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En las garras de la muerte... por Darkneko

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Notas del capitulo:

hola, perdón si me retrase... estaba actualizando otros fic... gomen u_u... bien aqui esta el primer capitulo ahora si... este no es tan corto como el prologo... espero les guste...

Naruto vuelve a la aldea por un recuerdo de su madre... al volver todo esta hecho un caos, un hombre moreno le salva de ser asesinado a manos de un aldeano y conoce a su nuevo dueño, ¿que pasara con él?...

naruto es propiedad de Kishimoto-sensei...

     - Buenas noches… señor… hisashiburi… - saluda cortésmente con un sonrisa en los labios, mientras a sus espaldas los otros tres esperaban sus ordenes, sabían lo que sucedería, desde el momento en que llegaron, la sangre que olieron hace tiempo y por el cual regresaban dos de los presentes detrás del peliplateado ya no se encontraba en la aldea, solo esperaban la señal. 

     - ¿Dónde está esa estúpida?... le dije que viniera después de 7 años… ¿qué tanto esta haciendo?... – se preguntaba por lo bajo el hombre al ver a sus invitados especiales a la espera de algo. 

     - Hola señores, hace tanto tiempo… pero no se queden en la puerta, pasen, pasen… - ofrecía nerviosamente, que tal si la mujer murió y el niño con ella, la aldea estaba perdida, cualquiera que fuese la respuesta, no les agradará a sus invitados. 

     Los cuatro entraron, el mayor de todos se sentó en un sillón siendo seguido por dos pelinegros mientras que el sujeto de ojos verdes se mantenía de pie detrás del mayor, con sus brazos cruzados y con una mirada de superioridad, fría como nada, llena de muchas emociones y ninguna de ellas era placentera, escrutaban el rostro del hombre, buscando un indicio para comenzar con el ataque o simplemente para evitar que mintiese. 

     - Bien, no me gusta andar con rodeos… iré directo al grano… ¿dónde está el niño?... – su semblante tan apacible como desde el momento en el que lo conoció, esa mirada que no muestra ninguna emoción le hacía sudar frío. 

     - ¿Ah?... ¿qué no esta en su casa?... – decía intentando zafarse de lo que había hecho años antes, ahora pagaría las consecuencias de sus actos. 

     - Gaara… - fue lo único que pronunció el peliplateado con su usual tono neutro de voz, el hombre de ojos verdes en un movimiento demasiado rápido que el jefe de la aldea no pudo ver ya lo tenía aprisionado con una de sus manos en el cuello del hombre, alzándolo por encima de su cabeza, sin siquiera hacer el mínimo esfuerzo. 

      El hombre sujetaba con sus manos la muñeca de aquel joven de cabellos tan rojizos como la misma sangre quien no se inmutaba por las marcas de las uñas al enterrarse en su piel, intentando soltarse de aquel agarre el cual le estaba sacando el aire tan necesario para sus pulmones, sus ojos comenzaron a fallar haciendo la vista nublosa y su mente comenzaba a decaer, producto seguramente de estar a punto de caer en la inconciencia. 

     - Solo lo repetiré una vez más… ¿dónde esta el niño?... – pregunto sin dejar de ser el tono de su voz neutro, sin embargo, la mirada venía carga de fastidio. 

     - N… no… no lo se… se fue… el niño y su madre se fueron esa noche de la aldea… -  contestaba el hombre con dificultad por el agarre en su cuello que ahora se apretaba un poco más, dejando que el poco aire que le quedaba escapara de su cuerpo, impidiéndole la respiración exitosa. 

      - No mientas… ella no parecía ese tipo de personas… creíste que si no estaban no me daría cuenta… pero que imbécil resultaste… - su voz sonaba neutra pero a la vez con un tono tan lúgubre que por momentos el hombre pensó que morir sería la mejor opción. 

      -  No de verdad… lo digo de verdad… por favor perdónenme la vida… le pedí que se quedará pero no quiso… - de verdad no sabía que decir para salir de aquel aprieto en el que se encontraba, lo más importante, que les había pasado y que les pasara a ellos si no llegan. 

     - Gaara, suelta a la basura que traes entre las manos y ve junto con Itachi y Sai a destruir el pueblo… que no quede nada en pie… - acto seguido los tres desaparecieron dejando caer al hombre al suelo, mientras afuera los gritos de la gente huyendo y el olor a la sangre no se hicieron esperar. 

     - Tú te lo buscaste… - espeto el peliplateado antes de salir por la puerta con toda la calma del mundo a ver que travesuras hacían sus pequeños y procurar que ningún estúpido humano lastime a sus pequeños. 

     En las profundidades del bosque unas pequeñas orejas de se erguían de sobremanera sobre una pequeña cabecita rubia, el pequeño cuerpo se encontraba entre los árboles y matorrales agazapado hasta que un ruido llamo su atención, sus manos en ese momento se detuvieron de jugar con una flor que había encontrado arrancándola por el tallo, los pétalos blanco hacían contraste estupendo con el centro amarillo, la flor mas sencilla que encontró, se paró con la flor en manos cerca de su pecho y fue en ese momento que recordó. 

______________________ Flash back _____________________ 

     Un pequeño de 4 años corría con su madre, tomados de las manos, una roca hizo que el pequeño cayera soltando su agarre de las manos de su madre, quien sin pensarlo, tomo una vara cerca y se paró cerca de su hijo. 

      - Okâsan… - murmuro el pequeño mientras su madre peleaba contra un oso para protegerlo. 

     - Naruto… por favor levántate y corre, no te preocupes por mi, solo corre… - decía la madre mientras las fauces de la criatura rompía la vara entre los brazos de la mujer quien por el impacto termino en el suelo. 

     Sin pensarlo mucho, tomó a su pequeño y aunque estaba lastimada de una pierna, le levantó en brazos y hecho a correr, buscando un lugar seguro para su pequeño, era demasiado joven para morir, aun tenía algo importante que hacer, tenían que regresar a la aldea, de lo contrario esta perecería. 

     Encontró una cueva mientras que las pisadas del animal se escuchaban cada vez más cerca, el sonido de las ramas rompiéndose, el rugido del animal enojado, exigiendo a su presa, la mujer tomó una decisión no permitiría que esa criatura se comiera a su pequeño, aun le faltaba muchas cosas por ver, lo metió en la cueva y lo tranquilizo pues éste amenazaba con llorar. 

     - Naruto… no llores… shhh… quédate aquí… no te muevas amor… por favor, pase lo que pase, escuches lo que escuches, no salgas de aquí… cuando ya no escuches nada, puedes salir… tal vez no regrese… solo te pido que te aferres a la vida… ya te enseñe que bayas se pueden comer, donde esta el río, donde puedes dormir tranquilo, así que por favor prométeme que sobrevivirás pase lo que pase… te amo tanto…- posó un beso en la frente del pequeño que se limpio las lágrimas de sus ojos azules mientras asentía sin comprender muy bien a que se refería su madre pero le haría caso. 

     - Bien ahora escúchame con cuidado… cuando la luna se ponga roja corre lo más que puedas a la aldea y ve directo a un hombre de cabello plateado… pídele que perdone a la gente de la aldea… dile que harás lo que sea… y si te pide ir con él… ve… pero no lo olvides… - después de eso beso su frente por ultima vez y le acarició el rostro cuando el animal se acercaba a la cueva donde ellos se escondían. 

     Le hizo frente al oso, corriendo para distraerlo de su pequeño, cuando se encontró a una distancia prudente, sus pies no la sostuvieron más y cayó al piso, siendo víctima de las garras del animal, a lo lejos en una cueva un pequeño solo alcanzó a escuchar un grito desgarrador proveniente de su madre. 

_________________ Fin de flash back __________________ 

     Miro el cielo estrellado y se percato de que esa noche la luna brillaba muy roja, se sobresaltó y sin dejar la flor en ningún momento corrió rumbo a donde su madre le dijo que se encontraba la aldea, pero tardaría. 

     - Pero que tonto… como no me fije en la luna antes… espero no llegar demasiado tarde… gomen Okâsan… - se disculpaba mentalmente el pequeño rogando por todo lo existente el no llegar tarde, se sentiría muy mal si gente inocente muriera por su culpa. 

      Cuando llego a la aldea lo que observó lo dejo petrificado, decenas de cuerpos yacían cubiertos de sangre en el suelo, las expresiones de su rostro eran escalofriantes, sus ojos abiertos con las pupilas fijas en la nada, las bocas abiertas donde se podían apreciar unos hilos de sangre, brazos despegados de los cuerpos yacían en pequeños charcos de sangre, gente corriendo, personas gritando, todo un caos. 

      Sus orejas se agacharon hasta tal punto de quedar completamente ocultas entre su cabello alborotado y un poco largo, fue en ese momento que vio como un hombre con una coleta en amarrando su cabello, con unos ojos rojos como la sangre que estaba en el piso, con las manos de igual color y una mirada fiera le observó, deteniéndose con su presa en las manos, una mujer joven que suplicaba por aire, la mano del individuo se cerraba fuertemente alrededor de su cuello, dejándola sin poder respirar, lanzó a su presa lejos para acercarse al pequeño que no parecía tener miedo, aunque sus ojos decían lo contrario al igual que la tensión en el cuerpo, sus manitas estaban a la altura de su pecho hechas puños. 

      Al momento de sentir a ese hombre tan cerca cerró los ojos por acto reflejo esperando el golpe que de seguro le proporcionaría, su cola paso hacia delante como siempre que estaba asustado y no podía defenderse, la tomo entre sus manos y la estrujo, más el golpe nunca llego. 

      Observó al hombre que tenía en frente y su mano yacía muy arriba de su cabeza, miró hacia arriba y un aldeano que portaba un hacha que estaba a punto de partirle la cabeza en dos de no ser por aquella persona, lamentablemente detuvo al hombre hundiendo sus dedos en el cuello del aldeano, provocando que parte de la sangre que salpico al momento de retirar sus manos le mancho la cara. 

      - A quien buscas esta en aquella dirección y ten cuidado… - menciono el hombre. 

      - Arigato… - murmuro el pequeño quien se dirigía a un hombre que no se movía de su lugar, sus cabellos eran plateados, ese era el sujeto que le comentó su madre, se acercó a él y tomo con fuerza el pantalón desviando la mirada del mayor. 

     - Señor… ¿Por qué hace esto?... – preguntaba aun con sus orejas demasiado gachas como para notarse. 

      - Porque son unas basuras… - contesto sin ver al pequeño, su semblante seguía igual serio, con los brazos cruzados sobre su pecho. 

      - ¿Puedo hacer algo para evitar esto?... haré cualquier cosa… por favor deténgalos… onegai… - suplico el pequeño obteniendo de esta manera la atención del peliplateado, quien para sorpresa de sus hijos se coloco en cuclillas frente al pequeño. 

       - ¿Para que ayudarlos?... hace poco uno de ellos casi te mata, ¿no?... – pregunto curioso por el sacrificio del rubio. 

      - Si lo se… pero no por eso los demás tienen que morir… además es normal, soy un monstruo… - dijo con un hilo de voz y bajando su mirada hasta posarla en el suelo, su cuerpo comenzó a temblar producto de toda la fuerza que hacía para mantener sus ojos secos. 

     - Los únicos monstruos aquí, son ellos…- mencionó el mayor acariciando los cabellos rubios por los cuales unas orejas se irguieron al sentir la caricia. 

      - Eres tu… -musito el peliplateado. 

      - Gomen… si soy un monstruo después de todo… puedo dar mi vida a cambio de estas personas si lo desea pero por favor deje de lastimarlos… onegai… - y no pudo contenerse más unas pequeñas lágrimas surcaron sus mejillas, el mayor no lo pensó dos veces. 

      - Tu no eres un monstruo… los monstruos no se sacrifican por los humanos, menos después de cómo te trataron… - murmuro mientras tomaba al pequeño en brazos quien no se resistió en ningún momento, secó con cariño paternal sus lágrimas para después acariciar su espalda. 

     ¿Cómo era posible tal acto de sacrificio después de todo lo que los aldeanos hicieron? 

     El menor oculto su rostro en el cuello del mayor quien le abrazo con fuerza, ese niño le hacia actuar demasiado paternal, ¿Por qué? 

      - Sai… - llamo el peliplateado a uno de sus hijos que corría persiguiendo a dos aldeanos aterrados con una gran sonrisa en los labios, al momento de escuchar la voz de su padre, frenó su carrera y se plantó junto a él. 

      - Dime padre… - contesto haciendo una reverencia.

       - Tráeme al desgraciado jefe de la aldea… - murmuro con tal odio, acto seguido desapareció. 

       - Suéltame… ¿Qué quieres?... ya les dije que no se donde esta… - gritaba el hombre siendo arrastrado por el joven de nombre Sai. 

      - Aquí está padre… - mencionó aventando al hombre a los pies del mayor quien sostenía al rubio entre los brazos como si este fuera la más delicado que existiera. 

      - Bien sigue jugando en lo que hablamos… - acto seguido el pelinegro desapareció. 

      - Ya les dije que no se donde esta… - grito el hombre desperado. 

      - Ya lo tengo en mis manos, pero por tu descuido todos morirán… - concluyó el mayor, pero sus palabras murieron al escuchar la angelical voz de la criatura en brazos que salió de su cuello al escuchar aquellas palabras. 

      - Onegai… no… si alguien debe de morir… es un monstruo como yo… onegai… déjelos… - murmuro mientras que las lágrimas comenzaba a abultarse de nueva cuenta en sus orbes azules. 

      - Tu… - murmuro el hombre. 

      El peliplateado puso al pequeño en el suelo, el cual se dirigió con pasos cuidadosos a donde el hombre lloraba de impotencia al ver su aldea destruida y la mayoría de los aldeanos muertos, las pequeñas manitas temblaron viajando en el aire cerca del rostro del hombre, siempre que intentaba tener un contacto con alguno de la aldea le golpeaba, por eso tenía miedo, sin embargo, ya no había marcha atrás, limpio con cariño las lágrimas del hombre que quedo boquiabierto por la calidez del acto, además de la delicadeza con la que lo hacía, aunque sus manitas temblaran, sujeto al hombre por ambas mejillas y con una tierna sonrisa le dijo. 

      - Descuida… ya estoy aquí… lamento la demora… pero no tengo idea de cómo contar el tiempo… por mi culpa a sufrido mucha gente… pero descuida ya todo estará bien… lo prometo… - su voz era tan suave, las lágrimas suplicantes de perdón hicieron su aparición en aquellos bellos ojos azules como el cielo. 

      - Onegai… mi vida por la de ellos… onegai… - rogó regresando a brazos del peliplateado que le alzo de nuevo con el mismo cariño, momentos después ya tenía nuevamente su rostro oculto en el cuello del mayor mientras su cuerpo era presa de los espasmos provocados por el sollozo. 

      - Y esta es la aberración a la que te referías… míralo… después de todo lo que le hicieron tu y tu gente, regresa a salvarles el pellejo… ¿Quién es la aberración aquí?... – pregunto con cierto veneno en la voz sin dejar de tener un tono neutral, mientras acariciaba la espalda y los cabellos del pequeño que mantenía sus manitas en el pecho del mayor. 

     - Naruto… yo gomen… arigato por salvarnos… - fue lo único que pudo pronunciar el hombre, las lágrimas de culpabilidad le rodearon, ese pequeño tenía una capacidad increíble para perdonar, le debían la vida y ahora no podrían pagárselo porque de seguro esa misma noche perdería la vida y era muy probable que ese niño lo supiera y aun así se sacrificó. 

      - Gaara, Itachi, Sai… ya tenemos el regalo de Sasuke… llévate un aldeano para que coma y marchémonos de aquí estos humanos son despreciables… - mencionó el mayor a la par que salía de la aldea con el niño en brazos, que mantenía su cabeza oculta en el cuello del mayor, sus orejas gachas y su cola inerte alrededor de su cintura, clara evidencia de que tenía miedo a lo que fuera a pasar. 

      Partieron rumbo a casa, con el pequeño en brazos que rápidamente se quedo dormido al sentir el cuerpo contrario, al parecer hace mucho tiempo que no se sentía cobijado bajo ningunos brazos. 

      - Padre… Sasuke tendrá que compartir… - mencionó Sai mirando el rostro del pequeño quien se encontraba placidamente dormido cual bebe en los brazos del mayor. 

       - Tendrá que… pero él será quien lo pruebe primero… - sentenció el peliplateado cuando se encontraban cerca de su mansión del otro lado de una colina, una casa realmente grande donde al ser divisados en la cercanía las puertas se abrieron para ellos. 

       - Buenas noches… ¿se divirtieron?... – preguntaba un joven con marcas rojas en sus mejillas, con unos pequeños colmillos afilados sobresaliendo de su boca. 

      - Si gracias… Kiba… por cierto… necesito que lleves un tufón al cuarto de Sasuke… trajimos su regalo… también necesito la tina con agua caliente y aromas, tengo que ponerlo presentable… ya sabes como es… - comentaba el peliplateado mientras que el castaño recogía los abrigos de sus señores y asentía a las ordenes que le daban. 

      - El señor Sasuke se encuentra en su habitación gusta que le vaya a llamar… - ofrecía cortésmente una joven de cabellos castaños y ojos de un castaño muy oscuro. 

      - Deja llevo al pequeño a bañar, llámale cuando me retire… dile que Itachi tiene su cena, solo falta él… con tu permiso… - y con el pequeño en brazos aun dormido marchó rumbo a su habitación. 

       En el cuarto del menor de sus hijos un joven de cabellera oscura y una mirada de igual color esperaba recostado en su habitación, por ordenes de su padre no podía salir de la casa a menos de que estuviera acompañado su estado era delicado ya que podía perder el control en cualquier instante, estaba fundido en sus pensamientos cuando el sonido de la puerta lo distrajo. 

     - Sasuke-san, ya le trajeron la cena… Itachi-san la trae, ¿gusta bajar o se la traigo aquí?... – preguntaba la castaña. 

       Como respuesta recibió un bufido molesto, siempre le molestaban cuando se encontraba pensando, pero en fin hacía días que no comía, un aldeano insípido le vendría bien. 

      El sonido que produce la cama cuando un cuerpo se levanta hizo su aparición, logrando que la joven que se encontraba esperando frente a la puerta se moviera un poco para permitirle el paso al menor de los señores. 

       Cuando se marcharon rumbo a las escaleras, ya que su cuarto de encontraba en el segundo piso, fue la señal que Kiba esperaba para entrar en la habitación y colocar el futón del otro lado de la cama de Sasuke, ya que por lo visto, lo que traían en manos y al juzgar por las orejas y la cola, era la nueva mascota del pelinegro, lo que le recordaba a Kiba sacar los cadáveres de las anteriores, cosa que hizo después de acomodar el tufón, una frazada y una almohada para mayor comodidad de lo que ahora sería parte de su responsabilidad hasta que Sasuke se hartara de ella y la matará como a las anteriores. 

      En el cuarto de Kakashi, el agua caliente estaba llena de burbujas, una joven de cabellos azulados y ojos de un extraño color azul llegando a ser casi blanco le trajo la ropa que le pidió para el pequeño quien el peliplateado se había encargado de despertar y ahora estaba chapoteando en el agua feliz por ser el primer baño con agua caliente y jabón. 

      - Pronto te presentaré a tu nuevo dueño… - le decía mientras que le tallaba con cariño la cabeza, sacando más brillo a su hermoso cabello, mientras él hacia burbujas con sus manos y asentía a lo que le decía el mayor, tratando de prestar mucha atención. 

      - Ahora… te voy a pedir que sigas estas reglas que te diré a continuación… - comento al echarle agua en el pelo para sacarle el jabón restante. 

      - Hai… - decía el pequeño con una tierna sonrisa y un evidente sonrojo por ser la primera vez que alguien le trataba tan bien. 

      - Lo primero que te pido es que no le mires a los ojos, eso le molesta, mantén tu mirada siempre en el piso, de lo contrario te puede lastimar… - comentó al recordar cuantas veces le habían llevado a otros niños o mujeres para que le hicieran compañía y todos terminaron muertas a manos del voluble de su hijo pequeño. 

      - Segundo… no hables… y no importa como te lastime… no grites… si lo haces perderás la vida al instante… si te llega a lastimar, ya sabes donde esta mi habitación entra que yo te cuidaré, no es necesario que toques a la puerta… - comentó por precaución en realidad esa pequeña criatura que tenía grandes vestigios en sus ojos de una soledad y tristeza infinita a la vez de un brillo de felicidad incomprensible, definitivamente un ser muy especial, pensó. 

      Secó al pequeño con gran cautela, cepillo tanto su pelo que al estar secó se volvió rebelde, como sus orejas y su cola, esta más difícil por ser demasiado esponjosa, pero al final estaba todo su cabellos al igual que el pelaje que le cubría la cola y las orejas se encontraba brillante, su rostro estaba adornado de una hermosa sonrisa y su piel lucía tan suave que daban ganas de tocarla. 

      - Por último… nunca le desobedezcas… ni a él ni a ninguno de los que nos acompañó a la casa, quedó claro… - al momento de que el pequeño asintió feliz un grito desgarrador se escuchó por toda la casa, era el grito del aldeano que habían traído y eso significaba que Sasuke se encontraba cenando. 

      - ¿Te gustaría comer algo antes de que te vea?... – pregunto mientras que el pequeño trataba de no despelucar su cola entre sus manos, su mirada brillo con temor, no entendía cual sería su destino de ahora en adelante, el único consuelo que tenía era saber que gracias a él estaba la aldea a salvo. 

      - Hai… - y otro grito seguido de un crujido se hizo presente, lo que obligo al pequeño ya vestido a asirse con fuerza a la camisa de botones de color vino que traía en esos momentos el mayor, temblando inconcientemente, el mayor correspondió el abrazo, y pedía que esa criatura le agradara a su hijo. 

      El pequeño salió vestido con una camisa blanca y unos pantalones cortos de color beige, unos pequeños zapatos junto con unas medias pequeñas cubrían sus pies, sus orejitas permanecían gachas y su cola yacía enroscada entre sus piernas por el temor de aquellos gritos guturales que aun no se borraban de su memoria. 

      Llegaron a la cocina donde un joven de robusta confección estaba preparando algo para el niño, le ofreció el plato y pudo ver varios fideos, esa comida era nueva para él tenía agua, un agua de color anaranjado llegando a rojo, lo miró desconcertado un momento y luego levanto su vista al mayor que traía una copa con algo rojo en sus manos. 

      - ¿Qué es esto?... – pregunto apuntando al plato que tenía enfrente. 

     - Se llama ramen… es comida… pruébala… - sorbió un poco del elixir rojo que contenía su copa y miró al pequeño que no comía. 

      - ¿No tienes hambre?... – preguntó, el pequeño asintió y le miro con un sonrojo adorable en sus mejillas para después bajar la mirada y pronunciar en un susurro. 

       - No se como se come… siempre he comido carne cruda, gusanos y plantas que hay en el bosque… nunca he comido este tipo de cosas… ¿Qué son estos?... – pregunto tomando los palillos con las manos. 

      - Mira… pruébalos… verás como te gusta… abre la boca… - le dijo mientras le quitaba con cuidado los palillos y tomaba algunos fideos con ellos acercándolos a boca del pequeño quien dudo un poco, pero al fin los comió con entusiasmo al sentir todos los nuevos sabores bailar en sus papilas gustativas, tuvo un pequeño estremecimiento de placer en su boca, cerró los ojos con fuerza mientras que una gran sonrisa se formaba en ellos. 

      - ¿Te gusto?... – pregunto animado el del pelo plateado al igual que el sujeto regordete. 

      - Hai… - pero al no saber usar los palillos tomo el gran tazón con sus manitas por los lados y meciendo los pies en el borde de la silla puesto que no alcanzaba el suelo sorbió todo el contenido de un sorbo, haciendo que pequeñas gotitas cayeran de la comisura de sus labios. 

      Fue en el preciso momento en el que colocaba el tazón en vació sobre la mesa, cuando una gota del cadillo resbaló por sus labios hasta perderse por su cuello mientras que el otro lado era limpiado con su lengua, que el menor entró a la cocina limpiando el resto de su cena con  una servilleta, cuando llegó observó al pequeño dejar el tazón y lamer sus labios al igual que esa gota, no supo ni como o porque pero con un movimiento rápido, ya estaba con el niño, lamiendo la gota desde el cuello hasta los labios, el rubio no podía moverse, se quedo petrificado al sentir el contacto. 

      - Bien parece que ya conoces a tu mascota nueva…  - comentaba el peliplateado al ver la escena del menor de sus hijos. 

      El pelinegro con destellos azules no dijo nada, simplemente se observó con detenimiento, esperando alguna señal de debilidad que le hiciera despedazarlo en es mismo instante, pero la acción del pequeño de sorprendió después de salir del asombro al lamerle el cuello hasta la comisura de la boca, le sonrió llevo sus ojos hacia delante, tomó nuevamente el tazón vació y lo coloco a la altura de su cara. 

       - Es ramen… ¿verdad que sabe rico?... – mencionó con los ojos cerrados y con una gran sonrisa en los labios, sus orejitas se habían erguido y su cola estaba siendo meneada con entusiasmo. 

      - Bien Sasuke… el es Naruto… ya acomode las cosas para que durmiera en tu habitación… trátalo bien… - fueron sus últimas palabras hacia el pelinegro. 

      - Naruto… recuerda las reglas… el es tu nuevo dueño… del que te hable… - le revolvió con cariño sus cabellos dorados provocando que su sonrisa se ensanchara y la cola se animara en sus movimientos, cuando el mayor salió de la cocina fue seguido por el ojiazul con los ojos hasta que se perdió de vista. 

      Sasuke no dijo nada, le miraba asombrado como una criatura no podía tenerle miedo a él, el inmortal más temido por todo el mundo, que con una sola mirada puede matar, pero ahí estaba el pequeño sonriendo a pesar de saber que podría morir en cualquier momento o no lo sabía. 

      - Sasuke… ya veo que encontraste a la preciosura que te regalo nuestro padre… yo quiero una así… - mencionaba Sai una persona perecida a su nuevo dueño pero con el pelo mas corto y sus ojos brillaban amarillo en ratitos, mientras que los de Sasuke brillaban rojos al enojarse como en ese momento. 

      Sai abrazo al pequeño por el cuello, que no hacía nada siguiendo las ordenes del peliplateado, el pelinegro de Sai miro al peliazul de Sasuke desafiante mientras con una mano tomo la barbilla del rubio y lamió una de sus mejillas, provocando que el menor se tensara y cerrará el ojo donde le fue dada la caricia. 

      - Padre dice que tienes que compartir… - sentenció recorriendo el cuerpo del pequeño. 

      - Yo sabré que hago con mis cosas… - dicho esto tomó al pequeño y lo llevo arrastrando hacia su habitación bajo la mirad divertida de Sai. 

      Sus manos le dolían el agarre de Sasuke sobre sus muñecas le estaban doliendo pero recordó que no podía quedarse, eso no evito que las lágrimas se agolparan en sus ojos, siendo visto todo bajo una mirada roja, una negra y una esmeralda, cuando llegó a la habitación introdujo de manera brusca al pequeño quien cayó de bruces al suelo, conteniendo el llanto por petición del peliplateado. 

      El moreno le miró indiferente por unos segundos, para después con la misma velocidad que antes, tener preso con una de sus manos la garganta del pequeño quien no se resistía en absoluto a pesar de costarle respirar, Sasuke frunció el ceño molesto y abrió la boca dejando ver sus afilados colmillos, aflojo un poco el amarre y le tomo por la nuca haciendo con facilidad su rostro hacía un lado para dar paso a su cuello y se acercó hasta él, con claras intensiones de marcarlo y probarlo de una vez.

Notas finales:

que les parecio? las cosas mejoran después de tanto tiempo y al parecer su nuevo dueño ya quiere despojarlo de la vida... porque kakashi se comporta como un padre y que relacion tienen las demás personas con esas criaturas... bueno algunas cosas se esclareseran en el siguiente capitulo, hasta entonces... me despido... cuidense mucho, matta ne...


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