Over
Creía en lo efímero…pero pensó el estar junto a él podría ser eterno.
Ingenuo, nada es eterno.
Creyó que nada los separaría.
Iluso, ahora se haya junto a una persona irritante y estúpida.
Creyó que la relación alumno-maestro podría ser más que eso…
Tonto, una marioneta fría y sin sentimientos jamás lograría sentir algo…por él.
O al menos eso pensaba...
Sasori yacía en el suelo, boca abajo, con dos katanas atravezando su corazón artificial, su único punto vital. Rodeado por un mar de seres sin vida en sus mismas condiciones.
Deidara se hallaba inmóvil, con una expresión de puro horror dibujada en su lastimado rostro. Sintió en un instante como el dolor se apoderaba de su frío corazón y las palabras se le quedaban atascadas en la garganta. Quería gritar, llorar, insultar…pero no podía. El abatimiento le había apagado la luz como el viento intenso y frío apaga el fuego…el fuego de sus esperanzas.
Al fin reaccionó, agitando con fuerza su cabeza. Se dirigió con torpeza en sus movimientos hacia el pelirrojo y se dejó caer junto a el.
- ¡Sasori no danna hum! – gritó girándole con el único brazo que le quedaba y alzándole con delicadeza para poder mirarle. – Danna…por favor…-
Se hallaba arrodillado en el suelo, junto al cuerpo agonizante de aquel que había deseado en cuerpo y alma. Aquel motivo por el cual de verdad se había unido a Akatsuki. Aquel que de verdad le había enseñado a amar. Aquella persona…se estaba muriendo…
Su mirada estaba nublada. No solo por el cansancio físico y la sangre derramada a causa de su reciente batalla con el jinchurikii del Kyuubi, sino por las lágrimas que querían escapar de sus ojos. El dolor no era solo físico…
Apoyó delicadamente su cabeza sobre el pecho lastimado y sangrante, mezclando sus cabellos color oro con la sangre carmesí que fluía sin cesar y sin más rodeos, empezó a llorar, dejando salir ese dolor emocional que lo estaba matando por dentro.
Se sentía destrozado…
Una voz fina y ténue interrumpió sus amargos llantos.
- Dei…dara…-
Sasori, agonizante, apenas podía hablar. Su voz grave y varonil se había reducido a un hilo de voz fina y débil. De sus labios rotos y sangrados las palabras fluían suave y débilmente en forma de dolorosos susurros. Sus ojos color miel habían dejado de brillar como acostumbraban, ahora eran oscuros y tristes y no podría mantenerlos abiertos por mucho tiempo.
Deidara, al escuchar una mínima señal de vida de su maestro, levantó rápidamente la cabeza para mirar directamente a su maestro.
- Sasori…no…danna…hum –
Las palabras salían entrecortadas, producto de su dolor. Un dolor que le oprimía su corazón, clavando sus pesadas y filosas garras en él, lastimándole…desgarrándole en lo más profundo del alma.
Pero la tristeza y el dolor punzante en su ser le ganaron de mano y empezó a llorar lo más fuerte que pudo, hundiendo su rostro nuevamente en el pecho de su pelirrojo, combinando las cristalinas y amargas lagrimas con la roja y espesa sangre.
Sasori volvió a hablar, esta vez un poco más fuerte que antes.
- No llores…por…mi…por…favor…Deidara…- dijo levantando lentamente su brazo y apoyandolo contra la espalda del ojiazul.
Éste, al sentir el contacto de Sasori, levantó la cabeza y lo miró a los ojos.
- ¡Sasori no danna! ¡No puedes seguir asi hum! ¡Iré…Iré a pedir ayuda!...¡No te muevas hum! –
El rubio se levantó con rápidez, con las esperanzas de encontrar a Zetsu, a Itachi, a Kisame o a cualquier otro Akatsuki que le pudiese ayudar, pero fue detenido. Sasori lo sostenía de su capa, impidiendo su ida.
- ¡Danna hum! – gritó llorando - ¡Déjame ir! ¡Te morirás hum! –
- No – contestó con voz fría, pero débil – M-Me queda poco… y q-quiero es-estar t-todo el tiempo posible a t-tu lado.
- ¿A…A q-que te refieres h-hum? –
- Q-quédate conmigo…Deidara – musitó aflojando su agarre.
No podía creer lo que escuchaba…¿Sasori quería pasar sus últimos momentos con él? Deidara lo amaba y sabía que no soportaría mucho tiempo…asi que si lo que deseaba era que se quedara, así sería. Asi que nuevamente se arrodilló al lado del pelirrojo.
Sintió una fuerte punzada de dolor en su brazo cercenado. No pudo reprimir dar un pequeño gemido de dolor.
- ¿P-perdiste… otro… brazo… Deidara? – dijo observando como la sangre brotaba del brazo cercenado de Deidara.
El rubio no pudo evitar desviar la mirada hacia su herida y tratar de conversar con su Sasori como si todo fuera normal - Asi parece hum…No te preocupes…Kakuzu…volverá a coserlo –
- Le c-conviene, un a-artista necesita d-de s-sus manos para p-poder hacer posibles s-sus g-grandes y m-maravillosas obras…e-el arte-n-nace..de-de…la mente fluyendo hasta el punto de crearlo c-con las m-manos -
- Algo que tú me enseñaste hum –
- Y aún lo recuerdas je - sonrió débilmente tratando de que el menor lo imitara…pero fue en vano. Deidara comenzaba a llorar nuevamente.
- ¡Danna! ¿Cómo puedes estar tan tranquilo hum? ¡Te vas a morir!...¡No te voy a ver jamás hum! ¡No puedo seguir sin ti! –
El artista cubrió su rostro con sus manos, ocultando su apariencia triste y deplorable. Nuevamente sintió que alguien le jalaba de la capa, ésta vez de la parte delantera.
- Deidara…r-responderé a t-tu…pregunta – dijo el mayor atrayendo más a Deidara, hasta el punto que su respiración debil y entrecortada se encontró con la de su aprendiz, mezclandose entre sí. – A-A pesar…q-que voy a morir…me encuentro tranquilo por un solo motivo…-
- … - Deidara se mantuvo en silencio, expectante a lo que su maestro diría. Se percató de que unas gotas de lluvia cayeron en el rostro de porcelana de su maestro, rompiéndose cuan cristal débil ante un contacto fuerte. Ese silencio, interrumpido por las gotas cristalinas que empezaban a caer. Deseó llorar con más intensidad que antes.
- Porque…estoy junto a ti…Deidara…-
Su único ojo visible se abrió de la impresión…¿Qué estaba queriendo decir?
Presionó la mano del pelirrojo con más intensidad y las lágrimas caian nuevamente, junto con la lluvia que lavaba su rostro sangrado.
- ¿Sabes? Cuando…te conocí…pensé que eras soso, estúpido y una…una niña… - Deidara hizo un pequeño morrito – Pero…a…amedida que te conocía…yo aprendí muchas c-cosas de ti… –
- ¿y que pudiste haber aprendido de mí hum? Si tú jamás me prestabas atención…siempre diciendo que yo era un “idiota” o un “tonto” hum…siempre despreciando mi creencia artística…hasta lo acabas de decir hum – desvió su mirada un poco ofendido al recordar esas cosas, pero una calida y mojada mano se posó con delicadeza sobre su mejilla, moviendo hacia atrás el largo mechón de pelo que le cubría su ojo izquierdo.
- Lo sé…y…desde lo más profundo de mi…alma…- empezó a toser debido a la falta de aire – te pido…perdón…pero…el maestro tambien ha aprendido del alumno…y ¿sabes qué? –
Un nuevo silencio reinó en la atmósfera, interrumpido por el caer de las gotas de lluvia sobre la tierra seca y las marionetas muertas y frías. Deidara le clavó su mirada azulina, interrogante, mientras las lágrimas rodaban lentamente.
- Me has enseñado…a amar…Dei…- le acarició la mejilla – Te amo…-
Deidara quedó inmóvil…Sasori no danna? Aquel a quien siempre había amado le correspondió? ¿Y justo ahora se estaba muriendo? Maldijo al destino y a su vida por lo que pasaba, más bien se maldijo a si mismo…¿Cómo fue tan idiota como para no habérsele confesado antes? Ahora lo estaba perdiendo y era demasiado tarde para corregir sus errores, más si el tiempo no se puede volver atrás…Pero…para algo no era tarde.
Iba a decir algo, cuando el pelirrojo le atrajo hácia si para de ese modo darle algo que ambos deseaban con todo su ser en ese efímero momento.
Un beso.
Suave, un casto un rose de labios, apenas tangible. El primero y último que compartirían. Deidara absorvió, bebió y disfrutó del sabor de Sasori, grabando en su memoria todos dulces sabores que anhelaba conocer, dejándose llevar por sus alocadas emociones. Un leve suspiro se hizo audible cuando aumentaron el contacto, deseosos de que ese momento no se terminara jamás, dejándose llevar por la pasión escondida que los embargaba.
La saliva de Deidara impregnó en la boca de ambos, Su lengua se metió timidamente en la de Sasori para poder saborear más esa ansiada cavidad. Lentamente, ambas lenguas comenzaron un baile el cual parecía que llevaba incontables años de ensayo, una lucha la cual no tenía ganador alguno…
Ninguno de los dos había besado antes…pero la primera vez fue idílica…sublime…inolvidable…efímera de tiempo…pero eterna de recordatorio.
Se separaron segundos después, dejando que sus narices se rozaran. Deidara reclamaba oxígeno, mientras que Sasori le miraba, embelesado, sonriendo. Con sus labios hizo cosquillas sobre los de Deidara, dando pequeños besos sobre algunas zonas heridas. Deidara levantó una mano y acaricio el pelo rojo y mojado del Akasuna.
- Yo tambien te amo – musitó Deidara sobre los labios del mayor – desde que te ví hum…por eso no quiero que te vayas…no me dejes…- agachó la mirada.
Sasori le miró frunciendo levemente el seño y le dio un pequeño beso en los labios, a modo de consuelo.
- Jamás te dejaré…d-onde quieras que vayas…yo…allí estaré…protegiéndote…- La voz del pelirrojo se apagaba lentamente mientras acariciaba el largo cabello de Deidara, con ternura – nunca lo olvides Dei…cuando…cuando estés triste…sonríe. C-Cada dia nublado…tiene su sol…-
- ¿Hay un sol aquí hum? – se atrevió a inquirir el ojiazul.
El silencio reinó entre ellos. Cada vez llovía más. Sasori dibujó una media sonrisa en sus labios y apartó un mechón humedo que se encontraba pegado en la nariz del rubio, recreándose después en sus facciones, acariciando tiernamente su cuello y besando suavemente su mejilla, lamiendo sus lágrimas suave y lentamente.
- Si – amplió un poco más su sonrisa – Nuestro amor…-
- Que por más que sea efímero – murmuró Deidara
- Es eterno – acabaron ambos, volviendose a besar con delicadeza, mientras la lluvia caía.
Se quedaron así largo tiempo, compartiendo sus labios por segunda vez en mitad de la lluvia.
Pero Deidara se percató de que Sasori ya no respondía a sus caricias. Los brazos de su compañero reposaban inertes sobre sus hombros y su pelo. Sus labios estaban fríos, habían perdido ese calor tan delicioso…tan vital.
El rubio se separó de él para comprobar lo que más se temía.
Sasori había muerto.
Sintió como su mundo se le venía encima, derrumbandose totalmente, provocándole una desesperante sensación de claustrofobia. Su corazón latía descontroladamente queriendo salir de su pecho a como de lugar.
Se negaba a aceptarlo, simplemente no quería aceptarlo. Como fruto de la desesperación empezó a gritar y a llorar desconsoladamente, hundiendo su rostro en el cuerpo inerte de su amado, con sus lágrimas mezclandosé con la sangre de sus heridas y la dura y amarga pena de su triste corazón.
Apretó más su mano. Mordió su labio inferior. Tembló. Cerró sus ojos. Susurró.
- Jamás te olvidaré...Sasori no danna... –
No lo volvería a ver. No lo volvería a tocar. No lo volvería a besar. No volvería a escuchar su voz. No iba a estar allí jamás...
Ya no más. Se había ido…
Lo amaba.
De verdad lo amaba más que a su vida, que a su arte, que a su propia alma…
Pero todo había terminado.
- Disculpame si jamás te dije que te amaba hum...-
Nunca dejes de decir te amo, pues nunca sabes si es la última vez que lo haces.