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CAPRICHOS DEL DESTINO por lyra

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No sabía porque había aceptado asistir a la fiesta. Estaba muy cansado tras esa actuación y sentía la garganta algo resentida, pero su hermano no paró de insistir hasta que cedió al ver la dulce sonrisa que lucían sus labios. Nunca podía negarse a sus encantos…

Pero dos horas después se preguntaba porque demonios había cedido. Sentado solo en el oscuro reservado que habían elegido miraba aburrido como se divertían sus compañeros. Su hermano era otro caso, prefería otro tipo de diversión.

Nada más llegar, se colgó del brazo una linda chica y en esos momentos estaba en mitad de la pista de baile devorándola los labios. Mientras que él solo podía mirar y suspirar.

Que fácil sería poder hacer lo mismo. Coger a una de esas chicas que no le quitaban los ojos de encima y hacerla suya en un rincón solitario. El problema era que esa idea no le atraía en absoluto.

Miraba a las chicas que le rodeaban con una súplica en los ojos y una sonrisa en sus dulces labios, pero no sentía nada. En cambio, miraba a los chicos que molestos por su presencia le daban la espalda y un suspiro se le escapaba de los labios.

Se acomodó mejor en el sofá en el que estaba sentado. Sus ojos se habían cruzados con otros que fijamente le miraban. Era un chico, muy atractivo por cierto, que viendo que le habían pillado observándole no se cortó ni nada. Todo lo contrario, esbozó una sonrisa en los labios y alzó su bebida brindando con él antes de echar riendo un trago.

Sintió que el corazón le palpitaba muy deprisa y como le subía un calor por dentro del cuerpo, llegando hasta sus mejillas que en unos segundos se sonrojaron sin poder hacer nada por evitarlo. Tampoco pudo evitar pasarse la lengua por los labios y lanzar un suspiro al aire.

—¿Qué, te diviertes?—preguntó Georg dejándose caer a su lado.

Se puso tenso de inmediato, pasándose las manos por la cara como si de esa manera se le borrara el rubor que sentía extenderse cada vez más y más, pero solo conseguía aumentarlo.

—Me voy al baño, estoy un poco mareado—se excusó levantándose.

—Si solo has tomado agua—dijo Georg señalando su botella de plástico.

—Hay mucha gente, y hace un calor insoportable…necesito aire—dijo cambiando de excusa.

—Si ya no regresas, daré por hecho que la noche te ha ido bien—rió Georg guiñándole un ojo.

Ni se molestó en contestarle, solo quería huir de allí lo más rápido posible. Pero para eso debía atravesar la pista de baile, y su misterioso observador le cortaba el paso. Se encontró a su hermano por el camino y no le quedó más remedio que saludarle.

—¿Estás bien?—preguntó Tom al verle agitado.

Maldijo por lo bajo, a él nunca le conseguía engañar.

—Voy a tomar un poco el aire, tanto humo me está afectando—le explicó señalándose la garganta.

—¿Te acompaño?—preguntó Tom preocupado.

—No—contestó con rapidez—Estás bien acompañado, no quiero interrumpir nada.

Vio que la chica que está al lado de su hermano suspiró aliviada. No le gustaría saber que pasaría si su hermano la dejara tirara por él.

Se despidió levantando una mano y siguió con su camino. Salió del local en el que se celebraba la fiesta y se abrochó mejor la cazadora, protegiendo su garganta de la brisa fresca que corría en esos momentos. Decidió que lo mejor sería regresar al apartamento, para él la fiesta ya se había terminado.

Se metió las manos en los bolsillos de la cazadora, dispuesto a regresar a pie a pesar de estar algo lejos. Pero necesitaba tiempo para pensar, despejar su mente de esas dudas que le acechaban noche tras noches… ¿realmente se estaba replanteando su condición sexual? ¿Tendría el valor necesario de confesárselo a su hermano?

Porque su opinión era muy importante para él. Necesitaba saber que podría contar con su apoyo incondicional, aunque nunca tuvo dudas de lo contrario.

Pasó un taxi a su lado pero ni se molestó en llamarlo. Le apetecía pasear…




Cuando llevaba uso 15 minutos, un coche se paró a su lado y le pitaron. Se giró con curiosidad, viendo que el conductor era ni más ni menos que su admirador.

—¿Te llevo?—le preguntó el chico sonriendo.

—No, gracias—respondió con algo de brusquedad—Prefiero pasear.

Dio media vuelta y siguió con su camino, pero el chico no se dio por vencido y aparcando el coche, echó a correr hasta alcanzarle.

—¿Te puedo acompañar?—preguntó cuando llega a su lado.

—No hace falta, gracias—respondió sin mirarle.

—Vamos, Bill…no me niegues ese placer—insistió tomándole del brazo.

Se volvió con rapidez y se le quedó mirando fijamente.

—No te conozco de nada, suéltame por favor—le pidió con firmeza.

—Perdona, no era mi intención molestarte—se disculpó soltándole.

—No importa, dejémoslo así—dijo Bill echando a anda de nuevo.

Pero no consiguió deshacerse de él.

—Por cierto, me llamo Ryan—se presentó caminando a su lado.

—Encantado—contestó sin girarse.

—Solo quería decirte que te admiro mucho, y pedirte un autógrafo. Pero veo que no es el momento, solo te estoy molestando—dijo parándose de golpe—Lo siento, ya me largo.

Se volvió de inmediato, viendo como Ryan se dirigía a su coche resignado.

—Ryan, espera—le llamó antes de poderse arrepentir.

Ahora era a él a quien le tocó correr y cogerle del brazo.

—Perdona, no quise ser grosero—se disculpó con sinceridad—Estoy algo cansado, pero tengo tiempo para un autógrafo…si aún lo quieres….

—¡Claro que sí!—respondió Ryan sonriendo—Espera, tengo papel en el coche.

Echó a correr y al momento regresó con una libreta en las manos que le entrega al cantante junto con un rotulador.

—No sabes lo feliz que me haces, me ha costado mucho acercarme—le explicó mientras observaba como le firmaba—Tuve que esperar a que estuvieras solo, para que tu hermano y tus compañeros no sospecharan nada.

—No sé de qué me hablas—dijo Bill entregándole la libreta.

—Vamos, Bill…es muy raro que estando rodeado de chicas se te presente un chico como yo y te pida emocionado un autógrafo—dijo Ryan con una sonrisa—Mi intención no es delatarte.

—No sé a que te refieres—repitió Bill muy serio.

—Te he estado observando, y no me refiero a esta noche. En todas las actuaciones cantas con la mirada perdida, como si no tuvieras a nadie delante que te hiciera cantar emocionado—le explicó Ryan en voz baja—Y hoy en a fiesta, sentado tú solo, rodeado de miles de chicas que se mueren por una sola oportunidad.

—No sabes o que dices, no me conoces en absoluto—le dejó bien claro Bill girándose.

—Te conozco mucho mejor que tu propio hermano—siguió diciendo Ryan tomándole del brazo de nuevo—Sé lo que te pasa, porque me ocurre a mi lo mismo. Las chicas no me llaman la atención, pero es ver a un chico y ponerme a suspirar…es verte a ti y quererte besar…

Antes de que pudiera reaccionar, le atrajo poniendo una mano en su nuca y apoderándose de sus labios, ahogando cualquier protesta que fuera a salir de ellos. Le sintió subir las manos y apoyarlas en su pecho, empujándole levemente mientras que con su lengua le trataba de expulsar de su boca. Pero eso solo consiguió excitarle más.

Echando una mirada a ambos lados de la calle, agradeció por lo bajo que nadie les estuviera observando. Echó a andar llevándoselo a rastras con él, abrió la puerta del coche que previamente había dejado abierta y girándose le hizo entrar a él primero, quedando tumbado sobre él, manteniendo aún el control del beso.

Haciendo fuerza con su propio cuerpo, le retuvo con firmeza contra el asiento, bajando una mano que se perdió en sus pantalones, comenzando a frotarle con suavidad para que poco a poco se fuera relajando…y lo consiguió, cuando le oyó suspirar y aflojar las manos que le apretaban la camiseta en dos fuertes puños cerrados.

Separó los labios y le dejó respirar, pasando la mano que tenía libre por su mejilla para tranquilizarle un poco.

—No vamos a hacer nada que tú no quieras—susurró Ryan sin dejarle de acariciar.

Sentía como se iba poniendo duro en su mano, y a él le pasaba igual. Sentía como su miembro empujaba la tela dura de sus vaqueros, pidiendo salir al exterior y ser saciado.

—No quiero—susurró Bill con miedo.

—¿No? Pues esto me dice todo lo contrario—rió rozando su miembro con la punta de los dedos.

Rió más alto cuando le vio cerrar los ojos y gemir en voz baja. Sabía que solo tenía que convencerle, y era un experto en eso. Decir las palabras adecuadas y hacer que la gente comiera de su mano…

—No te voy a hacer daño, solo quiero que disfrutes tanto como yo lo estoy haciendo—le explicó acariciándole el pelo—Dime, ¿te gusta lo que te estoy haciendo?

Le vio asentir ligeramente con la cabeza aún con los ojos cerrados. Aflojando un poco su cuerpo, se incorporó sonriendo al verle quieto, que no trataba de escapar ni nada. Se desabrochó los pantalones y dejó al aire su miembro, con una erección ya formada que pedía a gritos estar dentro.

Se inclinó y le hizo a él lo mismo. Le bajó las dos cremalleras de sus pantalones negros y se los deslizó arrastrando sus boxers de paso, poniendo una mano en el estómago del cantante que trató de incorporarse de repente.

—Espera, recuéstate y solo espera—pidió Ryan sonriendo.

No sabía porque no hacía nada por detenerlo, porque se quedaba quieto. Debió impedir que le besara, que le tocara…pero algo en su interior le decía que esa sería la única vez que pudiera experimentar eso que llaman sexo y él aún no había hecho.

Se recostó como le pidió, fijando la mirada en el techo del auto en donde se dejó arrastrar. Comenzó a respirar con dificultad, a jadear al sentir como sus dedos le acariciaban la piel de estómago, bajando más abajo, rozando su cadera con los pulgares hasta volver a centrar la atención en su miembro medio levantado.

Pero la cosa no se quedó ahí. Alzó las cadera por instinto, momento que Ryan aprovechó para colar las manos bajo sus nalgas, separándoselas y colar un dedo con brusquedad, lo que le arrancó un grito por la sorpresa.

Bajó las manos tratando de pararle mientras negaba con la cabeza, pero solo obtuvo una sonrisa como respuesta. Se recostó de nuevo dejándose hacer, cerrando los ojos gimiendo de placer cuando comenzó a jugar con su entrada colando un dedo más.

—Sabía que te iba a gustar—susurró Ryan.

Continuó preparándole, metiendo y sacando sus dedos hasta creer que ya estaba dispuesto para recibirle dentro. Sacó los dedos y se movió con rapidez. Se acomodó tras su espalda, sujetándole con un brazo para impedir que se cayera del asiento.

—Por favor…quiero parar—suplicó Bill a punto de llorar.

—Espera, enseguida terminamos—trató Ryan de calmarle.

Comenzó a acariciarle el estómago de nuevo, bajando hasta su miembro que tomó entre sus dedos mientras que con la otra mano le separaba más las nalgas y comenzaba a penetrarle con cuidado.

Cerró los ojos al sentir como su cuerpo era invadido de esa cruel manera. Trató de relajarse un poco, pero no lo consiguió. El dolor se iba haciendo cada vez más insoportable, se mordió los labios para no gritar mientras comenzaba a sollozar.

Le costaba avanzar. Siempre creyó que aunque no lo había hecho ninguna vez podría haberse estado “entrenando” de alguna manera, aunque viéndole tal y como estaba a su merced, comprendía que eso jamás se le habría pasado por la cabeza.

Soltó su miembro, alzando más las caderas hasta penetrarle por completo. Decidió quedarse quieto, dale tiempo para recuperar el aliento.

—Sal, por favor—sollozó Bill—Esto no me gusta.

—Que sí, ya verás—dijo Ryan ignorando sus sollozos.

Comenzó a moverse antes de que hiciera algo por detenerle, aunque lo dudaba. Le embistió al principio con suavidad, hasta que llegó el momento en que su cuerpo se adaptó y él ya no pudo aguantar más. Se abrazó a su cintura, enterró la cara en su pelo haciendo oídos sordos a sus lamentos, y con una fuerte embestida se derramó dentro gimiendo.

Se quedó muy quieto, saboreando en los labios el amargo sabor de sus lágrimas. Ni siquiera hizo nada por limpiarlas. Solo esperaba, a que saliera de su cuerpo, que le dejase marchar a casa y olvidar lo que le habían hecho.

—Bill…..—gimió Ryan.

Salió con lentitud de su cuerpo, incorporándose y vistiéndose. Abrió la puerta del coche y una vez fuera sacó de su cazadora un paquete de cigarros. Cogió un y lo encendió sonriendo mientras alzaba la mirada y se quedaba observando el cielo.

Esperó si moverse unos segundos más. Respiró hondo y se incorporó él también, cerrando los ojos al sentir una dolorosa punzada. Se subió los pantalones de nuevo, sin dejar de llorar en todo momento. Salió del coche y pasó por su lado con miedo de mirarle.

—Va a llover—dijo Ryan como si nada—¿Te llevo a alguna parte?

Echó a correr tan deprisa como su dolorido cuerpo le permitió, rompiendo a llorar más fuerte cuando le escuchó romper reír a carcajadas. Por el camino comenzó a llover tal y como él había predicho. Sintió como el agua le caía en la cara, confundiéndose con sus lágrimas que mezcladas con el maquillaje dejaban un rastro negro en sus mejillas.

Solo quería llegar cuanto antes a casa, meterse en la cama y poder dormir para siempre…

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