Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Derríbame. por Antares_No_Cynth

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen al genial Masami Kurumada. Sin afán de lucro. 

Me encanta esta pareja, pero creo que es más bien a lo simbólico... Sólo he escrito tres fics de ellos, pero este especialmente fue divertido por dos razones, de las que por ahora sólo daré una: ¡adoro la canción! Se titula "Bang, bang" y es interpretada por Nancy Sinatra... Claro que, en este caso yo me refiero a la versión techno hecha por los Audio Bullys que quedó a pedir de boca.

Es una recomendación, por qué no.

En cuanto a la segunda razón, está al final del fic... No estoy segura del por qué, pero ahí queda.

¡Saludos!

Notas del capitulo: ¡Espero les guste!

DERRÍBAME (BANG, BANG).

Recuerdo esos días en que él seguía siendo mi dueño. Era como soñar despierto cuando sus manos me abrazaban por detrás, dejándome sorprendido por su fuerza y el olor varonil a una ducha recién dada después de los juegos rudos que él solía practicar. Su cuerpo, por esos tiempos, me resultaba enorme y lo era aun más su capacidad para llevarme a rastras por los pasillos hasta su habitación, mostrándome el nuevo auto en miniatura para su colección y después su cuerpo desnudo esperando algo de mí.

 

Y lo odiaba, oh, cómo lo odiaba. Jugaba conmigo con su morena desnudez a torturar a cualquier bicho que hubiera capturado durante el descanso después de la comida, lo llevaba a su habitación y de una a una le íbamos quitando sus patitas negras o sus alas de vivos colores que me llamaban a sonreír a pesar de la crueldad con que actuábamos y del final que me esperaba. La agonía de los insectos era el bálsamo que hacía más larga mi espera, pues sabía que después de su muerte tocaba a mi inocencia la misma suerte.

 

Una y otra vez, un día tras otro, sus manos tomándome por la espalda y su sonrisa de travesura ingenua; lo veía guapo a pesar de todo, pensaba que no era tan malo el dolor si yo seguía guardando silencio y hasta, algunas veces, me gustaba lo que él me hacía. Me gustaba que me hablara en italiano, una lengua tan distinta a la mía, tan distinta a la de todos los que ahí vivíamos; me gustaba porque sólo a mí me contaba historias de su tierra natal y porque sólo a mí me besaba con dulzura cuando me caía en una carrera al dormitorio y la tierra lastimaba mis rodillas.

 

Death Mask tenía cosas buenas, pensaba cuando era un niño. Ahora, ya no pienso que las tenga.   

I was five and he was six,
we rode on horses made of sticks.
He wore black and I wore white,
he would always win the fight…   

 

 

Sus manos lastimaban la delicada piel que cada día se emblanquecía más. Los rayos solares apenas si la golpeaban de vez en cuando, cuando se le ordenaba salir a comprar cualquier clase de necesidad gastronómica. Conservaba esa belleza nata que lo distinguía de los otros muchachos del internado y que lo hacía siempre especial; que sus amplias caderas se movieran tanto al caminar y que sus rubios rizos se encontraran siempre despeinados levantaban más sospechas sobre su de por sí dudosa moral.

 

-La gente hermosa no puede ser buena –decía la monja que impartía las clases de Ética mirando directamente al joven de femenina belleza-, la vanidad es el peor de los pecados.

 

Ninguno de los muchachos realmente prestaba atención. Todos buscaban algún favor con aquel desterrado por Dios, sin embargo se alejaban en cuanto distinguían los fuertes pasos de Death Mask acercarse, descubriendo la regla de oro del mundo: lo hermoso, lo bueno, sólo pertenece a los poderosos.

 

-Afrodita… -murmuraba el italiano cuando por las noches lograba meter a su amante en su habitación a hurtadillas, desnudándolo sin preámbulos y levantando sus gruesos muslos para una mejor visión de su siguiente paso.

 

Ya se había acostumbrado a los suaves jadeos del rubio, empero, desde hace sólo un par de semanas había notado algo nuevo en el comportamiento de su compañero de cama: el clímax de su pasión sólo lo conseguía cuando su propia mano acariciaba aquello que a Death Mask no le importaba dejar de lado. Como si a Afrodita un pene le sirviera de algo.

 

-Estás distante –dijo el italiano encendiendo un cigarrillo. Usualmente se dormía enseguida después del sexo, pero últimamente toda la rutina estaba cambiando.

 

-¿Sí? –el otro se levantó y tomó su ropa del suelo.

 

-¿Qué demonios haces? Se supone que los viernes te puedes quedar aquí, ¡no hay revisión matutina!

 

-No quiero quedarme.

 

Ahora eso. La rebeldía del guapo adolescente lo sacaba de quicio, llegando esta vez a su extremo de furia; se incorporó y le arrebató a Afrodita sus prendas, tirándolas de nuevo al suelo y tomando con ambas manos su cuello.

 

-¿Se supone que ahora harás lo que tú quieras, maricón?

 

-Mira quién lo dice, el maldito pederasta.

 

La fuerza adquirida gracias a los deportes obligatorios lo ayudó a zafarse del agarre, lo que no hizo que Death Mask desistiera y pronto lanzó un empujón que tiró a la cama al rubio. El forcejeo empezó, y también las altisonantes acusaciones del uno para con el otro.

 

-¡Ni que me gustara acostarme contigo, animal! –vociferó Afrodita con sus muñecas ceñidas por las palmas del extranjero- ¡Tengo muchos amantes mejores que tú y no…!

 

Su confesión quedó callada por el puñetazo en su boca. La sangre que manó a ríos le hizo ver que había cometido un error que no pagaría en mucho tiempo; herido el orgullo de su opresor, pronto también estaría herido todo él.

 

-¡Puta! –oyó gritar a su amante.

 

De la lluvia de golpes sólo sintió la mitad. Para el resto, ya estaba desmayado.

   

Bang, bang; he shot me down.
Bang, bang; I hit the ground.
Bang, bang; that awful sound…
Bang, bang; my baby shot me down…   

 

 

Sabía que nunca me separaría de él. He tomado un camino que me llevó a un amor distinto, he sabido lo que es ganar y no ser yo al que le duela el adiós; he experimentado esas horribles sensaciones de poder que seguramente él también sintió y sin embargo, no me hace feliz. Comprendo ahora que yo no quiero poder, no quiero posesiones, en todo caso hago las cosas que hago por parecerme a él, por encontrar en mí esas actitudes que le amaba.

 

No está bien que lo mencione porque mi actual amante dice que el pasado es pasado ya y que ahora sólo somos él y yo. Lo amo, y aun así, el recuerdo de mi anterior vida no se va. ¿Esto es el apego? Me duele no estar con él, me dolería más seguir a su lado.

 

La última vez que le vi no fue la mejor aunque fue como levantar mis alas y despegar; volé alto, muy alto, tan lejos que es posible que todo lo inmundo que viví ya no pudiera verlo desde mi posición; empero, noto ahora que por mucho que vuele querré de un modo u otro regresar, y que cada vez que lo haga, la inmundicia será más oscura.

 

Ahí, entonces, estará él. Con su mirada oscura bajo el ceño fruncido y sus brazos fuertes esperando a que descienda para tenerme otra vez. No me resistiría al castigo, pienso, porque lo que yo hice no estuvo tampoco bien. No me atraía la venganza, más bien, sabía que lastimándolo él no descansaría y me buscaría otra vez.

 

Para estar juntos, digo.

 

 

 

   Seasons came and changed the time,
when I grew up I called him mine;
he would always laugh and say:
“Remember when we used to play?”…   

 

 

 

La visita resultó tan pasional como siempre, con los brazos de Afrodita rodeando el cuello de bronce de su amante y éste moviendo las caderas para entrar mejor en el cuerpo de su posesión. Como mil veces antes, el rubio se limitaba a gemir con placer, muy bajito, sometiendo cualquier otro instinto y sintiéndose feliz con el simple hecho de ser tomado, de ser parte del propio goce de ese al que amaba.

 

Porque el dolor no importaba, ni los golpes, ni las palabras duras; no importaban ni siquiera las caricias o los besos o las oraciones dulces dedicadas a un solo ser que como dios callaba, lo verdaderamente importante era ser uno, ser complementos: si Death Mask vivía, Afrodita viviría también para complacerlo.

 

Lo pensó así hasta ese momento, hasta ese intervalo en que su mundo creado con débiles bases de amor se derrumbó con la patada más certera que pudo dar el italiano.

 

-Me voy a casar –anunció con un cigarrillo entre los labios-. Es rica, ¿sabes? Creo que haremos una buena pareja.

 

No había lágrimas. Las hubo, pero no ahora. Tampoco reclamos, porque en cierta parte de su subconsciente Afrodita sabía que Death Mask era capaz de cualquier cosa con tal de obtener algo. No metas trazadas, pues tras veintitrés años ya había visto lo deforme que era el camino de su amante por la vida, sin embargo, el capricho era algo muy aparte y, si Death Mask deseaba, Death Mask conseguía.

 

-¿Quién es ella? –preguntó el de nívea piel agachando la cabeza y apretando las sábanas.

 

-Mi amiga de la universidad, alguna vez te la presenté. ¿No te acuerdas?

 

Se preguntó si habría sido peor si la recordaba o si fue peor por no hacerlo. Quizá habría terminado de la misma forma.

 

De la misma forma, con la lámpara de la habitación de Afrodita golpeando el rostro de Death Mask para quitarle el cigarrillo de la boca y tirarlo al suelo. Tal vez no habría habido cambios ni aun en las palabras de Afrodita:

 

-¡Todo lo que te di! ¡Todo cuanto fui por ti! ¡Y para nada, para nada!

 

El moreno, pese a que se levantó enseguida, fue arremetido por otro golpe con el mismo artefacto, sangrando como alguna vez hizo sangrar a su amante; allí estaban los recuerdos, conservados hasta el cuarto o quinto golpe, que fue el que lo dejó semiinconsciente, sin fuerza alguna para luchar cuando las corbatas del rubio rodeaban ya sus muñecas y las unían a la cabecera de la cama.

 

-¡Todo lo que hice! ¡Todo lo que te di! –continuaba gritando, amarrándolo con fuerza y tirando al suelo las cosas que encontraba en su propia habitación. En el punto álgido de su arranque golpeó el espejo para deformar su hermosa figura reflejada y con el puño ensangrentado dio el mismo trato al vientre de su amante- ¡Pero lo cobraré, me cobraré todo!

 

Tras unas cuantas caricias a su propia virilidad mientras Death Mask recuperaba la capacidad de gritar y movía frenéticamente las piernas al ver que el joven que creyó tan débil se acercaba con los ojos azules encendidos, el rubio levantó las piernas musculosas, dio un último puñetazo al rostro del otro y sin miramientos enterró su hombría erecta dentro del intacto cuerpo de Death Mask.

 

-¡Me pagarás, Death Mask! ¡Me pagarás todo!

 

El italiano lo escuchó como en sueños. Es que era increíble. ¿Cómo podía estar pasando? El cambiar los papeles.

   

Bang, bang; I shot you down.
Bang, bang; you hit the ground.
Bang, bang; that awful sound…
Bang, bang; I used to shoot you down…   

 

La próxima semana me caso. Debe ser tonto que siga pensando en él cuando la vida ha tomado tanta ventaja de las situaciones y mis expectativas me han rebasado tanto que la confusión me atormenta. Debe ser muy estúpido que mi amante me repita que el dolor viejo se queda en el ayer y que ya no hay nada que deba preocuparnos: estamos juntos, nos amamos, seremos felices (¡su salmodia favorita!). Sé que Death Mask y yo no éramos felices, pero éramos. Al menos. Este hombre al que le dado un sí diminuto y doloroso nunca me dará eso.

 

Los dos nos lastimamos, quedó claro con mi horrible borrachera de furia y su cuerpo demacrado. Creí que había muerto cuando lo miré tendido con los párpados apretados bajo tres arrugas en su frente y los brazos colgando por la cama lánguidos, sin importar que las yemas de sus morenos dedos rozaran el frío suelo de mi habitación. La sangre no fue el problema, aunque manchara la mitad de la sábana él no tenía ninguna herida grave, lo que me dio la esperanza y el aplomo necesarios para levantar la mitad de su cuerpo, llamarlo por su nombre y echarme a llorar en su pecho. Siempre lloraba en su pecho cuando los problemas me agobiaban y siempre era esta la forma de confort más hermosa que encontraba: sus brazos cubriéndome eran todo lo que siempre deseé.

 

Quien sepa lo que es la desesperación sabrá las cosas incoherentes, inconexas, que podemos hacer. Llorar y apretarlo contra mí fue lo único que se me ocurrió durante media hora, tras la cual logré llamar a una ambulancia.

 

Hubo líos con la policía. Los suficientes para no permitirme ver a mi amor mientras seguía inconsciente y para, cuando regresé de comprar un café esa madrugada, no hacerme saber hasta el día siguiente que Death Mask ya no estaba en el hospital y que no podían darme la nueva dirección de su paradero. Quizá estaba cerca, si lo pienso con la cabeza fría. El punto es, que yo no lo volví a ver, a pesar de esta ilusión (maldíganme por ella) de que él quisiera regresar a vengarse.

 

La próxima semana me caso y, sin estar él conmigo, sin ser él quien se vista de smoking para firmar un acta, pienso que hubiera sido preferible dejarlo morir.

   

Music played and people sang,
just for me the church bells rang. 

Now he’s gone, I don’t know why,
and till this day sometimes I cry.
He didn’t even say goodbye,
he didn’t take the time to lie…   

 

La alameda ofrecía la clara vista de las tiendas de ropa que se consideraban de prestigiosa marca y la de un joven de rizos largos que caminaba por ella, con las bolsas en las manos con lo necesario para el acontecimiento más próximo que tendría. Había pensado en buscar incluso un bouquet, pero sonrojándose por esa clase de bochornoso deseo (¡tan poco varonil!) optó por comprar sólo las prendas para la noche de bodas (lo cual, de algún modo, también le resultó bochornoso).

 

Sus lentes oscuros se detuvieron a contemplar las mancuernas de oro más hermosas que había visto y, cuando decidió salir del sueño que no podría cumplir a menos que se sacara la lotería o trabajara toda su vida, siguió su caminata pensando en las cosas lindas que tendría aunque no costaran tanto. Su chérie ya le había comprado un abrigo azul en Nueva York, ¿por qué seguir pidiéndole cosas tan superfluas? De por sí, ese día tal vez ya se había pasado con el uso de la tarjeta. Oh, sí, el dinero como escape a la soledad, sin importar que no fuera tanto como para remendar toda una vida (o bueno, un par de años) de alienación.

 

Con un suspiro prefirió volverse a casa, prepararse para la mañana siguiente cuando La Gran Boda se llevara a cabo y esperar pacientemente a que todo saliera perfecto para la celebración con pocos invitados. Nada especial, sabía, porque ni eran heterosexuales para merecer (según el Dios que regía el mundo) una boda en una iglesia y tampoco tan excéntricos para planearse una ceremonia en un lugares desconocidos con tradiciones extrañas. El matrimonio civil estaba bien, fue lo que acordaron.

 

Estirando la mano para llamar la atención del bus, quedó con la mirada congelada en el punto un par de tiendas más allá y el aire se le quedó en la garganta como gas tóxico. El escenario dio un giro para despoblarlo y tornarse en un desierto donde sólo existían él y el ser humano parado más allá. La ropa que debía ser para la noche siguiente cayó en el suelo como presagio de la ruptura de los votos matrimoniales que esa misma tarde se mancharían aun sin haber sido jurados.

 

-¡Afrodita! –lo oyó gritar desde su posición, y tiritó: ya había vuelto.

   

Bang, bang; he shot me down.
Bang, bang; I hit the ground.
Bang, bang; that awful sound…
Bang, bang; my baby shot me down…  

 

 

FIN.

 

 

 
Notas finales:

Pues sí, Afrodita de seme... Fue para una convocatoria y me pareció divertido verlo así, aunque la historia no quedó realmente cómica, ¿verdad? Jo...

¡Espero les haya gustado!

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).