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Rehenes por AthenaExclamation67

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Notas del fanfic:

Afrodita & Death Mask de principales, Hyoga & Ikki de secundarios.

REHENES

By AthenaExclamation67

 

 

Un día cualquiera, la casualidad o la fatalidad hicieron que se conocieran. Quizás no fue el mejor momento ni la mejor situación para hacerlo, pero así estaba escrito y así sería. Sus vidas quedarían marchadas por siempre con ese imborrable recuerdo.

Dita se despertó como cualquier día en su vida. Se baño, se vistió y tomó un café con leche antes de salir de casa para ir a trabajar.

Se subió al tren, el mismo recorrido de todos los días y se sentó en uno de los lugares que había libres. Durante el recorrido, pensaba lo que debería hacer durante todo el día y solo deseaba que este no transcurriera lento y pesado.

Como cada día, descendió el vagón que ocupaba para subir las escaleras de la estación lentamente. Cuando estaba por terminar el ascenso vio algo que le llamó mucho la atención.

Una señora de avanzada edad intentaba sin conseguirlo tomar uno de los diarios gratuitos que se suelen dejar al pie del inicio de las escaleras que dan a la calle. La señora, se agacho lo más que pudo para tratar de alcanzar uno, pero le era inútil, sus envejecidas rodillas no se lo permitían, tan solo pudo mirar a todos los lados viendo como las demás personas agarraban un periódico y tras pasar por su lado se iban sin prestarle ayuda.

-          ¡Que fuerte me parece! – pensó Dita indignado – como puede ser que sean incapaces de ayudarla – se lamentaba mentalmente.

Dita se aproximo a la señora y se agachó tomando dos periódicos. El primero se lo ofreció a la anciana que aun miraba a ver quién le ayudaba y el otro para él.

-          ¡GRACIAS!  - le dijo al ver que al menos quedaba una persona civilizada en el mundo.

-          De nada – contestó luciendo una amplia sonrisa.

Una sensación muy agradable le invadió, había hecho una buena obra y eso provoca que uno se sienta mucho mejor.

Así era Dita, amable con todos, cariñoso, aparte de ser un chico de 22 años muy atractivo. De pelo largo celeste al igual que sus brillantes ojos, su piel blanca como la nieve y su cuerpo fino pero perfectamente torneado.

Llegó a su trabajo, una importante oficina administrativa, y cuando estaba terminando de colgar la chaqueta sobre su silla, su jefe de sección le ordeno que debía ir al banco a realizar unos depósitos.

-          Ladilla – pensó – por que no vas tu mismo – le hubiera gustado decir de no ser por que le despediría.

Volvió a tomar su chaqueta y se dirigió al despacho con su jefe el cual le entrego los formularios y se marchó en dirección al banco.

Decidió ir andando, ya que en el estado que funcionaban los transportes públicos últimamente era la mejor opción. El día era precioso y no había mejor manera de disfrutar de él. Tomo la primera calle a la derecha y depuse todo recto cinco cuadras más hasta llegar al banco.

Al llegar, un mal presentimiento le invadió, no sabía el por que, pero se le retorció el estomago.

La cola de las cajas era muy larga, parecía que le iba a tocar pasar un buen rato en aquel lugar. El rato iba pasando pero la cola no avanzaba, se sentía un poco cansado de estar allí, pero no le quedaba más remedio que estar allí.

De pronto, se oyó un ruido estremecedor, unos disparos.

-          ¡MANOS ARRIBA, ESTO ES UN ATRACO! – gritó un muchacho moreno mientras otro rubio sostenía un arma.

Toda la gente quedó petrificada, era esa quizás la mala sensación que tenía Dita…

-          Vamos, al suelo todo el mundo y nadie saldrá herido – exclamó mientras su compañero le vigilaba las espaldas.

Hicieron salir a todo el personal del banco, que no era mucho y les obligaron a quedarse sentados como al resto de personas que había allí.

Salieron lenta y ordenadamente y cada uno se sentó donde les indicaron.

Justo al lado de Dita le toco sentarse a uno de los muchachos que había en las cajas. Alto, piel morena y unos ojos color violeta preciosos, que a pesar de la situación y al contrario de Dita estaba extrañamente relajado, no le daba miedo enfrentarse a esa gente, pero Tampico quería que por su culpa mataran a nadie.

Dita se fijo enseguida en ese muchacho, el estaba ahí, cagado de miedo literalmente y el aparentaba una calma que desconcertaba a cualquiera.

Esos dos muchachos, no aparentaban tener mas de 25 años, esbeltos pero con una mascara el rubio la llevaba con forma de pato y el otro algo que parecía un pollo. Estaban tranquilos y seguros de que todo les iba a salir bien, que conseguirían su botín y podrían escapar de ahí sin complicaciones.

Todo les estaba saliendo a la perfección, la intimidación a los rehenes, pero al muchacho de piel morena, le pareció que debía imponerse más y disparó al director de la sucursal bancaria en una pierna para demostrar que no tendría problemas en matar a nadie.

-          ¿Pero por que has hecho eso? – le pregunto el rubio – se llama intimidación, y es necesaria o no saldremos de aquí, ¿entiendes? – le dijo al tiempo que se levantaban un poco las mascaras y se besaron allí mismo, frente a todos.

El muchacho que estaba sentado al lado de Dita vio su malestar, Dita estaba sudando y temblando de miedo.

-          Oye, cálmate… No va a pasar nada – dijo tratando de calmarle - todo esta bajo control. Me llamo Mask ¿Y tú?

-          Y… Yo… me llamo Dita contesto temeroso de alzar mucho la vos y que le pegaran un tiro.

Por más que trataba Mask, no conseguía calmar a Dita, tomo sus manos que estaban muy frías y las calentó con las suyas, despertando así un fuego interior, Mask miraba fijamente a los ojos de Dita y no pudo contenerse y lo beso al igual que estaban haciendo los secuestradores.

El muchacho de piel morena, los vio.

-          ¡Eh! – gritó – que hacen ustedes, aquí se hace lo que yo digo, no es momento para besos.

Mask se separó de Dita que le miraba sorprendido aunque no incomodado por el beso, más bien parecía que el rubor de sus mejillas pidieran más.

-          Quédate tranquilo – le dijo susurrándole – soy policía encubierto, sabíamos que algún día esto podía pasar y estábamos alerta, todo saldrá bien – añadió tomándole las manos pero esta vez con un sentimiento diferente.

-          Si… Gracias, estoy más calmado.

-          ¡LES HABLA LA POLICIA! ¡SUELTEN A LOS REHENES! – se oyó desde fuera.

El muchacho que dominaba la operación, agarró a Mask y lo acerco a la ventana.

-          Si osan entrar lo mato ahora mismo – amenazo – traigan un coche y nadie saldrá herido.

Lo devolvieron a su lugar, al lado de Dita y la mala suerte se hizo presente, a Mask se le cayó la placa de policía de su escondite y las cosas se pusieron muy feas cuando el muchacho rubio lo vio.

-          Ikki  mira, es policía, estamos perdidos – dijo descubriendo el nombre de su compañero.

-          Estúpido, has dicho mi nombre – exclamó – ahora tendremos que matarlos a todos Hyoga.

Mask ya sabía sus nombres, eran unos profesionales asaltando bancos, aunque nunca lastimaron a nadie, quien sabe si sería así ahora que habían descubierto su placa.

-          Tú vamos – dijo al tiempo que agarraba a Dita.

-          Pero Ikki que haces – se asusto Hyoga – déjalo y escapemos esto se nos ha ido de las manos.

-          Ni hablar – dijo al tiempo que volvía a empuñar su arma.

Sin pensarlo dos veces Ikki apuntó al pecho de Hyoga y le disparó. El grito en la sala fue general y los tiros empezaron a volar.

- Ya no me eras útil – dijo mientras veía caer el cuerpo de Hyoga al suelo.

Mask aprovechó que Ikki se distrajo y estiró de Dita para sacarlo de entre sus brazos.

-          ¡¿Pero como te atreves?! – gritó

Ikki volvió a apuntar y disparó en dirección a Dita que permanecía inmóvil tirado en el suelo por el golpe y el miedo.

Mientras la bala buscaba su diana, en un rápido movimiento Mask se levantó e hizo el intento de apartar a Dita más no lo consiguió.

Las balas que disparaba la policía desde fuera de la sucursal impactaron en el pecho y el cuello de Ikki causándole una muerte lenta mientras se desangraba en el suelo, irónicamente, junto al cuerpo de Hyoga al que había matado hacia unos instantes.

Mask se levantó y miro rápidamente a Dita que tenía manchas de sangre en su camisa.

-          ¿Estas bien amor? – le pregunto sin darse cuenta de sus palabras.

-          Si, yo estoy bien, esta sangre no es mía, me salpicó – pero no se de dónde.

Dita dejo de observar sus manchas y fijo la vista en el hombro izquierdo de Mask.

-          Un momento, es tuya – exclamó – yo no estoy herido, pero tú sí.

-          No importa, lo que quería saber era si tu estabas bien, nunca me hubiera perdonado que te hubieran herido por mi culpa.

Dita se aproximo a sus labios y los beso dulcemente, le gusto el sabor que antes habían dejado en los suyos.

-          Mask, que te pasa – dijo al notar que se desmayaba – contéstame, contéstame. Que alguien llama a una ambulancia. ¡RAPIDO!

Pero la ambulancia no llegaba…

-          ¡¡¡MASK!!!gritó Dita mientras quedaba sentado en la cama del susto.

-          Dita, tranquilo, ya paso, solo fue una pesadilla – le decía Mask mientras trataba de calmar su agitado pecho que latía fuertemente.

-          Ah, perdona – contestó – soñé otra vez con el día que nos conocimos, disculpa que te haya despertado.

-          Despiértame siempre que quieras, daría mi vida por ti – terminó de decir mientras tomaba el rostro de Dita y le besaba.

 

- Fin -

Notas finales:

Bien, lo del banco es una alusión a algo que alguien en mi trabajo suele hacer en situaciones parecidas. Es decir, en lugar de hacerlo esa misma persona te envia a tí y ella o él se queda periendo el tiempo "rascandose"...

Y lo de la señora del metro... en fin, es algo que me pasó el mismo día que esribí el fic, si, yo vivi esa situación, la pobre mujer, tratando de tomar el periodico y nadie, nadie le pasaba uno, se agachaban a tomar uno para ellos y no fueron capaces de alcanzarle uno a la pobre mujer. No creo que Afrodita lo hubiera hecho, pero yo si lo hice, y la verdad que uno despues de ver la sonrisa de la señora, como que respira mejor.

Se que quizás no le importe a nadie, pero me apetecia explicarlo por que es lamentable que sucedan estas cosas. Me parece increible que hoy dia, nadie ayude a nadie. 


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