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Last Train Home. por Yuhka

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Notas del fanfic:

Bueno.

Lo primero de todo tengo que decir que la idea original del fic se la debo a Akira.

Este es el one shoot que más me ha gustado escribir nunca, porque ella ha sido la portadora de la idea, y si lo he escrito ha sido para sacarle una sonrisa de donde dificilmente se le puede sacar en estos momentos.

Porque mientras exista la fantasía, mi amor, todo da lo mismo! :) Todo será más facil.

Te amo con todo mi corazón pequeña!

Notas del capitulo:

Espero que les guste! :)

 

One lonely road.

 

Dieciseis años de gritos, golpes, desprecios, cambios... Problemas que le habían llevado a aquella inmensa carretera por la que deambulaba a altas horas de la madrugada. Era la primera vez que se replanteaba hacer algo como aquello, se consideraba una persona bastante fuerte frente a las demás, pero tampoco lo suficiente como para arrastrar aquello en su espalda durante mucho más tiempo.

Las luces de las farolas distribuidas cada 10 o 15 metros eran la única luz que alumbraba su rostro intermitentemente. Algunas de ellas estaban fundidas, y en aquellos momentos se sentía más protegido, a pesar de la controversia de que la oscuridad siempre se relacione con el miedo.

Seguía una línea recta que iba dejando con sus lágrimas que caían pesadas por su rostro hasta el suelo haciendole más y más pequeño, más y más insignificante según caminaba.

De todas maneras, no quedaba mucho tiempo para que aquella pesadilla que se había atrevido a llamar vida terminase. Todo acabaría cuando llegase a aquel oscuro descampado que utilizaba como escape, y esta vez, sería el escape definitivo.

 

Aquella noche desde allí arriba todo parecía más irreal, más efímero. Las luces de la ciudad brillaban más de lo normal, el agua del mar fluía por el viento al igual que despeinaba su pelo castaño que le caia por la cara. Había llegado.

¿Por qué entonces el arrepentimiento se oprimía contra cada uno de los poros de su cuerpo?

Se sentó al borde del precipicio del descampado y de su bolsillo izquierdo sacó su cajetilla de tabaco y comenzó a fumar un cigarrillo completamente confuso.

 

" No dudaba, ¿Por qué dudo ahora?... "

 

Siguió fumando de su cigarrillo mientras sus lágrimas cesaban en su rostro. Ahora sentía una rabía y un dolor que no podía expresarse con lágrimas. Sentía que se estaba muriendo tan solo sin intentar hacerlo.

 

- ¡¡Eh, Tú!! ¿Qué demonios haces aquí?. -

 

Aquella voz grave le sacó de sus pensamientos. Se había asustado realmente, y del susto casí se había precipitado del precipicio abajo.

 

- ¿Perdona? - Replico el chico castaño con recelo - Que yo sepa es un lugar público.-

 

No lograba ver a la persona que le había hablado, estaba oculto en las sombras. Hasta que se acercó minimamente a donde él estaba sentado y pudo ver en él un chico alto, de unos años más que el, de cabellos rubios que le tapaban parte de la cara. Vestía completamente de negro, al igual que él, y tenía los ojos completamente pintados de negro.

 

- Lo primero, no me hables así, no me conoces de nada y lo segundo, lo sé, pero no suele haber nadie aquí. -

 

El chico rubio se acercó minimamente al castaño y le miró con desaprovación.

 

- Fuiste tú el que empezó a tratarme mal, no te quejes ahora. - Respondió el castaño defendiendose con la misma mirada de reproche. - Ahora si no te importa, me gustaría estar solo. -

- Lo siento, pero, si quieres estar solo, largate. - El rubio se sentó unos metros más a la izquierda que él. -

- Yo he llegado primero... -

- Eso me importa una mierda. -

 

El castaño realmente sintió odio, un odio incontrolable e indescriptible por aquel personaje que había osado maltratar su momento de nirvana personal, su fin, sus pensamientos.

 

- No pienso irme. - Respondió muy molesto. -

- No es a mi a quien molestas. - El rubio rió y después miró directamente a los ojos del chico que le miraba con odio. - ¿Como te llamas?. -

- A ti que te importa... - Desvió los ojos y volvió a mirar al frente aspirando una fuertísima calada de su cigarrillo. -

- Vamos no me jodas, estoy intentando ser amable, ponmelo facil ¿No?. -

- Abel. - respondió secamente el menor de los dos. -

- Yo me llamo Reita. -

- Qué tu quieras saber mi nombre no quiere decir que yo quisiese saber el tuyo. -

 

Reita desvió la mirada un poco harto del jueguito que el mismo había empezado, si tubiera la oportunidad hubiera arrojado a ese niño por el acantilado abajo, pero no quería cometer un homicidio.

 

- Venga vale, olvida ese royito ya, me he cansado de la bordería. - Hizo una pausa - ¿Qué haces aquí, Abel?. -

- ¿Qué haces tú?. -

- ¡¡Te he dicho que lo dejes!! - Gritó, enfurecido. -

- No era sarcastico, me interesa. -

 

El rubio enmudeció y miró al frente. Siempre había sido la persona que escuchaba, no la que era escuchada. ¿Como pretendía contarle ahora todo lo que pasaba a una persona que tan siquiera conocía y además le había "tocado la moral" de aquella manera?.

 

- Vengo a pensar, me gusta mirar al mar mientras me desahogo. -

- Yo he venido por lo mismo. -

 

Se hizo el silencio. Reita se había quedado completamente incomodo de repente, sentía que se habían acabado las palabras superficiales, que si volvía a hablar o lo volvía a hacer el castaño tendría que responder algo que solo el otro supiese. Se había complicado la situación. Meditó durante un segundo, pero una frase cortante de Abel le sacó de sus ensoñaciones.

 

- En realidad tenía pensado suicidarme, pero me entró el miedo, y después apareciste tú. - No había un ápice de alteración en sus palabras, había sido completamente natural, completamente seco. -

- No hay motivos suficientes, nunca, para suicidarse. -

- No me conoces, no juzgues mis actos. - Molesto azotó su cigarrillo al vacío y cruzó sus brazos a la altura de su vientre.

- Dime que te ha llevado a suicidarte, y podré juzgar. -

 

Se hizo el silencio. Abel no parecía arrancar a contar nada. El rubio podía entender la situación en la que se encontraba, frente a un desconocido que le pedía que le contase su vida. Parecía la terapia de psicología más extraña que había conocido jamás.

 

- La vida no es rosa, nada de lo que me digas va a sorprenderme... - Animo el rubio.- No soy tu psicologo, ni tampoco tu amigo, así que puedes contarme las cosas tal y como son, sin miedo, porque nada va a repercutirte. -

- Mi vida es una mierda. - Dijo el castaño mirando al vacio. - Mi padre es un borracho de mierda que se pasa el día recriminandome el haber nacido y el que mi madre haya engordado y no sea tan sexy como era antes. - Se notó el matiz de sarcasmo en sus palabras. Hizo una pausa, y prosiguió al sentir la risita que el rubio había soltado - Ni tu eres mi amigo ni nadie lo es en realidad. No me gusta la gente, no porque sean malos o lo dejen de ser, si no porque no he sido educado para relacionarme con los demás, ellos no tienen la culpa. -

- ¿Has tenido amigos alguna vez? - Preguntó el rubio. -

- Tengo a gente que me cuida y me protege, pero no sé si podría utilizar la palabra amigo para describirles. -

- ¿Como?. - El rubio se quedó perplejo por la contestación y le miró directamente a los ojos. -

- Sí, no sé. Es extraño, no puedo sentir afecto por la gente, y eso me ha traido problemas también con el amor. -

- ¿Cuantos años tienes?. -

- Dieciseis... ¿Y tú?. -

- Veintitres. -

- Todo lo que estoy contandote te parece una gilipollez ¿Verdad?. - Preguntó Abel acercandose un poco a Reita. -

- No, para nada. Me recuerdas a mi, cuando tenía tu edad. También venía a este descampado cuando tenía intención de suicidarme, o cuando quería pensar, por eso llamaste mi atención, por eso mismo pretendí molestarte desde el principio. -

 

Abel sonrió y después miró al mar que estaba enfrente de él.

 

- Entonces, algo sigue atormentandote, si has vuelto a venir. -

- Me asombra tu rapidez. - Dijo sinceramente el rubio. - Sí, no me he suicidado, por lo tanto los problemas siguen ahí. -

- ¿No has pensado en eso de afrontarlos?. - Nunca había dado consejos, pero aquello se había formulado en sus labios por inercia, dejandole severamente perplejo. -

- ¿Por qué no te haces a ti mismo esa pregunta?. -

 

Volvió el silencio. Respectivamente estaban sintiendo como si estuvieran hablando con la parte de ellos mismos que querían encontrar reflejada en una persona similar.

 

- ¿Como voy a afrontar que mi padre me maltrate y que mi vida social sea menor que la de un árbol?. Es imposible. -

- Quizás sea complicado para ti. - Hizo una pausa y rectifico. - Sé que lo es, para mi lo fue, cuando me encontré en la misma situación en la que estabas tú, pero puedes respaldarte en alguien. -

- ¿Y en quien?. -

- Joder, de momento invisible no he conseguido volverme, he hecho progresos, pero no lo he logrado... - Decía Reita con acento de sátira. -

- Acabo de conocerte, ¿Como sé que puedo fiarme de ti?. -

- ¿Acaso puedes fiarte de alguien?. - Dijo velozmente el rubio mientras le dedico una mirada penetrante a los ojos. -

- Vale, tu ganas. - Dijo abel con resignación. -

 

Se hizo el silencio y entonces se dejaron llevar por el paisaje y por el viento que les mecía los cabellos suavemente. No volvieron a dirigirse la palabra hasta que el rubio se levantó del lugar y comenzó a caminar lejos del lugar.

 

- ¡¡Eh!! ¡¡Espera!! - Gritó abel sin levantarse. Entonces vió la silueta de Reita detenerse, pero no darse la vuelta. - ¿A donde vas?. -

- A casa, es bastante tarde, y mañana tengo trabajo. Tú también deberías volver a la tuya. ¿No crees?. -

 

Abel se paró a pensar un momento y se convenció de que sería lo mejor. Ambos padres estarían ya durmiendo, tan siquiera se habrían percibido de su falta, pero de todas maneras lo mejor sería volver a casa. Pero se le hizo presente una pequeña duda y curiosidad.

 

- ¿Voy a volver a verte? - Preguntó -

- ¿Vas a volver a venir aquí a estas horas? -

- Sí. -

- Pues ya tienes tu respuesta. -

 

La oscuridad de impidió ver su marcha, pero Reita se había ido. Había desaparecido en las sombras del mismo modo en el que había aparecido. Un escalofrio recorrió el cuerpo de Abel. ¿Aquello había ocurrido de verdad o había sido todo un proyecto de su imaginación?.

Fuera como fuese, quería comprovarlo.

 

 

 

 

 

 

 

Dos meses más tarde.

 

 

 

 

 

 

 

 

- Buenas noches enano. - Saludaba Reita sentandose al lado de Abel en el mismo borde, del mismo descampado de todas las noches. -

- Buenas noches don retrasos. Llegas media hora tarde. - Decía recrimandole con cara de falso enfado. -

- Sí, verás, he estado bastante liado en el trabajo, y tenía que ducharme, entonces, como comprenderás he tardado más de la cuenta. -

- No me mientas, sé que no te duchas...- Bromeaba Abel mientras empezaba a fumar un cigarrillo. - ¿Quieres uno?. - Preguntaba animado. -

- No, y tú deberías dejar esa mierda, te matará por dentro. -

- No tengo mucho interes en seguir vivo y lo sabes, además me gusta el sabor. -

 

Reita hizo una pausa y bajó la mirada hacia sus manos. El "amor por la vida" que mantenía abel había empezado a dejar de gustarle. Se había mantenido a si mismo convencido de que lo mejor sería olvidarse de sentimientos, pero era imposible, se había enamorado de él.

 

- Entiendo la especialidad del lugar, - Comentaba reita, cambiando completamente de tema. - Pero. ¿Qué tal si vamos a algún lado?. -

- Por mi está bien. - Comentaba el castaño levantandose. -

- Te llevaré, hoy he venido en coche. -

 

Abel se rió por un momento y observó un precioso coche de color negro no muy grande pero tampoco pequeño, bastante bajo, de estilo deportivo y con una pequeña calabera de color blanco dibujada en la luna.

 

- ¿Por qué en el cristal?. - Dijo mientras se acercaban al vehiculo. -

- Preguntale a mi antiguo novio, el mismo la hizo, y me gusta, por eso no la he borrado. -

- ¿Novio? -

- Sí, sabías de mis tendencías sexuales, no sé porque te escandalizas de esa manera...-

- Estúpido. - Dijo Abel mientras se montaba en el coche en el asiento del copiloto. - No es el hecho de que sea un hombre, si no el hecho de su rango. - Hizo una pausa mientras observaba como Reita arrancaba el coche y comenzaba a conducir por la carretera por la que el castaño pasaba todos los días para llegar al descampado. - No sé, - Prosiguió. - Es qué, me resulta extraño que hayas tenido una pareja. -

 

- Abel, que no me gusten los sentimientos no quiere decir que no los tenga. - Rió. -

 

Se hizo el silencio y el rubio siguió conduciendo en una dirección que Abel desconocía.

 

- Oye, si vamos a ir a algún lado y ya lo tienes pensado, podrías decirmelo. ¿No?. -

- Claro que podría decirtelo, pero no lo voy a hacer. - Puso una mueca maliciosa y conectó la radio del vehiculo.

 

Acto seguido puso el cd que llevaba. Era una música bastante tranquila para lo que el chico aparentaba. Era rock de los ochenta, con un ligero toque de funky que a Abel le encantaba.

 

- Me encanta esta música. - Comentaba Abel apoyando su brazo en la ventanilla y recostando la cabeza contra su brazo y el cristal. -

- Lo sé, por eso la he traido. -

- ¿Como sabías que aceptaría a ir contigo a algún lado?.- Preguntó sin mostrar ninguna emoción y mirando por la ventana. -

- No lo sabía. Si no aceptabas, te traería de todos modos. - Ambos empezaron a reir y después de ello Reita añadió - Puedes dormir si quieres, son más de las doce y probablemente tardemos una hora en llegar. -

- ¿A donde quieres llevarme?. - Insistió mirandole.-

- Te he dicho que no lo diré. -

 

Aquel secretismo, aquel modo de tratarle siempre había sido una de las cosas que más le gustaban a Abel de Reita. Siempre había respetado su limite a la hora de contar algo, porque el rubio conocía la situación de Abel, él mismo la había vivido. Pero de todas formas Abel había compartido muchísimas cosas con Reita, que ni el mismo se había dado cuenta.

Las suaves melodías que inundaban en coche acabaron produciendo un sueño tonto en Abel que acabó cayendo dormido. Reita le miraba de vez en cuando con dulzura, ya que realmente parecía un niño pequeño y bueno cuando dormía.

Sintió verdadera pena al llegar al lugar, puesto que no quería despertarle, pero cuando apagó la música y se encendieron las luces del coche Abel abrió los ojos algo aturdido.

 

- Perdona, me dormí. - Dijo despertandose costosamente. -

- Puedes seguir durmiendo, realmente pareces un ángel cuando lo haces. -

 

Era la primera vez que Reita alagaba al menor y realmente le cogió por sorpresa, y le hizo sonrojorse levemente. Gracias a la oscuridad el rubio no lo notó.

 

- Vamos, te llevaré para que veas lo que he venido a enseñarte. -

 

Salieron del coche y comenzaron a caminar el uno al lado del otro en silencio mientras miraban hacia adelante. Era una playa inmensa.

El coche se había quedado en el "aparcamiento" que se solía utilizar en verano y ellos ahora se habían adentrado en la arena.

Esa noche el mar estaba agitado por culpa del viento, haciendo del lugar algo precioso. Había una pequeña cascada al extremo izquierdo, y el resto de la kilométrica playa hacia el derecho.

 

- Es precioso... - Comentaba abel perplejo deteniendose y mirando todo el lugar. -

- Es otro lugar que utilizaba para pensar, pero ya siendo más mayor, cuando tuve coche y dinero para gasolina. - Respondió Reita riendo. -

- ¿Has traido a alguien aquí alguna vez?. - Abel se sentía curioso, necesitaba saber si era el único que había estado allí. Llevaba varios días con la necesidad de ser el primero para Reita en todo, y estaba realmente asustado por aquellos sentimientos.-

- No... Es un lugar especial. -

 

Siguieron caminando y en el rostro de Abel se dibujó una sonrisa timida. A pesar de conocerse desde hacía dos meses era la primera vez que sonreía. Bueno en realidad, era la primera vez que sonreía desde hacía años.

 

- Tu sonrisa es preciosa. -

- Gracias, no pensé que me estubieras mirando. - Decía algo sonrojado. -

- Hacía años que no sonreía. -

- Debería sentirme orgulloso de ello entonces. ¿No?. -

- Sí, mucho. - Rió suavemente. -

- Ven, vamos por aquí, te llevaré a un lugar tranquilo y sin mucho viento. - Decía Reita tomando suavemente la mano de Abel y encaminandole en una dirección diferente. -

 

Aquel contacto entre sus manos le había conseguido poner nervioso. Normalmente no tenía contacto con él. ¿Por qué todas esas cosas empezaban a preocuparle?.

¿Acaso le gustaba Reita?. Sacudió su cabeza y siguió caminando hasta que llegaron a una pequeña cueva desde la que se veía la playa pero hacía mucho menos viento y se estaba mucho mejor. Reita se sentó en el suelo y cortó el contacto con Abel que de pronto se sintió desprotegido sin sentir la mano del rubio junto a la suya.

Se sentó también en el suelo, a su lado, y apoyó su cabeza en el hombro de Reita mientras contemplaban el mar batiendo en silencio.

 

- ¿Sabes? Desde que has llegado a mi vida, creo que tengo una razón para seguir viviendola... - Comentaba el menor tranquilamente. -

 

Reita siguió en silencio, parecía que Abel iba a decir algo más.

 

- Antes me levantaba todas las mañanas, y me acostaba con la misma sensación: Vacio. Ahora, sin embargo, tengo un motivo, una o dos horas a tu lado por la noche.-

- ¿Qué habría pasado si no hubiese aparecido esa noche?. -

- Me habría suicidado, y ahora, no estaría aquí, deseando que este momento no se acabase nunca. -

 

El rubio bajó el rostro para comenzar a mirarle a los ojos, que eran verdes con pequeñas manchas marrones, tan especiales como su dueño. Sonrió con sinceridad y Abel le devolvió la sonrisa. Un impulso le llevó a sellar sus labios con los del menor, y no dudo en seguirlo. Los labios de reita se posaron sobre los de Abel en un beso suave, en un roce mínimo que les había envuelto en una nube de sentimientos.

El castaño rodeó el cuello de Reita con sus brazos y siguió rozando sus labios contra los del rubio de la manera más dulce que podía imaginar. No lo buscaba, ninguno de los dos lo hacían, les salía de lo más profundo de sus sentimientos.

Poco a poco fueron abriendo la boca hasta que sus lenguas se juntaron y ambos hicieron del beso algo mucho más profundo.

Reita recostó a Abel sobre la arena mientras seguían besandose de aquel modo tan profundo y pasional y se colocó encima de él. El menor volvió a rodear el cuello del rubio con sus brazos y le aprisionó más contra él.

Todo el cuerpo de Reita quedó adherido al de abel y ambos comenzaron a moverse para sentir más la piel del otro.

El ambiente comenzó a caldearse, y ambos empezaban a excitarse y a quedarse sin respiración. Reita, sin romper el beso, coló sus manos por debajo de la camiseta de abel y se la quitó dejando al descubierto el pecho del menor que gemía suavemente.

Una a una las piezas de ropa de cada uno acabaron desparramadas por la arena mientras sus besos se depositaban en cada rincón de la piel del otro.

Gemían al oido del otro mientras sus jugotonas manos acababan en las zonas sensibles de su amante. Hasta que el momento llegó.

Reita comenzó a moverse lentamente en el cuerpo del menor que gemía de placer por la única persona que había hecho tal cosa con su cuerpo. Las manos del castaño arañaban cada rincón de la espalda del mayor mientras le brindaba los gemidos más inocentes que pudiesen existir. El ritmo aumentaba, y ambos, acompasados en un ritmo frenético gemían sus nombres. Después de un tiempo, el triste final acabó llegando, uniendoles en un gemido ensordecedor que les hizo llegar al climax.

Reita agotado cayó a su lado, besandole los labios con ternura y abrazandole contra su pecho.

 

- Te quiero Abel. -

 

Le miró esperando una respuesta, pero lo único que recibió fue un pequeño movimiento de su cabeza. Se había dormido, y no pensaba despertarle.

Le tomó en sus brazos y le vistió mientras el menor dormía. Después de vestirse también el mismo volvió a tomarle en brazos y se lo llevó al coche.

Cuando ya llevaba más de 15 minutos de conducción, un pequeño bache hizo que el coche se moviera de manera violenta y que Abel se despertase.

 

- Reita... - Dijo rápido tocandose el pecho al sentir la presión del cinturon, y el cambio de lugar. Miró a la izquierda y vió que estaba conduciendo. Suspiró alibiado y se acomodó de nuevo en el asiento. - Dios mio, que susto... -

- Comprende que no quisiese despertarte... - Decía suavemente. - Tienes que decirme donde está tu casa, te llevaré. -

- Sí, te guiaré... - Sonrió y le miró con cariño recibiendo una mirada de cariño igual de considerable. -

 

 

 

 

 

 

1 año después.

 

 

 

 

La noche estaba considerablemente más fria a las demás. Abel estaba sentado en el borde del famoso descampado. Sus lágrimas caían con más fuerza que cualquier otro día.

¿Es facil decir un año? No para él.

Todo hubiera sido más facil si Reita hubiera vuelto a aparecer después de aquella noche en la playa.

Le había dejado en su casa, le había besado de la manera más dulce y sincera que ambos conocían y se habían dicho te quiero. Al día siguiente, como todas las noches Abel fue al descampado, y estaba desierto. Las semanas fueron pasando y no había un solo rastro del cuerpo del rubio. Nunca había hecho falta un telefono de contacto, aquel era su sitio, aquel era su lugar de todas las noches. ¿Para que más?.

Las cosas habían empeorado muchísimo en aquel año, sus padres habían llevado a cabo su separación definitiva, y su madre había caido en la drogadicción. Pero todo eso llegaba a darle igual comparandolo con el hecho de que no le había vuelto a ver.

Cerró los ojos y dejó que las lágrimas salieran de la manera más sincera.

 

" Este era nuestro sitio... " Pensaba.. " Si tu no estas, nada tiene sentido... "

 

Miró al vacío y volvió a sentir la necesidad de tirarse. ¿Qué importaría que el desapareciera? No había nadie, absolutamente nadie, que se fuera a preocupar por su marcha.

 

"¿Por qué?"...

 

Sus lágrimas se hicieron aún más fuertes. Llevó sus manos a la cara y con desesperación empezó a gritar sordamente mientras su cuerpo temblaba de temor y angustia.

 

"¿Para eso me querías?..."

 

Recordó cada una de las conversaciones que habían tenido. ¿Le habría dicho la verdad alguna vez?. ¿Habría sido especial para él realmente?.

Bajó las manos de su rostro y las posó una a cada lado de su cuerpo. Iba a impulsarse hacia el vacio. Esta vez no quedaba ningún tipo de duda ni de impedimento.

Silencio.

Dos brazos rodearon su cintura y tiraron de él de la manera más grosera y desesperada. Asustado giró su cabeza y vió su flequillo rubio cubriendole los ojos. Sus mejillas estaban teñidas de un rastro negro que habían dejado sus lágrimas y su maquillaje.

Su corazón se paró, su cuerpo entero fue sometido a un escalofrio incontrolable que le hizo temblar varias veces.

 

- ¿Serías capaz de tirarte?... - Preguntó Reita con dificultad debido a sus lágrimas. -

 

No obtuvo respuesta. Abel estaba callado, aún en estado de Shock. Estaba frente a él. Era la segunda vez que le salvaba la vida. ¿Qué decirle?. Era su motivo de suicidio pero en su día había sido su motivo de mantenerse con vida.

 

- ¿Donde has estado?. - Susurró, no podía hablar, no podía mirarle a la cara... -

- Pensando, trabajando... - Se quedó en silencio y esperó a que Abel volviese a decir algo. -

- No sé porque demonios has vuelto.-

- ¿Quieres que me vaya?. - Preguntó Reita agachando la mirada. -

- Me da igual si te vas o te quedas... -

 

Abel se zafó se los brazos de Reita y se puso en pie caminando de nuevo al borde para volver a sentarse. El mayor se quedó unos metros detrás de él de rodillas mirandole.

 

- Lo siento. - Dijo. - No sabía que hacer, no sabía si debía volver a verte, no me...

- ¿Qué no lo sabes?. - Enfadado le miró volteandose y después volvió a mirar al vacio enmudeciendo y llenandose de ira. -

- Lo sie...-

- Ha pasado un año Reita, ¿Sabes la cantidad de noches que he llorado por qué no estabas aquí?. -

- ¿Te crees que yo no te he hechado de menos?. - Gritó. -

 

Se hizo el silencio y Reita se levantó para colocarse unos metros más a la izquierda que Abel, como solían hacer antiguamente. El moreno miraba al vacio y Reita observaba como las lagrimas le caían por las mejillas silenciosamente.

 

- ¿Puedo preguntarte algo?. - Decía Abel sin mirarle. -

- Sí. -

- ¿Por qué has aparecido hoy?. - Esperaba una respuesta, necesitaba que se acordase de aquel momento. -

- Sé que día es, y sé que hace un año desde qué me fuí, desde que...ocurrió. -

 

Abel le miró llenandose de dolor. Se acordaba, y ahora estaba allí de nuevo. ¿Qué demonios significaba entonces su demora?.

 

- ¿En qué necesitabas pensar Reita?. - Hizo una pausa y golpeo el borde con su puño. - ¿¡¡En qué si todo estaba empezando a salir bien!!?. -

- Soy demasiado orgulloso como para aceptar muchos sentimientos, y lo sabes... -

- El problema no está en que lo sepa o lo deje de saber, es que no lo acepto Reita. -

- Pero... -

- ¡¡Pero nada!!. ¿¡¡Y si me hubiese suicidado antes!!? ¿Eh? ¿¡¡Y si hubiese decidido terminar antes con mi vida y tú por tu estupido orgullo no lo hubiese impedido!!? -

- No lo hubiera permitido... - Los gritos de abel le estaban destrozando, pero aún así mantenía su tono de voz en un susurro, como un niño pequeño cuando su madre le regaña. -

- ¿Como ibas a saberlo?. -

- Qué no me acercase a ti no quiere decir que no te viese... -

 

Abel enmudeció. No entendía absolutamente nada. ¿Le había estado siguiendo o algo por el estilo?.

 

- ¿Como?. - Preguntó confuso. -

- Sí, he venido aquí todas las noches, y te he seguido a casa todas las noches para saber que llegabas a donde debías llegar, pero... -

 

Abel se levantó de pronto y comenzó a caminar. No podía escuchar más. El estúpido de Reita le había estado viendo sufrir, viendo llorar todas las noches en aquel descampado y no había tenido el suficiente valor de acercarse ni una sola vez. Y todo por su maldito orgullo. Reita al verle levantarse hizo lo mismo y corrió para ponerse a su altura.

 

- Alejate de mi. - Replicó el menor. -

- Perdoname...- Abel se paró en seco haciendo que Reita se parase también. -

- No pienso perdonarte que hayas estado permitiendo mi estado solo por tu orgullo, ya no es algo entre nosotros, es una guerra que tienes que librar tu solo. - Hizo una pausa. - Cuando estes dispuesto a quererme, cuando tu orgullo desaparezca, vuelve, y dime que me quieres, que quieres estar conmigo y que ya nada más importa que eso. - Volvió a hacer otra pausa y empezó a caminar. - Hasta entonces, desaparece de mi vida. Y si estas seguro que no serás capaz de hacerlo dimelo ya, no volveré aquí. -

 

 

Reita se quedó paralizado. Tenía razón. Había sido un completo egoísta, le había visto sufrir, le había visto realmente hundido y por miedo no había vuelto. Y cuanto más pasaba el tiempo más temía volver a aparecer, porque sabía que Abel se lo hecharía y cara y con razón. Sintió un dolor en el pecho y volvió a desplomarse de rodillas en el suelo llorando de desolación con las manos en su rostro. Sintió como Abel también se paraba en seco, sin voltearse, y como nervioso movía sus manos.

 

- No sabía que hacer Abel, yo no... yo no quería hacerte daño... - Soltó un gimoteo e intentó proseguir. - No estaba seguro de si podría... de si podría corresponderte como lo mereces y...y me asusté. Hacerte daño era mi mayor miedo, y alejandome de ti, quizás lograría no hacerlo. - Hizo una pausa. - ¡¡Me equivoqué!! - Gritó. - Y lo reconozco. Pero a medida que pasaba el tiempo me paraba a pensar que aparecer sería aún peor, que me rechazarías y con razón y eso... - Gimoteo. - Eso me daba más miedo aún. - Hizo una pausa y sintió como Abel se volteaba para mirarle, en silencio y sin acercarse. - Esté era el día indicado, un año después de que nuestro momento ocurriese. Un año en el que no he hecho otra cosa que lamentarme por no haber tenido el valor a afrontar mis sentimientos... -

- Pues aún siendo hoy creo que te has equivocado. - Dijo duramente, sin un apice de sentimientos en sus palabras. -

 

Reita sintió que se le encogía el corazón. No había solución, era demasiado tarde como para intentar buscarla, era demasiado tarde como para poder remediarlo. Se levantó y Abel retrocedió unos cuantos pasos por si se acercaba a él, en cambio el rubio comenzó a acercarse al borde del precipicio mirando al vacio.

 

- En este año he observado como cada noche te sentabas aquí con las mismas ganas de tirarte que hoy y que la que vez que te conocí. - Hizo una pausa y volteó la cabeza para mirarle - Y siempre me he parado a pensar en que pasaría si las tornas fueran diferentes. Si fuera yo quien quería tirarse y tú quien observaba. - Volvió a mirar al vacio. - ¿Y si me tiro Abel? Ya no hay nada que me importe. -

- No eres tan cobarde... - Dijo intentando sonar duro, pero al fin y al cabo estaba convenciendose.. -

- Sí que lo soy, te lo he demostrado. -

 

Reita colocó sus brazos en cruz. Estaba dispuesto a besar el mismisimo suelo cayendo muerto para siempre. ¿Qué importaba? Había perdido a Abel y el resto de su vida nunca le había llenado lo suficiente... Sacó un poco sus pies para impulsarse hacia abajo cuando un grito irrumpió el momento.

- ¡¡¡¡¡No!!!!! - Gritó Abel corriendo hacía él y empujandole hacia adentro para protegerle de la caida. - No por favor... - Repitió cuando Reita ya estaba en lugar seguro. -

 

El castaño no era capaz de soltarle, le había abrazado y no tenía la capacidad de romper aquel contacto.

 

- ¿Por qué no?. - Reita había comenzado a llorar más fuerte que antes.-

- ¡¡Porque no sería capaz de vivir sin ti!! - Gritó y se aferró más a el. - Porque cada día que iba pasando sentía que mi corazón era un poco más pequeño, porque necesito ver las estrellas contigo cada noche. Porque quiero saber lo que es despertarme a tu lado, porque necesito, ¿Me oyes? ¡¡Necesito!! que estes a mi lado para poder vivir. -

 

Reita le aferró contra sí mismo y le comenzó a acariciar el pelo suavemente. Mientras ambos calmaban poco a poco su llanto en un silencio propio de aquel lugar. El silencio más intenso de sus vidas.

Abel se sentó en el suelo y Reita hizo lo mismo, colocandose detrás de él de rodillas sosteniendole por la cintura para seguir abrazandole.

 

- Pero existe un problema... - Decía Abel con la voz vacía, aun lleno de lágrimas. -

- Lo sé, y lo tengo asumido, existe tu orgullo, mi orgullo... -

 

Abel entrelazó los dedos con los de Reita. Anhelaba el hecho de escuchar las palabras que el mismo iba a decir en la boca del otro. La compenetración, la conexión que por duro que pareciera nunca se había roto.

El viento apareció de la nada en aquel descampado y meció los cabellos de ambos mientras emitía un silvido extraño que abrió más el vació del momento.

 

- Ninguno de los dos podemos medir hasta cuando va a durar eso... - Respuso Abel -

- No, y por ello solo nos queda esperar... - Reita besó el cuello de Abel y le levantó del lugar tomandole la mano. - Te llevaré a casa, es tarde. -

- No, quiero quedarme, al menos por esta noche, tu puedes irte si quieres. - Repuso el menor sentandose de nuevo. -

 

Reita asintió con la cabeza y comenzó a caminar en dirección contraria al precipicio. Seguro de si mismo, con la esperanza de sentir un susurro sordo que le dijese exactamente lo que necesitaba oir.

 

- ¿Vas a volver?. - Preguntó Abel volteado para mirarle desaperecer entre las sombras. -

- ... - Reita sonrió para sus adentros. Bingo. - Es demasiado tarde como para dar un paso hacia atrás de nuevo. Que el orgullo vaya a seguir presente no quiere decir que el miedo no haya desaparecido. -

 

Reita comenzó a caminar de nuevo en silencio mientras sonreía con suavidad y se daba cuenta como Abel también estaba sonriendo. No le veía, pero lo sabía.

 

- ¡¡Eh Reita!! -

- ... - El mayor volvió a pararse en seco haciendo un ruido que se lo indicó al menor-

- Te quiero... -

- Yo también te quiero Abel, yo también te quiero. -

 

Reanudó su marcha y dejó ese descampado atrás en su coche que rugía desde la carretera. Abel seguía sentado al borde, sus lágrimas le hacía ver borrosas las luces que había enfrente de él.

 

"¿Orgullo? Que palabra más original ¿Verdad? Cuando desaparezca el orgullo, ambos estaremos preparados para avanzar en una linea recta cogidos de la mano...¿No es así? "

 

Dejó sus pensamientos brotaran y que el viento meciese su preciosa melena castaña. Por fin sería capaz de dormir una noche.

 

 

Fin.

 

Notas finales:

¿Se merece un review?


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