Esperaba que lloviera, que el cielo bañara por completo su rostro, mezclando las gotas de su sufrimiento con los fragmentos líquidos de nube. Y como si la bóveda celeste –ahora grisácea- leyera sus pensamientos, atendió aquella suplica, permitiendo que una fuerte tormenta arreciara contra la ciudad.

 

Tantas parejas que se aman hoy

A oscuras y en su fantasía,

Tantos amores se reencuentran hoy

Todas las canciones y en las poesías

 

A lo lejos, entre la cortina de perlas, distinguía a algunas parejas huyendo de la lluvia; abrigándose entre ellos, o riendo mientras se abrazaban y sus cuerpos quedaban completamente empapados. En otros sitios podía ver las siluetas en las cortinas de un par, bailando, otros besándose y luego apagar la luz…

 

Podía oír los susurros del amor a pesar del ruido del agua al golpear contra el asfalto. Entonces sintió un frío mayor que no sólo era por encontrarse empapado en un clima de baja temperatura, si no porque se veía solo desde toda su vida, acompañado únicamente por esa persona especial que lo había hecho probar el cielo y el infierno.

 

… … …

 

El pelirrojo levantó la cabeza cuando escuchó un trueno, señal de que estaba lloviendo. Milo estaba afuera, mojándose; o quizá resguardado en algún sitio, odiándole a su manera. Con ese último pensamiento su preocupación se hizo añicos.

 

Lentamente se levantó del piso, sin la fuerza necesaria para continuar o sin la intención de hacerlo. Una vez en pie su rostro giró, provocando que sus pupilas fueran atraídas hacia una fotografía que estaba en el piso, y que seguramente había caído cando Milo azotó la puerta; así que ahora el pelirrojo daba cansinos pasos hasta el cuadro que cayó en combate, cuyo cristal estaba estrellado.

 

El fondo de la pintura era un verde follaje, arriba del que dos figuras del mismo tamaño sonreían, abrazándose uno al otro; pero mirando de forma sorprendida hacia el frente –el fotógrafo-: El del lado izquierdo tenía la cara y el cabello pintado a un tono plateado; pero eso no evitaba que su rostro se denotase y uno no supiera que se trataba de Camus. La otra persona era Milo, un muchacho de su misma edad con una larga cabellera dorada, y vestido de un traje negro, cuya solapa estaba manchada por helado de fresa.

 

Un dedo del pelirrojo tocó el punto rosa en el traje del dibujado, sonriendo débilmente al recordar que se lo tiró encima sin querer. Milo se enojó mucho, por supuesto; pero Camus encontró la forma exacta para hacerlo reír, animándolo y que esa molestia revolucionara a un beso apasionado.

 

Yo quería parar el tiempo

Con tus ojos viéndome,

Con las ganas de quedarme así abrazándote

Y parar aquel momento cada vez que tú te ibas,

Yo quería, si quería

 

Ahora que admiraba aquella foto, su enojo había pasado a ser un sentimiento de remordimiento por todo lo que le había dicho a quien amaba, sin entender que en el fondo, el otro lo hacia por bienestar de ambos; y es que se recordaba abrazándole, mirándole de forma cariñosa hasta que llegaba el momento de separarse y se quedaba con una sensación de vacío, que se iba al día siguiente, cuando Milo regresaba.

 

Un segundo trueno lo sacó de sus pensamientos.

 

Milo estaba solo en la calle, sometiéndose a los estragos del mal tiempo, y sólo había salido con una playera deportiva…

 

… … ….

 

Rodeándose con sus propios brazos, protegiéndose de alguna forma del frío, titiritando, Milo se encontraba debajo de un árbol, esperando que la lluvia se quitara o que un rayo cayera y terminara con su padecer.

 

Yo quería cambiar el mundo

Pero el mundo es como es,

Tantas ganas de escarbar dentro de tu alma,

Yo quería tenerte sola

Y que fueras para siempre mía,

Yo quería, si quería

 

Tenía tantos planes para un futuro prospero, y todos ellos se habían terminado porque había pretendido moldear a Camus a su imagen y semejanza, olvidando que esa misma esencia infantil fue la que lo atrapó en un mundo de hostilidad y demencia. Lo peor del caso es que ahora sentía que él lo había empujado a los brazos de la persona por quien sus pelitos se hacían tan constantes. Como Saga era una persona muy comprensiva y trataba a su pelirrojo con tanto afecto, los celos inmediatamente lo invadían. ¿Cómo evitarlo si esta tarde los encontró abrazándose? Cualquiera podría pensar lo mismo que Milo, sobre todo cuando sabes que se llevan tan bien y uno de ellos está enamorado del otro. Y si cuando Milo confrontó a Camus no hubiera reaccionado como lo hizo, mostrando tal enfado e indignación, las cosas no habrían llegado hasta el grado de que todos los conflictos emocionales que ambos guardaban, terminaran por desbordarse hasta hacérselos saber al otro.

 

¿Su relación tendría reparación?

 

¿Acaso quedaba una piedra sólida para edificar algo que ya estaba totalmente destruido?

 

… … …

 

Camus llevaba corriendo por los alrededores vastos minutos, sin encontrar pista alguna del rubio; entonces decidió que lo mejor era internarse por las calles, seguir su corazón y ver si podía guiarlo hasta donde se encontraba.

 

Como lamentaba no haberle explicado las cosas, en vez de sólo molestarse por su pregunta. Quizá de haber entendido el dolor que Milo sintió cuando vio como Saga lo abrazaba, nada de eso estaría pasado. Pero es que no había querido decirle que únicamente le estaba brindado apoyo, ya que se sentía sumamente triste porque la noche anterior había vuelto a discutir con Milo, y a causa de eso el rubio ni siquiera tuvo la cortesía de despedirse antes ir a su trabajo. Así que Camus se sentía muy mal, y sólo le estaba pidiendo consejos…

 

Debió comprenderlo en vez de molestarse.

 

Tantos momentos que se extrañan hoy,

Tu olor, tu risa, tu alegría.

Las cosas pasan y así es el amor,

Más no lo entiendo,

No lo acepto, no,

 

Se había acostumbrado tanto a Milo, lo había llegado a querer tanto, que ahora no se imaginaba despertar sin tenerlo al lado, o la habitación completamente silenciosa, sin el ruido de la televisión mezclado con las carcajadas sonoras del rubio; aunque más que todo eso, era la necesidad de estar a su lado, sin importar los pleitos por cualquier cosa, las veces que la ‘ley del hielo’ se establecía entre ambos, o las provocaciones de cualquier tipo. El pago a todo llegaba cuando lo veía sonreír, cuando lo besaba por la mañana o por la noche, o cuando discutían y terminaban el pleito en la cama, cuerpo contra cuerpo.

 

Y como si hubiera recibido una iluminación divina, Camus optó por correr en una dirección contraria, optimista porque fuera el lugar donde estaba Milo.

 

… … …

 

Para esas alturas de la situación, el rubio ya había perdido todo esperanza de que Camus lo perdonara.

 

Yo quería tenerte sola

Y que fueras para siempre mía

Yo quería, si quería.

 

Pero es que él no comprendería que cuando le conoció en aquella plaza, representando su número artístico, se juró que nunca amaría a nadie tanto como a él, y que lucharía aunque eso le costara la vida para que Camus le hiciera caso y se enamorara de su persona.

 

¿Existía un cargo por querer poseer algo propio? ¿Podrían culparlo de amar tanto al pelirrojo como para celarle sabiendo los sentimientos de Saga?

 

Tal vez si, porque hasta ahora se daba cuenta que Camus bien pudo enamorarse de él, y que por esa razón, sumándole las continuas discusiones, su relación había ido en decadencia.

 

Tantas parejas que se aman hoy,

Y yo esta noche sin tu amor...

 

La lluvia ya no bañaba el parque con la misma fuerza de antes, únicamente caían pequeñas gotas por todos lados, lo cual unos enamorados aprovecharon para pasar y chapotear en los charcos como si tuviera cinco años. Milo sentía mucha envidia. Consideraba que lo suyo ya no tendría remedio, y que por bien de su pelirrojo lo mejor era dejar las cosas como estaban y hacerle creer que lo odiaría por siempre.

 

Sin ninguna esperanza, su espalda se deslizó lentamente por el tronco del árbol, hasta quedar de cuclillas en el suelo, con la cabeza agacha, de forma que una cortina de rizos ocultaba su cara.

 

Podía verlo inmóvil en su mente, vestido por un traje plateado aparentando ser una estatua, y moverse cuando alguien le dejaba una moneda en el sombrero que estaba en el piso. Entonces Milo se acercó, dejó caer una pequeña comisión y el personaje plateado comenzó a moverse de forma graciosa, como si fuera un robot; y lo hizo de tal forma que pudo mirar al chico rubio que le había pagado por ver. Le sonrió y continuó quieto, esperando que depositara más. Milo obedeció y Camus se movió. Cuando el rubio se quedó sin dinero el otro explotó en carcajadas, terminando su acto; después le dijo que había sido su mejor cliente y que estaba muy agradecido. Y Milo, sin más le pidió que entonces lo invitara a tomar un café y que lo vería ahí, todos los días.

 

-"Fue un muy buen comienzo"- Dijo en un susurró, sonriendo débilmente.

 

Sabía que tardaría mucho en superar aquella etapa de su vida; pero que tarde o temprano entendería que era lo mejor…

 

-"Milo"- El rubio levantó la vista lentamente, creyendo que su mente jugaba con el corazón; desengañándose al ver a su pelirrojo parado delante de él, con la ropa mojada por los hombros, y el cabello escurriendo. –"Vamos a casa"- Le dijo con un gesto esperanzador, tendiéndole la mano. El rubio dudó, contrayendo el labio inferior. –"Por favor, Milo, vuelve conmigo"- Insistió, preocupado. Entonces Milo extendió la mano, esperando recibir ‘algo’. Camus lo miró con curiosidad; enseguida se buscó una pieza de metal en le bolsillo del pantalón y se la puso en la mano, esperando que fuera lo que el rubio quería recibir. Y en efecto, como el Camus de la plaza se movía al recibir una moneda, el Milo sentado bajo el árbol también lo hizo: se apoyó en las palmas de sus manos haciendo resorte, y, poniéndose a la misma altura del pelirrojo, para escrutar cualquier palabra en sus pupilas. –"Lo siento mucho…"- Pero Milo no lo dejó terminar la oración. Lo rodeó con sus brazos, besándole al mismo tiempo, y jurándose que las cosas a partir de ese momento iban a cambiar. Los reclamos, las peleas, todo formaría parte del pasado, así tuviera que cortarse la lengua para no proferirlos nunca más. Camus no esperaba una reacción así; mas no por ello dejó de corresponderle de la misma forma dulce y apasionada con la que sólo él sabía besar.

 

-"Yo también lo siento."- Dijo el rubio despegando sus labios un poco. El pelirrojo le sonrió, apartándose un poco más para tomarle la mano.

 

-"Tenemos que ir a casa para que te cambies. No me gustaría que te resfriaras"- Milo negó con la cabeza, dispuesto a responder, cuando un estornudo lo interrumpió. –"¿Ya ves?"- El otro rió de forma nerviosa. –"Te prepararé una sopa caliente, y te prometo que esta noche dormirás calientito…"- Y comenzó a caminar de regreso a su morada, guiando al rubio de la mano; quien trazaba conjeturas sobre lo que Camus le había dicho…

 

Aunque una hora después descubriría que no era nada erótico de lo que había pensando, cuando el pelirrojo lo cubrió con todo tipo de mantas y hasta un par de cortinas…

 

FIN


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