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A Short Way to Madness por Genesis Bodhisattva

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Notas del fanfic:

No sé muy bien sobre esto de los desafios, si es necesario cambiaré el resumen porque no sabia si tenia que poner el mismo o no... pero aclaro que la idea original de esta historia es de Juli ^ ^

Notas del capitulo: Aqui está el primer cap.... espero les guste

Cap. 1 Driving to Madness

La carretera desolada daba un respiro al ajetreo de la ciudad, abriendose hasta tocar el horizonte donde se unía con el cielo que entre sus nubes lejanas ligeramente teñidas de naranja y rosa aún guardaba los últimos vestigios del crepúsuculo. Los copos de nieve empezaban a caer con delicadeza, recordó el reporte metereológico que anunciaba una tormenta. El sudor recorría su piel trigueña y en rostro se denotaba una expresión de miedo y preocupación, confusión cabalística. "¿Qué hice?¿Qué me pasó?", indagaba su conciencia intentando explicar lo que sucedió hace tan sólo unos momentos atrás y que le introducía en una marea de indecisión entre el querer saber y el necesitar olvidar.

La televisión estaba encendida en el canal de noticias, sí, el reporte del clima. Pero ¿Quién estaba encima de él?¿Quién recorría su cuerpo con manos cargadas de lascivia y desesperación libidinosa?, sus ideas descoordinadas y su respiración agitada no le daban oportunidad de analizar lo que sucedía. Un cuerpo jadeante se deshacía de la última prenda que le quedaba, y en él creció una desesperación absoluta, no quería eso, no lo permitiría. Con toda la fuerza que sólo la rabia puede proporcionar en los momentos en que el instinto de supervivencia cierra los canales de raciocinio en la mente de una víctima, lanzó al sujeto por los suelos y se tiró sobre este, comenzó a golpearlo hasta perder el aliento de una manera que jamás habría imaginado que podía hacerlo. Su cabeza le giraba de manera alocada, palpitando con fiereza. Se irguió y su vista recorrió la habitación, tampoco la reconocía, o al menos no en instante - en el que sus ideas evocaban en la palabra venganza, con la sensación persistente de las manos de su agresor en su cuerpo -. De pronto, en ese breve parpadeo en que se ilumina una salida su mirada se posó en ella, dispuesta sobre la mesa de noche. Una navaja. Aquel sujeto que yacía en el suelo no volvería a lastimar a nadie más, ni a él.

No la hubo visto lo suficiente, sólo lo suficiente para distinguir qué era, cuando sus piernas ya le acercaban sin entender lo que hacía. "Un tipo, un hombre, quería follarme", la frase sonaba dentro de sí con una vocecilla que le reñía, un susurro que iba acompañado de "hazlo, hazlo". Se acercó a la mesa y la tomó, la empuñó fuertemente, caminó a paso lento, infundiendose en el piso alfombrado y provocando que sus pasos se volvieran casi imperceptibles. El joven en el piso se retorcía medio inconsciente, aún no estaba muerto.

La sangre empezó a brotar con fluidez, un grito que se apagaba poco a poco hasta convertirse en un gemido quejumbroso, burbujeante envolvía la habitación; la carne era cortada con tanta facilidad que parecía que ella misma se separaba del cuerpo, temorosa por el filo de la navaja. Sus ojos pardos se abrieron de par en par, aquel sujeto que intentó aprovecharse de él no se movía ya, de su boca salía un torrente de sangre espesa . Sus manos manchadas del rojo carmesí temblaban, se limpió en el alfombrado logrando que embarrarse más y se asustó, ahora sí, con la agonizante realidad que advertía avecinarse pronto.

Corrió al baño, que estaba en la misma habitación, y dejó que el agua del lavabo se llevara las evidencias de su cuerpo. Miró su deprimente reflejo al espejo, su rostro y cuello lucían unas marcas que le había dejado aquel joven... aquel joven... ¿Lo conocía?¿Ese rostro le era familiar?¿Quién era?. Se presionó a sí mismo a regresar a su estado normal, a tener cabeza fría y empezar a culparse por la acción que acababa de ejecutar, asesinar; porque fuere en defensa propia o no, ahora era un asesino, simplemente eso. Todo volvió de golpe en un torrente desquiciado y cayó arrodillado en el piso, aquel joven que había intentado violarle era su primo Robert, le llamó por una emergencia, o eso le dijo desde el otro lado del teléfono.

- ¿Qué te sucedió?¿Tienes un problema? - su voz le sonó con ternura y verdadera preocupación, en su actitud comprensiva que tenía con todo el mundo, y de la que ahora estaba arrepentido por completo.

- No... no es eso... - respondió dubitativo Robert -. Te espero aquí... - y cortó la llamada sin esperar contestación, seguro sabía que si llegaría.

 

Y lo hizo, claro que lo haría, no dejaría a su primo solo si se escuchaba muy perturbado. Cuando llegó a su casa él parecía nervioso, le sirvió una taza de café y después de eso... sólo eran imágenes borrosas...

De repente un fuerte golpe le estremeció recordándole que iba conduciendo y todo eso no eran más que imágenes pasadas - de hacía no más de una hora, aunque se veían lejanas como si fueran los recuerdos de la infancia de un viejo que agoniza en la cama del hospital, un segundo antes de abandonar este mundo -. Había estrellado contra un árbol. Se encontraba enmedio de la carretera, en un desolado desierto blanquezino. Un eterno desierto de nieve, que ni la luz del día desvanecía por completo y menos en esa época del año, en vísperas de navidad; y por lo que sabían, que el anuncio de una tormenta era mucho más serio en un lugar como ese, que una nevada es parte del hermoso paisaje natural.

Dió un breve vistazo al camino que ya había avanzado, sólo por saber si habría atropellado a algún animal porque en sus condiciones sería como no ver un bache enmedio de la oscuridad del asfalto. Respiró aliviado, no había más que las marcas de los neumáticos desgastados por el frenazo. Bajó del automóvil y sin cerrar la puerta empezó a caminar, no teniendo idea alguna de hacia dónde se dirigía; tampoco lo hacía por razó alguna, sólo necesitaba olvidar lo que había sucedido y perderse en la infinidad y no volver de ella nunca más. El frío se intensificaba, se abrazaba fervientemente, había dejado su abrigo en el maletero del auto... su mente se encendió en un horror y se detuvo en seco, no sólo había dejado eso. No, ahora se completaba las imágenes del intervalo borroso entre la salida de aquel apartamento y desde que empezó a conducir, ese trozo de recuerdo que el accidente le interrumpió. El maletero, también ahí se encontraban los atributos sexuales que había cercenado de su primo. Sintió deseos de vomitar pero se contuvo frotándose las manos con impaciencia y asco. Avanzó con prisa retomando los pasos que recorrió antes, apretándo los pasos pero negándose a correr, un dolor en el pecho le anunciaba un mal presentimiento y cada segundo que pasaba le ahogaba en agonía.

************

 

Jason caminaba de vuelta a su cabaña con una bolsa en su mano, le tomaba alrededor de dos horas llegar al pueblo más cercano, a las faldas de la montaña, en ese espacio fronterizo entre las dos ciudades antiguas, pero era el precio justo para tener la privacía que necesitaba. Esa noche se desvió por la carretera, ya que la nieve en el bosque le dificultaría el paso y tenía prisa por llegar. Prisa, prisa infantil... Como un niño que espera llegar a abrir los regalos que su padre disfrazdo de Santa Claus - cuyas madres siempre dan un beso y abrazan al barbudo, como si fuese un sex symbol, y los niños escondidos tras la puerta de la cocina sonríen nerviosos por la escena. Sin imaginarse siquiese, que ese hombre es su padre -. Sí, de esa misma clase de emoción.

A lo lejos observó un auto que parecía abandonado, se acercó y lo confirmó. La puerta estaba abierta, echó un vistazo pero no encontró nada que le interesase, excepto que el asiento del conductor estaba mojado. Cerró la puerta, y se quedó apoyando su espalda sobre el auto, su curiosidad se revolvía, alguien estaba cerca de su cabaña, demasiado para su gusto.

Una imagen se delineaba por la orilla de aquella casi inhabitada carretera, era la figura de aquel joven, ahora un asesino de un momento a otro. Al ver al otro a la par de su auto una terrible angustia carcomió su alma, ¿Y si ese desconocido encontró las partes íntimas de su primo?¿Y si había llamado a la policía ya? Sino no lo había hecho todavía tenía una oportunidad, podía... sacudió la cabeza desesperado por sentir que empezaba a pensar como un criminal sin sentimientos. Alentó el paso, de manera segura, demostrando autoridad ante quien estaba muy cerca de su auto. Tragó saliva y dijo:

- ¿Quién eres tú? - trató de lucir serio y sereno, pero en realidad sus palabras salieron entrecortadas y cargadas de nerviosismo.

El otro joven no le respondió, observaba fijamente a sus ojos pardos sin expresión alguna. Eso le preocupó más. Su corazón se detuvo al momento de ver a ese sujeto buscar en la bolsa de su abrigo algo. Sacó un cigarro y lo encendió, dándole una profunda calada, luego con tranquilidad habló:

- Dejaste la puerta de tu auto abierta - señaló al auto.

- Gra-gracias... - dijo en respuesta al ver que él la había cerrado -. Tuve un accidente, iba en busca de ayuda... - esbozó con dificultad.

- No tienes que explicarme nada, no te lo he pedido - interrumpió el otro tirando el cigarro y luego aplastándolo con su bota -. Deberías buscar un abrigo.

- Sí, claro - pasó junto a él de manera cautelosa y se dirigió al maletero, lo abrió y casi al instante lo cerró de golpe, su abrigo se había manchado de sangre -. Sabes... es que, olvidé mi abrigo.

 

La conversación se cortó unos instantes, hasta que Jason se ofreció a revisar el motor, para saber si le había sucedido algo. Por fuera no parecía que fuera un golpe realmente mayor, pero Jason comentó que en ese estado no llegaría muy lejos, luego de una explicación casi en otro idioma de lo que tenía el auto, con apenas de palabras diferenciales tubo, radiador, etc.; el joven de ojos pardos se sintió decepcionado y a la vez le inquietó la idea de qué haría después de eso. ¿Abandonar el auto en la carretera? Pero así sabrían que era suyo... no, de ninguna manera. Necesitaba una solución y pronto.

- En mi cabaña creo tener herramientas para arreglar el motor - esbozó una media sonrisa, sin entender para qué ofrecía ayuda, con lo que odiaba hablar, y odiaba conocer gente nueva... y ni hablar de invitarles a su casa... -. Si quieres podemos ir, ya no está muy lejos.

- ¿En serio? Gracias... - respondió el joven con gotas de sudor en el rostro.

- ¿Y cómo te llamas? - interrogó un poco impresionado de preguntar eso, era como si no fuesen sus palabras, sino las de un extraño.

- Owen, Owen Parker; ¿Y tú? -. Sonrió nervioso, al menos ahora veía otra posibilidad que congelarse en el auto esperando un milagro.

- Jason - constestó secamente.

Encendió el motor del auto, se escuchaba como siempre, aunque a la hora de poner la velocidad sí veía diferencia. Se internó montaña arriba, en un camino sinuoso no apto para un auto como el suyo. Jason observaba através de la ventana la nevasca que incrementaba a cada minuto, en su mente recorría mil y una ideas, imágenes sin sentido, que para él era lo único que le entretenía en su solitario hogar. Llegaron a un punto en que el automóvil compacto no pudo seguir más, así que caminaron hasta a la cabaña, que ya se encontraba a unos cuántos metros de ahí.

Era una cabaña sucia y descuidada, dentro de ella no había más que un sofá que rechinaba al sentarse en la sala y una vieja estufa en la otra habitación que hacía de cocina. Todo viejo e inhabitable. Una pequeña mesa a la que le faltaba un pedazo, como si hubiese sido cortada de un tajo con un objeto filoso era lo que se veía al entrar. Apenas una lámpara en la entrada oscurecida por el polvo y una más en la sala iluminaba todo el recinto.

Jason le indicó a Owen que se sentara en el sofá y él subió a la segunda planta donde todo era una sola habitación. Pasaron unos minutos antes de que Owen perdiera su temor inicial, y empezara a fisgonear a su alrededor. La tormenta ya arremetía con todo su poder. La primera impresión que tuvo fue que su anfitrión era una persona sin vida, no poseía siquiese una radio por lo que se preguntó si de verdad tendría herramientas que le ayudaran a arreglar su auto.

La cocina no era mejor, sólo había dos tazas y una sartén ennegrecida de tanto uso. Una puerta llamó su atención, tenía un candado que al parecer fue arrancado a golpes, iba a abrirla pero justo en ese instante un brazo sujetó el suyo de manera brusca. Sus ojos se posaron sobre Jason, quien le observaba impacible pero sin ocultar lo molesto, y con voz grave le dijo:

- No hay nada que ver ahí dentro, sólo son cosas viejas -

"Todo aquí es viejo", pensó Owen, aunque se resevó el comentario.

Jason le entregó el abrigo que llevaba en sus manos, le indicó que volviera a la sala. Se sentaron ambos cada uno viendo al lado contrario de su compañero. El silencio reinó durante un largo espacio de tiempo, por la ventana empolvada sólo se veía blancura. Entonces se dió cuenta, Owen se enteró de su realidad: estaba enmedio de la nada en una cabaña con un completo desconocido, y lo peor aún, tenía partes de un cadáver en su auto.

Recapacitó la idea de quedarse en ese lugar y casi sin pensar habló:

- Creo que debería irme y probar hasta dónde puedo llegar - se paró del asiento -. He escuchado que hay pueblo muy cerca de aquí.

- El pueblo está en lo alto de la montaña, muy lejos y es difícil que un auto llegue hasta ahí - sentenció Jason al breve instante.

- Igual intentaré - afirmó el joven -. Prometo regresar para traerte de vuelta tu abrigo.

- Quédatelo, yo no lo necesito -

Jason le acompañó hasta el auto. Grande fue su impresión al ver que un tronco caído le bloqueaba el camino para salir de ese lugar. La fuerte ventisca les congelaba cada centímetro de su ser, era tan frío que incluso les dolía la vista. Regresaron de nuevo a la cabaña, dejando un pequeño remolino helado al cerrar la puerta. Ahora sí estaba atrapado en esa cabaña. No podría caminar hasta la carretera porque seguro moriría de frío.

Su anfitrión encendió el fuego en la chimenea, usando una leña ya algo quemada y se quedó ahí observando las llamas que cobraban vigor. Owen intentó alejar la mente de su problema inadagando en la vida de su compañero.

- ¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí? - interrogó el de ojos pardos

- Algo - le respondió el otro sin volver a verle.

- ¿No te parece un lugar muy alejado de todo? - insistió en entablar una conversación.

- Me gusta la soledad y me gusta el silencio, es un lugar perfecto para mí - replicó serio, sin ánimos para hablar.

- Pero, y en ocasiones especiales, ¿Como mañana? - no se rindió Owen, gracias a su personalidad positiva que hasta hacía un momento había destrozado.

- No tengo a nadie con quien compartirlo, y es mejor así - contestó secamente el otro.

El silencio rodeó de nuevo, sólo se escuchaba el sonido de la leña quemarse. Owen recordó que tenía su celular en el auto, y sin mediar palabra salió en busca de él. Jason sólo le observó irse admirado por esa reacción, aunque para un ermitaño como él, el sonido de la respiración del otro era un acto del otro mundo.

Abrió la puerta del auto, buscó entre los asientos y debajo de uno lo halló, el tan preciado teléfono. Luego lo maldijo como a su peor enemigo, no tenía señal. Se movió de un lado al otro intentando obtenerla, pero no daba resultado. Otra inquietud de su condición en medio de la nada resultó, estaba enmedio de la nada con una tormenta encima ¿Qué tal si se deshacía de lo que llevaba en su maletero? No era probable que lo encontraran ese lugar tan alejado, y aún si lo hacían, no había pruebas de que él hubiese dejado ahí. Se mordió el labio inferior internándose en los pro y en los contra que conllevarían tal decisión, al final sólo se alejó del automóvil, de todas maneras, cabía la posibilidad que Jason le viera deshacerse de aquello.

De nuevo en la cabaña se dirigó a la modesta sala, pero Jason no estaba. Le llamó en varias ocasiones pero sin recibir respuesta alguna. Un ruido se oyó en la cocina, se dirigió a averiguar qué era. No había nadie. De nuevo su curiosidad le incitó a ver en aquella puerta que le llamaba, caminó hasta ella, ya enfrente esta se abrió y Jason salió obligándole a retroceder con su propio cuerpo.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó Jason en un tono cortante.

- Mi teléfono no tiene señal, ¿sabes dónde puedo encontrar mejor recepción? - respondió Owen sin prestar la mayor atención a la molesta reacción del otro.

- En el polo norte - dijo sacásticamente, cerrando la puerta y dirigiéndose a la segunda planta.

Owen le siguió en una actitud de niño regañado, su vista se nubló con una habitación casi a oscuras, una pequeña vela marcaba el lugar donde se encontraba una cama. Jason sacó una navaja de su abrigo, y su voz imponente resonó en la habitación:

- No debes acercarte al sótano, por ningún motivo -

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