Nevaba. Sus mejillas teñidas de un hermoso tono rosa por el frío que hacía. No tenía idea de cómo había llegado hasta ahí con ese clima y menos aún, con él.
––Ya basta ––dijo él deteniéndose, a lo que el otro se lo quedó viendo ––Estoy cansado y tengo mucho frío.
El muchacho le sonrió aunque fastidiado, pues en cierto modo quería seguir ahí.
––Entonces te llevo a tu casa.
––Haz lo que quieras ––respondió de mala gana.
––¿Qué sucede contigo? ––exclamó más fastidiado por la respuesta del detective.
Por más que ya no tuviera nada en contra suya, le seguía molestando –en ocasiones –su actitud tan altanera y molesta. Mas al instante buscó calmarse, lanzó un gran suspiro y volvió su mirada a Loki. A pesar de todo, debía admitir que no podía mantener su enojo por mucho tiempo; a veces se preguntaba qué diablos tenía él de especial que no permitía que su ira fuera permanente, realmente aquello era desesperante, en ocasiones.
––Heimdall ––llamó su atención, después de haber permanecido en silencio ––Perdón.
Supo en seguida que se disculpaba por su actitud. Le pareció algo muy… dulce, a pesar de que lo hizo volteando el rostro para que no lo viera.
Le sonrió, qué más podía hacer. Grande fue su sorpresa al ver que en ese mismo momento, Loki salió corriendo del lugar. Un sentimiento de preocupación lo invadió por completo. Qué pudo haber pasado para que de pronto saliera así.
Salió en su búsqueda, aunque le resultaría difícil encontrarlo ya que había pasado un buen rato desde que Loki huyó.
La nieve no dejaba de caer; él seguía buscándolo: ¿A dónde pudo haber ido?, pensaba mientras corría sin cesar. Las piernas ya no le daban más, así que se detuvo, triste por no encontrarlo; mas su semblante cambió a uno de alivio al ver que frente a él, sentado en un columpio del parque a donde había llegado sin querer, estaba Loki.
Con cautela fue acercándose a él, pero se detuvo al oír unos leves ruidos provenientes del detective. Acercándose más, pudo descifrar que aquellos ruidos eran producidos por su llanto.
Lentamente levantó su rostro para ver gruesas lágrimas corriendo por sus mejillas. Sintió una punzada en el corazón de verlo así ¿Por qué le dolía tanto?
––Loki ––dijo con voz temblorosa ––¿Por qué lloras?
Éste no contestó, se soltó del agarre del chico y miró hacia otro lado con un ‘No te importa’ como respuesta.
¡Claro que le importaba! En todos sus años de vida, jamás había visto al Gran Dios Loki soltar una sola lágrima.
––Dímelo ––exigió esta vez. Dirigió su mirada al estratega, su mirada se clavó en la de él haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas que aún quedaban por salir.
––De todas las personas que existen ––comenzó ––, de todas las personas que conozco… ¿Por qué, maldita sea? ¡¿Por qué me tuve que enamorar de ti?!
Sus ojos se abrieron a más no poder; si era cierto lo que había oído, entonces tenía mucho por qué sorprenderse.
Tan ensimismado estaba que no notó el momento en el que Loki volvió a derramar lágrimas. Dio un paso lejos del muchacho, estaba dispuesto a irse; una mano sujetó su largo saco negro, deteniéndolo en el acto.
––Suéltame.
Mas no le hizo caso, tiró de él haciendo que cayera entre sus brazos para luego aferrarlo fuertemente contra su pecho.
––¡Que me sueltes! ––exclamó moviéndose de un lado a otro tratando de escapar, pero por más que lo hacía, menos oportunidades de huir le quedaban.
‘No te dejaré ir’ se escuchó mientras su cuerpo se aferraba más al del otro provocando que se sonrojara.
––¡Te odio! ––volvió a exclamar, pero esta vez sin moverse.
––No ––le contradijo ––. Tú no me odias, ¿Sabes por qué? Porque me amas y yo también te amo.
Luego de haber provocado la parálisis total de Loki, Heimdall tomó su mentón –para poder observar su rostro –y juntó sus labios en un beso tranquilo y fogoso a la vez.
Tanto era su ensimismamiento que jamás notaron el momento en el que la nieve empezó a caer sobre sus cuerpos.