Prólogo
“Dicen que si haces ciertos hechizos…cosas buenas te pasan”
Mi hermana Haly es una fanática de las cosas esotéricas y toda esa sarta de tonterías, yo simplemente creo que debe ser una estupidez, a mis 17 años de edad, no creo en esas boberías, ni creeré jamás.
Por lo menos eso creía .
Haly como siempre tan molesta, un día me llamó, quería que le pasara un libro que estaba en una de las repisas más altas del sótano. Bajé sin ganas y maldiciendo todo lo habido y por haber, ella perfectamente podría alcanzarlo, ya que somos de la misma estatura, pero no quería llenarse de polvo. Agarré unas cajas y me subí sobre ellas, cogí el libro sin ganas, era bastante pesado, parecía hecho de cuero de algún animal y en la portada se leía perfectamente “Kizu”. Haly gritó emocionada, era un libro rarísimo que nuestra abuela nos había dejado como herencia, por lo menos, se lo había dejado a mi “linda” hermanita. Cuando me disponía a subir las escaleras, escuché un tipo de lloriqueo. Pasaba que el mencionado libro estaba cerrado con un candado ancestral, era de metal y estaba totalmente oxidado. Tomé el libro y miré despectivamente a mi hermana, subí las escaleras y me dirigí a mi habitación, si no se lo habría, dentro de unos pocos minutos habría un montón de gritos “alegrando” el “dulce” ambiente de mi hogar.
Tiré el libro sobre mi escritorio, lo miré de nuevo, sentía algo extraño cada vez que lo veía, como calidez y tranquilidad. Moví la cabeza para sacarme esas sensaciones y suspiré, tomé un pequeño cuchillito y comencé a romper el candadito. Escuché un “clic” y el candadito se abrió, lo quité de las hastitas que lo mantenían unido al libro y me levanté. De pronto el libro se abrió en la primera página. Por inercia leí las primeras líneas en voz alta, las letras eran antiguas e iban apareciendo poco a poco.
“Aquel que libere al guardián de los sueños, una vida próspera y protegida tendrá”
Me sobresalté un poco, la puerta de mi habitación se cerró de golpe, las cortinas se corrieron y la luz desapareció, dejándome en una molesta y perturbadora oscuridad.
El libro comenzó a brillar, lo solté de golpe y me tropecé con algo que no logré distinguir y caí sentado. Sin querer un miedo se apoderó de mí.
Un ser alado comenzó a salir del libro, parecía un niño, vestido con antiguas ropas sueltas y un gran báculo de oro, cabellos violetas y lacios hasta los hombros. Cayó de rodillas apoyado en su báculo, las cortinas se abrieron dejándome apreciar mejor aquella criatura. Gatee hasta él, era muy lindo, parecía una chica de unos 15 años. Abrió sus labios y una melodiosa voz comenzó a salir de ellos.
- Mi nombre es Kizu, soy el guardián de los sueños y, hoy te declaro mi eterna lealtad…a ti… - me miró de pies a cabeza – Myle Aztraz.
- ¿Cómo…sabes mi nombre? – ese chico era realmente lindo…y ahora…más encima…me estaba jurando eterna lealtad.
- Es mi deber como guardián…saberlo…todo – sonrió.