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Cocinando con el rey fantasma por dark kirito

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Notas del capitulo:

Es el mismo capítulo pero corregido por alguna razón no lo puedo corregir directamente.

Tian Guan Ci Fu/Heaven Official’s Blessing/ La Bendición del Oficial Celestial pertenece a Mo Xiang Tong Xiu. Escrito en el móvil, errores son sin querer. Muchísimas gracias a todos los que leen.

 

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Cocinando con el rey fantasma

 

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Porque Xie Lian realmente necesitaba ayuda con sus maravillosas creaciones… porque eso hacían, cocinar… ¿verdad?

 

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Tian Guan Ci Fu/Heaven Official’s Blessing/ La Bendición del Oficial Celestial

 

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Hua Cheng x Xie Lian

 

[HuaLianHua]

 

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Santuario PuJi

 

Ayer varios de sus creyentes le llevaron a Xie Lian numerosas ofrendas, entre las que se pueden observar verduras, frutas, cereales, carne y especias. Sonríe, no cabe duda de que su fortuna cambió gracias a Hua Cheng. Si alguien le hubiera dicho que no tendría que comer un bollo duro que debía aguantar varias comidas, simplemente no lo habría creído. Conmovido se dispuso a cocinar, después de todo tenía rato que no lo hacía. Así pues, metió varias cosas que parecían combinables a una olla, en cortes irregulares si es que acaso les pasó un cuchillo y le puso mucha agua, Hua Cheng le había hecho esa recomendación hace tiempo, el resultado… desastroso… nuevamente. Suspiró, no tenía que ser un genio para saber que no era consumible, razón por la que jamás probaba sus creaciones. Suspiró de nueva cuenta.

 

—Creo que San Lang es el único al que le agra…

 

No pudo terminar la frase. Es innecesario mencionar que Xueyu Tanhua es la personificación del buen gusto, ¿realmente los platillos hechos por su persona eran tan buenos para él? Posiblemente solo estaba siendo amable, después de todo ese hombre parece pre aprobar todas sus acciones como si de grandes milagros se tratasen y aunque es halagador, también es un tanto… complicado. Si bien en sus inicios no era tan bueno cocinando, tampoco era casi un crimen contra la naturaleza pero todo había cambiado el día en que quiso honrar la memoria de su madre, hacer lo que ella y experimentar para recrear con las manos lo que había en su corazón.

 

—¿Quizá me falta experiencia? — interrogó ladeando la cabeza.

 

—¿Gege desea ser instruido por su esposo? — le interrogó el líder de Ciudad fantasma que recién iba saliendo de un portal. Qué peligroso escuchar conversaciones sin contexto. Xie Lian se aclaró la garganta intentando esconder un leve sonrojo.

 

—Muy astuto como siempre San Lang — el aludido se acercó a paso lento y le abrazó por detrás colocando el rostro en hombro ajeno.

 

—Me siento honrado de escuchar esas palabras provenientes de sus labios.

 

Uh, que lo dijera de esa manera y además con un tono tan elegante y sensual le hizo estremecer, el otro sonrió de manera traviesa, satisfecho al notar la evidente reacción.

 

—Eres malo — se quejó sin el más mínimo rastro de molestia.

 

—Que sea bueno o malo es algo que se aclaró desde un inicio.

 

Si, definitivamente estaban hablando de un tema mucho más íntimo de lo que parecía. El dios negó muy levemente con la cabeza y se dispuso a cambiar de tema.

 

—¿Sabes San Lang? Tengo ganas de aprender a cocinar.

 

—Gege ya lo hace muy bien.

 

—Lo digo enserio.

 

—También yo.

 

La deidad no tenía la más mínima idea de cómo expresar el punto, quizá si lo explicaba detalladamente terminarían dando vueltas sin sentido ni resultados. Frunció el ceño, su pareja le tomó de la mano y depositó un delicado beso, luego le miró directo a los ojos con los propios muy brillantes.

 

—Aun sostengo que todo cuanto hace Gege no tiene comparación pero, si todavía lo desea, siempre estoy dispuesto a ser su apoyo.

 

El oficial asintió tímidamente.

 

—Realmente no pretendo ser una carga, se que tienes tus obligaciones así que si pudieras escribirme alguna receta novedosa que pueda seguir al pie de la letra…

 

—¿Escribir? — y ahora fue el turno del fantasma de poner una expresión indescifrable.

 

—…

 

—…

 

Se contemplaron un momento hasta que Hua Cheng decidió proseguir.

 

—Puedo intentar…

 

Xie Lian proporcionó papel, tinta y pinceles. Mientas el otro se ponía en marcha le prestaba suma atención para no perder detalle alguno. Una línea y ahí estaba presto el interés, una más e igual resultado, una detrás de otra hasta que…

 

—No mas San Lang… — el aludido se detuvo apáticamente, liberando al pincel de su agonía — No has practicado, ¿cierto?

 

—Lo hice pero creo que en vez de mejorar tengo un retroceso.

 

—¿En verdad? — preguntó desconfiado.

 

—Si.

 

—Eres tan deshonesto…

 

—Le aseguro que en el mundo no encontrará a nadie más sincero que yo.

 

—Me lo has dicho antes — le cogió del rostro entre las manos — pero todavía no te creo — sonrió.

 

—Me atrapaste Gege — devolvió el gesto.

 

El mayor suspiró pesadamente como si la vida se le fuera en ello, masajeó con dos dedos su cien que amenazaba con dar palpitaciones.

 

—Entre tu caligrafía y mi comida no sé cuál es más aterradora; un día voy a envenenar a alguien y tú harás que se saquen los ojos — Hua Cheng no pudo contener una carcajada —¡Esto no es divertido! — exclamó agraviado — Bueno, tal vez un poco.

 

El más joven se giró galante en su dirección, apoyando el rostro en la mano.

 

—En verdad no tengo nada que hacer por unos días.

 

—¿Qué hay de los habitantes de Ciudad fantasma?

 

—Pueden cuidarse solos además Gege, siempre será mi prioridad — se puso en pie acercándose lentamente y le cogió por la cintura, apoyó la frente en la ajena, respirando tenue y exhalando con un roce que daba cosquillas en los labios de Xie Lian, cerró los ojos con devoción — Todo cuanto estudié es por y para ti, si puedes usarlo nada me haría más feliz. Dianxia, por favor, bríndame el privilegio de ser tú guía.

 

Imposible negarse, hacia ya mucho que le había desarmado. El oficial detuvo su respiración por un instante y un escalofrío curiosamente agradable le recorrió la espina.

 

—Estoy en tus manos San Lang… — si, es un hecho que debió escoger mejor las palabras. Hua Cheng sonrió encantado sin que pudiese notarlo.

 

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Algunos minutos más tarde en el mismo Santuario PuJi

 

El rey fantasma había seleccionado cuidadosamente algunos insumos de las ofrendas.

 

—Con esto será suficiente. Primero empecemos por lavar las cosas.

 

—Sabes que no soy tan torpe, ¿verdad?

 

—Iniciemos por las bases. Si lava de manera inadecuada el arroz no tendrá un buen resultado.

 

—¿Es así?

 

—Por supuesto. Si enjuaga de más le quitará el almidón, si lo hace de menos tendrá suciedad.

 

—Oh, no lo sabía.

 

Sin más la pareja puso manos a la obra, el agua caía de forma abundante en los blancos granos, las manos de ambos removiendo el ingrediente, al inicio suavemente pero de alguna manera fueron ejerciendo más fuerza, probablemente debido al nerviosismo del oficial puesto que el cuerpo ajeno estaba literalmente pegado a su espalda, casi podía sentir los latidos del corazón que ahora es tan silencioso. Inspiró hondo en un vano esfuerzo por relajarse cuando por fin terminaron.

 

—Ah~ — Xie Lian suspiró aliviado dejando el arroz en la mesa.

 

—Gege te has mojado, debes secarte antes de que puedas pescar un resfriado.

 

Solo entonces el aludido observó algunas gotas de agua en la prenda que cubre su pecho, realmente no eran demasiadas e incluso podían pasarse por alto, estaba a punto de decir que no había problema cuando el otro cogió un pañuelo y lo frotó en la zona, inevitablemente llegó a ese par de puntos sensibles haciendo ruborizar a la víctima que separó los labios para detenerle pero justo cuando estaba en ello, Hua Cheng capturó uno de los botones rosados, el príncipe tuvo que morder esos mismos labios para no emitir un vergonzoso gemido. Sintiendo que le faltaba la fuerza se sostuvo de los hombros de su acompañante que seguía entretenido con la labor. La respiración del mayor se volvió pausada como si el aire no quisiera pasar de la garganta. ¡Detente San Lang! Ansiaba gritar pero honestamente no era desagradable. Hace tantos años, en su juventud jamás se imaginó enamorado de una mujer, mucho menos seducido por alguien de su mismo sexo pero ahora, no puede evitar contemplar esos elegantes dedos que le masajean, que le frotan, que pellizcan esos pezones que jamás nadie debía ver ni mucho menos. Se cubrió la boca con la mano en un puño. ¿Qué pensará Hua Cheng cuando hace cosas como estás? ¿En qué le gusta su cuerpo? ¿Los sonidos que hace? ¿Las reacciones o el saber que se derrite de placer en su control? Aunque ninguna de estas cosas las admitiría en voz alta debido a su timidez.

 

—S-san… Lang… ¿qué…? — y el menor le dejó en paz.

 

—Listo Gege — sonrió de la manera más inocente posible, ni un niño pondría una expresión así — Fue difícil secar cada gota de agua pero tu salud no corre peligro.

 

—¿Eh? — dijo con torpeza. ¿Eh? Se repitió en la cabeza. ¿De verdad estaba tan preocupado por una tontería? ¡Y el tan mal pensado! Se sintió tan culpable que deseó estrellar su cabeza contra la mesa para perder el conocimiento — G-gracias — dijo en un susurro, el otro le sonrió sin emitir palabra alguna.

 

Más tarde hicieron un aderezo para acompañar el mismo arroz que ahora hervía.

 

—¿Cómo sabré que está en el punto correcto de sabor? — interrogó el oficial.

 

—Bueno, para eso debemos probar Gege, permítame.

 

Hua Cheng le tomó de la mano y llevó el índice de Xie Lian a la mezcla, tomando un poco y esa diestra viajó a su rostro, teniéndolo al alcance Xueyu lo introdujo tranquilamente a su boca, apretando un poco cuando recién se iba metiendo, ayudándole a deslizarse hasta la mitad del dedo y chupando, jugando con su traviesa lengua, recorriendo cada arista y la yema como si buscase aprender de memoria la huella digital. Era a pesar de todo un toque refinado, sin una pizca de vulgaridad. El corazón de Xie Lian estalló en un instante y toda la sangre se agolpó furiosamente en las mejillas. Si o si esta práctica estaba tomando tintes eróticos, como siga permitiéndolo le llevará al lugar que ocupan como cama y que no siempre usan para dormir así que, recuperó su digito y se giró abruptamente para encararle pero se topó con una expresión severa, tragó saliva. ¿Acaso le había hecho enojar? Tampoco es algo que estuviera buscando así que estiró la zurda en su dirección en un afán por disculparse cuando el otro frunció aún más el ceño.

 

—Creo que nos hemos pasado un poco con alguno de los ingredientes pero no logro reconocer cuál.

 

¡¿EH?! ¡Y de nuevo va Xie Lian de mal pensado! ¡Qué mente tan perturbada! Casi lloraba para si.

 

—¿Gege podría ayudarme a identificar?

 

—Oh, si. ¡Claro! ¡Claro que sí!

 

El príncipe estuvo a punto de meter el dedo al tazón cuando le detuvieron.

 

—No hay necesidad de ensuciarse más Dianxia. Permita que su servidor le ayude.

 

Esta vez fue el turno de Hua Cheng de introducir el digito que tiene aquel hilo rojo en boca de la persona amada, no sin antes tener un pequeño accidente donde se estrelló con los labios que acarició. Xie Lian no tuvo reacción alguna, en su pureza e inexperiencia no lo tomó como un acto de doble intención y fue para él, justo eso… un simple incidente en el que sin saber, sus labios fueron profanados por algo que no fuese uno de los tantos besos que le han robado. Aún así no pudo evitar el arquear una ceja. ¿Qué no era más que evidente que la pimienta era la que estaba de más? Muy sutil pero perceptible, era más que obvio, ¿Entonces cómo puede su compañero no haberse dado cuenta?

 

—¿San Lang?

 

—¿Si?

 

—¿No notaste que es la pimienta?

 

—¿Pimienta? — imitó el desconcertado gesto — Ah, hace siglos que lo eliminé de mi dieta, así que era eso. Gege es increíble.

 

Oh, bueno, esa explicación tiene mucho sentido para el oficial y ¡todavía lo halagó! Casi se llevó la mano a la frente en una palmada. ¡No tiene perdón! La próxima vez que su cabeza le envié algún tipo de alarma, simplemente va a ignorarla. Después de todo no puede pagar el bien que le están haciendo con el veneno de la desconfianza.

 

Más tarde se dispusieron a cortar verdura para una ensalada; iniciaron con la lechuga, la zurda de ambos apoyada sobre la hortaliza, una arriba de otra, la diestra con los dedos entrelazados tomando el cuchillo en una posición ligeramente incómoda.

 

—¿Lo estoy sosteniendo adecuadamente San Lang?

 

—Si.

 

Emitió brevemente pero con un tono dulce, el que únicamente usaba con él. Rápidamente iniciaron el movimiento, de arriba para abajo usando una magistral técnica de muñeca. No pasó mucho cuando a este le siguieron otros ingredientes, pronto ya estaban todos ellos en un bowl.

 

—Ya casi terminamos Gege, solo debemos hacer la presentación.

 

Solo entonces se separaron y Xie Lian le miró radiante, como si fuera el mismísimo dios de algo más brillante que el sol.

 

—Contigo todo parece tan sencillo San Lang. ¡Eres el mejor!

 

El aludido cambió su expresión por una muy dura. Xie Lian asustado alargó la diestra en su dirección pero el otro retrocedió.

 

—No fue nada — silencio — Acabo de recordar que tengo algo que hacer — su cara regreso a la normalidad.

 

—¿Enserio? — alzó una ceja.

 

—Si.

 

—No es común que tengas un descuido como este.

 

—Bueno, incluso yo me equivoco.

 

—Lamento haberte molestado… ¿al menos te quedarás a comer?

 

—No.

 

—Ya veo… bueno… la próxima vez será — intentó sonreír pero le fue imposible, daba la impresión de que quería llorar pero no estaba en sus planes el poner a su esposo en una difícil situación, ya había hecho más que suficiente. Aún así, esta era la primera comida que habían hecho juntos y no pudo ignorar esa punzada en su corazón.

 

Hua Cheng se dio cuenta e intentó tomarle en un abrazo para consolarle pero en lugar de ello, cruzó las extremidades superiores sobre el pecho, marcando el sitio donde está ahora como un límite. No podría soportarlo por más tiempo.

 

—Me dio mucho gusto verlo Gege, espero regresar en unos días.

 

Se dio la vuelta de forma abrupta, sin dar la cara, sin el ahora acostumbrado beso que se dan al separarse. La visión del dios se tornó borrosa un segundo, abrió la boca para detenerlo pero no salió palabra alguna. Un escalofrío le recorrió entero, el sudor frío bajó por la frente, la mano tembló. Se verían en unos pocos días, conociéndole no más de tres pero a la vez llegó a él de forma tan nítida ese desgarrador año, trescientos sesenta y cinco días en los que no pudo dormir de forma continua, en los que la comida no le sabía igual e incluso el silencio de su santuario le parecía una tortura que no parecía tener fin. Su mente quedó en blanco.

 

Hua Cheng invocó un portal y antes de atravesarlo abrió los ojos en demasía. Perplejo por la persona que lo abrazaba con tanta fuerza que literalmente le impedía dar un paso más. Ansiaba virarse pero tampoco pudo.

 

—¿Dianxia? — no tuvo respuesta — ¿Qué sucede Dianxia?

 

—No… — la voz temblaba.

 

—¿San Lang se equivocó en algo?

 

—No te vayas…

 

—No… puedo quedarme — el agarre fue aún más intenso, de ser capaz de respirar Hua Cheng igual no podría hacerlo, suspiró — Gege aprendió lo que necesitaba pero yo estoy pensando en algo más, no quiero arruinarlo.

 

—¿En qué?

 

—Es mejor que me vaya.

 

—Aún no me respondes… ¿porqué…? — la mente de Xie Lian trabajó a un ritmo acelerado y llegó a la frase que dijo su marido al llegar, también la que el mismo emitió al empezar la labor doméstica y todas las acciones mal interpretadas tomaron otros tintes. No es que Hua Cheng haya ido con dobles intenciones, es solo que el llegó con otro objetivo y Xie Lian infantilmente impuso sus necesidades. Tenía muchas ganas de golpearse por idiota. Soltó a su marido que entonces si le encaró preocupado. El corazón de la deidad latía como loco, incluso llegaba un zumbido a las orejas que ya tenía coloradas al igual que las mejillas —San Lang… ¿esperaba que…? — ya hacía un buen tiempo que habían consumado la relación pero, esa pregunta jamás se haría más fácil de pronunciar, un nudo se hizo en su estómago y garganta — ¿San Lang quiere… estar conmigo… de esa manera? — ni siquiera fue directo y se sintió más vergonzoso que ser expuesto en la corte celestial.

 

—Mmm — afirmó.

 

—¿Porqué no me dijiste?

 

—Jamás me aprovecharía de Gege.

 

Y si, definitivamente eso pareció pero solo era chengzhu conteniendo todo ese anhelo de la mejor manera posible. No es un ser omnipotente libre de necesidad.

 

—Cuando yo lo pido… — declaró el mayor y lo que por cierto tampoco era habitual — Incluso sin que te diga tú…

 

—Es diferente.

 

—¿Porqué? No siempre tenemos que hacer lo que yo deseo.

 

—Soy su más fiel creyente — dijo con un tono increíblemente respetuoso — estoy para servirle.

 

Momentos como este le recordaban todo el tiempo que habían pasado sin confesar su amor mutuo. Para ojos ajenos debió parecer que eran un par de tontos que no se daban cuenta de lo obvio pero, para ellos era un milagro ser correspondido por alguien que adoraban tanto. ¿Qué tan lastimada debía estar la autoestima de Hua Cheng? Casi podía ver ante él al pequeño con el rostro vendado y lleno de heridas y lodo, al que todos maltrataban y del que se burlaban. La sangre hirvió en su interior, apretó los puños con fuerza y rechinó los dientes irritado.

 

—Siempre serás mi creyente más devoto — expresó con gran cariño — ¡Pero también eres mi mejor amigo y mi amado esposo!

 

Ahora si, toda la cara adquirió una gama de tonos rojizos exagerados, casi podrías jurar que incandescentes. De un segundo al otro se esfumó toda valentía y le escaseo la fuerza en las rodillas que se doblaron, más antes de caer, fue sostenido cual princesa. Hua Cheng no dijo más y le llevó al altar en silencio y una vez ahí se arrodilló. Xie Lian frunció el ceño confuso, ¿es que planeaba adorarlo? Eso no era lo que tenía en mente, abrió la boca para quejarse y quedó en ello desconcertado pues le habían quitado la bota izquierda primero y luego la otra. El espíritu le tomó delicadamente del tobillo y recorrió el empeine a besos. Xie Lian retrajo el cuerpo cohibido a no más poder pero, no fue liberado.

 

—Gege dijo que estaba bien — sentenció con la voz apagada por el contacto de piel con piel.

 

—Mmm — otorgó su autorización.

 

Hua siguió con la labor a veces besando, en otras simplemente rozando con los labios, suspirando pesadamente como si la respiración se le cortase, llegando al tobillo que recorrió de forma circular con la lengua, hacia una dirección y la contraria, metiendo ese hueso en la boca, chupando, succionado, haciendo una curiosa marca rojiza, posteriormente otra y así hasta formar un grillete como el que el príncipe tenía en esa misma zona pero este no limitaba su suerte o sellaba su edad ni poder espiritual, incluso parecía una bendición. Xie Lian lo contempló atontado, era tan hermoso, como la obra de arte de un gran pintor, si, ciertamente Hua Cheng lo es. El príncipe es un lienzo, su piel, su cuerpo entero lo es. Se estremeció ante las infinitas posibilidades.

 

—San… Lang…

 

—No tenga miedo Dianxia.

 

No, definitivamente no es lo que describe su estado de ánimo en este momento pero no dijo más. La otra extremidad siguió el mismo destino y así terminó con un par de coquetos aros del color de las hojas de arce aunque, en un tono bastante más tenue no por ello menos sublime. Las manos del fantasma subieron por la pantorrilla derecha apretando, masajeando, a veces abrazando y aferrándose como a un barco en altamar como si fuera su única salvación, pronto se llegó a los muslos donde sobo enfáticamente provocando el ardor en la piel, era como si quemara. En la parte externa fue intenso pero la interna no tenía nombre, no tocaba demasiado, estaba al menos a quince centímetros de cierto punto en la anatomía de Xie Lian que ya empezaba a tensarlo. Si, son pareja, se han visto desnudos incontables veces y sin embargo teme que note que aquel pilar situado al sur de su vientre comienza a ponerse travieso, trata de cerrar las piernas pero es impedido de ello. Chengzhu se salta una distancia y llega al cinturón ajeno. El dios da un respingo sobresaltado, no esperaba que llegase tan veloz pero para su sorpresa el nudo es aflojado sin más, no le quita una sola prenda y en lugar de ello llega al borde de la vestimenta superior y ahí entendió el proceder. Con la ropa holgada fue más fácil para Hua el desplazar unos centímetros la tela, exponiendo apenas un atisbo de blanca, pura e increíblemente inocente piel, la fragancia de Xie Lian le atrapó sin remedio, hundió el rostro en el pecho, pudo advertir los agitados latidos, pudo sentir esas vibraciones con los labios, daba cosquillas así que sonrío, que curiosa y agradable sensación.

 

—Gege…

 

El aludido no respondió, se cubría de manera bastante tierna la boca. Pronto el límite de la prenda fue capturada por dientes ajenos y cuidadosamente uno de sus pezones fue expuesto. El ojo de Hua brilló hipnotizado con aquella encantadora y delicada bolita del color de los cerezos, sin poder resistir la apretó con los labios.

 

—¡Ah!

 

Xie Lian gritó pero no adolorido, fue prensado con gentileza, pellizcado y masajeado por el pulgar, aplastado y moldeado como vino en gana. Pronto no fue capaz de aguantar y su intimidad cobró la tan temida firmeza, dirigió la diestra en dicha dirección para dar alivio pero fue detenido por la muñeca y regresado a la posición original.

 

—Gege no necesita hacer nada, permita que me haga cargo.

 

Hua Cheng sonaba tan autoritario pero atento que no se negó. La zurda recorría los senderos de tela aventurándose, osando llegar a tierras sagradas. El dios arqueó la espalda cuando rozaron su ombligo, se estremeció cuando digitaron su vientre y tembló cuando se apoderaron del caliente pilar de jade rosado. Dejó escapar un gemido convulsionando de placer. Faltó de energía se desplomó en el altar casi como si hubiese perdido el sentido, cayó inerte y su hermoso cabello se extendió cuál cortina de seda formando una elegante escena. Cerró los ojos con fuerza, la esquina de cada uno de ellos dejaba ver una gotita salada, es decir un par de gentiles lágrimas. Su rostro no podía estar más sonrojado, inclusive los párpados, una zona no involucrada, quemaban. Respiró hondo buscando serenidad, se dispuso a centrarse en inhalar y exhalar; genial, lo está haciendo de maravilla, tal parece que comienza a agarrar práctica, no más vergüenza, no más sensaciones embarazosas ni momentos incómodos.

 

—¡AAAAAAAAAAAH!

 

Y eso pensaba hasta que algo cubrió por completo su miembro, gritó peor que si lo hubiesen torturado o quizá era justo eso pero en otro sentido. Rápidamente volvió en si y tomó asiento para mirar consternado y así quedó… paralizado, el hasta entonces rostro incandescente se volvió blanco. Quiso decir algo pero las palabras se negaron a ser emitidas. Su mirada viajó suplicante a la ajena que no podría emitir más determinación incluso si quisiera. Derrotado trato de empujarle por los hombros pero aún si Xie Lian es físicamente más capaz, Hua Cheng no cedió. ¡¿Pero qué haces?! Interrogante que solo pudo pensar. No, no, no… ¡No está bien! Se sintió como un niño indefenso y no pudo contener el llanto, solo entonces el captor le dejó libre. El supremo agachó la mirada sintiéndose culpable.

 

—Disculpe si le ofendí Dianxia, no fue mi intención — el aludido respiraba entrecortado y así fue al menos medio minuto… treinta tediosos y horrendos segundos.

 

—No… San Lang… no hagas cosas como esas otra vez — el menor dio un respingo, ¿acaso sus acciones iban más allá de lo repulsivo? ¿Había cruzado algún tipo de límite? Quedó perplejo, no tenía idea de qué hacer, ¿continuar con más recato? ¿Finalizar y esforzarse por hacerle olvidar? ¿Preguntar más adelante qué está y que no permitido? — San Lang… — aún así la voz que le llama suena tan llena de anhelo, como si le buscara después de años sin verse — San Lang no debe… no… — la cara nuevamente estaba exageradamente carmín, por fortuna su pareja comprendió o más o menos.

 

—Lo lamento, es culpa mía, le falte al respeto.

 

—¡No! — hubo una expresión interrogante ajena — Soy yo… ese no es un lugar… puro… La… la… la boca de San Lang no… — el rey sonrió divertido.

 

—¿Eso significa que Gege no piensa mal de mi proceder?

 

—¿Cómo podría? Sé que siempre tienes buenas intenciones. Es por eso que haces cosas con las que no siempre estás de acuerdo y yo, no quiero que te obligues a nada.

 

—Dianxia — le observó con mucho amor, le tomó de la mano y la besó con ternura — esto es algo que deseo hacer desde el fondo de mi corazón. Todo, cada aspecto relacionado a usted es mi más grande orgullo y honor, no hay nada incorrecto en la devoción que le profeso, mi dios.

 

Sin palabras, ¿qué argumentos podría utilizar ahora que no sonaran como una mera tontería? Xie Lian aún no estaba del todo convencido, sentía de alguna manera que aquella parte tan vulgar e indecente en su anatomía mancharían a su ser amado pero, si este enserio tenía ganas, ¿no podía ceder un poco callando su conciencia? Asintió lentamente y con torpeza, abriendo más las piernas cuando Hua volvió a engullir esa impensable porción de su cuerpo. Hizo más espacio para dar a entender que era bienvenido. El rey iba más y más lejos hasta que se llegó a su garganta, ¿quién hubiese imaginando que en dicho instante el cerebro del más joven fue prensado por los poderosos muslos de la víctima completamente cohibida. Xueyu podría darse el lujo de muchas cosas, ignorar a la gente, burlarse de los enemigos, hacer de menos a los rivales e incluso menospreciar a sus aliados pero no subestimar la fuerza bruta de Xie Lian puesto que, si este alguna vez realmente quisiera someterlo, no habría mucho que pudiera hacer. El espectro tomó los muslos por el interior y dificultosamente se forjó un lugar, no estaba del todo cómodo pero tan siquiera no corría peligro, una vez seguro de ello comenzó a chupar con ahínco, hubiese deseado repartir besos pero era algo que no estaba a discusión. Frunció el ceño frustrado y tuvo que conformarse con pasar la lengua una y otra vez, también empujar hasta lo más profundo de su garganta donde advertía el miembro estremecerse, un líquido de no tan ligera consistencia se hizo presente a modo de escasas gotas. Arqueó una ceja. Según sabía porque investigó ya que no sería un completo ignorante; que el elixir que contiene la semilla del hombre no posee un agradable sabor, no hay ser humano que diga lo contrario entonces…

 

«—¿Porqué la de Gege es tan deliciosa?»

 

Una de dos, o ya se le había dañado el paladar por algunos platillos y no, jamás los que prepara Xie Lian más bien, aquellos ofrecidos en Ciudad Fantasma. O una vez más el príncipe que agradó a los dioses volvió a superar las expectativas con creces. Hua Cheng se entregó a sus instintos más primitivos y succionó como si planease arrancarle el alma, a estas alturas el cultivador gritaba y eso solo evocaba la locura del captor que estaba hipnotizado con el dulce brebaje y la melodiosa voz. Xie Lian se retorcía, incluso pataleaba sin llegar a lastimar, era demasiado intenso, hacia un buen rato que veía todo borroso y estaba mareado, todos los objetos daban vueltas a su alrededor al igual que los colores pero no le daban tregua y justo cuando supuso que no podía ser peor…

 

—Hic, hic… hic…

 

Le sobrevino un repentino ataque de hipo. ¿Qué clase de ser superior se estaba burlando de su desgracia? Tenía ganas de ahogarse con la saliva para no saber más, quizá si el techo le cayera encima… si fuese a rezar en este momento, ¿quién respondería a sus plegarias? ¿Mu Quing? Seguramente le gritaría indignado o en el mejor de los casos voltearía los ojos. ¿Feng Xin? Quizá le daría un sermón interminable buscando dar algún tipo de consejo en los que, tampoco era muy diestro. ¿Cómo ese hombre habría llegado a tener un hijo? Solo dios sabría. ¿Pei Ming? Su intuición le decía que estaría muy contento si le hablase en esta situación pero no sabría explicar el porqué. Tal parece que nadie es confiable y así, perdido en sus pensamientos llegó al clímax y se liberó en boca de Hua Cheng que agradecido lo consumió todo. Fue puesto en libertad y yació ahí, inmóvil. El monarca se reincorporó hasta acostarse sobre su pareja, usando el pecho de Xie Lian a modo de almohada, entrelazando las manos.

 

—Gracias Gege — el mencionado estaba demasiado turbado para responder más no fue mal interpretado. Ambos cerraron los ojos un buen rato, entregándose al ambiente de complicidad. Hua Cheng se relajó tanto que casi se duerme pero gruño cuando advirtió algo en su propio cuerpo, escuchó el suspiro de su esposo que ya estaba tranquilo.

 

—San Lang me ayudó antes, ¿pero no necesitas alivio también? — no hubo respuesta — Si quieres puedo hacer lo mismo — injustamente, eso no estaba a discusión.

 

—San Lang ya es feliz así.

 

No dijo más, se dispuso a besar la tersa, suave y blanca piel del abdomen, chupando con ahínco, succionado juguetonamente dejando algunas marcas rojizas que parecían pétalos de flor, formando un delicado y hermoso patrón. Una por aquí, diez más por allá, de vez en cuando mordiendo sin herir realmente pero lo suficiente para dejar leves huellas de los dientes. Xie Lian se sostenía con fuerza de sus hombros como si temiera perder la razón. Hua Cheng sabía perfectamente enloquecerle, conocía mucho mejor su cuerpo que el mismo y la curiosidad llegó a su mente haciéndole interrogar entre violentos jadeos que se cortaban a falta de aire.

 

—San… ah… Lang…

 

—¿Qué sucede? — hizo una minúscula pausa y volvió a las marcas ahora en el bajo vientre.

 

—M-me pones nervioso, ¿puedes subir un poco?

 

—No.

 

Ante la contundente negativa no pudo evitar suspirar derrotado y volvió al tema anterior.

 

—San… Lang… ¡Ah! — el muy perverso había metido su lengua en el ombligo y no dejaba de lamer provocando la risa ajena — Ja, ja, ja, ja, detente, me haces ah, cosquillas ja, ja, ja. San Lang, San Lang, San Lang…

 

—No tengo problemas en qué Gege repita mi nombre — emitió sensual.

 

—Ja, ja, ja, no… no~ — Xie Lian quería darse un buen golpe en la cabeza para concentrarse pero fue innecesario, ochocientos años de cultivo también le sirvieron para lograr la paz de espíritu en momentos de necesidad y vaya que este era uno de esos — San Lang, ¿porqué hiciste todas esas estatuas en la Cueva de los diez mil dioses? ¿Te preocupaba olvidarme?

 

El espectro detuvo todo movimiento y le miró casi desafiante aunque ciertamente no iba dirigido a él ese sentimiento.

 

—¿Cómo podría? Desde que conocí a Dianxia ocupa cada uno de mis recuerdos y pensamientos, es más probable que pueda olvidar el cómo hablar e incluso quién soy antes que a usted.

 

—Entonces.

 

—Fue un capricho.

 

—¿Eh?

 

—Sus falsos creyentes destruyeron sus estatuas, quemaron sus templos y lo maldijeron culpándole de todo por eso; decidí que si destrozaban ochocientas estatuas yo haría diez mil, si lo maldijeron yo le dedicaría bendiciones y si lo culparon entonces yo cargaría sus pecados — besó el dorso de su mano — para mí no hay nada más sagrado que usted — el mayor quedó atónito, completamente enrojecido.

 

—Soy tan afortunado de haberte conocido.

 

—Ese fui y soy yo. Me salvaste como nadie y aún dedicándote toda mi existencia jamás podré devolver tu amabilidad.

 

Xie Lian estaba demasiado aturdido y buscaba una salida para cambiar de tema sin embargo en momentos así es increíblemente torpe.

 

—Respecto a los templos — declaró — Entonces creo que San Lang me ha escondido algunos porque cuando era Taizi Dianxia tenía muchos más. ¿Existe algún otro además del templo Quiangden?

 

—Lo hay.

 

—¿Enserio?

 

—¿No estamos en uno justo ahora?

 

—El Santuario PuJi es un templo que yo mismo… — no pudo seguir, se le caía la cara de vergüenza.

 

—Y eso lo hace el mejor — sonrió — Pero si Dianxia se cuestiona si existen otros le diré que no.

 

—¿Y eso? No es que esté pidiendo que hagas más, no soy tan narcisista, es solo que creía que eras más…

 

—Me faltó voluntad.

 

—Bueno, ciertamente eres algo perezoso.

 

—…

 

—¿Uh?

 

—¿Gege está castigando a su San Lang? ¿Hice algo mal? — puso una curiosa expresión.

 

—¿Eh? No, no, ¡Para nada! Solo bromeo.

 

¡Pero si es verdad! Solo que Xie Lian sentía que no debía ser tan franco.

 

—Es solo que no quiero compartir a Dianxia con nadie más, ese templo es para nuestro uso exclusivo: suyo y mío. Si desea utilizarlo o derribarlo no tendré quejas ni lamentos.

 

—¿Qué hay de los creyentes que nos adoran juntos?

 

—Son unos idiotas.

 

—Ah.

 

Hua Cheng sonrió de manera casi imperceptible.

 

—Pero saben apreciar lo que vale la pena. Aún así, ellos son los fieles que le han seguido luego de siglos, tienen fe. Yo estoy a su lado desde el principio, incluso antes de su ascenso… lo mío es convicción, es un tipo distinto de credo… para mí su destino, guía y camino siempre serán los correctos.

 

—¿Aún si fallo?

 

—No lo hará.

 

—¿Aun si no tengo la respuesta?

 

—La buscaremos juntos.

 

—¿Aún si estoy agotado?

 

—Siempre tendría mi hombro para descansar.

 

El príncipe se abalanzó en un potente abrazo y fue incapaz de contener el llanto de años.

 

—Tenía tanto miedo de causar la desgracia de mi gente, de llevar la tragedia a mi reino, de que Mu Quing se hartara, de que Feng Xin se apartara, de decepcionar a mis padres… de no cumplir con las expectativas de JunWu, de no educar correctamente a Lang QuianQiu… de no poder enderezar el camino de QiRong… de no ser tan increíble como tú persona especial y perderte para siempre…

 

—Todo eso está en el pasado y esa persona siempre has sido tú.

 

—San Lang… San Lang… San Lang… — el mencionado rio.

 

—Hoy me ha llamado más de lo habitual, estoy encantado.

 

—San Lang… — hay brillo en los ojos como si fuese a decir algo transcendental.

 

—¿Si?

 

—San Lang… mi esposo… te amo.

 

Esta vez si fue el turno de Xueyu de quedar atónito, jamás en la vida creyó escuchar ninguna de esas palabras, mucho menos en la misma frase. Algo en el interior le había estallado despiadadamente provocando un mareo febril que se manifestó a modo de violento sonrojo, casi intimidante. Era como haber provocado al ser más peligroso de la creación. Xie Lian tragó duro atemorizado pero de manera inconcebible Hua Cheng aún tenía el dominio de si mismo aunque ciertamente no por mucho. Se recostó sobre su marido y le susurró al oído.

 

—Dianxia, ya no me torture más. Es un suplicio el retenerme.

 

—Entonces no lo hagas.

 

—Si continuo puedo herirlo… no habrá vuelta atrás.

 

—Lo sé, aún así…

 

—¿Entonces quiere que yo…?

 

—Por… por favor.

 

Hua Cheng besó el lóbulo haciéndole estremecer, luego recorrió el cuerpo con esa misma acción por todo el frente, luego en los costados, posteriormente le puso boca abajo y amasó el blando trasero dejando la marca de sus dedos al tiempo en que hacía marcas floreadas en la espalda y mordía la nuca, los labios dibujaban en los omoplatos, en las costillas y mordían la generosa retaguardia, una vez ahí se hizo paso y con total cinismo metió la lengua en la pequeña entrada de Xie Lian que escondió el rostro entre sus antebrazos, hundido completamente e intimidado. No se esperaba el ser molestado de está manera. Aquel musculo húmedo y caliente le recorría sin reparos, en una y otra dirección, con movimientos circulares que intercalaban con los entrantes y salientes, fue así durante una buena cantidad de tiempo hasta que se advirtió bastante mojado por la saliva, era extraño, incómodo pero también excitante. Seguidamente Hua le dio una tregua momentánea solo para introducir uno de sus dígitos el cual no causó el menor problema, seguido de un segundo y más tarde el tercero; nada, su Gege lo recibía como los colibríes al néctar, como si fuera lo más natural. Con los preparativos listos Taizi fue reincorporado y sentado en regazo ajeno, su pareja no se permitiría perder detalle alguno. Lentamente colocó su virilidad en aquel punto tan sensible de su marido, más, apenas pasó el umbral la cara de Xie Lian pasó del rojo intenso al pálido de ese que te obliga a preocuparte. El supremo se congeló temiendo haberlo lastimado. Dianxia sonrió cariñosamente pero un par de gotas le delataron. No es como si no hubiese pasado por suplicios un millón de veces peores pero con Hua Cheng no podía evitar el sentirse vulnerable. Sin embargo se armó de valor, sabía que a la primera señal de alerta su amante desistiría de toda acción. Besó la frente ajena.

 

—Estoy bien San Lang.

 

Solo que las dimensiones de su marido eran más de las estimadas, ¿siempre había sido así? ¿Cabría entero? Ahora le angustiaba el no poder satisfacerlo así que empezó a sudar frío lo que fue malentendido. Chengzhu le cogió por la cintura en un afán de apartarle pero en un arranque de estupidez si así se puede llamar fue el mismo Xie Lian quien, se clavó hasta el fondo pegando tremendo lastimoso y aterrador grito al tiempo en que se desplomaba siendo sostenido por su casi histérico esposo.

 

—¡DIANXIA!

 

—Estoy bien — solo se había desmayado un segundo — Si no puedo cumplir con el anhelo de mi creyente más devoto no tengo derecho a ser un dios.

 

—Eso fue valiente pero muy tonto Gege, pudiste hacerte mucho daño.

 

—…

 

—Pero, aunque fue tonto, todavía fue muy valiente.

 

Hua Cheng limpió delicadamente las lágrimas ayudado de los pulgares, besó las mejillas y los labios al tiempo en que llevaba la diestra a aquel solitario y dormido pilar rosado para masajearle y así distraerle del dolor. Cuando por fin lo logró, Xie Lian se relajó y por fin aceptó a su marido que se deslizó con lentitud y gracia. El elixir de Taizi fluyó en el abdomen de ambos, el de Hua Cheng seguía contenido dando una increíble firmeza a aquella arma que no dejaba de atacar hasta que dio en un punto que literalmente hizo chillar a su mayor. Satisfecho sonrió ampliamente y se dispuso a golpear repetidamente, Xie Lian sufrió un nuevo episodio de hipo. Ambos cuerpos chocaban salvajemente, los dos movían la cadera como si estuviesen bailando, las manos de la pareja exploraban sin vergüenza embriagados de placer. El menor le recostó con la pelvis alzada y se introdujo con fiereza, buscando romperle y partirle pero hasta eso con la mayor precaución conocedor del tesoro en sus manos. Hua Cheng gruño cuando aquella entrada hizo algo que no esperaba, las paredes daban espasmos frenéticos y con ello le succionaba, como si le chupara, le engullera, le apretaba y estrujaba sin consideración y así Dianxia abrió los ojos que tuvo cerrados todo el tiempo solo para ver un espectáculo que cambiaría para siempre su manera de percibir al mundo. Hua Cheng estaba llorando, ese hombre tan confiable, alto, majestuoso, sabio y poderoso derramaba gotas saladas aún mirándole, su cara estaba incluso más roja que la de Xie Lian lo que le daba un toque dulce y encantador. Taizi solía olvidarlo por lo experimentado que es su esposo en la vida pero en este ámbito es tan virgen, novato y frágil como él. No pudo evitar recordar al pequeño que cayó en sus brazos, tan efímero como una pluma en el viento, que a la menor provocación podía desaparecer pero se las arreglaba para aferrarse a él. Su corazón se llenó de una ternura indescriptible y sintió el líquido hirviente llenarle las entrañas lo que le hizo temblar más no cambió su objetivo. San Lang salió para darle descanso pero entonces, fue tirado en el altar con Xie Lian completamente encima de el lo que, francamente le tomó con la guardia baja ya que nunca la tenía en su presencia pero aún más, por sorpresa.

 

—¿Gege? — interrogó solo para ser silenciado con un beso, abrió lo más que pudo el ojo que brillaba como una lámpara de bendiciones, como aquellas que le dedicaba a su persona amada en el festival. Abrió la boca y dejó entrar la lengua que exigía el paso. Su marido se sentía tan autoritario, tan imponente, justo como aquel deslumbrante príncipe que agradó a los dioses y que siempre estuvo en algún lugar de su corazón pero que Xie Lian, se empeñaba por enterrar. Si en el destino estaba que su ídolo lo hiciera suyo, definitivamente no iba a resistirse.

 

Xie Lian cerró los ojos aunque está vez en lugar de transmitir timidez era más como si estuviera en medio de una importante meditación, centrado en su cultivo, entregado a la tarea haciendo uso de todos y cada uno de sus sentidos incluida la intuición. Hua Cheng por su parte miraba con el orbe chispeante bien abierto, poseído por algún tipo de fantasma aunque el mismo era uno, el tipo de expresión que le hacía pensar a otros que estaba loco y lo estaba, deliraba de amor por su dios. Alargó las manos para tocar el rostro ajeno pero fue sometido por las muñecas que fueron colocas encima de su cabeza por la sola diestra de Xie Lian, buscó moverse pero fue imposible, sonrió divertido.

 

«—Gege me capturó con tanta facilidad, nadie más podría lograrlo.»

 

Hasta en momentos como este no podía dejar de admirarlo. El contacto entre sus labios y lengua se intensificó, la saliva se hizo presente y Hua la bebió toda, el permitir que una sola gota se desperdiciara le parecía herejía. Xie Lian tomó asiento sobre su regazo de nueva cuenta y, ayudado de las piernas frotó su virilidad contra la ajena, al mismo tiempo mordisqueaba las clavículas y con la mano libre jalaba uno de los pezones más, esa forma de hacerlo… le pareció al supremo… ¿Qué no era justo como cuando su Gege había perdido la memoria? ¿Cuándo aplanó, masajeó y jugueteó con la perla roja que tiene trenzada en el cabello? ¿Es que acaso estaba siendo reprendido por sus actos? Porque si, no son movimientos similares, dio las mismas vueltas, idénticos roces y todo en iguales proporciones. Curvó los labios hacia arriba, tal parece que su persona amada ponía mucha más atención de lo que parecía a esos detalles o es que, ¿acaso le había seducido con ellos? ¿Qué pensamientos tendría entonces? El oficial viajó a la oreja mordiendo el cartílago caliente y chupó el lóbulo. Deslizó la mano por detrás de la cabeza y masajeó la nuca y la parte alta de la espalda, de vez en cuando jugó con algunas hebras de cabello rebelde. Si Hua Cheng era salvaje, Xie Lian era más como un conquistador sin permitir que algo se interpusiera en su camino pero de forma tan caballerosa que daba la impresión de pedir permiso para todo, siempre tan misterioso. Los labios del príncipe recorrieron todo el torso pero se dedicaron más al bien formado abdomen donde podían advertirse esos suaves pero trabajados músculos que ofrecían resistencia y no se hundían con facilidad, una sensación gloriosa, definitivamente y en un montón de sentidos, Hua Cheng era dueño de una figura envidiable. No solo era aterradoramente apuesto, insensatamente sensual e increíblemente irresistible, era tan varonil que era difícil imaginar el cómo Xie Lian fue embrujado a tal grado por el cuerpo de tan evidentemente otro hombre. Una chica no se sentiría de está manera, ¿siempre había tenido este tipo de inclinación o era San Lang el responsable? ¿Importaba ahora? Quizá si, después de todo sería feliz si pudiera decir al mundo que Hua Cheng había logrado lo imposible contra toda posibilidad y aún así, su alma tan llamativa, intensa y violenta pero llena de sensatez fue lo que le había enamorado. Dianxia hizo algunos movimientos más con su cuerpo buscando el placer del otro pero francamente no llegó ni de cerca a provocar lo que le hicieron a él mismo, ¿la razón? La experiencia sin duda, no es lo mismo estar en dominio de alguien a ser el que tenga la autoridad. Se quedó sin ideas muy pronto y derrotado se dispuso a preparar la entrada de Hua Cheng más este se libero de su agarrare.

 

—Gege no debe tocar eso.

 

Y ahí va otra vez esa necedad. ¿Porqué a veces no lo dejaba comer un bollo que al final Hua Cheng terminaba devorando? Y como ese podía citar miles de ejemplos. Pronto cayó en cuenta, ¿no se lo había dicho ya en el caso de Ban Yue? Está sucio. Para Xie Lian no era el caso pero sabía de antemano que no obtendría su aprobación. Suspiró profundamente, ¿y ahora? La parte más sensible en su anatomía no podía aguantar más, tal parecía que volvían al inicio pero como si adivinaran sus pensamientos, Chengzhu dirigió aquella columna de cuarzo rosado a esa pequeña boca situada en su retaguardia, se abalanzo hacia ella. Un fluido cálido se hizo evidente para Xie Lian que gritó alarmado.

 

—¡Sangre! ¡Estás sangrando San Lang!

 

—Estoy bien Gege.

 

El oficial se dejó caer en su pecho, frustrado, apretando puños y dientes.

 

—¿Porqué eres así? ¿Cómo puedes ser tan tonto? Siempre te lastimas por mi culpa. Te sacrificaste cuando casi me maldije a mi mismo, renunciaste a la divinidad, perdiste la vida más de una vez y todavía… ¿no entiendes cómo me siento? — una mano acarició suavemente su cabeza.

 

—Gege debe permanecer puro para siempre, no debe mancharse con cosas como esta.

 

—Hace mucho que estoy sucio. El ser una ingenua y tierna princesa no es algo que me siente.

 

—¿Quién espera que lo sea? No fue eso lo que llamó mi atención en primer lugar.

 

—¿Llamó tu… atención? Es cierto, jamás me has dicho cuándo…. Bueno… cuando…

 

—¿Me enamoré de usted? ¿No lo adivina? — el mayor se reincorporó para mirarlo y negó enfáticamente — ¿Recuerda el día del festival? Bueno, ¿cómo podría olvidarlo? Estaba harto, los odiaba a todos y quería arruinar algo que parecía hacerlos tan felices así que decidí suicidarme.

 

—Por eso… ¿subiste a la muralla?

 

—Si pero, todo cambió cuando Dianxia dio ese increíble salto, como si hubiera bajado de mismo cielo, aún me pregunto si usted no nació como un dios y bajó para convivir con los mortales — el otro se sonrojó — No podía ver su cara por la máscara pero aún así algo, yo solo quería estar más cerca, comprobar si era real o una alucinación… tenía miedo de despertar del sueño pero no podía evitarlo, no lo pensé y caí, fue entonces que usted me salvó, cuando me sostuvo en sus brazos supe que no era fruto de mis desvaríos y decidí que lo seguiría por siempre. Dianxia usted me dijo que si no podía encontrar una razón para vivir lo hiciera por usted.

 

—¡Ah, San Lang! — exclamó avergonzado — ¡No puedo creer que haya mencionado algo así!

 

—Lo hizo Gege pero debe saber que incluso antes de eso yo ya le había dedicado mi vida.

 

—¿Eh?

 

—Es solo que al recibir su permiso aquella vez cambió también mi futuro y destino, me convirtió en el hombre que soy. Su existencia es toda la esperanza que necesitaba. Aún si no me hubiera dedicado una mirada, cuando ignorara mi presencia, incluso si fuera destruido por su causa estaría satisfecho. Sin embargo, usted no solo llenó mi corazón, lo desbordó correspondiendo mis sentimientos. ¿Entonces cómo podía yo desear menos que la virtud para usted? Se lo he repetido muchas veces, si ha de pecar, yo cargaré con sus crímenes por eso Dianxia, solo deme todo su amor.

 

Las piernas de Hua Cheng se cerraron sobre la cadera ajena, la entrada de este no ofrecía resistencia y así, haciendo caso a la petición de su creyente, Xie Lian le envistió con ímpetu, se ensartó como si tuviera un mayor alcance, incluso más allá del humano aunque eso claramente estaba en su cabeza, golpeó repetidamente todo cuanto estuvo a su disposición y para eso el supremo también brindaba su ayuda, moviéndose como no se creía posible. Ambos suspiraban y respiraban agitados. Xie Lian podía escuchar nítidamente los gemidos del otro que no intentaba disimular, como si tuviese la intención de hacerle conocedor de lo bien que lo estaba haciendo, como si su objetivo fuese inflamar su ego. Si, Hua Cheng se retorcía en su poder; si daba una estocada hacia arriba era la dirección que tomaba ese espectacular cuerpo, si iba hacia abajo le seguía… un compañero en todo momento porque también Xie Lian danzaba en la palma de sus manos y eso lo sabía muy bien. Sonrió cuando su semilla dejó su cuerpo y se dispuso a retirarse pero las piernas del fantasma le apretaron más fuerte.

 

—Todavía no Gege.

 

—Que ya no estés sangrando no significa que estés bien, debes descansar.

 

—San Lang no está satisfecho.

 

Xie Lian no pudo contener una carcajada, sin duda estaba siendo tan irracional. Hua Cheng solía reprender a E-ming cuando actuaba infantil pero justo ahora no era diferente. Sin embargo, a nadie le hacía daño el cumplir sus caprichos así que volvió a la acción, cuando volvió a llegar al clímax quiso escapar de nueva cuenta pero fue impedido.

 

—Aún no Gege.

 

Bueno, ¿qué tanto esperaba? Dianxia ladeó la cabeza confundido, esperando una respuesta que jamás llegó. Pensó un poco, tal vez estaba siendo injusto, cuando estaban en roles invertidos Xie Lian había pedido más también. Se ruborizó y tosió ligeramente. Bien, ¿cuál era el límite? ¿Cuatro veces? ¿Cinco? Más o menos, si después de eso Hua Cheng no le liberaba ya pensaría en algo…

 

—Gege… ah… ah… San Lang aún no…

 

¡¿Pero de qué demonios está hablando?! ¡Es evidente que ya ni puede respirar! Aunque no necesite hacerlo. El cuerpo ahora completamente desnudo de ambos está perlado en sudor y ya ni hablemos de quién está más mareado o menos consciente. ¿Tan mal lo estaba haciendo? Algo en su interior se encendió, ese orgullo de antaño cuando todavía era el príncipe de Xian Le, el que podía hacerlo todo. Si o si era la última ronda aunque… hacia mucho había perdido la cuenta del número. Hechó mano a todas sus habilidades como dios marcial y se dedicó en cuerpo y alma al ataque, sin dar una milésima de segundo como tregua, llevando al límite su resistencia física.

 

—¡AH DIANXIA!

 

Y con ese potente grito por fin Hua Cheng se quedó dormido, en cuanto a Xie Lian… terminó desmayándose en el acto y cayendo sobre su esposo. No era la primera vez que le pasaba algo así pero siendo el del rol activo… no sabía si reír o llorar pero de menos agradecía que su pareja no lo hubiese visto. De esa manera los dos durmieron abrazados, ajenos al resto del mundo que no podría importar menos.

 

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Xie Lian tenía una expresión descompuesta, estaba harto de tener que cubrirse la cara con una pañoleta aún si era de seda. Que la gente le hablara con total falta de respeto, de tener que conformarse con las sobras y verse forzado a vender los tesoros que creía poder coleccionar, toda la vida le hastiaba de sobre manera. Hoy había sido como otros días muy difícil y apenas había conseguido algo de dinero, contado pero honrado. Llegó a casa en compañía de Feng Xin y Mu Quing siendo recibidos por su progenitora. Pronto les puso un cuenco con algo extraño sobre la mesa y el sonrió forzado.

 

—Gracias madre pero creo que iré a dormir estoy cansado.

 

Se levantó rumbo a su habitación. Una voz de quién sabe dónde le gritaba: ¡No seas idiota! ¡Aprécialo! ¡Comparte este valioso tiempo! ¡Aprende de ella una receta familiar porque podrías jamás tener otra oportunidad! ¡Te arrepentirás! ¡TU GRAN IDIOTA!

 

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Xie Lian abrió los ojos exaltado, no importa lo mucho que implorara en sus sueños, jamás obtendría esa receta familiar que ahora anhelaba tanto. Si en ese entonces no hubiera sido tan inmaduro habría podido cocinar algo con su madre pero ahora ya no tenía una familia con la cual compartir ese vínculo. Suspiró abatido y pronto se dio cuenta de su amante que lo contemplaba embelesado, por un momento temió que le preguntase el motivo de su tristeza y que, fue la razón de que haya pedido ayuda para cocinar en primer lugar así que buscó distraerle.

 

—¿Qué haces San Lang?

 

—Admiro a mi dios en su altar, ¿no puedo? — preguntó travieso.

 

Menos mal que en la reconstrucción del santuario, este había terminado mucho más resistente porque el anterior no hubiese soportado tanto castigo. Pensándolo bien le sorprende que Hua Cheng lo hubiera hecho de todas maneras, un sagrario no era pasa usarse de esa manera y ahora que todo volvía nítidamente a su cabeza, la pena le embargaba con violencia, por suerte fue salvado por un gruñido de su estómago.

 

—¿Le parece a Gege que vayamos a desayunar?

 

¡¿Desayunar?! ¿Qué acaso la visita de Hua Cheng no había sido durante la mañana? ¿Cuántas horas estuvieron…?

 

—San Lang…

 

—¿Si?

 

—Nosotros, ¿cuánto tiempo… tu sabes?

 

—No estoy seguro.

 

—Debieron ser muchas horas, es de día otra vez — dijo con pesar.

 

—Sobre eso, lo lamento, me excedí.

 

—¿Porqué te disculpas?

 

—Gege se desmayó por tres días.

 

Xie Lian iba a gritar ¡¿Pero qué rayos?! Pero quedó en shock con una expresión desencajada, luego la angustia se apoderó de su ser.

 

—¿Y estuviste cuidando de mi todo esté tiempo?

 

—Mmm.

 

—¿Te sientes bien?

 

—Pues no me moví para no despertarlo pero me siento muy bien.

 

—Menos mal — suspiró aliviado — Entonces, ¿cómo es que estamos vestidos? — el otro sacó una de sus mariposas plateadas — Ah…

 

—Jamás permitiría que Dianxia pesque un resfriado. ¿Entonces vamos a comer Gege?

 

—¿Crees que la comida aún sirva?

 

—Es un platillo que aguanta mucho. La ensalada la hice para complementar y seguramente los ingredientes ya no estén tan frescos pero, el arroz y el aderezo son algo que mamá preparaba en mi cumpleaños y como no había mucho dinero la comida debía resistir varios días — Xie Lian se lanzó en un abrazo — ¿Gege?

 

—Si es de tu madre y tu la hiciste… como eres mi esposo, ¿es una receta familiar?

 

—Mmm.

 

—¡San Lang!

 

El dios le estrujó cada vez con más fuerza. Xie Lian había perdido para siempre la oportunidad de aprender de su madre pero, quizá en un futuro si podía reunirse con ella, podría decirle que había encontrado a alguien que le hizo sentir que estaba en casa una vez más y que le brindó la calidez de una familia, que lo amaba. Quería compartir con ella toda su felicidad, ya no habría más secretos. Le diría que esperaba que ella le consolara en sus brazos, que su comida no era tan buena pero que juntos podían aprender, que no siempre tenía la respuesta a las cosas pero había encontrado a un hombre que si las tenía todas, alguien en quien confiaba ciegamente y que definitivamente debía conocer al ser que le dio la vida.

 

«—Estoy seguro de que te gustará mucho San Lang.»

 

Hua Cheng se puso en pie y le ofreció una mano galante para ayudarle a llegar a la mesa, Xie Lian la tomo y cuando dieron unos pasos, para conmoción de ambos, el supremo cayó apoyado sobre su rodilla derecha, eso sí, en una posición muy galante.

 

—¿San Lang?

 

—Lo lamento… no creo poder caminar.

 

Cuando Xie Lian cayó en cuenta del significado de sus palabras, junto las palmas de las manos a modo de oración y se inclinó repetidas veces.

 

—¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!

 

—No se preocupe Dianxia, era algo que esperaba del más grande dios marcial de todos los tiempos — dijo orgulloso, pero cuando alzó la vista no había nadie ahí, Xie Lian se había echado a correr — ¿Gege? ¡No huyas, está bien, es mi culpa, Gege!

 

El supremo chasqueó la lengua y agarró fuerza de solo sabrá el dónde porque de inmediato emprendió la persecución. No habría poder en el mundo que los hiciera alejarse de nuevo y aunque estaba satisfecho de estar lleno de su Gege, definitivamente no quería hacer algo así de nuevo… al menos en el futuro cercano. Después de todo Xie Lian era todavía muy inexperto y Hua Cheng… no tenía autocontrol.

 

 


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